O que é este blog?

Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

domingo, 29 de abril de 2012

Bolivarianismo echado a la mar... sin esperanza...

A morte de alguém é sempre algo triste. No caso de um líder nacional, ou até internacional, como Chávez, é dramática. E pode ter consequências imprevisíveis. É o que tenta argumentar o conhecido jornalista cubano, no exílio.
Paulo Roberto de Almeida 

Venezuela: Chavez enfermedad

La agonía de Hugo Chávez


Infolatam
Madrid, 28 abril 2012
Por CARLOS ALBERTO MONTANER
Sus médicos cubanos ya le comunicaron al presidente Hugo Chávez que muy probablemente no llegará vivo a las elecciones de octubre. No se trata de certezas, sino de una aproximación estadística. Las personas de su edad afectadas por el cáncer agresivo que padece, complicado por la metástasis generalizada que se ha desatado, suelen sobrevivir equis meses. A veces exceden el periodo o a veces no llegan. Sólo se trata de un macabro promedio.
Una de las primeras reacciones de Chávez fue llamar a un jefe de estado amigo para contárselo. A partir de ahora hará cosas cada vez más extrañas. Necesita, como cualquier persona moribunda, ánimo, compasión, palmadas cariñosas.
Una vieja amiga tanatóloga, especialista en ayudar a morir a los enfermos terminales, que ejerce su triste y necesaria profesión en un gran hospital, siempre insistía en que las gentes necesitan, por encima de todo, más que palabras de consuelo, que le aprieten la mano cuando se despiden de este mundo. Ese contacto final de piel a piel es misteriosamente reconfortante. Quita un poco el miedo que provoca asomarse a ese abismo insondable.
En efecto, las personas moribundas sufren de varios miedos diferentes. Le temen a la destrucción acelerada del cuerpo. Han vivido pendientes de él. Lo han cuidado, lavado, protegido, lo han enseñado con orgullo, y, de pronto, el deterioro, en lugar de ser paulatinamente perceptible, se presenta de sopetón como una pesadilla.
Las personas, especialmente las poderosas, además, le temen a la pérdida de autoridad sobre el propio yo. El enfermo terminal está a merced de los médicos, de los enfermeros, de los parientes. De una manera cruel, se invierten las relaciones de poder y el enfermo terminal sufre la indignidad de ser sometido por cualquiera con una bata blanca o por el familiar o amigo que le hace compañía. Vuelven a ser tratados como niños.
Y está el miedo al dolor. Ése es terrible y acarrea una consecuencia nefasta: el enfermo terminal subordina toda su existencia, la poca que le queda, a tratar de evitar esa experiencia. Se obsesiona con el dolor. Habla y piensa constantemente en eso. El resto de los temas dejan de ser importantes. Ante un dolor agudo, ¿quién piensa en el amor, en la responsabilidad o en lo que sea? ¿Qué hay más absorbente que el temor a un dolor penetrante?
Chávez advierte que tiene poco tiempo para la inmensa cantidad de asuntos que deja pendientes, pero súbitamente han cambiado sus prioridades. ¿Le importa mucho el destino de su revolución bolivariana a estas alturas de la vida o de la muerte? Tal vez no. Se sabe rodeado de bandidos dedicados al desfalco de los fondos públicos y de narcos generales que han echado las bases de un narcoestado. Con esa impresentable tropa no puede comparecer ante la posteridad. La revolución bolivariana fue un sueño trunco.
¿Le importa hoy, a las puertas de la muerte, aquel loco proyecto del socialismo del siglo XXI que nunca llegó a definir del todo, o que definió de tantas maneras que nadie tiene la menor idea de lo que está hablando? ¿Quién va a derrotar ahora al imperialismo yanqui y enterrar al capitalismo? ¿El limitado señor Nicolás Maduro? ¿El viejo pillín José Vicente Rangel? ¿Se cree alguien que Diosdado Cabello es un revolucionario idealista consagrado a la redención de la especie?
¿Puede Chávez dejarle a un albacea el encargo post mortem de que continúe ejerciendo la filantropía revolucionaria con Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros estados pedigüeños? Chávez es pródigo como nadie con el dinero de los venezolanos. Se ha comprado la fama a punta de bolívares. Le regala plata a candidatos extranjeros, a amigos, a cualquiera que pasa por Caracas y le hace un cuento. ¿Quién va a reproducir ese comportamiento dadivoso para cultivar su gloria tras su muerte?
¿Qué es, en suma, la revolución bolivariana? Chávez lo sabe y se lo lleva a la tumba con pesar: es sólo una nueva oligarquía política que saquea al país impunemente. Nada más. Si en algo Chávez recuerda a Bolívar, es en que también ha arado en el mar. Todo ha sido inútil. Su experimento revolucionario no será estudiado en las clases de Ciencias Políticas, sino en las de Criminología. Se morirá con esa pena. Es muy triste.

Carlos Alberto Montaner nació en La Habana en 1943. Es escritor y periodista. Ha sido profesor universitario y conferenciante en varias instituciones de América Latina y Estados Unidos. Es autor de unos quince títulos, entre los que se destacan sus libros de ensayos Doscientos años de gringos, La agonía de América, Libertad, la clave de la prosperidad, No perdamos también el siglo XXI y Viaje al corazón de Cuba. Es coautor de "Manual del perfecto idiota latinoamericano" y de "Fabricantes de miseria". Como narrador, ha publicado las novelas "Trama" y "Perromundo". Ha sido traducido al inglés, el italiano, el portugués y el ruso. Semanalmente varias docenas de diarios de América Latina, España y Estados Unidos reproducen su columna periodística. Vive en Madrid desde 1970. Es vicepresidente de la Internacional Liberal.

