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segunda-feira, 2 de agosto de 2021

Não esperem muito da América Latina nos próximos anos: nada se fará - matérias de imprensa

 A descoordenação é total, a confusão é muito grande, ninguém se entende, e a fragmentação vai continuar, dentro de um contexto extremamente mediocre.

Paulo Roberto de Almeida

Clarín, Buenos Aires – 1.8.2021

México propone a Alberto unirse a EE.UU. contra China

La propuesta mexicana es, paradójicamente, parecida al ALCA que se rechazó en tiempos de Néstor y Chávez

Ricardo Kirschbaum

 

López Obrador, presidente de México y Oráculo de Delfos para Alberto Fernández, acaba de hacerle una oferta a Estados Unidos que se traduce así: respeto de la autonomía política de los países a cambio de ayuda para evitar que China avance en América latina. La idea surge de una realidad pura y dura: México tiene una apabullante dependencia económica de EE.UU. y, a la vez, tiene una política exterior con rasgos independientes de su gran potencia vecina pero que, al final, no es contradictoria con sus necesidades nacionales. Esto es la intensa y ceñida trama de intereses económicos con Washington.

Nuestra cercanía nos obliga a buscar acuerdos y sería un grave error ponernos con Sansón a las patadas, pero al mismo tiempo tenemos poderosas razones para hacer valer nuestra soberanía (…)", explicó didáctico López Obrador en la última reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (CELAC), un organismo del que Hugo Chávez fue el partero en aquella recordada reunión de Mar del Plata, en la que el venezolano mandó al carajo al ALCA de George Bush. EE.UU. y Canadá están excluidos. El Brasil de Bolsonaro participa sin entusiasmo.

Fernández sintonizó rápido con su mentor y propuso que la CELAC reemplace a la Organización de Estados Americanos (OEA), a la que acusa de ser portadora de todas las plagas, y a su titular, Luis Almagro, de instrumentar la política del garrote contra los “gobiernos populares”.

López Obrador rara vez habla de cuestiones internacionales. Su ghost writer es Marcelo Ebrard, su canciller y bastonero de la alianza con Argent

López Obrador rara vez habla de cuestiones internacionales. Su ghost writer es Marcelo Ebrard, su canciller y bastonero de la alianza con Argentina, en la que México siempre es mano. Ebrard impulsa acciones que se reproducen aquí en espejo. Esta iniciativa es la posta que recibe el presidente argentino.

La propuesta mexicana, paradójicamente, es en el fondo -no en la inflamada retórica antiimperialista- parecida al ALCA que se rechazó en tiempos de Néstor y Chávez, en los que cualquier acción común en América del Sur debía ser antinorteamericana. Ahora se propone volver sobre esos pasos, sacar ventaja de la disputa de Washington con China y, a cambio, que todos se traguen el carozo de la situación de Cuba, Nicaragua y Venezuela, con el argumento de que la violación de derechos y la supresión de libertades democráticas son cuestiones inopinables para la comunidad internacional.

Fernández quiere coronar su gestión presidiendo la CELAC y de paso conseguir al menos el gol del honor después de perder en el BID y en la CAF.

Según como se vea, conseguir que Argentina sea electa -algo que es más un trámite burocrático que una votación en regla- y ofrecer un acuerdo a Estados Unidos contra China, sería también presentado como un triunfo diplomático tan necesario para Felipe Solá, en tiempos en que el gabinete de Fernández se parece demasiado a un tembladeral por el resultado de las elecciones de noviembre.

 

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El Cronista, Buenos Aires – 2.8.2021

"La OEA, así como está, no sirve": Alberto cargó contra el organismo regional y le cayó con todo a su titular

El Presidente consideró que la Organización de Estados Americanos funcionó como "una suerte de escuadrón de gendarmería para avanzar sobre los gobiernos populares" de la región. También alzó la voz en contra de los bloqueos económicos que pesan en pandemia sobre Cuba y Venezuela.

