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Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

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terça-feira, 15 de abril de 2025

Um artigo sobre a alta cultura, de Vargas Llosa, de 1982, salvo por Carlos Pozzobon

 Escrever bem é uma compulsão de quem lê muito, os bons livros. Transmitir essa paixão a quem lê muito é uma graça e um privilégio, que tento reproduzir neste meu pequeno espaço de cultura e de resistência intelectual, como é este blog. Grato a Carlos Pozzobon pela oportunidade. PRA

Transcrevo em primeiro lugar a sua nota, depois o artigo de Vargas Llosa:

“ Se foi o último dos grandes escritores do século XX. Transcrevi um de seus textos de 1982 em meu blog ENSAIOS. Vargas Llosa comenta a deterioração da alta cultura pela asfixia das vulgaridades culturais que abundavam promovidas por subvenções estatais. Não havia internet nem lei Rouanet e, no entanto, os piores autores eram os mais lidos, as trivialidades culturais eram as mais procuradas e prestigiadas. Foi uma premonição do fim da cultura erudita que o século XXI vem soterrando gradativamente.”


0 de novembro de 2012


Vargas Llosa: El Elefante y la Cultura

Cuenta el historiador chileno Claudio Véliz que, a la llegada de los españoles, los indios mapuches tenían un sistema de creencias que ignoraba los conceptos de envejecimiento y de muerte natural. Para ellos, el hombre era joven y eterno. La decadencia física y la muerte sólo podían resultar de la magia, las malas artes o las armas de los adversarios. Esta convicción, sencilla y cómoda, ayudó a los mapuches a ser los feroces guerreros que fueron. No los ayudó, en cambio, a forjar una civilización original. 

La actitud de los viejos mapuches está lejos de ser un caso extravagante. En realidad, se trata de un extendido fenómeno. Atribuir la causa de nuestros infortunios o defectos a los demás ― al 'otro' ― es un recurso que ha permitido a innumerables sociedades e individuos, si no a librarse de sus males, por lo menos a soportarlos y a vivir con la conciencia tranquila. Enmascarada detrás de sutiles razonamientos, oculta bajo frondosas retóricas, esta actitud es la raíz, el fundamento secreto, de una remota aberración a la que el siglo XIX volvió respetable: el nacionalismo. Dos guerras mundiales y la perspectiva de una tercera y última, que acabaría con la humanidad, no nos han librado de él, sino, más bien, parecen haberlo robustecido. 

¿En qué consiste el nacionalismo en el ámbito de la cultura? Básicamente, en considerar lo propio un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país. Aunque semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos, y la irrealidad de su pretensión ― la autarquía cultural ―, la historia nos muestra que arraiga con facilidad y que ni siquiera los países de antigua y sólida civilización están vacunados contra ella. Sin ir muy lejos, la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la Unión Soviética de Stalin, la España de Franco, la China de Mao practicaron el "nacionalismo cultural", intentando crear una cultura incomunicada, y defendida de los odiados agentes corruptores ― el extranjerismo, el cosmopolitismo ― mediante dogmas y censuras. Pero en nuestros días es sobre todo en el Tercer Mundo, en los países subdesarrollados, donde el nacionalismo cultural se predica con más estridencia y tiene más adeptos. Sus defensores parten de un supuesto falaz; que la cultura de un país es, como las riquezas naturales y las materias primas que alberga su suelo, algo que debe ser protegido contra la codicia voraz del imperialismo, y mantenido estable, intacto e impoluto pues su contaminación con lo foráneo lo adulteraría y envilecería. Luchar por la 'independencia cultural', emanciparse de la 'dependencia cultural extranjera' a fin de 'desarrollar nuestra propia cultura' son fórmulas habituales en la boca de los llamados progresistas del Tercer Mundo. Que tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a mucha gente, por el airecillo patriótico que parece envolverlas. (Y en el dominio del patriotismo, ha escrito Borges, los pueblos sólo toleran afirmaciones). Se dejan persuadir por ellas, incluso, medios que se sienten invulnerables a las ideologías autoritarias que las promueven. Personas que dicen creer en el pluralismo político y en la libertad económica, ser hostiles a las verdades únicas y a los estados omnipotentes o omniscientes, suscriben, sin embargo, sin examinar lo que ellas significan, las tesis del nacionalismo cultural. La razón es muy simple: el nacionalismo es la cultura de los incultos y éstos son legión.


Hay que combatir resueltamente estas tesis a las que, la ignorancia de un lado y la demagogia de otro, han dado carta de ciudadanía, pues ellas son un tropiezo mayor para el desarrollo cultural de países como el nuestro. Si ellas prosperan jamás tendremos una vida espiritual rica, creativa y moderna, que nos exprese en toda nuestra diversidad y nos revele lo que somos nosotros mismos y ante los otros pueblos de la tierra. Si los propagadores del nacionalismo cultural ganan la partida y sus teorías se convierten en política oficial del 'ogro filantrópico' ― como ha llamado Octavio Paz al Estado de nuestros días ― el resultado es previsible: nuestro estancamiento intelectual y científico y nuestra asfixia artística, eternizarnos en una minoría de edad cultural y representar, dentro del concierto de las culturas de nuestro tiempo, el anacronismo pintoresco, la excepción folklórica, a la que los civilizados se acercan con despectiva benevolencia Sólo por sed de exotismo o nostalgias de la edad bárbara. 

En realidad no existen culturas 'dependientes' y 'emancipadas' ni nada que se les parezca. Existen culturas pobres y ricas, arcaicas y modernas, débiles y poderosas. Dependientes lo son todas inevitablemente. Lo fueron siempre, pero lo son más ahora, en que el extraordinario adelanto de las comunicaciones ha volatizado las barreras entre las naciones y hecho a todos los pueblos copartícipes inmediatos y simultáneos de la actualidad. Ninguna cultura se ha gestado, desenvuelto y llegado a la plenitud sin nutrirse de otras y sin, a su vez, alimentar a las demás, en un continuo proceso de préstamos y donativos, influencias recíprocas y mestizajes, en el que sería dificilísimo averiguar qué corresponde a cada cual. Las nociones de 'lo propio' y 'lo ajeno' son dudosas, por no decir absurdas, en el dominio cultural. En el único campo en el que tienen asidero ― el de la lengua ― ellas se resquebrajan si tratamos de identificarlas con las fronteras geográficas y políticas de un país y convertirlas en sustento del nacionalismo cultural. Por ejemplo ¿es 'propio' o es 'ajeno' para los peruanos el español que hablamos junto con otros trescientos millones de personas en el mundo? Y, entre los quechua hablantes de Perú, Bolivia y Ecuador ¿quiénes son los legítimos propietarios de la lengua y la tradición quechua y quienes los 'colonizados' y 'dependientes' que 'deberían emanciparse de ellas? A idéntica perplejidad llegaríamos si quisiéramos averiguar a qué nación corresponde patentar como aborigen el monólogo interior, ese recurso clave de la narrativa moderna. ¿A Francia, por Edouard Dujardiez, el mediocre novelista que fue el primero en usarlo? ¿A Irlanda, por el célebre monólogo de Molly Bloom en el Ulises de Joyce que lo entronizó en el ámbito literario? ¿O a Estados Unidos donde, gracias a la hechicería de un Faulkner, adquirió flexibilidad y suntuosidad insospechadas? Por este camino ― el del nacionalismo ― se llega en el campo de la cultura, tarde o temprano, a la confusión y al disparate. 

