O que é este blog?

Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida;

Meu Twitter: https://twitter.com/PauloAlmeida53

Facebook: https://www.facebook.com/paulobooks

quinta-feira, 2 de julho de 2020

Meus trabalhos mais vistos e mais acessados em Academia.edu - Paulo Roberto de Almeida

Consulta às estatísticas de acesso em 2/07/2020: 


Os trabalhos mais visualizados
6,099
5,159
4,019
3,494
3,029
2,619
2,237
1,732
1,730
1,507
1,443

Os trabalhos mais acessados 
1,246
639
583
581
535
380
307
281
273
267
247


quarta-feira, 1 de julho de 2020

Con su prestigio en juego, la diplomacia brasileña cuestiona a Bolsonaro - Janaina Figueiredo (La Nación




Con su prestigio en juego, la diplomacia brasileña cuestiona a Bolsonaro


En alianza con el ministro de Economía, Paulo Guedes, este nuevo Itamaraty relegó totalmente la integración regional en nombre de sus intereses prioritario Fuente: Reuters

La Nación, 1 de julio de 2020 

RÍO DE JANEIRO.- A fines de junio, los gobiernos de Francia y Alemania promovieron la realización de un encuentro virtual de la llamada Alianza para el Multilateralismo, nacida en abril, en plena pandemia del coronavirus . El gobierno de Brasil crítico feroz del multilateralismo , no participó, así como no participa de muchos foros internacionales y regionales considerados poco importantes por el gobierno del presidente Jair Bolsonaro .
En palabras de excancilleres, entre ellos el también el expresidente Fernando Henrique Cardoso la política exterior de Bolsonaro "transgrede la Constitución , impone al país costos de difícil reparación, como el desmoronamiento de la credibilidad externa, pérdidas de mercados y fuga de inversiones". Así lo expresaron en una carta pública que, según diplomáticos entrevistados por LA NACION, representa el sentimiento de un sector importante del hasta hace no mucho tiempo respetado Itamaraty .

Bolsonaro y Trump, en una reunión en 2009

En la semana en que habrá una cumbre virtual de presidentes del Mercosur, la peor relación con la Argentina en muchas décadas es solo uno de los aspectos cuestionados por embajadores ya retirados, excancilleres y pocos que siguen en actividad y se atreven a desafiar un régimen que varios consideran de miedo dentro de la cancillería brasileña, capitaneada por el polémico Ernesto Araújo , que dijo recientemente que el mundo sufría una pandemia de "comunavirus".
En alianza con el ministro de Economía, Paulo Guedes, este nuevo Itamaraty relegó totalmente la integración regional en nombre de sus intereses prioritarios. En este sentido, la tradicional alianza con la la Arg entina fue dejada de lado , ya que representa un obstáculo para los planes de Guedes de avanzar en la negociación de nuevos acuerdos de libre comercio, con o sin el consenso de todo el Mercosur.
Según explicó un negociador brasileño, "la nueva modalidad vigente en el bloque es la del "Mercosur a la carta" , o sea, en cada negociación los países miembros toman lo que les interese, sin perjudicar a los demás" . No está nada claro como esto funcionará en la práctica, pero la idea de Brasil, en principio aceptada por una Argentina que tampoco tiene interés en seguir los pasos del liberal Guedes, es esa. Poco se avanzará en la integración con países que no sigan el ritmo pretendido por Brasil, un poco alterado por la pandemia .