Site www.pralmeida.org: algumas estatisticas

Sempre esqueço -- ou quase nunca busco, o que dá no mesmo -- as estatísticas do meu site: http://www.pralmeida.org.
E portanto, ele se move, como diria Galileu. Se move e de vez em quando pula, mas eu raramente fico sabendo, pois eu mesmo não entro nele. Com essa mania avassaladora de blogs -- e outros instrumentos de comunicação, que pouco uso, justamente para não "perder" tempo de leitura -- acabo deixando um pouco o site de lado, tanto porque ele é mais custoso e demorado para uploadar (ops!) do que os blogs, onde tudo está prontinho para ser disponibilizado.
E não tenho estatísticas adequadas porque nunca coloquei um medidor adequado que me enviasse os dados regularmente.
Na verdade, não estou interessado em saber quantos entraram, mas sim o que buscaram, os curiosos, os necessitados, os desesperados que chegam ao site, pelas mais diversas vias, para tentar satisfazer necessidades urgentes -- não exatamente fisiológicas suponho -- de estudo, de pesquisa, de simples consulta rápida, para poder, em consequência, ajustar meus tiros, ou seja, o tipo de material disponibilizado no site.
Para saber isso, tenho obviamente de recorrer aos dados de visitas, o que é possível de fazer, quando me lembro, no site do provedor de espaço, que é o que fiz hoje.
Dentre os muitos dados ali constantes, selecionei apenas as visitas do mês de abril, até o dia 29, e fiz um recorte de alguns dados para minha própria informação. Aqui vão eles: 



Summary 
Reported periodMonth Apr 2012
First visit01 Apr 2012 - 00:02
Last visit29 Apr 2012 - 04:24
 Unique visitorsNumber of visitsPagesHitsBandwidth
Viewed traffic *16481
 
20900
(1.26 visits/visitor)
32032
(1.53 pages/visit)
76791
(3.67 hits/visit)
4.52 GB
(226.84 KB/visit)
Not viewed traffic *
 
32638390021.80 GB



Ou seja, tive mais de 16 mil visitantes, que "visitaram" 1,5 página a cada vez, dando quase 77 mil hits em algum arquivo do site.
Em outros quadros constato que tenho mais de 700 visitantes por dia, mas que a maioria deles não ficam muito tempo, alguns segundos apenas, o que deve indicar apenas os instrumentos de busca tipo Google.
As páginas e arquivos, ou assuntos, mais buscados se referem em grande parte das vezes aos guias para se fazer monografias, a termos como Brics, apostila econômica e temas afins:


como fazer uma monografia
como escrever uma monografia
caracteristicas brics


Eis as páginas ou arquivos mais acessados do meu site: 




2598
26.93 KB18521468
/05DocsPRA/1892GuiaMonografia.pdf174380.80 KB16141616
/05DocsPRA/1920BricsAduaneiras.pdf110599.39 KB989991
/05DocsPRA/1920BricsRoleEnglish.pdf67894.61 KB597589
/05DocsPRA/1257SociologiaSintese.pdf597104.95 KB507514
/05DocsPRA/1277HistorPlanejBrasil.pdf576161.86 KB506515
/05DocsPRA/1205GlobalizDesenv.pdf538119.75 KB427423
/04Temas/11academia/05materiais/apostilaeconomiabasica.doc513206.24 KB371372
/05DocsPRA/1091BrBlocosEconomicos.pdf505119.53 KB453455
/05DocsPRA/1606Dissertacao.pdf

Fico assim informado que meu site é mesmo demandado por estudantes desesperados por fazer algum trabalho escolar, ou terminar a sua monografia de fim de curso.
Vou ter de revisar os meus textos dessa área, para melhorar a apresentação e ajudar ainda um pouco mais os muito desesperados...
Mas não sei se ajudo, na verdade, ou se atrapalho, uma vez que meus requerimentos de trabalhos acadêmicos costumam ser muito altos, muito acima do que pedem alunos em sua busca superficial por um expediente rápido (geralmente mal feito) trabalho de conclusão de curso.
Bem, espero ter sido -- e continuar sendo -- útil aos frequentadores de meu site (e blog), como sempre motivados unicamente pelo espírito didático -- e essa vocação docente voluntária -- que anima todo este trabalho voluntário noite adentro.
Paulo Roberto de Almeida 

A eficiencia do Estado brasileiro: o mercado chegou antes do basico...

Sem comentários (e precisa?).

