Temas de relações internacionais, de política externa e de diplomacia brasileira, com ênfase em políticas econômicas, em viagens, livros e cultura em geral. Um quilombo de resistência intelectual em defesa da racionalidade, da inteligência e das liberdades democráticas.
O que é este blog?
Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.
Feliz de organizar este livro com meu colega Eduardo Uziel sobre a contribuição do Embaixador Gelson Fonseca Jr para o Brasil. O livro estará disponível para baixar gratuitamente no site da Fundação Alexandre de Gusmão (FUNAG) a partir de 10/01, dia do lançamento na sede do CEBRI - Centro Brasileiro de Relações Internacionais. Em breve, mais informações sobre o conteúdo.
“La transformación de la naturaleza misma del hombre presagia el triunfo universal y eterno de la dictadura del Estado; la inmutabilidad de la tendencia del hombre a la libertad es la condena del Estado totalitario.
… Las grandes insurrecciones en el gueto de Varsovia, en Trebklinka y Sobibor, el gran movimiento partisano que inflamó decenas de países subyugados por Hitler, las insurrecciones postestalinianas en Berlín en 1953 o en Hungría en 1956, los levantamientos que estallaron en los campos de Siberia y Extremo Oriente tras la muerte de Stalin… todo ello demostró que el instinto de la libertad en el hombre es invencible. Había sido reprimido, pero existía. El hombre condenado a la esclavitud se convierte en esclavo por necesidad, pero no por naturaleza.
La aspiración innata del hombre a la libertad es invencible; puede ser aplastada pero no aniquilada. El totalitarismo no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, perecería. La eterna, ininterrumpida, violencia, directa o enmascarada, es la base del totalitarismo. El hombre no renuncia a la libertad por propia voluntad. En esta conclusión se halla la luz de nuestros tiempos, la luz del futuro.”
Vasili Grossman,Vida y destino
Cuando 2022 se asomaba no estábamos preparados para asimilar todo lo que viviríamos, pese a nuestra esperanza en dejar atrás lo peor de la pandemia. Este año ha estado marcado por la brutal invasión de Ucrania bajo el insólito argumento de la “desnazificación”.
En la Ucrania ocupada por las tropas de Vladimir Putin, la que fuera la tierra natal de Vasili Grossman y también la de mi familia, no solo se violan sistemáticamente los más elementales derechos humanos, también se intenta sentar las bases de un nuevo estado totalitario de raíz estalinista. Por eso nuestra solidaridad con Ucrania y los ucranianos.
Ante la llegada de un nuevo año solo queda trabajar por el retorno de la libertad, de la racionalidad y de la humanidad. No en vano, ser humano, libertad y razón están indisolublemente unidos, son parte de la misma cosa. Sin hombre no hay libertad ni razón, aunque podamos ser, al mismo tiempo, responsables de las mayores atrocidades.
Me gustaría ante 2023 ser un poco más optimista, pero los desastres de la guerra no hacen albergar demasiadas esperanzas en el futuro inmediato. Sin embargo, sería bueno que con el paso del tiempo retorne la cordura y que la paz nos bendiga con su potencial liberador.
¡Brindemos entonces por la paz, la libertad y la luz del futuro!
Todavía está por ver si 2023 será el año de la escalada –ya sea intencionada o accidental– o el momento de cimentar pequeñas desescaladas que rebajen la tensión geopolítica y su impacto económico global. Pero el espejo de 2022 nos ha mostrado que cuanto mayores son los riesgos, más obsoletos están los marcos reguladores y los sistemas de protección que deben resguardarnos de tanta volatilidad.
2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello. Es por eso que, en 2023, la permacrisis –elegida palabra del 2022– abarca desde la desorientación estratégica de las potencias occidentales hasta la vulnerabilidad que siente buena parte de la población del planeta por el encarecimiento de los productos básicos y la incapacidad de proteger bienes comunes como los alimentos, la energía o el clima. La fragilidad impregna desde la seguridad colectiva a la supervivencia individual.
Como en una mesa de billar americano, la invasión rusa de Ucrania es la bola blanca que ha impactado sobre las distintas transformaciones y crisis en curso que, proyectadas por la fuerza centrífuga que supone el nuevo escenario bélico, se mueven sobre el tablero, colisionando las unas con las otras, aumentado así la sensación de desorden y aceleración global, de incertidumbre geopolítica y de agitación social. ¿En qué momento se detendrá cada una de estas bolas que ahora están bajo el impacto de la confrontación armada en Ucrania? ¿Qué grado de desorden imperará en ese preciso momento? ¿Cuál podría ser, entre tanta crisis, la bola negra que, si cae por la tronera antes de tiempo, derive en una nueva amenaza existencial? Y, sobre todo, en este escenario continuado de vulnerabilidad e incertidumbre que se configura como la nueva normalidad, ¿qué respuestas colectivas están en construcción?
