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segunda-feira, 21 de dezembro de 2020

O declínio argentino e a trajetória do Brasil - Loris Zanatta e Paulo Roberto de Almeida

 O declínio argentino e a trajetória do Brasil

Loris Zanatta e Paulo Roberto de Almeida

 

Quando a Argentina foi para o brejo? - Não pensem que não se aplica ao Brasil... - El declive argentino, un caso único en la historia contemporánea - Loris Zanatta

Postado no blog Diplomatizzando, 21/12/2020

Links:

Blog Diplomatizzando: https://diplomatizzando.blogspot.com/2020/12/quando-argentina-foi-para-o-brejo-nao.html

Academia.edu: 

https://www.academia.edu/44747557/O_decl%C3%ADnio_argentino_e_a_trajet%C3%B3ria_do_Brasil_Loris_Zanatta_Paulo_Roberto_de_Almeida

 

Um artigo importante, e peço um pouco de paciência para seguir meu resumo inicial, antes de ler todo o artigo que transcrevo mais abaixo.


A pergunta, logo ao início do artigo, é muito simples: 

¿Cuándo se jodió la Argentina?


Pois é: existem múltiplos fatores, mas uma conclusão provisória, já é esta: 

El declive de la Argentina es un caso único en la historia contemporánea.


Eu acho que o declínio começa bem antes, no golpe de Estado militar contra o presidente Irigoyen em 1930, mas a autora é mais cuidadosa: 

"Medida en términos económicos, la decadencia se volvió evidente en la década de 1970, pero tenía raíces bien plantadas en la época peronista. Con ella terminó un largo ciclo de crecimiento sostenido, equilibrio macroeconómico, estabilidad cambiaria y comenzó otro de inflación crónica, deuda pública y estancamiento."


Mas ela faz uma referência a um livro que vou tratar de ler o mais rapidamente possível: 

"En retrospectiva, salta a la vista: el peronismo construyó su gloria distribuyendo lo que habían acumulado las generaciones anteriores; al hacerlo, secó las fuentes de la prosperidad. Hace tiempo que estoy convencido de ello, más aún después de leer La economía de Perón, libro recientemente coordinado por Roberto Cortés Conde."


Uma resposta, preliminar, está aqui: 

"Cuando lo veo a Perón comparado con Roosevelt, un deporte bastante difundido, se me va el alma a los pies.¿Ignorancia? ¿Mala fe? Comercio exterior nacionalizado, servicios públicos estatizados, monopolio del crédito, sindicato único, proteccionismo, dirigismo, corporativismo, planificación, clientelismo. ¿Sigo? ¡Lo que no inventan para esquivar el espejo! Más que el New Deal, verían reflejado el fascismo."


Mas, isso não é tudo, pois a autora vê uma razão cultural, ou religiosa: a Argentina se rendeu ao catolicismo antieconômico, o que para mim está perfeitamente refletido na "ideologia econômica" do papa Francisco, que para mim é um homem bom, mas é um "peronista econômico". 

"Precios y ganancias, impuestos e inversiones, libre comercio y propiedad privada fueron supeditados a la cruzada contra el "egoísmo" y el "individualismo", doblegados al imperativo de la "justicia social", el ave fénix siempre agitada y nunca encontrada por los gobiernos.

¿Resultado? Desde el nacional catolicismo de los 30 hasta la teología del pueblo de los 80, pasando por el tercermundismo de los 60, el pauperismo cristiano se convirtió en emblema de "argentinidad", corazón del "ser nacional", levadura de la "cultura" del "pueblo". ¿Los mercaderes? ¡Jesús los había echado del templo! ¿La finanza? Estiércol del diablo. ¿La libre empresa? Sospechosa."

 

Um pouco mais adiante, a autora enverga por uma explicação que me parece pura lição de Deirdre McCloskey: 

 

"Quien sufrió las consecuencias fue la burguesía, la que en otros lugares había sido el silencioso motor de las innovaciones científicas, los avances tecnológicos, las revoluciones comerciales. No tanto la burguesía como clase social, sino sus valores: la mentalidad secular, la autonomía individual, la confianza en el progreso, el espíritu innovador, la libertad de empresa, la aspiración al ascenso social, la inversión en el esfuerzo y en talento."