29/04/2012 - 09h35

Máquina de lavar chega ao sertão do Nordeste antes da água

DE SÃO PAULO
Hoje na FolhaO descompasso entre a implantação de infraestrutura hídrica e o crescimento da renda no semiárido nordestino fez surgir na região vítimas da seca que não têm água encanada, mas moram em casas com antenas parabólicas, TVs de LCD e até máquinas de lavar.
A informação é da reportagem de Fábio Guibu e Daniel Carvalho publicada na edição deste domingo da Folha. A reportagem completa está disponível a assinantes do jornal e do UOL, empresa controlada pelo Grupo Folha, que edita a Folha.
Segundo a FGV (Fundação Getúlio Vargas), a renda no Nordeste cresceu 42% entre 2001 e 2009. Já o número de domicílios com água encanada na zona rural aumentou apenas 6,9% entre 2000 e 2010, de acordo com o IBGE (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística).
Em Paranatama, no agreste de Pernambuco, o aposentado Serafim Raimundo da Silva, 76, mora na mesma casa desde criança. Era de taipa, virou de madeira e agora é de tijolo, conta. Na sala, há uma TV de LCD e, no quintal, a máquina de lavar roupa funciona com água de balde.
Joel Silva/Folhapress
Agricultor toma banho após recolher água para consumo em açúde em Paranatama, no agreste pernambucano
Agricultor toma banho após recolher água para consumo em açúde em Paranatama, no agreste pernambucano
Joel Silva/Folhapress
Serafim Raimundo Silva, 76, e sua mulher em seu sítio que tem parabólica e máquina de lavar em Pernambuco
Serafim Raimundo Silva, 76, e sua mulher em seu sítio que tem parabólica e máquina de lavar em Pernambuco

Livros disponiveis no Scielo, alem periodicos, dezenas deles


Livros acadêmicos na rede

Repositório de periódicos e artigos científicos na internet cresce e passa a publicar livros virtuais de livre acesso.
Livros acadêmicos na rede
O Scielo Livros disponibiliza obras acadêmicas editadas por instituições de pesquisa e já conta com 200 títulos. (imagem: reprodução)
A rede Scielo, maior repositório virtual de periódicos e artigos científicos de leitura livre do Brasil e do mundo, acaba de ganhar um novo ramo, o Scielo Livros, que contempla livros acadêmicos editados por instituições de pesquisa.
A página recém-inaugurada já conta com mais de 200 títulos, a maioria da área de ciências humanas e sociais, como história, sociologia, filosofia, literatura, letras, educação e arte.
A página recém-inaugurada já conta com mais de 200 títulos, a maioria da área de ciências humanas e sociais
Por enquanto, só estão disponíveis obras editadas pela Fundação Oswaldo Cruz, Universidade Federal da Bahia e Universidade Estadual Paulista, instituições que financiam o projeto. Mas um dos coordenadores da rede, Abel Packer, avisa que o Scielo Livros está aberto a publicações de outras editoras. “À medida que novas editoras adotem o Scielo, a coleção de livros cobrirá progressivamente as demais áreas do conhecimento”, diz.
A biblioteca virtual também vai abrir espaço para a venda de livros, cuja renda será revertida para a manutenção do site. Todas as obras são disponibilizadas em pdf e em ePUB, arquivo de livro eletrônico que permite a visualização em diferentes formatos de leitores digitais, de tablets asmartphones.
Assim como os periódicos no Scielo, os livros publicados pelo Scielo Livros são selecionados segundo um controle de qualidade aplicado por um comitê científico. Packer diz que a meta inicial do projeto é atingir uma média anual de dois mil livros a partir de 2014.
Para chegar à meta, a rede vai contar ainda com publicações estrangeiras, de países que já fazem parte do Scielo tradicional. Packer anuncia que uma proposta de participação será apresentada a Argentina e Colômbia ainda neste mês. “Queremos maximizar a visibilidade, a acessibilidade, o uso e o impacto da produção científica e acadêmica do Brasil e dos demais países que participam da rede Scielo”, completa.

