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segunda-feira, 25 de junho de 2012

China e a nova geoeconomia mundial - Moises Naim

Um artigo interessante, a dois títulos: o fato, historicamente relevante, de que os países em desenvolvimento, conjuntamente, tenham superado o peso econômico global dos países desenvolvidos, quando se inclui a China como país em desenvolvimento, claro; e a opinião, que reputo inteiramente válida, de que o futuro não verá nenhum país economicamente hegemônico e sim uma constelação de economias interdependentes e integradas no vasto mercado capitalista global.
A bem da verdade, considero essa separação de países avançados e em desenvolvimento totalmente irrelevante para o que conta, ou seja, para as relações econômicas internacionais; ela só faz sentido político, e ainda assim no sentido capenga, politicamente deformado, do mundo onusiano, onde a ficção política supera a realidade econômica.
Talvez o aspecto importante, aqui, seja o fato de que o universo político e econômico euro-atlântico, que dominou o mundo nos últimos cinco séculos, esteja sendo superado pelo universo da bacia do Pacífico. Não acredito na "decadência" do primeiro, por uma razão muito simples: impérios econômicos ou militares podem até decair e se tornar irrelevantes, mas não impérios da inteligência. Nesse sentido, a Europa ocidental e os EUA da costa leste vão continuar sendo potências dominantes pelo futuro previsível.
Que isto sirva de lição para os latino-americanos: existem aqueles que se abrem para esta nova realidade, como a Aliança do Pacífico (Chile, Peru, Colômbia e México), e existem aqueles reticentes, protecionistas, que pretendem se fechar sobre si mesmos, como Argentina e Brasil.
Paulo Roberto de Almeida 



EL OBSERVADOR GLOBAL

¿Qué pasó el 28 de marzo?

Cada vez parece más claro que ninguna nación va a ser la potencia dominante en el mundo que viene


Moises Naim
El País, 23 Junio 2012



Fue uno de esos días importantes que, sorprendentemente, pasó casi inadvertido en los medios de comunicación del mundo. Resulta que, según los cálculos del Departamento del Tesoro de Australia, el 28 de marzo pasado las economías de los países menos desarrollados en su conjunto superaron en tamaño a las de los países más ricos. “Ese día terminó una aberración que duró un siglo y medio”, escribió el columnista australiano Peter Hartcher, refiriéndose al hecho de que, hasta el año 1840, China había sido la mayor economía del mundo. “Los chinos ven esto y dicen: lo único que pasó es que tuvimos un par de siglos malos”, señala el experto en Asia Ken Courtiss, también citado por Hartcher. Courtiss añade: “Lo que está ocurriendo es que, en un abrir y cerrar de ojos, en tan solo una generación, el poder se ha mudado de Occidente a Oriente. Y con el tiempo veremos que no se trata solo de un movimiento del poder económico y financiero, sino que también migrará a Oriente el poder político, cultural e ideológico”.
¿Será así? Los comentarios de los lectores de la columna de Hartcher ofrecen una espontánea pero reveladora síntesis de un debate que también consume a gobernantes, políticos, militares y académicos en todas partes: ¿cuál será el país más poderoso en el mundo? Derek, por ejemplo, afirma desde Canberra: “No tenemos por qué preocuparnos. En el papel, China e India aparecen como potencias, pero en realidad la mayoría de sus ciudadanos no tienen acceso a servicios sanitarios o a electricidad”. Otro lector que se identifica como Barfiller añade: “No olvidemos estas realidades de los países emergentes: conflictos fronterizos y enfrentamientos por el control del agua y otros recursos; débil protección de patentes y propiedad intelectual; diferencias étnicas, religiosas e ideológicas; desavenencias históricas y culturales, etc., etc. Los países emergentes no lo tienen nada fácil”. A su vez, David insiste en la necesidad de tomar en cuenta “la mala distribución de la riqueza entre la población de estos países. La diferencia entre la riqueza del chino promedio y sus más privilegiados camaradas del partido es una brecha insalvable. Y esa misma brecha existe en la India. En China se debe a una profunda corrupción controlada desde arriba y en India es causada por indelebles divisiones de clase basadas en la religión y la cultura”.
Así, según estas opiniones, China e India son países demasiado debilitados por sus divisiones y otros problemas internos como para ser las potencias rectoras del mundo.
Pero los problemas de estos grandes países en ascenso ya no solo les incumben a ellos. Caledonia, una lectora que escribe desde Sidney, cree que los otros comentaristas no se dan cuenta del peligro que les acecha: “Si la economía de China sufre un crash, ustedes se van a encontrar en las filas de los desempleados y podrán darse por afortunados si consiguen un trabajo limpiando baños”.
Detrás de todas estas observaciones subyacen importantes suposiciones acerca de lo que hace que una nación llegue a ser tan poderosa como para imponerle su voluntad a otras. Esto antes era privilegio de los imperios. Después lo fue de las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Y tras el hundimiento de esta última, se puso de moda suponer que entrábamos en una era unipolar en la cual una sola superpotencia, Estados Unidos, dominaría el mundo.
Esta percepción duró poco. El ascenso de China y otros países, sumado a los problemas de EE UU, hicieron que la idea del mundo unipolar fuese perdiendo vigencia. Pero si no es el mundo bipolar de soviéticos y norteamericanos, ni el unipolar donde EE UU reina solo, ni el multipolar dominado por la influencia de América, Europa y un Asia en ascenso, ¿entonces qué tipo de mundo es el que está naciendo?
En los últimos años, las respuestas a esta pregunta han estado influidas por el despegue económico de los países emergentes y la crisis financiera en Europa y EE UU. Pero ahora, a medida que los emergentes entran en una más lenta y difícil situación económica que inevitablemente alimentará la turbulencia social y política, y Europa sigue sumida en la crisis, el debate va a cambiar de nuevo. Y cuanto más rebotan de un lado a otro las opiniones acerca de qué nación será la potencia dominante del mundo que se nos viene, más claramente comienza a perfilarse la respuesta: ninguna.
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domingo, 1 de abril de 2012

