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quarta-feira, 28 de fevereiro de 2018

Etnografia do Quai d'Orsay - Christian Lequesne

Quando ingressei no Itamaraty, vindo recentemente de meus estudos europeus de ciências sociais, pensei empreender uma sociografia dos diplomatas e da carreira, mas logo recuei, em face do trabalho funcional que me esperava na Divisão, e da pouca abertura dos colegas a submeter-se a questionários de pesquisadores voluntários.
Encontro agora um exercício relativamente similar sobre os diplomatas franceses e suas práticas no Quai d'Orsay.
Quem sabe um dia eu retomo meus projetos de anatomia diplomática?
Paulo Roberto de Almeida


Vargas Llosa homenageia os intelectuais que o influenciaram - El Pais

Mario Vargas Llosa: “La corrección política es enemiga de la libertad”
Además de crear ficciones memorables, el Nobel de Literatura se ha batido incansable por la defensa de la sociedad libre. Con su nuevo ensayo, ‘La llamada de la tribu’, quiere reivindicar el pensamiento liberal y rendir homenaje a siete autores que lo marcaron. Con él hablamos del liberalismo, de la ceguera de los intelectuales con los totalitarismos y de los peligros que acechan hoy a la democracia.
Maite Rico
El País, Madri – 25.2.2018