Lo cierto es que en este dominio, aunque parezca extraño, lo propio y lo ajeno se confunden y la originalidad no está reñida con las influencias y aun con la imitación y hasta el plagio y que el único modo en que una cultura puede florecer es en estrecha interdependencia con las otras. Quien trata de impedirlo no salva la 'cultura nacional': la mata. 

Unos ejemplos de lo que digo, tomados del quehacer que me es más afín: el literario. No es difícil mostrar que los escritores latinoamericanos que han dado a nuestras letras un sello más personal fueron, en todos los casos, aquellos que mostraron menos complejos de inferioridad frente a los valores culturales forasteros y se sirvieron de ellos a sus anchas y sin el menor escrúpulo a la hora de crear. Si la poesía hispanoamericana moderna tiene una partida de nacimiento y un padre, ellos son el modernismo y su fundador: Rubén Darío ¿Es posible concebir un poeta más 'dependiente' y más 'colonizado' por modelos extranjeros que este nicaragüense universal? Su amor desmedido y casi patético por los simbolistas y parnasianos franceses, su cosmopolitismo vital, esa beatería enternecedora con que leyó, admiró y se empeñó en aclimatar a las modas literarias del momento su propia poesía, no hicieron de ésta un simple epígono, una 'poesía subdesarrollada y dependiente'. Todo lo contrario. Utilizando con soberbia libertad, dentro del arsenal de la cultura de su tiempo, todo lo que sedujo su imaginación, sus sentimientos y su instinto, combinando con formidable irreverencia esas fuentes disímiles en las que se mezclaban la Grecia de los filósofos y los trágicos con la Francia licenciosa y cortesana del siglo XVIII y con la España del Siglo de Oro y con su experiencia americana, Rubén Darío llevó a cabo la más profunda revolución experimentada por la poesía española desde los tiempos de Góngora y Quevedo, rescatándola del academicismo en que languidecía e instalándola de nuevo, como cuando los poetas españoles del XVI y el XVII, a la vanguardia de la modernidad. 

El caso de Darío es el de casi todos los grandes artistas y escritores; es el de Machado de Assis, en el Brasil, que jamás hubiera escrito su hermosa comedia humana sin haber leído antes la de Balzac; el de Vallejo en el Perú, cuya poesía .aprovechó todos los' ismos' que agitaron la vida literaria en América Latina y en Europa entre las dos guerras mundiales, y es, en nuestros días, el caso de un Octavio Paz en México y el de un Borges en Argentina. Detengámonos un segundo en este último. Sus cuentos, ensayos y poemas son, seguramente, los que mayor impacto han causado en otras lenguas de autor contemporáneo de nuestro idioma y su influencia se advierte en escritores de los países más diversos. Nadie como él ha contribuido tanto a que nuestra literatura sea respetada como creadora de ideas y formas originales. Pues bien: ¿hubiera sido posible la obra de Borges sin 'dependencias' extranjeras? ¿Nos llevaría el estudio de sus influencias por una variopinta y fantástica geografía cultural a través de los continentes, las lenguas y las épocas históricas? Borges es un diáfano ejemplo de cómo la mejor manera de enriquecer con una obra original la cultura de la nación en que uno ha nacido y el idioma en el que escribe es siendo, culturalmente, un ciudadano del mundo. 


II

La manera como un país fortalece y desarrolla su cultura es abriendo sus puertas y ventanas, de par en par, a todas las corrientes intelectuales, científicas y artísticas, estimulando la libre circulación de las ideas, vengan de donde vengan, de manera que la tradición y la experiencia propias se vean constantemente puestas a prueba, y sean corregidas, completadas y enriquecidas por las de quienes, en otros territorios y con otras lenguas, y diferentes circunstancias, comparten con nosotros las miserias y las grandezas de la aventura humana. Sólo así, sometida a ese reto continuo, será nuestra cultura auténtica, contemporánea y creativa, la mejor herramienta de nuestro progreso económico y social. 

Condenar el 'nacionalismo cultural' como una atrofia para la vida espiritual de un país no significa, por supuesto, desdeñar en lo más mínimo las tradiciones y modos de comportamiento nacionales o regionales ni objetar que ellos sirvan, incluso de manera primordial, a pensadores, artistas, técnicos e investigadores del país para su propio trabajo. Significa, únicamente, reclamar, en el ámbito de la cultura, la misma libertad y el mismo pluralismo que deben reinar en lo político y en lo económico en una sociedad democrática. La vida cultural es más rica mientras es más diversa y mientras más libre e intenso es el intercambio y la rivalidad de ideas en su seno. 

Los peruanos estamos en una situación de privilegio para saberlo, pues nuestro país es un mosaico cultural en el que coexisten o se mezclan 'todas las sangres', como escribió Arguedas: las culturas prehispánicas y España y todo el occidente que vino a nosotros con la lengua y la historia española; la presencia africana, tan viva en nuestra música; las inmigraciones asiáticas y ese haz de comunidades amazónicas con sus idiomas, leyendas y tradiciones. Esas voces múltiples expresan por igual al Perú, 'país plural, y ninguna tiene más derecho que otra a atribuirse mayor representatividad. En nuestra literatura advertimos parecida abundancia. Tan peruano es Martín Adán, cuya poesía no parece tener otro asiento ni ambición que el lenguaje, como José María Eguren, que creía en las hadas y resucitaba en su casita de Barranco a personajes de los mitos nórdicos, o como José María Arguedas que transfiguró el mundo de los Andes en sus novelas, o como César Moro que escribió sus más bellos poemas en francés. Extranjerizante a veces y a veces folklórica, tradicional con algunos y vanguardista con otros, costeña, serrana o selvática, realista y norteamericanizada, en su contradictoria factura ella expresa esa compleja y múltiple verdad que somos. Y la expresa porque nuestra literatura ha tenido la fortuna de desenvolverse con una libertad de la que no hemos disfrutado siempre los peruanos de carne y hueso. Nuestros dictadores eran incultos que privaban de la libertad a los hombres, rara vez a los libros. Pero eso pertenece al pasado. Las dictaduras de ahora son ideológicas y quieren dominar también los espíritus. Para eso se valen de pretextos, como el de que la cultura nacional debe ser protegida contra la infiltración foránea. No lo admitamos. No admitamos que, con el argumento de defender la' cultura contra el peligro de 'desnacionalización', los gobiernos establezcan sistemas de control del pensamiento y la palabra que, en verdad, no persiguen otro objetivo que impedir las críticas. No admitamos que, con el cuento de preservar la pureza o la salud ideológica de la cultura, el Estado se atribuya una función rectora y carcelera del trabajo intelectual y artístico de un país. Cuando esto ocurre, la vida cultural queda atrapada en la camisa de fuerza de una burocracia y se anquilosa [paralisa] sumiendo a la sociedad en el letargo espiritual.

Para asegurar la libertad y el pluralismo cultural es preciso fijar claramente la función del Estado en este campo. Esta función sólo puede ser la de crear las condiciones más propicias para la vida cultural y la de inmiscuirse lo menos posible en ella. El Estado debe garantizar la libertad de expresión y libre tránsito de las ideas, fomentar la investigación y las artes, garantizar el acceso a la educación y a la información de todos, pero no imponer ni privilegiar doctrinas, teorías o ideologías, sino permitir que éstas florezcan y compitan libremente. Ya sé que es difícil y casi utópico conseguir esa neutralidad frente a la vida cultural del Estado de nuestros días, ese elefante tan grande y tan torpe que con sólo moverse causa estragos. Pero si no conseguimos controlar sus movimientos y reducirlos al mínimo indispensable acabará pisoteándonos y devorándonos. 

