La Roca se recorre de Norte a Sur en 40 minutos andando, tiene una superficie de 6,8 kilómetros cuadrados y alberga, pese a su reducido tamaño, 24.000 empresas. Buena parte, claro, virtuales. Una vez allí, resulta interesante fijarse en lo que falta: el Ejército. La antigua base militar británica se ha reinventado en un centro que alberga servicios financieros, operadores de apuestas online y empresas de fletes. Si a comienzos de los años ochenta la presencia militar británica aportaba el 60% del PIB, hoy apenas supone el 5%.
Ese cambio explica el éxito de la Roca, apunta James Tipping, director del Centro Financiero de Gibraltar. “Generalmente, un país” [hace una pausa y matiza esa última palabra], “o una jurisdicción pequeña”, aclara, “como la nuestra, lo máximo es que tenga una o dos fuentes de ingresos. Nosotros buscamos la mayor diversificación posible”. Sobre esas vigas maestras construyen los gibraltareños una prosperidad que les proporciona un PIB de 1.425 millones de euros y que se traduce en un salario medio mensual de 3.498 euros.
Con todo, el mayor cambio lo propicia el negocio de las apuestas online. Una paradoja en un territorio que solo tiene un casino, construido en los años setenta. Casi todos los grandes operadores del sector, como William Hill, Ladbrokes o Betfair, tienen oficina en el Peñón, un paisaje de pantallas de alta definición y concentrados trabajadores, que parece más la sala de trading de un banco de inversión que una casa de apuestas. ¿Qué les ha llevado hasta allí? Sin duda, la baja tributación. Cuando en 2011 Betfair se trasladó a Gibraltar, reveló que se ahorraría 23,3 millones de euros en impuestos. Al fin y al cabo, “los negocios por Internet son muy fáciles de llevar al extranjero. Las empresas establecidas en el Peñón consiguen con este movimiento deslocalizar los beneficios y con ellos el pago de gravámenes”, apunta Jesús Lizcano, presidente en España de la ONG Transparencia Internacional. De momento hay 26 licencias de juego concedidas, y el negocio, que ocupa a 2.500 trabajadores, supone el 15% de la riqueza de Gibraltar.
Otra controversia llega desde el bunkering (repostaje de gasóleo en buques). Este movimiento supone el trasiego de cinco millones de toneladas de combustible al año en el Peñón. Al tener Gibraltar poco terreno, los barcos cisterna están fondeados todo el tiempo. Esta situación contribuye, según denuncia Antonio Muñoz, portavoz de Verdemar-Ecologistas en Acción (Campo de Gibraltar), a que se produzcan vertidos. Algo que niegan desde uno de los principales operadores petroleros de la zona. “El riesgo es muy bajo y casi no hay derrames”, aseguran.
La Administración de la Roca insiste en que hay más razones que las fiscales para atraer empresas. “El nivel impositivo no es el criterio básico que determina que una empresa se establezca aquí”, asegura James Tipping. Y enumera otras virtudes: seguridad personal, nivel de vida, reputación del territorio, acceso al mercado único, costes… Pero lo cierto es que no hay IVA, ni impuestos sobre el patrimonio, sucesiones, tabaco o de ganancias de capital. El tipo máximo efectivo para una persona física es del 25% y el impuesto sobre sociedades se grava con un 10% (frente al 30% en España).
Pero ¿es Gibraltar un paraíso fiscal? Para sus administradores, no. La OCDE lo ha excluido de su lista de paraísos tras haber firmado 26 acuerdos de intercambio de información con la Unión Europea. Y si antes el delito fiscal, dicen, solo se penaba con tres meses de cárcel, desde el 1 de enero pasado ya acarrea hasta siete años. Pero en España estos argumentos convencen poco. “Aquí un paraíso fiscal es aquel lugar que tiene un IVA inferior al 21%, un tipo marginal del IRPF por debajo del 56% y un impuesto de sociedades que no llegue al 30% sobre los beneficios”, recuerda Paula Papp, experta de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Además es complicado que el Gobierno firme ningún compromiso de intercambio con el Peñón, pues supondría reconocerle el estatus de país.
Pese a todo, algunos observadores creen que este mundo off-shore gibraltareño pierde fuerza. “Al negocio le ha hecho daño la crisis, la vigilancia internacional sobre estos territorios y la amnistía fiscal que puso en marcha el Gobierno español”, reflexiona el director de un banco privado suizo. Sin haber escuchado estas frases, Tipping se defiende: “Nuestros bancos gestionan solo 7.100 millones de libras en activos, mientras que en Jersey [isla británica considerada un paraíso fiscal] hay más de 152.000 millones”. El tamaño del sector financiero define el 20% de su riqueza, con 16 filiales de bancos internacionales y 55 aseguradoras.
El enclave también es una fuente de empleo. “Gibraltar es la fábrica más importante que tiene Andalucía”, dice Juan José Uceda, portavoz de la Asociación Sociocultural de Trabajadores Españoles en Gibraltar (ASCTEG). El año pasado, 3.609 españoles (sobre un total de 21.519, el 16,7%) estaban contratados en la Roca. Una cifra un 22% menor que en 2011, previsiblemente por el retroceso de la construcción. Aun así, cubren ofertas en hostelería, ayuda domiciliaria y servicios domésticos. Eso sí, la banca, el gran negocio gibraltareño, sigue copado por lugareños, solo 26 españoles trabajan en esa industria.
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