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Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

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segunda-feira, 25 de junho de 2012

China e a nova geoeconomia mundial - Moises Naim

Um artigo interessante, a dois títulos: o fato, historicamente relevante, de que os países em desenvolvimento, conjuntamente, tenham superado o peso econômico global dos países desenvolvidos, quando se inclui a China como país em desenvolvimento, claro; e a opinião, que reputo inteiramente válida, de que o futuro não verá nenhum país economicamente hegemônico e sim uma constelação de economias interdependentes e integradas no vasto mercado capitalista global.
A bem da verdade, considero essa separação de países avançados e em desenvolvimento totalmente irrelevante para o que conta, ou seja, para as relações econômicas internacionais; ela só faz sentido político, e ainda assim no sentido capenga, politicamente deformado, do mundo onusiano, onde a ficção política supera a realidade econômica.
Talvez o aspecto importante, aqui, seja o fato de que o universo político e econômico euro-atlântico, que dominou o mundo nos últimos cinco séculos, esteja sendo superado pelo universo da bacia do Pacífico. Não acredito na "decadência" do primeiro, por uma razão muito simples: impérios econômicos ou militares podem até decair e se tornar irrelevantes, mas não impérios da inteligência. Nesse sentido, a Europa ocidental e os EUA da costa leste vão continuar sendo potências dominantes pelo futuro previsível.
Que isto sirva de lição para os latino-americanos: existem aqueles que se abrem para esta nova realidade, como a Aliança do Pacífico (Chile, Peru, Colômbia e México), e existem aqueles reticentes, protecionistas, que pretendem se fechar sobre si mesmos, como Argentina e Brasil.
Paulo Roberto de Almeida 



EL OBSERVADOR GLOBAL

¿Qué pasó el 28 de marzo?

Cada vez parece más claro que ninguna nación va a ser la potencia dominante en el mundo que viene


Moises Naim
El País, 23 Junio 2012



Fue uno de esos días importantes que, sorprendentemente, pasó casi inadvertido en los medios de comunicación del mundo. Resulta que, según los cálculos del Departamento del Tesoro de Australia, el 28 de marzo pasado las economías de los países menos desarrollados en su conjunto superaron en tamaño a las de los países más ricos. “Ese día terminó una aberración que duró un siglo y medio”, escribió el columnista australiano Peter Hartcher, refiriéndose al hecho de que, hasta el año 1840, China había sido la mayor economía del mundo. “Los chinos ven esto y dicen: lo único que pasó es que tuvimos un par de siglos malos”, señala el experto en Asia Ken Courtiss, también citado por Hartcher. Courtiss añade: “Lo que está ocurriendo es que, en un abrir y cerrar de ojos, en tan solo una generación, el poder se ha mudado de Occidente a Oriente. Y con el tiempo veremos que no se trata solo de un movimiento del poder económico y financiero, sino que también migrará a Oriente el poder político, cultural e ideológico”.
¿Será así? Los comentarios de los lectores de la columna de Hartcher ofrecen una espontánea pero reveladora síntesis de un debate que también consume a gobernantes, políticos, militares y académicos en todas partes: ¿cuál será el país más poderoso en el mundo? Derek, por ejemplo, afirma desde Canberra: “No tenemos por qué preocuparnos. En el papel, China e India aparecen como potencias, pero en realidad la mayoría de sus ciudadanos no tienen acceso a servicios sanitarios o a electricidad”. Otro lector que se identifica como Barfiller añade: “No olvidemos estas realidades de los países emergentes: conflictos fronterizos y enfrentamientos por el control del agua y otros recursos; débil protección de patentes y propiedad intelectual; diferencias étnicas, religiosas e ideológicas; desavenencias históricas y culturales, etc., etc. Los países emergentes no lo tienen nada fácil”. A su vez, David insiste en la necesidad de tomar en cuenta “la mala distribución de la riqueza entre la población de estos países. La diferencia entre la riqueza del chino promedio y sus más privilegiados camaradas del partido es una brecha insalvable. Y esa misma brecha existe en la India. En China se debe a una profunda corrupción controlada desde arriba y en India es causada por indelebles divisiones de clase basadas en la religión y la cultura”.
Así, según estas opiniones, China e India son países demasiado debilitados por sus divisiones y otros problemas internos como para ser las potencias rectoras del mundo.
Pero los problemas de estos grandes países en ascenso ya no solo les incumben a ellos. Caledonia, una lectora que escribe desde Sidney, cree que los otros comentaristas no se dan cuenta del peligro que les acecha: “Si la economía de China sufre un crash, ustedes se van a encontrar en las filas de los desempleados y podrán darse por afortunados si consiguen un trabajo limpiando baños”.
Detrás de todas estas observaciones subyacen importantes suposiciones acerca de lo que hace que una nación llegue a ser tan poderosa como para imponerle su voluntad a otras. Esto antes era privilegio de los imperios. Después lo fue de las dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Y tras el hundimiento de esta última, se puso de moda suponer que entrábamos en una era unipolar en la cual una sola superpotencia, Estados Unidos, dominaría el mundo.
Esta percepción duró poco. El ascenso de China y otros países, sumado a los problemas de EE UU, hicieron que la idea del mundo unipolar fuese perdiendo vigencia. Pero si no es el mundo bipolar de soviéticos y norteamericanos, ni el unipolar donde EE UU reina solo, ni el multipolar dominado por la influencia de América, Europa y un Asia en ascenso, ¿entonces qué tipo de mundo es el que está naciendo?
En los últimos años, las respuestas a esta pregunta han estado influidas por el despegue económico de los países emergentes y la crisis financiera en Europa y EE UU. Pero ahora, a medida que los emergentes entran en una más lenta y difícil situación económica que inevitablemente alimentará la turbulencia social y política, y Europa sigue sumida en la crisis, el debate va a cambiar de nuevo. Y cuanto más rebotan de un lado a otro las opiniones acerca de qué nación será la potencia dominante del mundo que se nos viene, más claramente comienza a perfilarse la respuesta: ninguna.
Sígame en Twitter @moisesnaim

