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Diplomatizzando
Temas de relações internacionais, de política externa e de diplomacia brasileira, com ênfase em políticas econômicas, viagens, livros e cultura em geral. Um quilombo de resistência intelectual em defesa da racionalidade, da inteligência e das liberdades democráticas. Ver também minha página: www.pralmeida.net (em construção).
O que é este blog?
Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Meus livros podem ser vistos nas páginas da Amazon. Outras opiniões rápidas podem ser encontradas no Facebook ou no Threads. Grande parte de meus ensaios e artigos, inclusive livros inteiros, estão disponíveis em Academia.edu: https://unb.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida
Site pessoal: www.pralmeida.net.terça-feira, 9 de dezembro de 2025
Brazilian Foreign Policy beyond Itamaraty’s Insulation and Presidential Diplomacy, by Andrea Ribeiro Hoffmann (in Birle-Zilla book)
¿Giro a la (extrema) derecha en América latina? - Carlos Malamud Clarin
¿Giro a la (extrema) derecha en América latina?
La idea de los giros, o de las olas, no es nueva en la política latinoamericana.Carlos Malamud
Clarin, 7/12/2025
https://www.clarin.com/opinion/giro-extrema-derecha-america-latina_0_YYIgYJqO9Z.html
La presidencia de Javier Milei, Daniel Noboa, Santiago Peña y Nayib Bukele en Argentina, Ecuador, Paraguay y El Salvador ha disparado diversas interpretaciones sobre un giro a la derecha (o a la extrema derecha) en América Latina. Estas vienen reforzadas por el más que probable triunfo de José Antonio Kast en Chile y por la “nueva” política hemisférica de Donald Trump y su apoyo a la ultraderecha continental.
La idea de los giros, o de las olas, no es nueva en la política latinoamericana. Esta reemerge frecuentemente al socaire de una seguidilla de elecciones con final similar que llevan a conclusiones fáciles. Una vez acabado el período de gobiernos largos (de personas, partidos y hasta de familias), asociado al súper ciclo de las materias primas, los resultados electorales han estado condicionados por el voto de castigo al oficialismo, pero también por el calendario.
De ahí la importancia de considerar no solo quien gana las presidenciales, sino también quien es reelecto. Esto podría decir mucho sobre la forma en que las sociedades y sus opiniones públicas respaldan a sus gobernantes o si, por el contrario, están hartas de ellos.
En los últimos años ha habido pocas victorias oficialistas, algunas más merecidas que otras. Entre las más destacadas las de Bukele (tras una interpretación torticera de la Constitución para ser reelecto) y la de Luis Abinader, en República Dominicana. También las de Morena (Claudia Sheinbaum), México, y el Partido Colorado (Peña), Paraguay.
Los frecuentes golpes de péndulo no garantizan ningún giro, y menos en una dirección determinada. Importa no solo el sentido del movimiento sino también su duración, ya que la lealtad ideológica de muchos electores, y más en tiempos de redes sociales, es más bien volátil.
¿Cuántos argentinos votaron por Milei pensándose libertarios o seguidores de la escuela austríaca? Más bien pocos. ¿Cuántos salvadoreños votaron por Bukele tras adscribir a sus “nuevas ideas”, el nombre de su partido político? También pocos. Si unos y otros los siguieron fue por creer que era la mejor manera, agotadas otras opciones, de resolver angustias urgentes como la inflación o las amenazas constantes a su seguridad personal y la de sus familias.
En el actual contexto regional algunos elementos tienden a cuestionar el supuesto giro hacia posiciones extremadamente derechistas. Entre ellos la victoria de Rodrigo Paz en Bolivia (centro derecha) o la derrota de Noboa en todas las preguntas del referéndum para aprobar distintas reformas, incluyendo una nueva Constitución.
Tampoco hay en ninguna de las dos potencias regionales (México y Brasil) un gobierno de derecha, si bien en esta última habrá elecciones presidenciales en 2026. Entre los recientes resultados electorales hay que resaltar el triunfo del Frente Amplio de Yamandú Orsi en Uruguay.
Como sostiene Ascanio Cavallo, hay un factor importante que permitirá hablar de un giro hacia la derecha más radical, sostenido en el tiempo y políticamente consolidado. Éste pasa por el apoyo de Trump y por su deseo de constituir un potente electorado de extrema derecha tanto en América Latina como en Europa, siguiendo el modelo MAGA, lo que también dependerá de su permanencia (o de la de su proyecto) en el poder, después de 2028.
Su maniobra de respaldar a una determinada opción y luego amenazar con retirar su apoyo si ésta no triunfa puede convertirse en un clásico tras lo ocurrido en Argentina y en Honduras. Es, obviamente, un chantaje y una clara injerencia en la vida política de esos países.
A esto se suma la formación de redes e instancias cada vez más estructuradas y organizadas, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en sintonía con el MAGA, o el Foro de Madrid, alineado con la ultraderecha española de Vox y Santiago Abascal. La siembra hecha en su día por Steve Bannon, incluso antes de la pandemia, y su apuesta ultraconservadora parecen dar resultados concretos.
Desde inicios del siglo XXI hemos vivido varios giros en América Latina, comenzando en la primera década de la centuria por el famoso giro a la izquierda, u ola rosa, de clara influencia bolivariana, aunque con marcadas contradicciones entre sus integrantes. La segunda supuso una corrección respecto al movimiento anterior con el giro a la derecha encarnado por Sebastián Piñera, Iván Duque, Mauricio Macri y Luis Lacalle Pou.
Tras esto hubo un nuevo golpe de péndulo hacia la izquierda (con Gabriel Boric, Gustavo Petro, Sheinbaum y Lula III) para finalmente preguntarnos si estamos ante un giro a la extrema derecha. Trump lo intenta por todos los medios, inclusive dejando en libertad a un notorio narcotraficante, como el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández o lanzando acusaciones de fraude cuando pareció peligrar la victoria de su candidato en el mismo país.
De momento aún es pronto para dar una respuesta correcta. Solo el tiempo, las nuevas elecciones en América Latina (2026 será un año intenso en ese sentido) y el resultado de los comicios de medio término en Estados Unidos ofrecerá un poco más de claridad.
Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América de la UNED, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, España.
O marxismo confuciano de Xi Jinping - Xulio Rios (Observartorio de la Politica China)
Confucio & China: que dice Xi Jinping
De la segunda combinación al estado civilizacional
Xulio Ríos
Observatorio de la Politica China, 4/12/2025
Partido Comunista Chino Xi Jinping Pensamiento chino
Índice
El pensamiento clásico chino
La polémica relación del PCCh con el pensamiento clásico
¿Es Xi más confuciano o más legista?
