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segunda-feira, 12 de maio de 2014

Chile: deixando de ser Suica para ser Venezuela? - Carlos Alberto Montaner

Grato a meu amigo Orlando Tambosi por exibir um artigo incontornável.
Estaremos assistindo ao fim do modelo chileno de crescimento?
Não era bem um modelo, por sinal, e sim simples bom senso: estimular os negócios privados, a concorrência, os investimentos estrangeiros, abertura comercial, boa governança, infraestrutura decente, baixa corrupção e burocracia funcional, enfim, trabalho duro, nada que seja estranho ao capitalismo de mercados livres.
Tudo isso vai acabar agora?
Parece que sim...
Paulo Roberto de Almeida 

Por que imitar a Venezuela, senhora Bachelet?

Melhor seria, escreve Carlos Alberto Montaner, imitar a Suiça. Mas, ao que parece, a presidente chilena Michelle Bachelet anda reavivando a "luta de classes". Segue o texto na íntegra:


La presidente chilena, Michelle Bachelet, quiere reducir la desigualdad. Me sospecho que se refiere a la desigualdad de resultados, que es la que mide el coeficiente Gini. Pero es posible que en su afán nivelador acabe desplumando a la gallina de los huevos de oro.

Corrado Gini fue un brillante estadístico italiano de principios del siglo XX, fascista en su juventud, quien, fiel a sus orígenes ideológicos, propenso a estabular a las personas en estamentos, dividió a la sociedad en quintiles y midió los niveles de ingresos que percibía cada 20%.

En su fórmula matemática, 0 correspondía a una sociedad en la que todos recibían la misma renta, y 100 a aquella en la que una persona acaparaba la totalidad de los ingresos. De su índice se colegía que las sociedades más justas eran las que se acercaban a 0, y las más injustas las que se aproximaban a 100.

Como suelen decir los brasileros, Gini tenía razón, pero poca, y la poca que tenía no servía de nada. Chile, de acuerdo con el Banco Mundial, tiene 52,1 de desigualdad (mejor que Brasil, Colombia y Panamá, por cierto), mientras Etiopía, la India y Mali andan por el 33. Es difícil creer que estos tres países son más justos que Chile.

Es verdad que los países escandinavos, los mejor organizados y ricos del planeta, se mueven en una franja entre 20 y 30, pero Kenia exhibe un honroso 29 que sólo demuestra que la poca riqueza que produce está menos mal repartida que la que muestra Sudáfrica con 63,1, uno de los peores guarismos del mundo.

Es una lástima que, pese a su experiencia como jefe de Gobierno, la señora Bachelet no haya advertido que su país logró ponerse a la cabeza de América Latina, y consiguió reducir la pobreza de un 45 a un 13%, no repartiendo sino creando riqueza.

Cuando la señora Bachelet examina a las sociedades escandinavas observa que hay en ellas un alto nivel de riqueza e igualdad junto a una tasa impositiva cercana al 50% del PIB y supone, equivocadamente, que los tres datos se encadenan. Incurre en unnon sequitur.

Sencillamente, no es cierto. La riqueza escandinava, como la de cualquier sociedad, se debe a la laboriosidad y la creatividad de todos los trabajadores dentro de las empresas, desde el presidente hasta el señor de la limpieza, pasando por los ejecutivos.

Supongo que ella entiende que sólo se crea riqueza en actividades que generan beneficio, ahorran, innovan e invierten. Es decir, en las empresas, de cualquier tamaño que sean.

¿Y por qué está mejor repartida la riqueza en Escandinavia que en Chile?

Los socialistas suelen pensar que es el resultado de la alta tasa impositiva, pero no es verdad. La falacia lógica parte de creer que la consecuencia se deriva de la premisa, cuando no es así. Sucede a la inversa: el alto gasto público es posible (aunque no sea conveniente) porque la sociedad segrega una gran cantidad de excedente.

Lo que genera la equidad en las sociedades prósperas y abiertas es la calidad de su aparato productivo. Si una sociedad fabrica maquinarias apreciadas, objetos con alto contenido tecnológico, medicinas valiosas y originales, o suministra servicios sofisticados por medio de su tejido empresarial, será recompensada por el mercado y podrá y tendrá que pagar a los trabajadores un salario sustancial, de acuerdo con sus calificaciones, para poder reclutarlos y competir.