domingo, 20 de novembro de 2011

Contra a soberania estatal: uma proposta para acabar com Vestfália

O trabalho abaixo transcrito tem a seguinte ficha:
1269. “Contra a soberania estatal: uma proposta para acabar com Vestfália”, Brasília, 27 mai. 2004, 3 p. Resumo para exposição oral no Simpósio trilateral da Fundação Konrad Adenauer sobre Política Social Internacional (Rio de Janeiro, 27-28/05/2004). Ampliado, a partir do trabalho sobre a redemocratização do poder mundial, para publicação em volume especial, coordenado por Wilheim Hofmeister (Fundação Konrad Adenauer), sob n. 1296. 


Contra a soberania estatal: uma proposta para acabar com Vestfália

Paulo Roberto de Almeida
Simpósio trilateral da Fundação Konrad Adenauer sobre
Política Social Internacional
(Rio de Janeiro, 27 e 28 de Maio)
  
(Notas para desenvolvimento oral, e ulteriormente texto escrito)

            Respondo sumariamente à seguinte questão que me foi colocada pelos organizadores:
“Que reformas no sistema internacional são desejáveis e possíveis a fim de se alcançar justiça social internacional?”
            Sendo telegráfico, eu diria apenas o seguinte:
O sistema de relações internacionais precisaria caminhar para a construção de uma arquitetura política e econômica que possa se basear na governança global e na democracia preventiva.
            Dito assim, parece fácil, mas o que estamos propondo resultaria, a termo, na própria extinção, eliminação ou redução substancial do sistema de Vestfália, ou seja, o da soberania absoluta dos estados nacionais.
            Talvez seja totalmente utópico, irrealista e impossível de ser implementada uma tal revolução no sistema de relações internacionais, mas acredito, sinceramente, que o direito internacional se encaminha, ainda que a passos muito lentos, nessa direção.
            Recordemos, antes de mais nada, que também Kant aspirava a uma utopia desse tipo, a paz perpétua, que para ele deveria ser baseada numa espécie de monarquia universal, o que significaria, em nossos tempos, regimes constitucionais e democráticos. Ora, o avanço do sistema multilateral, consubstanciado na ONU e na OMC, representa, de certa forma, um esboço dessa futura arquitetura política na qual os conflitos tendem a ser marginais e decrescentes.
            Se partilharmos da opinião, bastante sensata, de que regimes plenamente democráticos não conduzem guerras ofensivas e que respeitam os direitos básicos de seus cidadãos e os de todos os demais, então podemos afirmar que a democracia é um requisito essencial de todo e qualquer regime aspirando à justiça e à paz internacionais.
            Ora, sendo as ditaduras o resultado de processos políticos internos aos países e que estes são normalmente constituídos e reconhecidos segundo o modelo de Vestfália, então poderemos concluir, pela lógica formal, que a realização da democracia pode requerer, em certos casos, a abrogação gradual do sistema de Vestfália para que o ideal democrático possa ser realizado. Estou simplificando, obviamente, e nem acredito que a democracia possa ser implantada desde fora, mas creio, fundamentalmente, em valores universais que são os representados pelo Iluminismo europeu, multilateralizados na prática desde a Revolução francesa e o moderno sistema onusiano (com suas conhecidas limitações soberanistas, justamente). Desse ponto de vista, recuso o relativismo histórico e a relatividade culturalista: valores universais são valores universais, e o primado do indivíduo deve passar antes dos interesses dos Estados.
            Por isso, acredito que o próximo passo na elaboração conceitual do direito internacional esteja indicado pelo itinerário da afirmação dos direitos individuais contra os direitos do Estado e contra a razão de Estado. Não é fácil admitir este princípio, pois se teme o unilateralismo, a arrogância imperial e os abusos derivados dos interesses dos mais fortes, mas creio que o multilateralismo político já avançou ao ponto de poder limitar o poder da força e tentar afirmar, doravante, a força do direito.
            Contrariamente aos que acreditam que a intervenção americana no Iraque representou uma crise da ONU e de seu CS, creio que ela representa, ao contrário, uma reafirmação de certos princípios básicos que estarão sendo novamente defendidos pela maioria dos países membros.