Mario  Vargas Llosa está en plena forma. Combativo, desbordante, de carcajada fácil, el premio Nobel (Arequipa, Perú, 1936) se multiplica en viajes y en frentes intelectuales, urdiendo ficciones y escudriñando realidades. Esta semana publica su ensayo La llamada de la tribu(Alfaguara), un alegato a favor del pensamiento liberal a través de siete autores que le influyeron y a los que rinde homenaje: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel. Voces de una corriente que reivindica al individuo como ser soberano y responsable, y a la libertad como valor supremo; que defiende la democracia y la separación de poderes como el sistema que mejor concilia los valores contradictorios de la sociedad. Una doctrina que reacciona frente al “espíritu tribal” que han alimentado históricamente el fascismo, el comunismo, el nacionalismo o el fanatismo religioso. Y que quizás por eso, dice el escritor, ha sido “el blanco político más vilipendiado y calumniado a lo largo de la historia”. La llamada de la tribu es también una suerte de autobiografía intelectual del propio Vargas Llosa, de su evolución desde el marxismo y el existencialismo a la revalorización de la democracia y el descubrimiento del liberalismo.
¿Por qué el pensamiento liberal es la diana de tantos ataques? 
Ha sido el blanco de las ideologías enemigas de la libertad, que con mucha justicia ven en el liberalismo a su adversario más tenaz. Y eso lo he querido explicar en el libro. El fascismo, el comunismo han atacado tremendamente al liberalismo, sobre todo caricaturizándolo y asociándolo a los conservadores. En sus primeras épocas el liberalismo fue asediado sobre todo por la derecha. Ahí están las encíclicas papales, los ataques desde todos los púlpitos a una doctrina que se consideraba enemiga de la religión, enemiga de los valores morales. Creo que estos adversarios definen muy bien la estrecha relación que existe entre el liberalismo y la democracia. La democracia ha avanzado y los derechos humanos han sido reconocidos fundamentalmente gracias a los pensadores liberales.
Los autores que analiza tienen rasgos comunes, entre otros, que nadaron contra corriente. Incluso dos libros de Hayek y Ortega estuvieron prohibidos.
 ¿Un liberal está condenado a ser un corredor de fondo solitario? 
El liberalismo no solo admite, sino que estimula la divergencia. Reconoce que una sociedad está compuesta por seres humanos muy distintos y que es importante preservarla así. Es la única doctrina que acepta la posibilidad de error. Por eso insisto mucho: no es una ideología; una ideología es una religión laica. El liberalismo defiende algunas ideas básicas: la libertad, el individualismo, el rechazo del colectivismo, del nacionalismo; es decir, de todas las ideologías o doctrinas que limitan o cancelan la libertad en la vida social.
Hablando de nacionalismo, últimamente habrá pensado más de una vez en Ortega y Gasset y en sus advertencias premonitorias sobre los peligros del nacionalismo en Cataluña y País Vasco. 
¿Por qué los liberales rechazan el nacionalismo? 
Porque es incompatible con la libertad. El nacionalismo entraña, cuando uno escarba un poco en la superficie, una forma de racismo. Si crees que pertenecer a un determinado país o nación, o a una raza, o a una religión es un privilegio, un valor en sí mismo, crees que eres superior a los demás. Y el racismo inevitablemente conduce a la violencia y a la supresión de las libertades. Por eso el liberalismo desde la época de Adam Smith ha visto en el nacionalismo esa forma de colectivismo, de renuncia a la razón por un acto de fe.
Populismo, resurgimiento de los nacionalismos, el Brexit…, ¿está renaciendo el espíritu de la tribu? 
Hay una tendencia que se opone a lo que yo creo que es lo más progresista de nuestro tiempo, que es la formación de grandes conjuntos que están lentamente desvaneciendo las fronteras e integrando a diferentes lenguas, costumbres, creencias. Es el caso de Europa. Esto provoca mucha inseguridad y mucha incertidumbre y una tentación muy grande de regresar a esa tribu, a esa sociedad pequeña, homogénea que nunca existió en la realidad, donde todos son iguales, donde todos tienen las mismas creencias, la misma lengua… Ese es un mito que da mucha seguridad, y eso explica brotes como el Brexit, como el nacionalismo catalán, o los nacionalismos que hacen estragos en democracias como Polonia, Hungría, incluso Holanda. El nacionalismo está ahí, pero mi impresión es que, como ha ocurrido en Cataluña, es minoritario, y la fuerza de las instituciones democráticas va a ir socavándolo poco a poco hasta derrotarlo. Soy más bien optimista.
¿Cómo se puede luchar intelectual y políticamente contra esas corrientes? 
Hay que combatirlas sin complejos de inferioridad. Y decir que el nacionalismo es una tendencia retrógrada, arcaica, enemiga de la democracia y de la libertad, y que está sustentada en ficciones históricas, en grandes mentiras, en eso que ahora se llaman posverdades históricas. El caso de Cataluña es flagrante.
Su evolución desde el marxismo al liberalismo no es infrecuente. De hecho, es la misma que siguieron algunos de los autores que glosa, como Popper, Aron, Revel. ¿Conocer desde dentro el mecanismo totalitario actúa como revulsivo?
Mi generación en América Latina despierta a la razón en un continente de desigualdades monstruosas y dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos. Para un joven latinoamericano que tenía cierta inquietud era muy difícil no rechazar esa especie de caricatura de democracia, con la excepción de Chile, Uruguay y Costa Rica. Yo quise ser comunista, me parecía que el comunismo representaba la antípoda de la dictadura militar, de la corrupción y sobre todo de las desigualdades. Entonces entré en San Marcos, una universidad nacional y popular, con la idea de que ahí debía de haber comunistas con los que vincularme. Y efectivamente, me vinculé. Ahora bien, en ese tiempo el comunismo en América Latina era el estalinismo puro y duro, con partidos subyugados a la Komintern, a Moscú. A mí me defendieron del sectarismo Sartre y el existencialismo. Yo tenía todo el tiempo discusiones en mi célula, y solo milité un año. Pero seguí siendo socialista de una manera vaga, y eso lo fortaleció la revolución cubana, que al principio parecía un socialismo distinto, no dogmático. Me entusiasmó. En los sesenta viajé a Cuba cinco veces. Y poquito a poco vino el desencanto, sobre todo a partir de la creación de las UMAP [Unidades Militares de Apoyo a la Producción]. Hubo redadas contra jóvenes que yo conocía, fue un trauma. Y me acuerdo de haber escrito una carta privada a Fidel diciéndole que estaba desconcertado, que cómo Cuba, que parecía un socialismo abierto y tolerante, podía meter en campos de concentración a “gusanos” y homosexuales con criminales comunes. Fidel me invitó a mí y a una docena de intelectuales a conversar con él. Estuvimos toda una noche, 12 horas, de las ocho de la tarde a las ocho de la mañana, oyéndolo hablar, básicamente. Fue muy impresionante, pero no muy convincente. Desde entonces empecé a tener una actitud un poco recelosa. La ruptura definitiva vino con el caso Padilla [el proceso contra el escritor Heberto Padilla, encarcelado en 1971 y obligado a una terrible autocrítica pública, que marcó el fin del idilio de importantes intelectuales con el régimen cubano]. Tuve un proceso difícil, más bien largo, de reivindicación de la democracia, y poco a poco de acercamiento a la doctrina liberal, a base de lecturas. Y tuve la suerte de vivir en Inglaterra los años de Margaret Thatcher.
El retrato que hace de Thatcher, como una mujer culta, valiente, de hondas convicciones liberales, contrasta con la imagen que se ha difundido de ella.Es una caricatura absolutamente injusta. Cuando yo llegué, Inglaterra era un país en plena decadencia. Un país con libertades, pero sin nervio, que se apagaba poco a poco dentro de ese avance del nacionalismo económico de los laboristas. La revolución de Margaret Thatcher despertó a Gran Bretaña. Fueron tiempos difíciles: acabar con las sinecuras sindicales, crear una sociedad de mercado libre, de competencia, y defender la democracia con la convicción con la que ella lo hizo, sin complejos, frente al socialismo, frente a China y la URSS, las dictaduras más crueles de la historia. Para mí fueron años definitivos porque empecé a leer a Hayek, a Popper, que eran autores a los que Thatcher citaba. Ella decía que La sociedad abierta y sus enemigos era un libro fundamental en el siglo XX. La contribución de Thatcher y de Ronald Reagan a la cultura de la libertad, a acabar con la Unión Soviética, que era el mayor desafío que había tenido la cultura democrática, es una realidad que está desgraciadamente muy mediatizada por la campaña de una izquierda cuyos logros son muy pobres.
¿Y cuál es hoy el principal desafío para la democracia occidental?El mayor enemigo hoy es el populismo. No hay nadie medianamente cuerdo que quiera para su país un modelo como el de Corea del Norte o el de Cuba, o el de Venezuela; el marxismo es ya marginal en la vida política, pero no así el populismo, que corrompe las democracias desde dentro, es mucho más sinuoso que una ideología, es una práctica a la que por desgracia son muy propensas las democracias débiles, las democracias primerizas.
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Para acessar íntegra da entrevista:

