Argentina: a crônica de um desastre anunciado
Paulo Roberto de Almeida
Inacreditáveis argentinos! Não os políticos argentinos, pois eles são o que são, não mais ou menos medíocres que os nossos ou os de vários outros países, que não possuem instituições fortes, capazes de isolar essas bactérias nocivas e impedi-las de fazer todo o mal que são capazes de fazer.
Político é um cidadão pago com o nosso dinheiro para gastar o nosso dinheiro, geralmente de forma irresponsável, e em primeiro lugar com ele mesmo.
A primeira missão de um político não é servir à sociedade, mas servir-se a si próprio, sendo portanto sua primeira tarefa a de eleger-se.
Sua segunda tarefa é a de reeleger-se, e assim sucessivamente.
Apenas depois, muito depois, ele vai tentar fazer alguma coisa, não em favor da nação, ou do país, mas em favor dos lobbies ou dos grupos de interesse que o ajudaram a se eleger. E assim vai o mundo.
O que eu me referia era ao fato de que os argentinos, sendo uma nação que está em decadência há praticamente 80 anos (depois do golpe de 1930 aproximadamente, quando cessou naquele país o respeito à lei e ao direito), e tendo enfrentado diversas crises, vários surtos inflacionários, muitas mudanças de moedas, fuga de capitais, corridas ao dólar, enfim, toda sorte de desastre econômico, como é que eles ainda não se deram conta do que está errado, e continuam elegendo e reelegendo demagogos, populistas, incompetentes, mentirosos, enfim, políticos que os afundam a cada vez?
Bem, talvez não seja só eles. Todos os povos, inclusive o nosso, podem ser vítimas desse bando de incompetentes e mentirosos, que afundam o país.
Será que no Brasil é apenas uma questão de tempo, antes de seguir um caminho argentino???
Creio que por enquanto não. Apesar de termos políticos tão medíocres e mentirosos quanto os deles, parece que avançamos um pouco mais na construção da institucionalidade, e ainda não caímos nos extremos do populismo econômico que está afundando, pela quarta ou quinta vez, nossa vizinha e sócia no Mercosul (uma piada).
Mas não estamos imunes a problemas, como já ocorreu dez anos atrás.
Por enquanto é seguir o drama argentino, e ver se, definitivamente, eles aprendem. Duvido um pouco (ou muito).
Pode ser, mas se os políticos continuam medíocres, vai ser difícil melhorar. Isso no Brasil também...
Paulo Roberto de Almeida
La destrucción de nuestra moneda
Editorial La Nación. Argentina
Buenos Aires, 25 enero 2014
Por LA NACIÓN (ARGENTINA)
(Editorial de LaNación. Argentina).- Hoy basta con comprobar el pobre valor adquisitivo del billete de $ 100 para comprender el deterioro provocado por el descontrol fiscal y monetario en el país
No hace falta ser economista para comprender que el Gobierno ha destruido nuestra moneda nacional. Los profesionales de la economía, con toda razón, pueden hacer énfasis en la inutilidad del peso para preservar el ahorro de las familias. Pueden contarnos que el exceso de emisión ha elevado la tasa de inflación por encima ya del 30 por ciento. Y pueden explicar al público general que, en esas condiciones, es muy difícil que la economía pueda crecer, generar empleo y proveer de bienestar a la población. Sin embargo, no hace falta ser un profesional para comprender el problema. Alcanza con observar nuestro billete de máxima denominación, el de cien pesos, para comprender hasta dónde ha llegado el deterioro provocado por el descontrol fiscal y monetario de nuestro país.
En América latina, l a Argentina sólo es superada por Venezuela en cuanto a pobreza de la capacidad de compra de su billete de máxima denominación. En Venezuela, tal billete es el de 100 Bolívares Fuertes que, al tipo de cambio paralelo de ese país, cotiza a apenas un dólar con cuarenta centavos. Debemos sentirnos afortunados: en la Argentina, nuestro billete de máximo valor, el de 100 pesos, alcanza para obtener unos US$ 8. Y, a partir de allí, en Paraguay el valor equivale a US$ 22; en Colombia, a US$ 25; en Bolivia, a US$ 29; en Chile, a US$ 36, y en Perú, México y Uruguay, los valores van desde los US$ 70 hasta los US$ 90. Para que el valor de nuestra moneda se asemejase a los US$ 25 de equivalencia a otras monedas de la región deberíamos retrotraernos hasta 2011, ya que, luego de implantado el cepo cambiario, se aceleró el derrumbe del valor de nuestro signo monetario.
