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Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

sexta-feira, 10 de agosto de 2012

Grandes mentiras economicas - Carlos Alberto Montaner



Devo a meu amigo e colega de academia Orlando Tambosi o fato de alertar-me para este importante artigo do conhecido jornalista de origem cubana, residente na Espanha, que co-publicou, com Alvaro Vargas Llosa, o conhecido Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano.
Paulo Roberto de Almeida 
La Ilustración Liberal, n. 50 agosto 2012

En 1556, el poderoso emperador Carlos V decide abdicar y se retira a vivir en el monasterio de Yuste, en Extremadura, España. Está cansado de las continuas guerras, deprimido por la muerte de su esposa –Isabel de Portugal–­ y de su madre –Juana la Loca–, y atormentado por los dolores que le produce la gota, ese trastorno metabólico que, convertido en una terrible punzada, suele alojarse en las articulaciones, preferiblemente en los dedos gordos de los pies, dolencia a la que entonces, por esa razón, llamaban podagra.
Carlos V, sencillamente, quiere huir de la muerte y del dolor.
Pero, una vez instalado en su nueva y austera residencia, razonablemente confortable para los estándares de la época, Carlos V de Alemania, o Primero de España, como prefieran llamarle, guiado por la ignorancia, toma dos decisiones fatales. Bebedor de cerveza, hace sembrar cebada, mientras un par de maestros cerveceros que se había traído de Alemania instalan un alambique para destilarla. Los médicos que lo acompañan intuyen, con cierta razón, que alguna relación tiene la gota con los riñones, y saben que la cerveza estimula las ganas de orinar, así que aprueban con entusiasmo la afición del ex-emperador por esta forma refrescante del alcohol. Entonces nadie sabía que esa bebida, rica en purina, aumentaba los niveles de ácido úrico de los gotosos, así que el pobre Carlos V incrementaba el problema con cada jarra de cerveza que ingería.
La segunda decisión equivocada tuvo que ver con un criterio estético. Carlos V se hizo construir una alberca para mirarla desde la ventana y acaso darse un chapuzón en los días de calor intenso. Pensaba que esos baños podían calmar el dolor de la gota. Tal vez, pero el agua estancada atraía a los mosquitos. Un mosquito le transmitió la fiebre amarilla y el pobre hombre murió en medio de los temblores y dolores de todo tipo que provoca el paludismo.
¿Cuál es el propósito de comenzar una reflexión sobre el desarrollo con esta curiosa anécdota histórica? Sencillo: demostrar que la ignorancia, generalmente convoyada por percepciones distorsionadas, conduce a la toma de decisiones equivocadas y fatales, incluso por las personas más poderosas.
Primera mentira: la riqueza de las naciones poderosas ha sido el resultado del saqueo de las más débiles
No es cierto. España, Portugal y Turquía han sido tres de los mayores imperios de la Tierra y no comenzaron, realmente, a prosperar hasta que se desembarazaron de sus conquistas. Constituir y defender un imperio suele costar mucho más que la riqueza que éstos suelen producir.
Recuerdo, a principios de los años noventa del siglo pasado, tras el derribo del Muro de Berlín, una consigna entonces en boga en Moscú: "Hay que liberar a Rusia del peso de la Unión Soviética". Los rusos, finalmente, comprendieron que el costo de mantener girando en torno a su país un rosario de satélites, a lo que agregaban costosas y lejanas colonias políticas del Tercer Mundo, como Cuba o Etiopía, desangraba inútilmente la tesorería nacional.
Holanda y Suecia nunca fueron más ricas que cuando se disolvieron sus imperios. La pequeña Suiza nunca lo ha tenido y es una de las naciones más prósperas del planeta. La riqueza de Francia no se derivaba del expolio de sus colonias, sino del comercio, como le sucedió posteriormente a los Estados Unidos.