            Isto, do ponto de vista da democracia e dos direitos humanos. Do ponto de vista da afirmação das aspirações dos povos a maior bem-estar, a maior justiça, pela garantia de condições mínimas de uma existência digna, creio igualmente que o caminho para essa prosperidade ampliada dos países e pessoas mais pobres ou mesmo miseráveis (que são justamente os suscetíveis de abrigarem regimes despóticos e autoritários) passa pela ampliação irrefreável da globalização, o fator mais poderoso, nos dias que correm, para a ampliação das franquias e a criação de riquezas.
            Uma globalização ampliada constitui o mais poderoso fator de convergência entre os povos, ainda que alguns acreditem que ela produz desemprego, concentração ou até mesmo miséria. Os dados disponíveis até aqui são todos inquestionavelmente em favor da globalização. O nacionalismo econômico costuma ir de par com regimes fechados, cartelizados, protecionistas, enfim, restritivos das escolhas individuais e portanto das liberdades humanas, entre elas a liberdade econômica de trabalhar e de acumular.
            Trabalhei sobre alguns dos estudos de economistas, entre eles Sala-i-Martin e Surjit Bhalla, que confirmam os efeitos inegavelmente positivos da globalização na melhoria da condição dos mais pobres.
            Dois requerimentos se impõem para ampliar a globalização: eliminar o absurdo protecionismo comercial e o subvencionismo pornográfico dos países ricos nas áreas da economia agrícola e da produção industrial labour-intensive, e reduzir o absurdo nacionalismo econômico dos países mais pobres, que só traz prejuízos aos seus povos, em benefício exclusivo de suas elites. Alguns ainda crêem que soberania econômica e capitalismo nacional são sinônimos de dignidade e bem estar, quando estes princípios, na verdade, estão associados a baixos níveis de produtividade e de desempenho econômico.
            Por isso, não hesito em afirmar: abaixo Vestfália, abaixo o soberanismo político e o nacionalismo econômico, ambos restritivos e tendencialmente autoritários. Viva a abertura, a universalização dos direitos individuais, a globalização e o internacionalismo.
            O sentido da história é este: poderá demorar um certo tempo, mas o caminho é este.

Paulo Roberto de Almeida
Brasília, 27 de maio de 2004


O trabalho que o substituiu, mencionado na ficha original, foi este aqui:

1296. “Governança econômica global e democracia preventiva: reflexões sobre a democratização do sistema internacional”, Brasília, 30 jun. 2004, 14 p. Colaboração a livro sobre política social internacional da Fundação Konrad Adenauer. Publicado in Wilhelm Hofmeister (org.), Política Social Internacional: conseqüências sociais da globalização (Rio de Janeiro: Konrad-Adenauer-Stiftung, 2005, 244 p. ISBN: 85-7504-075-8; p. 111-125). Relação de Publicados n. 558.