No repitamos, en nuestros días, el error de los indios mapuches, combatiendo supuestos enemigos extranjeros sin advertir que los principales obstáculos que tenemos que vencer están entre o dentro de nosotros mismos. Los desafíos que debemos enfrentar, en el campo de la cultura, son demasiado reales y grandes para, además, inventarnos dificultades imaginarias como las de potencias forasteras empeñadas en agredimos culturalmente y en envilecer nuestra cultura. No sucumbamos ante esos delirios de persecución ni ante la demagogia de los politicastros incultos, convencidos de que todo vale en su lucha por el poder y que, si llegaran a ocuparlo, no vacilarían, en lo que concierne a la cultura, en rodearla de censuras y asfixiarla con dogmas para, como el Calígula de Albert Camus, acabar con los contradictores y las contradicciones. Quienes proponen esas tesis se llaman a sí mismos, por una de esas vertiginosas sustituciones mágicas de la semántica de nuestro tiempo, 'progresistas'. En realidad, son los retrógrados y oscurantistas contemporáneos, los continuadores de esa sombría dinastía de carceleros del espíritu, como los llamó Nietzsche, cuyo origen se pierde en la noche de la intolerancia humana, y en la que destacan, idénticos y funestos a través de los tiempos, los inquisidores medievales, los celadores de la ortodoxia religiosa, los censores políticos y los comisarios culturales fascistas y estalinistas. 

Además del dogmatismo y la falta de libertad, de las intrusiones burocráticas y los prejuicios ideológicos, otro peligro ronda el desarrollo de la cultura en cualquier sociedad contemporánea: la sustitución del producto cultural genuino por el producto seudo-cultural que es impuesto masivamente en el mercado a través de los grandes medios de comunicación. Esta es una amenaza cierta y gravísima y sería insensato restarle importancia. La verdad es que estos productos seudo-culturales son ávidamente consumidos y ofrecen a una enorme masa de hombres y mujeres un simulacro de vida intelectual, embotándoles la sensibilidad, extraviándoles el sentido de los valores artísticos y anulándoles para la verdadera cultura. Es imposible que un lector cuyo gusto literario se ha establecido leyendo a Corín Tellado aprecie a Cervantes o a Cortázar, o que otro que ha aprendido todo lo que cabe en el Reader's Digest, haga el esfuerzo necesario para profundizar en un área cualquiera del conocimiento, y que mentes condicionadas por la publicidad se atrevan a pensar por cuenta propia. La chabacanería [grosseria] y el conformismo, la chatura intelectual y la indigencia artística, la miseria formal y moral de estos productos seudo-culturales afectan profundamente la vida espiritual de un país. Pero es falso que este sea un problema infligido a los países subdesarrollados por los desarrollados. Es un problema que unos y otros compartimos, que resulta del adelanto tecnológico de las comunicaciones y del desarrollo de la industria cultural, y al que ningún país del mundo, rico o pobre, adelantado o atrasado, ha dado aún solución. En la culta Inglaterra el escritor más leído no es Antony Burgess ni Graham Green sino Bárbara Cartland y las telenovelas que hacen las delicias del público francés son tan ruines como las mexicanas o norteamericanas. La solución de este problema no consiste, por supuesto en establecer censuras que prohíban los productos seudo-culturales y den luz verde a los culturales. La censura no es nunca una solución, o, mejor dicho, es la peor solución, la que siempre acarrea males peores que los que quiere resolver. Las culturas "protegidas ", se tiñen [tingem] de oficialismo y terminan adoptando formas más caricaturales y degradadas que las que surgen, junto con los auténticos productos culturales, en las sociedades libres. 

Ocurre que la libertad, que en este campo es también, siempre, la mejor opción, tiene un precio que hay que resignarse a pagar. El extraordinario desarrollo de los medios de comunicación ha hecho posible, en nuestra época, que la cultura, que en el pasado fue, por lo menos en sus formas más ricas y elevadas, patrimonio de una minoría, se democratice y esté en condiciones de llegar, por primera vez en la historia, a la inmensa mayoría. Esta es una posibilidad que debe entusiasmamos. Por primera vez existen las condiciones técnicas para que la cultura sea de verdad popular. Es, paradójicamente, esta maravillosa posibilidad la que ha favorecido la aparición y el éxito de la industria masiva de productos semi-culturales. Pero no confundamos el efecto con la causa. Los medios de comunicación masivos no son culpables del uso mediocre o equivocado que se haga de ellos. Nuestra obligación es conquistarlos para la verdadera cultura, elevando mediante la educación y la información el nivel del público, volviendo a éste cada vez más riguroso, más inquieto y más crítico, y exigiendo sin tregua a quienes controlan estos medios ― el Estado y las empresas particulares ― una mayor responsabilidad y un criterio más ético en el empleo que les dan. Pero es, sobre todo, a los intelectuales, técnicos, artistas y científicos, a los productores culturales de todo orden, a quienes les incumbe una tarea audaz y formidable: asumir nuestro tiempo, comprender que la vida cultural no puede ser hoy, como ayer, una actividad de catacumbas, de clérigos encerrados en conventos o academias, sino algo a lo que puede y debe tener acceso el mayor número. Esto exige una reconversión de todo el sistema cultural, que abarque desde un cambio de psicología en el productor individual, y de sus métodos de trabajo, hasta la reforma radical de los canales de difusión y medios de promoción de los productos culturales, una revolución, en suma de consecuencias difíciles de prever. La batalla será larga y difícil, sin duda, pero la perspectiva de lo que significaría el triunfo debería damos fuerza moral y coraje para librarla; es decir, la posibilidad de un mundo en el que, como quería Lautreamont para la poesía, la cultura sea por fin de todos, hecha por todos y para todos. 

Publicado em Vuelta nr. 70 de setembro de 1982.

quinta-feira, 30 de maio de 2024

María Corina, una líder formidable - Andrés Hoyos (El Mal Pensante)

Artigo publicado sobre a principal líder de oposição à ditadura chavista na Venezuela 

María Corina, una líder formidable


Andrés Hoyos 

El Mal Pensante

 

Una característica típica de los líderes políticos, en su mayoría hombres todavía, es el narcisismo intransigente. La flexibilidad se suele interpretar como debilidad. La lógica parece ser: yo pienso lo que pienso y no voy a cambiarlo, a menos, supone uno, que sufra un gran varapalo en los resultados políticos. Para ver una actitud del todo distinta, basta con echar un vistazo a la vecina Venezuela. No hay en todo el vecindario una líder o un líder con el perrenque de María Corina Machado, quien arrastra multitudes a lo largo y ancho del país, además de que ha cambiado de opinión varias veces de forma muy acertada.

Pese a que está muy lejos de ser modesta, sí queda claro que lo primero que María Corina busca es entender con cuidado la situación y tomar en cuenta los detalles, para después lanzarse con todo. No por otra razón Edmundo González Urrutia encabeza hoy todas las encuestas, mientras que hasta hace un par de meses este candidato de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) era un completo desconocido. Él es él, sí, aunque también encarna la continuidad del proyecto de su promotora.

María Corina entendió que el problema consiste antes que nada en salir de Maduro. Tiro por tiro, ella ha ido varios pasos adelante del confiado dictador, al punto de que en últimas lo cogió con los pantalones abajo. Debe quedar claro que el hombre de demócrata no tiene ni el barniz, hasta el punto de que todavía es posible que su régimen se saque un sapo de la manga y trate de descarrilar las elecciones del 28 de julio. Ok, pero vaya que se les ha hecho cada vez más tarde. Si por alguna razón las votaciones no se llevan a cabo, el camino ofrecerá varias salidas importantes para la oposición. No es lo mismo luchar contra una dictadura que “gana” unas elecciones más o menos funcionales, a hacerlo contra otra que intenta derrumbar el tinglado o que recurre de forma masiva al fraude.