Economistas em pe de guerra - El Pais

Economistas en pie de guerra
Alicia Gonzales
El País, 1 Abril 2012

Más allá de los indicadores de actividad, la salida de la crisis está teniendo consecuencias colaterales para el mundo de la Economía. Buena parte de sus teóricos, sobre todo en Estados Unidos, andan divididos entre quienes defienden la necesidad de aplicar nuevos estímulos fiscales para evitar una vuelta a la recesión y garantizar la creación de empleo y quienes defienden que la política monetaria es un instrumento más que suficiente para la gestión de la demanda. Es la tradicional guerra entre keynesianos y neoclásicos, a los que cada día se suman nuevas corrientes: neomonetaristas, los seguidores de la economía verde, psicoeconomistas...
Paul Krugman (profesor en Princeton), Brad DeLong (Universidad de Berkeley) y Mark Thoma (Universidad de Oregón) lideran el grupo de los defensores de las teorías de John Maynard Keynes, los conocidos como saltwater (agua salada, en inglés, por estar situadas sus universidades cerca del mar). Enfrente de sus tesis, John Cochrane, Eugene Fama (los dos, de la Universidad de Chicago) y Robert Barro (profesor en Harvard) que cuestionan la política de estímulos fiscales como vía para salir de la crisis.
Es un enfrentamiento similar al que vivieron en los años treinta John Maynard Keynes y Friedrich von Hayek, una historia que recoge Nicholas Wapshott en su libro Keynes frente a Hayek. El enfrentamiento que definió la economía moderna. Entonces, estos padres de la economía mantuvieron un arduo debate sobre el papel que debería tener el Estado en la economía. “Hayek fue derrotado por Keynes en los debates económicos de los años treinta; no, según creo yo, porque Keynes probara su tesis, sino porque una vez que la economía se colapsó, nadie estaba muy interesado en la cuestión de cuál fue su verdadero causante”, según Robert Skidelsky, biógrafo de Keynes.
Los expertos están divididos sobre cuál es la política
para crear empleo
Lo cierto es que el dominio del keynesianismo en el debate económico fue patente hasta los años setenta, cuando Milton Friedman decretó aquello de que “en cierto sentido todos somos keynesianos; y en otro, ya nadie es keynesiano nunca más”. El consenso entre los expertos empezó a construirse en torno a un menor papel del Estado en la economía y a propiciar el control del crecimiento, de los precios y de la creación de empleo, en buena medida, a través de los tipos de interés.
Desde entonces, sus tesis se han dado más o menos por muertas en varias ocasiones hasta que en pleno apogeo de la crisis financiera, en 2008 y 2009, todo el mundo se volvió keynesiano, como recordaba Peer Steinbruck, ministro alemán de Finanzas con Angela Merkel, pese a pertenecer a la socialdemocracia. “La misma gente que no tocaría nunca el gasto público está ahora desparramando miles de millones. El cambio de décadas de políticas de oferta a un drástico keynesianismo es impresionante”, dijo en diciembre de 2008. Pero ese cambio no llegaría para quedarse.
Henry Farrell, de la Universidad George Washington, y John Quiggin, de Queensland, acaban de publicar un papel sobre el auge y la caída del keynesianismo durante la crisis económica. Los dos profesores de Economía explican que en aquellos años fue posible lograr un consenso en torno a las políticas de estímulo, toda vez que los antikeynesianos no tenían una respuesta clara a qué hacer ante la crisis, ni disponían de los mismos medios de divulgación. Algunas conversiones al keynesianismo de economistas reconocidos como Richard Posner o Martin Feldstein hicieron el resto.
