O que é este blog?

Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

Mostrando postagens com marcador Nueva Sociedad. Mostrar todas as postagens
Mostrando postagens com marcador Nueva Sociedad. Mostrar todas as postagens

sexta-feira, 14 de junho de 2024

Vladímir Putin y la proscripción del socialismo en Rusia - Sasha Davydova , Kirill Medvedev , Ilyá Budraitskis (Nueva Sociedad)

Acho que os companheiros ficarão escandalizados com o antisocialismo de Putin. 

Vladímir Putin y la proscripción del socialismo en Rusia

Opinión

Sasha Davydova , Kirill Medvedev , Ilyá Budraitskis

Nueva Sociedad, mayo 2024

https://nuso.org/articulo/movimiento-socialista-rusia-putin-proscripcion/

El 5 de abril el Movimiento Socialista Ruso fue tachado de «agente extranjero» y proscripto. Aunque la política antiizquierdista de Vladímir Putin es conocida, es la primera vez que las autoridades rusas prohíben la existencia de una organización socialista. En este artículo, tres miembros del movimiento explican la situación actual y analizan los desafíos que implica el contexto represivo.

El 5 de abril de 2024, el Movimiento Socialista Ruso (MSR) fue declarado como «agente extranjero». Esta decisión se transformó en un precedente, ya que por primera vez las autoridades rusas prohibieron de hecho una organización de izquierda: es bastante evidente que la ley opresiva y antidemocrática de Putin elimina cualquier oportunidad para la actividad política bajo ese nombre. Sin embargo, si vemos el estatus de agente extranjero como una suerte de reconocimiento por parte del régimen, la decisión está bien merecida. Durante sus 13 años de existencia, el MSR se opuso sistemáticamente a la agresión militar, la dictadura y la privación de derechos de la mayoría trabajadora. El equipo de la plataforma socialista Posle.media habló con integrantes de la organización para trazar las etapas de su evolución, que en muchos aspectos refleja la historia política de Rusia en la última década.

Ilya Budraitskis, filósofo político e historiador

El congreso fundador del MSR se llevó a cabo en la primavera de 2011. Fue un poco antes de los acontecimientos políticos decisivos que cambiarían el curso de la historia del país: Vladímir Putin anunciaba su retorno a la Presidencia en septiembre y en diciembre comenzaban en Moscú las protestas de la Plaza Bolotnaya. Es emblemático que el congreso de la nueva organización que reunía a varios grupos socialistas en uno fuese organizado por el Centro Sájarov, que finalmente sería clausurado por las autoridades.

El manifiesto del MSR, que fue adoptado en el congreso, establecía lo siguiente: «la izquierda rusa se ha encontrado en una situación (…) de profundización de la crisis del sistema político, de demanda creciente de una alternativa política que atraviesa toda la sociedad». Por lo tanto, el grupo recientemente creado no reclamaba la posesión exclusiva de un verdadero programa revolucionario, ni veía su construcción organizativa como un fin en sí mismo. Nuestro objetivo era iniciar el proceso de creación de una amplia coalición de izquierda, que en el futuro se convertirá en un polo socialista independiente de un amplio movimiento de oposición. Lo que siguió demostró que este análisis era válido.

El MSR estuvo representado por una enorme columna en la primera protesta masiva en la Plaza Bolotnaya el 10 de diciembre de 2011, y una edición especial de nuestro periódico se agotó en minutos. En los meses siguientes, el MSR participó activamente en todos los acontecimientos claves del movimiento de protesta en desarrollo: integrantes de la organización hablaban en las concentraciones en Moscú y San Petersburgo; imprimimos un diario durante las dos semanas del famoso «Occupy Abai», participamos en la elecciones para el Consejo de Coordinación de la Oposición, y hasta hicimos incursiones activistas en manifestaciones en apoyo de Putin (a las que asistían entonces, como lo hacen ahora, en su mayoría empleados del sector público obligados a participar). La composición de nuestra organización cambió mucho durante aquella época: tras las protestas se unieron muchos nuevos camaradas, mientras que otros antiguos renunciaron, no convencidos de las tácticas de participación activa en los movimientos democráticos de masas. Nuestra postura de que la lucha por el cambio social es inseparable de la lucha por los derechos democráticos básicos ya entonces se distinguía del contexto de grupos estalinistas y dogmáticos que subestimaban el riesgo de sucumbir a una abierta dictadura.