quarta-feira, 26 de outubro de 2011

A América Latina tropeca na globalizacao - seminario na UnB

Enfins, como diria uma professorinha da UnB, "tropeçar" é uma interpretação minha. Eu acho, sinceramente, que a América Latina fez mais do que tropeçar na globalização. 
Ela deu um trompaço, na verdade.
E, como certo candidato socialista francês, pretende "réguler la mondialisation". Oh Dieu, oh céus...
Bref, tenhamos paciência...
Paulo Roberto de Almeida

O Instituto de Relações Internacionais da Universidade de Brasília, junta-se à Universidad Nacional de Rosário (Argentina), à Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) e à Universidad Autónoma de Madrid (Espanha) para convidar para o 
Seminário Internacional 
"Como se formou o mundo dos nossos dias: da expansão européia à globalização (conflitos, resistências e desenvolvimento desigual - o caso da América Latina)"

que realizam conjuntamente no dia 7 de novembro, das 8:30h às 17:30h.

O Seminário terá lugar no Auditório Joaquim Nabuco do prédio da Faculdade de Direito da Universidade de Brasília (Campus Universitário Darcy Ribeiro - Asa Norte - Brasília - DF). 

O programa completo do seminário se acessa aqui

Este evento se realiza com o apoio do Instituto Brasileiro de Relações Internacionais - IBRI.

sexta-feira, 8 de julho de 2011

Pre-historia da globalizacao: arqueologia do socialismo

A maioria dos estudantes universitários da atualidade (como é óbvio), nasceu depois que o socialismo fez tilt e morreu. Ele implodiu, mais propriamente, ou se desfez como um castelo de cartas, depois que a realidade passou por ali e deu um leve sopro: ele estava preparado para morrer, só faltava um empurrão.
Esse empurrão foi dado pelas massas, não pelos dirigentes, mesmo se Gorbatchev tenha dado uma ajudinha, tentando reformar um sistema apodrecido desde suas fundações.
Como já tinha dito um século e meio antes Alexis de Tocqueville, o mais perigoso para sistemas esclerosados é quando eles tentam se reformar; aí a coisa degringola e tudo vem abaixo.
O texto abaixo, do jornalista Janer Cristaldo, é de 1988, quando ninguém esperava, ou pelo menos a maioria não esperava, que o socialismo fosse desaparecer com tal rapidez.
Nem mesmo Fukuyama, no seu festejado e depois condenado "The End of Hustory?" (atenção ao ponto de interrogação), esperava que a União Soviética viesse abaixo.

Em face do que ocorreu, lastimável para os partidos comunistas e excelente para todos os povos, seria preciso preservar o que resta. Quero dizer que os regimes socialistas que ainda restam, os que sobraram (na verdade apenas dois, Cuba e Coreia do Norte), precisam ser salvos, preservados, mantidos, se preciso embalsamados, colocados no formol, transformados em museus, enfim qualquer forma de preservação do que eles são e do que eles representam.
Por que digo isto?
Porque simplesmente se eles desaparecem, os jovens de hoje, e os de amanhã, jamais saberão como eram os socialismos reais, os sistemas stalinistas, a escravidão do homem pelo homem, os regimes miseráveis (materialmente e moralmente), que foram criados no mundo a partir de 1917 e depois se espalharam dentre 1945 e 1991 pelos quatro cantos da terra.
Eu proponho, por exemplo, que esses socialismos que sobraram sejam inscritos no anexo do CITES, a convenção que protege as espécies ameaçadas de extinção.
A UNESCO bem que poderia inscreve-los no patrimônio cultural da Humanidade, para que eles possam sobreviver, em boas condições, quero dizer, para que os mais jovens possam conhecer como eram os socialismos reais.
Será um pouco como essas tribos primitivas, visitadas regularmente pelos antropólogos, ou essas aldeias históricas, onde personagens vestidos a caráter fazem o seu revival, ou seja, o reenactment do socialismo nos seus bons tempos.
Enfim, essa longa introdução para deixar vocês com um texto saboroso, sobre o velho e bom socialismo dos tempos clássicos.
Paulo Roberto de Almeida

FAVOR NÃO BRANDIR MARTÍ
Janer Cristaldo
A Notícia (Joinville, SC), 11.12.1988

Florianópolis — Fui convidado, certa vez, a um debate em torno ao socialismo, do qual participavam vários intelectuais marxistas. Por socialismo, no caso, entenda-se socialismo soviético, é melhor deixar claro isto desde o início, particularmente nestes dias em que todo mundo fala de socialismo sem especificar a qual se refere, se ao socialismo do Leste europeu, da Iugoslávia ou da Albânia, ou das social-democracias européias, regimes estes fundamentalmente capitalistas mas de economia muito mais socializada do que a das ditas “democracias populares”, pleonasmo só concebível em intelectuais sem noções mínimas de grego. Enfim, etimologia à parte, meus colegas de mesa abriram o debate louvando a eficácia, o humanismo e o caráter revolucionário das teorias marxistas.