 

A conclusão está aqui, e ela se abre a consequências que valem também para o Brasil, não que nós tenhamos também "enterrado" a burguesia, como fez o peronismo e os argentinos em geral, ao contrário. No Brasil, a burguesia triunfou em toda a linha, mas no fundo, no fundo, todos aqueles valores que afundaram a Argentina também estão presentes no Brasil, a começar pela própria Constituição.

Esta é a conclusão da autora: 

 

"Moraleja: peronistas, nacionalistas, marxistas, católicos, militares, ¡la historia argentina está llena de enemigos de la burguesía! La han derrotado una, diez, cien veces. Que disfruten el triunfo."

 

Pois é, acho que temos algo a aprender com o fracasso, o declínio, a decadência argentina, pois ela fala também de nós.

Como disse Marx, em alguma de suas obras (talvez no próprio Capital), comparando o relativo atraso da Alemanha em face da "triunfante" Inglaterra do seu tempo: "De te fabula narratur", a história fala de você...

Marx previa, claro, os horrores do capitalismo do seu tempo, que se transformaram em triunfo em última instância. Marx estava errado, e a Alemanha não só alcançou como superou a Inglaterra, como o Brasil, de certa forma, alcançou a Argentina em industrialização, mas ainda não superou a Argentina naquilo que realmente importa, em renda per capita. Ainda estamos atrás, não cinco vezes, como um século atrás, mas apenas 15 ou 20%.

Qual é a razão dessa diferença? EDUCAÇÃO!

Pensem! Basicamente educação, mas ainda preciso explicar algo também inexplicável para mim (e algo deve estar errado na medição): a Argentina está atrás do Brasil no PISA da OCDE. Algo deve estar errado: com o Brasil, com a Argentina, com o PISA. Ainda não sei o que é: preciso descobrir, explicar, e tentar evitar que o Brasil siga o triste caminho da Argentina.


Paulo Roberto de Almeida

PS: Grato a meu amigo Pedro Luiz Rodrigues, quem me trouxe este importante artigo para leitura e reflexão. 

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El declive argentino, un caso único en la historia contemporánea

Loris Zanatta

La Nación, Buenos Aires – 20/12/2020

 

¿Cuándo se jodió la Argentina? ¿Por qué perdió el rumbo? ¿Cuándo y por qué comenzó a caer por la pendiente de la decadencia? La pregunta, lo sé, no es nueva ni original. Es más bien vieja y rancia. También está mal planteada. ¿De qué decadencia estamos hablando? ¿Económica, civil, institucional? ¿Moral? Quizás sea inútil: no hay una respuesta única, ni habrá consenso. Sin embargo, no hay forma de evitarla, la realidad la impone: el declive de la Argentina es un caso único en la historia contemporánea.

Medida en términos económicos, la decadencia se volvió evidente en la década de 1970, pero tenía raíces bien plantadas en la época peronistaCon ella terminó un largo ciclo de crecimiento sostenido, equilibrio macroeconómico, estabilidad cambiaria y comenzó otro de inflación crónica, deuda pública y estancamiento. La confianza en el comercio dio paso al mito de la autarquía. En retrospectiva, salta a la vista: el peronismo construyó su gloria distribuyendo lo que habían acumulado las generaciones anterioresal hacerlo, secó las fuentes de la prosperidad. Hace tiempo que estoy convencido de ello, más aún después de leer La economía de Perón, libro recientemente coordinado por Roberto Cortés Conde.