No estamos solo ante una crisis de dimensiones ingentes, sino ante un nuevo proceso de cambio estructural que en 2023 impactará, al menos, en estas 10 tendencias.
16 de noviembre de 2022, Egipto, Scharm El Scheich: Luiz Inacio Lula da Silva, Presidente electo de Brasil, habla en la Cumbre del Clima de la ONU COP27. – recrop Photo: Christophe Gateau/dpa (Foto de Christophe Gateau/picture alliance vía Getty Images)
Aceleración de la competición estratégica. A pesar de que la guerra en Ucrania ha acelerado la confrontación entre Estados Unidos y China, 2023 será también el año de los otros; aquel en el que veremos con más claridad una aceleración en la competición estratégica de otras potencias que aspiran a ganar protagonismo manteniendo espacios de cooperación abiertos, tanto con Washington como con Pekín o Moscú. Será un año para seguir de cerca las estrategias de India o Turquía, la evolución de Arabia Saudí, o los cambios que puedan venir desde el Brasil de Lula da Silva y del último ciclo electoral en América Latina, un continente donde China ha ganado con creces la puja internacional por afianzar su peso e influencia.
Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva. Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente. Por un lado, hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN; mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales. Más allá del marco transatlántico, hay un impacto regional directo de esta inoperatividad de los instrumentos de seguridad colectiva, con resultados distintos según los conflictos: desde nuevos vacíos de poder o la profundización de la inestabilidad y la violencia, hasta el fortalecimiento de un minilateralismo que busca tejer espacios alternativos de seguridad compartida ante desafíos geoestratégicos.
Empleados trabajan en la línea de producción de paneles solares en una fábrica el 11 de octubre de 2022 en Jinhua, provincia china de Zhejiang. (Fotografía de VCG/VCG vía Getty Images)
Transiciones en colisión. Las transiciones verde y digital, que parecían ir de la mano hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en colisión. La guerra en Ucrania y el impacto de las sanciones a Rusia han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e incluso los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas. ¿Ha sido esta crisis un acelerador o un sabotaje para la transición energética?
A corto plazo, el miedo a una falta de suministros durante el invierno ha impulsado la demanda de carbón, pero también ha acelerado una profundización en el mercado único de la energía en la UE. La otra gran apuesta en la carrera por la diversificación energética ha sido el incremento del uso de energías renovables, con la energía solar como alternativa principal. Desde el inicio de 2022, la Unión Europea ha incrementado un 121% la importación de placas solares producidas en China. Sin embargo, en esta transición, la competición por las tierras raras ganará centralidad y, en 2023, veremos a la UE presentar su Ley Europea de Materias Primas Fundamentales, con el objetivo de evitar una nueva dependencia hacia el gigante asiático, que representa el 60% de la producción global de estos minerales y componentes necesarios para producir placas solares, pero también baterías eléctricas o componentes tecnológicos necesarios para las transiciones gemelas: climática y tecnológica.
¿Recesión económica global? El Banco Central Europeo alerta de que la eurozona podría entrar pronto en una leve recesión técnica o estancamiento. Un escenario sombrío para un mundo que aún trata de revertir los estragos sociales y económicos de la pandemia y, de nuevo, se ve abocado a la volatilidad. En este contexto, las medidas monetarias del BCE para frenar la inflación se mantendrán en los próximos meses y se espera que la Reserva Federal estadounidense continuará aumentando las tasas de interés durante 2023.
En algunas regiones del planeta, el riesgo económico, monetario y social dibujará un 2023 altamente inflamable. La inflación ha llegado a máximos históricos, con Líbano, Turquía e Irán registrando unos incrementos de precios del 162%, el 85% (el dato más alto desde junio de 1998) y el 41%, respectivamente, que dificultan aún más el acceso a los alimentos para una parte significativa de la población. Siria y Yemen también han visto un aumento del precio de la cesta básica alrededor del 97% y el 81%, respectivamente.
El riesgo de que una crisis de deuda se amplíe en las economías emergentes durante 2023 está aumentando. Sri Lanka ha sido la primera alarma, pero, según The Economist, 53 países emergentes están al borde de no poder hacer frente a los pagos de sus deudas debido al incremento de precios y a la desaceleración de la economía mundial. Entre los que presentan una situación más delicada, están Pakistán, Egipto o Líbano.
Una mujer sentada junto a un calefactor eléctrico en su casa durante la temporada de invierno en el barrio de Guinardo, en Barcelona. (Foto de Davide Bonaldo/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images).
Crisis de acceso y garantías a los bienes básicos. La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre hoy los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, así como de los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional.
El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes. Según Naciones Unidas, en 2022, hay unos 345 millones de personas de 82 países en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo, unos 200 millones más que antes de la pandemia.También los altos precios de la energía influirán en el retroceso de los índices globales de desarrollo. Es probable que unos 75 millones de personas que recientemente obtuvieron acceso a la electricidad pierdan la capacidad de pagarla, lo que significa que, por primera vez desde que la IEA aporta datos, el número total de personas en el mundo sin acceso a la electricidad vuelva a crecer, y casi 100 millones de personas vuelvan a depender de la leña para cocinar, en lugar de optar por soluciones más limpias y saludables.
