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sexta-feira, 13 de março de 2020

OIT: 100 anos - Natan Elkin


Natan Elkin: https://natanelkin.wordpress.com/2019/10/20/segunda-contribucion-ilustrada-para-el-centenario-de-la-oit/

Segunda contribución ilustrada para el centenario de la OIT

English text, click here.
Texte en français, cliquez ici.
En el Quijote, se lee: “Nunca segunda partes fueron buenas”, lo que hubiese debido disuadirme de escribir esta segunda contribución luego del éxito rotundo de mi primera contribución al Centenario de la Organización Internacional del Trabajo.
El descubrimiento de nuevos testimonios fotográficos de los delegados latinoamericanos y el encuentro con Liza Burgos, descendiente del delegado de Panamá a la Conferencia de la Paz, han provocado estas líneas. La cabellera del doctor Martínez Ortiz, la mirada de Antonio Sánchez de Bustamante y el movimiento de la cabeza de Antonio Burgos mientras que Clemenceau habla a las delegaciones en el Trianon y en Saint Germain en Laye; justifican una nueva reflexión antes de que culmine el centenario de la OIT.
Además, mis investigaciones han descubierto la primera declaración sobre el futuro del futuro del trabajo pronunciada por un británico, el 14 de febrero de 1919. Mis fieles lectores descubrirán también que, el 1 de febrero de 1919, George L. Berry, más tarde Senador demócrata por Tennessee, estaba en la foto de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo.
En este documento, refresco las informaciones sobre el conde polaco Jota Zoltowski, y ofrezco la posibilidad de acceder al film de mi viaje por las tierras de los condes Potocki, recordando, en este año del centenario, el libro sobre las normas internacionales del trabajo que publicaron Geraldo Von Potobsky y Héctor Bartolomei.

Una nueva foto del doctor Martínez Ortiz

1919-01-25-Dr Martinez Ortiz en la apertura de la Conferencia de Paz
En el post anterior, desarrollé una tesis con dos hipótesis: la única foto de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo donde se podía admirar al delegado de Cuba, el doctor Rafael Martínez Ortiz, había sido tomada el sábado 25 de enero o el sábado 1 de febrero de 1919. En efecto, esos fueron los dos únicos días en que los cuales los distinguidos representantes de la República Checo-eslovaca (Edvard Benes) y el de Cuba (Rafael Martínez Ortiz) estuvieron presentes en las reuniones de la Conferencia de la Paz.
Siguiendo los pasos de Stanley Taylor, quien desarrolló una pasión por colocar en el sitio de los jubilados de la OIT su colección privada de L’Ilustration, me resolví yo también a buscar más documentos en la colección personal del periódico francés de mi suegra.
L’Ilustration cuenta que, el sábado 25 de enero de 1919, siendo las 3 de la tarde, Henri Poincaré, el presidente de la República, declaró abierta la Conferencia de la Paz, en el salón del Reloj del Ministerio de Relaciones Exteriores.
L’Illustration publica una elocuente descripción del momento:
Les peintres d’histoire éterniseront cette scène unique. Comme cadre, le ministère des Affaires étrangères. Plus précisément, le salon dit de l’Horloge, au rez-de-chaussée du ministère. On y accède par les deux perrons de la façade, quai d’Orsay. Le salon, comme l’ensemble des appartements, date du Second Empire. Il est rouge et or. Ses trois larges fenêtres, encadrées de rideaux de soie à ramages, ont vue sur la Seine et les Tuileries. Au fond, une immense cheminée de marbre dans laquelle est encastrée l’« horloge ». Face aux fenêtres, trois baies font communiquer le salon avec une galerie.
Rafael Martínez Ortiz aparece de espaldas, en el borde derecho de la foto, luciendo su tupida cabellera blanca. Con un poco de concentración, se distingue el inicio de su famoso bigote. Según el plano de la mesa en forma de herradura que publica L’Illustration, Martínez Ortiz ocupa la silla 29. Las sillas de los delegados de Guatemala y Panamá, que se encuentran en la otra parte de la herradura, permanecieron sin sus titulares, Joaquín Méndez y Antonio Burgos.
El Dr. Martínez Ortiz parece haber fijado su mirada en el teniente Mantoux, el intérprete del discurso de apertura pronunciado por Poincaré. Mientras que Martínez Ortiz sigue atento la declaración, le da la espalda y le deja admirar su tupida cabellera blanca al muy honorable Joao Pandiá Calógeras, quien será considerado como el “Clausewitz da Política Externa brasilera”. El colega de la derecha de Martínez Ortiz, Nicolas Politis, Ministro de Relaciones Exteriores de Grecia, deja pasar el tiempo de la interpretación del discurso para sumergirse en una lectura seguramente más productiva.