Se dirá que el Estado, el gran Moloch que hoy todos vuelven a invocar, movía entonces los hilos de la economía en todas partes, que la Argentina no fue la excepción. Claro. Pero hay Estado y Estado. Cuando lo veo a Perón comparado con Roosevelt, un deporte bastante difundido, se me va el alma a los pies. ¿Ignorancia? ¿Mala fe? Comercio exterior nacionalizado, servicios públicos estatizados, monopolio del crédito, sindicato único, proteccionismo, dirigismo, corporativismo, planificación, clientelismo. ¿Sigo? ¡Lo que no inventan para esquivar el espejo! Más que el New Deal, verían reflejado el fascismo.

Pero olvídelo, no es ese el punto, no es la razón más profunda del declive de la Argentina. De ser así, habría bastado con cambiar el paradigma económico. Pero nada, los pilares ideológicos e institucionales de la economía peronista se han resistido a la evidencia de sus fracasos. Más: son compartidos por muchos que peronistas no son ni nunca lo serán. Mutatis mutandis, están todavía allí y ¡ay de tocarlos! ¿Habrá una razón?

El peronismo fue sobre todo la revancha de la Argentina católica contra la Argentina liberal, del terruño contra el cosmopolitismo, de lo rural contra lo urbano, del interior contra el puerto, de la herencia hispánica contra las influencias ilustradas. De paso, fue también el triunfo del cristianismo integralista y antimoderno sobre la esperanza de un "catolicismo razonable" abierto a la modernidad. No lo digo yo, lo gritaban a todo pulmón los protagonistas de la revolución peronista.

Para comprenderlo, habrá que recordar el significado histórico del advenimiento del peronismo, a menudo perdido en la bruma del pasado, distorsionado por los manuales de historia. No fue tanto la transición de la política de unos pocos a la política de todos, de la agricultura a la industria, de la "oligarquía" al "pueblo". Hacía tiempo que las masas participaban, la industria progresaba, el Estado se expandía y entre el llamado pueblo y la llamada oligarquía crecían las clases medias. 

¿Por qué es tan importante recordarlo? ¿Qué tiene que ver con la decadencia argentina? Veamos. Si la riqueza de las naciones debió tanto a la separación entre economía y teología, política y religión, ciencia y fe, es evidente que con el peronismo, brazo secular de la "nación católica", la teología colonizó la economía, la religión absorbió la política, la fe se impuso a la ciencia. Mientras que en los países más desarrollados la teología se convirtió en conciencia ética de la economía, en la Argentina la economía se doblegó frente a la teología, se convirtió en instrumento del Estado ético para moralizar al "pueblo". Precios y ganancias, impuestos e inversiones, libre comercio y propiedad privada fueron supeditados a la cruzada contra el "egoísmo" y el "individualismo", doblegados al imperativo de la "justicia social", el ave fénix siempre agitada y nunca encontrada por los gobiernos.

¿Resultado? Desde el nacional catolicismo de los 30 hasta la teología del pueblo de los 80, pasando por el tercermundismo de los 60, el pauperismo cristiano se convirtió en emblema de "argentinidad", corazón del "ser nacional", levadura de la "cultura" del "pueblo". ¿Los mercaderes? ¡Jesús los había echado del templo! ¿La finanza? Estiércol del diablo. ¿La libre empresa? Sospechosa. La "nación católica", habría dicho Antonio Gramsci, goza de una sólida hegemonía. Vender, comprar, ganar se han vuelto verbos inmundos, impulsos inmorales, actividades impropiasLos enemigos del comercio han triunfado, su hacha moralista ha cortado las raíces de la prosperidad, fuente primordial del pecado. Y mientras los "pobres" ascendían al arquetipo de pureza y nacionalidad, a buen salvaje que el buen revolucionario se comprometía a salvar de la civilización, el estigma recaía sobre los demás: clases coloniales, ajenas al "sentir del pueblo".