Si Bachelet desea reducir la pobreza chilena y construir una sociedad más equitativa, no debe generar una atmósfera de lucha de clases y obstaculizar la labor de las empresas, sino todo lo contrario: debe facilitarla.

¿Cómo? Propiciando las inversiones nacionales y extranjeras con un clima económico y legal hospitalario; agilizando y simplificando los trámites burocráticos, incluida la solución de los inevitables conflictos; facilitando la entrada al mercado de los emprendedores; estimulando la investigación; creando infraestructuras (puertos marítimos y aéreos, carreteras, telefonía, electrificación, internet) que aceleren las transacciones; multiplicando el capital humano y cultivando la estabilidad institucional, la transparencia y lahonradez administrativa.

Es verdad que ese tipo de gobierno no gana titulares de periódicos ni el aplauso de la devastadora izquierda revolucionaria, pero logra multiplicar la riqueza, disminuye la pobreza y aumenta el porcentaje de la renta que recibe la clase trabajadora.

Lo dicho: ¿para qué imitar a Venezuela cuando se puede emular a Suiza? Casi nadie sabe quién es el presidente de Suiza, pero hacia ese país se abalanza el dinero cada vez que hay una crisis. Por algo será. (Libertad Digital).

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domingo, 11 de maio de 2014

Chile: fim do modelo bem sucedido de integracao aberta com o mundo, baseado no mercado? - Mauricio Rojas

Retirado do blog de meu amigo Orlando Tambosi:

Orlando Tambosi, 10/05/2014

Artigo de Maurício Rojas sobre o "assalto ao modelo" promovido pela presidente socialista Michelle Bachelet. A estupidez ideológica, na América Latina, é atavismo:

Hace algunos días The Wall Street Journal (4.5.2014) publicó un artículo titulado “Asalto al milagro chileno”. Su tema era la drástica reforma tributaria propuesta por la nueva presidenta, Michelle Bachelet, que puede llegar a elevar la tributación de las empresas del 20 al 35%. Ello, combinando el efecto de un alza del impuesto a la ganancia del 20 al 25% y la eliminación de la franquicia tributaria referente a las ganancias reinvertidas. Así, Chile se mueve a contracorriente en un mundo donde la tendencia, especialmente en economías pequeñas y abiertas, es bajar los impuestos para atraer la inversión.

De esta manera, la presidenta socialista da inicio a la destrucción de los fundamentos de una época de notable crecimiento y progreso en Chile. Lo hace, además, con todo el desparpajo característico de la demagogia populista, alegando que sólo los ricos pagarán, como si un asalto semejante a los inversores no fuese a deteriorar la creación de empleo y, con ello, el desarrollo de los salarios reales y la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

Pero aún más grave que este descriterio económico es el propósito del mismo, que no es otro que promover una reforma educacional cuyo norte es la estatización creciente de la educación chilena. Dentro de pocos días se presentará al parlamento el proyecto prohibiendo el lucro, es decir, el emprendimiento, en la educación que recibe algún tipo de aporte estatal. Este es un ataque directo a aquella multitud de escuelas concertadas de todo nivel donde hoy se educa en torno la mitad de los niños chilenos. De esta manera, el socialismo pretende lo que siempre ha pretendido por doquier: apoderarse de la formación de las nuevas generaciones para hacerlas a su imagen y semejanza. Que con ello se pueda destruir aquel sistema educacional que, con todas sus deficiencias, es el mejor de América Latina según las mediciones de PISA parece importarle poco a la actual presidenta. 

Y por si esto fuera poco, el socialismo chileno se ha lanzado a destruir las bases mismas de una sociedad liberal proponiendo un sistema de cuotas o “discriminación positiva” en la educación y la política –y luego vendrá toda otra actividad– que pondrá a Chile en la senda de una sociedad donde los individuos no son juzgados de acuerdo a su mérito sino por su pertenencia a un grupo determinado.


Malos tiempos para Chile, pero nada nuevo bajo el sol. El socialismo no defrauda, lo que sí defrauda son los pueblos que se dejan embaucar por su demagogia y lo eligen. (Fundación para el Progresio).