Existen incertidumbres grandes porque la transmisión de mando será en enero de 2025, casi seis meses después de ir a las urnas. Igual, si el régimen pierde los recursos para quedarse en el poder se recortan de forma drástica. Y en caso de que el chavismo quiera usar las instituciones que controla para obstaculizar a González Urrutia una vez este asuma el poder, quedan los diversos recursos plebiscitarios, pues el nuevo régimen tendría unas mayorías muy amplias.

Quizá el antecedente más interesante de lo que hoy pasa en Venezuela sea lo que pasó en 1986 en Filipinas, donde justamente una mujer logró derrocar sin derramamiento de sangre a un dictador no muy distinto de Maduro, Ferdinand Marcos, casado con doña Imelda, la dueña de los mil pares de zapatos. Claro, las situaciones no son iguales y los países están a medio mundo de distancia, pero según se ve, la democracia puede incluso tener más fuerza en la actual Venezuela que en las Filipinas de entonces, donde al final triunfó Corazón Aquino, viuda de Benigno Aquino, el líder asesinado por el régimen.

Se trató de la llamada Revolución EDSA, que culminó en 1986. Entonces Marcos se proclamó vencedor de las elecciones, tras realizar un inmenso fraude, y la gente salió a la calle por millones a gritarle ¡No! El dictador pidió el aplastamiento de la resistencia y los militares no le obedecieron. ¿A algo similar se podría suceder en Venezuela? Al menos yo sospecho que allí los militares tampoco van a disparar contra la multitud.

¿Ya tiene Maduro listo su plan B? Porque cada vez luce más probable que lo necesite.


andreshoyos@elmalpensante.com



quarta-feira, 4 de maio de 2022

O terceiro pós-guerra - Jorge Fontoura (CB)

 Meu amigo Jorge Fontoura publicou nesta quarta-feira 4 de maio de 2022 um rico e denso artigo sobre a atual situação do sistema internacional, a partir da guerra de agressão da Rússia contra a Ucrânia, como se pode constatar por esta imagem: 


 Entre várias outras considerações bastante válidas, Jorge Fontoura formula uma pergunta básica: 

"Seria a guerra na Ucrânia um fato histórico de transição de era, o fim da Idade Contemporânea?"

Tentarei responder a essa questão mais adiante.

Mas ele também pergunta, na imediata sequência: "Seria a natureza humana irremediavelmente insana?", ao que eu responderia também imediatamente que sim, mas não todos os humanos, só os ditadores mais arrogantes.

Mas, a segunda questão é relativamente secundária, pois sempre teremos insanos, populistas e demagogos entre nós, sendo mais relevante retornar à primeira questão: a guerra de agressão da Rússia e as sanções unilaterais tomadas ao seu encontro por diversos países produziram uma mudança sistêmica no cenário mundial e nas relações internacionais?

Provavelmente sim, mas não na magnitude esperada ao final do seu artigo, quando Jorge Fontoura menciona os acordos de Yalta como o prenúncio de uma nova era. Estávamos então na maior catástrofe geopolítica do século XX e de todos os séculos precedentes, deslocando para um ínfimo terceiro ou quarto lugar a tal "catástrofe geopolítica" da autoimplosão da União Soviética, muito equivocadamente magnificada pelo neoczar Putin. Não se pode esperar que dessa guerra localizada – mas com efeitos mundiais, pelas reações provocadas – saiam grandes arranjos quanto os que resultaram de Dumbarton Oaks, de Bretton Oaks, de Yalta e San Francisco. 

O que ocorrerá será um notável processo de "diminuição" (ou enxugamento) econômico da Rússia, talvez convertida em colônia econômica da China no espaço de alguns anos, dada a sabotagem contra sua oferta conduzida pelas potências ocidentais. Não se pode pensar tampouco numa substituição do dólar no sistema monetário internacional, a não ser marginalmente, já que não existem condições para que outras moedas assumam o seu papel. 

Mas se pode pensar num debate consistente sobre o fim do "direito de veto", um privilégio abusivo, derivado de uma paz armada em 1945, e que poderá ser revisto no espaço da próxima geração de estadistas, em consonância com a experiência presente, de se ter um agressor em condição de impor sua vontade a todos os demais (o que também ocorre, diga-se de passagem, com os EUA, capazes de impor sanções econômicas unilaterais a quase todos os demais países).

É um debate necessário, tanto porque esse poder exorbitante não existia no Conselho da Liga das Nações, e tampouco existe no plano do direito interno dos países, onde juízes com algum interesse no caso são chamados, ou institucionalmente comandados, a não participar de julgamento e decisão.

Vou continuar escrevendo sobre isto.

Paulo Roberto de Almeida

Brasilia, 4 de maio de 2022


terça-feira, 4 de janeiro de 2022

Não foi a antidiplomacia de Bolsonaro que fez o Brasil voltar ao CSNU - Hussein Kalout (OESP)

O retorno do Brasil ao Conselho de Segurança da ONU: é preciso contar a verdade; leia o artigo


Não foi o governo Bolsonaro que articulou a volta do Brasil ao Conselho de Segurança, e é um acinte dizer que este retrono é um 'eixo da política externa' de um Presidente que sempre desprezou a ONU
       
Hussein Kalout*, O Estado de S.Paulo
03 de janeiro de 2022

“Dai, pois, a César o que é de César, e a Deus o que é de Deus.” – (Mateus 22:21). 

Sobre o retorno do Brasil ao Conselho de Segurança das Nações Unidas (CSNU), para o exercício de mandato de dois anos (2022-2023), é preciso contar esse conto por inteiro para preservar a verdade histórica e o apego aos fatos. Mais do que contar a verdade, compele irromper o festival de distorções apregoados pelo Presidente e seu governo em torno desse assunto.

Política externa é política pública complexa e multifacetada, de difícil compreensão pelo público em geral. Normalmente, o debate fica restrito a círculos muito específicos, que, se mal-intencionados, conseguem facilmente manipular e distorcer a natureza do jogo diplomático para fins politiqueiros.

Em vez de explicar os seus intrincados meandros, com a atenção necessária a períodos pretéritos capazes, ao percurso do processo decisório, ao conjunto de ações engendradas e à racional estratégica por trás de cada passo, pode-se facilmente criar percepções imprecisas com base num fato descontextualizado. O resultado é a subversão da verdade.

É direito inalienável do povo, do parlamento e dos centros de conhecimento saberem como se deu, verdadeiramente, o retorno o Brasil ao órgão mais relevante das Nações Unidas. Nesse sentido, urge reestabelecer a verdade, para que aqueles que trabalham com o tema (política externa) não caiam, enfim, em armadilhas retóricas, narrativas fabricadas e distorções interesseiras.

Descortinar a bizarra fábula que vem sendo sustentada pelo Presidente, pelos seus múltiplos auxiliares na área internacional e por alguns meios de comunicação, é imperativo para que as novas gerações saibam o que o Itamaraty fez pelo país no passado-recente – antes da chegada deste desgoverno.