Quien sufrió las consecuencias fue la burguesía, la que en otros lugares había sido el silencioso motor de las innovaciones científicas, los avances tecnológicos, las revoluciones comerciales. No tanto la burguesía como clase social, sino sus valores: la mentalidad secular, la autonomía individual, la confianza en el progreso, el espíritu innovador, la libertad de empresa, la aspiración al ascenso social, la inversión en el esfuerzo y en talento. ¿Podría la "nación católica" no ir a buscar su cabellera? ¡La burguesía era a sus ojos el vehículo de los "vicios" que desfiguraban la "identidad" de la nación y contaminaban la inocencia del "pueblo"! ¡Era el caballo de Troya de las "ideas extranjeras"! El peronismo la decapitó de raíz. En su lugar, protegida del progreso y de la competencia, de la historia y del pecado, la nueva clase dirigente alistó clientes del Estado, advenedizos del oportunismo político, rentistas de la lealtad al "pueblo". Moraleja: peronistas, nacionalistas, marxistas, católicos, militares, ¡la historia argentina está llena de enemigos de la burguesía! La han derrotado una, diez, cien veces. Que disfruten el triunfo.

 

Uma história da política brasileira: Bolivar Lamounier - Resenha de Paulo Roberto de Almeida

 Esta resenha foi feita no meio do Mensalão, em 2005 

Mal podíamos imaginar que depois teríamos o terremoto do Petrolão, a Grande Destruição de Dona Dilma e, finalmente, a Devastadora Invasão dos Novos Bárbaros que ocupam atualmente o poder.

Meu prognóstico: ou destruimos os novos bárbaros em 2022 ou eles destroem o Brasil.

Paulo Roberto de Almeida 


quinta-feira, 21 de dezembro de 2017

Bolivar Lamounier: a (nao)reforma do sistema politico brasileiro - Bolivar Lamounier, Paulo Roberto de Almeida

Em 2005, eu fazia uma resenha deste livro de Bolívar Lamounier, abaixo transcrita:
1482. “Tudo o que você sempre quis saber sobre a política brasileira...”, Brasília, 14 out. 2005, 2 p. Resenha de Bolivar Lamounier: Da Independência a Lula: dois séculos de política brasileira (São Paulo: Augurium Editora, 2005, 320 p.).  
  

Não creio que a situação tenha melhorado desde então, ao contrário, só piorou nestes 12 anos desde que o livro foi publicado e eu fiz essa resenha. O sistema se tornou mais fragmentado, mais corrupto, mais bandidos de colarinho branco ainda escapam de uma justa punição, aliás com a colaboração ativa de membros dos cortes inferiores (ops) que teimam em não julgar os maiores bandidos da política brasileira.
Temos alguma réstia de esperança?
Não creio, pelo menos não imediatamente. Mas teimamos em resistir e continuamos na nossa ação para limpar o sistema político. Eu pelo menos faço o meu dever de denunciar, de acusar, de informar, de refletir, e não hesito em assinar embaixo do que escrevo.
Bom 2018 a todos.
Paulo Roberto de Almeida 
Brasília, 21 de dezembro de 2017


 
Tudo o que você sempre quis saber sobre a política brasileira...

Bolivar Lamounier:
Da Independência a Lula: dois séculos de política brasileira
São Paulo: Augurium Editora, 2005, 320 p.; R$ 49,00

