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quinta-feira, 17 de junho de 2010

Nouriel Roubini, o economista que previu a crise financeira

Apenas a título de informação sobre um dos economistas mais famosos da atualidade

Nouriel Roubini, el economista que predijo el crack financiero
Gillian Tett
El Cronista.com, Mon, 14 June 2010

Nació en Turquía y vive en Estados Unidos. Fue uno de los pocos intelectuales que pronosticó el colapso bancario. Antes fue criticado por alarmista cuando lo llamaban Dr Funesto. Hoy es uno de los gurús más prestigiosos y toda una celebridad hollywoodense.

El hotel Soho Grand de la neoyorquina Tribeca parece un set de filmación. Dominan la espaciosa recepción las columnas de concreto, las esculturas de metal y amplios sofás de cuero, que la gente elegante, de belleza inalcanzable decora con su presencia.

No parece ser el lugar para encontrarse a desayunar con un académico en Economía. Pero Nouriel Roubini no es el intelectual promedio. Hasta que comenzó la crisis financiera hace tres años Roubini se había dedicado a analizar la economía y a escribir obras como “Ciclos políticos yMacroeconomía” (1997) o “La nueva arquitectura financiera internacional” (coedición, 2005). También dio una serie de discursos referidos a la fragilidad del mundo de los bancos que fue tan agria que le valió el mote de Dr Doom (el Dr. Funesto).

Pero en 2007 se produjo un cambio inesperado. La crisis financiera estalló y, casi de la noche a la mañana, el mundo se dio cuenta de que él era uno de los pocos economistas que había anticipado un colapso bancario de tal magnitud. En la actualidad los líderes del mundo se sujetan de sus palabras, los periodistas van en tropel a sus discursos para enterarse de los últimos anticipos y los clientes pagan sumas altísimas a cambio de los análisis de su consultora Roubini Global Economics.

Su influencia fue más allá del mundo de los negocios y llegó hasta Hollywood. Aparece, representándose a sí mismo, en “Wall Street: Money Never Sleeps”, el próximo filme de Oliver Stone, que continúa la parábola de mercados enloquecidos de la década de los años ochenta, y también en “Inside Job”, un documental narrado por Matt Damon que se estrenará próximamente. Es algo así como un intelectual para enmarcar: su página de Facebook tiene muchas fotos de Roubini en fiestas llenas de estrellas, en general, acompañado de un grupo de mujeres de gran hermosura y juventud. Les encanta la belleza de mi mente... Soy feísimo, pero mi cerebro las atrae‘, le dijo a una sección de chismes el año pasado.

Pocos minutos antes de las ocho, el intelectual devenido en ídolo, de cincuenta y un años, llega a la recepción, vestido con un par de jeans de color negro y una camisa amarillo pálido con el cuello sin abotonar. Combina perfectamente con la decoración del hotel. La única nota disonante son sus zapatos de cuero marrón: sorprende cuán maltrechos están. ¿Es demasiado inteligente para preocuparse por la trivialidad de lustrarlos? O sencillamente, ¿confía demasiado en sí mismo como para que le importe? De cualquier modo, le da a este famoso economista un aire artístico un tanto raro.

Empiezo con: “¿Cómo se siente ser una celebridad?”. Él masculla: “La celebridad tan sólo es palabrería. La gente habla como si yo hubiera salido de la nada, como si todos estos años hubiera trabajado por cuenta en alguna oficina perdida antes de, repentinamente, volverme famoso. Pero eso no es cierto para nada. ¡Hace veinte años que trabajo de economista!”

Con indignación, repasa los detalles de su ejercicio profesional. Es inusitado. Nació en Estambul en 1959, de padres iraníes que profesaban la fe judía. Los primeros años de su vida los pasó en Irán; luego se mudaron a Italia, donde fue a la escuela y a la universidad. Más adelante, se mudó a los Estados Unidos y en Harvard se doctoró en Economía. Luego dio clases en Yale y en Nueva York. Roubini habla italiano, hebreo y persa, pero dice que sintió que en verdad había llegado a los Estados Unidos: “hace aproximadamente quince años, cuando comencé a soñar en inglés”. En este período también realizó trabajos para el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Reserva Federal, el Banco Mundial, el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro, antes de poner en marcha su propia consultora.

