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quarta-feira, 11 de setembro de 2019

¿Por qué no prospera la innovación en América Latina? - Rogelio Castellano (esglobal)

¿Por qué no prospera la innovación en América Latina?

esglobal, 11 septiembre 2019
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Competición de robótica en Bogotá, Colombia. DIANA SANCHEZ/AFP/Getty Images
Los países de América Latina están quedándose en la periferia de la Cuarta Revolución Industrial que actualmente transforma la matriz económica y las formas de consumir y producir de las sociedades del mundo. El bajo crecimiento económico latinoamericano una larga desaceleración que se remonta a 2013 y la ausencia de reformas estructurales condenan a la región a cumplir un papel secundario en ese contexto internacional. 
Varias son las apuestas estratégicas para superar los lastres que obstaculizan el desarrollo latinoamericano: entre ellas sobresalen las inversiones en capital humano y físico para mejorar su productividad y competitividad y diversificar las exportaciones.  Y en este aspecto la innovación también cumple un rol decisivo. Como señala acertadamente el periodista argentino Andrés Oppenheimer, “estamos viviendo en un nuevo mundo en el que el trabajo mental se cotiza cada vez más y el trabajo manual y las materias primas, cada vez menos. El gran desafío para nuestros países es innovar o quedarse cada vez más atrás. De ahí el título de mi libro, Crear o Morir, pero lamentablemente de eso no estamos hablando todo lo que deberíamos”.
La innovación se alza como la clave del arco del desarrollo, epicentro de un gran cambio estructural latinoamericano. Un eslabón de la cadena sin el cual el mecanismo deja de funcionar. Detrás de todos los déficits de la región se encuentra, de una manera u otra, la inexistencia de una apuesta decidida por la innovación desde las políticas públicas y por parte del empresariado. Alicia Bárcena, secretaria general de la CEPAL, explica como “la innovación es un proceso clave para el desarrollo económico porque permite aumentar la productividad y competitividad de una forma genuina. Además, debe mejorarse el gasto en investigación y desarrollo, pues es muy bajo en toda la región. El gasto es de 0,8% en América Latina de promedio, pero muchos países están por debajo de 0,5%. Si se toma el caso de los Estados de la OCDE, el gasto de media es 2,5% del PIB, en Estados Unidos 2,8% y en Israel 4,3%”.
¿Y por qué no prospera la innovación en América Latina? Fundamentalmente por la ausencia de políticas públicas eficaces y eficientes capaces de diseñar y construir un entorno amable y favorecedor para la innovación de los emprendedores. Las administraciones públicas, mal financiadas, sin recursos y con islas de excelencia en medio de páramos de ineficacia no articulan ni propician que florezca la innovación.