Farrel y Quiggin explican que la entrada en la escena internacional de los economistas del Banco Central Europeo, partidarios — cómo no— de la política monetaria, y la lenta salida de la crisis, sin apenas creación de empleo, incluso en los países que más estímulos habían aplicado, volvió a cuestionar el modelo de Keynes. Pero tampoco zanjó la cuestión, y el debate, hoy en día, persiste.
No hay día en que un bando no le recuerde al otro en qué fallan sus tesis
El escenario de las nuevas guerras es Internet. No hay día en que un bando no le recuerde al otro en qué se equivocan sus teorías, a través de blogs, Twitter, vídeos, conferencias, cartas al director en los principales diarios, gráficos... todo sirve en la guerra de los economistas y lo hacen en todos los formatos que admite la Red. Ahí, Paul Krugman, con su blog en The New York Times y su columna, saca varios cuerpos de ventaja a sus oponentes.
En la guerra de guerrillas, los economistas atacan las bases que sustentan las teorías del contrario, como en la crítica que Paul Krugman lanzó recientemente contra Jean Claude Trichet, el anterior presidente del BCE. “Él ignoró todo lo que sabemos sobre la inflación y la diferencia entre shocks transitorios para subir los tipos de interés al comienzo de un problema pasajero [la subida de precios del verano de 2008, cuando la eurozona ya estaba en recesión]. Y ahora, habiendo rechazado e ignorado lo que la macroeconomía tenía que decir al respecto, se queja de que esa misma ciencia no ofrece una guía de política útil. Increíble”.
Pero el enfrentamiento entra también en cuestiones personales que revelan orgullos dañados. Es el enfrentamiento que mantiene el profesor Steve Keen con Paul Krugman y otros keynesianos. “El establishment neoclásico (sí, Paul, eres parte del establishment) ha ignorado toda la investigación de los investigadores no neoclásicos como yo por décadas. Así que es bueno ver cierto compromiso en lugar de una ignorancia deliberada, o, más probablemente, ciega, a otros análisis alternativos”.
Lo cierto es que las derrotas se suceden en ambos bandos y se lo recuerdan mutuamente. Quienes defienden el impacto expansivo de las políticas de austeridad, como Alan Reynolds, del Cato Institute, pusieron como ejemplo a Irlanda, que tras aplicar duras políticas de ajuste logró salir de la recesión, avanzar planes para sanear sus bancos y retomar la senda de crecimiento. La victoria ha resultado pírrica, pues Irlanda volvió a finales de 2011 a los números rojos, y sus autoridades vuelven a negociar con sus acreedores el calendario de pagos de sus deudas.
Dado que los economistas estadounidenses son los más activos en esta batalla, no es de extrañar que la campaña política estadounidense haya entrado también en el debate sobre la salida de la crisis. Desde Standford, John B. Taylor (cuyos análisis sobre la relación entre la inflación y el crecimiento potencial de la economía sirven como referencia para la política monetaria) ha puesto en duda que las ayudas a los Estados y los Gobiernos locales hayan servido para estimular la economía, como defienden los demócratas frente a los republicanos. Un extremo que ha cuestionado con firmeza Christina Romer, de la Universidad de Berkeley y antigua asesora de Barack Obama. Y, así, hasta no acabar.
“Como en las guerras de Luis XIV, los intentos de rehabilitar el viejo keynesianismo han provocado mucho ruido y mucha furia, pero solo modestas ganancias de territorio”, subrayaba un activo bloguero sobre el debate que se está produciendo entre los economistas. Con conquistas o no, la guerra está muy lejos de haber terminado.

domingo, 19 de junho de 2011

Brasil-UE: a tal de relacao estrategica (tem muitas...)