Estado civilizacional y nueva forma de civilización humana
No solo el PCCh
Uno de los conceptos claves del mandato de Xi Jinping es la “segunda combinación”, una formulación ideológica central dentro de la actual etapa del pensamiento político chino. Se le considera parte integrante de las “dos combinaciones”, un marco formulado por el propio Xi para definir la evolución del marxismo en China.
La idea de las “dos combinaciones” se refiere, de una parte, a la adaptación de los principios básicos del marxismo con la realidad concreta de China, un precepto que se remonta a Mao Zedong y resume la adaptación del marxismo a las condiciones chinas, lo que dio origen al “socialismo con características chinas”. La “segunda combinación” sugiere combinar los principios básicos del marxismo con la cultura tradicional china. Esta es la innovación ideológica introducida por Xi Jinping.
El significado y las implicaciones políticas de esta formulación no son menores. Lo que Xi plantea es integrar el marxismo con los valores, la filosofía y las tradiciones culturales chinas (Confucio, el pensamiento legista, la armonía social, etc.). De esta forma, ansía reforzar la legitimidad cultural e ideológica del Partido Comunista de China (PCCh), presentando su pensamiento como una síntesis entre marxismo universal y cultura nacional. Es así como pretende promover una “sinización” más profunda del marxismo, es decir, un marxismo que ya no solo se adapta a las condiciones sociales y económicas de China, sino también a su identidad civilizatoria, sugiriendo un proyecto ideológico que busca construir una base cultural y moral propia para el socialismo chino del siglo XXI.
La aplicación de este enfoque de la “segunda combinación” en la política contemporánea china abarca numerosos ámbitos. Por ejemplo, en el plano ideológico y educativo, Xi ha promovido que la educación ideológica en China combine el estudio del marxismo con los valores del confucianismo y otras tradiciones clásicas. En sus discursos sobre la juventud (como el pronunciado en la Universidad de Beijing en 2021), instó a los estudiantes a “absorber la sabiduría del marxismo y la esencia moral de la cultura china”. En los nuevos manuales escolares se introducen textos clásicos como los Analectas de Confucio junto a extractos del Manifiesto Comunista. El objetivo es formar una “base espiritual” propia para el socialismo chino, no dependiente de ideas liberales.
En la moral pública y la ética social, Xi recurre a la “segunda combinación” para vincular el socialismo con características chinas a valores confucianos como la armonía, la rectitud, la benevolencia o la lealtad. Cuando en 2022, el Comité Central del PCCh publicó directrices sobre “la construcción de la moral socialista”, se citan expresamente dichos confucianos para definir la virtud ciudadana. Campañas en torno a “la civilización espiritual socialista” reinterpretan la ética tradicional para reforzar la autoridad moral del Partido.
En la política cultural y patrimonial, Xi ha insistido en que la cultura tradicional china es “el alma de la nación”, y su revitalización es parte del “gran rejuvenecimiento nacional”. En el informe al XX Congreso del Partido (2022), Xi vinculó la herencia cultural milenaria con la continuidad del socialismo, afirmando que “sin una base cultural sólida, el socialismo chino perdería sus raíces”. Ahora, el PCCh promueve proyectos de restauración de templos, festivales tradicionales y estudios clásicos como parte del “marxismo sinizado y contemporáneo”.
La ideología del proceso chino
China y España en el rincón de pensar
Situar a la región de Asia Pacífico a la vanguardia del esfuerzo conjunto por el desarrollo y la prosperidad mundial. | Discurso de Xi Jinping en la Cumbre de Directores Ejecutivos de APEC
El xiísmo no flaquea
Más allá de la política interna, en la diplomacia y el discurso internacional, esta idea de la “segunda combinación” también influye en cómo China se presenta ante el mundo. La “Xiplomacia” enfatiza conceptos como la armonía entre civilizaciones y la comunidad de destino compartido para la humanidad, ambos inspirados en ideas tradicionales confucianas. En foros como el G20 o la ONU, Xi cita proverbios chinos junto a referencias marxistas para mostrar una visión “propia” de la modernidad y el orden mundial.
En el pensamiento del PCCh, Xi ha dicho que la “segunda combinación” es la clave para la innovación teórica del marxismo chino contemporáneo y para que este disponga de raíces más profundas.
El pensamiento clásico chino
Cuando hablamos del «pensamiento clásico chino» nos referimos al conjunto de sistemas filosóficos, escuelas de pensamiento y obras fundamentales que se desarrollaron en China durante un período conocido como la «Era de las Cien Escuelas de Pensamiento» (770 a.n.e.-221), que abarca principalmente la dinastía Zhou y culmina con la dinastía Qin. No es una sola doctrina, sino un rico y diverso ecosistema intelectual que sentó las bases de toda la cultura, política, ética y cosmovisión china durante más de dos milenios.
Entre sus características principales, es indispensable tener en cuenta la preocupación por el orden social y la ética: a diferencia de la filosofía griega, que se centró mucho en la metafísica y la epistemología, el pensamiento chino clásico estaba primordialmente preocupado por una pregunta: ¿Cómo podemos vivir en armonía y crear una sociedad estable y próspera? Las cuestiones sobre el gobierno, la moral, las relaciones humanas y la conducta correcta eran centrales.
Conceptos como armonía, formulada como ideal supremo frente a la idea de confrontación, eran aplicados en la sociedad, en la familia, con la naturaleza y dentro de uno mismo. El enfoque está en el mundo humano y la vida presente. Lo divino y lo sobrenatural, aunque existían en la cultura popular, no eran el centro del debate filosófico. Los pensadores se ocupaban de la vida práctica y la conducta moral. Se tiende a ver el universo como un todo interconectado, donde las partes se definen por sus relaciones con las demás (por ejemplo, la relación entre gobernante y ministro, o entre padre e hijo). Igualmente, la importancia de la tradición y los antepasados conminaba a valorar el conocimiento de los antiguos sabios y gobernantes como modelos a seguir.
Aunque ciertamente ha habido más, como la Escuela de los Nombres (lógica y paradojas) o la Escuela del Yin-Yang y los Cinco Elementos, crucial para la medicina tradicional, las escuelas de pensamiento más influyentes nos remiten a las «Cuatro Escuelas» principales que definieron el pensamiento clásico: el confucianismo, el taoísmo, el legismo y el mohísmo.
Probablemente, es el confucianismo el que ha logrado una mayor visibilidad global. Las ideas centrales que transmite nos remiten a la benevolencia, la importancia de los ritos, la piedad filial, el ideal ético, la virtud como inspiración. Por el contrario, el taoísmo, centrado en el Dao, el camino, invita a actuar en armonía con el flujo natural de las cosas, no en contra. Apela a la simplicidad, la naturalidad y la relatividad. El legismo, abunda en un código de leyes claras, escritas y aplicadas por igual a todos. Fue esta filosofía la que permitió a Qin Shi Huang unificar China, promoviendo métodos y artes para que el gobernante mantenga su poder. Finalmente, el mohísmo contraría el amor jerárquico alentado por Confucio, apela al utilitarismo público o se opone a la guerra.