Una lenta e insuficiente mejora 
Existe un consenso amplio entre los economistas en torno a que la inversión en I+D+I (Investigación, Desarrollo e Innovación) es la variable cuantificable que mejor explica el crecimiento a largo plazo de las economías desarrolladas.
América Latina y CaribeEl economista Miguel Sebastián señala que “tanto el capital físico como el capital humano presentan rendimientos decrecientes. Es decir, la inversión en estos factores acumulables, generará rendimientos positivos, pero cada vez serán menores. Por el contrario, la inversión en capital tecnológico e innovación, no presenta rendimientos decrecientes, y su impacto a largo plazo sobre la renta per cápita de los países es inagotable, pues el proceso innovador es continuo”.
Sin embargo, uno de los grandes déficits regionales se encuentra en la apuesta por la innovación, y ésta se encuentra estrechamente vinculada a la inversión en I+D donde la región se encuentra también muy retrasada. La investigación y el desarrollo permite a las empresas ser más eficientes, más productivas, generar cada vez mejores productos y con mayor valor añadido. La edición de 2019 del Índice Mundial de Innovación, publicada el pasado mes de junio, no hace sino corroborar que la innovación es una de las grandes asignaturas pendientes latinoamericanas. Elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en unión con la Universidad de Cornell, el indicador mide 129 Estados y toma en cuenta las inversiones en investigación y desarrollo, las solicitudes internacionales de patentes y registro de marcas, la creación de aplicaciones para teléfonos móviles y las exportaciones de alta tecnología, entre otras variables.
El Índice muestra que América Latina y el Caribe es una región que avanza lentamente en innovación. Las economías latinoamericanas no se encuentran entre las mejor posicionadas y las que destacan ocupan tan solo el centro de la clasificación: Chile, en el lugar 51; Costa Rica, en el 55, y México en el 56, son los países latinoamericanos en los puestos más altos. La mayoría se sitúa en el tercio final del ránking.
Según el Banco Mundial, la inversión en innovación está por debajo del 1% del PIB en la mayoría de los países de la región: solo lo supera Brasil (1,2%) y el resto apenas ronda el medio punto como ocurre con México (0,49 %), Argentina, (0,53 %) o Ecuador (0,44%). La diferencia es muy marcada con respecto a las economías más desarrolladas, como Corea del Sur, Finlandia, Suecia o Israel.
La realidad es tozuda: las naciones más desarrolladas son las que destinan más de un 2,5% de su PIB a este rubro. Sin embargo, en lo más elevado de la lista no se encuentra ningún país latinoamericano.
Además de escasa, la inversión en I+D en Latinoamérica se encuentra muy concentrada.
El informe El estado de la ciencia, publicado por la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt), con apoyo de Unesco, analizó la inversión del sector entre 2007 y 2016. Brasil, México y Argentina suponen casi el 90% de la investigación latinoamericana.