Paulo Roberto de Almeida 
14/10/2005

            ...e nunca teve a quem perguntar. Agora já tem: é o novo “Lamounier”, cobrindo desta vez (quase) dois séculos de história política. Mas atenção: o livro não é para principiantes, nem do lado teórico, nem do lado prático, isto é, dos que são chamados a nos representar no parlamento e no executivo. Estes, como evidenciado nos casos de “fundos não contabilizados”, acabam construindo um universo à parte dos que pagam impostos, que vêem os recursos auferidos serem dilapidados pelos poucos que, segundo a descrição apta de Milton Friedman, “são pagos para gastar o dinheiro dos outros”.
            Não se trata de uma simples “introdução” à história política brasileira, uma vez que o livro exige dos leitores um conhecimento mínimo dessa história, ao mesmo tempo em que certa familiaridade com conceitos centrais da ciência política. Tampouco se trata de um “manual” para a reforma política e eleitoral à intenção dos que nos governam, pois eles dificilmente se deixariam guiar por critérios de racionalidade estrita do sistema partidário e representativo, preferindo cuidar dos seus interesses, acima de quaisquer considerações éticas. Como diz o autor na introdução: “O crafting institucional da democracia brasileira ostenta resultados contraditórios: organizamos bem a esfera eleitoral e criamos uma ética para o voto, mas não organizamos nem criamos uma ética para a esfera dos partidos e do parlamento”. Difícil, assim, que os governantes sigam as recomendações da terceira parte, relativa, justamente, à reforma política, para introduzir um sistema de governo, uma organização partidária e um sistema eleitoral que correspondam às necessidades da nação, contra seus próprios interesses, enquanto classe organizada para o assalto (é o caso de se dizer) e a manutenção do poder.
            As duas primeiras partes, em todo caso, constituem a mais completa análise de que se tem notícia na literatura sobre a evolução da política brasileira, não apenas pelo lado dos “episódios” políticos, mas também pelo lado da teorização sobre os regimes políticos, os sistemas partidários, as relações civil-militares e as “lições” de cada período. Um quadro analítico resume a evolução do sistema político de 1822 a 2005: cada um dos regimes – Império, Primeira República, Revolução de 1930, Estado Novo, República de 1946 e o regime militar – terminou em grave conflito político, geralmente sob a forma de golpes militares, com o apoio das classes médias. O regime militar, na verdade, se esvaiu numa “prolongada peleja política e eleitoral”, ao cabo da qual as oposições coligadas viabilizaram o retorno ao governo civil. O novo regime democrático, obviamente, ainda não acabou, mas se supõe que seu destino seja menos dramático do que a meia dúzia de sistemas político-partidários que o precederam. 
            Lamounier examina a historiografia convencional – propondo sua revisão – e a literatura de cada época. Duas formas de reducionismo político são identificadas no protofascismo (“mescla de positivismo, nacionalismo e endeusamento do Estado”) e no marxismo (“sobretudo na versão stalinista da Terceira Internacional”), intrinsecamente antiliberais e antiparlamentares, ambos avessos à consideração do sistema político enquanto esfera autônoma. A análise se estende ainda à construção e funcionamento dos sistemas partidários e representativos, sendo evidentes o crescimento paulatino do corpo eleitoral, a ampliação do sufrágio e a fragmentação gradual do sistema partidário.
Um texto de Hegel sobre a Inglaterra de 1830 é ironicamente recrutado para explicar o que é um “curral eleitoral”, prática aliás bem viva no Brasil moderno, a julgar pela formação de um exército contemporâneo de assistidos por “mensalinhos” oficiais. A despeito disso, a competição aumentou, mas nem sempre foi assim: Rodrigues Alves (1918) e Washington Luís (1926), por exemplo, conquistaram a suprema magistratura com maiorias “albanesas” superiores a 98% dos votos válidos, ainda que com cerca de 2% de votantes sobre a população total (hoje a proporção de eleitores é superior a 60%). “Lula lá”, em 2002, foi “a batalha que não houve”: a manutenção do sistema político de maiorias frágeis mostra a amplitude das reformas políticas que precisam ser feitas para tornar o Brasil mais conforme à estabilidade já conquistada no terreno econômico. A julgar pelo “presidencialismo de mensalão”, ainda estamos longe do ideal...

Paulo Roberto de Almeida
[Brasília, 14 outubro 2005]

20. “Tudo o que você sempre quis saber sobre a política brasileira...”, Brasília, 14 outubro 2005, 2 p. Resenha de Bolivar Lamounier: Da Independência a Lula: dois séculos de política brasileira (São Paulo: Augurium Editora, 2005, 320 p.). Publicada em Desafios do Desenvolvimento (Brasília: IPEA-PNUD, ano 2, nº 16,novembro 2005, p. 60; link:http://www.ipea.gov.br/desafios/index.php?option=com_content&view=article&id=1791:catid=28&Itemid=23). Divulgado no blog Diplomatizzando(01/02/2012; link: http://diplomatizzando.blogspot.com/2012/01/politica-brasileira-por-um-especialista.html). Relação de Trabalhos nº 1482. Relação de Publicados nº 604.



