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segunda-feira, 9 de abril de 2012

Relacoes Brasil-EUA: equivocos das duas partes - Moises Naim

Vai no mesmo sentido da matéria da Economist e do artigo de Carlos Malamud.


Adivina quién no viene a comer
LA NACION, 9/04/2012

WASHINGTON.- Se acabaron las superpotencias. Se acabó la época en la que un imperio, o un país con gran poder, imponía a otros sus deseos. Por supuesto que aún existen naciones con la fuerza y los recursos para obligar, o inducir, a otras naciones a comportarse de una manera y no de otra. Pero esto es cada vez menos frecuente o sostenible. Hoy ni siquiera Estados Unidos, con toda su pujanza militar y económica, logra evitar que otros países actúen de manera autónoma.
Hemos pasado de la era de las potencias hegemónicas a una era en la cual construir alianzas internacionales es indispensable. Ningún Estado se puede dar el lujo de vivir sin aliados o sin formar parte de coaliciones de países que se apoyan mutuamente, aunque en ciertas áreas rivalicen o en otras sus intereses estén en conflicto.
Así es, por ejemplo, la relación entre Estados Unidos y China. Y Estados Unidos tiene otras relaciones bilaterales muy importantes, como Rusia, Gran Bretaña y la India. Pero tan interesante como la lista de los países con los que Estados Unidos mantiene fuertes vínculos es la lista de los países con quienes debería tenerlos, pero no los tiene. Brasil es el mejor ejemplo.
Esto es sorprendente. Brasil es un vecino que cada vez tiene más peso en la política internacional y que ya ha superado a Gran Bretaña como la sexta economía del mundo. Sin embargo, las relaciones entre los dos gigantes del hemisferio occidental son débiles y están impregnadas de un paralizador cóctel de desconfianza, desconocimiento y distracción.
La insulsa agenda de la visita de la presidenta Dilma Rousseff a Washington esta semana puso en evidencia lo banal de una relación que debería ser fundamental y profunda. Si Estados Unidos y Brasil se pusieran de acuerdo en una ambiciosa agenda, podrían transformarse en una vigorosa fuerza de cambio positivo para sus sociedades, para América latina y hasta para el resto del mundo.
Hay varias razones detrás de la incapacidad de estos dos grandes países para llevarse mejor. Una es que el ascenso de Brasil en la última década coincidió con un período en el que Washington estaba muy ocupado en otras cosas: dos guerras y el hundimiento de su economía, por ejemplo. Pero esto no es nuevo. La desatención de Estados Unidos a Brasil, y a la región en general, ha sido crónica. Su política hacia América latina ha sido reactiva y ha estado centrada, principalmente, en emergencias, países pequeños y Estados fallidos. En Washington, es más fácil encontrar expertos en Cuba o en Haití que en Brasil; el comercio de drogas, no el comercio brasileño, es lo que entusiasma a congresistas y diplomáticos.
UN SOCIO COMPLICADO
Por otro lado, Brasil no es un socio fácil. Espera y exige el mismo respeto y consideración que Washington dispensa a las viejas potencias. ¿Por qué a David Cameron, el primer ministro británico, Obama le ofreció una pomposa cena de gala en la Casa Blanca y a Dilma Rousseff sólo un "almuerzo de trabajo"? ¿Por qué a Cameron lo llevó en su helicóptero a un partido de básquet y a Dilma la lleva a una "reunión privada con empresarios"?
En la diplomacia, los gestos y los símbolos revelan más que los discursos. Como informó Brian Winter, de la agencia Reuters, estos gestos han irritado al gobierno brasileño, que lee en ellos mensajes muy claros de desdén y desinterés.
A su vez, estas reacciones de los brasileños exasperan a los norteamericanos. Una funcionaria del gobierno norteamericano me dijo: "Brasil se nos ha transformado en la Francia de América latina. Su obstruccionismo en las negociaciones internacionales sobre clima, comercio o lo que sea está a menudo impulsado por su deseo de exhibir su poder. Cuando interfieren en nuestras iniciativas para detener el programa nuclear de Irán o impiden los acuerdos en otras negociaciones, lo hacen para obligarnos a prestarles atención. Y lo logran. Pero no se dan cuenta de que esto ha ido minando nuestra disposición a tratarlos como un aliado confiable. Tenemos que esperar que Brasil madure como potencia".
Todo esto es lamentable. Estas fallas de ambas partes se pueden y deben solventar. Mientras que las alianzas que tiene Estados Unidos con otras potencias emergentes son defensivas, equívocas e inestables, una alianza con Brasil puede estar sustentada en un fuerte y duradero proyecto de prosperidad y democracia. Lo único que lo impide es una historia de desencuentros que puede ser fácilmente superada por líderes que deseen hacerlo.
EL PAIS