La trampa de los países de ingresos medios
La volatilidad internacional (la guerra comercial entre China y Estados Unidos, el Brexit y las tensiones en el estrecho de Ormuz) explica el actual bajo crecimiento latinoamericano. Pero también lo explica la escasez de reformas estructurales que es la parte en la que los países de la región podrían mejorar su rendimiento. En realidad, el estancamiento es producto de un contexto mundial que los Estados latinoamericanos no controlan y de unos déficits propios sobre los que existe mayor capacidad de incidencia. Sin embargo, la región, salvo escasas excepciones, no está haciendo los deberes.
Los principales centros de análisis coinciden en que América Latina se asoma a un periodo de bajo crecimiento –ralentización–. En sus previsiones para 2019, el Fondo Monetario Internacional ha recortado  la tasa de crecimiento económico para la región, pasando de 1,4% al 0,6%. Y la CEPAL lo ha bajado del 1,3% al 0,5%.
¿Qué es lo que le ocurre al continente? Los países latinoamericanos, ante la falta de reformas estructurales y la ausencia de viento de cola, han caído en lo que se conoce como la “trampa de los países de ingresos medios”. Una situación en la cual naciones que han alcanzado un nivel de riqueza medio no logran llevar a cabo la transición hasta alcanzar ingresos altos: no consiguen mantener altas tasas de crecimiento debido a que no mejoran en productividad y competitividad. Además, sus ciclos económicos dependen del precio de las materias primas, por lo que son muy volátiles, lo cual no permite un incremento sostenido de sus niveles de ingreso per cápita.
América Latina se ve lastrada por una estructura económica que no se basa en sectores tecnológicamente avanzados, sino en una competitividad basada en costes menores. Con una productividad laboral decreciente desde los 70, la estructura productiva general tampoco favorece la innovación o la intensidad tecnológica. La CEPAL lleva desde 2010 advirtiendo de que las economías de la región afrontan dos grandes desafíos en materia de productividad. Una “brecha externa”  (el atraso de la región en materia tecnológica) y la “brecha interna” causada por la menor productividad.
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Un brasileño utiliza una aplicación en su teléfono inteligente., Sao Paulo. NELSON ALMEIDA/AFP/Getty Images
De hecho, en 2019, América Latina continúa mostrando un desempeño muy bajo en competitividad (clave para salir de esa “trampa de los ingresos medios”). El índice elaborado por el Instituto para el Desarrollo Gerencial muestra que la mayoría de los países de la región viene perdiendo posiciones o mejorando muy levemente en ese terreno en los últimos años.
“La trampa de los ingresos medios” tiene una traducción concreta para los países latinoamericanos: en los últimos cincuenta años, el ingreso per cápita de América Latina se ha estancado en comparación con los países desarrollados y con las economías de rápido crecimiento del este de Asia. América Latina se ha mantenido constante y su participación en el PIB global ha sufrido oscilaciones, con una tendencia a la baja.
¿Cómo puede eludir América Latina esa trampa? A la hora de encontrar el camino que saque a los países latinoamericanos de ella, la innovación para el desarrollo se convierte en la piedra angular capaz de generar un efecto positivo en cadena gracias al cual mejorar los niveles de competitividad y productividad de sus economías.
Mark Schultz y Philip Stevens, coordinadores de Innovate4health, señalan que “la interrogante para la región es cómo promover un modelo de desarrollo que genere trabajos bien remunerados y crecimiento económico sin dañar el ambiente o deteriorar la desigualdad social. La innovación es gran parte de la respuesta. Más innovación es la ruta para empleos mejor pagados, crecimiento económico, así como nuevos productos y servicios que mejoran la calidad de vida de las personas. Los países que destaquen en el diseño de productos, la investigación y el desarrollo, técnicas empresariales, el mercadeo y el desarrollo de marcas serán los líderes económicos mundiales. Los que se atengan a la manufactura, la agricultura y la exportación de materias primas, quedarán rezagados”.
Pese a su capital importancia y posición clave para alcanzar un mayor y más sostenido desarrollo, la innovación es una asignatura pendiente que en América Latina suspenden tanto las administraciones públicas como el sector privado que se retroalimentan en su abandono de la innovación. Un informe de la OCDE en 2013 encontró que el sector privado en los países latinoamericanos invierte mucho menos en investigación y desarrollo que sus pares en otras partes del planeta.
Los empresarios no están a la altura porque fallan los poderes públicos: los empresarios e inventores son menos partidarios de invertir en investigación y desarrollo, ya que perciben que su inversión no es segura. Los derechos de propiedad intelectual son esenciales para brindar esta garantía, pero usualmente no se protegen de manera efectiva en los países latinoamericanos.
En la actual coyuntura, la realidad es que la inversión del sector público está lejos de cubrir todas las necesidades y la del sector privado es claramente insuficiente. Desde 2007, el aporte empresarial latinoamericano ha descendido del 43% al 35%. Y los endebles sistemas fiscales regionales no dejan mucho margen de maniobra. Y eso que en esta década la inversión creció del 51,8% al 58,6%.
Como ocurre en el ámbito de las infraestructuras, en la I+D la apuesta de futuro pasa por diseñar alianzas público-privadas donde la inversión provenga de ambos ámbitos. La responsabilidad es compartida y no puede recaer en solitario ni en el Estado ni en las empresas. Como destaca María Fernanda Calderón, docente de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Ecuador): “[Hay que] promover la cooperación entre el sector privado y la academia, mediante el establecimiento de líneas de investigación… Que los productores puedan reducir su carga impositiva por anexarse a programas de investigación aplicados y consensuados. Reforzar la colaboración entre los centros de investigación del gobierno y los centros investigación de la academia”.
El rol principal de las administraciones públicas consiste en crear un entorno propicio para la inversión en innovación. Sobre los gobiernos recae el peso de involucrarse en el desarrollo y la protección de patentes, fomentar la innovación con programas de protección a la propiedad intelectual, así como fortalecer el comercio electrónico y el Internet de las cosas.  Sin un entorno seguro los empresarios se reprimen a la hora de apostar por la innovación. Y el sector público no cubre ese vacío.
El papel de las empresas pasa por destinar más fondos a I+D sin esperar que lo hagan otros, multinacionales extranjeras o el Estado. Con el fin de tener un crecimiento más sólido y que no dependa tanto del ciclo económico, las compañías, en las fases de expansión, deben invertir también I+D aunque los resultados no se vean en el corto plazo. Se necesita una nueva cultura empresarial que va ya poco a poco consolidándose para ser conscientes de que la inversión en I+D las hace más competitivas, más eficientes y, aunque tengan menores ingresos a corto plazo, a la larga es menos probable que se vean obligadas a hacer importantes reestructuraciones.