Luego de la anexión de Crimea y el involucramiento ruso en el Donbás, el MSR inequívocamente se opuso al juego imperial del régimen de Putin, cuyas víctimas no eran solo ucranianos sino también la población rusa común. En la manifestación en Moscú contra la guerra en la primavera de 2014, la columna del MSR marchó bajo un estandarte que decía «La gente siempre paga por la guerra»: un eslogan que suena aún más cierto en la actualidad, en el tercer año de una guerra a gran escala que ha reclamado cientos de miles de vidas. En 2014-2015, mientras las autoridades azuzaban la histeria chovinista, el MSR no tuvo miedo de ir contra la corriente y continuó repitiendo su mensaje: «El principal enemigo está en el Kremlin».

Kirill Medvedev, poeta, traductor y músico

El año 2017 marcó un giro municipal y electoral para el MSR. Participamos en las elecciones municipales de Moscú en 2017 y nos unimos a la campaña de Sergei Tsukasov para la Duma de la Ciudad de Moscú. Tsukasov, un demócrata de izquierda con muchos años de experiencia en la política local, era en ese momento jefe del consejo local de Ostánkino, controlado por la oposición. Sergei tenía el apoyo del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) y grandes chances de ganar, razón por la cual, justo el día anterior a la votación, fue removido de la competencia por motivos falsos. Organizamos grandes manifestaciones en Moscú para demandar que él y otros candidatos de la oposición retirados de la contienda electoral fuesen rehabilitados. Finalmente, la agrupación de Sergei dio su apoyo al candidato del Partido Yabloko, que convirtió estos esfuerzos reunidos en una victoria sobre el opositor apoyado por el gobierno. Este fue un buen ejemplo de cooperación intraoposición en el distrito. Desde entonces, venimos participando en acciones locales de activismo en Ostánkino.

En 2021, nos unimos a la campaña de Mikhail Lobanov para la Duma de la Ciudad de Moscú. Nuestros militantes participaban en una variedad de acciones, desde preparar la agenda de actividades y editar periódicos locales hasta trabajo de campo. La campaña de Lobanov demostró que un socialista que reunía a varias personas de ideas similares en su campaña podía convertirse en un líder que uniera a la oposición en general en un distrito grande con una población de un millón de habitantes. Trabajamos con otros políticos de izquierda, como Vitaly Bovar en San Petersburgo, y presentamos a nuestros propios candidatos, por ejemplo, Kirill Shumikhin en Izhevsk. En 2022, apoyamos la iniciativa Vydvizhenie [Nominación].

Las elecciones son una oportunidad para trabajar en un proyecto con un cronograma y resultados alcanzables. Es una experiencia necesaria para los grupos de izquierda, que con frecuencia operan en modo reactivo, de emergencia, tratando de responder a las iniciativas bien planeadas y financiadas de las autoridades. Además, las elecciones son una oportunidad para ponerse en contacto con ciudadanos que, a pesar de la despolitización masiva, tienen mucha más confianza e interés en alguien que se postula para el gobierno y en su comité de campaña que en activistas externos cuyos objetivos y motivos son a menudo percibidos como ambiguos y sospechosos.

Convertirse en un político público, postularse a elecciones y luchar para representar al pueblo es una decisión personal, una seria elección de vida que es usualmente irreversible. Las organizaciones de izquierda rusas casi nunca producen políticos. La gente se une en busca de algo más: una identidad de grupo, una lucha colectiva por un programa revolucionario grandioso. Las grandes expectativas, en ausencia de los medios adecuados, conducen a menudo al agotamiento y la decepción.