El pensamiento clásico no se extinguió. Durante la dinastía Han, el confucianismo se estableció como la ortodoxia estatal, pero absorbiendo ideas del legismo (en la estructura del estado) y del taoísmo (en su cosmología). Estos conceptos han moldeado la mentalidad, los valores familiares, la ética laboral y las relaciones sociales en China y gran parte de Asia Oriental (Corea, Japón, Vietnam). Y hoy día, conceptos como la armonía, la piedad filial, el guanxi (relaciones) y la búsqueda de un equilibrio entre acción (confuciana) y no-acción (taoísta) siguen siendo extremadamente relevantes para entender la sociedad china contemporánea.
El pensamiento clásico, por tanto, es el fundamento intelectual y moral de la civilización china, un diálogo milenario entre diferentes visiones sobre la vida, el buen gobierno y la relación del ser humano con el cosmos.
La polémica relación del PCCh con el pensamiento clásico
La relación del PCCh con el pensamiento tradicional chino ha sido muy cambiante, pasando de la ruptura casi total bajo Mao a una recuperación y reinterpretación bajo Xi.
Durante el periodo maoísta (1949-1976), el pensamiento tradicional chino —especialmente el confucianismo— fue visto como un obstáculo para la revolución socialista. La tradición feudal debía ser destruida. El confucianismo, con su énfasis en la jerarquía, la obediencia y la armonía social, se interpretaba como una ideología de clase dominante (de los terratenientes y de la vieja élite). Las campañas políticas estuvieron al orden del día en el maoísmo, como el Movimiento de Reforma del Pensamiento (1951-1952), que promovía la “reeducación” ideológica de los intelectuales, alejándolos del confucianismo y el taoísmo. Pero fue durante la Revolución Cultural (1966-1976) cuando se experimentó el momento de mayor agresividad, con el lanzamiento de la campaña “Criticar a Lin Biao y a Confucio” que derivó en que templos, tumbas y textos clásicos fueron destruidos o prohibidos. La cultura tradicional se identificó con el viejo orden feudal, en absoluta contradicción con el impulso revolucionario promovido por el maoísmo.
Desde los primeros años de la República Popular (1949 en adelante), Confucio fue presentado como la encarnación del pensamiento feudal, ese esquema de ideas que mantenía al pueblo encadenado a la servidumbre, impidiendo el progreso y sosteniendo el poder de los terratenientes. Para Mao, la historia de China debía entenderse como una lucha de clases milenaria, donde Confucio representaba a las clases explotadoras. El confucianismo era visto como una ideología de la conciliación, contraria a la “lucha revolucionaria”.
El movimiento “Criticar a Lin Biao y a Confucio” ( 1973-1975) fue la campaña política más dura contra la tradición china. Lin Biao, antiguo aliado de Mao y figura militar poderosa, murió en 1971 tras un intento fallido de golpe. Mao necesitaba reconstruir su autoridad y lanzó esta campaña para equiparar a Lin Biao con Confucio, ambos presentados como enemigos del pueblo y del progreso. La consigna era: “¡Abajo Confucio y todos los que, como él, quieren restaurar el antiguo mundo!”
Durante la Revolución Cultural (1966-1976), la lucha contra Confucio se convirtió en una guerra contra toda forma de herencia tradicional. Mediante una ruptura deliberada con el legado cultural chino, el PCCh quiso construir una nueva cultura socialista basada exclusivamente en la ideología revolucionaria y crear un hombre nuevo socialista, sin vínculos con el pasado imperial ni con las jerarquías morales confucianas.
Al acabar la Revolución Cultural, se había erradicado el confucianismo como referencia ética y educativa. Pero también se había debilitado el sentido de identidad histórica de la sociedad china.
Después de Mao, los líderes posteriores reconocieron que esa ruptura había dejado un importante vacío espiritual y moral. Este hueco fue uno de los motivos por los que Deng Xiaoping, al asumir el poder en 1978, promovió una rehabilitación gradual de Confucio como parte del “patrimonio cultural” de la nación. Deng apeló a la necesidad de “recuperar lo valioso del pasado”, sin abandonar el marxismo. En la misma etapa denguista, líderes como Jiang Zemin y Hu Jintao promovieron una cultura nacional “armoniosa”, reinterpretando a Confucio y presentándolo como símbolo de estabilidad y orden moral. Entonces, se reabrieron templos, se reeditaron los clásicos y el confucianismo fue parcialmente relegitimado como patrimonio cultural (no como doctrina política).
El denguismo en su conjunto, reinterpretó el confucianismo destacando su valor patrimonial. El propósito era reforzar la cohesión social y la identidad nacional durante la apertura económica y evitar que el vacío ideológico del posmaoísmo se llenara con influencias “occidentales”. El confucianismo pasó de ser considerado “enemigo de clase” a “recurso moral”.
Jiang Zemin (1989-2002) continuó la apertura, pero con mayor énfasis en la unidad cultural y la “civilización espiritual socialista”. Se promovieron valores como la armonía, la familia y el orden moral, de raíz confuciana. En los años 90 se celebraron congresos académicos sobre Confucio.
Por su parte, Hu Jintao (2002-2012) introduce el concepto de “sociedad armoniosa”, directamente inspirado en Confucio como ideal social. Los programas educativos y mediáticos se abonaron a la promoción de valores como la cortesía, la honestidad y la estabilidad familiar. Las celebraciones tradicionales y el estudio de los clásicos ganan terreno. El propósito es frenar el deterioro moral causado por las reformas y el materialismo y presentar un socialismo ético y ordenado. Aunque no sin tensiones, el confucianismo se normaliza progresivamente dentro del discurso político oficial.
También bajo Hu comienzan los Institutos Confucio (desde 2004), como instrumento de diplomacia cultural. La cultura tradicional pasa a ser la marca internacional de China, reforzando su “poder blando” (soft power) y el confucianismo reaparece como símbolo de “cultura nacional” compatible con el socialismo.
Xi (2012 en adelante) da un paso más: no solo rehabilita la tradición, sino que la integra dentro del marxismo, proclamando que ambas no son contradictorias, sino complementarias. Xi afirma que sin esa herencia —Confucio, Mencio, Laozi— no habría civilización china ni base moral para el socialismo. No es coexistencia de marxismo con la cultura tradicional, sino fusión de ambas.
A partir de entonces, se normalizan, por ejemplo, las citas confucianas en discursos oficiales y se aboga por una relectura moral de los clásicos: Analectas, Mencio, Gran Saber (Daxue), instituyendo las campañas educativas que enseñan a “amar al país y a la familia”, un principio confuciano adaptado al socialismo.