Innovación, palanca de desarrollo
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Una científica peruana en la Universidad de San Marcos, Lima. CRIS BOURONCLE/AFP/Getty Images
La innovación se alza como la piedra angular desde la que impulsar el cambio de matriz productiva en América Latina para conectar a la región con la Cuarta Revolución Industrial y evitar que, por falta de competitividad, productividad y carencias en capital humano y físico, las naciones latinoamericanas queden atrapadas en la trampa de los países de ingreso medio y al margen de las principales corrientes comerciales y económicas globales.
Lejos de ese desiderátum, la innovación es la asignatura pendiente de todos los países latinoamericanos, lo cual explica que no se haya convertido aún en la palanca desde la cual activar ese conjunto de procesos que conducen a construir economías más productivas y competitivas. La innovación y el conocimiento se alzan como herramientas clave para combatir la pobreza y alcanzar un desarrollo sostenible y las políticas de innovación en un eje central de las estrategias de desarrollo para responder a los principales desafíos económicos y sociales. En la innovación, América Latina y el Caribe, tiene una herramienta para enfrentarse a la pobreza, la desigualdad y la baja productividad, basado en el desarrollo sostenible y el cambio del modelo productivo para formar sociedades del conocimiento que respondan a los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial.
La innovación es una apuesta estructural que implica tanto al sector privado como al público. Este último no solo tiene un rol de inversor sino, sobre todo, de alentar las inversiones privadas creando un marco propicio y de seguridad jurídica para las mismas. Las empresas, por su lado, deben comenzar a generalizar un cambio cultural en el que la inversión en I+D+I sea vista como una estrategia integral y estratégica: una apuesta de futuro y no como un gasto.
Una parte del sector privado latinoamericano sigue enclaustrado en el retraimiento a la hora de invertir en innovación por razones históricas y de cultura empresarial y, sobre todo, por la ausencia de un marco acogedor y de seguridad jurídica que estimule esa apuesta. Por lo tanto, la colaboración y coordinación entre los sectores público y privado se alza como decisiva.
Como señalara Andrés Oppenheimer, “o los Estados de América Latina incrementan su inversión en I+D o disminuirá su potencial de crecimiento y resultará una quimera la convergencia con los países más avanzados. O apostamos decididamente por la innovación, seña de identidad de la actual Cuarta Revolución Industrial,  o nos espera un futuro de estancamiento, antesala de un lento declinar”.

segunda-feira, 9 de setembro de 2019

Trump-Bolsonaro: decididos a intensificar a relacao - Andres Oppenheimer

Aparentemente, os dois presidentes estão decididos a avançar a cooperação bilateral. Resta saber se as burocracias e os interesses econômicos de parte e outra vão cooperar com o intento.


Trump, Bolsonaro could change political map
President Donald Trump's economic nationalism has seriously hurt U.S. ties with its closest allies around the world, but it may result in an unprecedented alliance with Brazil's right-wing populist government.
by Andres Oppenheimer 
Texarkana Gazette, Sep. 9 2019 @ 12:28am