A "relacao especial" que se especializou nos conflitos - Brasil-EUA visto pela Economist

A matéria abaixo, mais analítica do que simplesmente expositiva, toca nos pontos principais dessa relação que já se tentou fazê-la "especial" -- seja nos tempos do Barão, seja durante a ditadura militar, sempre de olho na Argentina -- e que, desde os anos Lula, derivou para gentilezas da parte americana e caneladas da parte brasileira.
Afinal de contas, foram os brasileiros que iniciariam o período de "American bashing" implodindo a Alca, mantendo relações estreitas com inimigos notórios do império como Cuba e Venezuela, fazendo de tudo, em geral, para afastar o império da América do Sul, em particular, e da América Latina, se possível. Foi a dupla Lula-Amorim quem decidiu criar todas as instituições atuais no âmbito sub-regional para que fossem exclusiva e excludentemente antiamericanas, "sem tutela externa", como se dizia na época, ou seja, contra o império.
Interessante seria descobrir o que o Brasil teria mais a ganhar com Venezuela, Cuba ou Irã, do que com o império, em termos concretos, tirando a ilusão de que se pratica uma diplomacia autônoma, "que não pede licença a ninguém" para suas iniciativas, como também se repetia muito nesses tempos de infantilidades anti-imperialistas.
O Brasil, atualmente, se tornou mais dependente da China do que jamais o foi dos EUA, e mesmo nessa "dependência" anterior havia um comércio extremamente diversificado e prometedor. Os companheiros enterraram tudo isso, pensando que a China era uma "aliada estratégica" e deu na situação de hoje, que nos obriga a praticar esse protecionismo tosco e tão míope que ele coloca a culpa nos países europeus e nos EUA, acusando um fantasmagórico "tsunami financeiro" e uma não menos imaginária "guerra cambial" (dos "ricos", entenda-se) como as fontes do problema, quando elas estão inteiramente no Brasil e são agravadas, sim, pelas práticas comerciais e cambias da China (mas disso não se fala um "pingo", o que é amplamente revelador da miopia acima referida).
Quando é que os companheiros vão crescer e aprender algo com o mundo?
Se os diplomatas ajudassem um pouco isso viria mais cedo, mas parece que a timidez de um lado e a ingenuidade de outro vão fazer com que continuemos a ouvir discursos absolutamente irrealistas para nossas relações econômicas internacionais...
Paulo Roberto de Almeida

Dilma Rousseff's visit to America

Our friends in the South

Apr 7th 2012, 14:52 by H.J. | SAO PAULO
BRAZIL has probably never mattered more to America than it does now. America has probably never mattered less to Brazil. Not that relations are bad between the two countries—far from it; they are increasingly cordial and productive. But America has finally, belatedly, woken up to the fact there is a vast, stable country to its south as well as its north; a country, moreover, with a fast-growing and voraciously consuming middle class that seems to offer salvation to American businesses struggling in a moribund domestic market. Brazil, meanwhile, neither needs loans from American-dominated global financial institutions, nor is it otherwise beholden to the country. The United States is no longer even its biggest trading partner. China took that spot in 2009.
A more balanced relationship may be a more fruitful one too. Since Barack Obama’s visit to Rio de Janeiro and Brasília last year, America has delighted Brazil by removing import tariffs on its ethanol and piloting a scheme to make it easier for Brazilians to get visas—two long-standing bugbears. Brazil’s president, Dilma Rousseff, makes a return visit to Washington in the coming week, and there is much to talk about still. What Brazil wants from America above all is endorsement for a seat on the UN Security Council. Britain has already backed its bid, and during his visit to Brazil Mr Obama made baby steps in the same direction, acknowledging Brazil’s “aspiration”, though stopping short of full support.
That support is unlikely to be forthcoming, at least in the near future. Though Brazil is hardly geopolitically troublesome, its worldview—a hard-to-pin-down blend of pragmatism, relativism and a seemingly indiscriminate willingness to be friends with everyone—is unappealing to the United States. The previous president, Luiz Inácio Lula da Silva, was flexible enough to be “my man” to Barack Obama and “our brother” to Fidel Castro. In 2010 Lula stuck his neck out trying to co-broker, with Turkey, an anti-proliferation agreement with Iran’s president, Mahmoud Ahmadinejad. That infuriated countries far more important to Brazil’s strategic interests, and left Lula looking silly when Mr Ahmedinejad made no concessions in return. Ms Rousseff has rowed back from that friendship, but it reinforced an impression that Brazil is unpredictable and naive.
Mr Obama will surely want to know, too, what exactly Brazil means by its big new foreign-policy idea. That is to complement the UN’s justification for intervention in another country’s affairs under the rubric “Responsibility to Protect” with “Responsibility while Protecting” after it has gone in. Since Brazil tends not to support going in in the first place, when would it want to see this new responsibility kick in? Even some experienced and sympathetic diplomatic observers in Brasília say they have no idea what concrete difference this would make on the ground.
For America, trade, not diplomacy, will surely be top of the agenda. Judging from the number of American investors turning up in São Paulo every week, Mr Obama must hear about the glowing opportunities Brazil presents in just about every time he meets businessfolk. But with the most overvalued currency of any big economy, Brazil’s own industrialists are prodding the government to keep imports out. It has hiked already-high tariffs on many imports even further, and is taxing foreign-currency inflows increasingly heavily to keep out speculative inflows. Brazil has made it clear it only wants long-term investment, and is only interested in foreign businesses that are willing to make whatever it is they want to sell in Brazil.
If Mr Obama tries to argue for freer trade, he will get short shrift. Both Ms Rousseff and her finance minister, Guido Mantega, regard the floods of cheap money being pumped out by the Fed and the European Central Bank as a far worse trade distortion than Brazilian barriers, which they term “safeguards” rather than “protectionism”. Brazil’s drift towards protectionism is in fact becoming a problem for its own economy. But that is an argument for another day. Mr Obama will surely be aware there is still a lot of mileage to be got out of helping American companies to set up shop in Brazil.