Inestabilidad y descontento social. En 2022, más de 90 países han registrado movilizaciones por la falta del acceso a los bienes públicos. En América Latina, los altos precios de los combustibles han generado protestas en Perú, Ecuador y Panamá, así como en Argentina, donde los manifestantes han extendido las demandas para reclamar más empleos y ayudas frente a las altas tasas de inflación. Este malestar social impactará de lleno en el camino a las urnas para Ecuador y Argentina, que tienen elecciones previstas, respectivamente, para febrero y octubre de 2023.
El invierno del descontento en Europa –que ya ha visto movilizaciones de miles de personas en Grecia, Reino Unido, Austria, Alemania, o la República Checa– podría intensificarse en 2023. La encuesta de eupinions revela que un 49% de la población de la UE señala el aumento del coste de vida como su principal preocupación. Por su parte, Oriente Medio y el norte de África podrían ser, de nuevo, el epicentro de una nueva ola de protestas masivas. Con la inflación cada vez más cercana a los niveles de 2011, cuando el descontento social y la frustración desencadenaron el inicio de las “primaveras árabes”, Líbano, Túnez, Egipto y Argelia podrían ser de nuevo escenario de protestas en contra de los regímenes actuales.
Mujeres del colectivo NousToutes organizaron en Toulouse una protesta contra la violencia sexual y el patriarcado. Hasta la fecha, 101 mujeres han sido asesinadas por su pareja en Francia. Toulouse. Francia. 21 de noviembre de 2021. (Foto de Alain Pitton/NurPhoto vía Getty Images)
Fracturas y atomización de los movimientos y sus reivindicaciones. La protesta gana terreno –tanto en democracias como en dictaduras– pero, cada vez más, lo hace en sociedades fracturadas, polarizadas. La “erosión de la cohesión social” es el riesgo que más ha empeorado a nivel mundial desde el inicio de la crisis de la COVID-19, según el Global Risk Report 2022. La fragmentación ha llegado incluso a los movimientos de protesta y a sus reivindicaciones. En los últimos años, el movimiento feminista, por ejemplo, se ha visto sumido en una fractura en torno a grandes debates sobre temas como el trabajo sexual, la definición del sujeto del feminismo, la misma conceptualización del género o la inclusión de las personas trans. También en la movilización ecologista y contra la crisis climática, vemos como las protestas evolucionan hacia estrategias distintas. A finales de 2022, han irrumpido nuevas formas de denuncia: acciones sensacionalistas –como pegarse a un cuadro o rociarlo de sopa de tomate– han acaparado la atención mediática para devolver la acción climática al debate público. En general, todos estos cambios reflejan el desencanto de muchos de estos movimientos –especialmente entre los jóvenes– frente a la inacción y continuismo de los gobiernos ante las crisis que nos acechan. En 2023, este activismo disruptivo estará aún más presente, con llamamientos específicos a la desobediencia civil.
Autoritarismo bajo presión. El 70% de la población mundial –más de 5.000 millones de personas– vive bajo dictaduras. La involución democrática gana terreno. Sin embargo, no solo la democracia está bajo presión, sino que las autocracias electorales también tienen un año con muchos interrogantes por delante. En 2023 veremos como algunos de estos liderazgos autoritarios están cada vez más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del propio sistema o por la fuerza de movimientos opositores. Las protestas en Irán o China reflejan un malestar social que seguirá latente. También el presidente ruso, Vladímir Putin, tiene un altísimo grado de presión, prácticamente en todos los frentes. El apoyo popular a la invasión rusa de Ucrania ha caído drásticamente en los últimos meses y cuanto más se alargue la guerra más evidente se hará.
Los hombres fuertes parecen haber entrado en crisis. Jair Bolsonaro ha perdido las elecciones en Brasil, y las midterm en Estados Unidos acotaron la ola trumpista. Un aviso claro para el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y sus aspiraciones de reelección ante una oposición que se presenta más unida y más fuerte que nunca.
Un carguero carga mercancías para su exportación a Sudáfrica en Qingdao, Zona Piloto de Libre Comercio de Shandong, el 22 de junio de 2022. (Photo credit should read CFOTO/Future Publishing via Getty Images)
Fragmentación regulatoria, desglobalización sectorial. Estamos ante una reglobalización o regionalización de geometría variable; ante un desacoplamiento selectivo, de doble circulación. La integración seguirá, especialmente en aquellos sectores donde la conectividad o la necesidad mutua es vital para el desarrollo de los actores, y el desacoplamiento sucederá en sectores estratégicos de la confrontación geopolítica, como la tecnología, la seguridad y la defensa. Este reset acelerado de la globalización, provocado tanto por la pandemia como por la guerra de Ucrania, no afecta solo a los centros de producción y a las cadenas de distribución. Estamos ante un replanteamiento –incluso ante un cuestionamiento, por parte de algunos actores– de las estructuras de gobernanza internacional.