Transformaciones
Mientras tanto, pasa por transformaciones en función de los nuevos tiempos. La reforma interna implementada por Araújo generó resistencias. La sensación, entre muchos, es que la política exterior brasileña adquirió, según lo definió el veterano embajador Marcos Azambuja (muy recordado por su paso por Buenos Aires), "un comportamiento lunático" .
"Tenemos peleas gratuitas con China en plena pandemia, prácticamente no nos relacionamos con la Argentina y apostamos a una alianza exclusiva con Estados Unidos. Se están destruyendo décadas de trabajo de Itamaraty ", lamentó Azambuja.
Así llegó Brasil a la primera cumbre virtual del Mercosur . Con su política exterior atacada por grandes nombres de la diplomacia de las últimas décadas, alterando posiciones históricas en ámbitos como las Naciones Unidas y pensando, inclusive, en contratar asesores extranjeros. Según se supo recientemente, Araújo pretende incorporar al ejecutivo financiero norteamericano Gerald Brant -cercano a Steve Bannon , exasesor del presidente Donald Trump- a su equipo, lo que implicaría la necesidad de modificar el reglamento de contrataciones del Ministerio de Relaciones Exteriores.
"Lo que nos falta es tener un asesor del canciller que hable inglés, ya sería realmente el colmo de todo lo que estamos viviendo. Quedaría, apenas, adoptar el inglés como lengua oficial de Itamaraty", dijo el embajador Rubens Ricupero, que fue ministro del Medio Ambiente y de Hacienda, y es autor de libros como La diplomacia en la construcción de Brasil, 1750-2016 .
El embajador cree que desde que Bolsonaro llegó al poder, en enero de 2019, Brasil perdió su "capital de soft power , un activo esencial en los organismos multilaterales . En temas como medio ambiente y derechos humanos, por ejemplo, siempre ayudamos a construir. Hoy todas nuestras posiciones son negativas. Bolsonaro no busca resultados, busca lealtad ideológica ".

El vínculo con la Argentina, en su peor momento
El vínculo con la Argentina vive su peor momento . Después de haber establecido una muy buena relación con el gobierno de Mauricio Macri, el gobierno de Brasil dejó claro, desde un primer momento, que todo cambiaría el día en que Alberto Fernández asumiera el poder. Existe entre ambos presidentes un rechazo mutuo y, por parte de Brasil, la decisión de enfriar al máximo la interacción entre los dos gobiernos.
Hubo un veranito pasajero en febrero, cuando el canciller Felipe Solá visitó Brasilia. Fue recibido por Bolsonaro y se pensó en la posibilidad de un encuentro entre los dos presidentes en Montevideo, en el marco de la asunción de Luis Lacalle Pou . Eso finalmente no ocurrió y la relación se enfrió totalmente.
Felipe Solá se reunió con su par de Brasil, Ernesto Araujo, en febrero pasadoFelipe Solá se reunió con su par de Brasil, Ernesto Araujo, en febrero pasado Fuente: Reuters
El contacto de la embajada brasileña con el gobierno argentino está reducido a temas técnicos. No hay relación política y quedó claro que no la habría cuando Solá, ya designado canciller, intentó un encuentro con el embajador Sergio Danese, que en breve dejará Buenos Aires,y fracasó.
El ahora confirmado embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, tiene la expectativa de mejorar la relación y el tiempo dirá si lo logra. Pero el contexto que enfrentará es desfavorable .

"Lo único que importa es la relación con Trump"
"Para Araújo, lo único que importa es la relación con Trump. Ya lo era antes de que fuera nombrado canciller. Recuerdo haber organizado seminarios donde él, en ese momento un desconocido, hablaba de teorías de la conspiración, de combatir el globalismo y otras locuras. Lo eligieron porque siempre fue una persona de derecha, discreto y manipulable . Quien controla la política exterior es el presidente, junto con su hijo Eduardo (diputado) y asesores como Filipe Martins", aseguró el embajador Paulo Roberto de Almeida, crítico de varios gobiernos y también de Bolsonaro. Por sus ataques públicos a la gestión de Araújo enfrenta procesos administrativos internos y el intento de expulsarlo de la carrera diplomática.
Almeida opina que "el virtual canciller de Brasil es Eduardo Bolsonaro y eso se nota en momentos claves , como cuando mataron al general iraní Qassem Soleimani , el 3 de enero de este año. La nota de Itamaraty no fue escrita por diplomáticos de carrera". El texto decía que Brasil "manifiesta su apoyo a la lucha en contra del flagelo del terrorismo", lo que fue interpretado por Irán como un claro respaldo a Estados Unidos.
Diplomáticos brasileños tuvieron que explicar en Teherán porque el gobierno de Bolsonaro afirmó que "esa lucha (en contra del terrorismo) requiere la cooperación de toda la comunidad internacional sin que se busque cualquier justificativa o relativización del terrorismo".
Brasil, recordó el embajador Almeida, también dejó de condenar el bloqueo a Cuba y respaldó la política de Trump sobre Israel y los territorios palestinos. Por estas actitudes, entre otras, los excancilleres brasileños dijeron en la carta de repudio a la política exterior de Bolsonaro que "no se puede conciliar la independencia nacional con la subordinación a un gobierno extranjero cuyo confesado programa político es la promoción de su propio interés, por encima de cualquier otra consideración. Aliena la independencia un gobierno que se declara aliado de ese país, asumiendo como propia una agenda que amenaza arrastrar Brasil a conflictos con naciones con las cuales mantenemos relaciones de amistad e interés mutuo".
En alianza con el ministro de Economía, Paulo Guedes, este nuevo Itamaraty relegó totalmente la integración regional en nombre de sus intereses prioritario
En alianza con el ministro de Economía, Paulo Guedes, este nuevo Itamaraty relegó totalmente la integración regional en nombre de sus intereses prioritario Fuente: Reuters