Não foi o governo Bolsonaro que articulou a volta do Brasil ao Conselho de Segurança – clube de elite da cúpula geopolítica da ONU. É estapafúrdia e risível a tese espalhada pelos corredores da República de que o Brasil foi eleito para compor o CSNU como forma de reconhecimento “ao prestígio internacional” do governo de Jair Bolsonaro. É igualmente um acinte sem precedente dizer que a volta do Brasil ao CSNU é um eixo da política externa de um Presidente que sempre desprezou a ONU, tendo ameaçado até mesmo abandonar a organização.

A verdade histórica e os fatos são os seguintes, caros leitores:

1. A escolha de um país para integrar o Conselho de Segurança da ONU se dá por meio de uma “eleição negociada” e rotativa no âmbito de cada um dos cinco Grupos Regionais das Nações Unidas. O Grupo de Países da América Latina e Caribe, conhecido no jargão diplomático de GRULAC (criado em 1964 e formado por 33 Estados Membros), é o foro apropriado onde o Brasil apresenta a sua postulação. Após a escolha regional, a indicação segue para uma ratificação burocrática em votação no âmbito da Assembleia Geral da ONU.

2. Entre 2012 e 2014, no primeiro governo Dilma, o Brasil acabou não apresentando a sua candidatura no âmbito do GRULAC e isso fez com o que o país parasse, por assim dizer, no final da fila. O nosso turno de retornar o Conselho, somente, se daria, lá para 2033 – seria um hiato de 22 anos já que o Brasil ocupara uma das vagas rotativas no biênio 2010-2011.

3. No início do segundo governo Dilma, entre 2015 e 2016, o Itamaraty inicia um processo de diálogo com países da região com o objetivo de encurtar esse hiato. Nesse período, o então ex-chanceler Mauro Vieira, passou a prospectar quais países estariam propensos a ceder ao Brasil a sua vaga mediante apoio para outras posições-chave no âmbito do sistema das Nações Unidas. República Dominicana, São Vicente e Granadinas e Honduras foram identificados como potenciais países.

4. Abriram-se sondagens então com os três países em diferentes estágios e a partir de estratégias específicas. República Dominicana sinalizou que não pretendia ceder a sua posição – face a supostas pressões advindas de Washington. O foco prioritário passou a ser São Vicente e Granadinas. Porém, a crise política no Brasil interrompeu o ciclo de conversas e posteriormente, o país caribenho, que havia recebido forte apoio da Venezuela, decide seguir com a vaga. Restava como opção: Honduras.

5.  Em meados de 2016, o Embaixador Mauro Vieira é indicado pelo governo Temer para assumir o posto de Representante Permanente do Brasil junto à ONU, em Nova York. Assume o Itamaraty o Senador José Serra, por uns nove meses e, posteriormente, é sucedido pelo então Senador Aloysio Nunes Ferreira na chefia da Chancelaria brasileira. Com Aloysio Nunes Ferreira, o processo de negociação com parceiros caribenhos e latino-americanos avança – por volta de abril de 2017. Além de Honduras, outras possibilidades passam a ser estudadas.

6.  Em representação ao GRULAC estariam, a princípio, no CSNU, Bolívia (biênio 2017-2018), República Dominicana (biênio 2019-2020), São Vicente e Granadinas (biênio 2020-2021), México (biênio 2021-2022) e Honduras (biênio 2022-2023). Ao pisar em Nova York para assumir as suas novas funções, o Embaixador Mauro Vieira abre um diálogo direito nos bastidores com a Representante Permanente de Honduras na ONU, Mary Elizabeth Flores Flake, no intuito de testar a flexibilidade política de Tegucigalpa. Ao largo dos meses subsequentes, o diálogo entre Vieira e Flores Flake avança ao ponto em que, a parte hondurenha, revela a intenção do país centro-americano de postular a Presidência da 73˚AGNU.

7. Naquele momento, Honduras cogitava lançar a própria Flores Flake para a Presidência da Assembleia Geral da ONU – mandato que se estenderia de setembro de 2018 à setembro de 2019 – e, para que a empreitada hondurenha ganhasse robustez, o apoio do Brasil no âmbito da América Latina se caracterizava como indispensável.

8. No primeiro trimestre de 2018, o diálogo nos bastidores entre Brasil e Honduras ganha concretude e após intenso processo de negociação, a chancelaria brasileira decide franquear o seu apoio a Honduras em troca da vaga para o CSNU. Selado o acordo, em junho de 2018, Flores Flake disputa a Presidência da 73˚AGNU com a então chanceler do Equador, María Fernanda Espinosa, que acaba levando o pleito.

9. É importante sublinhar que o Brasil não teve que disputar com nenhum outro país do GRULAC a vaga para o CSNU para o biênio 2022-2023. O acordo selado entre Brasil e Honduras, em 2018, foi respaldado e respeitado por todos os países latino-americanos e caribenhos. Quando, em junho de 2021, o Brasil teve a sua indicação confirmada pela Assembleia Geral, o país era candidato único do GRULAC para a vaga. Tratava-se de um regresso ao Conselho de Segurança com o cronômetro rodando em contagem regressiva e com data certa para se concretizar. Ou seja, não se tratou de diretriz nenhuma do governo Bolsonaro.

Infinitas inverdades sobre supostas “conquistas da política externa” hão de emergir neste ano eleitoral – decisivo para o futuro do Brasil. No mercado da ilusão, a usina de mentiras venderá para quem quiser crer, uma “política externa equilibrada”, enquanto o Brasil segue implementando a mesma política destrutiva no campo das relações internacionais. O padrão de voto do Brasil nos foros multilaterais segue sendo hoje o mesmo do início do governo em praticamente todas as áreas. Afinal, o Presidente é o mesmo, o governo é o mesmo e a “política externa” é, portanto, a mesma (com retoques cosméticos aqui ou ali no discurso. Uma mudança na estampa e não na essência).

Convém não esquecer que o governo Bolsonaro desmoralizou até a medula o nome do Brasil no sistema multilateral ao longo de seus três anos de governo – não apenas por atacar as próprias instituições do sistema das Nações Unidas, mas, por tentar, permanentemente, desacreditá-las.

Política de Estado não se faz com retóricas vazias, distorções dos fatos ou via “marquetagem infanto-juvenil”, seja para subverter a verdade, a história ou para contar um monte de contos da carochinha – sobre este e tantos outros temas. O fato é que a antecipação do retorno do Brasil ao CSNU abrangeu dois governos (Dilma e Temer) e foi realizado de forma meticulosa, silenciosa e estratégica, ao largo de quatro anos (2015-2018), em defesa do interesse nacional. Diga-se de passagem, aliás, que a agressividade do governo Bolsonaro contra o multilateralismo e especialmente contra vários países da América Latina colocaram todo o trabalho feito sob enorme risco. O Brasil acabou eleito porque os demais países respeitam acordos firmados e tradições, ou seja, fomos eleitos não por causa do atual governo, que nada teve a ver com a história, mas apesar desse governo.

No charlatanismo diplomático do governo apenas acredita quem quer!

* HUSSEIN KALOUT, é Cientista Político, Professor de Relações Internacionais, e Pesquisador da Universidade Harvard. Foi Secretário Especial de Assuntos Estratégicos da Presidência da República (2017-2018).

https://internacional.estadao.com.br/noticias/geral,o-retorno-o-brasil-ao-conselho-de-seguranca-da-onu-e-preciso-contar-a-verdade-leia-o-artigo,70003940455

quinta-feira, 14 de outubro de 2021

O brasileiro voador e a marcha da insensatez - Paulo Roberto de Almeida (OESP)

O brasileiro voador e a marcha da insensatez

 

 

Paulo Roberto de Almeida

Diplomata, professor

O Estado de S. Paulo (14/10/2021; ISSN: 1516-2931; página de Opinião; link: https://opiniao.estadao.com.br/noticias/espaco-aberto,o-brasileiro-voador-e-a-marcha-da-insensatez,70003867264?fbclid=IwAR2CtQC_VxSzKho3HV5DS5skHx0OEPogkC7WxsvUz716DoccM06I3eEzl9A). Relação de Originais n. 3978.