sexta-feira, 6 de abril de 2012

O emergente e o imperio: Dilma em Washington

Dois artigos sobre uma visita, que pode ser mais que uma visita, desde que não envolva lições de economia política que não caberia dar ao país que justamente sempre foi um parceiro interessado no progresso das relações econômicas.
Paulo Roberto de Almeida 

Financial Times, April 1, 2012 6:54 pm

Brazil-US relations near turning point

The case of cachaça, the stiff sugar cane spirit used in Brazil’s national cocktail, the caipirinha, is probably not the first thing on the mind of US President Barack Obama as he prepares for a visit from his Brazilian counterpart, Dilma Rousseff, next week.
But reversing a longstanding US refusal to recognise the Brazilian drink as distinctive from Caribbean rum – thereby subjecting it to adverse tax treatment on rum imports designed to protect producers in the US Virgin Islands and Puerto Rico – is one of several relatively easy “deliverables” that Mr Obama could offer Ms Rousseff when she arrives on April 9.

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Stubborn trade disputes and differences in approach to geopolitics have traditionally clouded what is otherwise a mature if somewhat standoffish friendship between the dominant powers of the Americas. Brazil wants recognition from the US for its growing geopolitical clout, most importantly its bid for a permanent seat on the UN Security Council, but without sacrificing its neutrality in the process. Washington, meanwhile, wants a better idea of what Brazil, known for its pragmatism on foreign relations, actually stands for.
“Relations between Brazil and the US have historically been very broad but also relatively shallow,” said Paulo Sotero, director of the Brazil Institute at the Woodrow Wilson International Centre for Scholars in Washington.
Once tempted to treat Brazil as just another, if slightly more important, Latin American country, the US is increasingly being challenged to acknowledge its growing role as an international player on the back of its fast economic growth.
A surging middle class in Brazil has created new markets for US multinationals, ranging fromMcDonald’s and Pepsi to General Motors. But even as the total volume of trade has grown, the relative importance of the US to Brazil’s economy has declined. China has overtaken the US as Brazil’s biggest trading partner and new investor.
At the same time, Brazil has become increasingly concerned about what it sees as “unbalanced” trade with China, which imports Brazilian commodities but few of its manufactured goods. The US by contrast is one of the biggest markets for Brazilian aircraft maker Embraer, one of Latin America’s flagship industrial companies.
Relations between leaders of the US and Brazil have traditionally been warm – Mr Obama once called former Brazilian president Luiz Inácio Lula da Silva “the man”. But in practice, Brazil’s independent stance on foreign affairs – it regularly abstains in votes on sanctions against oppressive regimes in the Middle East and on other issues – has grated with the US. In particular, Mr Lula da Silva upset Washington when he led an attempt to forge an independent civilian nuclear deal with US arch-enemy Iran in 2010.
Yet while Mr Lula da Silva’s Iran adventure was politically costly in terms of relations with Washington, it was a sign of Brazil’s diplomatic coming of age, the Council on Foreign Relations think-tank said in a report last year. “Brazil’s participation alerted the major powers to its presence on global security issues and served notice that Brazil would remain a significant international actor,” the report, Global Brazil and US-Brazil Relations, said.
With the election of Ms Rousseff in late 2010, Mr Obama set out to repair the relationship. He visited Brasília three months after she took office, describing Brazil as an “equal” partner and acknowledging though not openly supporting Brazil’s aspiration for a permanent seat on the Security Council.
The challenge for both sides is where to take the relationship now. The US has already lifted a tariff on Brazilian ethanol imports – an important breakthrough. It could restart a US Air Force contract for 20 Embraer attack aircraft that it abruptly cancelled earlier this year. It is also making it easier for Brazilians to get visas. And it could also, of course, recognise cachaça as something distinctly Brazilian, rather than lumping it in with other Latin American rum.
Most significant, however, would be for the US to offer formal support for Brazil’s aspirations to join the Security Council. Proponents argue this would put the ball in Brazil’s court, forcing it to become a more responsible contributor to the world order. Indeed, some argue that this sort of acknowledgment as an equal partner is all that Brazil has ever really wanted from Washington.
“Brazil doesn’t want a trade deal from the US, it doesn’t want military co-operation,” says João Augusto de Castro Neves, political analyst at Eurasia Group. “It just wants recognition and that only costs a few words.”