1919-01-18-Martinez Ortiz asiste a la apertura de la Conferencia de Paz-de espaldas pelo blanco muy tupido
Al frente de Martínez Ortiz, del otro lado de la mesa, se encuentran las tres sillas reservadas para la delegación belga, aunque ese día estaban presentes sólo dos delegados: Paul Hymans, el Ministro de Relaciones Exteriores, y Jules Van den Heuvel.
Al terminar el discurso de Poincaré, el Presidente Wilson propuso, y los presentes elevaron sus brazos en señal de aceptación, que Georges Clemenceau sea electo presidente de la Conferencia. El periodista de L´Illustration advirtió al lapsus del interprete quien hizo decir a Lloyd George que consideraba a Clemenceau como “le plus grand vieillard de France”  y luego rectificó diciendo que “M. Clemenceau est le plus grand jeune homme de la France”. El relato concluye así: Il ne reste plus aux délégués qu’à aller prendre, en commun, une tasse de thé. La grande journée s’achève dans une familiarité cordiale. La reunión concluyó a las 16 hs. 50.
La agenda de la conferencia tenía tres temas que pasarían a tratarse en comisiones: 1) responsabilidad de los autores de la guerra, 2) sanción para los crímenes cometidos durante la guerra, 3) legislación internacional del trabajo. Los tres eran temas novedosos, la agenda social tenía idéntica importancia que los asuntos militares.

Ante el Presidente Wilson, Barnes, en nombre del mundo del trabajo inglés, saluda « el alba que se levanta »

1919-01-L Illustration-Barnes au nom du monde du travail en Grande-Bretagne salue l aube qui se leve
En su edición del 22 de febrero de 1919, L’Illustration registró el instante en el que la naciente OIT focalizó la atención de los Líderes Máximos del momento. Antes de retornar a Washington, en la jornada del 14 de febrero de 1919, el Presidente Wilson leyó el texto de las disposiciones que se habían aprobado estableciendo la Sociedad de las Naciones.
El dibujo que presenta L’Illustration muestra al ministro Georges N. Barnes, uno de los líderes del partido laborista, « avec ses yeux très myopes, son visage honnête et vif », que declaró, con una energía tranquila, refiriéndose a la naciente OIT :
« Tu seras généreuse, désintéressée, altruiste, sans égoïsme impérialiste, tu te préoccuperas du salaire des ouvriers et des conditions de leur travail »
Vale la pena asegurar la traducción de estas palabras destinadas a la OIT que siguen siendo de actualidad: “Serás generosa, desinteresada, altruista, sin egoísmo imperialista, te ocuparás del salario de los obreros y de las condiciones de su trabajo”.
Georges N. Barnes, en 1919, fue el primer británico que produjo una declaración sobre el futuro del trabajo, consiguiendo la muy atenta atención de Wilson, Clemenceau y Balfour, y de las delegaciones presentes en la Conferencia de Paris.