De Marx, pouco ou nada entendo, e vou dizer porque não entendo. No dia em que me dispus a enfrentar O Capital, percebi que necessitaria de bases anteriores de matemática, estatística, economia, história da Europa e particularmente da Inglaterra no período da Revolução Industrial. Em suma, para poder entender o economista Marx (até hoje não sei porque o consideram filósofo) eu necessitava de alguns anos de formação que não me dispunha a desperdiçar para tão-somente entender um livro. Leigo em matéria de teorias, modestamente me restringi a contar o que vi em minhas andanças por países socialistas, favor não confundir com as social-democracias.

Estive em Berlim Oriental, na Romênia e na Bulgária. Estive ainda na Iugoslávia, regime socialista peculiar, o único onde os nacionais podem sair do país sem maiores problemas e onde, em certas repúblicas, há uma economia dinâmica. Pequenos fatos do cotidiano nos oferecem robustos elementos de comparação.

Por exemplo: é meio-dia e você quer almoçar. Sem ir muito longe, até em Florianópolis o turista encontra um restaurante onde, com mais ou menos sorte, há boa oferta de pratos. Pois estive um dia em uma das capitais mais ricas do mundo socialista e localizar um restaurante foi uma epopéia que me exigiu mais de hora. Mesmo com amigas que falavam fluentemente o alemão, não foi tarefa fácil encontrar um, escondido no segundo andar de um monstruoso bloco de concreto, sem placa alguma que o anunciasse.

Enregelado, minha carcaça submetida a sei lá quantos graus abaixo de zero, esperei mais de hora em uma fila de resignados cidadãos. Tomasse o metrô e voltasse a Berlim Ocidental, quatro mil casas de restauração me atenderiam em um segundo, com carinho e calefação. Enfim, cheguei finalmente à porta, quando Sua Eminência, o Garçom, com um gesto ríspido me ordenou entrar. Penetrei em um galpão imenso, onde mesas imensas, situadas a enormes distâncias umas das outras, esperavam humildemente ser atendidas. Um cardápio me oferecia uma vintena de pratos, mas pelo menos na hora de escolher o garçom foi gentil: melhor nem tentar, só tem o prato do dia. Eu estava em um restaurante de luxo, em Berlim Oriental.

Transportei-me então — em meio ao debate — para Mangália, cidade balneária romena, às margens do Mar Negro. Era verão e a moça que me acompanhava, julgando muito caros os maiôs de Paris, decidiu deixar para comprar um honesto maiô socialista. Não sei, não — objetei — tens certeza de encontrar maiô por lá? Respondeu-me com um gesto indignado, quase ofensivo. Resumindo: após revirar Mangália inteira — cidade balneária e dirigida ao turismo europeu, insisto — em pleno verão, ela teve a ventura de encontrar dois maiôs: um era verde e outro azul. Quanto às dimensões, que se lixasse. Mas isto é o de menos.

Estávamos em um hotel de primeira classe e já na primeira noite o garçom perguntou-me que desejávamos para o almoço do dia seguinte e estendeu-nos uma tira suja de papel mimeografado onde devíamos optar entre porco ou frango. Não que fôssemos muçulmanos, mas preferimos frango. Café ou chá? Café. Dia seguinte, deu porco com chá da China. “Desculpe, mas frango e café estão em falta”. Hóspede de um hotel de primeira classe, pago em moeda forte, imaginei então o que seria a vida de um romeno, detentor de magros leu, a moeda local. Nem foi preciso imaginar: supermercados vazios, clientes disputando a tapas um pedaço de carne e isso que o pedaço era disputado por aqueles que tinham poder aquisitivo suficiente para comprá-la.

O verão fazia jus ao nome. Céu de brigadeiro, na praia os turistas eram brindados com alegres canhoneios de barcos de guerra ao largo. Minha companheira, ostentando seu magnífico maiô verde — e magnífico aqui é superlativo de grande mesmo, que outro número não tinha — desceu comigo à praia, justo no momento em que dois garçons começavam a abrir um bar. Uma hora de sol e pensamos em uma cerveja. Fui lá buscar.