Assista ao vídeo de divulgação do Scielo Livros


Sofia Moutinho
Ciência Hoje On-line

Imprensa: a brasileira e a internacional - Reinaldo Azevedo

Eu leio muito a imprensa internacional, cela va de soi. Enfim, a imprensa internacional que conta, não as teleguiadas por governos corruptos, venais, populistas e demagógicos, não as vendidas aos mesmos governos e a outros interesses escusos.
Ainda que os companheiros sempre condenem a "grande imprensa", a dos grandes meios de comunicação, eu os desafios a me mostrar sites, e veículos, onde se pode ler uma variedade de matérias -- políticas, econômicas, culturais -- de qualidade, sempre distinguindo o que deve ser distinguido:
1) News, ou seja, simples reportagem de fatos, objetivos, reportagens;
2) News analysis: mais do que a simples matéria, artigos de análise dos fatos por jornalistas de redação, não repórteres de terreno;
3) Editorial: todo grande jornal tem sua opinião, não necessariamente a do dono do jornal, mas a do seu Board editorial, do do seu Comitê de jornalistas, como é o caso de certos jornais "democráticos" (Le Monde);
4) Opinion: ou seja, artigos assinados por qualquer um que tenha coluna ou seja convidado ocasional, seja ou não jornalista, seja ou não empregado do jornal, ou simples recebedor de honorários.
Isso é o básico, mas existem muitas outras seções em jornais de prestígio, que eu também leio.
Se eu fosse fazer uma relação de todos os jornais, boletins, edições digitais e alertas de internet que recebo, todos os dias, para destrinchar e ler, creio que a lista seria muito longa. Mas deixem-me resumir o principal do que leio regularmente, ou diariamente:
The Economist (alertas da revista e consulta ao site); The New York Times (boletim diário e alertas direcionados, para Brasil, por exemplo); The Washington Post (boletins e alertas); Financial Times (boletins); Le Monde (três boletins, um semanal); Der Spiegel (seleção diária em inglês); The Wall Street Journal (boletim diário); Foreign Policy (diário); Foreign Affairs (semanal); e mais alguns outros que posso estar esquecendo (ocasionalmente acesso El País, Clarín, etc.).
Da imprensa brasileira, além dos inúmeros boletins que recebo ou acesso, diariamente (tipo MRE, Mundorama, etc.), acesso diariamente ou regularmente o Estadão, Globo, eventualmente a Folha e o Valor (mas suas matérias principais, analíticas, acabam chegando nos muitos boletins de interesse focado, em economia e relações internacionais, por exemplo).
Deixo de fora todos os think tanks de importância que me enviam com regularidade variável seus boletins e matérias (Daily Mises, Carnegie, Brookings, Institute for International Economics) e edições eletrônicas de veículos especializados (tipo The New York Review of Books, Magazine Littéraire e outros).
Aliás, recomendaria aos candidatos à carreira diplomática que procurassem receber (E LER, of course) alguns desses jornais e boletins, pois sempre teriam muito o que aprender em suas páginas (se não puderem todos, pelo menos alguns, tipo Economist, Financial Times, NYT e, um pouco menos, o Le Monde).
Deixo de fora todas as demais porcarias que também recebo, e até coisas de interesse, pois ligados a ONGs, think tanks especializados e até, vejam vocês, coisas dos companheiros, com interesse variável de minha parte.
Por que escrevo tudo isto? Bem, apenas para discorrer introdutoriamente sobre a matéria abaixo, que me parece ainda muito leniente com a imprensa brasileira, independentemente do fato das posições políticas do seu autor, um jornalista conhecido.
Mesmo sem tocar na vida pessoal ou pública dos políticos brasileiros, a imprensa brasileira é de baixa qualidade, pois distingue mal as categorias que enfatizei acima, e mesmo o colunismo é mais de opinião do que de análise das matérias de interesse. Isso para não falar do despreparo técnico de repórteres (minha opinião sobre eles é a pior possível, já que saindo de faculdades medíocres, criadas pela reserva de mercado profissional), e também do pouco profissionalismo de jornalistas consagrados.
Enfim, eu sou exigente, todos sabemos, mas tenho direito de ser exigente com a informação, base incontornável de análises e reflexões. Como sou um usuário compulsivo de todo tipo de fonte, para meu trabalho de analista e "historiador improvisado", sei que a qualidade dessa imprensa brasileira deixa muito a desejar.
Dito isto, deixo vocês com a matéria abaixo, que toca em apenas uma parte da "ruindade" da nossa imprensa.
Paulo Roberto de Almeida 