  



O título evoca uma lenda e um livro de história. A lenda é a do Holandês Voador, um veleiro holandês do século 18, cujo capitão enlouqueceu ao singrar os mares sem destino, passando a atrair outros navios, arrastando-os a uma destruição certeira no fundo do oceano. O livro é o da historiadora americana Barbara Tuchman, A Marcha da Insensatez(1984), que trata dos erros, falhas, ilusões e até crimes de governos que insistem em se afastar da realidade dos fatos para perseguir suas alucinações na condução dos negócios do Estado. 

O presidente brasileiro é o holandês voador, que leva o veleiro do Brasil a uma destruição quase certeira, ao insistir em loucuras e erros de administração. Em lugar de tratar dos problemas do país – inflação, falta de crescimento, desemprego, pandemia, déficits orçamentários e aumento da dívida pública –, insiste em perseguir suas obsessões: armamentismo, voto impresso, devastação de reservas indígenas pela mineração e pelo garimpo ilegal, defesa de notícias falsas para seduzir e manter sua clientela, desprezo pela vida humana em face da pandemia e reeleição a todo custo, para escapar de processos por crimes cometidos, seus e da família. 

O Brasil é o veleiro desgovernado, levado ao vórtice de um afundamento por uma administração não apenas caótica, mas totalmente desprovida de direção, tendo no timão um desequilibrado, fixado apenas em suas obsessões. A insensatez do capitão do navio fantasma insiste em submeter dois outros poderes à sua agenda destrambelhada, na qual todos devem ceder à miragem de um crescimento imaginário, bastando explorar as fabulosas riquezas escondidas da Amazônia, liberdade total em meio à pandemia, sem limites às despesas do Estado, cada qual cuidando de sua segurança por meio de suas próprias armas. 

A visão do capitão do navio é a de uma guerra de todos contra todos, concepção hobbesiana da política, na qual ganha quem se impõe pela força das armas, não pela via do funcionamento das instituições, pelo respeito às leis estabelecidas, dentro dos limites do Estado. Tal visão confrontacionista foi pela primeira vez exposta no jantar na embaixada em Washington, em 2019, quando o capitão confessou sua visão peculiar como gestor, como sendo a de destruir muito do que existia, antes de se pensar em construir qualquer coisa. O que existia eram: direitos dos indígenas sobre suas reservas, limites à capacidade financeira do Executivo, preservação dos recursos naturais ou exploração sustentável, controle de armas, normas para tráfico e a segurança dos passageiros, inclusive crianças, livre trabalho de uma imprensa investigativa numa democracia sem adjetivos, enfim, o império da lei em lugar da imposição da vontade individual de um dirigente de plantão. 

O Brasil vem sendo levado à marcha da insensatez nos palanques eleitorais do capitão – sustentados com dinheiro público – assim como ao isolamento no plano internacional por sua postura desvinculada das boas normas do relacionamento diplomático e de compromissos internacionais já aceitos pelo Brasil, sobretudo nas áreas ambiental e de direitos humanos. A maior loucura foi o caos no enfrentamento da pandemia, levando o Brasil, com apenas 2,7% da população mundial, a exibir mais de 12% das vítimas da Covid, atrás apenas dos Estados Unidos, penalizado por uma mentalidade antivacinal. O capitão é o último negacionista do planeta. 

Até quando as instituições continuarão sendo atacadas pelo capitão, num desrespeito que beira o insulto e os ataques mais insidiosos? Até quando brasileiros ingênuos serão levados à morte pelo seu comportamento irresponsável na pandemia? Até quando continuará a comprar o apoio dos legisladores, violando o processo orçamentário? Até quando a diplomacia suportará as atitudes irresponsáveis do capitão no plano externo, deixando o Brasil isolado no diálogo com todos os seus grandes parceiros? 

A marcha da insensatez levou o veleiro do Brasil ao vórtice de um afundamento pela inflação crescente, pela fuga de capitais e de investimentos, pelo descontrole dos gastos públicos por motivos eleitoreiros, fatores que nada têm a ver com a agenda da retomada econômica. O desrespeito às instituições resulta da obsessão eleitoral de um capitão que navega errante, ao sabor das correntes políticas. O veleiro está perdido num oceano de incertezas, sem bússola e sem mapas de navegação, levado pelos ventos erráticos da vontade de um capitão que não tem a menor noção dos deveres dos governantes para com os governados. O declínio é visível e encomendado, dada a ausência de qualquer objetivo compatível com os interesses do país, um velejar incessante pelos mares da loucura autoproduzida por quem tomou a direção do veleiro nacional. 

Até quando a sociedade brasileira vai navegar ao sabor dos ventos, sem qualquer atenção a seus problemas mais prementes? Até quando vamos permitir essa marcha ao desastre? 


[Brasília, 3978: 20 setembro 2021, 2 p.]


Versão original:


O brasileiro voador e a marcha da insensatez

  

Paulo Roberto de Almeida

Diplomata, professor

(www.pralmeida.org; diplomatizzando.blogspot.com)

 

 

O título evoca tanto uma lenda quanto um livro de história. A lenda é a do Holandês Voador, o capitão de um veleiro holandês do século XVIII, que enlouqueceu ao singrar os mares sem destino, passando a atrair outros navios com sua luz bruxuleante e arrastando-os a uma destruição quase certeira no fundo do oceano. O livro é o da historiadora americana Barbara Tuchman, A Marcha da Insensatez (1984), que trata, da guerra de Troia ao Vietnã, dos erros, falhas, ilusões e até crimes de governos que insistem em se afastar da realidade dos fatos para perseguir suas próprias alucinações na condução dos negócios do Estado. 

O presidente brasileiro é o nosso holandês voador, que leva o veleiro do Brasil a uma destruição quase certeira, ao insistir em suas loucuras e erros de administração: em lugar de tratar dos problemas reais do país – inflação, falta de crescimento, desemprego, efeitos da pandemia, déficits orçamentários e aumento da dívida pública –, ele insiste em perseguir suas mais loucas obsessões: armamentismo, voto impresso, devastação de reservas indígenas pela mineração e pelo garimpo ilegal, defesa e promoção de notícias falsas para seduzir e manter sua clientela eleitoral, desprezo pela vida humana no enfrentamento da pandemia e reeleição a todo custo, para escapar de possíveis processos por crimes cometidos, seus e da sua família. 

O Brasil é o veleiro desgovernado que está sendo levado ao vórtice de um possível afundamento por uma administração não apenas caótica, mas totalmente desprovida de direção, conduzida por um desequilibrado que tem apenas em mente aquelas suas obsessões, em lugar da correta gestão do Estado. A insensatez do capitão do nosso navio fantasma insiste em submeter os dois outros poderes à imposição de sua agenda destrambelhada, na qual tudo e todos deveriam ceder à miragem de um crescimento fantástico, bastando que se explorassem fabulosas riquezas escondidas no fundo da Amazônia, que se deixassem todos livros para trabalhar em meio a uma pandemia, que não houvesse limites às despesas do Estado e onde todos seriam livres para garantir sua própria segurança individual e se defender com suas próprias armas às ameaças representadas pelos meliantes habituais das nossas cidades, ou que honestos agricultores possam enfrentar tropas do MST decididos a invadir suas terras. 