Ah, cerveja não tem. Enfim, água mineral? Muito menos. Tentei outras hipóteses. Existe na Romênia uma cachaça feita á base de ameixa, o haidouc, aguardente típico do país. Também não tem.

Estávamos sob domínio soviético, pensei, quem sabe um vodca. Nem pensar. Parti então para a utopia: serve então um uísque, pode ser? Nem em sonhos. Por curiosidade, já que nem no deserto me ocorreria tal idéia, pedi uma Coca, Pepsi, ou um refrigerante qualquer. Negativo. Não há nada para beber, então? Nada. E para comer, o que é que tem? Nada.

Nada não entendia eu. Era aquilo um bar? Era, disse o garçom. Estava aberto? Claro que estava, o senhor não está vendo? Eu estava vendo. Mas não há nada para comer ou beber? Não. E por que não há? Porque o distribuidor não trouxe, ora bolas!

Contava eu estas histórias — e contei muitas outras, por exemplo, a dos turistas internos tirando fotos junto a maquetes de veleiros, porque veleiro, que é bom, nem pra remédio, pois bom velejador em dois dias chega às costas da Turquia, sem falar nos vigias de praia, assessorados por cães e metralhadoras de baioneta calada, assestadas contra o primeiro nacional que ousasse abordar um turista em busca de dólares, sem falar na moça da portaria com cara de sargento, que quando reclamei da falta de papel higiênico me perguntou: “quantos dias o senhor vai ficar aqui?”. Neste hotel, dois dias. Olhou-me então de alto a baixo, avaliou meu metabolismo, rasgou uns dois metros de um rolo e passou-me as tiras — enfim, contava eu essas coisas e muitas outras contaria se mais tempo tivesse, quando o organizador do debate interrompeu-me:

— Não é para isso que te convidamos. Estamos discutindo o socialismo em teoria.

Desculpei-me. De teoria eu nada entendia, só conhecia os dados da realidade. As teorias são brilhantes. Na prática, a teoria é outra.

Estas considerações surgem à propósito do artigo de Gilson Pereira, “O coro dos contentes”, publicado domingo passado, onde o autor contesta algumas observações minhas após uma visita a Santiago do Chile. Diz Gilson jamais ter ido a Santiago — o que já não o autoriza muito a falar de Santiago — e acresce ser um daqueles 80 por cento de brasileiros que provavelmente jamais cruzará a fronteira, por absoluta falta de condições. Cantiga para ninar pardais, como dizem os lusos. O articulista demonstra excelente domínio do vernáculo, e mesmo da lógica — a ponto de sofismar à vontade — e hoje, qualquer pessoa que tenha chegado a este quociente mínimo intelectual é homem que, ou viajou, ou não viajou porque não quis. Diz não ser economista, mas brande a teoria da escola monetarista de Chicago. E assim explica o atual período de prosperidade vivido no Chile. Cito literalmente: “repressão ao movimento de massas, arrocho salarial e grandes investimentos estruturais”.

Confesso que nada sei da escola de Chicago. Mas de Stalin entendo um pouco. Sua política foi exatamente essa e mais, continua sendo. Mesmo sob o signo da glasnost e perestroika gorbachovianas, as massas continuam sendo reprimidas (vide os armênios do Azerbaijão e, certamente dentro em breve, os estonianos) e liberdade sindical, que dizem os petistas ser bom, digno e justo e justo, nem sombra dela nas repúblicas soviéticas. Esta política começou com a repressão e morticínio dos kulaks sob Stalin e tem sua seqüência com Lech Walesa. Os grandes investimentos estruturais na América do Sul, pelo menos, ainda não se traduzem em armamento nuclear e militarização do espaço. Em suma, como lemos no Eclesiastes, nada de novo sob o sol.

Com uma diferença: nos países soviéticos esta política não deu certo e hoje a URSS é uma “confederação” que permanece um século atrás da era moderna, onde instrumentos banais do nosso cotidiano, como o xerox e o telefone, são inacessíveis ao cidadão comum. Estou apenas seguindo a argumentação de meu interlocutor, pois não sendo especialista em questões econômicas — e muito menos chilenas — não tenho a mínima idéia a que se deve a atual prosperidade do Chile. É curioso, no entanto, que alguém que jamais atravessou a Cordilheira, tenha uma resposta certinha para explicar uma realidade que jamais viu. O que mais fascina os jovens no marxismo, a meu ver, é esta possibilidade de entender o mundo através de fórmulas figées. Acontece que o universo é por demais complexo para ser captado a partir de doze lições.