A nova Doutrina Monroe - Rubens Barbosa

RESSUSCITANDO A DOUTRINA MONROE
Rubens Barbosa
O Estado de S. Paulo, 27/02/2018

            O renascimento da doutrina Monroe é a grande inovação do governo Trump na recém anunciada política externa para a América Latina.
O presidente James Monroe, nos idos de 1823, anunciou que os EUA iriam proteger os países sul-americanos de ameaças de colonização vindas de países europeus: "A América para os americanos". Posteriormente, em 1904, Theodore Roosevelt ampliou essa política para incluir a defesa de direitos de empresas norte-americanas na América Latina. Essas ações ficaram conhecidas como a Doutrina Monroe e seu corolário. No governo Obama, em pronunciamento feito na sede da Organização dos Estados Americanos, John Kerry, então Secretário de Estado, afirmou, com grande ênfase, que a era da Doutrina Monroe tinha chegado ao fim.
Recentemente, em discurso na Universidade do Texas, (“US engagement in the Western Hemisphere), antes de seu passeio este mês pela América Latina, o secretário de Estado, Rex Tillerson, anunciou que "tinhamos esquecido  a importância da Doutrina Monroe e o que ela significou para o Hemisfério". Em nome dessa Doutrina, os EUA, na medida em que seu poder aumentava, assumiram o papel de policia da região e posteriormente do mundo. Na América Latina, houve mais de dez intervenções sob a justificativa de defesa dos interesses das empresas norte-americanas e das ameaças aos valores, nem sempre coerentes com a democracia, defendidos por Washington. O retorno dessa percepção no atual governo não pode deixar de ser preocupante.
            Sem outras inovações, como nos governos republicanos e democráticos de Clinton, Bush e Obama das últimas décadas, essa política está fundada nos mesmos três pilares: economia, segurança e democracia. Na atualização trumpista, o crescimento econômico e o comércio na região devem estar associados ao aproveitamento dos recursos energéticos (petróleo, gás, eletricidade) e de infraestrutura. A prioridade com segurança está relacionada com o desmantelamento das organizações transnacionais do crime organizado (em especial, no México), redução do cultivo da coca na Colômbia, combate à corrupção (em toda parte) e melhorar a capacidade de defesa dos pequenos países da América Central e Caribe (Caribbean Initiative 2020) contra criminosos melhor armados e financiados, inclusive do Estado Islâmico (ISIS). No tocante à democracia, em todos os países visitados, a ênfase foi a situação política e econômica na Venezuela e a advertência para que o modelo da China não seja seguido. O resultado da eleição presidencial em Honduras, com fortes indícios de fraude eleitoral, foi rapidamente reconhecido por Washington.
            A intenção de voltar aos tempos da Doutrina Monroe fica transparente nas referências feitas por Trump à intervenção dos EUA e o estimulo a um golpe militar na Venezuela, mencionado por Tillerson. A exemplo da guerra fria, a preocupação com a crescente presença da China, primeira parceira comercial do Brasil, Peru, Chile e financeira, junto com a Rússia, da Venezuela. Um alto funcionário do Tesouro chegou a ressaltar que “em vez de ajudar na melhora da governança e das politicas macroeconômicas, o investimento da China frequentemente deu força a governos fracos e corruptos”.  
            O anúncio da politica em relação a região é coerente com a idéia dos Estados Unidos em primeiro lugar e com a defesa dos interesses de empresas norte-americanas, relegadas a um segundo plano nos últimos anos. Os formuladores de decisão no Departamento de Estado não parecem estar acompanhando a dinâmica das transformações politicas, econômicas e sociais no continente e o grau de penetração que a China ganhou recentemente.
            Nos três pilares definidos pelo Departamento de Estado, o Brasil ocupa um lugar de relevo, embora aparentemente minimizado pelo governo Trump. Não está clara a mensagem que foi passada não só ao Brasil, mas para a região, quando o secretário de estado e o subsecretário Shannon, em visitas recentes, literalmente pularam Brasília. Somos hoje o pais na região com a maior dependência econômica da China e, além disso, membro do BRICS. Por outro lado, como reagiriam os EUA em um eventual ato agressivo da Venezuela em relação ao território contestado na Guiana? E qual a reação dos países da região à aplicação da Doutrina Monroe em uma eventualidade desse tipo?
No caso do México, além do problema de segurança, dependendo de como for concluída a renegociação do acordo de comércio com os EUA (NAFTA), o relacionamento bilateral pode ganhar contornos inusitados a partir da próxima eleição presidencial em junho próximo, hoje liderada nas pesquisas por Lopes Obrador, candidato de esquerda com claras posições restritivas aos EUA.
            Em meados de abril, o Peru deverá organizar a Cúpula das Américas com a presença de todos os chefes de estado, menos Maduro, da Venezuela, desconvidado com o apoio do Grupo de Lima (inclusive o Brasil), mas  ameaçando comparecer de qualquer maneira. Será interessante acompanhar o encontro presidencial, especialmente se Trump comparecer, alguns dias antes da contestada eleição antecipada na Venezuela, e como reagirão os países face a eventual retomada do clima de guerra fria, em vista da crescente presença da China em nossa região.
O ministro do exterior, Aloysio Nunes Ferreira disse que “os EUA não sabem o que fazer na America Latina.” No tocante ao Brasil, as relações nunca estiveram em um nível politico-diplomático tão baixo e desgastado. Superado o clima da guerra fria, a supremacia de Washington na região deixou de ser automática. 
Como resultado das atitudes recentes, não restará outra alternativa ao Brasil senão definir políticas claras para ampliar o espaço e a presença na região e buscar encontrar seu lugar no mundo compatível com uma das dez maiores economias globais na defesa de nossos interesses.