Es mucho más lo que Inglaterra sembró en sus colonias que lo que extrajo de ellas, como puede comprobarse en Estados Unidos, Canadá, Australia, Irlanda o Nueva Zelanda. La pujanza económica que hoy vemos en un país como India, excolonia británica, se debe a la impronta civilizadora de Inglaterra y no a las milenarias tradiciones hindúes, totalmente alejadas de la mentalidad competitiva del capitalismo moderno.
Es verdad que las naciones imperiales obligaban a sus colonias a consumir productos generados por la metrópolis, dentro de la mentalidad mercantilista de la época, pero ya Adam Smith, a fines del siglo XVIII, advirtió que ésa era una medida mutuamente empobrecedora. Servía para enriquecer a ciertos cortesanos coludidos con la Corona, pero no favorecía al conjunto de la sociedad.
Ése fue uno de los caballos de batalla del pensamiento y las revoluciones liberales: abrirse al comercio internacional y a la competencia.
Segunda mentira: las naciones poderosas crean unas formas de comercio y producción que condenan a la miseria o a la mediocridad a los pueblos menos desarrollados
No es cierto. Nadie ha impedido a Taiwán convertirse en un país del Primer Mundo especializado en bienes de alta tecnología. Ninguna nación codiciosa ha tratado de evitar que Corea del Sur inunde el mundo con autos y electrodomésticos. Tampoco intentan que Brasil no produzca y venda buenos aviones, pese a que es un Estado notablemente proteccionista, o que México exporte cemento, muebles o petróleo a Estados Unidos.
La Teoría de la Dependencia, que una y otra vez asoma su equivocada cabeza, aunque a veces se disfraza de patriótico nacionalismo, es un total disparate.
Si mañana un laboratorio argentino desarrolla una vacuna contra el cáncer, o una empresa chilena de informática crea un buscador más eficiente que Google, impondrán sus productos en el mercado internacional si cuentan con el talento para comercializarlo. Por el contrario: una y otra vez los organismos financieros internacionales rescatan a los países pobres cuando se encuentran en apuros. En un mundo interdependiente como el nuestro, a ninguna nación le interesa la ruina del vecino.
Tercera mentira: el Estado debe dictar las líneas maestras del desarrollo porque el mercado abierto conduce al desorden
No es cierto. El Estado no debe frenar o limitar la creatividad de la sociedad imponiéndole una planificación ordenada. En gran medida, el desarrollo es producto de los avances tecnológicos, y estos espasmos creativos se dan de manera espontánea e imprevista. En el siglo XVIII, a unos técnicos desconocidos se les ocurrió colocar raíles en las minas para extraer los minerales en vagones de metal. Cuando se perfeccionó la máquina de vapor, otros ingeniosos mineros sustituyeron las mulas con locomotoras. Sin advertirlo, habían inventado el tren.
A fines del siglo XIX, el señor Edison inventó la bombilla incandescente y creó las redes y la empresa para distribuir la electricidad. Al teléfono, a la aviación, a la radio, a la televisión, les ocurrió lo mismo. Nada fue planificado por el Estado. Incluso internet, que surgió como un proyecto del Pentágono para comunicar los puestos de mando en caso de guerra, sólo explica su fenomenal desarrollo porque la iniciativa privada lo sacó de la cuna y lo hizo crecer.
Ésa no es la función del Estado. No puede hacerlo. No sabe hacerlo. Por eso el mundo socialista, dirigido por el Estado, fue prácticamente estéril en el terreno de la creación.
De la chispa genial surge la invención; tras la invención aparece la empresa; tras ella, la competencia y la actividad frenética que cambian el panorama económico. Nada de eso puede ser decidido por unos funcionarios agobiados que sólo pueden planificar sobre la realidad existente –como si viviéramos en una dimensión estática–, pero que no pueden avizorar el futuro... que ya se está cocinando en los laboratorios o en la imaginación de ciertas personas impetuosas y creativas.
Ante esa imposibilidad de prever el futuro, lo que debe hacer el Estado es crear y tutelar las condiciones para que la sociedad civil pueda desenvolverse y crear riqueza con la menor cantidad posible de limitaciones.