Gilson Pereira tem também uma resposta na ponta da língua para explicar a pluralidade de informações que encontrei em Santiago, seja em livrarias como em quiosques de jornais: “para mim está meridianamente claro que o Chile colhe hoje o que plantou no passado”. O que não passa de uma colossal lapalissade, afinal, todo presente, seja qual for, é conseqüência imediata de um passado.

Acontece que o passado do articulista é imediatíssimo, é o de ontem: “Seriam necessários pelo menos mais duzentos anos de ditadura para apagar do Chile as marcas da experiência socialista do governo Allende”. A assertiva carrega em seu bojo a fé de um crente. Mais cauteloso, não me parece que alguns anos de governo possam criar leitores que consomem jornais russos, poloneses, suecos, franceses, ingleses, italianos, americanos e vou ficando por aqui, já que não me preocupei em listar tudo que vi nas bancas.

Que mais não seja, que fatores teriam levado Eça de Queiroz a escrever, em 1890: “Haverá talvez Chiles ricos e haverá certamente, Nicaráguas grotescos”? Todo presente decorre fatalmente de um passado, mas o passado de Gilson é por demais curto e tendencioso. Passado é um conceito elástico, espichado por cada um conforme suas próprias conveniências. Na Espanha, eu me divertia às custas dos madrilenhos quando tentavam provar-me, por exemplo, que Sêneca era um pensador espanhol.

Allende se professava marxista. Desafio meu interlocutor a citar um regime, um só regime marxista, onde haja pluralidade de expressão e informação, onde livrarias e quiosques estejam repletos das mais diversas formas de pensamento.

É ocioso contar mortos, afirma Gilson. Eu diria que não. Até mesmo por uma questão de ofício, jornalistas, estamos sempre contando mortos. O que me desagrada é a diagramação da contagem. Em julho de 83, eu estava na Itália quando começaram uma série de manifestações em Santiago. DOIS MORTOS NO CHILE — titulava um jornal italiano. CINCO MORTOS NO CHILE — dizia outro na manhã seguinte. Passei à França: DEZ MORTOS NO CHILE. (Estes números eu os cito de memória, talvez não sejam exatamente estes, mas a progressão era esta).

Já na Espanha — e sempre em garrafais nas primeiras páginas dos jornais — Pinochet havia matado uma dúzia ou mais. Que a imprensa denuncie tais fatos é salutar. Foi aí que apanhei um Le Monde, talvez um Le Matin, em Madri. Posso não lembrar muito bem o jornal. Lembro apenas que, na última página, uma notinha telegráfica, sem destaque algum, noticiava: russos matam 250 no Afeganistão. Gilson cita Engels: a violência é a parteira da história. Pode ser que tenha sido, meu caro. Mas já está na hora de fugirmos a esse fatalismo tão grato a velhotes gagás como Antônio Callado, que quando babam na gravata, babam ódio e sangue. Não penso ser ocioso contar mortos. Infelizmente, temos de contá-los.

Ao reivindicar como seu modelo intelectual o cubano José Martí, o articulista faz-me lembrar meus alunos de Letras que, ao ver na televisão Quanto mais Quente Melhor ou O Anjo Azul sonhavam, idílicos: “já pensou? Eu tomando um trago com a Marylin na Florida, convidando a Dietrich para uma esticada noturna em Paris?” Nesta nossa era televisiva, passado, presente e até mesmo o futuro parecem ter sido mesclados em um tempo só. Como as imagens são oferecidas simultaneamente no vídeo, os jovens gostariam talvez de achar o número de telefone da Monroe ou quem sabe contemplar as pernas célebres da Dietrich, que hoje tem pelo menos o pudor de escondê-las em seu refúgio parisiense.

Pior mesmo, só quando essa mixagem de tempos — recurso inerente ao cinema — é transporta para a história ou literatura e é isto que faz Gilson, quando insere Martí na Cuba contemporânea. Que sempre lutou pela independência de Cuba e dos países latino-americanos, isto todos sabemos, e talvez muito poetinha de esquerda que adora falar em Nuestra America ignore ter sido Martí quem cunhou tal expressão. Gilson tem em mãos o epistolário. Boa leitura. Mas conheceria melhor o poeta se tivesse suas obras completas.