Dos militares en la foto de la Comisión de Legislación Internacional del Trabajo del 1 de febrero de 1919

Siempre tuve la impresión que al menos dos personajes estaban de más en la foto de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo, dos personajes con uniformes militares, uno que se encuentra a la izquierda y el otro a la derecha, en la segunda línea de la foto.1919-02-01-Dos militares en la foto.png
El militar que aparece en la extrema izquierda de la segunda fila de la foto es un americano. La viñeta de los Archivos de la OIT decía que se trataba de “Gordon L. Berry”, y efectivamente existió un tal Gordon Lockwood Berry. El 7 de enero de 1932, el New York Times publicó una nota necrológica sobre Gordon Lockwood Berry recordando que, entre otras cosas, Gordon Lockwood Berry había trabajado para la Sociedad de las Naciones en la operación humanitaria que permitió trasladar 22 mil niños desde Turquía hacia Grecia.
Sin embargo, en los documentos publicados por el Office of the Historian del Departamento de Estado, en la “Labor Section of the American Commission at the Peace Conference”, figura un “Liaison Officer: Major George L. Berry, U. S. A.”.

George L. Berry, un Senador demócrata en el acto de nacimiento de la OIT

George L. Berry fue un destacado sindicalista, vinculado con Sam Gompers. George L. Berry fue también Senador por el Tennessee en 1937-1938. El resumen de su vida que publica el U.S. Senate es elocuente:
BERRY, George Leonard, a Senator from Tennessee; born in Lee Valley, Hawkins County, Tenn., September 12, 1882; attended the common schools; employed as a pressman from 1891 to 1907 in various cities; served during the First World War in the American Expeditionary Forces, with the rank of major, in the Railroad Transportation Engineers 1918-1919; president of the International Pressmen and Assistants’ Union of North America 1907-1948; also engaged in agricultural pursuits and banking; delegate to many national and international labor conventions; appointed on May 6, 1937, as a Democrat to the United States Senate to fill the vacancy caused by the death of Nathan L. Bachman and served from May 6, 1937, to November 8, 1938, when a successor was elected; unsuccessful candidate for nomination in 1938 to fill the vacancy; resumed the presidency of the International Pressmen and Assistants’ Union of North America, and also his agricultural pursuits at Pressmen’s Home, Tenn., until his death on December 4, 1948; interment in Pressmen’s Home Cemetery.
En este Centenario, con la amable asistencia de Fiona Rolian y otros ILO Friends en Facebook, la Organización ha logrado identificar fehacientemente otra de las personalidades de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo.
La trayectoria de George L. Berry debería haber sido más valorada en las festividades del Centenario. No hay muchos casos en los que una personalidad vinculada con la OIT haya ocupado una bancada en el Senado de los Estados Unidos.

Coronel Lister: ¿un agente del Komintern en la foto?

El personaje de la derecha de la foto tenía nombre de agente del Komitern: Coronel Lister, de quien se leen pestes en todos los libros sobre la Guerra Civil española y tampoco le dejó un buen recuerdo a mi querido Jorge Semprún. Imposible que un español, en uniforme, así sea con entrenamiento soviético, se haya colado en la Conferencia de la Paz.
La solución del enigma también se encuentra en L’Illustration, del 3 de mayo de 1919, que nos ofrece una foto de tres individuos, de cuerpo entero: el Coronel Lister, del ejército británico, el coronel francés Henry y el señor Oudaille. Estas tres personalidades se constituyeron en los jardines reales de Versalles para recibir a la delegación alemana convocada para firmar las condiciones de paz.
1919-05-03-Colonel Lister Colonel Henri et Oudaille attendent les delegations allemandes
El Coronel Lister de la foto de la Comisión de la Legislación Internacional fue el Lt. Col. Frederick Hamilton Lister (1880-1971). En los archivos militares se encuentra este excelente resumen:
Born 1880; educated at Radley College and Royal Military Academy, Woolwich; commissioned into Royal Artillery, 1900; seconded for service with the Punjab Frontier Force, India, 1902-1911; Capt, 1911; graduated from Staff College, Camberley, Surrey, 1914; served in World War One, 1914-1918; posted to General Staff, 1914; Maj, 1915; awarded DSO, 1916; General Staff Officer 1, British Mission, Belgian General Headquarters, Western Front, 1917; General Staff Officer 1, General Headquarters, France, 1917-1918; Brevet Lt Col, 1918; General Staff Officer 1 in charge of British Mission to 1 French Army, 1918; General Staff Officer 1, Supreme War Council, Versailles, 1918-1919; British Representative, Allied Mission, Enemy Delegations, Paris, 1919; service in South Russia as General Staff Officer 1, British Mission to White Russian Gen Anton Ivanovich Denikin, 1919-1920; accompanied French operations in the Rif Mountains, Morocco, 1926; Lt Col, 1927; retired 1931; member of HM’s Body Guard of the Honourable Corps of Gentlemen-at-Arms, 1932-1950; died 1971.
Aunque el pequeño coronel francés Henry oculta sus manos, no es el coronel Hubert Henry que había jugado un terrible papel en el Affaire Dreyfus y estaba bien muerto desde 1898. Las búsquedas de Bertrand M. me han permitido identificar a un militar llamado Edmond François Henri (1872-1931).