Reinaldo Azevedo, 29/04/2012

Agora que o inquérito sobre Demóstenes Torres foi tornado público — e vou aqui insistir para que se acabe com o falso sigilo de coisas assim: há sempre vazamentos selecionados por escroques — e que resta evidente que a “grande munição” contra a imprensa, com a qual Lula prometia o fim do mundo, era só pó de traque, cumpre fazer algumas considerações sobre a imprensa brasileira.
Desde que o PT chegou ao poder, a imprensa está sob ataque. Tudo ficou muito pior depois que veio à luz o escândalo do mensalão e que acadêmicos do PT, liderados por Marilena Chaui, inventaram a falsa tese da tentativa de golpe de estado. A maior contribuição desta estudiosa de Espinoza foi abrigar o pensamento de Delúbio Soares. O partido resolveu mobilizar contra a imprensa seus esbirros na Internet e montou um verdadeiro aparelho para intervir em portais, sites, blogs, redes sociais etc. Anúncios da administração direta e de estatais financiam a intervenção, o que é um acinte à democracia. É por isso que não publico aqui aqueles que chamo, desde sempre, “petralhas”. Não são indivíduos se manifestando, mas funcionários de uma organização. Alguns são remunerados. Outros não!
A campanha de difamação é intensa, embora os propósitos da canalha não tenham se realizado. Quem liderava antes continua a liderar — e com a mesma folga. O que há de novo na era petista é essa pistolagem que tenta contrastar a verdade dos fatos com uma “verdade alternativa” — que é um outro nome para a mentira.
Aqui e ali, de modo despropositado, falso mesmo!, diz-se que a imprensa brasileira não sabe distinguir o joio do trigo, que escolhe o caminho do sensacionalismo, que é injusta com o poder e com os poderosos. Isso é falso de várias maneiras combinadas. Se algum mal há no setor, é seu alinhamento meio burro, automático, com teses de esquerda — mas deixarei este aspecto de lado agora. A verdade é que a imprensa brasileira está entre as mais bem-comportadas do mundo democrático; talvez seja a mais compreensiva de todas.
Explico-me. A grande imprensa brasileira faz uma distinção radical, sem zonas cinzentas, entre o que é privado é o que é de interesse público. No texto em que trata dos princípios da VEJA, Eurípedes Alcântara, diretor de Redação, esmiúça o comportamento da revista — e, na verdade, de toda a grande imprensa — quanto a esse particular. Assim, se um jornalista recebe um arquivo com informações escabrosas sobre a vida sexual de um político por exemplo — refiro-me mesmo a evidências, provas —, isso não é publicado se o dito comportamento não estiver relacionado a algo que diga respeito ao interesse da coletividade ou que fira esses interesses.
Todo mundo sabe disso. Lula sabe disso. José Dirceu sabe disso.
Por que é assim? Porque se considera, no que eu chamaria de “cultura da imprensa brasileira”, que tal fato não é “político”. Se a grande imprensa brasileira quisesse ser sensacionalista, seria a maior — e melhor — imprensa sensacionalista do mundo. Por um bom tempo ao menos, até que houvesse uma mudança de hábitos. Olhem aqui: quem já se hospedou em alguns hotéis de Brasília — e não estou me referindo a puteiros, não! —, sabe que a capital federal rende quilômetros de textos sobre, como posso chamar?, desregramentos dos costumes de casados, solteiros, anfíbios… O mesmo vale para alguns restaurantes. E, no entanto, há uma espécie de compromisso tácito entre os políticos e  funcionários graduados e o jornalismo de que nada daquilo será notícia. Peçam a um congressista american que deixe um restaurante embrigado para vocês verem o que acontece. Em Brasília, isso é rotina. Tudo questão pessoal!
A grande imprensa brasileira tende a considerar que isso tudo é o joio. Para ser trigo, tem de envolver o interesse público. O jornalismo só se ocupou do filho que Renan Calheiros tinha fora do casamento quando se descobriu que era uma empreiteira que pagava a pensão à mãe da criança. Como ele era presidente do Senado, restava evidente que havia uma dimensão coletiva no que parecia ser apenas uma questão pessoal. Então se publicou.
Lula ficou furioso quando os negócios de Lulinha, o seu “Ronaldinho”, vieram a público. Disse que estavam mexendo com a sua família. Errado! Era a sua família — no caso, um de seus filhos — que estava mexendo com o estado ao receber alguns milhões da Telemar, uma concessionária de serviço público, de que o BNDES era sócio. Não fosse isso, ninguém se importaria se aquele ex-monitor de jardim zoológico tinha ou não se tornado um milionário.
José Dirceu, o consultor de empresas privadas que se esgueira em quartos de hotel, ficou bravo com as imagens que VEJA publicou na revista. Ora, estivesse ele recebendo, naquele ambiente, pessoas sem quaisquer vínculos com assuntos da República, ninguém teria dado um pio. Mas não! Com a sua folha corrida, mantinha encontros com o presidente da Petrobras, com o ministro do Desenvolvimento Industrial, com o líder do governo na Câmara… O Zé sabe muito bem que nem VEJA nem outro veículo qualquer teria publicado uma linha a respeito caso ele estivesse por ali para, sei lá, estripulias sexuais. No Brasil é assim. Mas não é assim no mundo, não!
No mundo
Lembram-se do “bunga bunga” de Berlusconi? Antes que surgissem as suspeitas sobre a idade e a procedência de algumas meninas — o que toca em questões de estado —, a vida dissoluta do então primeiro-ministro, estivesse ou não o interesse público envolvido, era alvo de constantes reportagens, com fotos, artigos, especulações etc. Algumas fotos tiveram que sair com aquele quadriculado ali na região entre o umbigo e as coxas…
Na Inglaterra, então, nem se fale. O escândalo que envolveu o ”The News of the World” não mudou a rotina dos tabloides, não. Aquele jornal cometeu crimes para fabricar notícia, coisa muito diferente de noticiar o que se sabe da vida pública ou privada de personalidades da política, da realeza e do mundo do espetáculo. Um arquivo que chegasse a uma redação com folguedos sexuais de um político seria simplesmente notícia. Ponto! Nem se discute se um político ou funcionário graduado flagrado em intimidades num hotel ou num restaurante com namorada (o) ou amante é ou não notícia. É.
Boa parte do establishment político brasileiro não sobreviveria  à imprensa americana, bem mais comedida do que a inglesa ou italiana, mas muito distante da nossa no que concerne a essa separação rígida entre o público e o privado. Os bacanas que reclamam do nosso jornalismo não sabem, na verdade, o paraíso em que vivem. Na maioria das democracias, compreende-se que o homem público praticamente não tem direito a algumas prerrogativas dos cidadãos privados. Um exemplo: se o “Indivíduo A” tem uma amante, isso só interessa a ele, a ela e à mulher traída. Se, no entanto, ele for um político, isso passa a ser, sim, do interesse coletivo porque se considera que ele representa uma coletividade. Como tal, não pode reivindicar o direito à privacidade. Nos EUA, sabemos, a categoria que mais fulmina pré-candidatos à Presidência são as amantes.
Fico cá me perguntando se, por exemplo, os americanos não acertam mais do que nós. Fico cá pensando se Brasília — refiro-me à Brasília como capital administrativa, não aos brasilienses — não seria um lugar de mais trabalho, de mais seriedade, de mais moralidade se os homens públicos soubessem que os jornalistas contarão tudo o que sabem e pronto! Sempre há a alternativa, é óbvio, de o sujeito de vida complicada decidir se manter na esfera privada, hipótese em que se ninguém tem de se meter com seus assunto.
Talvez isso, mais do que o Ficha Limpa — que tem muitas portas abertas para o drible e até para a chantagem (trato disso outra hora) —, contribuísse para melhorar a política. O candidato a homem (e mulher, claro) público teria muito claro: “Se a minha história não for reta e se eu não viver conforme digo que vivo, sei que vou quebrar a cara”. Sim, sempre haverá, na democracia, a possibilidade de alguém se apresentar ao eleitorado justamente como aquele que enfia o pé no jaca. Mas, nesse caso, o eleitor será previamente avisado. Se votar, votou. Notem que não há lei proibindo que um sujeito com amante ou que tenha feito uma suruba se candidate nos EUA. Pode se candidatar. Provavelmente, não será eleito. Uma certeza ele tem: se teve amante ou fez suruba e se a imprensa ficar sabendo, isso será notícia. No Brasil, nunca!
Generosa
A imprensa brasileira, a verdade é esta, está entre as menos sensacionalistas do mundo. Na verdade, ela acaba sendo tolerante em excesso com certos comportamentos que, embora privados na aparência, mesmo não estando relacionados a dinheiro público ou a princípios da administração pública, revelam, no entanto, o político de duas caras, o anfíbio, aquele que diz uma coisa e que faz outra. Há certos comportamentos individuas que são sintomas de mau-caratismo. No homem privado, problema dele e de quem com ele se relacionar; no homem público, pode ser indício de baixa qualidade da representação e de degradação da política.
“Mas me diga, Reinaldo, não pode haver um santarrão, com comportamento ilibado no terreno moral, que é, no entanto, um contumaz ladrão do dinheiro público?” Ora, gente, claro que sim! Assim como é possível existir um fauno, com uma penca de amantes, vivendo uma vida dissoluta, que não toca em um centavo do que é alheio. Mas acho que essa é tal curva do sino, entendem? Existe a minoria nos dois extremos. Mas me estendi demais nas eventuais virtudes de termos uma imprensa que conta tudo o que sabe sobre o homem público. Quero voltar ao ponto.
A grande imprensa brasileira é generosa, tolerante e paciente. Permite que o fauno se passe por santarrão se considerar que isso é só um problema privado. Uma coisa é certa: a classe política brasileira seria quase dizimada se tivesse de enfrentar uma imprensa americana ou inglesa. E ouso dizer que, num primeiro momento, nem seria por causa do trabalho disso que se convencionou chamar “jornalismo investigativo”, que tenta desvendar as artimanhas dos ladrões de dinheiro público. Bastariam uma câmera fotográfica e alguns arquivos que chegam às redações e que são descartados.
E eu lamento constatar que a nossa democracia não é melhor do que a democracia americana ou britânica. Só por causa disso? É claro que não! Mas também por causa disso. Se, amanhã, os grandes veículos anunciarem: “Vamos contar tudo”, aí vocês conhecerão o que é pânico.  E eu posso garantir que não farão mal nenhum aos brasileiros se forem pra casa.