Tener un billete de máxima denominación con un poder adquisitivo tan bajo envuelve varios problemas. Cada operación en efectivo implica el transporte de una cantidad extravagante de billetes, lo cual torna engorrosas y peligrosas por la inseguridad creciente las operaciones cotidianas. Especialmente, para los ciudadanos comunes que suelen contar los billetes en vez de pesarlos, práctica habitual entre algunos amigos del poder de la que hemos tomado conocimiento recientemente.
También, el abastecimiento de efectivo por parte de los cajeros automáticos se vuelve dificultoso. Debido a que tienen una capacidad limitada de almacenar billetes, su baja denominación provoca una escasa capacidad de abastecimiento para la población en términos del dinero que ésta necesita extraer. Si los precios suben a un ritmo de 30% anual y los billetes de máxima denominación se mantienen sin cambios, la capacidad de cada cajero en términos de la cantidad de bienes y servicios que se negocian en la economía disminuye también a un ritmo de 30 por ciento.
Al bajar la capacidad de compra de los billetes de máxima denominación, el uso eficiente de los cajeros, de los tesoros de los bancos y de las propias billeteras provoca el desplazamiento hacia el uso único del billete de mayor poder de compra. Así, se verifica la extraña paradoja de que, aun cuando nuestro billete de 100 pesos equivale a sólo 8 dólares, es difícil conseguir cambio para éstos cuando se efectúan operaciones tan sencillas como comprar en un quiosco o tomar un taxi.
Como con la falsificación de los índices de precios, nuestras autoridades piensan que, ocultando el problema, éste desaparece. Consideran probablemente que evitando poner en circulación billetes de 200, 500 o 1000 pesos es más fácil sostener la política de negación de la inflación. Como hemos visto recientemente con los violentos movimientos del dólar contra el peso en el mercado local, negar los problemas no conduce a nada. Y, así como el ocultamiento de la inflación terminó por derrumbar el valor de nuestra moneda, la no actualización del valor de nuestros billetes sólo contribuye a volver más tortuosa la vida cotidiana de nuestros sufridos ciudadanos.
Todas estas marchas y contramarchas como los vagos anuncios de ayer sólo acrecientan la incertidumbre y reflejan con lamentable contundencia el grado de mala praxis en materia económica ejercido por nuestras autoridades.
Argentina Divisas
Argentina se asoma a una crisis inflacionaria… otra vez
Fernández sabe que eso podría causar inestabilidad social, porque implicaría reducir un enorme entramado de subsidios sociales que han reducido la pobreza y el desempleo.
Reuters
Buenos Aires, 24 enero 2014
Por INFOLATAM
Por Alejandro Lifschitz (Reuters) – Argentina hizo una apuesta riesgosa al distender el viernes su estricto control de cambios: su jugada puede provocar una estampida sobre el dólar, acelerar la ya elevada inflación y profundizar el drenaje de reservas internacionales.
El argumento oficial para eliminar la prohibición de adquirir dólares con fines de ahorro y para reducir el impuesto sobre su compra fue que el tipo de cambio llegó a un punto de equilibrio. Pero economistas y opositores políticos creen que la decisión muestra el fracaso de la política económica.
Aunque la devaluación de la moneda es un aliciente para el vapuleado sector exportador argentino, cuyos costos se dispararon por la escalada de los precios, también puede ser el combustible que genere un círculo vicioso de inflación en una economía completamente dolarizada.
Con la flexibilización del control de cambios, las posibilidades de una corrida sobre el dólar son altas porque los ahorristas están ansiosos por comprar divisas. Las apuestas al billete verde debilitarían aún más el peso argentino, que el jueves se derrumbó un 11 por ciento, su peor desplome en 12 años, aún a pesar de los controles cambiarios.
Y eso abriría la puerta a algo que los argentinos conocen bien: una nueva escalada de los precios.
Desde la noche del jueves las empresas de electrodomésticos -que importan la mayoría de sus componentes- comenzaron a subir los precios de sus productos. Las automotrices frenaron la venta de vehículos nacionales e importados para evaluar la situación, según fuentes del sector.