No es falso que cada invención también destruye empresas y capital acumulado, como advirtió Schumpeter, pero el daño de tratar de embridar la imaginación y la espontaneidad es mucho mayor.
Planificar el futuro colectivo y decidir arbitrariamente lo que debemos producir o consumir es una manera lamentable de empobrecernos.
Cuarta mentira: la calidad de un Estado se mide por el nivel de gasto social y la solidaridad que ello demuestra
No es cierto. Un Estado ideal es aquel que no requiere gasto social porque todas las personas encuentran la manera de ganarse la vida decentemente con su propio esfuerzo.
Sabemos que eso es imposible, dado que siempre hay un porcentaje de personas incapacitadas por diversas causas; pero cuanto menos gasto social se necesite, mayor será la calidad de un Estado y más clara será la demostración de que esa sociedad ha creado un tejido empresarial vasto y competitivo, en el que todas las personas encuentran su espacio.
Quinta mentira: una de las funciones principales del Estado es redistribuir la riqueza creada para evitar o limitar las desigualdades
No es cierto. O no debería serlo. La desigualdad es una de las consecuencias no buscadas de las sociedades económicamente libres.
Donde se puede crear riquezas, surgen desigualdades.
Es verdad que los gerentes y ejecutivos de las grandes empresas (especialmente en las multinacionales) reciben salarios y bonos que a veces suman hasta cincuenta o cien veces el salario promedio de los trabajadores de esas compañías, pero también es cierto que en ese tipo de empresa los salarios promedio y los beneficios marginales (seguros médicos, fondos de jubilación, asignaciones para estudios, vacaciones pagadas, etcétera) suelen ser más altos que la media. Si los accionistas de una empresa creen que la remuneración de sus ejecutivos debe ser millonaria, es una decisión que sólo les compete a ellos, de la misma manera que son los dueños de los equipos de fútbol o de béisbol los que deben decidir cuánto pagan a sus deportistas.
Por otro lado, no debe olvidarse que una de las características del mundo moderno desarrollado es que los modos de vida de las clases medias no distan demasiado de los de las clases adineradas.
La distancia real entre la posesión de un Rolex y un Mercedes Benz, por una parte, y un Citizen y un Chevrolet, por la otra, es, fundamentalmente, una cuestión de estatus. Una persona muy rica puede comprar un cuadro de Picasso en una subasta e ir a recogerlo en su avión privado. Un empleado medio, en cambio, deberá conformarse con adquirir un grabado del pintor español y volar como pasajero en un avión comercial, pero esas diferencias en el comportamiento social son totalmente adjetivas.
No le corresponde al Estado decidir qué posesiones o conductas legales son admisibles o censurables. Cada ser humano es diferente y tiene sus propias urgencias psicológicas y sus propias necesidades materiales.
En las naciones desarrolladas el puñado de ricos y las inmensas clases medias comerán los mismos alimentos, se atenderán en las mismas clínicas, tomarán medicamentos similares, se divertirán de igual manera y dispondrán de la misma información. No hay ningún estudio que indique que los ricos viven más años, o son más saludables y felices que los miembros de los sectores sociales medios. Es verdad que los ingresos son desiguales, pero ese dato no es tan importante, mientras que dedicarse a corregir esos desniveles en un tono acusador lo que provoca y fomenta es la dañina lucha de clases. Por otra parte, la evidencia indica que los grandes capitalistas, mientras acumulan sus fortunas, crean riquezas que benefician a millones de personas.
Los ejemplos de Bill Gates y Warren Buffet son clarísimos. Están entre las personas más ricas del planeta, pero el capital que han acumulado (y voluntariamente dedicado a ayudar a los necesitados) no ha empobrecido a nadie. Por el contrario, suelen remunerar muy bien a sus trabajadores y han enriquecido a millones de personas por medio de la venta de acciones y, en el caso de Buffet, reflotando empresas.
La riqueza crece por medio del trabajo y el comercio. No es una suma estática y limitada.