Por eso es tan importante que los políticos de izquierda, que tienen experiencia práctica en elecciones y medios, trabajen junto con grupos activistas, que tienen horizontes teóricos, históricos e ideológicos. Las elecciones son la plataforma principal para una colaboración de ese tipo, y son algo que seguiremos haciendo de una forma u otra, pero por supuesto, no son un fin en sí mismo. El resultado debería ser la formación de un medio compartido y, en última instancia, de una organización que una a políticos, activistas y expertos; aquellos que se beneficiaron con la cooperación con el PCFR y aquellos que siempre estuvieron decididos a crear una infraestructura de izquierda alternativa. La guerra a gran escala trastornó muchos planes, pero también aceleró la consolidación de fuerzas de izquierda saludables –antibélicas y democráticas–. El MSR siempre ha estado a la vanguardia de este proceso y ahora juega un papel especial en él.

Sasha Davydova, activista del MSR

El día que comenzó la invasión en gran escala a Ucrania, los integrantes del MSR salieron a las calles para protestar por la guerra. Recuerdo con qué rapidez imprimimos panfletos y los repartimos en las calles y permanecimos en piquetes solitarios. Algunos fueron detenidos. Hoy no hay protestas, pero incluso ese día ya era obvio que la guerra era un punto de inflexión radical. Los cambios políticos en el sistema pusieron cualquier acción política organizada en un marco más represivo que nunca.

Nos vimos forzados a adaptarnos a la nueva realidad de una legislación de tiempos de guerra, dentro de la cual teníamos que existir. Desde el 24 de febrero, nuestras prioridades pasaron a ser garantizar la seguridad, no comprometer a nuestros camaradas y preservar nuestra organización. Surgió la cuestión de cómo actuar, pero el MRS permaneció fiel a sí mismo durante la guerra. Integrantes y participantes del movimiento eligieron abandonar Rusia o no hacerlo, pero la mayoría de ellos permaneció en la militancia.

El MSR ha crecido como un medio de la izquierda desde 2022, y nuestra agenda también se ha expandido. Comenzamos a pensar y a hablar sobre la decolonialidad con más frecuencia, en un intento de llevar el discurso dentro de la oposición en su totalidad hacia la izquierda. Continuamos con nuestros esfuerzos en el ámbito sindical y apoyamos a sindicatos independientes. Nuestros militantes han hecho escuchar sus voces para impulsar la agenda social feminista: hemos creado un fanzine sobre la maternidad, organizado acciones contra la violencia de género y hecho campañas contra los ataques conservadores a la autonomía corporal de las mujeres. En la esfera educativa, el MSR realizó talleres para simpatizantes y organizó grupos de lectura. Hemos hecho todo lo posible por no permanecer aislados ni encerrados en nosotros mismos, apuntando en cambio a desplazar el discurso opositor hacia un democratismo de izquierda. Así, nos hemos manifestado sobre la flagrante inequidad, escribiendo sobre huelgas y violaciones a los derechos laborales y llevando adelante campañas contra la violencia de la ultraderecha, entre otras acciones.

También hubo alianzas horizontales en diferentes ciudades con otras iniciativas y organizaciones por temas como la recaudación de fondos para mujeres y prisioneros rusos o el envío de cartas a prisioneros políticos. En San Petersburgo, seguimos participando en campañas contra la gentrificación y el desarrollo inmobiliario en zonas verdes.

El MSR ha construido lazos internacionales de solidaridad con organizaciones de izquierda en el extranjero. Fuera de Rusia, los activistas pudieron permitirse participar abiertamente en manifestaciones con consignas antiimperialistas, alinearse con los sindicatos el 1° de Mayo y organizar concentraciones antifascistas y acciones solidarias con prisioneros políticos rusos.

Pero fue la campaña Mundo Justo durante las «elecciones» presidenciales la que acarreó la venganza en forma de estatus de «agente extranjero». Fue al mismo tiempo una campaña contra todos los candidatos y un programa socialista de mínima que unió a la izquierda en una coalición (y la unificación de la izquierda es un éxito en sí mismo). La campaña por un mundo justo combinó acción política legal y una campaña activa en el terreno que evitaron el error de legitimar las así llamadas elecciones, que fueron completamente orquestadas por el Kremlin. Creo que sus resultados demuestran que nuestra posición resultó ser la mejor disponible, porque apostar por uno de los falsos candidatos (en particular, Davankov) nunca podría ser una expresión de protesta. La campaña Mundo Justo se trataba de unir y politizar las voces de aquellos que reclaman paz, igualdad y justicia. Este potencial no se perderá.