 

El presidente Alberto Fernández llamó este viernes a profundizar la institucionalidad del progresismo en América latina y a alzar la voz en contra de los bloqueos económicos en tiempos de coronavirus. Así lo expresó a partir del convencimiento de que el continente está "signado por la desunión" promovida por el ex presidente estadounidense Donald Trump y el accionar de la OEA como "una suerte de escuadrón de gendarmería" sobre los gobiernos populares.

Fernández disertó ayer en forma virtual en el encuentro por el Segundo Aniversario del Grupo de Puebla, bajo el título "Democracia, integración y justicia social en Latinoamérica", en una jornada que tuvo como oradores a referentes de 16 naciones, como el expresidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero; al ex mandatario de Ecuador, Rafael Correa; y al dirigente político chileno Marco Antonio Enríquez-Ominami, entre otros.

En su disertación, el Presidente hizo un repaso sobre la situación del progresismo en Latinoamérica en los años en los que fue perdiendo lugares en los gobiernos de la región, donde -en paralelo- fue ganando terreno el "conservadurismo", a instancias de la influencia de Trump en el continente.

"Trump imponía su política sobre América Latina y eso explica muchas cosas que pasaron; eso explica la OEA que tenemos, explica el BID que tenemos, la división que tenemos, el nacimiento del Grupo de Lima, del Foro Prosur; todos mecanismos que servían a la política de Trump y no servían a la unidad de América latina ni al desarrollo ni al progreso de los latinoamericanos", reflexionó Fernández.

Ante este retroceso, el mandatario argentino convocó a los integrantes del Grupo de Puebla a profundizar e institucionalizar la unidad regional, a través de instrumentos como la Celac, porque -advirtió- "la OEA, tal como está, no sirve".

"El primero que tiene que hacer su mea culpa es su secretario general (Luis) Almagro por la cantidad de cosas que ha hecho y también la institucionalidad de los Estados Unidos por haber propuesto y sostenido a un hombre como Almagro", opinó.

Consideró que "los años de Trump" hicieron que la organización "no fuera un lugar de encuentro para América Latina", sino más bien "una suerte de escuadrón de gendarmería para avanzar sobre los gobiernos populares" de la región.

"Lo que la OEA ha hecho en Bolivia necesariamente debe ser investigado y necesariamente debe ser juzgado porque ahora no caben dudas de lo que pasó", remarcó Fernández, quien se refirió así a cómo "se impidió" la consagración como Presidente de Evo Morales, primero, y el golpe de Estado cometido después, en 2019.

El Grupo de Puebla, entonces, en la mirada del jefe de Estado, "aporta a un debate muy sustancioso" en el objetivo de "encontrar caminos alternativos" para que América Latina logre "salir adelante" y sacarse el "triste estigma" de ser el continente "más desigual" del mundo.

"Las políticas de los últimos años profundizaron esa desigualdad y además vino la pandemia y quedó más en evidencia esa desigualdad", planteó Fernández, quien reivindicó la "importancia del Estado" y el valor de darle sustento al carácter público de la salud y de la educación.

"Es imprescindible que la educación sea pública y gratuita para el progreso de nuestras sociedades; en Argentina tuvimos un presidente que distinguía a quienes tenían la suerte de estudiar en la educación privada, de los que tenían la desgracia de caer en la educación pública", reflexionó y aludió, aunque sin nombrarlo, a Mauricio Macri.

Marcó, en esa línea, que "la pandemia enseñó la trascendencia del Estado" porque "es el mayor garante de la solidaridad", esbozó, y aseveró: "Si el Estado no arbitra y pone igualdad donde la igualdad no existe, ningún mercado promueve la igualdad".

El Presidente describió el contexto regional para renovar su certeza de que los países deben "unirse" para lograr mejores renegociaciones de sus "deudas", un problema que -pronosticó- impactará a nivel global.