Rubens Barbosa, presidente do Instituto de Relações Internacionais e Comércio Exterior (IRICE)

Mr Slang e o Brasil - Monteiro Lobato

Coloquei este livro, na verdade uma coleção de crônicas e artigos sobre um inglês imaginário da Tijuca, entre os DEZ livros mais importantes para se conhecer o Brasil, como escrevi neste artigo mais completo: 

2987. “Dez obras para melhor entender os problemas do Brasil”, Brasília, 31 maio 2016, 20 p. Contribuição a pedido de Rodrigo da Silva. Publicado em Spotniks (06/06/2016; link: http://spotniks.com/dez-obras-que-voce-precisa-ler-para-entender-melhor-os-problemas-do-brasil/); divulgado no blog Diplomatizzando (12/01/2017; link: http://diplomatizzando.blogspot.com.br/2017/01/livros-dez-obras-para-entender-o-brasil.html).

Transcrevo aqui essa parte sobre esse livro de Lobato, "conversando" com Mr. Slang.
Paulo Roberto de Almeida 
Brasília, 28 de fevereiro de 2018

4) Monteiro Lobato: Mr. Slang e o Brasil

lobato
Já me referi, no mesmo trabalho citado acima, a esse pequeno opúsculo perdido no meio da imensa obra – infantil e adulta – do mais célebre publicista da primeira República e da era Vargas, o homem que prenunciou um presidente negro nos Estados Unidos (não exatamente num sentido “progressista”), que lutou pelo “petróleo é nosso” (mas não com o nacionalismo obtuso dos realizadores do slogan), e que sempre afirmou que um país “se faz com homens e livros” (uma frase talvez oportunista, uma vez que foi editor durante boa parte da sua vida). Todo o livro trata dos problemas do Brasil, tal como existiam nos anos 1920, e que parecem ter continuidade nos dias que correm. Como diria Nelson Rodrigues, o subdesenvolvimento não se improvisa. Na mesma época, Mario de Andrade, aliás “inimigo” de Lobato, um crítico acerbo da Semana da Arte, escreveu um poema no qual dizia que “progredir, progredimos um tiquinho, que o progresso também é uma fatalidade” (“O Poeta Come Amendoim”).
Mister Slang era um inglês imaginário, morador da Tijuca, com o qual o “autor”, um “homem comum”, se entretinha para tratar desses problemas do Brasil. Resultado de crônicas publicadas na imprensa carioca em 1926 (O Jornal, de Assis Chateaubriand), quando acabava o governo tumultuado de Artur Bernardes, um mineiro, e começava o de Washington Luiz, um paulista, publicada em forma de livro em 1927 (apenas 135 p.), a obra utiliza-se de um estratagema tão velho quanto as Cartas Persas de Montesquieu, no sentido de recorrer a um estrangeiro para falar das idiossincrasias do próprio país. Não deixava de ser um subterfúgio para falar mal do governo corrente.
Mas cabe não esconder, desde já, que Lobato foi de certa forma beneficiado por essas crônicas a favor da “paulistização” do país – isto é, o seu progresso impulsionado a partir da economia mais vibrante –, já que antes do final do governo, e instalado na capital federal desde 1925, foi nomeado adido comercial junto ao Consulado do Brasil em Nova York em 1928. Residindo alguns anos na mais importante cidade americana, ali reforçou a admiração que já exibia pela produção industrial em série, à la Henry Ford, pelo rádio e pelo telefone, e tantas outras inovações que reputava indispensáveis ao Brasil essencialmente agrícola (e ainda muito atrasado) de sua época.
Independentemente, porém, das motivações dessas crônicas, e de seu papel na própria promoção “comercial” do autor no mercado intelectual e editorial brasileiro, cabe refletir sobre os problemas levantados pelo inglês da Tijuca, todos eles apontando para a modernidade, para as reformas compatíveis com os progressos da tecnologia, quando não para o progresso moral na condução política dos assuntos públicos (como a simples instituição do voto secreto, por exemplo). As críticas de Lobato à capital da República – e ele concordava com o presidente Artur Bernardes na corrupção do Rio e na necessidade de transferência da capital para o interior de Goiás – eram encobertas pelas declarações do inglês quanto ao parasitismo da “cidade maravilhosa”, e Lobato parafraseava sua famosa condenação das saúvas, ao dizer que “ou o Brasil dá cabo desse [sic] Rio de Janeiro, ou o Rio de Janeiro dá cabo do Brasil”.