Los condes Zoltowski y Potobsky en Argentina

Desde la izquierda de la foto de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo, en la segunda línea donde se ubicó el futuro Senador George L. Berry (en uniforme militar americano), aparece Guy H. Oyster, el secretario privado de Sam Gompers, y luego encontramos al Conde Zoltowski.
En las actas de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo, se dice que el Conde Zoltowski respondía al nombre de Jean. ¿Cómo asegurar que el Conde Zbigniew Zoltowski, que fuera enterrado el 16 de febrero de 1973, en el calor sofocante y húmedo de la Recoleta, es la persona que soporta el frío parisino del 1 de febrero de 1919?
OIT Centenario-Condes en la Recoleta
Según las informaciones de los sitios especializados, la familia Zoltowski recibió tardíamente el título de conde, en 1840, lo que permite que se descarte la posibilidad de que los condes Zoltowski se hayan demasiado multiplicado, en 1919.
Las otras informaciones que encontré sobre el Conde Zbigniew apuntan en la misma dirección:
Polish diplomat and Count. He was Plenipotentiary Minister of Poland in the exile in Argentina, during the communist regime in his country. Together with his son Jan was able to bring humanitarian aid to Polish refugees in Europe through the Red Cross and also attended Polish political refugees in Argentina. He was awarded by the Polish Government in London with the great band of the Order of the Rebirth of Poland.
El título de conde de los Zoltowski se podía transmitir al primogénito lo que explica que, al anunciarse la muerte de su hijo, el 21 de abril de 1988, Jan Damascen Edmund, conservó el título de Conde (y de Caballero de la Orden de Malta). Jan es la versión en polaco de Jean, el nombre con que su padre se identificó en la Conferencia de Paz.
OIT CENTENARIO-Lazaro Costa
El Conde Jan se casó con una argentina cuyo nombre parece predestinado para celebrar el centenario de la OIT y el futuro del trabajo: María Luz.
Contrariamente a su distinguido suegro que participó en la redacción del fundamento constitucional de la OIT, les tres familias que constituyen el apellido de María Luz – las familias Obligado, Nazar y Anchorena; no dejaron un recuerdo particular de su contribución a la justicia social. La explotación plena y productiva de sus estancias en la pampa húmeda hubiese permitido reducir sensiblemente el hambre en el mundo.
En todo caso, otro digno representante de una familia condal polaca tuvo mucho que ver con las normas internacionales del trabajo, como lo atestigua este libro publicado en Buenos Aires en 1990. Geraldo W. Von Potobsky, fue jefe del servicio de la libertad sindical,  conocido en la Oficina con la apelación controlada Von Pot.
Libro Von Potobsky
En el siglo XIII, los condes Potocki tenían el dominio de la Galicia, vastos territorios donde las comunidades judías se establecieron durante siglos, hasta haber sido sistemáticamente exterminadas entre 1939 y 1945.
¿Por qué el libro publicado por un descendiente argentino de los condes Potocki y mi amigo Héctor Bartolomei, con el prólogo del Dr Ruda (Presidente de la Corte Internacional de Justicia y de la Comisión de Expertos) debe figurar en esta nota sobre el Centenario de la OIT? La respuesta se encuentra en la película de mi viaje por Galicia (actualmente en Ucrania) y Besarabia (actualmente Moldavia), territorios que habían pertenecido a los condes Potocki, donde luego de haberse practicado los crímenes más atroces, surgieron los conceptos de genocidio y de crímenes contra la humanidad. En el mismo recorrido, en Besaravia, visité las localidades de donde proviene la familia del Ministro de Justicia que abolió la pena de muerte en Francia.