"En el mundo de la pospandemia, el FMI decidió disponer u$s 50.000 millones para atender las necesidades de los países más pobres del mundo; a la Argentina de Macri le prestó 57.000 millones; eso me exime de todo comentario de explicar por qué el gobierno de Trump respaldó que el Fondo dé ese crédito", advirtió Fernández e ironizó: "En nuestro país decimos que Trump pagó la campaña electoral más cara del mundo".

En otro orden, el Presidente planteó que América latina tiene la "obligación moral" y el "deber ético" de alzarse frente a los bloqueos económicos que pesan sobre Cuba y Venezuela en tiempos de pandemia de coronavirus y evaluó que los Estados, por una cuestión "humanitaria", no pueden "quedarse callados" ante esas situaciones.

"Los bloqueos deberían avergonzar a quienes los promueven y en América latina hay dos bloqueos que se sostienen en medio de la pandemia que privan a los pueblos, ya no sólo de alimentos, ya no sólo de insumos para que la industria produzca, sino de insumos médicos, de respiradores y de lo elemental para hacer frente a la pandemia; humanitariamente nosotros no podemos quedarnos callados", expresó.

Pidió al resto de los miembros del Grupo de Puebla poner en alto las "ideas, las convicciones" para llevar estos debates "a todas las sociedades" de la región.

"Ser progresista no es tampoco sólo distribuir riqueza de un modo más igualitario, eso sí, pero también es garantizar la igualdad de género, terminar cualquier tipo de discriminación, es promover la unidad del continente en un tiempo en el que el mundo se regionaliza; todas esas son deudas que tenemos en nuestras sociedades", concluyó Fernández.

 

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La Tercera, Santiago – 2.8.2021

América Latina, ¿queremos quedar al margen?

Ricardo Lagos

 

Desde que México asumió la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Americanos y del Caribe (CELAC), en 2020, el Canciller Marcelo Ebrard se ha esforzado por mantener viva a la entidad, no obstante la crisis que la cruza desde los últimos años, derivada de la carencia de una política exterior regional común para hablar con el resto del mundo. Para ello, Ebrard ha optado por impulsar aquellos temas que no generen mayores confrontaciones ideológicas y, en cierta forma, ello ocurrió en la XXI Reunión de Cancilleres de este organismo, celebrada recientemente de manera presencial. Se habló de la pandemia, de impulsar un fondo para afrontar contingencias y desastres y un grupo de países –encabezados por Argentina y México– suscribieron un documento de trabajo para crear una Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio. Ya veremos que opinan de ello los Jefes de Estado de CELAC que, se supone, se reunirán en México a mediados de septiembre.

No cabe por cierto estar en contra de esos esfuerzos. Pero la realidad mundial y los cambios de la era digital nos reclaman una articulación mucho más potente, aspirar a ser más. Y no estamos en eso. Brasil ya no participa de CELAC y es, junto a Argentina y México, parte del G20.Sin la coordinación de estos tres países para llevar la voz de la región a ese foro de alcance global y con las economías más grandes y ricas del mundo, seremos irrelevantes. La pregunta es: si están pasando tantas cosas en un mundo en transformación profunda, ¿por qué hemos optado por quedarnos al margen?

Sólo dos semanas antes de esa cita latinoamericana en México, se reunieron en Venecia los ministros de Hacienda y directores de los bancos centrales del G20. Y allí se acordó, ni más ni menos, crear un impuesto global mínimo para las empresas transnacionales que facturen más de 20 mil millones de euros y que obtengan una utilidad sobre el 10% antes de pagar impuestos, independientemente de donde tengan su sede. Se excluyó de este impuesto a las industrias extractivas y los servicios financieros regulados.