Existem ministros ruins, e existem ministros piores, mas não piores que o chefe...

Bolsonaro é aconselhado a substituir Salles e Ernesto Araújo
Política ambiental e falta de pragmatismo no Itamaraty incomodam parlamentares
Jussara Soares e Camila Turtelli, O Estado de S.Paulo 
O Estado de S. Pulo, 30 de junho de 2020 | 05h00 

BRASÍLIA - O presidente Jair Bolsonaro tem sido aconselhado por auxiliares e parlamentares a ampliar sua “agenda positiva” na relação com outros Poderes e substituir os ministros Ricardo Salles, do Meio Ambiente, e Ernesto Araújo, das Relações Exteriores. Embora contem com o apreço do presidente e do núcleo ideológico, os dois são considerados problemáticos por integrantes do próprio governo e vistos como entraves para o avanço de acordos comerciais internacionais.  
A condução da política ambiental de Salles é apontada como um empecilho para acordos comerciais bilaterais e, até mesmo, para que o País receba investimentos externos. Na semana passada, um grupo formado por quase 30 fundos de investimento com US$ 3,7 trilhões exigiu que o Brasil freie o crescente desmatamento no País.  
Jair BolsonaroBolsonaro tem sido cobrado a ser mais pragmático nas nomeações do governo Foto: Dida Sampaio / Estadão
Já o caso de Ernesto Araújo, alinhado ao guru ideológico Olavo de Carvalho, é mais delicado e o motivo é a necessidade de alguém mais pragmático à frente do Itamaraty. Numa conversa neste fim de semana com um integrante do Supremo Tribunal Federal (STF), um ministro de Bolsonaro disse que o chanceler se inviabilizou na função, apesar de contar com o apoio dos filhos do presidente. É a mesma situação do ex-ministro Abraham Weintraub.  
Na segunda-feira, 29, em uma reunião no gabinete da Vice-Presidência, o governo discutiu a estratégia de reação às cobranças internacionais. Está prevista para a próxima semana uma reunião com integrantes de alguns dos signatários da carta que pediram um freio no desmatamento. Além do vice Hamilton Mourão, de Salles e de Araújo, participaram a ministra da Agricultura, Tereza Cristina, o presidente do Banco Central, Roberto Campos Neto, e o presidente da Apex, Sérgio Segovia.  
Havia um grupo que defendia que Salles ficasse de fora da conversa com investidores, mas a reunião ontem definiu que o ministro do Meio Ambiente participará e fará a defesa da agenda de pagamento de serviços ambientais, enquanto que a Mourão caberá explanar sobre o Conselho da Amazônia e as ações de fiscalização. Já ministra Tereza Cristina defenderá a regularização fundiária, e Araújo falará das relações comerciais envolvendo Mercosul e União Europeia
As queixas de parlamentares sobre a atuação de Salles e Araújo têm chegado a Mourão. O deputado Rodrigo Agostinho (PSB-SP), da Frente Ambientalista, tem sido um porta-voz da insatisfação. “Ele (Salles) perdeu credibilidade para estar à frente do Ministério do Meio Ambiente. Foram vários pedidos de impeachment protocolados, inclusive da sociedade civil. Já fez o Brasil passar vergonha demais. Está na contramão da história, infelizmente”, afirmou ele ao Estadão.  
Também integrante da bancada ruralista e líder do Solidariedade na Câmara, o deputado Zé Silva(MG) é outro que levou ao governo a preocupação com o atual cenário. “Os sinais dos compradores do agro brasileiro e do mercado financeiro acedem um sinal amarelo em relação à administração das políticas ambientais do País”, disse. 
A Câmara tenta acelerar a votação de projetos ambientais, diante de críticas internacionais sobre a gestão do setor no governo brasileiro. A ideia é dar sinais positivos para acalmar investidores estrangeiros, principalmente do agronegócio.  
Em um acordo entre ambientalistas e ruralistas, o presidente da Câmara, Rodrigo Maia (DEM-RJ), pautou para essa semana a votação do Protocolo de Nagoya. “É o mais importante regulamento da Convenção de Biodiversidade. O Brasil ajudou a escrever o documento, assinou, mas nunca ratificou. Ficou parado de anos”, afirmou o deputado Rodrigo Agostinho. 