Sexta mentira: los países con menos desigualdades son aquellos en los que existe una mayor presión fiscal
No es cierto. Pueden coexistir ambos fenómenos, pero la presión fiscal no es la causa de que exista una menor desigualdad, sino la consecuencia de la calidad del tejido productivo y del volumen de riqueza que la sociedad puede crear.
Es en las naciones que tienen un aparato productivo variado y con gran valor agregado, en las naciones donde las empresas compiten entre sí y se disputan la mano de obra calificada, donde hay una mejor distribución de ingresos.
En un país como Brasil, por ejemplo, donde hay unos desniveles sociales enormes, eso no sucede con los empleados de la fábrica de aviones Embraer o con los trabajadores de Petrobras, porque el valor que agregan a la producción determina que sus salarios sean mucho más altos que los que reciben los recogedores de café o los lustradores de calzado. Para poder pagar veinticinco dólares por hora a un empleado, el bien que éste produce –o el servicio que presta– tiene que valerlos en un mercado competitivo.
Séptima mentira: el Estado debe determinar los salarios y los precios para evitar las injusticias
No es cierto. Los funcionarios públicos no tienen una manera racional de determinar qué es un salario justo. La definición de salario justo como "la cantidad que se requiere para tener una vida digna" es la expresión lírica de un deseo noble más que el producto de una realidad económica. La única forma de contar con salarios altos que respondan a la economía real pasa por disponer de un tejido empresarial denso y competitivo que tienda al pleno empleo, para que los empresarios tengan que pujar por los mejores trabajadores y compensarlos debidamente para retenerlos.
Los asalariados no van a ganar más por la bondad de los funcionarios o por la fiereza de los sindicatos, sino por la competencia y el valor que se agregue a la producción. Si el Estado, alentado por los sindicatos, marca unos salarios y unas prestaciones excesivas, acabará por generar desempleo, fuga de capitales, desinversión y destrucción de empresas. Tampoco tiene sentido esperar de los empresarios una actitud benevolente y generosa. La tendencia de la mayor parte de los empresarios será pagar lo menos posible a sus trabajadores. No debe olvidarse que la esclavitud existió hasta hace muy poco (yo conocí en mi niñez cubana a personas que habían nacido esclavas), y fueron escasos los empresarios que hacían ascos a lo que llamaban esa institución peculiar.
Octava mentira: la educación nos sacará de la miseria
No es cierto. La educación es sólo un componente del desarrollo y la prosperidad. Es muy importante, pero sirve de muy poco si no cuenta con una sociedad hospitalaria con la posibilidad de crear riquezas, dotada de las instituciones adecuadas para ello, tanto en el terreno legal como en el financiero.
Los países europeos del bloque socialista probablemente estaban mejor educados que Estados Unidos o Canadá, si lo que se juzgaba era el conocimiento medio de sus bachilleres o licenciados. Cuba, cuyo gobierno persigue con saña a las personas emprendedoras, cuenta con casi un millón de graduados universitarios, pero muchos de ellos prefieren conducir un taxi o vender pizzas porque obtienen mejor remuneración con esas actividades que con sus profesiones.
Lo maravilloso de la historia de Microsoft, Apple o Facebook no es que cuatro muchachos en un garaje puedan crear un imperio económico en poco tiempo, sino que la sociedad en la que viven sea tan porosa, tan flexible, y con una trama de instituciones jurídicas y financieras tan notable, que haga posible el surgimiento de esos milagros empresariales.
Más impresionante que el talento de esos jóvenes creadores es el capital intangible con que contaban para llevar adelante sus proyectos.
Novena mentira: el comercio libre nos sacará de la miseria
No es cierto. Al comercio libre le ocurre lo mismo que a la educación. Es muy importante, sin él el desarrollo es imposible, o al menos es muy difícil, pero hay que tener con qué negociar.
La clave está en la oferta.
Si seguimos vendiendo café, azúcar, leche, cacao o bananos, sólo nos beneficiaremos cuando esos productos suban de precio en el mercado por un aumento inesperado de la demanda. Es desconsolador saber que sólo la Nestlé, tras procesar y envasar convenientemente esos mismos productos, vende más que el conjunto de países centroamericanos, sin necesidad de un Tratado de Libre Comercio que ampare sus actividades.