En última instancia, lo que Xi pretende es dar al socialismo chino una raíz civilizatoria propia y una legitimidad histórica adicional. En ese afán de crear un marxismo sinizado y culturalmente seguro, capaz de sostener el “rejuvenecimiento nacional”, el confucianismo deja de ser “pasado feudal” y pasa a ser base moral del socialismo contemporáneo.
¿Es Xi más confuciano o más legista?
Xi Jinping combina elementos de ambos, pero su práctica política y su concepción del poder son más legistas que confucianas, aunque recurra al confucianismo en el plano discursivo y moral.
En efecto, Xi ha promovido la rehabilitación del confucianismo como parte del “renacimiento cultural chino”. Habla de valores como la armonía, la familia, la moralidad pública, la lealtad al Estado, y el orden jerárquico. Ha impulsado la enseñanza de Confucio, las escuelas tradicionales y redoblado los Institutos Confucio en el extranjero. En sus discursos, cita a Confucio con frecuencia para legitimar la idea de una China con “sabiduría propia” y continuidad civilizatoria. En este sentido, el confucianismo de Xi sirve para construir legitimidad moral y cultural.
Sin embargo, el núcleo de su ejercicio del poder tiene una lógica claramente legista, heredera de pensadores como Han Feizi, abogando por la centralización absoluta del poder (el Partido está por encima de todo), la primacía de la ley y la disciplina sobre la moral individual, instituyendo una “jaula de regulaciones”; el control y vigilancia de las diversas formas de corrupción, el sistema de supervisión disciplinaria y la política de control social son instrumentos legistas.
La idea de que el gobernante debe usar la ley como herramienta de control, no como límite a su poder, es 100% legista y sirve para construir control político e institucional. Xi Jinping combina ambos marcos en una sintetización funcional: si el confucianismo legitima moral y culturalmente el poder (armonía, tradición, ética, jerarquía), el legismo lo hace operativo y eficiente (disciplina, control, eficacia, castigo).
Daniel A. Bell, autor de «The China Model: Political Meritocracy and the Limits of Democracy» (2015) considera que el sistema de Xi se presenta como meritocrático y confuciano, pero con tensiones evidentes. En su opinión, Xi invoca el confucianismo como ideal moral y legitimador, reivindicando la armonía social y la virtud del gobernante, pero su práctica política tiene rasgos legistas (control jerárquico, centralización, uso instrumental de la ley). Bell lo resume como un “modelo confuciano con instrumentos legistas”.
Yan Xuetong, autor de «Ancient Chinese Thought, Modern Chinese Power» (2011), uno de los teóricos más influyentes del “realismo moral” en relaciones internacionales, interpreta que la fuerza de China depende de combinar moral confuciana (deber, rectitud, benevolencia) con estrategia legista (orden, disciplina, ley). En su lectura, Xi busca restaurar un liderazgo moral, pero sin abandonar la coerción legista necesaria para mantener el orden. Yan no lo califica de “más confuciano” o “más legista”, sino de síntesis pragmática entre ambos.
Zhang Weiwei , autor de «The China Wave: Rise of a Civilizational State» (2012), defiende abiertamente el modelo de Xi como una continuación moderna del confucianismo estatal. A su juicio, el PCCh cumple hoy el rol del soberano confuciano, guiando moralmente al pueblo. No obstante, su lectura es más ideológica que analítica: justifica el modelo con el argumento de que la armonía necesita una autoridad fuerte. Zhang lo considera un confucianismo autoritario, no legismo puro.
La profesora Elizabeth Perry (Harvard University) destaca que Xi ha resucitado los métodos y discursos del legismo clásico: disciplina, control, sanción, y la idea de una ley subordinada al Estado. Sostiene que el “renacimiento confuciano” es más estético y simbólico que estructural: su función es cultural, no institucional. Para ella, Xi es esencialmente legista, con una fachada confuciana.
François Jullien, sinólogo y filósofo francés, en su análisis de la eficacia estratégica china (inspirada en Han Feizi) considera que se aplica muy bien al estilo de Xi: una política de control indirecto, adaptativa, que busca moldear el entorno. Xi actuaría más como un estratega legista que como un moralista confuciano.
Xi Jinping, por tanto, combina el confucianismo como legitimación moral y el legismo como lógica de gobierno. Pero, en la práctica del poder —la disciplina partidaria, el control social, la subordinación de la ley y el castigo ejemplar— predomina claramente el legismo.
Estado civilizacional y nueva forma de civilización humana
Pero el eco de esta acepción es mucho más amplia y de mayor calado. Se incrusta, en primer lugar, en la idea del “estado civilizacional”, basada en el argumento de que la larga historia de China y su profunda conexión con el pasado son incomparables a las de cualquier otra sociedad.
Si bien es verdad que la noción de «estado civilizatorio» está ausente del discurso oficial del partido, ha sido promovida intensamente por varios pensadores con estrechos vínculos con la cúpula durante la última década. Uno de los principales impulsores del término ha sido Zhang Weiwei, director del Instituto de Estudios Chinos de la Universidad de Fudan, quien en mayo de 2021 dirigió una sesión de estudio colectivo del Buró Político sobre la comunicación externa del país instando a la construcción de un «sistema de discurso y narrativa china» distintivo.
Zhang ha indagado en la explicación de qué distingue a China de otros estados. El «estado civilizacional» chino moderno, escribió, integra las fortalezas tanto de los «estados civilización» como de los «estados nación» y se caracteriza por los «cuatro súper» y los «cuatro únicos», refiriéndose en el primer caso a la enorme población de China, su vasto territorio, su larga tradición histórica y su profunda sabiduría cultural; y en el segundo a su idioma, política, sociedad y economía únicos.
Zhang Weiwei fue uno de los primeros en promover dentro de China la idea del “estado civilizacional”. Instando en contra de la adopción del «modelo occidental» en oposición al «modelo chino», Zhang dijo que el abandono de este último significaría perder «la mayor ventaja de nuestro ‘estado civilizatorio’, una fusión de una antigua civilización ininterrumpida de 5.000 años y una superpotencia moderna.
Ese discurso civilizacional se volvió central para la construcción de la legitimidad política del PCCh en los últimos años, combinando el argumento del «estado civilizacional» con el discurso político prevaleciente que afirma que China, bajo el PCCh y basándose en tradiciones antiguas, ha llegado a ser «una nueva forma de civilización humana” que pretende enriquecer al mundo bajo la «Iniciativa de Civilización Global» de Xi Jinping, ofreciendo apoyo histórico-cultural a nivel retórico para la apuesta de China por el liderazgo internacional.