Dilma vai a Washington

06 de abril de 2012 | 3h 07
Paulo Sotero - O Estado de S.Paulo
Os presidentes Dilma Rousseff e Barack Obama têm boas notícias a compartilhar, mas também importantes diferenças a acertar quando se reunirem na Casa Branca, na segunda-feira. A líder brasileira chega para a conversa com sua autoridade consolidada e a popularidade reforçada em casa por seu desempenho no primeiro ano do governo, a despeito da desaceleração do crescimento econômico e dos sucessivos escândalos de corrupção que forçaram meia dúzia de ministros a pedir as contas. Obama, por sua vez, tem a exibir uma economia em recuperação e perspectivas favoráveis de reeleição em novembro. Isso significa que seu diálogo com a colega brasileira deve continuar por mais dois anos e meio, e quase o dobro disso se Dilma se reeleger em 2014.
É um horizonte de tempo suficiente para os dois líderes traduzirem em ações o desejo que dizem compartilhar de aprofundar as relações bilaterais, que são amplas, amistosas, povoadas de declarações de boas intenções, mas não passam disso. Na década que se encerrou no dia da posse de Dilma no Palácio do Planalto, o Brasil e os Estados Unidos se distanciaram. O fracasso, em 2003, das negociações da Área de Livre Comércio das Américas (Alca), que os países copresidiram, a trombada no Irã em 2010 e a inconsequência dos muitos grupos de trabalho criados pelos dois governos foram os fatos marcantes. Nesse mesmo período, com a economia brasileira em crescimento puxado pela expansão do mercado interno e a demanda chinesa por commodities, as trocas entre os dois países aumentaram, mas a participação relativa dos Estados Unidos no comércio exterior brasileiro caiu de 24% do PIB para menos de 12%.
Cientes dessa realidade e de que o diálogo bilateral se encontra em fase de reconstrução, iniciada com a visita de Obama a Brasília em março do ano passado, os dois governos evitaram criar expectativas quanto aos resultados da viagem de Dilma. A ênfase dada pelo Planalto à cooperação bilateral em educação, ciência e tecnologia e as medidas que Dilma vem tomando para estimular a competitividade e o crescimento da economia brasileira sublinham sua compreensão sobre a oportunidade que tem nas mãos e põem os dois países em rotas convergentes.
Trata-se de completar a transformação histórica que o País iniciou com a democratização, em 1985, consolidou com a estabilização da economia dez anos depois, aprofundou com a redução da pobreza e a expansão da classe média na década seguinte e depende agora da execução de reformas estruturais que permitam a um Brasil ascendente na cena mundial livrar-se do peso do déficit público, aumentar a taxa de investimento e alcançar um novo patamar de desenvolvimento. É nesse quadro, que se tornará mais complexo nos anos à frente com a redução do crescimento da China, que Dilma parece atraída pela ideia de uma relação mais intensa com os Estados Unidos.
Há certamente dúvidas em Washington quanto à eficácia das políticas adotadas por Brasília a partir do anúncio do Plano Brasil Maior, em agosto passado, para aumentar a competitividade da indústria nacional. As medidas de caráter protecionista embutidas na estratégia são vistas como sintomas de uma política que trata mais dos efeitos que das causas do problema. Mesmo assim, o cenário promissor da economia brasileira nos anos à frente alimenta o interesse de Obama numa aproximação com o Brasil.
Contra esse pano de fundo, altos funcionários americanos e brasileiros se esforçaram nas últimas semanas para valorizar as relações bilaterais. O Brasil "é uma história de sucesso e um exemplo que inspira soluções em outros países", disse o subsecretário de Estado William Burns em recente visita ao País. E salientou que empresas dos dois países fabricam, inovam e avançam juntas: "Nos Estados Unidos, estamos cientes de que nosso sucesso dependerá de abraçar as complementaridades com parceiros inovadores e dinâmicos e o Brasil pode e deve estar no topo dessa lista." Em visita a Nova York, a ministra do Planejamento, Miriam Belchior, destacou o empenho do governo brasileiro em atrair mais investimentos dos Estados Unidos e aprofundar as relações entre os dois países.
Declarações como essas não diminuem o ceticismo que prevalece em Washington e Brasília sobre as chances de a visita de Dilma a Obama produzir resultados. Fatos recentes e divergências em temas globais. A crítica que a presidente brasileira fez em reunião dos Brics, na semana passada, à estratégia de sanções contra o Irã, liderada pelo Estados Unidos, expôs uma diferença insuperável. Obama acredita que as sanções são a melhor alternativa a uma solução armada e estão produzindo o resultado desejado de forçar Teerã a negociar seu programa nuclear. Na mesma linha, há as críticas de Brasília, reiteradas por Dilma em Nova Délhi, ao "tsunami monetário" que os bancos centrais americano e europeu estariam produzindo para fazer frente à crise econômica, com efeitos colaterais nocivos para o valorizado real e as contas externas brasileiras. O fato de o Brasil omitir críticas à política de manipulação do câmbio praticada pela China torna a cobrança ainda menos aceitável em Washington. No lado brasileiro, causa perplexidade a relutância americana em dar ao País o mesmo reconhecimento que confere à India e apoiar formalmente a pretensão brasileira por uma cadeira permanente no Conselho de Segurança das Nações Unidas. Pesa, também, o mal explicado cancelamento pela Força Aérea americana da compra de 20 Super Tucanos que seriam usados no Afeganistão. A decisão, justificada como confusão burocrática, frustrou um negócio que constituiria o primeiro engajamento de natureza estratégica entre os dois países em décadas. Cabe a Dilma e Obama, em seu encontro, provar que os céticos estão errados.
*Jornalista, é diretor do Brazil Institute do Woodrow Wilson International Center for Scholars, em Washington