En este contexto, China ha acelerado su propio entramado de organizaciones y mecanismos de influencia geopolítica. La Organización de Cooperación de Shanghái o la constitución del Banco Asiático de Inversión de Infraestructuras son instrumentos clave que, ya en los últimos meses y durante 2023, se configurarán como espacios importantes de esta transformación geopolítica. Además, un posible fortalecimiento de los BRICS en 2023 también puede reforzar el papel del Nuevo Banco de Desarrollo. Ante esta proliferación de instrumentos distintos, que giran en torno a dos núcleos de poder confrontados, el FMI advierte del riesgo de “fragmentación geoeconómica”.
Testando límites. Si 2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos, la bola negra de nuestra mesa de billar es todo aquello –acontecimiento o efecto inesperado– que, como los últimos años han demostrado, es capaz de hacer saltar por los aires las previsiones, los tiempos y las estrategias de la política internacional. En la lista de amenazas que pudieran propiciar una escalada en los riesgos existentes, el peligro de un ataque o accidente nuclear ha subido enteros después de la subida de tono de la retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos en las inmediaciones de centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania. Asimismo, no hay que olvidar la creciente agresividad de los fenómenos meteorológicos que, en 2023, también podrían poner a prueba las insuficientes respuestas globales frente a la urgencia de la crisis climática, o la nueva virulencia de la COVID-19 en China.
Sin embargo, esta sensación de volatilidad no debe interrumpir la necesidad de actuar, ni de repensar los nuevos marcos efectivos de cooperación para hacer frente a las crisis globales y a esta incertidumbre permanente.
Este artículo es una versión reducida de la Nota Internacional publicada por CIDOB el 20 de diciembre de 2021. Esta Nota Internacional es el resultado de la reflexión colectiva del equipo de investigación de CIDOB en colaboración con EsadeGeo. Coordinada y editada por Carme Colomina, en el proceso de redacción ha contado con aportaciones de Inés Arco, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Ana Ballesteros, Paula Barceló, Pol Bargués, Moussa Bourekba, Víctor Burguete, Anna Busquets, Carmen Claudín, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Marta Galceran, Matteo Garavoglia, Blanca Garcés, Patricia García-Durán, Seán Golden, Berta Güell, Josep Mª Lloveras, Ricardo Martínez, Esther Masclans, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Pol Morillas, Viviane Ogou, Francesco Pasetti, Cristina Sala, Héctor Sánchez, Ángel Saz, Reinhard Schweitzer, Antoni Segura, Cristina Serrano, Eduard Soler i Lecha, Marie Vandendriessche, Pere Vilanova, así como de socios individuales de CIDOB en los trabajos preparatorios.
Since strongman President Nicolás Maduro responded with an iron fist to widespread protests in 2014 over shortages of goods and sky-high inflation, Venezuela has been subject to more severe US economic sanctions that have put its already-struggling economy on life support. (One of the first sanctions was imposedby the Bush administration in 2006 over Caracas’ failure to crack down on drug trafficking and terrorism.)
As a result of the economic and political crises gripping the country, more than 7 million Venezuelans have fled since 2015, making it one of the world’s largest migrant crises. For those who stayed behind, their quality of life is abysmal: Joblessness is rife, the medical system is in tatters, and more than 67% live in extreme poverty. Meanwhile, most of those who fled sought refuge in Latin America, mainly in Colombia, where they have struggled to find jobs – forcing many women to resort to sex work or even to sell their hair to survive.
But 2022 brought fresh challenges for Venezuela's migrant population. Global inflation has disrupted Latin America’s gig economy, which many Venezuelan migrants rely on to get by. As a result, thousands have been forced to uproot their lives – again – resulting in new migration routes to North America.
Consider that in the first 10 months of this year, Venezuelans accounted for 70% of people who trekked through the Darien Gap, a perilous crossing between Colombia and Panama that’s submerged in dense jungle and swarming with drug cartels and guerrilla groups. The US recently lifted some sanctions on Venezuela's oil sector in a bid to offset losses from Russia. But Washington is still a long way off from reaching any agreements with the Maduro regime that would rescue Caracas’ economy.
Serbia has placed its military on high alert amid rising tensions between ethnic Serbs and the government in neighboring Albanian-majority Kosovo. Meanwhile, ongoing protests on Wednesday prompted Kosovo to shut its main border crossing with Serbia. The center of the action is the ethnically divided town of Mitrovica, in northern Kosovo. Earlier this year, Serbs there refused to adopt Kosovo license plates and set up barricades to keep Kosovar authorities out of their areas. In recent weeks, things have gotten worse with more roadblocks and exchanges of gunfire between Mitrovica Serbs and local police. Kosovo’s government says Serbia, with backing from its friends in Moscow, is deliberately stirring up trouble in the country. Belgrade says it’s merely protecting its ethnic kin across the border. The background? Serbs consider Kosovo their historical heartland, but for centuries the region has been populated chiefly by Albanians who consider it home. In 2008, Kosovo declared independence from Serbia after surviving a brutal 1998-1999 assault by Belgrade. The US and most Western European countries recognize that independence, but a number of countries, including Brazil, China, India, and Russia, do not. The EU has, as usual, called for an elusive calm. No one in Belgrade or Mitrovica seems to be listening.