En el Trianon: la remisión de las condiciones de paz a los plenipotenciarios alemanes

En el libro Contrastes europeos y orientación americana, publicado en Roma, en 1925, Antonio Burgos recuerda que fue “este uno de los actos más emocionantes a que he asistido en el curso de mi vida. Frente a la entrada principal del histórico palacio, un vistoso regimiento francés rendía honores militares a cada delegación que entraba en él; ujieres con el uniforme tradicional conducían cortésmente a la sala de reunión a los plenipotenciarios aliados. El local destinado a la sesión carecía de suntuosidad: ricas cortinas de damasco, una sencilla tapicería adornada por algún retrato histórico y en el centro una larga mesa en forma de herradura. Ocupaba puesto en la parte superior de la mesa Clemenceau, con Wilson a la derecha y Lloyd George a la izquierda; las otras delegaciones aliadas tomaron asiento en los lados de la herradura; en el extremo inferior de ésta, se notaban ocho o nueve puestos vacíos: debían llenarlos los plenipotenciarios alemanes”.
Sin embargo, apenas iniciada la ceremonia, Antonio Burgos, lúcido diplomático de una joven República, cavilaba sobre las consecuencias de los acontecimientos que estaba presenciando.
1919-06-en el Trianon-Bustos Clemenceau
Mientras Clemenceau pronuncia su discurso, Antonio Sánchez de Bustamante, sentado al final del lado izquierdo de la herradura, con su barba y bigote blancos, tiene puesta su mirada sobre el dirigente francés. A su lado, mirando al frente, se distingue apenas la silueta de Joaquín Méndez (Guatemala), luego vienen el delegado de Haití, Tertuliano Guilbaud; el expresidente de Honduras, Policarpio Bonilla; el delegado de Liberia (Charles D. B. King), y de Nicaragua, un Chamorro. Al igual que Antonio y Tertuliano, Salvador Chamorro tienen la mirada puesta en Clemenceau.
El único delegado que ostentosamente evita mirar a Clemenceau, doblando su cabeza hacia el lado donde se encuentra la delegación alemana, es Antonio Burgos, Panamá.
1919-06-06-Don Antonio tourne Clemenceau
Muy pocos años después, Antonio Burgos consideró que “los absurdos que contiene el Tratado de Versalles fueron anunciados al mundo desde que dicho documento era apenas un proyecto que se discutía entre los interesados. Los hechos que se han desarrollado después uno tras otro, han venido a confirmar aquellas fundadas previsiones de los que lo criticaron”. Para sostener esta posición, Burgos se apoya en sus propias impresiones y en las publicaciones de tres eminentes europeos: Europa senza pace, de Francesco Saverio Nitti; las memorias de David Lloyd George y The Economic Consequences of the Peace, de John Maynard Keynes.

En el Salón de la Edad de Piedra:  la remisión de las condiciones de paz a los plenipotenciarios austríacos