Preocupaciones brasileñas
JOSÉ IGNACIOTORREBLANCA
El País, 17/06/2011

La cuestión no es si Brasil es socio estratégico para la UE, que lo es, sino si la UE es socio estratégico para Brasil

Escribo desde Brasilia, un festival de arquitectura y urbanismo que provoca sensaciones encontradas. Se celebra el XVIII Foro Brasil-Europa y he venido a encontrar la respuesta a una pregunta aparentemente sencilla. Brasil, dicen los documentos oficiales que se manejan en Bruselas, es un socio estratégico para la UE. Que la UE se fije en Brasil es fácil de entender: es ya la octava potencia económica del mundo, habiendo sobrepasado a miembros tradicionales del G-7 como Canadá e Italia, y va camino de convertirse en la quinta. Aquí, el efecto de la crisis ha sido tan leve como increíble el efecto rebote posterior: en 2010 el país creció a un 7.5%, así que lo que en realidad preocupa es un posible sobrecalentamiento de la economía. Brasil tiene algunas cosas de las que los europeos carecemos: una población joven, ingentes recursos naturales, una cesta energética en la que hasta el 40% de su consumo tiene su origen en energías renovables y un entorno geopolítico completamente favorable, pues carece de rivales o enemigos de peso. Para colmo de la envidia, tiene un superávit comercial con China, algo que en Europa cuesta siquiera imaginar. Estamos pues ante una potencia económica, energética y medioambiental de crucial importancia para la Unión Europea.

De todos los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), Brasil es el más afín a Europa; además es una democracia y tiene una economía de mercado abierta, lo que no todos los BRIC pueden decir. Como dicen algunos aquí, Brasil es el "extremo Occidente", así que, al menos en teoría, deberíamos jugar en el mismo equipo. La cuestión no es entonces si Brasil es un socio estratégico para la UE, que lo es, sino si la UE es un socio estratégico para Brasil. Para responder a esta pregunta me ha parecido primero necesario averiguar qué quiere Brasil y qué le preocupa. Con las entrevistas que he hecho en el Ministerio de Exteriores brasileño y las ponencias de los participantes he elaborado una lista de preocupaciones.

Por un lado, les preocupa que la UE esté dejando pasar la oportunidad de cerrar las negociaciones comerciales con Mercosur. La presidencia española de la UE desbloqueó las negociaciones, pero los avances han sido escasos, cosa que atribuyen al proteccionismo agrícola de la UE y a los ciclos electorales europeos. También están preocupados por las no-admisiones de turistas brasileños a territorio Schengen y las condiciones, dicen que humillantes, en las que se gestionan estas repatriaciones. De igual forma, protestan por el bloqueo europeo a las exportaciones de etanol (Brasil es el primer exportador mundial), así como por la indiferencia de los europeos a la hora de calcular el impacto de sus regulaciones sobre la industria brasileña (se cita como ejemplo la directiva REACH sobre productos químicos, cuyas 273 páginas de normas obligan a las empresas brasileñas a invertir ingentes recursos en entender cómo aplicarla correctamente).

Otra preocupación es que los organismos internacionales estén llenos de europeos y que estos les presionen para secundar sus posiciones sin a cambio satisfacer los objetivos brasileños. Brasil ha hecho del logro de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un elemento central de su política exterior, pero los europeos no apoyarán esa demanda mientras siga prefiriendo alinearse con Rusia y China antes que con ella en las votaciones. Brasil se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Libia. Lejos de arrepentirse, los brasileños señalan que los bombardeos de la OTAN sobre Trípoli en busca de Gadafi exceden el mandato original de la Resolución 1.973 y confirman que hicieron lo adecuado.

Pero si algo preocupa de verdad aquí es la desindustrialización. Brasil lo ha apostado prácticamente todo a la exportación de materias primas: además de dos millones de barriles de petróleo, el país es el primero del mundo en exportaciones de café, azúcar, tabaco y vacuno, y segundo en exportaciones de soja. Aunque China compra una gran parte de esas materias, a cambio inunda su mercado de manufacturas baratas con un yuan artificialmente devaluado, lo que tiene el efecto de hundir la industria nacional y desplazar los productos brasileños de sus mercados naturales latinoamericanos, también por cierto de los africanos (nótese que en la última década Brasil ha quintuplicado su comercio con África y abierto 35 nuevas embajadas). Esta lista de preocupaciones, tan diferente de las nuestras, es la madeja que Europa tiene que desenredar si quiere ser escuchada por Brasil. Hacerlo no parece precisamente fácil, pero sí inevitable si se quiere ser estratégico para Brasil.

Twitter: @jitorreblanca

domingo, 9 de maio de 2010

Lula é criticado por Moises Naim - El Pais (Madrid)

Lula: lo bueno, lo malo y lo feo
MOISÉS NAÍM
El País, 09/05/2010

La revista Time acaba de incluir a Luiz Inácio Lula da Silva entre las personas más influyentes del planeta. Ciertamente las actuaciones del presidente de Brasil han afectado la vida de millones de personas y, en el caso de sus compatriotas, muy positivamente. Pero Lula no sólo merece aplausos y admiración. También hay aspectos de su conducta que son vergonzosos. Veamos.