segunda-feira, 2 de janeiro de 2012

Indefinicoes e incertezas na politica externa brasileira - Matias Spektor


"O Brasil precisa aprender a manipular a China"
Por Cristian Klein | Do Rio
Valor Econômico, 02.01.2012, pág. A16

Matias Spektor: "É uma transformação, pois o Brasil resiste ao intervencionismo. Nisso Dilma marcou uma guinada"
A pressão inflacionária e da nova classe média que chega ao mercado consumidor - com exigência de produtos a baixo custo - tornarão as medidas de proteção à indústria brasileira em relação à China inviáveis e meros paliativos. Esta é a opinião do coordenador do Centro de Relações Internacionais da Fundação Getulio Vargas (FGV) do Rio, Matias Spektor, para quem a melhor solução para o Brasil enfrentar o desafio chinês é criar uma grande operação diplomática de aproximação ao país asiático. "O Brasil precisa aprender a manipular a China", afirma Spektor, que defende a necessidade da criação de uma embaixada "possante", com funcionários que falem mandarim e conheçam os centros de poder de Pequim.
Para Matias Spektor, o Brasil precisa deixar de ter medo. Seja diante da China - há uma crescente sinofobia no país, avalia - ou de outras potências, pois também está em bom momento. Precisa "entrar no radar" dos Estados Unidos. Deve assumir os riscos embutidos no projeto de ocupar uma cadeira do Conselho de Segurança das Nações Unidas. "Vai ter pressão naturalmente. Mas se não quer brincar, não desce para o playground", diz.
Spektor afirma que a presidente Dilma Rousseff acertou, em seu primeiro ano, ao visitar a China, a Argentina e receber o presidente americano Barack Obama, para uma distensão do péssimo clima que marcou o fim do governo Lula. Em sua opinião, Dilma já marcou uma guinada em relação ao antecessor. Quebrou a tradicional resistência brasileira a intervenções militares em países com regimes ditatoriais, ao aceitar o princípio da "responsabilidade de proteger" (a população) e sugerir uma mudança em direção à "responsabilidade ao proteger". Matias Spektor lembra que, no caso da Líbia, a abstenção do Brasil foi seguida pelos Brics e pela Alemanha, o que demonstra a capacidade de liderança do Brasil. Capacidade essa que precisa ser mantida mesmo depois de o país deixar a cadeira rotativa no Conselho de Segurança. "O Brasil precisa aproveitar o momentum", diz, ponderando que o principal risco para o avanço na política externa são os eventuais problemas que Dilma enfrentar em sua agenda interna. A seguir, os principais trechos da entrevista concedida por Matias Spektor ao Valor:
"O Brasil precisa entrar no radar; pode se machucar, mas se não quer brincar, não desce para o playground"
Valor: Qual a maior diferença entre Dilma e Lula na diplomacia?
Matias Spektor: Dilma pegou, logo no início, o Brasil como membro rotativo do Conselho de Segurança das Nações Unidas, com uma série de votações cruciais, que autorizaram o uso da força na Líbia. Esse é o primeiro tema: como o Brasil lidou com intervenção humanitária. E aí há um componente de inovação importante. Dilma aceitou o princípio da responsabilidade de proteger, que é uma nova doutrina de intervencionismo, e sugeriu uma mudança, uma adequação a essa doutrina, que ela chamou de responsabilidade ao proteger.
Valor: Qual a diferença entre os dois princípios?
Spektor: A responsabilidade de proteger diz que é legítimo para a comunidade internacional intervir em situações onde os chefes de Estado abusam dos direitos de seus próprios cidadãos. Líbia e Síria, por exemplo.
Valor: Quando prevaleceu?
Spektor: Ele começou a circular em meados da década de 2000 e foi implementado pela primeira vez de fato na intervenção na Líbia. Dilma disse: "Isto veio para ficar. Mas a gente precisa impedir que isto seja utilizado pelas grandes potências como instrumento de asserção neocolonial". A gente precisa assegurar que o processo de intervenção vai proteger civis e causar menos danos do que causaria o ditador. É um cálculo para causar o mal menor. É uma transformação importante para a política externa brasileira, que tradicionalmente resiste a qualquer ideia de intervencionismo. Nisso, a Dilma marcou uma mudança, uma guinada.