1919-06-07-Don Antonio-J Mendez en el Chateau de St Germain en Laye

L’Illustration da cuenta, en su edición del 7 de junio de 1919, del acto en el que se entregaron a los plenipotenciarios austríacos las condiciones de paz en el Castillo de Saint-Germain-en-Laye:
[…] C´est une étrange pièce qui porte à l´entrée cette indication gravée : « Salle de l´âge de pierre ». Il y avait là des collections d´ossements préhistoriques qu´on a enlevées pour la circonstance. Mais on a laissé des cartes murales représentant la Gaule à l´époque des cavernes et aussi des pancartes où on lit : « Alluvions quaternaires », « Ossements d´animaux d´espèces éteintes ». Bizarre mélange d´un présent dramatique et d´un obscur passé enfui dans le silence des siècles » […]
Del lado izquierdo de la herradura, en la imagen siguiente se distingue de frente a Antonio Sánchez de Bustamante, con la mirada fija en la cámara, con su barba y bigotes blancos, sentado en la segunda fila, en el cuarto asiento, del lado izquierdo de la herradura que constituye la mesa de las delegaciones vencedoras. Joaquín Méndez, el delegado de Guatemala, está sentado a la izquierda de don Antonio, leyendo imperturbable un documento, sin prestarle atención al discurso de Clemenceau.
1919-06-07-Don Antonio J Mendez extracto
La foto no permite distinguir a Burgos ubicado en la misma hilera que Méndez y Sánchez de Bustamante, en el tercer asiento contando desde la mesa presidencial.
Wikipedia cuenta una linda historia sobre Joaquín Méndez. En 1914, Méndez era embajador en los Estados Unidos cuando se enteró que Rubén Darío se encontraba varado en Nueva York. Darío había intentado ganarse la vida dando conferencias para promover la paz en Europa.
En uno de los trabajos publicados en los Studia in honorem Lía Schwartz (Universidad de A Coruña, 2019), se corroboran las informaciones sobre la aventura pacifista que intentó Rubén Darío al llegar a Nueva York a fines de 1914. Después de haber vivido tres años en París, y abandonado a su mujer e hijo en Barcelona, Rubén Darío y Alejandro Bermúdez, su secretario, presentan a Archer Milton Huntington una propuesta de proyecto: “PROPAGANDA PARA LA PAZ A TRAVES DEL CONTINENTE AMERICANO”.
Los dos intrépidos nicaragüenses buscan financiar 46 conferencias destinadas a denunciar la indescriptible carnicería europea y actuar en favor de la paz, la cual debe ser “el ideal supremo de todo hombre de bien y la más alta aspiración de los pueblos”. Las conferencias harían visible “la necesidad de que los pueblos americanos, encabezados por los Estados Unidos y de acuerdo con España, sean los primeros gestores de la paz europea, ya que las circunstancias especiales favorecen tan elevados y plausibles propósitos”.
Anticipándose a la tarea cotidiana de todo funcionario internacional que se precie, la suma solicitada para dictar 46 conferencias fue de 50 mil dólares de la época, es decir, algo más de un millón doscientos mil dólares, en agosto de 2018, según los cálculos precisos que hizo el profesor Alison Maginn, de la Monmouth University, en Rubén Darío’s Final Chapter: Archer Milton Huntington and the Hispanic Society, uno de los estudios reunidos en honor de Lía Schwartz, mi tía. Quienes hayan llegado al final de la película de mi viaje por Galicia y Besarabia han visto extractos del homenaje a Lía que se realizó en Nueva York, el 30 de abril de 2019, en el Instituto Cervantes.
Pese a los intentos de Hutington, en abril de 1915, Rubén Darío se encontró enfermo y sin recursos en Nueva York. Tres personas lo cuidaron: un pobre y desconocido colombiano, Juan Arana Turrol; un nicaragüense, Salomón de la Selva (1893-1959), poeta, soldado británico durante la Gran Guerra y dirigente sindical junto a Sam Gompers, Salomón crea sindicatos en Nicaragua y México- la muerte lo sorprende a Salomón en Paris como embajador de Somoza; y Joaquín Méndez, el embajador de Guatemala.
Gracias al empeño personal de Joaquín Méndez, y a la generosidad del gobierno guatemalteco, Darío se instala en Guatemala en abril de 1915 y luego de unos meses regresa a Nicaragua para morir, según relata Eddy Kuhl, en Aventura pacifista de Rubén Darío en Nueva York en 1914-1915, Revista de temas nicaragüenses (marzo de 2012).