Contrapartida
A votação é uma das respostas do Parlamento sobre a questão ambiental. A contrapartida seria a substituição de Salles. O ministro é alvo de um pedido de impeachment feito por deputados. Desde sua fala revelada no vídeo da reunião ministerial de 22 de abril, em que diz querer “aproveitar esse período de pandemia para passar a boiada” e simplificar as normas ambientais por decreto, o incômodo com a permanência de Salles no governo, por parte de empresários e da oposição, aumentou. 
O ministro se defende e diz que é normal haver críticas à uma postura “mais econômica” sobre o meio ambiente. Segundo ele, a pasta tem “uma visão muito clara de que é preciso dar valor econômico ao ativo florestal brasileiro”. “Trazer recursos financeiros para remunerar a floresta em pé, os serviços ambientais e para ter instrumentos que tragam prosperidade para as pessoas melhorarem de vida e com isso respeitarem mais o meio ambiente”, afirmou Salles.  
Para o ministro, as críticas são algo normal. “Que vai haver pressão política contra a visão do governo, contra essa postura mais econômica de dar destinação sempre vai haver, a política é assim. É normal”, disse ele.

terça-feira, 30 de junho de 2020

The New Cold War USA-China - Stephen Walt (Foreign Policy)



Everyone Misunderstands the Reason for the U.S.-China Cold War
The left says it’s U.S. arrogance. The right says it’s Chinese malevolence. Both are wrong.
FOREIGN POLICY, JUNE 30, 2020, 11:02 AM