Valor: E sobre a questão dos direitos humanos?
Spektor: É o segundo ponto. O Brasil fez mudanças muito tímidas no quesito direitos humanos, no Conselho de Direitos Humanos da ONU. A comunidade internacional ainda entende que o Brasil não adere ao grupo de países que está avançando com força a agenda de proteção internacional dos direitos humanos. Não se vê uma guinada importante da Dilma em relação ao período anterior.
Valor: Que mudanças tímidas ocorreram?
Spektor: O Brasil, no Conselho de Direitos Humanos, passou a condenar abusos, por exemplo, no Irã, coisa que antes não fazia. É uma mudança, mas tímida.
Valor: A mudança em relação ao Irã não é algo importante?
Spektor: É um gesto relevante, mas simbólico. Isso recebeu muita atenção na mídia brasileira, mas não provocou ondas fora do país. Os direitos humanos não são interpretados como uma marca distintiva do governo Dilma em temas internacionais.
Valor: Que país tem essa marca a ponto de pô-la acima de interesses comerciais?
"Não está clara a responsabilidade ao proteger; o Itamaraty já produziu a primeira explicação; precisa de mais"
Spektor: O Canadá encontrou uma diplomacia de nicho nessa temática. O Chile e a Argentina, também. É uma questão de graus. Nenhum país abre mão de seus interesses econômicos. Agora, a percepção dominante é de que o governo Dilma - assim como o de Lula e o de Fernando Henrique - teme que a pauta dos direitos humanos seja utilizada por grandes potências para conseguir um cheque em branco para novas intervenções.
Valor: Qual foi o resultado da visita da presidente à China?
Spektor: Ela não tocou no tema dos direitos humanos. Houve três visitas importantes: à China, à Argentina e a de Obama ao Brasil. O governo Dilma coincide com a mudança do eixo de gravidade do comércio exterior do Brasil em direção ao Leste Asiático, em particular, à China, que se transformou no principal parceiro comercial. Essa transformação tem um impacto geopolítico para o Brasil. É a ideia de que ambientes como o Bric [grupo que reúne Brasil, Rússia, Índia e China], o Ibsa [ou Ibas, que reúne Índia, Brasil e África do Sul] e o G-20 são relevantes não apenas porque se trata de países emergentes que têm cada vez mais voz, mas se trata de ambientes onde o Brasil tem oportunidades para dialogar com a China. O Brasil não tem uma tradição de diálogo em negociação com a China. Não tem experiência acumulada em manipular a China em favor próprio. Não tem fácil acesso à vida política de Pequim. Crescentemente, o Brasil precisa disso. Porque qualquer deterioração na relação com a China, agora, tem um impacto sobre a economia brasileira que antes não tinha. O Brasil depende muito mais da China do que eles do Brasil. E portanto o Brasil precisa aprender a manipular a China.
Valor: Como se faz isso?
Spektor: Precisa chegar a Pequim e ter uma embaixada possante, com muitos e ativos diplomatas. Ter pessoas que saibam falar mandarim. Conhecer os centros de poder chineses. Expôr o Brasil a essas pessoas. Ter política de propaganda e marketing. A gente precisa de atenção da China. Isso não vai vir de graça. Demanda uma operação diplomática. Por isso foi excelente a visita da Dilma à China.
Valor: Existe no Brasil o aumento do temor em relação à China?
Spektor: Existe uma sinofobia crescente no Brasil que leva a demandas de caráter protecionista, que são uma aposta errada. A pior coisa que a gente pode fazer é usar políticas protecionistas. Precisamos desenvolver os instrumentos para poder pressionar a China. Os Estados Unidos são um parceiro não explorado do Brasil para lidar com o desafio chinês.
Valor: Como poderia se desenvolver essa parceria?
Spektor: Em muitas instâncias, o Brasil e os Estados Unidos têm interesses similares diante da China: política monetária, comercial, até mesmo política ambiental.
Valor: Medidas protecionistas não devem ser calibradas diante do risco de desindustrialização?
Spektor: Esses remédios são todos paliativos. Não resolvem a causa. Qual é a solução? Investimento em educação, competitividade. Não é proteger o mercado brasileiro e terminar punindo o consumidor brasileiro. Com a nova classe média brasileira, com 30 milhões de pessoas no mercado consumidor, você quer preços baixos. Tem que usar isso como combate de inflação. Como você vai punir sua própria população?