I was born in New York City in the borough of the Bronx on January 6, 1936. I attended public schools in Far Rockaway Queens. After graduating Far Rockaway High School I first attended Syracuse University from 1953 to 1955 and then transferred to the University of Chicago, where I obtained my BA in History in 1957, my MA in 1959 and my PhD in 1963 with a major in history and a minor in Anthropology. I taught Latin American History at the University of Chicago from 1962 to 1969 rising from Lecturer to the rank of Associate Professor with tenure. I then taught at Columbia University from 1969 to 2005, being named the Gouverneur Morris Professor of History in 2003. I retired from Columbia in 2005 and was named Professor of History and Director of the Center for Latin American Studies at Stanford University from 2005-2011. After my retirement as Director of the Center I was named Research Fellow and Curator of Latin American Collection, of the Hoover Institution of Stanford University in 2011. Also since 2009 I have been a Visiting Scholar at the California Center for Population Research, UCLA. My main areas of interests are in comparative social history, quantitative methods in historical research and demographic history. I have published extensively on the history of slavery, the Atlantic slave trade, colonial fiscal history, and demographic history. I have also concentrated most of my research and publications on the histories of Bolivia, Brazil and the United States. I have been a Woodrow Wilson Fellow, a Guggenheim Fellow, a Banco de España fellow, a Catedra Patrimonial" of (CONACYT) the Consejo Nacional para Ciencia y Tecnología of Mexico, , a Directeur d'études associé in 1987 and a Professeur Invité in 2002 at the École des Hautes Etudes en Sciences Sociales (Paris), and Fulbright Lecturer in numerous Latin American and European universities. I received grants from the Ford Foundation, the Social Science Research Council, the National Science Foundation, the National Endowment for the Humanities and the Tinker Foundation. My honors include the 1967 "Conference Prize" of the Conference of Latin American Historians (CLAH) for my article "Peasant Communities in Revolt, " the “Primer Premio” of the Municipality of La Paz Bolivia in 1968 for my book Orígenes de la Revolución Nacional Boliviana, the "Socio-Psychological Prize" of the AAAS (American Association for the Advancement of Science) joint with Jonathan Kelley in 1977; the 2010 “Premio em Historia e Ciencias Sociais “of the Academia Brasileira de Letras, for my book Escravismo em São Paulo e Minas Gerais (joint with Iraci Costa and Francisco Vidal Luna) , I received the Distinguished Service Award from the CLAH (Conference on Latin American History) in 2015 and in 2019 a Doctor de Honoris Causa from the University of Santiago (Usach) in Chile.. From 2003-2015, I was editor of the Cambridge University Press Series of Latin American Monographs and I am on the board of editors of several Latin American and Spanish Historical Journals.
Reflections on fifty years of studying international immigration in the Atlantic World. Paper prepared for the World Economic History Conference, Paris July 2022
Studying International Migrations in a Comparative Perspective
Herbert S. Klein
Paper Given at the World Economic History Conference, Paris July, 2022
For almost fifty years, one of the major areas of my research has been on international migrations in the Atlantic World. As a part of my early interest in Afro-American slavery in the Americas I began to explore the Atlantic slave trade and the way Africans were moved across the Atlantic. The shipping patterns, the provisioning, the purchase and sale of the Africans and finally their mortality were among the themes I explored. As an extension of this research I also explored how the slave systems were developed in the Americas. Most of my research on African slavery has concentrated on the Brazilian experience.
It was this research on the Afro-Brazilian experience that eventually led me to study the major European groups which replaced the Afro-Brazilians on the coffee plantations of São Paulo after emancipation. I then undertook a series of studies European migration to Brazil in the period from the 1880s to the 1930s, concentrating mostly on the three largest groups: the Portuguese, the Italians, and the Spaniards. My primary concern in these studies, and in later publications on the Mexican migration to the United States, has been on the question of the relative social mobility and social integration of immigrants over generations. After completing several of these individual studies of the origin, volume and subsequent social mobility of these immigrant groups, I turned to a relatively new question, that of the comparative difference of the history of Italian mobility in three different countries, the United States, Brazil and Argentina – the three most important destinations of Italian emigrants to the Americas in this period. It is this comparative social mobility question that I want to explore in my talk today.
Tema esteve entre as discussões na COP27. Companhias do setor alimentício apresentaram na conferência plano de ação para mitigar impactos na produção
Poder 360, 28/12/2022
A população mundial chegou a 8 bilhões de pessoas em 2022 e deve alcançar 9,7 bilhões em 2050, segundo o relatório World Population Prospects 2022, da ONU (Organização das Nações Unidas).