 

Nota: la versión original de este artículo en inglés se publicó en Links el 03/05/2024 y está disponible aquíTraducción: María Alejandra Cucchi



quinta-feira, 12 de janeiro de 2023

China en el orden global: ¿socio comercial, competidor o alternativa sistémica? - Uwe Optenhögelm (Nueva Sociedad)

 Opinión 

Nueva Sociedad 9FES), Enero 2023

China en el orden global: ¿socio comercial, competidor o alternativa sistémica?

https://nuso.org/articulo/china-en-el-orden-global-socio-comercial-competidor-o-alternativa-sistemica/ 

El exitoso modelo chino de recuperación del desarrollo ha eliminado un viejo dogma: que modernización debía equivaler a «occidentalización». Sin embargo, queda por ver si un proceso de toma de decisiones recentralizado, repolitizado y reideologizado puede ser lo suficientemente eficiente para competir en la economía global.

Hoy, China participa en todos los órganos de las Naciones Unidas, así como en formatos informales como los BRICS o el G-20, y trata de moldearlos o transformarlos según sus intereses. El rápido progreso de China en las instituciones internacionales y la creciente confianza en sí misma que conlleva este programa solo pueden entenderse en el contexto del desarrollo extraordinariamente exitoso de su economía.

El modelo de desarrollo chino se basaba en la orientación exportadora, la inversión masiva (tanto estatal como extranjera), la transferencia de tecnología occidental, la represión financiera, los controles de capital y una moneda no convertible. Tras un largo periodo con tasas de crecimiento a veces de dos dígitos, este sendero de crecimiento cuantitativo alcanzó su límite durante el mandato del primer ministro Wen Jiabao (2003-2013). Las tres décadas de hipercrecimiento hicieron que la economía de China fuera considerada cada vez más como «inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible». Desde entonces, volver a equilibrar la economía y al mismo tiempo ponerla en un sendero de crecimiento cualitativo, sostenible y más orientado al mercado interno ha sido el desafío central de los líderes chinos, que el presidente Xi Jinping en particular ha convertido en su programa desde que asumió el cargo en 2012.

El exitoso modelo de desarrollo, bajo presión de todos lados

La desglobalización que se inició con la crisis financiera (2008-2010), y que se aceleró por la pandemia de covid-19 y, desde febrero de 2020, por la guerra de Rusia contra Ucrania, marca un cambio clave en las condiciones marco para el desarrollo de China. No solo Estados Unidos ha visto a China como un adversario geopolítico clave desde el gobierno de Donald Trump, sino que, también según la percepción de la Unión Europea, China ha pasado de ser el mercado más grande a ser un «rival estratégico». A su vez, el Parlamento Europeo ha suspendido la ratificación de un acuerdo de inversión con China que implicó largas negociaciones antes de la guerra. Frente a la agresión rusa contra Ucrania, Estados Unidos, Europa, Japón y algunos otros países han dejado de regir sus políticas únicamente según la economía. También están pasando a primer plano aspectos de política de seguridad y defensa. Además, la nueva dimensión de las sanciones occidentales, que van más allá de todo lo previamente conocido, ya está teniendo efectos de largo alcance en la economía mundial. China es vulnerable aquí. Si se restringe el acceso a lo que habían sido los mercados de exportación más grandes, se necesitan otros mercados o el propio mercado interno, nada de lo cual está actualmente a la vista.

Además de la reducción de los mercados de exportación, también se está dificultando el acceso chino a la alta tecnología de Occidente. No solo Estados Unidos impuso sanciones contra Huawei, fabricantes de semiconductores o microchips, sino que también algunos gobiernos europeos han prohibido recientemente que China adquiera tecnología de punta. No están siendo cuestionadas solo las inversiones chinas, sino también los subsidios del gobierno chino para empresas de ese país, que distorsionan la competencia, y el trato desigual de las inversiones occidentales en China.