Difícilmente ese sea el currículum de un don nadie. Pero en el otoño de 2006, mientras la economía mundial y los mercados de crédito estaban en auge, Roubini aún estaba lejos de ser un nombre reconocido cuando le advirtió al FMI: “es probable que los Estados Unidos enfrenten, por única vez, el estallido de la burbuja inmobiliaria, la conmoción en la industria del petróleo, la abrupta caída en la confianza del consumidor y, finalmente, una profunda recesión”, además, que “los propietarios no cumplan los pagos de las hipotecas, y que billones de dólares en títulos garantizados con hipotecas fallen en todo el mundo y el sistema financiero global se detenga repentinamente”. Era una apuesta muy audaz; tanto, que muchos líderes y economistas creyeron que Roubini estaba un poco loco.

En realidad, cuando Roubini fue el Foro Económico Mundial que se reunió en Davos, en enero de 2007, e hizo estos anuncios, no se le prestó atención a sus advertencias. Lo conocí en este resort montañés de aire enrarecido, y recuerdo muy bien nuestro encuentro. Durante los meses anteriores, yo también había empezado a escribir sobre los peligros de las finanzas complejas (si bien de un modo mucho menos elocuente e impresionante que el de Roubini), y esos artículos desencadenaron las críticas de algunas de los luminares reunidos en Davos, que me tacharon de ser “alarmista”. Pese a que no nos habíamos conocido -y habíamos hablado poco desde que lo hicimos-, Roubini defendió vigorosamente mis artículos en un soleado almuerzo muy concurrido que se ofreció en un hotel suizo. Le expresé mi agradecimiento; los agoreros eran muy pocos en ese entonces.

Riendo, Roubini señala: “Lo recuerdo”. Luego evoca, no sin enojo, el artículo que Michael Lewis, autor del ensayo “Liar’s Poker” (1989) y de “The Big Short” (2009), que escribió en esa reunión de Davos, en la que se llamó debiluchos y sosos a los agoreros como Roubini. “Sorprende el modo como algunas personas cambiaron su forma de pensar”, afirma y añade con mordacidad, “Ahora todos son generales después de la batalla”.

Con el profesor de historia económica Stephen Mihm, Roubini es coautor de un libro que trata el colapso bancario, “Crisis Economics”, que aspira a responder a la pregunta de ¿por qué el mundo perdió el control en 2007? y sugiere qué es lo que puede hacerse para subsanarlo. A primera vista, parece dedicarse a la misma temática que los libros originados en el aprieto económico, que en la actualidad los economistas producen en serie. Sin embargo, lo que distingue a esta obra es que Roubini puede afirmar que entendió lo que sucedía antes de que sobreviniera el desastre, a diferencia de casi cualquier otro economista, con la excepción de William White y Claudio Borio del Banco de Pagos Internacionales (BPI). Le pregunto qué fue lo que le dio certeza de que estaba en lo correcto. Me explica: “Después de diez años de analizar los mercados emergentes, sé que Uds. tienen patrones que se repiten una y otra vez. Una burbuja es como el fuego, que precisa oxígeno para seguir ardiendo... cuando ya no hay oxígeno, las cosas cambian”. Más concretamente, en el verano de 2006, Roubini ya veía que el mercado inmobiliario había alcanzado su pico. Eso lo convenció de que el sistema estaba a punto de colapsar, porque había mucha deuda hipotecaria.

Siguió dando advertencias desde el colapso financiero. A principios de 2009, sostuvo que la crisis bancaria podría no haber llegado a su fin. También insinuó que había una probabilidad del 20% de una W (nueva caída en la recesión), a causa de que el crecimiento estadounidense sería muy débil. De hecho, la economía de los EE.UU. se recuperó más rápidamente que lo esperado y también subió el valor de las acciones de los bancos. Por todo ello, algunos rivales se regodean en decir que lo que Roubini tuvo en su mensaje de 2006 fue, simplemente, suerte. Pese a ello, Roubini replica con rapidez que aún es demasiado pronto para concluir que la economía mundial camina hacia la recuperación. Y al menos un mensaje de los que envió últimamente estuvo en lo cierto: durante el año pasado, advirtió repetidas veces sobre los peligros de acechar la deuda soberana. En especial, cree que las dificultades que hay en Grecia son reflejo del problema mayor que enfrenta el mundo occidental, pues parece que los gobiernos no tienen la voluntad de tratar de resolver la deuda gubernamental creciente.