Não se pretende dizer aqui que o trabalho de Lobato – que se esconde atrás de um inglês imaginário para expressar suas próprias ideias sobre o que caberia reformar no país do seu tempo – seja um retrato perfeito de problemas estruturais que até agora permanecem não resolvidos, ou que as ideias do inglês, de Lobato, fossem, ou sejam, as mais apropriadas para resolver esses problemas, antes ou atualmente. Provavelmente, a maior parte dos problemas atuais – os da política corrupta, os da economia errática, os da enorme, extraordinária em seu tempo, miséria material do povo e, sobretudo, os do espantoso baixo nível educacional, que está na origem da medíocre produtividade do trabalho – não será resolvida com base nas percepções de um inglês déplacé na Tijuca, ou nos “repentes” de Lobato (ele tinha muitos), inadequados então e também agora. Mas, uma das primeiras condições para tentar, ao menos, oferecer soluções a problemas desse tipo, seria começar por fazer um diagnóstico preciso dos problemas do país. E isso Lobato podia fazer, ainda que tivesse mudado ao longo do tempo suas prescrições para os problemas do país: primeiro o Jeca Tatu eternamente doente, depois as saúvas, ou a falta de aço e petróleo, enfim, tudo aquilo que acorrentava o Brasil ao atraso.
Além das críticas mais frequentes às insuficiências materiais do país, o que mais enfastiava o inglês da Tijuca era a incapacidade dos brasileiros pensarem com suas próprias cabeças, sempre predispostos a adotar esta ou aquela postura de seus jornais de preferência ou a de algum político de destaque. A falta de ideias próprias dos brasileiros seria, para Mr. Slang, uma das razões do atraso do Brasil, o que obviamente era um argumento do próprio Lobato. São apenas 21 crônicas, todas criticando as inadequações da república “carcomida”, como revelado nas constantes revoltas dos jovens militares. Ele já tratava de questões como a necessidade de estabilização monetária – efetivamente tratada por Washington Luiz e seu primeiro ministro da Fazenda, Getúlio Vargas, mas que não chegou a completar o processo, trocando o mil-réis por uma nova moeda, o que só seria feito pelo próprio Vargas, em 1942 –, de questões políticas (num contexto de revoluções tenentistas e da própria coluna Prestes), do peso dos tributos sobre a produção nacional – o que já tinha sido a causa da falência de sua primeira editora – e até do protecionismo comercial, que ele queria substituir por uma sadia concorrência.
A burocracia estatal é também criticada pelo “inglês”, mas a sua causa seria a “miséria do funcionalismo público”, um aspecto que parece ter sido amplamente corrigido desde então, a ponto de os servidores públicos terem se convertido em mandarins privilegiados, com salários cinco ou seis vezes superiores aos equivalentes funcionais do setor privado. A ineficiência do serviço público é um desses disfarces do patrimonialismo, chamado por Lobato de “parasitismo camuflado”. As Forças Armadas tampouco escapam de suas críticas, por serem igualmente ineficientes, ao deixarem de usar aviões, por exemplo. O provimento de serviços públicos, em especial nas vias de comunicações e transportes, era lastimável (o que não é propriamente uma novidade): Mr. Slang, quer dizer, Lobato, recomenda aqui o reforço da importação de cérebros, ou seja, o estímulo a fluxos imigratórios mais intensos. A corrupção do antigo governo federal (sob Artur Bernardes) era contrastada com a operosidade de São Paulo, motor da nova economia industrial que despontava. Com isso, Lobato obteve a sua mencionada remoção para Nova York, para servir de adido comercial segundo as novas orientações da política econômica externa traçadas pelo chanceler Otávio Mangabeira.
Essa modalidade da troca de “conversa fiada” com um estrangeiro, amplamente usada por Lobato, sempre foi um bom recurso dos reformistas sinceros que não querem romper inteiramente com o governo em vigor. Em todo caso, as ambiguidades políticas do escritor paulista não podem obscurecer o sentido de suas críticas, todas elas ainda plenamente válidas nos dias que correm. Se o voto de cabresto e o escrutínio aberto foram banidos da legislação eleitoral, a corrupção política segue tão vibrante quanto na República Velha. Gilberto Amado, um tribuno dessa República, depois diplomata e grande internacionalista, dizia que, nessa época, “as eleições podiam ser falsas, mas a representação era verdadeira”, no sentido em que o voto “a bico de pena” servia para eleger próceres cosmopolitas, perfeitamente educados, membros das melhores “elites”.
O que mudou na vida política do país? Eu diria que as eleições, atualmente, são amplamente verdadeiras, mas que a representação é perfeitamente falsa, no sentido em que não temos mais os tribunos educados de antigamente, mas apenas um baixo clero totalmente representativo de uma classe política comprometida unicamente com seus próprios interesses pecuniários. A representação, aliás, tornou-se altamente corporativa, com suas bancadas de sindicalistas, ruralistas, evangélicos, advogados, e até políticos profissionais, representantes deles mesmos e das corporações que os elegem. O Brasil parecer ter retornado ao regime eleitoral de 1934, típico do fascismo disfarçado. Não sei se Lobato concordaria comigo, mas Mr. Slang certamente estaria pronto a assentir…