The United States is pretty polarized these days, but nearly everyone seems to agree that China is a big problem. The Trump administration has been at odds with China on trade issues since day one, and its 2017 National Security Strategy labeled China a “revisionist power” and major strategic rival. (President Donald Trump himself seems to have been willing to give Beijing a free pass if it would help him get reelected, but that’s just a sign of his own venality and inconsistent with the administration’s other policies.) Presumptive Democratic nominee Joe Biden may have started his campaign in 2019 downplaying fears that China was going to “eat our lunch,” but his campaign has grown increasingly hawkish over time.
Not surprisingly, hard-line Republican members of Congress like Josh Hawley and Matt Gaetz have been sounding the alarm as well, while progressives and moderates warn of a “new cold war” and call for renewed dialogue to manage the relationship. Despite their differing prescriptions, all of these groups see the state of Sino-American relations as of vital importance.
Unfortunately, discussion of the Sino-American rivalry is also succumbing to a familiar tendency to attribute conflict to our opponents’ internal characteristics: their ruling ideology, domestic institutions, or the personalities of particular leaders. This tendency has a long history in the United States: The country entered World War I in order to defeat German militarism and make the world safe for democracy, and later it fought World War II to defeat fascism. At the dawn of the Cold War, George Kennan’s infamous “X” article (“The Sources of Soviet Conduct”) argued that Moscow had a relentless and internally motivated urge to expand, driven by the need for foreign enemies to justify the Communist Party’s authoritarian rule. Appeasement would not work, he argued, and the only choice was to contain the Soviet Union until its internal system “mellowed.” More recently, U.S. leaders blamed America’s problems with Iraq on Saddam Hussein’s recklessly evil ambitions and portrayed Iran’s leaders as irrational religious fanatics whose foreign-policy behavior is driven solely by ideological beliefs.
In all of these conflicts, trouble arose from the basic nature of these adversaries, not from the circumstances they found themselves in or the inherently competitive nature of international politics itself.
And so it is with China today. Former National Security Advisor H.R. McMaster maintains that China is a threat “because its leaders are promoting a closed, authoritarian model as an alternative to democratic governance and free-market economics.” Secretary of State Mike Pompeo agrees: In his view, relations have deteriorated because “it’s a different Chinese Communist Party today than it was 10 years ago. … This is a Chinese Communist Party that has come to view itself as intent upon the destruction of Western ideas, Western democracies, Western values.” According to Sen. Marco Rubio: “Chinese Communist Party power serves no purpose but to strengthen the party’s rule and to spread its influence around the world. … China is an untrustworthy partner in any endeavor whether it’s a nation-state project, an industrial capacity, or financial integration.” The only way to avoid a conflict, Vice President Mike Pence said, is for China’s rulers to “change course and return to the spirit of ‘reform and opening’ and greater freedom.”
Even far more sophisticated China watchers, such as former Australian Prime Minister Kevin Rudd, attribute much of China’s increasingly assertive stance to President Xi Jinping’s centralization of power, and Rudd sees this behavior as “an expression of Xi Jinping’s personal leadership temperament, which is impatient with the incremental bureaucratism endemic to the Chinese system, and with which the international community had become relaxed, comfortable, and thoroughly accustomed.” The implication is that a different Chinese leader would be a much less serious problem. Similarly, Timothy Garton Ash believes that the “primary cause of this new cold war is the turn taken by the Chinese communist party leadership under Xi Jinping since 2012: more oppressive at home, more aggressive abroad.” Other observers point to rising nationalism (whether spontaneous or government-sponsored) as another key factor in China’s greater foreign-policy assertiveness.
Relying on categories originally conceived by the late Kenneth Waltz, international relations scholars variously refer to such accounts as “unit-level,” “reductionist,” or “second-image” explanations. The many variations within this broad family of theories all view a country’s foreign-policy behavior as primarily the result of its internal characteristics. Thus, U.S. foreign policy is sometimes attributed to its democratic system, liberal values, or capitalist economic order, just as the behavior of other states is said to derive from the nature of their domestic regime, ruling ideology, “strategic culture,” or leaders’ personalities.
Explanations based on domestic characteristics are appealing in part because they seem so simple and straightforward: Peace-loving democracies act that way because they are (supposedly) based on norms of tolerance; by contrast, aggressors act aggressively because they are based on domination or coercion or because there are fewer constraints on what leaders can do.
Focusing on the internal characteristics of other states is also tempting because it absolves us of responsibility for conflict and allows us to pin the blame on others. If we are on the side of the angels and our own political system is based on sound and just principles, then when trouble arises, it must be because Bad States or Bad Leaders are out there doing Bad Things. This perspective also provides a ready solution: Get rid of those Bad States or those Bad Leaders! Demonizing one’s opponents is also a time-honored way of rallying public support in the face of an international challenge, and that requires highlighting the negative qualities that are supposedly making one’s rivals act as they are.
Unfortunately, pinning most of the blame for conflict on an opponent’s domestic characteristics is also dangerous. For starters, if conflict is due primarily to the nature of the opposing regime(s), then the only long-term solution is to overthrow them. Accommodation, mutual coexistence, or even extensive cooperation on matters of mutual interest are for the most part ruled out, with potentially catastrophic consequences. When rivals see the nature of the other side as a threat in itself, a struggle to the death becomes the only alternative.
