Servo fiel e coerente com uma ideia. Merece a ordem nacional, se já não tem...
Paulo Roberto de Almeida
Carlos Malamud: America Latina y la Defensa
Celso Amorim y su peculiar vision del mundo
Madrid, 9 octubre 2012
Resulta curioso que el representante de uno de los principales países impulsores de la Unasur, y con ella del Consejo Sudamericano de Defensa (CSD), realice una crítica de semejante naturaleza. Que se sepa, Cuba no forma parte de ninguna de las dos instituciones y la integración entre Unasur y la CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) de momento es bastante incipiente. Es más, nada indica que Unasur vaya a desaparecer para fortalecer a la CELAC, lo que sería una vía, quizá la más efectiva, para romper definitivamente el aislamiento de Cuba.
La política exterior brasileña inspirada en su momento por Amorim y su consuegro Samuel Pinheiro Guimaraes, con profundas raíces nacionalistas e incluso antiamericanas, buscaba hacer de América del Sur su feudo particular, una especie de fortaleza que excluía al resto de América Latina, comenzando por México y continuando por América Central y el Caribe. Actualmente las cosas han cambiado no porque se haya modificado sustancialmente la doctrina, sino en función de los importantes intereses económicos brasileños presentes en Cuba.
Para Amorim la cooperación interamericana en defensa “será tanto más efectiva cuanto más capaz sea de reconocer la heterogeneidad de las situaciones geopolíticas y geoestratégicas entre las diversas regiones y subregiones del continente americano”. Esta reflexión intenta incorporar a Cuba a un esquema de cooperación hemisférica, lo que implica borrar de un plumazo la historia militar de la Cuba revolucionaria. La idea sorprende aún más si se recuerda que hace 50 años fue Fidel Castroquien introdujo armas atómicas en América Latina y desencadenó una crisis que podría haber resultado fatal para todo el continente.
Hasta la caída de la Unión Soviética, el gobierno de La Habana se alineó claramente con uno de los dos bandos enfrentados en la Guerra Fría, al tiempo que las Fuerzas Armadas Revolucionarias intentaban exportar la revolución a prácticamente todos los países latinoamericanos. Y esto sin contar las aventuras militares en Angola o Mozambique. Está claro que hay una evidente heterogeneidad en materia de defensa, pero ésta no se saldará con el voluntarismo del que hace gala el ministro brasileño.
En la misma línea de las declaraciones anteriores, Amorim insistió en que “La verdadera solidaridad entre los países de las Américas pasa por el respeto a la pluralidad de nuestras circunstancias”. Ahora bien, una cosa es respetar la pluralidad de las circunstancias, que son muchas, y otra hacer tabla rasa del acervo democrático latinoamericano. Mercosur en su momento y Unasur después se dotaron de cláusulas democráticas. En base a ellas, por ejemplo, se suspendió a Paraguay de Mercosur después del juicio político que apartó a Fernando Lugo de la presidencia del país.
Para Amorim la democracia es una suerte de comodín que unas veces se defiende y otras no, dependiendo de quién se trate. Este pragmatismo cínico, muy propio de algunos nacionalistas brasileños, le causa un gran daño a la imagen internacional de Brasil. Según parece, en el caso de Cuba, la cláusula democrática es una minucia intrascendente, como también apuntó en su momentoNéstor Kirchner al comienzo de su mandato, quien planteó incluso la posibilidad de que el país caribeño ingresara en Mercosur.
Aprendi, lendo os escritos de um mestre em psicologia, que, assim como existe dependência física às drogas, sejam elas sólidas, líquidas, ou mesmo sob a forma de vapores, ocorrem vícios emocionais e intelectuais. O vício intelectual é o mais curioso deles, pois que se reveste de mecanismos de lógica, de interpretação dos fatos, do mascaramento, chamado de racionalização, uma espécie de justificativa para a manutenção do vício. Uma vez convencido de que o mundo está todo errado, o viciado se propõe a mudá-lo sem se arguir jamais sobre seu próprio estado de conhecimento, ou postura diante da vida. Como sua visão - entorpecida pelo vício - é a de um sujeito bom, humano, sensível, que somente deseja o bem da humanidade, ele admite matar, condenar, aprisionar todo e qualquer inimigo de suas convicções. Tudo é justificável para que ele não abandone sua dependência intelectual. Não há situação ridícula, ilógica, contraditória para o viciado. Uma espécie que, quando se coloca a teoria diante da realidade, ele fica com a teoria e manda às favas a realidade. Curiosamente jamais li ou ouvi de um psicólogo tradicional alguma alusão a esse estranho comportamento.
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