Monteiro Lobato e a politica do Petroleo no Brasil - Paulo Roberto de Almeida

Este ano, em 4 de julho, completam-se 70 anos da morte de Monteiro Lobato, o grande escritor brasileiro, das crianças e dos grandes.
Abaixo, um artigo que me solicitaram em 2010 para um número especial da revista de História da BN sobre ciência e tecnologia.

Monteiro Lobato: pioneiro do petróleo no Brasil
Escritor antecipou, meio século atrás, a condição do Brasil como grande produtor

Paulo Roberto de Almeida 
Revista de História da Biblioteca Nacional (Edição Especial n. 1, História da Ciência, outubro 2010, p. 40-43; ISSN: 1808-4001; disponível online em História da Ciência online, 23/12/2010; link: http://www.revistadehistoria.com.br/historiadaciencia/2010/12/um-agitador-petrolifero/).

O nome de José Bento Monteiro Lobato domina a primeira história do petróleo no Brasil. Despertado para a importância crucial do petróleo para o desenvolvimento nacional pelo exemplo dos Estados Unidos, ele começou cedo: já em 1918, fundou a Empresa Paulista de Petróleo, sem que, no entanto, dela adviessem resultados concretos, à falta de capitais, equipamentos e competências. Durante sua estada como adido comercial no Consulado do Brasil em Nova York, entre 1928 e 1931, Lobato aprofundou seus conhecimentos no setor. De volta ao Brasil, empreendeu campanhas de mobilização pública e de incitamento à ação do Estado em direção da libertação do Brasil do petróleo importado.
Suas iniciativas eram dotadas de otimismo exagerado e o que mais ele acumulou, ao longo dos anos, foram frustrações e decepções com prospecções mal sucedidas. Os insucessos não o esmoreceram; Lobato conduziu, através da imprensa e de sua editora, um esforço intenso para conscientizar o país e as autoridades da necessidade de encontrar petróleo, contra a “má-vontade da geologia”.
Em 1934, Lobato escrevia a um amigo: “Se o governo não me atrapalhar, dou ferro e petróleo ao Brasil em quantidades rockefellerianas”. Investindo contra as autoridades do setor, ele se convenceu, nessa época, que o principal culpado pela não descoberta de petróleo era o Serviço Geológico Nacional, cuja política, para ele, encampava a dos “trusts” internacionais: “não tirar petróleo e não deixar que ninguém o tire”.
As Forças Armadas, conscientes da fragilidade estratégica do País, impulsionavam os esforços nessa área. A elas foi dedicado seu livro-denúncia, O Escândalo do Petróleo, que teve três edições no mês do seu lançamento (agosto de 1936) e várias outras ao longo dos anos. O papel fundamental de Lobato, nessa fase, foi o de um agitador petrolífero, quase um panfletário. Ele chegou a exibir uma atitude conspiratória, acusando os “trusts” internacionais e as próprias autoridades nacionais de agir contra a extração de petróleo no País:
O petróleo está hoje praticamente monopolizado por dois imensos trusts, a Standard Oil e a Royal Dutch & Shell. Como dominaram o petróleo, dominaram também as finanças, os bancos, o mercado do dinheiro; e como dominaram o dinheiro, dominaram também os governos e as máquinas administrativas. Esta rede de dominação constitui o que chamamos os Interesses Ocultos. (...) Os trusts sabem de tudo [e] lá entre si combinaram: – Nada mais fácil do que botar um tapa-olho nessa gente. Com um bom tapa-olho, eles, que vegetam de cócoras sobre um oceano de petróleo, ficarão a vida inteira a comprar o petróleo nosso; enquanto isso, iremos adquirindo de mansinho suas terras potencialmente petrolíferas, para as termos como reservas futuras. Quando nossos atuais campos se esgotarem, então exploraremos os “nossos” campos do Brasil.[1]