Com o aumento no número de habitantes, temas como insegurança alimentar e segurança energética se tornarão críticos em um cenário de alta demanda e recursos escassos. Garantir a produção de alimentos e, ao mesmo tempo, mitigar as emissões de GEE (gases de efeito estufa) é um desafio.
O impacto do aumento da população deve causar mudanças profundas em toda a escala de produção de comércio e processamento de alimento.
Diante desse cenário, 14 das maiores companhias do ramo alimentício do mundo, entre elas a JBS, prepararam um roadmap com as ações sobre as quais trabalharão para reduzir as emissões de GEE decorrentes da mudança do uso da terra em suas operações. O Roteiro do Setor Agrícola 1,5°C visa a proteger, além dos sistemas alimentares globais, os meios de subsistência dos produtores.
De acordo com o CEO global da JBS, Gilberto Tomazoni, a empresa, enquanto maior produtora de alimentos do mundo, tem o compromisso de alimentar milhões de pessoas, mas sem abrir mão do cuidado com o meio ambiente.
Posse de Lula: nova presidente do Peru e primeira-dama do México confirmam presença; veja lista
Conforme dados divulgados pela equipe de Lula cerca de 120 países estarão representados na posse, com autoridades de todos os níveis. Desses, 53 terão presentes chefes de Estado, de governo ou ministros.
BRASÍLIA - A nova presidente do Peru, Dina Boluarte, que assumiu o país andino após uma tentativa de golpe de Estado do ex-presidente Pedro Castillo, é a mais recente chefe de Estado a confirmar presença na posse de Luiz Inácio Lula da Silva, no domingo, dia 1º de janeiro. Ao todo, 20 chefes de Estado e de governo assistirão à cerimônia em Brasília.
As confirmações foram enviadas por embaixadas em Brasília, por meio de notas verbais ao Itamaraty e informadas à equipe do gabinete de transição. Ambos são responsáveis pelo cerimonial da posse.
A primeira presidente peruana assumiu o país vizinho no dia 7 de dezembro, após Castillo ter sido destituído pelo Congresso. Desde então, tenta contornar a instabilidade política interna. Ela é a sexta presidente a assumir o governo peruano desde 2016. Nenhum concluiu o mandato. Para tentar evitar o processo de impeachment, ele tentou um golpe, mas não teve apoio e acabou preso. Ela era vice-presidente de Castillo, eleita pelo partido Peru Libre, mas não apoiou as medidas de radicalização num “governo de emergência”: o fechamento do Congresso, ampla reforma no Judiciário e Ministério Público, além de toque de recolher. Na ocasião, a presidência do Peru já havia recebido um convite do Itamaraty, a pedido de Lula. Originalmente, o destinatário era Pedro Castillo.
Outro governante de esquerda na América Latina, o presidente do México, Andrés Manuel López Obrador, não atenderá à posse. Ele comunicou que será representado pela mulher, a primeira-dama Beatriz Gutiérrez Müller, recebida em Brasília com status de chefe de Estado. Beatriz tem algo em comum com a mulher de Lula, Janja da Silva: não gosta de ser chamada pela expressão “primeira-dama”.
Também confirmou presença na posse o presidente do Togo, Faure Gnassingbé. O gabinete de transição já havia anunciado os primeiros 17 países com líderes confirmados. Todos são presidentes, à exceção do rei da Espanha, Felipe VI – e agora da primeira-dama mexicana.
Outros países decidiram enviar representantes em lugar dos chefes de Estado e de governo. A expectativa de diplomatas envolvidos nos preparativos é de que a lista não aumente muito até 1º de janeiro. A lista de precedência na posse e de posicionamento obedece à ordem de confirmações.
Conforme dados divulgados pela equipe de Lula cerca de 120 países estarão representados na posse, com autoridades de todos os níveis. Desses, 53 terão presentes chefes de Estado, de governo ou ministros.
Veja a lista países com chefes de Estado confirmados na posse de Lula:
The dividing line between capitalism and communism which descended across Europe after the second world war inspired spy writers and historians, polemicists and memoirists
Timothy Phillips
The Guardian, Wed 28 Dec 2022 12.00 GMT
The iron curtain bisected Europe from north to south between 1945 and 1989. It defined the continent, and in many ways the entire world, because of the ideological battles that raged across it. The realm of capitalism and representational democracy dominated to the west; the realm of communism and one-party rule to the east.
Crossing the curtain in either direction was always an undertaking, and for millions was both illegal and impossible. The nuclear might and conventional armed forces of all major powers were focused on that dividing line, the most likely place for a third world war to start.
I was just 11 when the iron curtain collapsed. I remember watching news of the Berlin Wall falling. Ever since, the divide has been a ghost in my mind. I started learning Russian the following year and my textbooks came from the Soviet era. I visited eastern Europe from 1995 onwards and found countries reeling from the end of its version of socialism.