Las sociedades escasamente productivas no pueden servirse del comercio como las que rebosan creatividad. Siempre se van a beneficiar, pero no de la misma manera ni con igual intensidad .
Hoy, centroamericanos y dominicanos se sienten frustrados porque el Tratado de Libre Comercio suscrito con Estados Unidos no ha cambiado sus vidas perceptiblemente, pero no suelen hacerse la pregunta clave: ¿qué tienen ellos que ofrecer a los 300 millones de consumidores norteamericanos? ¿Dónde están las empresas innovadoras aptas para servir a ese mercado, como hacen las chinos y comienzan a hacer las hindúes, o como hacen las de pequeños países desbordados de creatividad empresarial, como Israel, Dinamarca, Suiza u Holanda?
Décima mentira: la ayuda internacional nos sacará de la miseria
No es cierto. Ningún país puede rescatarnos. Pueden aliviarnos en una mala coyuntura económica, y suelen hacerlo, generalmente sin mucho entusiasmo, pero nadie puede salvarnos de nuestros propios demonios.
Tras el terremoto que destruyó medio Haití se supo que en ese pequeño desastre caribeño operan más ONG que en ninguna otra parte del planeta. Y todo es casi inútil.
Sin embargo, otras zonas desesperadas del mundo, como Corea del Sur en la década de los cincuenta o Singapur en los sesenta, han hecho las cosas de manera diferente y se han colocado en el pelotón de avanzada del mundo.
Colofón
En definitiva, el camino del desarrollo y la prosperidad comienza por desterrar la infinita cantidad de mentiras y errores que circulan en nuestra sociedad y nos precipitan en la dirección del desastre.
Termino por donde comencé. Se cuenta que mientras Carlos V agonizaba por la fiebre amarilla, que suele producir una gran sed, pedía y le daban cerveza para aliviarlo. Eso le incrementaba el dolor de la gota. Cuentan que murió gritando.
No hay nada más peligroso que la ignorancia.

O inimigo do exercito, ou do pais - Editorial Estadao



 Ops, quero dizer: o inimigo da racionalidade no plano estratégico e no contexto das contas públicas.
Enfim, cada um escolhe os seus inimigos: os meus, por exemplo, são a irracionalidade, a ignorância deliberada e a desonestidade manifesta.
Paulo Roberto de Almeida  
O verdadeiro inimigo
Editorial O Estado de S.Paulo, 10/08/2012

O ministro da Defesa, Celso Amorim, voltou a pedir a ampliação dos gastos com as Forças Armadas, em recente evento da Associação de Estudos da Defesa, como noticiou o Estado (7/8). No entanto, sua justificativa para pedir mais recursos na área militar foi constrangedora: o ministro acredita na possibilidade de agressão não de algum vizinho, tampouco de narcoguerrilhas ou grupos terroristas, mas de "grandes potências e alianças militares" - que só podem ser Estados Unidos e Otan.
Amorim avalia que há hoje um "forte sentimento de insegurança no sistema internacional" em razão de ações militares unilaterais, referindo-se às guerras no Iraque e no Afeganistão, deflagradas pelos americanos, e à intervenção da Otan na Líbia sem que houvesse claro mandato da ONU para isso.
Como sugere a fala do ministro, casos como esses mostram que o Brasil deve se precaver. "Temos um patrimônio que nos transforma num dos territórios mais ricos do planeta", disse ele, enfatizando também a "nova estatura internacional do Brasil ao redor do mundo" (sic !). E arrematou: "O Brasil deve construir capacidade dissuasória crível, que torne extremamente custosa a perspectiva de agressão externa a nosso país". Os estrategistas militares de Washington devem ter perdido o sono depois disso.