What unit-level explanations either overlook or downplay are the broader structural factors that have made Sino-American rivalry inevitable. First and foremost, the two most powerful countries in the international system are overwhelmingly likely to be at odds with each other. Because each is the other’s greatest potential threat, they will inevitably eye each other warily, go to considerable lengths to reduce the other’s ability to threaten their core interests, and constantly look for ways to gain an advantage, if only to ensure that the other side does not gain an advantage over them.
Even if it were possible (or worth the risk), internal changes in either the United States or China are unlikely to eliminate these incentives (or at least not anytime soon). Each country is trying—with varying degrees of skill and success—to avoid being in a position where the other can threaten its security, prosperity, or domestic way of life. And because neither can be completely sure what the other might do in the future—a reality amply demonstrated by the erratic course of U.S. foreign policy in recent years—both are actively competing for power and influence in a variety of domains.
This troubling situation is exacerbated by the incompatibility of their respective strategic objectives, which derive in part from geography and from the legacies of the past century. Quite understandably, China’s leaders would like to live in as secure a neighborhood as possible, for the same reasons that the United States formulated and eventually enforced the Monroe Doctrine in the Western Hemisphere. Beijing need not impose one-party state capitalist regimes around its periphery; it just wants all of its neighbors to be mindful of its interests and does not want any of them to pose a significant threat. Toward that end, it would like to push the United States out of the region so that it no longer has to worry as much about U.S. military power and so that its neighbors cannot count on American help. This goal is hardly mystifying or irrational: Would any great power be happy if the world’s most powerful country had significant military forces arrayed nearby and had close military alliances with many of its immediate neighbors?
The United States has good reasons to remain in Asia, however. As John Mearsheimer and I have explained elsewhere, preventing China from establishing a dominant position in Asia strengthens U.S. security by forcing China to focus more attention closer to home and making it harder (though of course not impossible) for China to project power elsewhere in the world (including areas closer to the United States itself). This strategic logic would still apply if China were to liberalize or if America were to adopt Chinese-style state capitalism. The result, unfortunately, is a zero-sum conflict: Neither side can get what it wants without depriving the other.
Thus, the roots of the present Sino-American rivalry have less to do with particular leaders or regime types and more to do with the distribution of power and the particular strategies that the two sides are pursuing. This is not to say that domestic politics or individual leadership do not matter at all, either in influencing the intensity of the competition or the skill with which each side wages it. Some leaders are more (or less) risk acceptant, and Americans are currently getting (another) painful demonstration of the harm that incompetent leadership can inflict. But the more important point is that new leaders or profound domestic changes are not going to alter the inherently competitive nature of U.S.-Chinese relations.
From this perspective, both progressives and hard-liners in the United States are getting it wrong. The former believe that China poses at most a modest threat to U.S. interests and that some combination of accommodation and skillful diplomacy can eliminate most if not all of the friction and head off a new cold war. I’m all for skillful diplomacy, but I do not believe it will suffice to prevent an intense competition that is primarily rooted in the distribution of power.
As Trump said of his trade war, hard-liners think a competition with China will be “good and easy to win.” In their view, all it takes is more and tougher sanctions, a decoupling of the U.S. and Chinese economies, a big increase in U.S. defense spending, and a rallying of like-minded democracies to the U.S. side, with the ultimate goal of ending Chinese Communist Party rule. Apart from the obvious costs and risks of this course of action, this view overstates Chinese vulnerabilities, understates the costs to the United States, and greatly exaggerates other states’ willingness to join an anti-Beijing crusade. China’s neighbors do not want it to dominate them and are eager to maintain ties with Washington, but they have no desire to get dragged into a violent conflict. And there is little reason to believe that a supposedly more liberal China would be any less interested in defending its own interests and any more willing to accept permanent inferiority to the United States.
So what does a more structural view of this situation imply?
First, it tells us that we are in it for the long haul; no clever strategy or bold stroke of genius is going to solve this conflict once and for all—at least not anytime soon.
Second, it is a serious rivalry, and the United States should conduct in a serious way. You don’t deal with an ambitious peer competitor with a bunch of amateurs in charge or with a president who puts his personal agenda ahead of the country’s. It will take intelligent military investments, to be sure, but a major diplomatic effort by knowledgeable and well-trained officials is going to be of equal if not greater importance. Maintaining a healthy set of Asian alliances is essential because the United States simply cannot remain an influential power in Asia without a lot of local support. The bottom line: America cannot entrust the care and feeding of those relationships to campaign contributors, party hacks, or dilettantes.
Third, and perhaps most important, both sides have a genuine and shared interest in keeping their rivalry within boundaries, both to avoid unnecessary clashes and to facilitate cooperation on issues where U.S. and Chinese interests overlap (climate change, pandemic prevention, etc.). One cannot eliminate all risks and prevent future crises, but Washington must be clear about its own red lines and make sure it understands Beijing’s. This is where unit-level factors kick in: The rivalry may be hard-wired into today’s international system, but how each side handles the competition will be determined by who is in charge and by the quality of their domestic institutions. I would not assume that America’s will fall short, but I wouldn’t be complacent about that either.