I also discovered early how the iron curtain had inspired writers. From tense cold war thrillers to passionately argued treatises blaming one side or the other for the stalemate, from historians trying to make sense of how Europe became so riven to memoirists committing their own, often tragic tales to print: the iron curtain has been the source of some amazing books.
Just before the pandemic, I travelled the length of the iron curtain, from the Arctic where Norway and Russia meet to the frontier of Turkey and Azerbaijan, the most southerly place where Nato touched the Warsaw Pact countries. The result was the trip of a lifetime and a book, The Curtain and the Wall: A Modern Journey along Europe’s Cold War Border. It is my attempt to capture what survives of the old divide both on the ground and in people’s heads. I read widely during the journey. It is one of the pleasures of solo travel. Here I share 10 books that reveal the essence of the most menacing border the world has yet seen.
Even once the second world war was under way, it was by no means inevitable it would end in a divided Europe. Preston’s 2020 book is a vivacious account of how the Big Three allied leaders gathered on the Crimea to thrash out an uneasy agreement about the continent’s future and their countries’ respective spheres of influence. The Yalta Conference of February 1945 was a supremely important political event. But Preston also focuses on the personal preferences and foibles of Churchill, Roosevelt and Stalin, and how they navigated one another’s red lines.
When people think of the iron curtain, they tend to think of two European cities particularly – Berlin, itself divided, and Moscow, from where the USSR government effectively ran its satellites. However, until 1955, Vienna was divided much like Berlin into American, British, French and Soviet sectors. Greene’s The Third Man (1950) and the earlier film of that name conjure the period better than anything. The investigation of Harry Lime’s death shows the City of Dreams in a seedy postwar light. Greene also foregrounds one of the greatest cold war oddities, Vienna’s Inter-Allied Military Patrol, which required one soldier from each occupying power to share a jeep and travel to crime scenes together.
This rare gem focuses on two of the biggest events of the period, the Suez crisis and the Hungarian Revolution. Both reached their culmination at the same time in 1956. More often treated separately, in Von Tunzelmann’s hands the twin crises regain their full geopolitical force. She has an eye for illuminating detail; the action often unfolds hour by hour. It reads like a thriller.
4. Berlin 1961: Kennedy, Khrushchev and the Most Dangerous Place on Earth byFrederick Kempe
The year 1961 was when the cold war had one of its “hot” moments. Kempe takes the reader on a journey into the conflict, as Soviet and East German authorities attempt to solve the problem of West Berlin. An island of western capitalism marooned inside the GDR, West Berlin was also a major escape route for unhappy East Germans. More than 2.5 million had fled by 1961. Khrushchev and the East German regime were determined to end this embarrassment. For a time, it looked as if they might seize West Berlin, but in the end the Wall was their chosen sticking plaster, a monstrous imposition on Germany’s capital, but one that largely worked to trap East Germans inside for the next 28 years.
No iron curtain book list would be complete without Le Carré, and this is the book of his that sticks closest to the iron curtain. It is dark, cynical and, even after six decades, gripping. Ultimately, the hero, British agent Alec Leamas, is compelled to confront the reality of the Berlin Wall at close quarters.
6. Red Love: The Story of an East German Family by Maxim Leo
Leo explores what it was like to grow up in the GDR in one of my favourite memoirs. He writes beautifully and his words are deftly rendered in English by the much-missed translator Anthea Bell. The good, the bad and the ugly of East German life are before us. For me, the most affecting passage describes Leo’s first visit to a huge East German road checkpoint. “How barricaded our country is,” he thinks. “What became of a dream of socialism?”
The USSR had iron curtain land borders with three countries – Norway, Finland and Turkey – but also a maritime border with the west on the Baltic Sea. Latvia was one Soviet republic with a long Baltic coastline. This ended up punctured with missile bases and barbed wire. Latvian writer Ikstena’s 2015 novel takes a harshly ironic look at life there, through the eyes of a doctor who is banished to a remote village only to find herself contemplating the absurdities and injustices of so-called ”mature socialism”. There is a wonderful passage where characters watch the televised state funeral of Leonid Brezhnev and see the men lowering him into the grave lose grasp of his coffin; it falls with a loud crash – I can reveal this is not fiction.
8. Along the Edge of the Forest: An Iron Curtain Journey by Anthony Bailey
Bailey’s bookwas one inspiration for my own iron curtain journey. He travelled the line while the divide was still in place, going from the top of the inner German border to Trieste. He is restricted in his ability to enter the east. Nonetheless, the book contains much fascinating reportage. The author really manages to get under the skin of what the frontier meant to ordinary people.
Nowhere in Europe was more mysterious during the cold war than Albania. The country was isolated even from other communist states and the dictator Enver Hoxha effectively immured his nation on all sides. Fevziu’s biography is shocking reading. As a young man, Hoxha “slept till noon, stayed up late at night and had no particular interests”. But once he hit his stride, he imposed bizarre laws on Albanians and outlasted six ministers of the interior, the first five of whom he executed.