Quisiera concluir con una nota de poesía…

Pese a las incertidumbres materiales, el 4 de febrero de 1915, en el Havemeyer Hall de Columbia University, Rubén Darío leyó ¡Pax!, un poema que contiene esta estrofa:
Se grita: ¡Guerra Santa!
acercando el puñal a la garganta,
o sacando la espada de la vaina;
y en el nombre de Dios,
casas de Dios en Reims y Lovaina
¡las derrumba el obús 42!…
Aprovechando la celebración del armisticio del 11 de noviembre de 1918 que formalmente había puesto final a las hostilidades de la Gran Guerra; en noviembre de 1976, pasando por Reims, viajé desde Lovaina a Paris. Como cuento de manera recurrente, en París, inicié el romance que perdura con una joven parisina.
La catedral de Reims fue efectivamente bombardeada. Sin embargo, no fue una casa de Dios, sino la biblioteca de la universidad católica que destruyeron los obuses imperiales, como bien sabemos todos los latinos que llegamos a Lovaina en los años Setenta.
En este año del Centenario, quisiera que también perdure el nombre y el recuerdo de los valerosos miembros de la Comisión de la Legislación Internacional del Trabajo que se reunieron el 1 de febrero de 1919 en Paris para redactar la Constitución de la OIT.
Los cubanos distribuían azúcar y soñaban con crear hospicios para los huérfanos de guerra belgas y franceses. Rubén Darío luchaba, con sus poemas, por la paz en el mundo.
La paz universal y duradera con justicia social como queda escrito en el frontón de la OIT para los próximos cien años.

quinta-feira, 27 de junho de 2019

Social justice in the Treaty of Versailles: a very brief history - Ingo Venzke (Social Europe)

Social justice in the Treaty of Versailles: a very brief history

The centenary of the Treaty of Versailles should remind us how closely it connected the fragile promise of peace to the quest for social justice. 
Treaty of Versailles
Ingo Venzke
The Treaty of Versailles, which settled the scores after World War I, also set up the International Labour Organization (ILO) to work towards social justice. The treaty asserted that ‘universal and lasting peace can be established only if it is based upon social justice’. In the background was the Russian revolution of 1917—it was out of fear of communism that the ILO emerged.
After the industrial revolution, transnational labour movements leaned towards strong forms of socialism, stoked fears of communist revolution and paved the way for the ILO. They placed emphasis on the power relations between labour and capital, and the inequitable distribution of gains between them.
For them, the ILO was the bearer of the hope that their broad demands of social justice would be met in practice. In a truly innovative and still unique fashion, the ILO then included the representatives of workers in its tripartite structure, next to the representatives from government and employers.
In substantive terms, however, the ILO bracketed many of the more radical questions about how to organise the economy. The idea of social justice gradually shrank and the injustice of forms of domination and exploitation—let alone their transformation—fell from view.
Today, the ILO’s public-relations tag continues to reflect this reductive understanding when it translates the advancement of social justice into the promotion of decent work. Instead of the distribution of gains remaining central, the focus has been on the minimal protection of workers in an increasingly globalised economy which favours the haves over the have-nots.
True, there has been increasing attention to high levels of inequality. And the idea of social justice is regaining its broader punch—directed at privilege rather than poverty and at power rather than protection. But a sense of why the Treaty of Versailles tied universal and lasting peace to social justice is nowhere to be found. Tracing that sense over time might mitigate the risk that history repeats itself.

Nagging reminder

The spectre of communism was still haunting Europe after World War I. The ILO’s preamble claimed that ‘conditions of labour exist, involving such injustice, hardship and privation to a large number of people so as to produce unrest so great that the peace and harmony of the world is imperilled’. Like other peace treaties, Versailles longed for the quiet prior to the war. But Soviet Russia was a nagging reminder that communism had cast its spell.