A origem do livro foi uma carta aberta dirigida por Lobato ao Ministro da Agricultura, denunciando dois técnicos estrangeiros do Departamento Nacional de Produção Mineral pela “venda de segredos do subsolo a empresas estrangeiras”. Diante da grave denúncia, o presidente Getúlio Vargas determinou a instalação de uma Comissão de Inquérito, à qual Lobato ofereceu um depoimento escrito, que veio a ser o núcleo de seu livro.
Para o escritor paulista, a Lei de Minas, elaborada pelo DNPM, criara embaraços “para impedir que os trusts estrangeiros se apossassem das riquezas do nosso subsolo. Mas como para embaraçar os estrangeiros fosse necessário também embaraçar os nacionais, resultou o que temos hoje: o trancamento da exploração do subsolo, tanto para nacionais como para estrangeiros – exatamente o que os trusts queriam...”[2] Lobato desconfiava “de todas as entidades estrangeiras que se metem em petróleo no Brasil, já que a intenção confessada não é tirá-lo, e sim, impedir que o tiremos”.[3] Curiosamente, mesmo denunciando a ação dos “trusts” internacionais, Lobato não era contra a participação do capital estrangeiro na exploração do petróleo, e lamentava a postura nacionalista do Código de Minas:
Não sou chauvinista, nem inimigo da técnica e das empresas estrangeiras. Reconheço a nossa absoluta incapacidade de fazer qualquer coisa sem recurso ao estrangeiro, à ciência estrangeira, à técnica estrangeira, à experiência estrangeira, ao capital estrangeiro, ao material estrangeiro. Tenho olhos bastante claros para ver que tudo quanto apresentamos de progresso vem da colaboração estrangeira. E nesse caso do petróleo nada faremos de positivo, se insistirmos em afastar o estrangeiro e ficarmos a mexer na terra com as nossas colheres de pau.[4]

Frustrado com o insucesso de sua campanha junto aos adultos, Monteiro Lobato leva o tema ao público infantil: em outubro de 1937 é lançado O Poço do Visconde, apresentado como um livro de “geologia para crianças”, mas que constituía um manifesto em favor da descoberta e da exploração do petróleo no Brasil.
Não obstante o empenho das autoridades na viabilização da exploração do petróleo, Monteiro Lobato estava convencido de que o governo agia contra as companhias privadas, sabotando suas atividades de empreendedor. Escrevendo, em 1938, a Getúlio Vargas, ele investia contra o diretor do Departamento Nacional da Produção Mineral, autor do Código de Minas, acusando-o de ser “agente secreto dos Poderes Ocultos hostis ao petróleo brasileiro”. Em janeiro de 1940, o presidente sancionou o novo Código de Minas, confirmando todas as disposições nacionalistas existentes e exigindo, dos candidatos ao direito de pesquisar ou lavrar jazidas, “prova de capacidade financeira”, o que foi recebido por Monteiro Lobato como um óbice às suas iniciativas.
Em carta ao general Góis Monteiro, chefe do Estado Maior do Exército, no início de 1940, ele volta às acusações: “sou obrigado a continuar na campanha, não mais pelo livro ou pelos jornais, porque já não temos a palavra livre, e sim por meio de cartas aos homens do Poder”. Ele então acusa o CNP de agir em favor dos “interesses do imperialismo da Standard Oil e da Royal Dutch”, perpetuando “a nossa situação de colônia econômica dos trustes internacionais”. Sua carta mais desafiadora, em maio de 1940, foi dirigida ao próprio chefe de Estado, quando acusou o CNP de perseguir as empresas nacionais, de criar embaraços à exploração do subsolo e de manter a “idéia secreta” do monopólio estatal.
Getúlio Vargas consultou o presidente do CNP, general Júlio Horta Barbosa, que, em agosto de 1940, desmentia as acusações de Lobato: “àqueles que se dispõem a cumprir a lei o Conselho tem tudo facilitado, mas ao que pretendem burlá-la, como é o caso do Sr. Monteiro Lobato, este organismo, como é de seu dever, vem, não só se opondo, como também dando publicamente as razões [de] porque o faz”. Entre as irregularidades das empresas de Lobato eram apontadas a insuficiente provisão de fundos e a nacionalidade estrangeira de alguns dos seus sócios. Ato contínuo, Horta Barbosa enviou ofício ao Tribunal de Segurança Nacional no qual pedia abertura de inquérito contra o escritor. Esta é a origem das duas prisões de Lobato, em janeiro e em março de 1941, por “injúrias aos poderes públicos”.
Monteiro Lobato se batia pelo petróleo nacional com todas as suas forças, movido bem mais pelo instinto do que pelo conhecimento técnico e pela boa informação geológica. Sua atividade empresarial foi quase amadora – daí a razão do não-credenciamento de suas “empresas de petróleo” pelo CNP – e sua agitação panfletária estava no limite das ofensas às autoridades governamentais. Ele tocava, porém, nos pontos que a seu ver dificultavam e atrasavam a exploração do petróleo no país. Numa carta a Getúlio Vargas de maio de 1940, ele assim se pronunciava em relação ao pretendido monopólio estatal que se cogitava criar nessa área: “Outro aspecto do monopólio é a impossibilidade de o Governo criar com ele a grande indústria do petróleo de que o Brasil precisa. O senhor não ignora a incapacidade do Estado, no mundo inteiro, para dirigir empresas industriais, incapacidade por demais evidente no Brasil. O Lóide Brasileiro e a Central do Brasil são casos típicos.”
Monteiro Lobato se insurgia contra geólogos e funcionários do governo que não estivessem de acordo com suas iniciativas empresariais, confundindo muitas vezes a cautela necessária com que eles viam seus rompantes de entusiasmo pela causa do petróleo com o que ele considerava ser uma sabotagem deliberada em torno desses empreendimentos. Grande escritor, mas dotado de conhecimentos escassos na geologia do petróleo, Lobato agitou mais do que qualquer outro homem público o problema do petróleo no Brasil. Foi um nacionalista sem ser contrário ao capital estrangeiro, e antecipou uma realidade que se materializaria meio século depois de sua morte, em 1948.