Stephen M. Walt is the Robert and Renée Belfer professor of international relations at Harvard University.

Crescimento do neonazismo no Brasil - Deutsche Welle

BRASIL

Dados indicam crescimento do neonazismo no Brasil

Cenário é visto em denúncias recebidas por ONGs, registros em delegacia especializada de São Paulo e pesquisa de antropóloga. Especialistas veem gestos do governo Bolsonaro como gatilho para aumento do extremismo.
 
Botas pretas sobre pedra
Grupos extremistas que propagam discursos de ódio contra minorias, embasados por argumentos nazistas e fascistas, estão aumentando no Brasil. Pesquisadora há 18 anos sobre movimentos do tipo, a antropóloga Adriana Dias, doutora pela Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), identificou um crescimento tanto no número de células neonazistas quanto no engajamento de seus integrantes nos últimos seis meses.
No fim do ano, segundo ela, estavam em atividade 334 grupos no país. Em junho, são 349. Mas o que mais aumentou não foi a quantidade de células, e sim o número de membros de cada grupo. Se há seis meses os engajados nesses grupos não passavam de 5 mil no Brasil, agora já são cerca de 7 mil.
Dias monitora periodicamente o cenário por meio de rastreamento das atividades desses grupos pela internet. "É como se uma parte do país tivesse perdido completamente o contato com a civilização", comenta ela, em conversa com a DW Brasil.
Sua pesquisa vai ao encontro de um levantamento da organização não governamental SaferNet Brasil, entidade brasileira que promove e defende os direitos humanos na internet.
Dados levantados com exclusividade para a DW Brasil mostram que este mês de junho de 2020 foi o período em que a ONG mais recebeu denúncias de neonazismo desde o início da série histórica, em janeiro de 2006. Foram 3.616 denúncias recebidas pela SaferNet sobre o assunto, referentes a 1.614 páginas diferentes, segundo números consolidados no dia 28 de junho.
Em junho de 2019, foram 31 denúncias, referentes a 25 páginas. O aumento, portanto, é de 11.564%. E a curva é ascendente. Em abril, foram 307 denúncias, referentes a 109 páginas; em abril de 2019, 87 denúncias e 46 páginas. Em maio deste ano, foram 498 denúncias e 204 páginas, frente a 53 denúncias e 42 páginas do mesmo mês do ano passado.
De acordo com a administração da ONG, depois de recebidas as denúncias, são coletadas evidências da materialidade dos crimes e disponibilizadas para análise e investigação do Ministério Público Federal, com quem a organização possui convênio.
Nazismo é crime no Brasil. O artigo 20 da lei 7.716/1989 ressalta que "fabricar, comercializar, distribuir ou veicular símbolos, emblemas, ornamentos, distintivos ou propaganda que utilizem a cruz suástica ou gamada, para fins de divulgação do nazismo", é passível de "reclusão de dois a cinco anos e multa". O material deve ser recolhido imediatamente, e as mensagens ou páginas respectivas na internet devem ser retiradas do ar.
Conforme ressalta o advogado Rodolfo Tamahana, coordenador de pesquisa e professor da Faculdade Presbiteriana Mackenzie Brasília, o Brasil é signatário de dois acordos internacionais contra discriminações a minorias: a Convenção sobre a Eliminação de Todas as Formas de Discriminação Racial, de 1968 – integrada ao ordenamento jurídico brasileiro –; e a Convenção Americana de Direitos Humanos, mais conhecida como Pacto de São José da Costa Rica, de 1992.
"Pessoas que participem ou não de grupos nazistas podem responder por crime caso fabriquem, comercializem, distribuam ou veiculem quaisquer símbolos ou propaganda que utilizem a cruz suástica ou gamada, com a finalidade de divulgar o nazismo. Nesse caso, para configurar o referido crime é necessária a intenção específica de divulgar o nazismo, não sendo suficiente, por exemplo, apenas a publicação da cruz suástica em um perfil pessoal do Facebook, de acordo com alguns julgados que encontramos", explica o professor.