Listen to the latest episode of Social Europe Podcast

The link between peace and social justice gradually widened beyond a fixation with communism towards inter-state relations and rising fascism. John Maynard Keynes already argued in his The Economic Consequences of the Peace, published in 1919, that the economic subjugation of Germany would ‘sow the decay of the whole civilised life of Europe’. It was ever more apparent that social injustice within and across countries provided a formidable breeding ground for fascism.
Towards the end of World War II, allied policy once more aimed at shielding western Europe from Soviet influence, through economic reconstruction and a military bloc. But that is only part of the story. The vivid memory of economic crises in the 1920s and 30s, and the political opportunity these provided for fascism in Europe as well as in Asia, pushed social justice to the centre of attention, for a moment even past military security.
It is part of the forgotten foundations of the Bretton Woods institutions (the World Bank and the International Monetary Fund) that they originally had a mandate to work towards economic justice in inter-state relations. The so-called World Trade Charter once again closely linked peace and social justice—now with communism and fascism in mind.
Fifty-three out of the 56 states at the time signed the charter on the closing day of the UN Conference on Trade and Employment in Havana, Cuba. The charter would have set up the International Trade Organization (ITO), whose first article recognised that the creation of ‘conditions of stability and well-being … are necessary for peaceful and friendly relations among nations’.
It not only aimed at fair labour standards but also at more equitable economic relations generally, for instance through the regulation of primary commodities and industry development. Against expectations, the ITO never came into existence to keep these ideas alive.

Rather marginalised

The ILO was rather marginalised in that context. Part of its programme had been absorbed by the still-born ITO. The ILO still helped however to enshrine the aim of ‘promot[ing] social progress and better standards of life in larger freedom’ as one of the leading ends of the United Nations. It affirmed its role with its 1944 Declaration of Philadelphia.
Yet, while much praised as a counter-current to what Alain Supiot calls the ‘total market’, the declaration actually showed great ambivalence: it affirmed that ‘labour is not a commodity’ and, at the same time, promoted higher levels production as well as consumption through greater volumes of trade. While it harboured fickle hopes for an equitable way of organising the economy, it foreshadowed a further reduction of what social justice would come to mean.
Developments in the 1970s shaped the beliefs still prevalent today: the contribution of trade to peace was reduced to growth through efficiency gains, and to the intertwining of countries in a global division of labour. A concern for the relationship between labour and capital—and the distribution of power between them—was overtaken by a preoccupation with growth through globalisation.
In that context, the ILO continued to focus its work on worker protection and technical assistance, in a now largely decolonised world. In fact, it spearheaded the move towards an emphasis on basic needs, which was subsequently adopted by other institutions (notably the World Bank) and by human-rights discourses more generally.
This was in sync with an essentially neoliberal outlook: human rights in general, and worker rights in particular, were scaled down to minimal protection. That focus has allowed the injustice of relations within and across societies to be sidelined entirely. The reasons why somebody is poor or needs protection fell from view.
Loaded with symbolism, in 1975 the ILO left its premises on the lake of Geneva to the secretariat of the General Agreement on Tariffs and Trade (which developed into the World Trade Organization in 1995). The building which once proclaimed that labour is not a commodity now houses the organisation that facilitates global production around the commodity of labour. The spirit of social justice has been left wandering in some despair.

Compelling reminders

The centenary of the Treaty of Versailles should not only evoke images of World War I. It should also prompt us to recover and reconsider venerable beliefs about the link between peace and social justice. The ILO disappointed the hopes of the labour movements at the time—that it would strengthen the position of labour in relation to capital. The organisation’s tripartite structure and its very existence nevertheless still serve as compelling reminders of the widespread conviction that universal and lasting peace is only available if it is based on social justice.
That belief came to the fore even more prominently in the institutional designs of the period after World War II. Postwar plans were shaped by the experience of fascism, adjacent to the continuing fear of communism. But concerns for social justice were again sidelined by arresting military, potentially nuclear, confrontation and then by the neoliberal fixation on efficiency gains in globalised production.
Today, the implosive potential of inequality again captures attention and pushes old questions back on the agenda. Tracing how the Treaty of Versailles linked peace to social justice may allow a recognition that what used to be known should not have to be learned anew.
Ingo Venzke is professor of international law and social justice at the University of Amsterdam and director of the Amsterdam Center for International Law.