Saiba Mais:
Azevedo, Carmen Lucia de; Camargos, Marcia Mascarenhas de Rezende; Sacchetta, Vladimir. Monteiro Lobado: Furacão na Botocúndia (3a. ed.; São Paulo: Senac, 2001)
Lobato, Monteiro. O Escândalo do Petróleo (4a. ed.; São Paulo: Companhia Editora Nacional, 1936)
Vargas, Getúlio. A Política Nacionalista do Petróleo no Brasil (Rio de Janeiro: Tempo Brasileiro, 1964)
Victor, Mario. A Batalha do Petróleo Brasileiro (Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 1970)


Paulo Roberto de Almeida é doutor em Ciências Sociais (Universidade de Bruxelas, 1984) e diplomata de carreira desde 1977. Trabalhou no Núcleo de Assuntos Estratégicos da Presidência da República (2003-2007). É professor de Economia Política Internacional no Programa de Pós-Graduação em Direito do Centro Universitário de Brasília (Uniceub). E-mail: pralmeida@me.com; website: www.pralmeida.org.


 [Beijing, 28 de junho de 2010]


[1] Cf. Monteiro Lobato, O Escândalo do Petróleo (4a. ed.; São Paulo: Companhia Editora Nacional, 1936), p. 15.
[2] Cf. Monteiro Lobato, O Escândalo do Petróleo, op. cit., p. 119-120.
[3] Idem, p. 128.
[4] Idem, p. 127-128.

2158. “Monteiro Lobato: pioneiro do petróleo no Brasil”, Beijing-Shanghai, 28 junho 2010, 4 p (+ 1p. de boxes). Contribuição a número especial de revista de história das ciências no Brasil, coordenada pela Biblioteca Nacional. Publicado sob o título “Um Agitador Petrolífero”, Revista de História da Biblioteca Nacional (Edição Especial n. 1, História da Ciência, outubro 2010, p. 40-43; ISSN: 1808-4001; disponível online em História da Ciência online, 23/12/2010; link: http://www.revistadehistoria.com.br/historiadaciencia/2010/12/um-agitador-petrolifero/). Relação de Publicados n. 1002. 

Douglass North: Por que nacoes ficam estagnadas? - Book review

Não ele não está falando do Brasil, mas é por pouco. Nós estamos indo tão mal quanto a Argentina do passado, e quanto a Grécia de hoje...



segunda-feira, 26 de fevereiro de 2018

Academia.edu: acesso de "países" a trabalhos PRAlmeida

Não se trata, obviamente, de países, mas de pesquisadores situados nos mais diversos países. Na verdade, posso contar exatamente 156 países, existindo ainda mais quatro casos de Unknown, ou seja, instrumentos de busca de origem não determinada.
Alinho aqui apenas os 23 primeiros países, junto com três Unknown, que já constituem o "grupo" máximo, com mais de 95 mil acessos no total...

Acesso a trabalhos de Paulo Roberto de Almeida em Academia.edu

Country
All-Time Views
Unknown
93,967
Brazil
50,824
United States
4,820
Portugal
1,253
France
874
Mozambique
659
Unknown
618
United Kingdom
482
Argentina
446
Angola
396
Germany
313
Spain
312
Belgium
302
Canada
260
Unknown
244
Italy
235
Russian Federation
209
Uruguay
184
Mexico
177
Netherlands
162
Colombia
151
Switzerland
139
Ecuador
138
Peru
135
Japan
133
India
111