“En la actualidad, lo que en verdad me preocupa sobre los EE.UU. es que tienen estancamiento político”, afirma Roubini y sostiene que esto evita que el gobierno tome las decisiones arduas que se necesitan. “El Reino Unido tiene el mismo problema. No hay una voluntad real de recortar gastos o aumentar los impuestos”. En consecuencia, “habrá tentación de seguir monetizando el déficit fiscal”, lo que finalmente produce inflación.

Para detener esos riesgos, Roubini quiere que los líderes cooperen con la línea de los partidos y que dejen atrás las antiguas etiquetas ideológicas de la “derecha” y la “izquierda”. “Crecí en la Italia de la década de los años sesenta y setenta, y fue un período de mucha agitación social, en la que hasta los adolescentes más jóvenes estaban en política. En ese momento, era un más de centroizquierda”, afirma. En la actualidad, es de centro por lo que respecta a las cuestiones económicas, pues cree que los gobiernos precisan gastar durante una crisis, de modo de respaldar el sistema, lo que está de acuerdo con el pensamiento económico keynesiano; sin embargo, cree que, cuando la crisis llega a su fin, deben cambiar por los enfoques de libremercado, y así refleja los principios de la denominada Escuela Austríaca de Economía. “Hay una gran discusión entre la escuela keynesiana y la austríaca. Pero soy pragmático y ecléctico. Se trata del momento oportuno”.

Entonces, en su opinión, la gente, ¿donde debería invertir en este momento? ¿Qué es lo que él hace? Evasivo, responde: “Jamás compré siquiera una acción, un bono o divisa. Tengo mi 401k (plan de ahorro y aporte jubilatorio) en un fondo de tipo pasivo, que tiene el 100% de inversiones en acciones, la mitad de Estados Unidos y la otra mitad de otras partes. El resto de los ingresos que percibí en los últimos años está en dinero. En algún momento, volveré a los activos que involucren un riesgo mayor, mas no ahora”. Insinúo que esta cautela parece propia del Dr. Doom. No está de acuerdo. “Como apodo, Dr. Doom era lindo y me gustó durante un tiempo, pero en lo que ahora insisto es que soy el Dr. Realist (Dr. Realista)”.

En otras palabras, Roubini ahora quiere que se lo conozca como el sabio que puede dar consejos provechosos y prácticos, en vez del que es capaz de anticipar el desastre. Ciertamente, el día que nos conocimos él había escrito un artículo para el FT, en el que acuciaba a Europa a permitir que Grecia reestructurase su deuda. Y recién regresó de Washington, donde se entrevistó con un grupo de ministros de finanzas y banqueros centrales de Occidente. “Lo que me importa es que, cuando escribo algo, la gente me escuche. Les doy mi sabiduría, con independencia de que coincidan con ella o no”.

Mientras le agrega cucharadas de yogur a la granola, voy directo al grano. ¿Cómo es posible que esta elevada “sabiduría” económica conviva con la fama que recientemente descubrió y lo catapultó a las noticias de chismes? Suspira: “La fama se volvió una carga; el horario es más exigido. La gente cree que viajar en avión a distintos lugares es glamoroso. Pero no lo es, pues aun cuando uno viaje en clase business y se hospede en hoteles fantásticos, uno está a 10.000 millas de su hogar”. Admite que está de viaje casi las tres cuartas partes de cada año; no sorprende saber que su nueva obra se escribió, en su mayor parte, a bordo de un avión.

Um comentário:

Fabricio de Souza disse...

Alguém se lembra daquele economista que previu a queda dos tigres asiáticos? E aquele da crise do México? Esse tipo de economista tem apenas uma única finalidade: o esquecimento!