 El atractivo del desarrollo se está desvaneciendo

 Paralelamente a los desafíos para la política de comercio exterior, también tambalea la «Iniciativa de la Franja y la Ruta», el principal y muy prestigioso proyecto de política de desarrollo de China. Golpeados por las secuelas de la pandemia, la inflación y las ramificaciones de la guerra en Ucrania, muchos países del Sur global están teniendo dificultades para pagar sus préstamos. Una de las razones se encuentra en las políticas de préstamos que lleva adelante China en su propio interés. Parece que la República Popular está conduciendo a sus socios de la Ruta de la Seda a la trampa del endeudamiento. También se acusa a China de estar acaparando tierras, violando los derechos humanos y contaminando el medio ambiente. Y los gerentes de la Ruta de la Seda a menudo parecen comportarse de una manera que no es menos «colonialista» que la de sus contrapartes occidentales. Hoy, China es el mayor prestamista del mundo: si Beijing no quiere perder reputación entre los países del Sur global y al mismo tiempo desea evitar que una gran cantidad de préstamos fracasen (están en riesgo aproximadamente 118.000 millones de dólares), tiene que mostrar si puede ser más responsable en el manejo de los desafíos del desarrollo que Occidente, al que critica.

 Los problemas también se están acumulando en el mercado interno

 El mercado interno del país se enfrenta a grandes desafíos cíclicos y estructurales: las elevadas deudas pública y privada, un sector inmobiliario en implosión, bancos sobreendeudados con una supervisión bancaria que no funciona, el envejecimiento progresivo de la población y casi 20% de desempleo juvenil son un lastre para el crecimiento. En simultáneo se registra una extrema desigualdad de ingresos, corrupción persistente, una explosión en los costos de la vivienda e instituciones del Estado de Bienestar subdesarrolladas que podrían compensar y amortiguar socialmente la caída de la demanda. Ya hay cierres de fábricas a causa de la caída de las exportaciones, lo que complica aún más la situación. A esto se suma el costo cada vez mayor de la política china de covid cero. Los recientes confinamientos en Shanghái y Chengdu han dejado sus huellas en la economía, que creció solo 0,4% en el segundo trimestre de 2022 en comparación con el mismo periodo del año anterior. Esto aleja mucho el objetivo de crecer 5,5% que estipulaban los políticos.

También está quedando claro que el país no está preparado para la variante Ómicron y que sus propias vacunas no pueden competir con las de Occidente. La aplicación brutal de las reglas de cuarentena reveló una dimensión política de la estrategia de covid adoptada por China, que fue reafirmada por Xi en el XX Congreso del Partido Comunista que tuvo lugar entre el 16 y el 22 de octubre de 2022. Sin embargo, la población china reaccionó con una notoria y creciente incomprensión y contradiciendo la dureza aparentemente sin sentido del gobierno. A fines de diciembre, el gobierno tomó la abrupta decisión del partido de abandonar su política de covid cero. Si la decisión se tomó debido a la creciente protesta popular que atacaba abiertamente al gobierno o si se consideró que el precio económico de la política estaba siendo demasiado alto seguirá siendo un secreto de la dirección gubernamental comunista. En cualquier caso, el pragmatismo mostrado con este cambio radical de rumbo conduce a la aventura de la exposición total a la pandemia a una población con una baja cobertura de vacunación, una vacuna nacional comparativamente ineficaz y un sistema sanitario mal preparado. Los efectos humanos y económicos todavía están por verse. Pero parece evidente que este cambio de política no puede considerarse una medida de confianza entre los dirigentes y la población. 