- Lo bueno. Diez millones de brasileños se incorporaron a la clase media entre 2004 y 2008. La pobreza cayó del 46% de la población en 1990 al 26% en 2008. La desigualdad en la distribución del ingreso ha disminuido. La hiperinflación es una pesadilla que ya nadie recuerda. La deuda externa está en un envidiable 4% del PIB. Las exportaciones se multiplicaron por cinco en sólo veinte años. Y por si fuera poco, en la próxima década Brasil podría llegar a ser una importante potencia petrolera.

Gracias a su éxito y a su tamaño, Brasil es ahora una presencia indispensable en las negociaciones internacionales sobre clima, energía, comercio, finanzas, desarrollo, proliferación nuclear y demás retos que confrontan al mundo. Así, Lula ha hecho obsoleto el mal chiste según el cual Brasil era el país del futuro y seguiría siéndolo para siempre. Brasil ya ha alcanzado mucho de su potencial y no hay duda de que Lula merece un enorme reconocimiento por estos éxitos.

- Lo malo. Lula es poco generoso. Debería compartir el crédito por los logros de su país con Fernando Henrique Cardoso, su predecesor en la presidencia. Lula heredó una economía reformada, políticas sociales de vanguardia y una base muy sólida para continuar profundizando la liberalización y desregulación económica que explican el actual éxito de Brasil. El gran mérito de Lula es haber mantenido, ampliado y defendido estas políticas, que contrastan con las posiciones ideológicas que mantuvo durante años. Lula lideró la oposición a las reformas que hoy le ganan el aplauso del mundo. Mientras en las cumbres revolucionarias con los Chávez, Castros y Ortegas del mundo Lula comparte con entusiasmo las loas al socialismo, en sus decisiones en Brasil éste brilla por su ausencia. Lula ha sido de los presidentes más pro-mercado y pro-sector privado e inversión extranjera que ha tenido Brasil. Él suele decir que sus políticas económicas de mercado sirven para construir las bases para el socialismo. Pocos le creen. Y es fácil suponer que uno de los que no se lo cree es el propio Lula.

Lamentablemente, el presidente brasileño tampoco ha podido impedir que en sus círculos más cercanos florezca la corrupción que invade los gobiernos de América Latina. Decir que esto es lo usual es tan correcto como reconocer que la lucha contra la corrupción nunca ha sido una prioridad para Lula.

- Lo feo. Lula da Silva ha sido muy bueno para los brasileños y muy malo para millones de sus vecinos. Los déspotas que tienen la suerte de ser amigos del presidente brasileño y que están arruinando sus países, mientras Brasil progresa, saben que cuentan tanto con el estridente apoyo como con el silencio cómplice de Lula. Su incondicional respaldo público les aporta una valiosísima legitimidad internacional que les sirve para actuar con aún mayor impunidad dentro de sus países. Sería ingenuo esperar que Lula sea el gendarme de la democracia y los derechos humanos en la región. Pero no debería ser ingenuo esperar que quienes violan reiteradamente los derechos básicos de sus pueblos sepan que no cuentan con el tolerante silencio de Lula y su fraternal abrazo en las cumbres presidenciales. ¿No sería maravilloso que quienes son encarcelados por luchar por la democracia en otros países sepan que Lula es su aliado, y no el de sus carceleros?

La lista de las contradicciones, inconsistencias y ejemplos de la doble moral de Lula es triste y larga. Y no pasa semana sin que crezca. La última adición ha sido la de obligar a que fuese excluido de la cumbre presidencial de la Unión Europea y América Latina el nuevo presidente de Honduras, Porfirio Lobo. Según Brasil, Lobo -quien ganó las elecciones sin las trampas, comunes en la región, de Hugo Chávez y Daniel Ortega- no tiene las suficientes credenciales democráticas para estar en esa reunión. Esto viene del mismo presidente que explicó al mundo que Mahmud Ahmadineyad ganó las elecciones en su país limpiamente y que los miles de iraníes que protestaron en las calles se estaban portando como los díscolos hinchas de un equipo de fútbol después de que su equipo pierde. Al mismo tiempo que Lula decía esto, Ahmadineyad ordenaba la pena de muerte para algunos de los manifestantes. Feo, ¿no?

Por todo esto Lula pasará a la historia como un muy buen presidente para su pueblo y un muy mal vecino para los amantes de la libertad.