10. Dancing Bears: True Stories of People Nostalgic for Life Under Tyranny by Witold Szabłowski
What has the iron curtain left behind? There are physical remnants, some large and celebrated, others small and neglected. There is also a legacy in millions of minds. Many pine for their lost lives in the Eastern Bloc. My own journey found people missing not just the good parts but also sometimes the bad, including the impassable borders and the state intrusion into daily life. Szabłowski, a Polish journalist, travelled across central Europe to writethis tender and opinionated book. It is a delight from beginning to end.
Gilmar Mendes, operando monocrática e politicamente, torpedeou a chantagem de Arthur Lira, retirando o Bolsa Família do teto de gastos. Lula não precisava mais do Centrão para cumprir suas promessas centrais de campanha. Mas a PEC, explicaram os próceres do PT, era ''o Plano A, o B e o C''. Já não se tratava de colocar comida na mesa dos pobres. O plano obsessivo era - e é - cooptar uma ampla facção do bolsonarismo para o governo.
Foi por pouco, seis a cinco, e na última hora. A maioria do STF operou juridicamente, resistindo à tentação da politicagem, ao declarar a inconstitucionalidade do ''orçamento secreto''. Os negociadores de Lula usaram a decisão para concluir o pacto de aliança com Lira, repartindo ao meio o fruto envenenado.
''Genocida!'', ''pedófilo!'', ''canibal!'' - ninguém, exceto militantes fanáticos, tem o direito de continuar a levar a sério o rugido santo do lulismo. O agora camarada Lira funcionou como esteio indispensável de Jair Bolsonaro. As duas tábuas da aliança votadas no Congresso - a PEC da Transição e a divisão das verbas do extinto ''orçamento secreto'' - evidenciam que, se depender de Lula, o comandante parlamentar das forças bolsonaristas se tomará um baluarte do novo governo.
A imprensa afogou-se em eufemismos. Crédito extraordinário? Não: a PEC oferece segurança jurídica mais robusta. Pacto com o bolsonarismo? Sim: disso depende a sacrossanta ''governabilidade''. Tudo que era sólido desmancha-se no ar: o escandaloso converte-se em natural, necessário, quase sábio.
Só que é mentira.
A nova Câmara, embora bastante conservadora, propicia a construção de maioria sem o bolsonarismo. Uma base constituída pelos partidos que apoiaram Lula no turno final mais MDB, PSD, PSDB e Cidadania somaria 241 deputados, contra 194 dos cinco partidos bolsonaristas (PL, PP, Republicanos, PTB e PSC). Os 16 faltantes para a maioria absoluta encontram-se em facções dos demais partidos, especialmente no União Brasil. A paisagem não é diferente no Senado. Uma base constituída em linhas similares teria 41 cadeiras, contra 24 dos partidos bolsonaristas. Faltaria, para a maioria, apenas um voto entre os 16 senadores restantes.
Lula tinha, portanto, a oportunidade de governar sem Lira e sem o bolsonarismo, aprovando leis e medidas provisórias. Só faltariam votos para passar PECs - mas, num país normal, emendas constitucionais não devem ser vistas como ferramentas de governo. Dessa constatação, nasce a indagação: por que o presidente eleito escolhe, voluntariamente, a aliança com a direita bolsonarista?
Uma pista para a resposta encontra-se na aprovação da PEC do Calote, em dezembro de 2021, que adiou o pagamento de precatórios, e da PEC Kamikaze, em julho, que inventou uma ''emergência'' para ampliar o valor do Auxílio Brasil. No primeiro episódio, cinco dos seis senadores petistas votaram com o bolsonarismo. No segundo, as bancadas petistas no Congresso votaram em massa com o governo.
A aliança Lula/Lira assenta-se sobre uma plataforma comum: a captura dos recursos públicos por grupos de interesse privilegiados. Lula declarou, há pouco, que ''acabaram as privatizações''. De fato, porém, a privatização principal, a do Estado, continua a todo vapor.
É coisa antiga. O manejo das políticas fiscal e parafiscal e as concessões de subsídios abertos e ocultos para atender a interesses privados, assim como a proteção dos altos salários da elite do funcionalismo, inscrevem-se na tradição política brasileira. A novidade das últimas décadas é que os mecanismos de apropriação privada dos recursos públicos passaram a ser mascarados por programas de transferência de renda aos pobres.
O Estado-Financiador - eis o conceito central que configura o acordo entre Lula e Lira. Dele emana a necessidade de maiorias parlamentares excepcionais, capazes de promover frequentes mudanças constitucionais. Os arcabouços legais da responsabilidade fiscal, concebidos a partir do Plano Real, começaram a cair sob o fogo de Bolsonaro/Lira. A aliança Lula/Lira promete derrubar o pouco que resta.