Los años de covid junto con los problemas económicos descritos anteriormente dan la impresión de que la confianza del pueblo en el gobierno y sus líderes se ha erosionado por primera vez en décadas. El pacto de desarrollo chino entre el pueblo y los líderes establece que «nosotros (el gobierno/Partido) aseguramos un aumento continuo de la prosperidad; a cambio, ustedes (el pueblo) renuncian a la participación política y a tener voz», pero este pacto aparentemente está perdiendo su brillo y su poder para asegurar identidad. Ya hay economistas en Occidente que sospechan que China puede estar avanzando hacia una «japonización» de su economía (en alusión a las dos décadas perdidas de Japón, caracterizadas por un bajo crecimiento y deflación), o que se encontrará en una «trampa de ingresos medios» en un futuro no muy lejano.

En este contexto, está claro que la guerra rusa contra Ucrania llega en un mal momento para China. El país ya tiene bastante con sus propios problemas. A diferencia de Rusia, a China no le interesa destruir el orden internacional existente. La actitud contradictoria de China ante la guerra de Ucrania (apoyando verbalmente a Rusia en todo lo que perjudique a Occidente, pero negándole al mismo tiempo apoyo militar y respetando las sanciones occidentales) es cada vez más difícil de transmitir a nivel internacional. Está erosionando la imagen de China. Vladímir Putin lo vivió cuando, en septiembre, se reunió con Xi Jinping en el marco de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Samarcanda.  Xi Jinping le hizo a su «mejor amigo» una advertencia sobre el comportamiento responsable de una gran potencia y las condiciones marco de la globalización: él está «dispuesto a trabajar con Rusia para demostrar la responsabilidad de las grandes potencias», pero esto debe hacerse «para infundir estabilidad y energía positiva en un mundo caótico». Y Beijing también ha rechazado claramente las amenazas rusas de usar armas nucleares: lo hizo primero durante la visita del canciller alemán, Olaf Scholz, a Beijing y nuevamente durante la cumbre del G-20 en Bali en noviembre de 2022.

 Responder a vientos desfavorables en un mundo caótico

 Esta compleja mezcla dio el trasfondo para el XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), donde quedó claro cómo quiere enfrentar el Partido los múltiples desafíos. Inicialmente, el foco estuvo puesto en el aumento de poder del presidente Xi: prueba de esto fue el tercer mandato sin precedentes que se le otorgó. Al mismo tiempo, los tecnócratas orientados al mercado fueron reemplazados en la jefatura del Partido por funcionarios leales a Xi. En el discurso público, el lema de Deng Xiaoping de «dejar que algunos se enriquezcan primero» ha sido reemplazado por el lema de Xi Jinping de «prosperidad común». Hay un mayor vigor en el combate contra la corrupción desmesurada, y los multimillonarios chinos están desapareciendo temporalmente y/o siendo «puestos en línea»: en la más genuina tradición de la autocrítica comunista. En resumen, desde que Xi asumió el cargo en 2012, en el Reino del Medio hay una tendencia más pronunciada a la recentralización, la repolitización, la reideologización y una mayor represión. La nueva jefatura del Partido simboliza la renuncia a los elementos de liderazgo colectivo y el Partido vuelve a convertirse otra vez en la correa de transmisión de la economía y la sociedad. 

Los nuevos jefes no cuestionan su propia política. Lo que sí es ostensible es el cambio hacia un dominio de la racionalidad política sobre la racionalidad económica. Esto se da a pesar de que muchos observadores nacionales y extranjeros del éxito de China en las últimas cuatro décadas coinciden en que la descentralización, la delegación de decisiones económicas, la competencia y la creatividad en la economía, y cierto pluralismo interno en la política y reglas no escritas para la gobernabilidad (como los límites en los mandatos de los tomadores de decisiones) han sido elementos constitutivos en el rápido ascenso de China.

Con la China de Xi, una vieja pregunta del debate sobre políticas de desarrollo parece estar regresando a la arena política: ¿pueden una economía y una sociedad manejadas de forma autocrática superar a las democracias de libre mercado en términos de innovación y crecimiento? En el contexto de su integración a las instituciones internacionales, su poder económico, el nivel tecnológico que ha alcanzado, su creciente poderío militar y la vigilancia sobre sus ciudadanos, posibilitado por el sistema de crédito social, China parece estar respondiendo a esta pregunta con un sí.