terça-feira, 10 de novembro de 2020

La Argentina no es Venezuela, pero lo intenta y va por buen camino - Loris Zanatta (La Nación)

 O Brasil, como eu já disse, cambaleia entre a Argentina e a Grécia, mas poderia ser pior. A Argentina tenta chegar na Venezuela. Vou postar o artigo no blog Diplomatizzando:

La Argentina no es Venezuela, pero lo intenta y va por buen camino
Loris Zanatta
La Nación, 10/11/20

Argentina no es Venezuela, pero lo intenta. Hay semejanzas que dejan pensando. A ver si esta historia les sugiere algunas.

Hacia 2004, una ola de ocupaciones sacudió el campo venezolano. ¿Espontánea? Como abetos en los trópicos, palmeras en los polos. Hugo Chávez dirigía la orquesta, sus secuaces golpeaban el bombo. El grito de batalla aún no era "tierra, techo, trabajo", el papa Francisco era monseñor Bergoglio, los "movimientos populares" no gozaban de fama mundial. Pero el fondo ya era eso: el "pueblo surgido de la oscuridad", tronó el caudillo por cadena nacional, volverá a los campos de donde los ha expulsado el "neoliberalismo", los campos exentos de la inmoralidad de las ciudades opulentas.

El chavismo banqueteaba con el petróleo, pero teorizaba una Arcadia rural. Prometió prosperidad, juró erradicar la pobreza: aguanta caballo.

Muy raro: tierra de inmigrantes, Venezuela es un país urbano. Pocos de esos improvisados ocupantes habían sido alguna vez campesinos, menos aún tenían la vocación de serlo: obtenida la tierra, muchos la abandonaban para regresar a la ciudad. No importa. Ante el "clamor popular", Chávez anunció una reforma agraria: repartir la tierra, combatir el latifundio, ocupar los terrenos improductivos; música para oídos revolucionarios, bálsamo para corazones cristianos, Viagra para tiernos intelectuales.

¿Las invasiones, expropiaciones, requisas violaban la ley? ¿Infringían la Constitución que protegía la propiedad privada? ¿"Su" Constitución? Olvídenlo: ¡es la Constitución del pueblo, no de los "escuálidos"!

Se vio de todo: teatro político, espejuelos, acuerdos por la trastienda. Un gobernador se ensañó contra una reserva natural, modelo de eficiencia y destino turístico: ¡era propiedad privada, intolerable! La arruinó. Las ocupaciones se extendieron a los predios urbanos, ante el aplauso de los funcionarios. ¿Cómo medir la productividad de la tierra? La lógica de la tribu se impuso: los "latifundios" baldíos para incautar eran las tierras de los enemigos, los "productivos" eran los de los clientes del régimen. Los invasores solían quemar las cosechas: la tierra quemada parecía sin cultivar y el Estado enviaba a los militares a requisarla. La propiedad, se sabe, corrompe el alma: ¡créanse cooperativas!, ordenó entonces Chávez.

Ábrete cielo: el gobierno les ordenó qué debían cultivar, pero no les brindó maquinaria ni asistencia técnica. Habilidades, productividad, legalidad: al macerador. Reinaban el caos, la corrupción, el clientelismo, la arbitrariedad. Especialmente la ineficiencia. Chávez se jactaba de repartir millones de hectáreas, pero era una patraña: no había demanda de tanta tierra y el Estado no sabría cómo hacerlo. "No le importa producir más", señaló un diplomático, sino "controlar la cadena del suministro de alimentos", capturar los votos rurales, hacerse el Cristo que redime a los pobres. ¿Soberanía? ¿O hambre?