Sun Zhengyu, profesor de filosofía en la Universidad de Jilin, ha sugerido que “el socialismo con características chinas no solo es un tema para el desarrollo en la China contemporánea, sino que también tiene un significado y valor positivos para construir una nueva forma de civilización humana”. Sun habla en términos elevados sobre el papel de la filosofía china: “La filosofía china contemporánea debe mantenerse a la altura de los tiempos y ser precursora del pensamiento”, señala, “para promover el cambio de la civilización humana a través de la innovación conceptual”.
China ha mejorado su poder duro, como la economía y el ejército, pero es más débil en poder blando, como un sistema de valores culturales que pueda conducir a una nueva forma de civilización humana y un sistema político ampliamente reconocido por la comunidad internacional.
La cuestión de los sistemas de valores culturales y la influencia global, es indispensale para materializar el «gran rejuvenecimiento» prometido por Xi Jinping, pero requiere de un marco teórico sólido para competir a nivel mundial.
La lógica detrás de esto podría resumirse esencialmente de la siguiente manera. De una parte, el desarrollo de China bajo el PCCh durante el siglo pasado, desde la miseria y la vergüenza hasta la centralidad global y el poder económico, ha sido un éxito inequívoco: la modernización al estilo chino. En segundo lugar, el proceso único de modernización creado y demostrado por el PCCh, que siempre tuvo en su núcleo las fortalezas de una civilización antigua y del marxismo adaptado localmente, ha dado lugar a algo enteramente nuevo en la historia humana y distinto de los modelos centrados en Occidente que hasta ahora han guiado al mundo: una nueva forma de civilización humana.
Por último, el hecho de los éxitos demostrados del PCCh y la resultante “nueva forma de civilización humana” (no occidental ni liberal) muestra no sólo que su liderazgo debe continuar en el país, sino que China bajo el PCCh es una potencia líder natural para el mundo multipolar emergente, dotándose de un mayor poder blando cultural.
Esta nueva lógica de construcción de legitimidad ha sido esencial para Xi Jinping, en particular, mientras consolidaba su poder y se preparaba para un tercer mandato como máximo líder de China. Tras el XX Congreso (2022), la «nueva forma de civilización humana» se ha convertido en un elemento fundamental del discurso del PCCh, presentándose como la culminación de las lecciones del milagroso desarrollo de China, arraigado en la ingeniosa combinación de la antigua civilización del país y su pensamiento político y económico marxista.
Las principales afirmaciones de la noción de una “nueva forma de civilización humana” se relacionan con la legitimidad del PCCh bajo el liderazgo de Xi Jinping. El concepto se ha vuelto central durante el tercer mandato de Xi para hilar las nociones más amplias del poder blando chino. En definitiva, la “nueva forma de civilización humana” de China puede entenderse tanto como un conjunto de valores que legitimen su liderazgo en el país, como igualmente, un conjunto coherente de valores aspiracionales que sirvan a los intereses estratégicos de China, en particular en el Sur Global.
No solo el PCCh
En origen, los movimientos modernizadores del siglo XIX en China no eran inherentemente contrarios al pensamiento clásico o tradicional. De hecho, su planteamiento inicial era precisamente salvar la esencia de la tradición china adoptando la tecnología occidental. Sin embargo, con el tiempo, este proceso llevó inevitablemente a una crisis y una reevaluación forzosa de ese pensamiento tradicional.
Hay una primera fase, inicial, a partir de las Guerras del Opio y la Rebelión Taiping, cuyo lema es «Aprendizaje de las técnicas extranjeras para repeler a los extranjeros», es decir, utilizar la tecnología de Occidente sin renunciar a las bases culturales propias. Entonces, el sistema de valores confuciano, la estructura política imperial, los clásicos literarios y filosóficos, y la superioridad cultural inherente de China era considerado inmutable e intocable. Por el contrario, la tecnología militar e industrial occidental (barcos de vapor, ferrocarriles, armas, fábricas) era solo un «instrumento» para fortalecer a China y expulsar a las potencias extranjeras.
En este enfoque podríamos incluir el Movimiento de Autofortalecimiento (1860-1890) liderado por figuras como Li Hongzhang y Zeng Guofan, cuyo objetivo declarado era «salvar la dinastía Qing» y, por extensión, el orden tradicional que representaba. En esta fase, no había un rechazo al pensamiento clásico. Al contrario, se creía que la tradición china era el «alma» y la tecnología occidental solo el «cuerpo».
A medida que estos esfuerzos técnicos resultaron insuficientes (como quedó dolorosamente claro en la Guerra Sino-Japonesa de 1894-1895, donde China fue derrotada por un Japón que sí se había modernizado de forma integral), los intelectuales comenzaron a cuestionar si el problema no era solo técnico, sino también cultural y político.
El Movimiento de Reforma de los Cien Días (1898) liderado por intelectuales como Kang Youwei y Liang Qichao, fue un salto cualitativo. Ya no se conformaban con la tecnología. Propusieron reformar el sistema político en una monarquía constitucional, modernizar el sistema educativo y basarse en modelos institucionales occidentales. En ese contexto, Kang Youwei reinterpretó los clásicos confucianos para argumentar que el propio Confucio había sido un reformista, intentando así usar la tradición para justificar el cambio. Sin embargo, para los conservadores de la corte, esto era una herejía y una traición al verdadero confucianismo. La emperatriz viuda Cixi aplastó el movimiento.
La Rebelión de los Bóxers (1899-1901) fue la reacción violenta y anti-extranjera desde la tradición más ortodoxa y popular, apoyada por la corte. Su fracaso demostró de manera definitiva que el aislacionismo y el rechazo total a la modernidad no eran una opción viable.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la situación era crítica. El fracaso de las reformas moderadas convenció a una nueva generación de que el problema era el sistema en su totalidad. Cuando la Revolución de Xinhai (1911) liderada por Sun Yat-sen derrocó a la dinastía Qing y estableció la república, este acto fue, en sí mismo, la negación más clara del pensamiento político tradicional basado en el «Mandato del Cielo» y el emperador.
Más tarde, el Movimiento de la Nueva Cultura (1915-1920s) fue el punto culminante del rechazo explícito al pensamiento tradicional. Intelectuales como Chen Duxiu, Li Dazhao y Lu Xun argumentaban que para salvar a China, había que erradicar el «cáncer» del confucianismo, que consideraban la causa de su atraso, sumisión y debilidad. Promovieron la «ciencia» y la «democracia» como valores totalmente nuevos para reemplazar a los antiguos.
Conclusión
El PCCh lidera un largo tránsito de reflexión que se remonta al siglo XIX acerca de identidad y modernización. No es solo que su despensa ideológica avance en una dimensión ecléctica sino también la construcción de su legitimidad y de los valores estatales que deben acompañar a la gran potencia del siglo XXI. A la par que reivindica el marxismo, Xi reconcilia al PCCh con los valores más profundos del país.