Bolivia: um vizinho sempre complicado - OperaMundi


Brasil desloca militares após Bolívia expulsar brasileiros na fronteira

De acordo com os brasileiros, militares fardados bolivianos invadiram casas de ao menos dez famílias
OperaMundi, 28/04/2012
O Ministério da Defesa brasileiro deslocou uma tropa para o município de Capixaba (AC), a 70 quilômetros de Rio Branco, após o exército da Bolívia ter retomado o processo de expulsão de brasileiros. Além disso, o governo brasileiro fez um protesto formal ao Ministério de Relações Exteriores da Bolívia contra o que considera ser uma “ação inaceitável” das forças armadas do país vizinho.

Ontem (27), o encarregado de negócios da Embaixada do Brasil em La Paz, Eduardo Sabóia, foi recebido no Ministério das Relações Exteriores da Bolívia e o secretário-geral das Relações Exteriores, Ruy Nogueira, conversou com o vice-ministro de Relações Exteriores daquele país. Agora, o governo brasileiro aguarda uma resposta oficial do governo boliviano.

Existem mais de 500 colonos brasileiros na região do Alto Acre, que abrange os municípios de Capixaba, Acrelândia, Plácido de Castro, Epicilância, Brasiléia e Assis Brasil, de acordo com o Blog da Amazônia. Além dos colonos, existem 50 produtores rurais com pequenas fazendas, que variam de 100 a 300 hectares de pastagens.
De acordo com os brasileiros, militares fardados do Exército boliviano invadiram casas de ao menos dez famílias de colonos. Eles teriam expulsado famílias, se apropriado de bens, matado animais para consumo das tropas e ateado fogo em uma das casas. O grupo estaria agora na região em acampamentos e deu um ultimato de 15 dias para que os brasileiros deixem o local.

Segundo o secretário de Justiça e Direitos Humanos do Acre, Nilson Mourão, citado pelo O Globo, os membros do Exército chegaram a entrar em território brasileiro fardados e armados em busca de combustível e alimentos, o que contraria a legislação internacional, que impede essa movimentação sem notificação prévia ao país.

"O grave é que a Bolívia não parece empenhada em manter boas relações diplomáticas. Qualquer ação militar que envolva os exércitos dos dois países na fronteira deve ser comunicada, mas  nem o Exército Brasileiro, nem o Itamaraty e nem o governo do Acre foram informados da operação. A situação exige por parte da diplomacia brasileira um protesto forte junto aos diplomatas bolivianos", disse Mourãom ao Blog da Amazônia.

Os brasileiros se instalaram em região proibida pela legislação da Bolívia, que veta a moradia de estrangeiros em uma faixa de até 50km da fronteira. O grupo é formado por pequenos agricultores, que vivem da castanha e do açaí e também por criadores de gado. O reassentamento destas famílias já havia sido acordado entre os governos do Brasil e da Bolívia e vinha sendo colocado em prática de modo gradual. Cerca de 160 famílias já se mudaram, mas ainda existe um total estimado em 300 famílias na região.