O discurso de Amorim se aproxima perigosamente da delirante retórica bolivariana, que enxerga nos Estados Unidos uma ameaça militar permanente, como se uma invasão dos "ianques" fosse acontecer a qualquer momento na América do Sul. Foi com essa desculpa grotesca que o caudilho venezuelano, Hugo Chávez, armou-se até os dentes com equipamento bélico russo - muito mais para atemorizar a oposição interna, graças à militarização das chamadas "milícias bolivarianas", do que para enfrentar uma improvável intervenção americana. Essa coincidência entre a posição de Amorim e as bandeiras do bolivarianismo não deveria causar espanto, a julgar por sua trajetória na Chancelaria do governo Lula.
Nada disso significa que não haja necessidade de qualificar os investimentos nas Forças Armadas, sobretudo diante do estado de penúria em que elas se encontram. Um estudo produzido pelo Ministério da Defesa mostra que metade dos equipamentos militares do Brasil simplesmente não tem condições de uso. Há casos críticos, como o da Marinha, responsável por patrulhar a área que guarda uma das principais riquezas a que aludiu Amorim - isto é, o petróleo do pré-sal. Os números mais recentes, compilados no ano passado, mostram que somente 2 dos 23 jatos A-4 da Marinha estavam em condições de voar. Além disso, apenas 53 das 100 embarcações e 2 dos 5 submarinos podiam navegar. Na Aeronáutica, nem metade dos aviões saía do chão, e a maior parte da envelhecida frota superou os 15 anos de uso. Como se sabe, porém, essa renovação, prometida ainda no governo Lula, está emperrada.
O Brasil gasta 1,5% do PIB com defesa, e Amorim quer algo em torno de 2%, equiparando-se à China, Rússia e Índia. É difícil imaginar, no entanto, que o Brasil tenha necessidades militares semelhantes às desses países, a não ser como expressão de megalomania. Ademais, já estamos entre os 15 países do mundo que mais gastam na área militar - na Lei Orçamentária Anual para este ano, a dotação do Ministério da Defesa foi de R$ 64,795 bilhões. O problema é que, desse valor, R$ 45,298 bilhões estavam destinados ao pagamento de pessoal e de encargos sociais, enquanto R$ 9,128 bilhões foram destacados para investimentos. Ainda assim, a verba para modernizar a área militar vem crescendo constantemente desde 2007, quando somou R$ 5 bilhões.
Mais econômico, portanto, seria investir numa equação em que as Forças Armadas gastassem melhor os recursos disponíveis e priorizassem a proteção das fronteiras, sem ter de, recorrentemente, fazer o papel que cabe à polícia.
Não resta dúvida de que é imperativo manter uma força militar capaz de enfrentar os desafios da defesa nacional, mas é preciso estabelecer prioridades claras, lastreadas em ameaças reais, e não na imaginação fértil de um punhado de ideólogos.

Uma politica externa "das Arabias"?; ou "pra la' de Bagda"? - J. R. Guzzo

Fé ao avesso

revista VEJA, edição 2278, 18 de julho de 2012
J. R. Guzzo
J. R. Guzzo
Existem no Brasil algumas verdades que estão acima de qualquer discussão. Não há nenhuma dúvida, por exemplo, de que certas coisas só acontecem com o Botafogo. Também é perfeitamente sabido, até nos berçários, que o Brasil só vai resolver de fato os seus problemas quando a polícia achar os ossos de Dana de Teffé, como vem demonstrando há anos o cronista Carlos Heitor Cony — sem ser ouvido, infelizmente, por nossas autoridades.
Ninguém discute que ou o Brasil acaba com a saúva, ou a saúva acaba com o Brasil. Essa lista é enriquecida, de tempos em tempos, por novas evidências — mais adequadas a uma potência emergente, que se orgulha de ser um BRIC, ter um PAC e dispor de um crachá de entrada no G20.
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Também é perfeitamente sabido, até nos berçários, que o Brasil só vai resolver de fato os seus problemas quando a polícia achar os ossos de Dana de Teffé (Foto: limacoelho.jor.br)

A última delas começou a aparecer quase dez anos atrás, com o primeiro governo do ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva, e garante que estamos desfrutando os benefícios da mais brilhante política externa que este país já teve desde o barão do Rio Branco. Trata-se, aqui, de uma fé ao avesso.