Integração Regional e as perspectivas do Mercosul - Webinar do IRICE e CARI - Embaixador Rubens Barbosa
WEBINAR
Integração Regional e as perspectivas do Mercosul12 de dezembro (sexta feira) às 17 h
O Instituto de Relações Internacionais e Comércio Exterior (IRICE), em parceria com o Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), convida para um encontro virtual que abordará o tema central:
Integração Regional e as perspectivas do Mercosul
Expositores:
Francisco de Santibañes
Presidente do Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales (CARI).
Ministro Rodrigo Bardoneschi
Diretor Nacional de Negociações Econômicas Internacionais do Ministério das Relações Exteriores da Argentina
Embaixador Rubén Ruffi
Diretor do MERCOSUL Institucional e Assuntos Políticos do MERCOSUL do Ministério das Relações Exteriores, Comércio Internacional e Culto.
Embaixador Francisco Cannabrava
Diretor do Departamento do Mercosul do Ministério das Relações Exteriores (MRE)
Embaixadora Daniela Arruda Benjamin
Diretora do Departamento de Integração Regional do Ministério das Relações Exteriores
A Short History on a K-like style - PRA, seguido da intrusão da Inteligência Artificial
Eu nem posso mais me divertir reservadamente, no meu estilo habitualmente discreto, que logo vem um expert em IA para destrinchar meus textos crípticos, como se fosse um bisturi eletrônico abrindo alguma cobaia de laboratório. Eis o resultado mais recente dessas exegeses aparentemente sérias. PRA
Entra ADL:
https://diplomatizzando.blogspot.com/2025/12/a-short-history-on-k-like-style-by-pra.html
" Z é um menino malvado. Está impedindo o titio T de ganhar um merecido prêmio por uma paz mais hobbesiana do que tolstoiana. Tudo isso porque P tropeçou em excesso de maquiavelismo de baixa extração e também porque esqueceu de ler direito seu Sun Tzu, o Clausewitz e o Aron. Ele pensou que seria um novo Napoleão e descobriu que seu Waterloo está mais próximo do que você pensa. Sua Santa Helena pode ser na Sibéria ou, pior, num país que já foi conquistado por um dos seus modelos de triste figura, um tal de H, que admirava seu colega S por ser mais duro de roer do que ele. E tudo isso a despeito da grande ajuda de seu amigo e devoto servidor T, que acaba de publicar um manual muito comentado: An Idiot's Guide about Practical Lessons on How to Destroy an Empire in Less Than Twelve Months (written with a little help from M and X). Os entendidos entenderão… (mas faltou um L) ".
O texto apresentado é uma análise geopolítica alegórica e codificada, que utiliza iniciais e referências históricas e filosóficas para comentar a atualidade, com foco na guerra entre Rússia e Ucrânia. A "análise" a seguir decodifica os personagens e conceitos à luz do cenário recente.
Decodificação dos Personagens e Conceitos
P: Refere-se a Vladimir Putin, presidente da Rússia. É descrito como alguém com excesso de "maquiavelismo de baixa extração" e ambições napoleônicas.
Z: Refere-se a Volodymyr Zelenskyy, presidente da Ucrânia, ou, de forma mais ampla, à resistência ucraniana. É caracterizado (ironicamente, na perspectiva do autor da citação original, que parece ser crítica a T e P) como o "menino malvado" que impede a paz.
H: Refere-se a Adolf Hitler, líder da Alemanha Nazista, um "modelo de triste figura" para P.
S: Refere-se a Josef Stalin, líder da União Soviética, admirado por H por ser mais "duro de roer".
T: É uma figura próxima a P, um "amigo e devoto servidor", que busca um "merecido prêmio por uma paz mais hobbesiana". A paz hobbesiana (de Thomas Hobbes) implica ordem e segurança através de um poder soberano absoluto e incontestável (neste caso, a subjugação da Ucrânia pela Rússia). A identidade exata de T é menos óbvia, mas pode representar um falcão russo proeminente ou talvez um aliado externo (como Donald Trump, que frequentemente fala em "paz" na Ucrânia e tem ligações com Putin) cuja visão de paz é alinhada com a força russa.
M e X: Possivelmente referem-se a figuras de influência ou conselheiros, talvez Maquiavel e Xi Jinping, ou talvez apenas figuras retóricas na composição do título do livro. [ERROU no M]
L: A letra que falta no final ("mas faltou um L") pode ser interpretada de várias maneiras: Lenin, Liderança, Lógica ou Luck (sorte). [ERROU no L]
Análise do Cenário Geopolítico Recente
O texto sugere que:
A Invasão foi um Erro de Cálculo: P (Putin) tropeçou em sua própria estratégia falha ("maquiavelismo de baixa extração") e não aplicou corretamente os princípios de mestres da estratégia militar como Sun Tzu, Clausewitz e Raymond Aron. A referência a Napoleão e Waterloo indica que P superestimou suas capacidades e que uma grande derrota é iminente.
O Objetivo da Guerra: O "prêmio" que T e P buscam é uma "paz mais hobbesiana do que tolstoiana". Isso contrasta a paz pela força e submissão (hobbesiana) com a paz pela não-violência ou reconciliação (tolstoiana, de Leo Tolstoy, autor de "Guerra e Paz"). Z (Zelenskyy/Ucrânia) resiste a essa imposição.
Destino de P: A "Santa Helena" (local de exílio de Napoleão) de P pode ser na Sibéria, ou pior, em um país que H (Hitler) já conquistou (sugerindo a própria Ucrânia, numa ironia de destino, embora historicamente H não "conquistou" a Ucrânia inteira de forma permanente, mas invadiu grande parte dela durante a Segunda Guerra Mundial).
A "Ajuda" de T: O "manual" satírico publicado por T, An Idiot's Guide about Practical Lessons on How to Destroy an Empire in Less Than Twelve Months, sugere que as ações conjuntas de P e T, longe de fortalecerem o império russo, estão na verdade a destruí-lo rapidamente.
A Peça que Falta: A falta do "L" indica uma falha crítica na operação ou na liderança de P e T, que pode ser a ausência de uma liderança eficaz, lógica ou mesmo sorte.
Em resumo, o texto é uma crítica mordaz e intelectualizada à estratégia e liderança russas na guerra da Ucrânia, prevendo um desfecho desastroso para Putin e seus aliados.