Segundo Mourão, o governo brasileiro fez uma doação de 10 milhões de reais para que o país vizinho invista em desenvolvimento rural. "O Incra [Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária] já adquiriu terra para assentar cerca de 150 agricultores familiares, o que deve ser feito nos próximos meses", afirmou. Enquanto a situação não se resolve, os moradores buscaram abrigo nas casas de parentes e amigos em Capixaba.

Obama: um belicoso Premio Nobel da Paz - Peter Bergen (NYT)


The New York Times, April 28, 2012

Warrior in Chief

THE president who won the Nobel Peace Prize less than nine months after his inauguration has turned out to be one of the most militarily aggressive American leaders in decades.
Liberals helped to elect Barack Obama in part because of his opposition to the Iraq war, and probably don’t celebrate all of the president’s many military accomplishments. But they are sizable.
Mr. Obama decimated Al Qaeda’s leadership. He overthrew the Libyan dictator. He ramped up drone attacks in Pakistan, waged effective covert wars in Yemen and Somalia and authorized a threefold increase in the number of American troops in Afghanistan. He became the first president to authorize the assassination of a United States citizen, Anwar al-Awlaki, who was born in New Mexico and played an operational role in Al Qaeda, and was killed in an American drone strike in Yemen. And, of course, Mr. Obama ordered and oversaw the Navy SEAL raid that killed Osama bin Laden.
Ironically, the president used the Nobel Peace Prize acceptance speech as an occasion to articulate his philosophy of war. He made it very clear that his opposition to the Iraq war didn’t mean that he embraced pacifism — not at all.
“I face the world as it is, and cannot stand idle in the face of threats to the American people,” the president told the Nobel committee — and the world. “For make no mistake: Evil does exist in the world. A nonviolent movement could not have halted Hitler’s armies. Negotiations cannot convince Al Qaeda’s leaders to lay down their arms. To say that force is sometimes necessary is not a call to cynicism — it is a recognition of history, the imperfections of man, and the limits of reason.”
If those on the left were listening, they didn’t seem to care. The left, which had loudly condemned George W. Bush for waterboarding and due process violations at Guantánamo, was relatively quiet when the Obama administration, acting as judge and executioner, ordered more than 250 drone strikes in Pakistan since 2009, during which at least 1,400 lives were lost.
Mr. Obama’s readiness to use force — and his military record — have won him little support from the right. Despite countervailing evidence, most conservatives view the president as some kind of peacenik. From both the right and left, there has been a continuing, dramatic cognitive disconnect between Mr. Obama’s record and the public perception of his leadership: despite his demonstrated willingness to use force, neither side regards him as the warrior president he is.
Mr. Obama had firsthand experience of military efficacy and precision early in his presidency. Three months after his inauguration, Somali pirates held Richard Phillips, the American captain of the Maersk Alabama, hostage in the Indian Ocean. Authorized to use deadly force if Captain Phillips’s life was in danger, Navy SEALs parachuted to a nearby warship, and three sharpshooters, firing at night from a distance of 100 feet, killed the pirates without harming Captain Phillips.
“GREAT job,” Mr. Obama told William H. McRaven, the then vice admiral who oversaw the daring rescue mission and later the Bin Laden operation in Abbottabad, Pakistan. The SEAL rescue was the president’s first high-stakes decision involving the secretive counterterrorism units. But he would rely increasingly upon their capacities in the coming years.
Soon after Mr. Obama took office he reframed the fight against terrorism. Liberals wanted to cast anti-terrorism efforts in terms of global law enforcement — rather than war. The president didn’t choose this path and instead declared “war against Al Qaeda and its allies.” In switching rhetorical gears, Mr. Obama abandoned Mr. Bush’s vague and open-ended fight against terrorism in favor of a war with particular, violent jihadists.
The rhetorical shift had dramatic — non-rhetorical — consequences. Compare Mr. Obama’s use of drone strikes with that of his predecessor. During the Bush administration, there was an American drone attack in Pakistan every 43 days; during the first two years of the Obama administration, there was a drone strike there every four days. And two years into his presidency, the Nobel Peace Prize-winning president was engaged in conflicts in six Muslim countries: Iraq, Afghanistan, Pakistan, Somalia, Yemen and Libya. The man who went to Washington as an “antiwar” president was more Teddy Roosevelt than Jimmy Carter.
Consider the comparative speed with which Mr. Obama and his Democratic predecessor, Bill Clinton, opted for military intervention in various conflicts. Hesitant, perhaps, because of the Black Hawk Down disaster in Somalia in 1993, Mr. Clinton did nothing to stop what, at least by 1994, was evidently a genocidal campaign in Rwanda. And Bosnia was on the verge of genocidal collapse before Mr. Clinton decided — after two years of dithering — to intervene in that troubled area in the mid-1990s. In contrast, it took Mr. Obama only a few weeks to act in Libya in the spring of 2011 when Col. Muammar el-Qaddafi threatened to massacre large portions of the Libyan population. Mr. Obama went to the United Nations and NATO and set in motion the military campaign — roundly criticized by the left and the right — that toppled the Libyan dictator.
None of this should have surprised anyone who had paid close attention to what Mr. Obama said about the use of force during his presidential campaign. In an August 2007 speech on national security, he put the nation — and the world — on alert: “If we have actionable intelligence about high-value terrorist targets and President Musharraf won’t act, we will,” he said, referring to Pervez Musharraf, then president of Pakistan. He added, “I will not hesitate to use military force to take out terrorists who pose a direct threat to America.”