Uma política externa de fracasso em fracasso
A política externa brasileira vai de fracasso em fracasso, como no samba de Antônio Maria. Mas a cada derrota sempre aparece algum comentário elogiando a sabedoria dos nossos chanceleres, o profissionalismo do Itamaraty (“é gente do ramo”) e coisas assim — e o problema, aí, é que o governo acredita nos elogios.
Nossa diplomacia, em consequência disso, tornou-se uma notável sucessão de atos que vão contra os interesses brasileiros para satisfazer a teorias. Por causa delas, o Brasil é hoje, possivelmente, a nação do mundo que mais apanha dos países que escolheu como seus melhores amigos.
A mais recente vitória da política externa brasileira é sua resposta ao impeachment do presidente do Paraguai, Fernando Lugo, um dos heróis latino-americanos do ex-presidente Lula. Esse Lugo, desde que foi eleito, em 2008, só bateu no Brasil. Extorquiu, em desrespeito aos contratos vigentes, um aumento nos dividendos que o Paraguai recebe pela sua sociedade na usina hidrelétrica de Itaipu; Lula aceitou na hora, por achar “justo”, e passou a conta para o contribuinte brasileiro.
O Itamaraty considerou “golpe” o impeachment de Lugo
Manteve o Paraguai como o grande polo da recepção de carros brasileiros roubados e do contrabando maciço que custa bilhões de reais, todo ano, à Receita Federal do Brasil. Ultimamente vinha hostilizando os brasileiros que compraram terras em áreas do território paraguaio onde jamais se havia plantado um único pé de mandioca — e acabaram transformando o Paraguai, com o seu suor e sem ajuda de ninguém, no quarto maior exportador de soja do mundo.
O impeachment de Lugo, por todas essas razões, deveria ser um alívio, até porque foi feito dentro das normas estabelecidas na Constituição do Paraguai. Mas o Itamaraty não gostou; como o homem foi posto na rua num processo que durou apenas trinta horas, decidiu que havia ocorrido um “golpe”, embora não tivesse informado o número mínimo de horas — 100? 200? 300? — que considera aceitável para um país estrangeiro depor o seu presidente.
Dilma e Cristina Kirchner (Foto: Agência Brasil)
Dilma e Cristina Kirchner: junto com a Argentina, que toma medidas comerciais cada vez mais agressivas contra os produtos brasileiros, vingou-se excluindo o Paraguai das reuniões do Mercosul (Foto: Agência Brasil)
Acordo com a Venezuela deixou os brasileiros no costumeiro papel de otários
Não conseguiu nada, é claro; é o que acontece quando um país quer interferir em questões internas de outro sem ter nenhum meio concreto para fazer isso. Mas junto com a Argentina, que toma medidas comerciais cada vez mais agressivas contra os produtos brasileiros, vingou-se excluindo o Paraguai das reuniões do Mercosul. E daí? Nenhum paraguaio vai perder um minuto de siesta por causa disso.
Para completar o castigo, enfiou-se a Venezuela no Mercosul. A última contribuição venezuelana ao Brasil foi sua sociedade meio a meio com a Petrobras, fechada por Lula em 2005, para a construção de uma refinaria de petróleo em Pernambuco. Foi um conto do vigário, que deixou os brasileiros no seu costumeiro papel de otários — são eles, como sempre, que vão pagar o prejuízo. Até hoje, sete anos depois, a Venezuela ainda não colocou um único real no projeto.
O Brasil não está incluindo mais um país no Mercosul: está incluindo o coronel Hugo Chávez. Seu governo, em matéria de economia, consegue ser ainda mais irresponsável que o da Argentina, em cujos números oficiais nem o ministro Guido Mantega acredita. Amarra-se, assim, às duas economias mais doentes da América do Sul.
