La Nación, Buenos Aires – 29.12.2022
Un gobierno de golpistas y delirantes
Cristina es la autora de la monumental crisis institucional y ya nada queda del Presidente que fue cuando inauguró su mandato
Joaquín Morales Solá
Sí, fue ella. Cristina Kirchner es la autora del quebrantamiento del orden constitucional, porque fue ella quien ordenó que el gobierno nacional y un grupo de irresponsables gobernadores peronistas se sublevaran contra la Corte Suprema de Justicia. Esa es ya una certeza después de escuchar su discurso de la tarde de este martesen Avellaneda. Es notable la capacidad que tiene para manipular a sus seguidores. La vicepresidenta se alarmó, para citar uno de sus tantos desvaríos, porque la Corte había desconocido una ley. Es muy común que el máximo tribunal de justicia declare inconstitucional leyes con la consiguiente aprobación del Congreso y la promulgación del Poder Ejecutivo. Lo conoció en carne propia cuando la Corte declaró inconstitucional su llamada ley de democratización de la Justicia. Otra manipulación obscena de la opinión de sus fanáticos ocurrió cuando señaló que no hubo un renunciamiento suyo a las eventuales candidaturas en las elecciones del próximo año, sino una proscripción decretada por el “partido judicial”, como ella nombra despectivamente a la Justicia. Nunca hubo una proscripción que la afectara directamente. La condena a seis años de prisión e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos (que sí le impediría ser candidata) no es ni será una condena definitiva hasta que no pase por dos instancias más: la Cámara de Casación Penal y la Corte Suprema. Y podrá ser candidata mientras no exista una condenada definitiva, que tardará mucho más de un año en llegar. Por lo demás, la inhabilitación para ejercer cargos públicos es una pena inherente a la condena a seis años de cárcel por administración fraudulenta el Estado, según la condena del tribunal oral que la juzgó por hechos corruptos en el manejo de la obra pública. En otras palabras, no puede haber sentencia a prisión por administración fraudulenta del Estado sin inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.
El párrafo más significativo de su discurso (cargado de prejuicios contra empresas privadas de medicina, cable de televisión e internet, entre otras) fue el que le dedicó a la Capital. La describió como un distrito donde reina la abundancia y hay servicios públicos por todos lados. El lugar de los ricos (que nunca la vota, se olvidó de aclarar), mientras ella se reserva el liderazgo de los pobres que habitan el interior del país. ¿Nunca se preguntó por qué gran parte del interior (no todo) es pobre cuando la mayoría de las provincias, sobre todo las más pobres, son gobernadas desde hace décadas por peronistas? Ella es, en efecto, quien inspiró el levantamiento contra la Corte Suprema, el más grave conflicto institucional desde la reinstauración democrática. Ella fue la que llevó a Alberto Fernández de una decisión a otra decisión en una práctica ya insoportable de contradicciones. En apenas cinco días, el Presidente cambió tres veces de opinión sobre la decisión de la Corte Suprema en la causa de la coparticipación de la Capital. No fueron solo opiniones; fueron también decisiones del Estado. Fue ella la que condujo al peronismo al peor momento de desprestigio político desde 1983, que transcurre ahora. Nadie persigue al peronismo por ser peronismo. Eso es una historia del pasado, de los años 50 del siglo pasado. El peronismo es víctima de su liderazgo y de nadie más. Es obvia la estrategia de Cristina Kirchner: quiere que el peronismo se sienta condenado como ella está condenada por corrupción. Es incomprensible, a todo esto, que Alberto Fernández se preste a semejante treta cometida a la luz del día.
Pero, ¿quién es el Presidente? ¿Es el del jueves anterior, cuando anunció que desobedecería a la Corte Suprema de Justicia, o es el del lunes, cuando decidió acatar al máximo tribunal, pero de acuerdo con su antojo? ¿O es el de ayer, que borró con el codo lo que escribió el lunes con la mano y autorizó (¿autorizó realmente?) al procurador del Tesoro, Carlos Zannini, para que se presentara ante la Corte y le pidiera una revocatoria in extremis de la sentencia del tribunal sobre la coparticipación de la Capital?Encima, Zannini les exigió a los jueces supremos que se vayan de este caso y que otros jueces -conjueces, en este caso- tomen su lugar en la cima del Poder Judicial para resolver el conflicto con la Capital. ¿Qué queda de un Presidente que se convirtió en un péndulo que nunca se queda quieto? Nadie ha hecho tanto para desvalorizar la institución presidencial como el propio Presidente. El sometimiento a Cristina Kirchner no lo justifica. Su perpetuo zigzag de los últimos años lo están dejando solo, conmovedoramente solo. ¿Pruebas? Los gobernadores peronistas que lo presionaron para quebrar el orden constitucional fueron, fundamentalmente, el chaqueño Jorge Capitanich y el santiagueño Gerardo Zamora, dos políticos que responden directamente a Cristina Kirchner. No es cierto que los gobernadores fueron en manada a reclamarle que desacatara a la Corte. Fueron aquellos dos; el resto nadó en la dirección de la corriente de sublevación en la que estaban todos. Estos no son inocentes, porque pudieron imaginar una política distinta a la del golpe de Estado contra la Corte, pero optaron por la disciplina a la vicepresidenta.
Después de la rectificación del lunes, los gobernadores se están preguntando para qué los llamó el jueves anterior y por qué los hizo hacer el papelón que hicieron. Quedó mal con todos: con los gobernadores, con Rodríguez Larreta, con la Corte Suprema y con la propia Cristina Kirchner. Así es su destino de temblores y oscilaciones.
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