Con la República Popular, ha surgido un actor en la política global que propaga su propia vía al desarrollo y se distingue claramente de las ideas occidentales sobre la universalidad de los derechos humanos, la democracia como la mejor forma posible de gobierno o un papel constructivo para las organizaciones de la sociedad civil. en una comunidad funcional. El exitosísimo modelo chino de recuperación del desarrollo ha eliminado uno de los dogmas del debate sobre el desarrollo –que modernización debía equivaler a occidentalización– y ha demostrado que puede accederse a la modernización de otras maneras.

Sin embargo, desde una perspectiva occidental, queda por ver si un proceso de toma de decisiones recentralizado, repolitizado y reideologizado puede ser lo suficientemente eficiente para competir en la economía global. 

En este sentido, la puesta en escena final del XX Congreso del PCCh ha dado señales simbólicas sobre la idea de liderazgo partidario en la era Xi: seis hombres mayores de 60 años aplaudieron a un solo líder. La «otra mitad del cielo» (Mao Zedong) permanece invisible. Veremos qué tan atractivo y eficiente demuestra ser este modelo de gobierno en el mundo globalmente conectado del siglo XXI. 

Fuente: The Progressive Post

Traducción: Carlos Díaz Rocca


quinta-feira, 11 de julho de 2019

O novo nacionalismo, diferente de um século antes - Branko​ Milanović (Nueva Sociedad)