President Donald Trump's economic nationalism has seriously hurt U.S. ties with its closest allies around the world, but it may result in an unprecedented alliance with Brazil's right-wing populist government.
That could change Latin America's political map.
In a Sept. 2 tweet, Trump confirmed that he is negotiating a bilateral trade agreement with Brazil's President Jair Bolsonaro, whom friends and foes call "Latin America's Trump." Trump met with Brazilian foreign minister Ernesto Araujo at the White House on Aug. 30 to move ahead with trade talks.
Judging from what Araujo told me in an extended interview hours after the meeting, the two governments are talking about a forging special relationship between the two biggest economies of the Americas that would go beyond trade.
Washington and Brazil want to "move forward with a very ambitious free-trade agreement, which has been a dream for Brazil for many years, but had been hindered by anti-American biases of previous (Brazilian) governments," Araujo told me. "We are going to go ahead with that now."
Araujo added that, "We have wasted many opportunities for cooperation in the past because of the anti-American sentiment of former Brazilian leaders, which did not correspond with the feelings of the bulk of Brazil's population."
Trump and Bolsonaro "share a world vision," Araujo said. Over the past 30 years, there has been a "progressive erosion of national sovereignty," caused by ideas pushed by multilateral organizations such as the United Nations, he added.
When I asked him if a U.S.-Brazil trade deal would automatically result in Brazil's withdrawal from Mercosur — the South American common market that includes Brazil, Argentina, Paraguay and Uruguay — the foreign minister did not exclude that possibility.
Under Mercosur rules, no member country can sign a bilateral trade deal with third parties without the other bloc members' participation.
Araujo said that Bolsonaro has already talked with Argentina's President Mauricio Macri about relaxing Mercosur rules to allow a U.S.-Brazil trade deal. But he conceded that a victory by Argentina's front-runner opposition candidate Alberto Fernandez in the Oct. 27 elections would endanger Mercosur's existence.
Araujo said that Fernandez, who has former leftist populist Argentine president Cristina Fernandez de Kirchner as his running mate, is part of the "Sao Paulo Forum, a group that coordinates leftist parties and anti-democratic projects in Latin America."
"If a project with that kind of vision wins in Argentina, that creates difficulties for Mercosur, because Mercosur is not just a trade bloc but also a pro-democracy bloc," Araujo told me. "We have a very clear and very strong democracy clause in Mercosur."
If Trump is reelected, and barring anything unforeseen in Brazil, we might see a new political map in Latin America.
Brazil — Latin America's biggest economy — could become Trump's top partner in the region, and could effectively pull out of the Mercosur trade bloc.
That would among other things pose huge problems for Argentina if Fernandez wins the elections there. Brazil is Argentina's top export market, in part thanks to Mercosur's preferential tariffs.
If a leftist government in Argentina is left out of Mercosur, Argentina would have few places to go for credit but China.
The best thing that could happen would be for Brazil to lead its Mercosur partners to a regional free-trade deal with the United States. The worst scenario would be that Argentina, with nowhere else to go, becomes more China-dependent than ever, much like Venezuela has in recent years.


Diplomacia bolsonarista: todos os passos estavam cientificamente calculados

Mais uma matéria, de meados de dezembro de 2018, que antecipava quais seriam as principais iniciativas da Bolsodiplomacia, sob condução prática do chanceler acidente, mas guiada pela mesma tropa olavobolsonarista que assegurou enorme influência no governo atual.
Não se pode dizer que não tenhamos sido avisados dos desastres que estavam sendo construidos...


Futuro chanceler propôs a Bolsonaro pacto cristão com EUA e Rússia
Artigo de Ernesto Araújo selou sua nomeação ao novo governo
Tatiana Bilenky
Folha de S.Paulo, 16 dezembro 2018 às 2h00