Valor: Com a nova classe média fica mais difícil defender politicamente medidas protecionistas?
Spektor: Sim, e devido às pressões inflacionárias do Brasil.
Valor: E a visita do Obama?
Spektor: Obama veio visitar a Dilma para desanuviar uma relação que estava péssima. O final do governo Lula coincide com um momento muito ruim na relação com os Estados Unidos. Por causa de Honduras, da Declaração de Teerã e do acordo sobre a mudança do clima. Obama não manifestou apoio à candidatura do Brasil para uma cadeira no Conselho de Segurança, mas fez uma coisa muito importante: manifestou apreço pelo pleito brasileiro. Isso quer dizer o que em diplomatês? Que o Brasil pode levar o tema em suas conversas bilaterais com os Estados Unidos e que dependerá do Brasil desenvolver o argumento.
Valor: Até que ponto a boa vontade americana é jogo de cena?
Spektor: A pauta da reforma do Conselho não está sobre a mesa. Ele não será reformado por agora. O que o Brasil pode fazer é desenvolver o argumento de que é um jogador relevante. Como o Brasil prova isso? Propondo coisas como a responsabilidade ao proteger e dizendo aos Estados Unidos: "Vamos codificar isto. Responsabilidade de proteger, pura e simples, não basta. Vocês vão ter muitos problemas se quiserem avançar essa agenda". E, de fato, na resolução que autorizou o uso da força na Líbia, não foi apenas o Brasil que se absteve. Os Brics e a Alemanha se abstiveram. Então, essa é uma oportunidade para o Brasil dizer: "Vamos codificar a responsabilidade ao proteger e tomar a liderança no processo".
Valor: Isso contraria um certo temor tradicional sintetizado na frase de Fernando Henrique Cardoso na qual o ex-presidente defendia que "quanto menos a gente entrar no radar dos Estados Unidos, melhor".
Spektor: O Brasil precisa entrar no radar. Não tem como você ser uma nova potência e ocupar uma cadeira na cena principal da ordem global sem estar no radar.
Valor: Quais são os custos?
Spektor: Ter que se posicionar fazendo propostas concretas de como melhorar a ordem global. Qual é o risco? Que a agenda interna da Dilma, a manutenção da coalizão, a economia brasileira em desaceleração, que essa agenda termine limitando o espaço que ela tem para fazer política externa.
Valor: É preciso se fortalecer internamente para ter essa postura?
Spektor: Se você olha para os governos, tanto do Fernando Henrique quanto o do Lula, ter estabilidade em casa geralmente é um pré-requisito para ser ativista fora do país. Por isso, acredito que o melhor da política externa da Dilma ainda está por vir.
Valor: O tamanho da economia de um país é necessariamente a medida de sua capacidade de influenciar a comunidade internacional?
Spektor: Não, a Turquia é um exemplo. Está aloprando, arrebentando a boca do balão. É muito ativista. Ela "punches above her weight". Ou seja, joga numa linha de gente grande. Ela tem uma economia muito menor que a nossa e um sistema político supercomplexo. Mas tem ideias, coragem, um chefe de Estado que curte o tema e um chanceler ativista.
Valor: Em 2010, a Turquia estava ao lado do Brasil na mediação da polêmica questão nuclear iraniana.
Spektor: Quem patrocinou o acordo da Declaração de Teerã foram Brasil e Turquia com o Irã e as Nações Unidas. Agora, se está indo para mais uma rodada. Quem está lá? As Nações Unidas, o Irã e a Turquia. E o Brasil, não.
Valor: Dilma mudou o papel do Brasil?
Spektor: É uma mudança, ou uma reação de fora à percepção de que a gente não é tão facilitador assim.
Valor: Lula exerceu e foi criticado por esse ativismo, em relação ao Irã e até no conflito árabe-israelense. As críticas procediam?
Spektor: A gente mostrou que o Brasil tem como influenciar. O Lula entrou para o radar. Mas, uma vez que você está no radar, vai ter pressão naturalmente. Se não quer brincar, não desce para o playground. Pode se machucar. Mas se a gente não quiser se machucar, não pode querer uma cadeira no Conselho de Segurança. A gente está dizendo que quer brincar. E tem jogo hoje em dia no mundo. Todas as áreas de governança global estão abertas para negociação, devido à crise de 2008, à crise de legitimidade do poder americano, à crise europeia. Está tudo aberto.