La base teórica de esta tasa, expuesta en el documento Cómo abordar los desafíos fiscales derivados de la digitalización de la economía, redactado por la OCDE y economistas del G-20, es resultado de la globalización de la economía mundial. La propuesta busca que el impuesto se pague, no en el lugar donde la empresa tiene registrada o acredita su dirección comercial, sino que en el territorio donde genera la renta. Esto implica un cambio enorme en el sistema tributario mundial y obliga a los países del G-20 a concordar un cobro porcentual equivalente para todos. Algunos dicen que debería ser el 15% sobre la utilidad del 10%, y otros, como Argentina y Francia, sugieren aumentarlo al 25%. La decisión final sobre este impuesto transnacional se adoptará en la próxima reunión del G20, en octubre.

Gravar y pagar el impuesto donde se genera la renta es un cambio histórico. En primera instancia, evitará que las multinacionales –principalmente las gigantes digitales– se alojen en paraísos fiscales y evadan impuestos. También generará una redistribución impositiva más justa y estable, de acuerdo a las utilidades obtenidas en cada país. De esta forma, las principales economías del mundo reconocen su interdependencia en este plano y se hacen cargo de las consecuencias de la digitalización económica. Se abandona el concepto de “soberanía tributaria de los países” porque las empresas transnacionales operan más allá del concepto del Estado–Nación. A partir de ahora, los países deberán ordenar y coordinar sus acciones para hacer frente a estas entidades, que juntas generan la mitad de las ganancias mundiales.

Pero este cambio de época tan concreto llega cuando América Latina ha dejado de coordinarse para actuar en estos escenarios globales.No existe el diálogo necesario entre los tres países que nos representan en el G20 y es difícil que ocurra de aquí a octubre, para la cumbre de esta entidad. En el pasado, los líderes regionales acostumbraban a tener una conversación franca y distendida antes de la reunión del G20 para definir un camino común; hoy eso es muy difícil. Probablemente, los tres países regionales integrantes del G20 expondrán sus visiones de manera separada y desarticulada. ¿Pero no sería más lógico, por ejemplo, tener antes un debate en el ámbito latinoamericano sobre si estamos o no de acuerdo con el aumento al porcentaje del impuesto como lo propone Argentina?

América Latina debe asumir la diversidad de sus gobiernos y lograr una coordinación mínima para hacer frente a estas tareas supranacionales. Actualmente, la digitalización y la globalización económica, junto a las nuevas prácticas que la pandemia trajo a la educación, el trabajo y los métodos productivos, hacen inevitable el surgimiento de nuevas reglas que superen las fronteras. Ahí se inscribe esta propuesta de impuesto global. Si en el siglo XIX las nacientes naciones americanas coordinaron criterios para modificar el sistema tributario heredado del dominio español, hoy se hace urgente superar nuestras diferencias y formar parte de la discusión del naciente sistema impositivo planetario.

Si nos quedamos al margen, el costo político será profundo. Nuestro destino será asumir las medidas que adopten los países más grandes y lejanos, marginándonos del proceso y perdiendo soberanía en materias económicas. Se anuncia para septiembre un amplio encuentro de mandatarios en México, el primero después de mucho tiempo. Ojalá allí se reactive esta coordinación esencial, para actuar en los verdaderos escenarios donde se está jugando el devenir del siglo XXI.

 

Ricardo Froilán Lagos Escobar (Santiago, 2 de marzo de 1938). Doctor en Economía, abogado y político del Partido Socialista de Chile y del Partido por la Democracia. Presidente de la República entre el 11 de marzo de 2000 y el 11 de marzo de 2006. Ministro de Educación entre el 11 de marzo de 1990 y el 28 de septiembre de 1992, en la presidencia de Patricio Aylwin Azócar. Ministro de Obras Públicas, entre el 11 de marzo de 1994 y el 1 de agosto de 1998, durante la presidencia de Eduardo Frei Ruiz Tagle.



A ARMADILHA LATINO-AMERICANA!