Um artigo reservado do diplomata Ernesto Araújo com proposições de política externa, tais como a “contestação ao eixo globalista China-Europa-esquerda americana”, selou seu ingresso na equipe ministerial do presidente eleito, Jair Bolsonaro (PSL).
O texto, obtido pela Folha, que Araújo fez chegar ao núcleo da campanha em setembro, foi o primeiro passo para sua posterior nomeação como chanceler do futuro governo.
Intitulado “Por uma política externa do povo brasileiro”, o artigo, de cinco páginas, é propositivo, uma espécie de carta de intenções.
Nele, o diplomata revisa o pacifismo nacional (“não estamos no mundo para ser Miss Simpatia”) e sugere um realinhamento internacional do Brasil com o eixo de direita populista em ascensão.
“É o caso dos Estados Unidos com Donald Trump, da Itália com seu atual governo, de alguns países da Europa do Leste como Polônia e Hungria. É o caso talvez de alguns países não ocidentais que desejam defender suas próprias civilizações e suas nações frente ao globalismo dominante”, escreve.
Em sua interpretação, “há países que resistem à demonização do sentimento nacional, ao esmagamento da fé (principalmente da cristã), que rejeitam o esvaziamento da alma humana e sua substituição por dogmas anêmicos que servem apenas aos interesses de dominação mundial de certas elites”. 
Folha o procurou para comentar o teor. Araújo respondeu que era complicado e que conversaria a respeito depois, o que não ocorreu.
Com a vitória nas urnas, a primeira das sugestões do artigo já foi anunciada: a saída do Brasil do Pacto Mundial para Migração, que propõe a cooperação internacional para enfrentar ondas migratórias.
No texto, Araújo já defendia o que chamou de “dessacralização da imigração, combatendo a ideologia do ‘imigrante intocável’, do direito universal à migração sobrepondo-se à soberania nacional”.
O texto propõe a “renacionalização das políticas comerciais”, alegando não se tratar “de negar o comércio, mas de tornar a política comercial um instrumento do Estado, e não [fazer do] Estado um instrumento da política comercial”. 
Nessa linha, Araújo defende que o Brasil questione os Brics, bloco formado por Brasil, Rússia, Índia, China e África do Sul. Sugeriu que se tente, no lugar, constituir “um agrupamento nacionalista Brasil – EUA – Itália – (Rússia?) – (Índia?) – (Japão?) – (países de Visegrado?)”, em suma “um Brics antiglobalista sem a China”.
Os países de Visegrado são Hungria, Polônia, República Tcheca e Eslováquia.
Sem entrar em detalhes, o futuro chanceler faz uma proposição inusitada no campo da geopolítica, que causou estranhamento entre interlocutores de Bolsonaro. Para Araújo, conviria ao governo “explorar a possibilidade de um núcleo composto pelos três maiores países cristãos, Brasil-EUA-Rússia”.
Ele expressa preocupação particular com a questão da fé, requerendo “promoção da liberdade religiosa, notadamente defesa do espaço para o exercício da fé cristã, ameaçada e acuada em todo o mundo”.
À China são reservadas numerosas linhas. Araújo quer impor ao país, principal parceiro comercial do Brasil, “pressão em todas as frentes”. 
“Condicionar qualquer avanço na relação com esses países ao exercício da liberdade religiosa e liberdades políticas básicas”, propõe. “Utilizar os organismos financeiros internacionais para frear a crescente dependência dos países em desenvolvimento em relação ao capital chinês. Virar o jogo da globalização contra a China.”
Em sintonia com o discurso de Bolsonaro, Araújo defende a “liquidação do bolivarianismo nas Américas”. Segundo o diplomata, “o Brasil poderia comandar o processo de deslegitimação do governo Maduro na Venezuela e pressão total, juntamente com os EUA, para sua substituição por um regime democrático”.

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comentários

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1.              EDUARDO DE AZEVEDO SILVA
17.dez.2018 às 2h02
Quanta imbelicidade! Caminhamos a Passos largo para o abismo.
2.              WAGNER CASTRO
16.dez.2018 às 21h36
Defendem ora sectarismos, ora expurgos, ora assassinatos, ora torturas, ora opressões, ora tudo isso, a depender da posição relativa desses atos espúrios do centro ideológico, não obstante sejam espúrios de qualquer lado, e falam cinicamente de "pacto cristão"? "Hipócritas! Bem profetizou Isaías sobre vós, denunciando: Este povo me honra com os lábios, mas seu coração está longe de mim. Em vão me adoram; pois ensinam doutrinas que não passam de regras criadas por homens. (Mt. 15:8,9)
3.              MAURO UMBERTO ALVES
16.dez.2018 às 15h20
A Rússia não é um país com esse nível de primitivismo das vanguardas do atraso do Brasil, reunidas sob Bolsonaro. Religião não deve interferir nas relações entre os estados. a Rússia é aliada da China, influente nos países muçulmanos, mantém boas relações com Israel, Irã e Arábia Saudita, enfim, jamais vai querer estar vinculada a um projeto nefasto para o Brasil e o mundo, como o governo Bolsonaro.
1.                                MIRELLA KOLD
17.dez.2018 às 9h13
Muito bem posto !
4.              ERNESTO PICHLER
16.dez.2018 às 11h11
Esse chanceler representa a ideologia do atraso, com características medievais. Discriminar a China por não ser cristã é apenas uma Bozalidade. O Japão também não é cristão. Mesmo a Europa, é cada vez menos cristã e mais científica, à medida que a educação progride.