A visão bélica do presidente é a de uma guerra de todos contra todos, uma concepção hobbesiana da vida política, na qual ganha sempre aquele que se impõe com a força da vontade, não com o funcionamento correto das instituições, o respeito às leis estabelecidas e o atendimento dos limites das possibilidades do Estado. Essa visão confrontacionista foi pela primeira vez exposta no célebre jantar, em 2019, na embaixada do Brasil em Washington, na qual o presidente confessou sua visão peculiar de sua obra de gestor, como sendo, primeiro, a de destruir muito do que existia, antes de se pensar em construir qualquer coisa. O que existia eram os direitos dos indígenas sobre suas reservas, limites aos poderes administrativos e financeiros do Executivo, a preservação dos recursos naturais ou sua exploração de modo sustentável, o controle dos meios de matar, simples normas para a circulação de automóveis e a segurança dos passageiros, inclusive e sobretudo crianças, o livre trabalho de uma imprensa investigativa numa democracia sem adjetivos, enfim, o império da lei em lugar da imposição da vontade individual de um dirigente de plantão. 

O Brasil vem sendo levado a uma marcha da insensatez pelos palanques eleitorais contínuos do presidente – sustentados pelo dinheiro público – assim como ao isolamento completo no plano internacional por uma postura absolutamente desvinculada das boas normas do relacionamento diplomático e em relação a compromissos internacionais já aceitos pelo Brasil, sobretudo nas áreas ambiental e de direitos humanos. A maior loucura foi, evidentemente, o caos existente no enfrentamento da pandemia o que levou o Brasil, tendo apenas 2,7% da população mundial, a exibir mais de 12% das vítimas da Covid registradas no planeta, atrás apenas dos Estados Unidos, igualmente penalizado por uma mentalidade antivacinal e contrária aos cuidados sanitários básicos, que aqui é constantemente estimulada pelo próprio chefe de Estado, possivelmente o último negacionista do planeta. 

Até quando as instituições consentirão em ser atacadas por quem dirige um dos três poderes e deveria respeitar a independência dos dois outros, num desrespeito que beira o insulto e os ataques mais insidiosos? Até quando brasileiros ingênuos ou subservientes às loucuras do chefe de Estado serão levados à morte por um comportamento irresponsável na pandemia? Até quando os cuidados com os estratos mais frágeis da população continuarão a ser deixados de lado, ao mesmo tempo em que o chefe do Executivo insiste em comprar o apoio dos legisladores violando o processo orçamentário por condutos paralelos, clandestinos das verbas públicas? Até quando a cidadania responsável suportará as atitudes irresponsáveis do chefe de Estado no plano internacional, o que deixou o Brasil completamente isolado no diálogo com seus grandes parceiros tradicionais? 

A marcha da insensatez no Brasil levou o veleiro do país ao vórtice de seu possível afundamento pela inflação crescente, pela fuga continuada de capitais e de investimentos, ao descontrole dos gastos públicos por motivos puramente eleitoreiros, por uma série de outros fatores que nada têm a ver com uma agenda inadiável de recuperação econômica e de respeito ao funcionamento normal das instituições, em função da obsessão eleitoral de quem passa por chefe de um Executivo que navega errante, ao sabor das correntes da política. O Brasil está perdido num oceano de incertezas, sem bússola e sem mapas de navegação, levado pelos ventos erráticos da vontade de um homem que não tem a menor noção dos deveres dos governantes para com os governados. O declínio é visível e aparentemente encomendado, dada a ausência de qualquer objetivo compatível com os interesses do país, um velejar incessante pelos mares da loucura autoproduzida por quem tomou a direção do veleiro nacional. 

Até quando a sociedade brasileira vai navegar ao sabor dos ventos, sem qualquer atenção a seus problemas mais prementes? Até quando vamos permitir essa marcha ao desastre? 

 

 

Paulo Roberto de Almeida

[Brasília, 17 setembro 2021, 3 p.; 1000 palavras.]


quarta-feira, 1 de setembro de 2021

General Santos Cruz: defesa da democracia - O Estado de S. Paulo

 

segunda-feira, 30 de agosto de 2021

O governo, a população e as Forças Armadas

O general Carlos Alberto dos Santos Cruz é um dos militares brasileiros mais respeitados, sendo um dos poucos que realmente tem experiência de combate. Em todas as suas missões desempenhou-se com os padrões mais altos de excelência sendo um exemplo para todos os seus pares.


Da Wikipédia, as referências abaixo:
Diverge de Bolsonaro e tem sido uma das vozes mais ativas na defesa do papel institucional e constitucional das Forças Armadas.

No artigo abaixo, publicado no Estadão no dia 29/08, domingo, mostra o seu pensamento claro em defesa do Estado Democrático de Direito, exatamente no momento em que Bolsonaro convoca para o dia 7 de setembro manifestações com o claro objetivo de tentar arrastar as Forças Armadas para uma aventura golpista.


General Carlos Alberto dos Santos Cruz (*)

O Estado de S.Paulo, Opinião

29 de agosto de 2021 

O presidente da República, senadores, deputados, prefeitos e vereadores são eleitos para assumirem suas responsabilidades e fazer o que é possível dentro da lei. O governo é eleito para governar e reforçar o regime democrático por meio do aperfeiçoamento das instituições, promover a paz social e o respeito pessoal, funcional e institucional.

Nenhuma autoridade pode ser agente de desmoralização e de enfraquecimento das estruturas existentes, promover fanfarronices, factoides, passeios com dinheiro público e alegar que não o deixam trabalhar. O populismo, a demagogia e a agitação social não podem ser praticados por autoridades.

A população, pelo voto, elege a pessoa e legitima a autoridade. Na democracia, o equilíbrio existe por uma dinâmica de forças entre os Poderes e outros núcleos de influência. As disputas e os conflitos são resolvidos dentro da legislação vigente. Também podem ser propostas modificações nas leis, dentro das normas e dos procedimentos que devem ser respeitados. Quando o equilíbrio é instável ou rompido, ele tem de ser restabelecido também de acordo com a lei.

Todas as manifestações públicas dentro da lei são válidas e importantes. Elas fazem parte do ambiente democrático, da liberdade de expressão e do jogo de pressões. O estímulo a soluções de força, fora da lei, com risco de violência, é criminoso e covarde. Aqueles que se perdem em suas ações têm de arcar com as consequências legais. Normalmente os extremistas, os incitadores da violência, desaparecem e ficam impunes, pois são covardes na sua essência. As pessoas, na sua luta por aquilo em que acreditam, seja qual for a linha, não devem cair na armadilha dos covardes, dos irresponsáveis e dos inconsequentes.

A convocação de manifestações não pode ser para transferir responsabilidades para a população, para outros Poderes, instituições, e para as Forças Armadas. Isso é falta de coragem funcional. A responsabilidade é intransferível.

É difícil definir democracia. É mais fácil observar algumas de suas características, como o respeito, a liberdade, as eleições periódicas, a igualdade, a dignidade, etc. Uma das expressões mais famosas é a de que a democracia é o “governo do povo, pelo povo, para o povo”. Isso é fundamento conceitual. Na prática, a responsabilidade governamental é transformar essa abstração em realidade com ações dentro da lei, que foi feita pelo povo, por intermédio de seus representantes, ao longo do tempo. As leis sempre podem ser melhoradas, aperfeiçoadas e ajustadas aos tempos atuais, dentro da ordem legal. Fora disso é fuga da responsabilidade, demagogia, populismo, assembleísmo.