Esta vez es diferente 

Se vuelve a hablar de fascismo, de nacionalismo, de lucha de clases. Pero las comparaciones simplistas de la política actual con los inicios del siglo XX son erróneas.
Nueva Sociedad, Julio 2019
Esta vez es diferente
Hace varios días, mientras revisaba mi «biblioteca», reparé en Reflexiones sobre la violencia de Georges Sorel, que había comprado y leído un cuarto de siglo atrás. Revisé mis anotaciones sobre el libro y partes del texto sin ninguna intención en particular, sino más bien como una forma de recordarme el extraño pero clarividente cóctel intelectual de nacionalismo o marxismo arrogante (según sea el caso), desprecio por los valores «pequeñoburgueses» y elogio de la violencia que hace Sorel.
Reflexiones sobre la violencia se publicó en 1907 y representa, como han observado muchos, una anticipación un tanto inquietante del siglo europeo siguiente, dominado alternativamente por guerras entre naciones y entre clases. Pero releer a Sorel en 2019 me sugirió otra visión: qué diferente es el mundo actual, a pesar de lo que muchos argumentan, del que él describió, que iba a durar casi un siglo.
Hay tres motores principales en Sorel: la lucha de clases, liderada por un proletariado organizado y sus sindicatos; la lucha nacional, impulsada por los objetivos mutuamente incompatibles de las elites nacionalistas; y el uso de la violencia como una herramienta política legítima a menudo necesaria para precipitar los procesos deseados –pero en cualquier caso, históricamente predeterminados–. Dentro de esa matriz, se puede situar cómodamente el fascismo (como lo reconoció de hecho Mussolini) o el comunismo soviético, como lo ilustra el elogio a Lenin escrito por Sorel en 1918.
Aunque a muchos de los críticos «antipopulistas» de la actualidad les gusta comparar los movimientos populistas que se registran desde Hungría hasta Suecia con el fascismo, una lectura detenida del libro de Sorel muestra claramente lo diferentes que son los mundos de ayer y de hoy.
Políticamente relevante
Analicemos cada uno de los tres temas claves de Sorel. La lucha de clases casi ha desaparecido de las sociedades desarrolladas contemporáneas. Sin duda las personas continúan diferenciándose por sus posiciones en el sistema de producción, como afirman los marxistas, pero esto ya no es un clivaje tan políticamente relevante como lo fue alguna vez.
Los sindicatos y la huelga general (las ideas por las que se conoce mejor a Sorel) viven un declive de largo plazo. Los sindicatos tienen dificultades para organizar a los trabajadores dispersos y son muy fuertes en sectores estatales, como la salud y la educación, pero no en los sectores privados de la economía, donde originalmente se constituyeron para defender los derechos de los trabajadores. Y la «huelga general» prácticamente ha desaparecido del vocabulario político.
Este año pasé un tiempo en Barcelona y presencié varias jornadas de lo que se llamó huelgas, e incluso una huelga general (vaga general). Pero pronto me di cuenta de que su función era puramente ritual: muy pocas personas se pliegan a ellas, las alteraciones son mínimas y los efectos son probablemente nulos. El papel de las huelgas, como el de las festividades religiosas, es fomentar la participación en un ritual sin esperar ninguna respuesta en la vida real. (Esto, obviamente, se ajusta más a una religión que a un movimiento cívico o de trabajadores).
Sin duda, el nacionalismo está vivo. Pero a diferencia de los nacionalismos fascistas (y del de Sorel), el nacionalismo actual en la Unión Europea no enfrenta a la clase dominante de una gran potencia contra otra, sino a los «descontentos» nacionales contra sus propias elites urbanas y contra los inmigrantes. Es una ideología perniciosa, pero su nivel de amenaza y peligrosidad es mucho menor que a principios del siglo XX.
La función del nacionalismo actual es justificar no que los franceses vayan a la guerra contra los alemanes, sino que la policía proteja las fronteras de Francia contra los migrantes africanos. No convoca a la guerra sino a salvaguardar «valores». Es defensivo, no ofensivo. Es un nacionalismo de «perdedores» y no –como lo expresó Vilfredo Pareto en la misma época que Sorel– de «leones».
(Este es al menos el caso de varios nacionalismos de Europa occidental, muy diferentes de sus predecesores fascistas. Sin embargo, no significa excluir el conflicto entre las tres superpotencias nucleares –Estados Unidos, China y Rusia–, que registran actualmente una ola de nacionalismo más o menos marcial).
El tercer elemento es la violencia. No hay similitud entre la violencia europea antes de la Primera Guerra Mundial –y sobre todo la violencia entreguerras— y la Europa de hoy. Más allá de una docena de víctimas del movimiento de los «chalecos amarillos» franceses debido al uso desproporcionado de violencia por parte de la policía y a accidentes de tránsito, y de transeúntes inocentes que murieron víctimas de actos descentralizados de ira (terrorismo), ni una sola persona fue asesinada por razones políticas durante la campaña por la independencia de Cataluña, la crisis económica en Grecia y las perturbaciones políticas en Italia, Alemania, Polonia, Hungría, los países nórdicos, etc.
El sistema político ha mostrado una extraordinaria flexibilidad y solidez. La violencia como instrumento político legítimo perdió su valor en los países europeos avanzados. (De nuevo, esto podría no ser válido para otros países y regiones).
Profundos cambios sociales 
Por lo tanto, vemos que las comparaciones fáciles de la política europea actual con la de la primera parte del siglo XX son erróneas. Nuestra inquietud con los procesos que se dan hoy proviene de aquello «desconocido» que enfrentamos cuando el espacio político experimenta una reconfiguración que es, a su vez, reflejo de profundos cambios sociales: el declive de la clase obrera y los sindicatos, la práctica desaparición de la religión de la vida pública, el auge de la globalización, la mercantilización de nuestra vida privada y el surgimiento de una conciencia ambiental. 
Creo que el clivaje estándar entre izquierda y derecha, que se remonta a la Revolución Francesa, ya no es tan útil como solía ser. Los nuevos clivajes podrían oponer a aquellos que se benefician de la apertura contra quienes quedan fuera: la burguesía urbana neoliberal contra las personas ligadas a los modos de vida nacionales. Pero esto no es equivalente al conflicto entre fascistas, comunistas y liberales.
Es, de hecho, una nueva política, y el uso de términos viejos e inapropiados –sobre todo, para atacar a adversarios políticos tildándolos de fascistas– no tiene sentido. Sencillamente, no describe de manera adecuada nuestra vida política. Quienes hablan a la ligera de fascismo deberían estudiar la ideología y la práctica del fascismo realmente existente y tratar de encontrar mejores etiquetas para nuestro complejo mundo político. 

Este artículo es una publicación conjunta de Social Europe y el IPS-Journal
Traducción: Carlos Díaz Rocca