* Fonte (Gemini, a IA do Google):
https://www.google.com/search?q=%22+Z+%C3%A9+um+menino+malvado.+Est%C3%A1+impedindo+o+titio+T+de+ganhar+um+merecido+pr%C3%AAmio+por+uma+paz+mais+hobbesiana+do+que+tolstoiana.+Tudo+isso+porque+P+trope%C3%A7ou+em+excesso+de+maquiavelismo+de+baixa+extra%C3%A7%C3%A3o+e+tamb%C3%A9m+porque+esqueceu+de+ler+direito+seu+Sun+Tzu%2C+o+Clausewitz+e+o+Aron.+Ele+pensou+que+seria+um+novo+Napole%C3%A3o+e+descobriu+que+seu+Waterloo+est%C3%A1+mais+pr%C3%B3ximo+do+que+voc%C3%AA+pensa.+Sua+Santa+Helena+pode+ser+na+Sib%C3%A9ria+ou%2C+pior%2C+num+pa%C3%ADs+que+j%C3%A1+foi+conquistado+por+um+dos+seus+modelos+de+triste+figura%2C+um+tal+de+H%2C+que+admirava+seu+colega+S+por+ser+mais+duro+de+roer+do+que+ele.+E+tudo+isso+a+despeito+da+grande+ajuda+de+seu+amigo+e+devoto+servidor+T%2C+que+acaba+de+publicar+um+manual+muito+comentado%3A+An+Idiot%27s+Guide+about+Practical+Lessons+on+How+to+Destroy+an+Empire+in+Less+Than+Twelve+Months+%28written+with+a+little+help+from+M+and+X%29.+Os+entendidos+entender%C3%A3o%E2%80%A6+%28mas+faltou+um+L%29+%22.+ANALISE+O+TEXTO+ACIMA%2C+CONSIDERANDO+O+CEN%C3%81RIO+GEOPOL%C3%8DTICO+RECENTE.&rlz=1C2GCEA_enBR1094BR1098&sca_esv=834acf79ff0bb001&sxsrf=AE3TifNBn9ms6R8kKvJ5NAj92owICCrhNg%3A1765247990785&source=hp&ei=9os3ae_SLcPL1sQPpr_YgAw&iflsig=AOw8s4IAAAAAaTeaBsWopSb2btgjVqsjQFJr83X4BGl7&aep=22&udm=50&ved=0ahUKEwjvpbebva-RAxXDpZUCHaYfFsAQteYPCBI&oq=&gs_lp=Egdnd3Mtd2l6IgBIAFAAWABwAHgAkAEAmAEAoAEAqgEAuAEByAEAmAIAoAIAmAMAkgcAoAcAsgcAuAcAwgcAyAcAgAgA&sclient=gws-wiz&mstk=AUtExfA5yttBFuN12VsRqJVGxf3IXqLvq6YaPhkVRFi5vBboQ1H8AdEqBnxPfP3bRiZLf2itY0oiA8JCLobM4vvrGDvPW9DUN2BqS7hSxkUfqHmJ5zzPV87VN6l0xGgSdODm04kWK4hTdILFWEIJl6AfEUNE2vw2KG_k6FD8FxaopkvfOOme6VKZAEa-UufJYCswDUhef3P1Aj9aTNcpPvULmKCwwPRKnwhJXCPgjXbJQZi1iS9EN8Fnnf5IBCq9hdzdyGkMrKplHpK7liFnddZTwHf-cH77TnEh8_I&csuir=1&mtid=Qow3acijGozb1sQPxuPX-QY
segunda-feira, 8 de dezembro de 2025
A Paz como Projeto e Potência - Paulo Roberto de Almeida (Ateliê de Humanidades)
“Shame on America”, from Prime Minister of Poland Tusk
Prime Minister of Poland Tusk:
Dear American friends, Europe is your closest ally, not your problem. And we have common enemies. At least that's how it has been in the last 80 years. We need to stick to this, this is the only reasonable strategy of our common security. Unless something has changed.” Donald Tusk
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The United States and the Europeans, along with NATO, have done more to keep the world safe and out of war for 80 years as well as spread valuable western values throughout the world than any other institutions. For Trump, acting traitorously, to now try to blame Europe as somehow our enemy, and Russia, somebody to do business with is not just unbelievable, but incredibly naïve and dangerous. Trump will be gone in three years, and let’s hope we can finally start the long road to recovery where America regains her stature, the world‘s trust, is once again on the side of freedom loving people like the Ukrainians, against the evil genocidal Russians, and gets back to understanding that peace through strength works. Russia, China, Iran, and North Korea ARE the enemy. NOT Europe. Trump is truly a traitor to the west and our values.
The majority of the US believes in the support of NATO and Ukraine. We are aghast. Bluntly, we are a VERY SICK country right now, with no guarantee we will get better. I support whatever Europe feels it must do protect themselves and Ukraine.
SHAME ON AMERICA
Banks of China in Brazil and Brazilian Banks The capital of a new financial intelligence
Banks of China in Brazil and Brazilian BanksThe capital of a new financial intelligence.
A Short History on a K-like style - By PRA (adora abreviaturas)
A Short History on a K-like style
By PRA (adora abreviaturas)
Z é um menino malvado. Está impedindo o titio T de ganhar um merecido prêmio por uma paz mais hobbesiana do que tolstoiana. Tudo isso porque P tropeçou em excesso de maquiavelismo de baixa extração e também porque esqueceu de ler direito o seu Sun Tzu, o Clausewitz e o Aron. Achou que seria um novo Napoleão e descobriu que seu Waterloo está mais próximo do que se pensa. Sua Santa Helena pode ser na Sibéria ou, pior, num país que já foi conquistado por um dos seus modelos de triste figura, um tal de H, que admirava seu colega S por ser mais duro de roer do que ele. E tudo isso a despeito da grande ajuda de seu amigo e devoto servidor T, que acaba de publicar um manual muito comentado: An Idiot’s Guide about Practical Lessons on How to Destroy an Empire in Less Than Twelve Months (written with a little help from M and X).
Os entendidos entenderão… (mas faltou um L)
Putin deveria ter aceitado o acordo de Trump. Agora, a economia em colapso da Rússia pode levar à sua queda - Simon Tisdall (The Guardian)
Putin deveria ter aceitado o acordo de Trump. Agora, a economia em colapso da Rússia pode levar à sua queda
Simon Tisdall
The Guardian, 07 Dez 2025
A guerra contra a Ucrânia atingiu duramente os russos comuns, e a situação em deterioração tende a inflamar tensões.
As pessoas no Reino Unido que acham que são governadas por tolos deveriam olhar mais de perto para os presidentes da Rússia e dos Estados Unidos. Vladimir Putin está arruinando sistematicamente seu país. Sua guerra de escolha na Ucrânia é uma calamidade econômica, financeira, geopolítica e humana para a Rússia, que piora a cada dia. Por seus motivos obscuros, Donald Trump, outro perigo nacional, ofereceu-lhe uma tábua de salvação na semana passada. No entanto, Putin a rejeitou. Esses dois tolos merecem um ao outro.