Constataria, por exemplo, nos Discursos, a fé de Martí no futuro de Cuba e na capacidade de os cubanos governarem-se livremente, a fé de Martí no continente que ele considerava ser o da esperança humana. Seria também interessante ler El Presídio en Cuba, de 1871, fruto de sua condenação ao regime de trabalhos forçados. O livrinho tem mais de um século, mas sua publicação seria atualíssima na Cuba de Castro, afinal presídios, sejam os de ontem, sejam os de hoje, em pouco ou nada diferem.

Martí contesta efetivamente a hegemonia ianque. Mas contestou-a estabelecido em Nova York, onde foi cônsul, sucessivamente, do Uruguai, Paraguai e Argentina. Constituiria um interessante exercício intelectual imaginá-lo hoje em Cuba, contestando a ditadura de Castro.

Por outro lado, se contestava a hegemonia econômica e política dos Estados Unidos, era homem fascinado pela cultura de seus irmãos do Norte, a ponto de estudar, em Norte-americanos, as obras de Emerson, Beacher, Cooper, Wendell Philips, Grant, Sheridan, Whitman e fico por aqui.

Yo quiero cuando me muera
sin patria, pero sin amo
tener en mi losa un ramo
de flores y una bandera.

Martí, pensador libertário, morreu em 1895. Que seu cadáver — por favor! — não seja brandido em defesa de tiranetes dos trópicos.

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O texto acima faz parte da antologia editada sob forma de e-book:
Crônicas da Guerra Fria
Crônicas da Guerra Fria (1889-1991)
Janer Cristaldo (1947— )
Edição: eBooksBrasil.com
Fonte digital: Documento do Autor

Copyright
©2000-2006 Janer Cristaldo
cristal@altavista.net

SOBRE O AUTOR
Janer Cristaldo nasceu em 1947, em Santana do Livramento, RS. Cursou o secundário em Dom Pedrito e Santa Maria, onde formou-se em Direito. Em Porto Alegre, em Filosofia. Iniciou-se em jornalismo no extinto Diário de Notícias, Porto Alegre. Escreveu no Correio do Povo e Folha da Manhã. Nos anos 71 e 72, exilou-se voluntariamente em Estocolmo, onde estudou cinema e língua e literatura suecas.
De volta ao Brasil, publicou suas primeiras traduções: Kalocaína, de Karin Boye (do sueco), e Crônicas de Bustos Domecq, de Jorge Luís Borges e Adolfo Bioy Casares (do espanhol). Em 1973, publicou O Paraíso Sexual Democrata, que teve quatro edições no Brasil e uma em espanhol, em Buenos Aires, proibida na Argentina. Em 1975, passa a assinar coluna diária para a Folha da Manhã, Porto Alegre. Em 77, recebe bolsa do governo francês para um doutorado em Letras Francesas e Comparadas. De Paris, mantém correspondência diária para a Folha da Manhã. Em 1981, doutorou-se pela Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris III), com a tese La Révolte chez Ernesto Sábato et Albert Camus, traduzida ao brasileiro sob o título de Mensageiros das Fúrias. Participou de diversos colóquios na França e Alemanha, como também de festivais cinematográficos em Berlim, Cannes e Cartago, na condição de jornalista. Ainda em Paris, iniciou a tradução da obra ficcional e ensaística de Ernesto Sábato, a pedido do próprio autor.
No Brasil, foi professor visitante de Literatura Brasileira e Comparada, na Universidade Federal de Santa Catarina, em Florianópolis, de 1982 a 1986. Neste período, traduziu vários outros romances, introduzindo no universo literário brasileiro autores como Roberto Arlt, Camilo José Cela, José Donoso, Michel Déon e Michel Tournier. Em 86, publica seu primeiro romance, Ponche Verde, que tem como fulcro a peregrinação dos exilados brasileiros por Estocolmo, Berlim, Paris e Lisboa.
Em 87, recebe bolsa do governo espanhol para um curso de Língua e Literatura Espanholas. Residiu seis meses em Madri. De 91 a 93, foi redator de Política Internacional da Folha de São Paulo e do Estado de São Paulo.
Crônicas da Guerra Fria é uma compilação de artigos publicados em sua maior parte entre 1989, ano da queda do Muro de Berlim, e 1991, ano da dissolução da União das Repúblicas Socialistas Soviéticas.