That’s about as clear a statement as can be. But Republicans and Democrats blasted Mr. Obama with equal intensity for suggesting that he would authorize unilateral military action in Pakistan to kill Bin Laden or other Al Qaeda leaders.
Hillary Rodham Clinton, then a Democratic rival for the presidential nomination, said, “I think it is a very big mistake to telegraph that.” Mitt Romney, vying for the Republican nomination, accused Mr. Obama of being a “Dr. Strangelove” who is “going to bomb our allies.” John McCain piled on: “Will we risk the confused leadership of an inexperienced candidate who once suggested bombing our ally, Pakistan?”
Once in office, Mr. Obama signed off on a large increase in the number of C.I.A. officers on the ground in Pakistan and an intensified campaign of drone warfare there; he also embraced the use of drones or covert military units in places like Syria and Yemen, where the United States was not engaged in traditional land warfare. (Mr. Bush, who first deployed C.I.A.-directed drones, did not do so on the scale that Mr. Obama did; and Mr. Obama, of course, had the benefit of significantly improved, more precise, drone technology.)
Nothing dramatizes Mr. Obama’s willingness to use hard power so well as his decision to send Navy SEAL Team 6 to Abbottabad, to take out Bin Laden. Had this risky operation failed, it would most likely have severely damaged Mr. Obama’s presidency — and legacy.
Mr. Obama’s advisers worried that a botched raid would disturb — or destroy — the United States-Pakistan relationship, which would make the war in Afghanistan more difficult to wage since so much American matériel had to travel through Pakistani airspace or ground routes.
The risks were enormous. A helicopter-borne assault could easily turn into a replay of the debacle in the Iranian desert in 1980, when Mr. Carter authorized a mission to release the American hostages in Tehran that ended with eight American servicemen dead and zero hostages freed.
SOME of Mr. Obama’s top advisers worried that the intelligence suggesting that Bin Laden was in the Abbottabad compound was circumstantial and much too flimsy to justify the risks involved. The deputy C.I.A. director, Michael J. Morell, had told the president that in terms of available data points, “the circumstantial evidence of Iraq having W.M.D. was actually stronger than evidence that Bin Laden was living in the Abbottabad compound.”
At the final National Security Council meeting to consider options connected to Bin Laden’s possible presence in the Abbottabad compound, Mr. Obama gave each of his advisers an opportunity to speak. When the president asked, “Where are you on this? What do you think?” so many officials prefaced their views by saying, “Mr. President, this is a very hard call,” that laughter erupted, providing a few moments of levity in the otherwise tense, two-hour meeting.
Asked his view, Vice President Joseph R. Biden Jr. said, “Mr. President, my suggestion is, don’t go.”
For the president, however, the potential rewards clearly outweighed all risk involved. “Even though I thought it was only 50-50 that Bin Laden was there, I thought it was worth us taking a shot,” he said. “And I said to myself that if we have a good chance of not completely defeating but badly disabling Al Qaeda, then it was worth both the political risks as well as the risks to our men.”
The following morning, on Friday, April 29, at 8:20 a.m. in the White House Diplomatic Reception Room, Mr. Obama gathered his key national security advisers in a semicircle around him and told them simply, “It’s a go.”
Three days later Bin Laden was dead.
The Bin Laden mission will surely resurface in the coming election; the campaign has already produced a 17-minute documentary that showcases the raid. This, combined with Mr. Obama’s record of military accomplishment, will make it hard for Mitt Romney to convince voters that Mr. Obama is a typical, weak-on-national-security Democrat. And, if Mr. Romney tries to portray Mr. Obama this way, he will very likely trap himself into calling for a war with Iran, which many Americans oppose.
Mr. Obama plans to be in Chicago for the NATO summit meeting in late May, just as the election campaign heats up. He’ll arrive knowing that the United States and Afghanistan have already agreed to a long-term strategic partnership that is likely to involve thousands of American soldiers in Afghanistan, in advisory roles, after combat operations end in 2014. (The details of the agreement are still being negotiated.) This should inoculate the president from would-be Romney charges that he is “abandoning” Afghanistan.
None of this suggests that Mr. Obama is trigger-happy or that, when considering the use of force, he is more likely to trust his gut than counsel provided during structured, often lengthy, deliberations with his National Security Council and other advisers. In instances in which the risks seem too great (military action against Iran) or the payoff too murky (some form of military intervention in Syria), Mr. Obama has repeatedly held America’s fire.
This said, it is clear that he has completely shaken the “Vietnam syndrome” that provided a lens through which a generation of Democratic leaders viewed military action. Still, the American public and chattering classes continue to regard the president as a thinker, not an actor; a negotiator, not a fighter.
What accounts for the strange, persistent cognitive dissonance about this president and his relation to military force? Does it stem from the campaign in which Mrs. Clinton repeatedly critiqued Mr. Obama for his stated willingness to negotiate with Iran and Cuba? Or is it because he can never quite shake the deliberative tone and mien of the constitutional law professor that he once was? Or because of his early opposition to the Iraq war? Whatever the causes, the president has embraced SEAL Team 6 rather than Code Pink, yet many continue to see him as the negotiator in chief rather than the warrior in chief that he actually is.
Peter L. Bergen is the director of the New America Foundation and the author of the forthcoming book “Manhunt: The Ten-Year Search for Bin Laden — From 9/11 to Abbottabad.”