La inflación argentina es una de las más elevadas en el vecindario latinoamericano, y cálculos privados la estimaron en un 25 por ciento para el año pasado y pronostican un mínimo del 30 por ciento para este.
Al menos esos eran los cálculos antes de que se conociera la medida del viernes, que se da justo cuando comienzan las renegociaciones salariales en la que los gremios del país buscan como mínimo un alza del 35 por ciento.
“El problema es que entremos en una economía mucho más inflacionaria”, dijo el economista Martin Rapetti, investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad. “El dólar es un activo que, a diferencia de otros, tiene un precio que arrastra a todos los precios de la economía”.
El recuerdo de la hiperinflación de fines de la década de 1980 aún está fresco entre muchos argentinos. Entonces, los precios llegaron a acumular un alza del 3.000 por ciento anual.
Aunque a diferencia de esa época Argentina hoy tiene un bajo nivel de deuda y un déficit fiscal reducido que la blindan contra una crisis de esas proporciones, todavía tiene mucho de qué preocuparse.
“A menos que la jugada para debilitar la moneda esté seguida por una ancla para limitar la inflación a través de una política fiscal y monetaria coordinada, las ganancias nominales de un tipo de cambio más débil probablemente sean de corta vida”, dijo Morgan Stanley en un reporte.
BUSCANDO DOLARES
La cuestión ahora es cómo hará el Banco Central para satisfacer la demanda de dólares cuando las divisas escasean por las menores exportaciones, un bajo nivel de inversión extranjera y la falta de acceso al mercado internacional de capitales.
Las reservas del Banco Central cayeron casi un 40 por ciento desde que la presidenta Cristina Fernández impuso el control de cambios a fines del 2011, que apenas permitía adquirir divisas a las empresas para operaciones de comercio exterior.
La autoridad monetaria ha tenido que inyectar dólares a diario en el mercado para mantener la economía a flote. También se vio forzada a transferir divisas al Tesoro para pagar vencimientos de deuda.
“Están agregando más demanda (de dólares). Esto no funciona así”, dijo el economista Aldo Abram. El Banco Central “va a seguir perdiendo reservas”, subrayó.
Las restricciones también han disparado la cotización del billete verde en el mercado negro, donde el peso vale alrededor de un 50 por ciento menos que en el mercado oficial.
Pero los analistas coinciden en que la crisis cambiaria es un síntoma y no la enfermedad que azota a la economía argentina, que este año el Gobierno espera se expanda cerca de un 6 por ciento mientras economistas privados calculan un 2 por ciento.
“Si no complementan la decisión de esta semana con más anuncios para mejorar las expectativas de inflación y devaluación de los agentes económicos deberíamos esperar más expectativas de inflación y devaluación”, dijo Ignacio Labaqui, analista en Medley Global Advisors.
“Aún falta un anuncio con una estrategia coherente para contener la inflación”, sostuvo.
Los economistas han dicho que, para moderar las presiones inflacionaria, el Gobierno debe reducir su elevado gasto público con el que mantiene fuerte al consumo doméstico. Esto implicaría enfriar a la economía, una decisión política que la president
a considera inaceptable.
Fernández sabe que eso podría causar inestabilidad social, porque implicaría reducir un enorme entramado de subsidios sociales que han reducido la pobreza y el desempleo.
El Gobierno hace lo imposible por generar desconfianza
Buenos Aires, 24 de enero de 2014
Por ROBERTO H. CACHANOSKY
(
Artículo publicado en el diario La Nación)-. “Cuando uno mira la evolución mensual del
tipo de cambio real de los últimos 40 años, se encuentra con que hubo tres momentos en que estuvo en un piso. En enero de 1981, al final de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz, durante la convertibilidad y ahora. Para ser más preciso, a pesos de diciembre de 2013, el tipo de cambio real del último mes del año pasado estaba solo 37 centavos por encima de enero de 1981, último mes de la tablita cambiaria. Los datos sirven, solo para tener una idea del nivel de caída del tipo de cambio real durante el kirchnerismo. Usaron el dólar, igual que en tantas otras oportunidades, como ancla contra la
inflación, obviamente sin demasiado éxito porque el tipo de cambio real cayó por efecto de ésta.
Al establecer el cepo, es como si se hubiesen metido en otro corralito. Entrar es fácil, salir es imposible sin un estallido. Lo que lograron con el cepo es que nadie traiga un dólar a la Argentina y las únicas divisas que ingresan son las correspondientes a las exportaciones, las que están cada vez más jaqueadas por la caída del tipo de cambio real.