La producción colapsó. Leche y maíz fueron los primeros en escasear; luego frijoles, trigo, huevos, pollo. El control de precios, arma letal, les dio el golpe de gracia. ¿De qué sorprenderse, si lo mismo le pasó incluso al sector petrolero, el ganso de oro venezolano ? ¿Si en pleno auge de los precios la petrolera estatal no lograba producir la cuota que le asignaba la OPEP?

La ineptitud estaba en todas partes, dorada por enfáticos llamamientos al pueblo, por vacuas peanas a los pobres: "Ninguna asociación con el capital privado -confió el presidente de Pdvsa-, solo expropiaciones". ¡Enhorabuena!

Hacía tiempo que Chávez había tomado la Justicia por asalto: sus legisladores habían aumentado el número de jueces de la Corte Suprema, para llenarla de fieles chavistas

Expuestos a la picota, señalados por pecadores culpables de producir y ganar, por codiciosos explotadores del pueblo, los propietarios estaban de espaldas a la pared: tanto los más grandes y poderosos como los más pequeños e indefensos. Ni lerdos ni perezosos, sumaron dos y dos: el chavismo usaba las instituciones estatales para apropiarse de sus tierras. Algunos levantaron barricadas, otros intentaron acicalarse con el régimen, todos dejaron de invertir. Lógico, dadas las circunstancias. Muchos confiaron en los tribunales: ilusos. Sí, porque la "Justicia" ya había pasado por las horcas caudinas, ya era la Justicia chavista. Hacía tiempo que Hugo Chávez la había tomado por asalto: sus legisladores habían aumentado el número de jueces de la Corte Suprema, para llenarla de fieles chavistas. De ahí el efecto en cascada, la depuración de fiscales y procuradores, la ocupación política de los tribunales locales. En 2006, en la inauguración del año judicial, los jueces de la Corte entonaron a coro "Chávez no se va". ¿Qué esperar de esa Justicia? Buscar protección allí era como meterse en la boca del lobo. Muchos empezaron a arrojar la esponja, a dejar el país.

La cruzada contra la propiedad privada, madre del egoísmo, cuna del individualismo, pecado original que corrompe al "pueblo" y contamina a los "pobres", recién comenzaba. El Estado lanzó al ataque sus fanáticos misioneros: ¡arrepiéntanse, conviértanse, expíen! Una ley lo autorizó a intervenir en la producción y venta de todos los bienes y servicios que "mejoran la calidad de vida". ¡Teléfonos celulares incluidos! En nombre de la "solidaridad", no hace falta decirlo. ¿Resultado? La calidad de vida empezó a empeorar, para los ricos y para los pobres.

El siguiente paso se daba por sentado: ¿podrían no surgir el "hombre nuevo", la armonía natural, la hermandad universal de las cenizas de Gomorra, de la expiación de la culpa "neoliberal"? El Ministerio de Educación tenía ideas claras: basta, decretó, con el respeto a todas las corrientes de pensamiento, el bolivarianismo iba a ser la única doctrina, el nuevo catecismo. Como decía Fidel Castro, "la escuela burguesa da mil explicaciones, la revolucionaria solo la verdadera". El chavismo se reveló inepto incluso para eso.

Cuál fue el resultado de tanta furia redentora está a la vista: a que infierno han llevado tantas bellas intenciones, tanta "justicia social". Para tener un poco de tierra, techo y trabajo, los venezolanos tuvieron que escaparse. ¡En su patria falta incluso la gasolina! La comida es importada y racionada, la agricultura desbandada: ¡felicidades por la reforma agraria! ¿Salarios y pensiones? Pocos dólares. La salud agoniza, la escuela se derrumba.

¿Moraleja? Pobrismo e ilegalidad, autoritarismo y paternalismo, estatismo y anticapitalismo, campaña contra ciudad, pueblo contra oligarquía, solidaridad contra propiedad: un déjà-vu, un disco rayado.

La Argentina no es Venezuela, es cierto. Pero lo intenta, y va por buen camino.

 

Loris Zanatta, Ensayista y profesor de Historia en la Universidad de Bolonia, Italia