Uma manifestação, mesmo que numerosa, com toda a sua validade, não representa a vontade de um povo inteiro. O que representa a vontade de um povo, na democracia, é o voto, que pressupõe, de antemão, o respeito à decisão da maioria.

É desrespeito às instituições militares inventar falsas justificativas e interpretações de conveniência para empurrar seguidores a pedirem intervenção de Forças Armadas (FAs), usar o prestígio e o poder militar como instrumento de intimidação e pressão política, para atingir objetivos de poder pessoal e de grupos. As FAs não podem ser exploradas e desgastadas por interesse político.

Deturpar o artigo 142 da Constituição federal é artimanha e demagogia. Não é verdade que as FAs sejam garantidoras da independência e da harmonia entre os Poderes. Não é isso o que diz a Carta Magna. Não existe nenhuma pista no artigo 142 que ampare essa interpretação. Também não existe nenhuma legitimidade em considerar as FAs “poder moderador” por conta de qualquer narrativa de conveniência. As FAs existem para a defesa da Pátria, para a garantia dos Poderes constitucionais, da lei e da ordem. Não cabe no Brasil atual a ideia de interferência de FAs no funcionamento e exercício dos Poderes da República.

Não estamos na guerra fria, no pós-2.ª Guerra Mundial. Estamos em 2021. O Brasil não vive uma opção única entre a ameaça de caos e um “salvador da pátria”, uma disputa entre amigos e inimigos, direita x esquerda. Isso é manipulação da opinião pública e a redução do nosso país à mediocridade da divisão social binária. Os problemas reais de nosso povo são a corrupção persistente, a fome, o desemprego, a falta de saúde pública, de educação, de segurança pública, de aplicação da lei, a desigualdade social e os privilégios imorais.

Extremos de qualquer matiz não podem impor suas agendas. Aventureiros não podem ser tolerados.

A Constituição e a legislação têm todos os recursos para encaminhar soluções legais. A manutenção ininterrupta de campanha política, de conflito permanente, causa prejuízo à paz social e insegurança, com consequências negativas principalmente para as atividades econômicas e para a vida dos mais necessitados. O governo precisa é transmitir equilíbrio, paz social, cumprir as leis, dar atenção aos principais problemas e exercitar a habilidade política nas disputas.

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(*) GENERAL DA RESERVA, FOI MINISTRO DA SECRETARIA DE GOVERNO

terça-feira, 22 de junho de 2021

Um Partido Militar, Marcelo Pimentel (revista Interesse Nacional) - artigo de Rubens Barbosa (OESP)

UM PARTIDO MILITAR


Rubens Barbosa

O Estado de S. Paulo, 22/06/2021

 

O papel das FFAA e a relação entre civis e militares são tópicos de grande atualidade. Acontecimentos recentes mostram a delicadeza do assunto. Nos EUA, o poder civil (presidente Trump) quis envolver os militares na política e na França, militares da reserva pediram abertamente a seus colegas da ativa para derrubar o presidente Macron. Na França, a ministra da Defesa tomou medidas para sufocar o início de rebelião dos militares da reserva. Nos EUA, o chefe do Estado maior conjunto das FFAA fez pronunciamento dizendo que os militares não participam da política e se dissociou publicamente de Trump.  

 Em artigo no número atual da revista Interesse Nacional (www.interessenacional.com.br), o coronel da reserva Marcelo Pimentel oferece uma nova visão sobre o papel das FFAA no atual cenário político ao descrever a participação dos militares no governo como um movimento consciente e organizado. Pimentel indica que existe um Partido Militar no governo. “A direção é composta por núcleo restrito que controla, dirige, orienta e gerencia o governo, o presidente e as próprias narrativas, sempre no sentido da facilitação do objetivo comum a todo partido: a conquista do poder (já alcançado) e sua manutenção (em processo). “O Partido Militar não pode ser confundido com mera “ala militar” em oposição a uma “ala ideológica” no governo”. “Há dois anos e meio, o Brasil possui, de fato, um governo militar controlado por partido informal que manobra os processos narrativos para ocultar a operação de seu mais evidente agente – o capitão”. “Embora assuma papel central-catalisador nos processos de politização/militarização que integram o fenômeno, o presidente não é figura dirigente e deliberante no Partido”.

Nem sempre é assim, mas essa interpretação explicaria a crescente participação de militares da ativa e da reserva no governo (mais de 6.000, segundo do TCU), com interesses concretos que buscariam ser preservados, e a politização das FFAA (14 dos 17 generais-de-exército que integravam o Alto Comando do Exército em 2016 ocupam cargos políticos no governo). Todos com “autorização dos comandantes das três forças para ser nomeado ou admitido para cargo, emprego ou função pública civil temporária, não eletiva, inclusive da administração indireta”. A influência dos militares no governo justificaria a atitude presidencial de ressaltar que os militares estão engajados no seu projeto político (“meus generais”, “minhas Forças Armadas”, “os militares é quem decidem como o povo vai viver”). Explicaria também a observação de Bolsonaro ao General Vilas Boas “o senhor é um dos responsáveis por eu estar aqui”, a designação e a saída de um oficial general da ativa para o ministério da Saúde, a não punição desse general que participou de evento político e, até aqui, de sargento que, em encontro virtual, apoiou o governo. A politização das Polícias Militares, como se viu em diversos incidentes estaduais, culminando com a violenta repressão de uma manifestação pacífica no Recife e a modificação da legislação para permitir armar a população, como foi dito publicamente, passaram a representar preocupação para o Partido Militar por fugir de seu controle imediato. A politização dos militares e a militarização da política pode criar uma divisão nas FFAA pela erosão da hierarquia e da disciplina com consequências imprevisíveis, como assinalaram o ex-ministro Raul Jungmann e, principalmente, o general Santos Cruz. A substituição do ministro da Defesa e dos três comandantes das forças singulares pode ser vista como uma atitude de cautela em relação à eventual divisão dentro do Partido Militar.

Apesar das informações de que os militares não admitiriam a volta de Lula e das declarações presidenciais de que não aceitará o resultado das eleições, que seriam fraudadas sem o voto impresso, vozes autorizadas garantem que as FFAA, como instituição de Estado, não apoiarão nenhuma ameaça `a ordem democrática e respeitarão a Constituição. Caso o Partido Militar pretenda manter-se no poder, com ou sem o atual presidente, como observou Pimentel, coloca-se um grande desafio para a sociedade civil. Cabe ao Legislativo e ao Judiciário exercerem um papel mais ativo nas questões que dizem respeito a manutenção da ordem constitucional, da democracia e da estabilidade institucional pelo estreitamento da relação civil-militar com o lado que publicamente se coloca contra a politização das FFAA.

O Congresso daria uma relevante contribuição para reafirmar a supremacia do poder civil, caso decidisse examinar questões que dizem respeito `a participação de militares da ativa no Executivo e sobre a designação de ministro da Ministério da Defesa. A indicação de militares da ativa para cargos no governo deveria seguir norma pela qual qualquer representante das Forças Armadas e da Polícia Militar que aceitar convite para integrar o Executivo, em qualquer nível, deveria passar automaticamente para a reserva. Por outro lado, a chefia do Ministério da Defesa, normalmente civil, poderia ser ocupada por oficial militar, se o indicado estiver na reserva por pelo menos sete anos e, caso não preencha esse requisito, com a expressa autorização do Congresso, como ocorre nos EUA. 

 

 

Rubens Barbosa, presidente do Centro de Defesa e Segurança Nacional e membro da Academia Paulista de Letras.