Una nota sobre los 200 años de relaciones diplomáticas formales entre Brasil y Colombia
Daniel Rojas
El 3 de febrero de 1827, en el Palacio Imperial de Río de Janeiro, se produjo un acontecimiento que marcó un hito en la historia diplomática sudamericana.
Ese día, el emperador Pedro I de Brasil recibió en audiencia al ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de Colombia, José Leandro Palacios, acompañado por el secretario de la legación, Juan María Gómez Pastor. Poco después, fue recibido José Domingos Cáceres como cónsul general y encargado de negocios del Perú.
La corte imperial, reunida en pleno junto al cuerpo diplomático acreditado, fue testigo de la presentación de credenciales y del discurso en que Colombia saludaba a un “soberano poderoso que entra[ba] en la sociedad de las nuevas naciones de América”. En esas palabras se evocaba ya la necesidad de respetar la independencia y la diversidad institucional de los pueblos del continente, según sus circunstancias particulares. La solemnidad del acto estuvo marcada por el luto de la corte, tras el fallecimiento de la emperatriz María Leopoldina, ocurrido dos meses antes.
Ese encuentro simboliza el inicio de las relaciones diplomáticas oficiales entre Colombia y Brasil, un vínculo que, a lo largo de dos siglos, ha atravesado momentos de acercamiento y de tensión, pero que jamás ha comprometido la seguridad existencial de nuestros Estados. Muy al contrario, abundan los gestos de buena voluntad y cooperación: desde el apoyo colombiano al ingreso de Brasil en el Consejo Permanente de la Sociedad de las Naciones, hasta la mediación brasileña en el conflicto colombo-peruano de 1932, que desembocó en el Protocolo de Río de Janeiro.
Por todo ello, quisiera subrayar ante ustedes la trascendencia del 3 de febrero de 2027, fecha en que se cumplirán doscientos años de este acto fundacional. Más que una efeméride puntual, se trata de una ocasión privilegiada para conmemorar dos siglos de diplomacia y de vínculos sudamericanos, para reflexionar juntos sobre los desafíos de nuestra región en el presente y en el porvenir y para celebrar la amistad y la cordialidad que han caracterizado las relaciones colombo-brasileñas.
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