Editorial - O Estado de S. Paulo, 30/07/2021 

Entre a desigualdade social e o baixo crescimento é difícil saber qual é o ovo e qual a galinha, mas ambos se reforçam mutuamente: países mais pobres são mais desiguais e vice-versa. A América Latina é a segunda região mais desigual do mundo e a mais desigual em sua faixa de renda. Não surpreende que o último relatório do Programa das Nações Unidas para o Desenvolvimento (Pnud) para a região se intitule Presos numa Armadilha.

Na década de 2000, o crescimento econômico, a redução da lacuna entre os salários dos empregos mais e menos qualificados e os programas de transferência de renda reduziram a desigualdade. Mas a tendência se estancou na década de 2010, que naturalmente se encerrou com uma onda de protestos em 2019, sufocados pela pandemia em 2020.

A pandemia pesou mais sobre quem já estava para trás. As perspectivas são mais tenebrosas ante o impacto desigual sobre os estudantes. A América Latina tem a menor taxa de mobilidade educativa intergeracional e a pandemia deve reforçar esse padrão ligado ao seu crescimento volátil e medíocre.

A percepção de injustiça é generalizada, não só na distribuição de renda, mas no acesso a serviços públicos e garantias legais. Para 3 em 4 latino-americanos, seus governos servem aos interesses de uns poucos poderosos. A maioria acha que a carga tributária deveria aumentar com a renda, mas o apoio é muito maior entre os 20% mais pobres e muito menor entre os 20% mais ricos – que concentram 56% da renda.

A concentração de poder político e econômico resulta em instituições débeis e políticas distorcidas, míopes e ineficazes. Os mercados latino-americanos tendem a ser dominados por um pequeno número de empresas gigantes, o que conduz a preços mais altos, incentivos para tecnologias ineficientes e baixo investimento em inovação.

O poder dos monopólios é em boa parte responsável pela baixa tributação corporativa e pela resistência a impostos progressivos. Já os sindicatos, quando não se aliam às grandes empresas para obter privilégios, com frequência trabalham para reduzir as desigualdades entre empregadores e empregados exclusivamente do seu segmento, exacerbando as disparidades nos demais.

Um fator que é perpetuado pela armadilha latino-americana é a violência. A região abriga 9% da população mundial, mas responde por 34% dos homicídios. A violência deteriora direitos e liberdades; prejudica resultados educativos e a saúde física e mental; reduz a participação no trabalho e na política; ameaça instituições democráticas; e obstrui a provisão de bens públicos aos vulneráveis.

Outro fator são os incentivos políticos a soluções demagógicas, de curto prazo, fragmentadas e ineficazes. A cisão da seguridade latino-americana entre trabalhadores formais (cobertos por programas contributivos, estabilidade de emprego e regulações de salário mínimo) e trabalhadores informais (servidos por programas não contributivos) é responsável pela baixa eficácia do sistema de proteção e impactos contraditórios sobre a desigualdade. O Pnud enfatiza a importância de uma agenda de proteções sociais universais, mais inclusivas e redistributivas, fiscalmente sustentáveis e favoráveis ao crescimento.

“Os lares pobres precisam de transferência de renda e seguridade social, não de um ou de outro.” Mas “ao invés de atuar ex ante para prevenir a pobreza, as políticas reagem apenas ex post para mitigá-las”. Em geral, as taxas de pobreza na região diminuem por programas de transferência de renda e não porque a renda dos pobres aumentou. Uma boa arquitetura social deveria não só assegurar o bem-estar das famílias vulneráveis, mas incentivar trabalhadores e empresas a melhorar sua produtividade.

À armadilha da desigualdade e do baixo crescimento subjazem engrenagens complexas, como a concentração de poder, a violência, e programas de proteção social e marcos regulatórios do mercado de trabalho ineficientes e distorcidos. Enquanto o enfrentamento a esse quadro não for igualmente complexo, os latino-americanos seguirão aprisionados em seu subdesenvolvimento.



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