Estava sobre a mesa em Moscou um acordo de “paz” que, em linhas gerais, recompensava a agressão da Rússia entregando grandes porções de território ucraniano, comprometendo a independência de Kyiv e enfraquecendo suas defesas contra futuros ataques. O acordo de Trump, se imposto, teria dividido os EUA e a Europa; rompido a Otan, talvez fatalmente; salvado a economia pária da Rússia; e provavelmente derrubado o governo de Volodymyr Zelenskyy.
Esses são objetivos-chave da guerra russa. Mas Putin, sofrendo de fantasias neo-imperiais e obsessões de legado, disse “não”. Ele acha que pode conseguir tudo — e mais — continuando a lutar. Ele convenceu o idiota Trump de que a vitória da Rússia é inevitável — e de que os europeus conspiradores são os verdadeiros fomentadores da guerra. Mas sua premissa é fundamentalmente falha. Fatos duros o contradizem. Quase quatro anos depois, ele ainda está preso na lama e no gelo de Donbas. E, em casa, as coisas começam a desmoronar.
Depois de dois anos de crescimento artificialmente impulsionado pelo aumento dos gastos militares, a receita de petróleo e gás da Rússia — que representa até 50% da receita do Estado — caiu 27% em relação ao ano anterior, e a recessão se aproxima. A inflação subiu para 8%; as taxas de juros ultrapassam 16%. O déficit orçamentário está aumentando, mais da metade do fundo soberano líquido da Rússia foi gasto desde 2022, os monopólios estatais enfrentam enormes dívidas, o investimento estrangeiro despencou, os custos de importação de bens estratégicos subiram 122%, e os impostos ao consumidor estão aumentando — tudo para financiar a guerra de Putin. Os russos até têm de pagar mais para afogar as mágoas: o preço da vodca subiu 5%.
A dor só aumenta. A Ucrânia identificou um ponto fraco: as refinarias, oleodutos e a “frota-sombra” de petroleiros russos que transportam exportações ilícitas. Um terceiro navio-tanque foi incendiado no Mar Negro na semana passada por ataques com drones navais. Kyiv está atingindo regularmente instalações de energia no interior da Rússia, causando pânico e escassez de combustível. Enquanto isso, as duas gigantes de energia russas, Rosneft e Lukoil, estão cambaleando à medida que compradores asiáticos, inclusive no mercado vital da China, correm para evitar sanções secundárias dos EUA.
A ruína econômica da Rússia promovida por Putin, embora ainda em andamento, é acompanhada por um declínio vertiginoso de influência geopolítica. Empantanhado na Ucrânia, Moscou só pôde observar enquanto a Síria, um aliado precioso no Oriente Médio, se voltou para o Ocidente, e o Irã sofreu ataques dos EUA e de Israel. Agora a Venezuela também procura apoio em vão. Os laços com a China foram virados de cabeça para baixo, com uma Rússia humilhada relegada ao papel de parceiro júnior dependente. Em visita à Índia na semana passada, Putin exibiu uma postura necessitada em um país que, após pressão dos EUA, agora boicota o petróleo russo.
A narrativa de que “a Rússia está vencendo” depende de supostos sucessos no campo de batalha. Yuri Ushakov, um dos assessores de Putin, afirmou que avanços territoriais recentes “impactaram positivamente” as negociações em Moscou — significando que teriam fortalecido a posição da Rússia. Isso é delirante. Os ganhos são marginais. Apesar de sua invasão-surpresa em grande escala e de vantagens esmagadoras em mão de obra e material bélico, Putin fracassou totalmente em subjugar a Ucrânia — um fracasso medido em números chocantes de baixas russas: mais de 280.000 mortos ou feridos apenas nos primeiros oito meses de 2025; cerca de um milhão no total.
Por quanto tempo o povo russo tolerará seu presidente-ditador assassino em massa — o envenenador de Salisbury, o criminoso de guerra indiciado — que, recusando todas as ofertas de paz, agora ameaça guerra com a Europa? Essa pergunta é fundamental. A disposição de Putin de arriscar a vida e o bem-estar dos russos comuns é mais do que evidente, simbolizada pelos cínicos bônus de alistamento e benefícios pagos a voluntários de infantaria de áreas rurais pobres — cuja expectativa média de vida na linha de frente é de 12 dias. Para piorar, os pagamentos foram reduzidos devido a cortes no orçamento.
Esses esquemas de dinheiro de sangue refletem profunda indiferença a problemas arraigados de pobreza e colapso demográfico, argumentou o jornalista independente Alexey Kovalev: “Os gastos militares mascaram temporariamente décadas de negligência, proporcionando mobilidade social por meio da carnificina.” Quando a luta finalmente parar, uma “vasta crise social” pode emergir, sugeriu ele — e o Kremlin teme isso, daí sua repressão à dissidência pública e online. Para Putin, essa é mais uma razão para não encerrar a guerra. Seus crimes contra seu próprio povo podem ainda ser sua ruína.
Um novo relatório de especialistas da LSE, Against the Clock: Why Russia’s War Economy is Running Out of Time, concluiu que, embora a guerra tenha “melhorado dramaticamente” a renda de 20% dos russos, ela é profundamente divisiva socialmente. “Para a maioria dos russos, a renda real caiu de 16% a 42%”, diz o estudo. Citando a rebelião do grupo Wagner em 2023, o relatório prevê que as condições econômicas em deterioração podem intensificar tensões “intra-elite e intra-regime”.
O mais recente fiasco de negociações dos EUA expôs mais uma vez a estratégia “idioticamente desequilibrada” de Trump para a Ucrânia. Apaziguando a Rússia desde o início, ele minou a Ucrânia ao atacar Zelenskyy e interromper o fornecimento de armas. A ânsia egotista de Trump de posar de pacificador e ganhar dinheiro rápido, sua escolha de parentes e comparsas ineptos como enviados amadores, e suas tentativas de marginalizar e afrontar a Europa ajudam e encorajam Putin.
A intromissão de Trump está prolongando a guerra. Ele deveria se retirar antes de causar mais danos — e a Europa (e a Otan) devem intervir com mais armas para a Ucrânia, empréstimos de reparação usando ativos russos confiscados, sanções energéticas plenamente aplicadas, respostas cinéticas mais duras a sabotagens e ataques cibernéticos, e uma determinação mais unida de ajudar a pôr fim à era de terror de Putin.
A nação russa é grande demais para fracassar. Sua orgulhosa história de luta mostra que ela não pode ser derrotada. Mas Putin pode. Ele está perdendo, não vencendo. E, cedo ou tarde, como os czares e totalitários de outrora, aquela mesma Rússia eterna cujo nome ele glorifica irá mastigá-lo e cuspir.
Simon Tisdall é comentarista de assuntos estrangeiros do Guardian.