"Falta penalização rígida nesse sentido", avalia o advogado criminalista José Beraldo, que atua na área desde 1981. Ele afirma que o atual cenário não favorece a "diminuição" dos casos.
Terreno fértil
Especialistas associam gestos do governo Jair Bolsonaro como gatilhos para essa onda neonazista. Além da política armamentista, atos recentes são associados ao movimento. Em janeiro, o então secretário de Cultura Roberto Alvim divulgou discurso parafraseando Joseph Goebbels (1897-1945), ministro da Propaganda da Alemanha nazista, com o compositor favorito de Adolf Hitler (1889-1945), Richard Wagner (1813-1883), ao fundo.
Ainda ministro da Educação, Abraham Weintraub declarou em reunião ministerial ocorrida em 22 de abril que odeia os termos "povos indígenas" e "povo cigano".
No início de maio, a Secretaria de Comunicação Social da Presidência divulgou um post em redes sociais com frase que lembra slogan nazista. "Parte da imprensa insiste em virar as costas aos fatos, ao Brasil e aos brasileiros. Mas o governo, por determinação de seu chefe, seguirá trabalhando para salvar vidas e preservar o emprego e a dignidade dos brasileiros. O trabalho, a união e a verdade libertarão o Brasil", publicou o órgão, sobre a pandemia de covid-19. "O trabalho liberta" é a frase que os nazistas afixavam nas entradas dos campos de concentração.
Bolsonaro também compartilhou em seu Facebook um vídeo com a citação "melhor um dia como leão do que cem anos como ovelha", atribuída ao líder fascista Benito Mussolini (1883-1945).
Em live transmitida em 29 de maio, o presidente tomou um copo de leite. Ele argumentou que se travava de uma homenagem aos produtores rurais. Mas o gesto é visto como de conotação extremista, já que é adotado por supremacistas brancos.
"O aumento da atividade de células neonazistas no Brasil está diretamente associado à retórica violenta e discriminatória do governo Bolsonaro, que, ao sistematicamente estigmatizar grupos vulneráveis, acaba por legitimar e empoderar pautas do movimento neonazista, como a eugenia e a segregação de pessoas negras, LGBTs e estrangeiros não europeus", afirma, em nota, a organização SaferNet Brasil.
O ativista Agripino Magalhães, da ONG Aliança LGBT+, conta que os ataques em relação a esse grupo, monitorados por ele, aumentaram 90% no último semestre. Ele próprio diz que tem sido ameaçado constantemente, pela internet e por telefone, pelo seu ativismo. "E não somos só nós as vítimas. Eles incitam o ódio aos negros, às mulheres e a outras minorias", afirma.
Geografia neonazi
De acordo com o mapeamento de Adriana Dias, o estado de São Paulo segue sendo a unidade da federação com maior atividade neonazista: são 102 células na localidade, três a mais do que no fim do ano passado.
Segundo dados enviados à reportagem pela Secretaria de Segurança Pública do estado, a Delegacia de Polícia de Repressão aos Crimes Raciais e Delitos de Intolerância (Decradi) registrou 57 boletins de ocorrência e instaurou 31 inquéritos para apurar ocorrências de intolerância na capital paulista, de janeiro a abril deste ano.
Em segundo lugar no levantamento da antropóloga, o Paraná ultrapassou Santa Catarina no último semestre – são 74 grupos paranaenses em atividade, frente a 69 catarinenses.
Foi um crescimento grande no estado, que há seis meses tinha 66 células extremistas. "Isso é preocupante", avalia Dias. De acordo com a pesquisadora, o perfil dos novatos paranaenses é basicamente formado por gente ligada ao meio rural e a igrejas evangélicas fundamentalistas.
______________
Deutsche Welle é a emissora internacional da Alemanha e produz jornalismo independente em 30 idiomas. Siga-nos no Facebook | Twitter | YouTube 
App | Instagram | Newsletter

LEIA MAIS