Cuando uno ve que durante el año pasado el
Banco Central de la República Argentina (BCRA) emitió U$S 90.000 millones para financiar al tesoro, puede advertir que el problema inflacionario está ligado a un problema fiscal, que , a su vez, está relacionado con la fenomenal expansión del gasto público. De lo anterior se desprende que el problema del tipo de cambio real tiene que ver con la política fiscal.
En un viaje relámpago, el ministro
Axel Kicillof pasó por París y, todo parece indicar, volvió con las manos vacías. Hago esta observación porque es llamativo que justamente al otro día de su regreso, el Central hizo subir fuertemente el tipo de cambio oficial y continuó en la jornada de ayer. El dato es sugerente porque el mercado siempre ajusta por precio o por cantidad. Puesto en otras palabras, todo indicaría que el Central ya no tiene tanta pólvora en la santabárbara para dominar el tipo de cambio oficial, por lo tanto lo deja subir porque no tiene
suficientes reservas para dominar el mercado. La pérdida diaria de reservas son un claro ejemplo al respecto.
El problema que ahora tiene el Gobierno es que no ha fijado una clara política cambiaria, por lo tanto, quien tiene que exportar espera a que el dólar oficial siga subiendo, y quienes tienen que importar se apuran a ingresar sus mercaderías para pagar con un dólar más barato. De lo anterior se desprende que es muy probable que el saldo de balance comercial continúe achicándose.
Algunos sugieren subir la tasa de interés para que la gente no vaya al dólar, sin embargo esta medida me parece peligrosa y ya lo hemos visto en otras oportunidades. La idea es subir la tasa de interés para que la gente venda dólares y se coloque a tasa con el objetivo que la tasa de interés le gane al dólar. El riesgo es el siguiente: como no existe el inversor que devengue indefinidamente utilidades, en algún momento las realiza y eso significa que vuelve a comprar los dólares por el capital invertido más los intereses devengados. En ese momento el sistema hace explosión cambiaria porque la demanda de divisas está potenciada por la ganancia de la tasa de interés. Recordar el Plan Primavera.
Pero el problema de fondo es mucho más profundo que el del déficit fiscal y la emisión monetaria. El problema central es que el Gobierno ha perdido toda credibilidad. Es más, se ha encargado de asustar a la gente aumentando las restricciones a la compra de divisas como fue el tema de
las compras por internet . El mensaje ha sido muy claro: tenemos que poner más cepo porque no tenemos dólares. Eso y decirle a la gente que salga corriendo a comprar divisas es lo mismo. Puesto en otras palabras, no solo el contexto macro lleva a una dinámica de suba del tipo de cambio, sino que, además, el Gobierno toma medidas y hace declaraciones que espantan más a la gente.
Por eso, es en vano hablar de medidas posibles para frenar esta corrida cambiaria y salto devaluatorio si no se entiende el serio problema que hay con el contexto institucional. Sin respeto por los derechos de propiedad, con arbitrariedad en las reglas de juego e incertidumbre permanente sobre qué medida va a adoptar mañana el Gobierno, es imposible resolver la desconfianza en el peso.
Lo que tenemos es un Gobierno que emite una moneda que la gente no quiere porque se derrite como barra de hielo en esta ola de calor. Los ciudadanos huyen del peso y las opciones que tiene no son muchas, salvo el dólar. Por eso, mientras no se resuelva el problema fiscal y monetario y no tengamos un contexto institucional que genere confianza, el
blue seguirá subiendo.
¿Y qué pasará con el tipo de cambio oficial? Habrá que ver qué decide el Gobierno. Por ahora viene corriendo de atrás a la inflación por más que haya devaluado un 28% en los últimos 30 días. Todavía le falta un largo camino por recorrer para encontrar algún punto de equilibrio consistente con esta política populista.
Lo que sí podemos afirmar es que el dólar oficial dejó de ser el ancla que usaba el Gobierno para tratar de frenar la inflación. ¿Qué ancla le queda ahora? Los salarios. Ajustarlos por debajo de la inflación. Lo dicho en infinidad de veces: se acabó la fiesta de consumo y llegó la hora de pagar la cuenta. Y la pagarán los asalariados, como en todos los derrumbes populistas”.