Valor: E a visita à Argentina?
Spektor: Essa é uma relação crucial porque é a pedra de toque da estabilidade na América do Sul. Há duas questões. A primeira tem a ver com a relação bilateral. A Argentina está atravessando um processo delicado de aumento muito importante de sua dependência em relação ao Brasil e do aumento dos anseios em relação ao que o Brasil pode vir a fazer. O Brasil retomou seu programa nuclear. Está completando Angra 3 e contratando a construção de dois submarinos nucleares. Portanto, a decisão de Dilma de gerar uma série de acordos de cooperação nuclear foi fundamental.
Valor: E a segunda questão?
Spektor: A relação Brasil-Argentina impacta também na dimensão regional. O processo do Mercosul é cheio de problemas. A Unasul também é um processo complicado de integração regional. No último ano, assistiu a um avanço tímido, mas é um avanço. E isto é importante para o Brasil. Porque, cada vez mais, os vizinhos temem o avanço do capitalismo brasileiro, no Paraguai, na Bolívia, no Equador, no Peru. Nesses quatro países, no último ano, a gente viu uma resistência importante ao Brasil.
Valor: Como foi essa resistência?
Spektor: Manifestações de rua na Bolívia contra obras brasileiras; manifestações do governo [do presidente do Paraguai, Fernando] Lugo contra a política brasileira em relação à Interpol; as manifestações dos candidatos presidenciais peruanos em relação a contratos de grandes empreiteiras brasileiras, principalmente na área de hidrelétricas; a decisão do governo [do presidente do Equador] Rafael Correa de olhar com lupa os contratos assinados pelo BNDES. O argumento subjacente é: o Brasil é um país grande, cada vez mais poderoso. Para muitos deles, o Brasil já é fonte de crédito e de investimento. A única solução para o Brasil é uma política muito assertiva, bilateral, de integração regional, mostrando a esses países que eles têm mais a ganhar seguindo o Brasil do que resistindo.
Valor: O que deve fazer o Brasil nos próximos anos?
Spektor: No fim deste mês, o Brasil deixa a sua cadeira rotativa no Conselho de Segurança. Foram dois anos nos quais o país recebeu mais críticas da comunidade internacional, em anos: pela Declaração de Teerã, pela posição em relação a Líbia e Síria. Qual é o próximo grande passo que a Dilma deveria fazer em política externa? É dizer: "Vamos aprender lições desses dois anos, o que fizemos de certo, de errado, e como não perdermos momentum".
Valor: Ficar no palco ainda.
Spektor: Isso. Ficar no play. Ela está com todas as condições de deixar uma marca importante como estadista. E tem capacidade, por sua personalidade, de aprender com os erros passados. E com os sucessos.
Valor: Quais foram os erros?
Spektor: Houve pouca compreensão fora do Brasil sobre a Declaração de Teerã, sobre a abstenção brasileira no caso da Líbia e há pouca compreensão hoje sobre a posição brasileira em relação à Síria. Ainda não está claro o que significa responsabilidade ao proteger. O Itamaraty já produziu a primeira explicação, em novembro. Precisa de mais. São quatro áreas em que o Brasil precisa comunicar melhor ao mundo.
Valor: O Brasil está fazendo a coisa certa, mas não está divulgando?
Spektor: O grande desafio para o Brasil em ascensão é poder comunicar as suas intenções. A gente não pode ficar calado quando recebe uma hostilidade. Quando a embaixadora americana nas Nações Unidas questionou as credenciais democráticas do Brasil em política externa por causa da Líbia, a gente deveria ter respondido à altura. Mais do que marketing, a gente precisa de uma política de comunicação internacional.
Valor: E como isso é feito?
Spektor: Com mais planejamento diplomático e perder timidez da imprensa internacional.
Valor: Como a timidez se revela?
Spektor: Embaixadores que correm da imprensa. Acaba uma sessão do Conselho de Segurança, todos os embaixadores saem para falar com a imprensa. Preste atenção no que acontece com o embaixador do Brasil. O Brasil faz muito mais - e melhor - fora de suas fronteiras do que o mundo sabe.