Lula e Evo Morales, com colar de coca, na Bolívia (Foto: Reprodução / VEJA.com)
Lula e Evo Morales: irmãos políticos (Foto: VEJA.com)
Conta, enfim, com a Bolívia do presidente cocalero Evo Morales, outro irmão político de Lula. Ele já expropriou ativos da Petrobras na Bolívia, legalizou a circulação de veículos roubados no Brasil e tem seu governo infiltrado de alto a baixo por traficantes de cocaína, que despejam aqui, cada vez mais, a sua produção.
É um sucesso acima de qualquer discussão.

Chineses na Africa: democracia e mercados - Stephan Richter


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China na África: mercado x democracia


As formas e meios pelos quais os chineses estão penetrando no continente africano são tema de debates acalorados em todo o mundo - e em nenhum lugar mais do que nos EUA. A visita de 10 dias de Hillary Clinton, secretária de Estado dos EUA, a toda a África colocou o debate em foco detalhado.
De um lado, os que afirmam que os chineses estão comportando-se como neocolonialists (ocidentais), ansiosos por explorar as vastas riquezas de matérias-primas e minerais do continente. Eles veem a China como interessada em ocupar cada espaço não coberto por empresas multinacionais ocidentais.
Do outro lado, principalmente fora dos EUA e predominantemente na África e nos mercados emergentes, estão os que aplaudem a ascensão da China e apontam para os seus sucessos como uma forma tardia de justiça econômica. Estes acreditam que finalmente é hora de uma potência não ocidental rica e mirando horizontes de tempo de longo prazo emergir como parceira viável para o continente.
Melhor ainda, argumentam essas vozes, os chineses - com a sua proposta de construção de infraestrutura em t roca da exploração de matérias-primas - estão apenas cumprindo o que acabaram revelando-se promessas vazias, feitas há um século pelas potências ocidentais.
Construção de ferrovias ligando áreas do interior à costa? A eventual perspectiva de formar uma rede cobrindo a África Subsaariana? Formação de redes de rodovias e autoestradas de quatro pistas a preços acessíveis em todo o continente? Disponibilizar moderníssimos complexos de escritórios, construídos dentro de orçamentos que as nações africanas têm condições de custear?
Concentrem-se primeiro em acabar com a fome; depois, disseminem-se os benefícios não tão materiais da democracia. Esse foco assegura a formação de um eleitorado com melhor formação educacional e autoconfiante, não suscetível à compra barata de votos.
Essas são, certamente, metas que os líderes africanos vêm perseguindo há muito tempo. Mas, no passado, uma combinação tóxica de sua própria corruptibilidade, laços obscuros entre ex-países colonizadores (e suas elites empresariais) e os novos governantes, bem como estruturas de planejamento excessivamente complexas, muito frequentemente resultaram em projetos proibitivamente caros.
Considerando que o crescimento econômico da África tem sido retardado pela inexistência de infraestrutura de transportes confiável - nos países e entre eles - essa é uma oferta mais que tentadora. Ela representa uma oportunidade de proporções históricas.
Sim, o continente tem uma abundância de aeroportos e de telefones celulares, mas devido à infraestrutura totalmente insuficiente, o comércio continua sendo dificultado de uma maneira reminiscente da Europa pré-1820.
Nesse sentido, as iniciativas empreendidas pelos chineses na África são, agora, o equivalente histórico do que as guerras napoleônicas trouxeram para um país como a Alemanha. Representam um há muito tempo necessário brado de alerta para o abandono de tradições ultrapassadas, para um avanço à era de intercâmbio e comércio modernos.
Sem ignorar os problemas inerentes à maneira como os chineses operam, inclusive o fato de que empregam predominantemente mão de obra de suas próprias empresas de construção civil, mesmo para projetos no interior da África subsaariana, a visão chinesa é muito distinta da abordagem ocidental nos últimos 50 anos.
A fórmula do Ocidente aplicada à África pós-independência, pós-1960, é priorizar a construção da democracia em detrimento da construção de mercados. Os chineses, como se sabe, optam exatamente pelo oposto.
Em tese, é sempre preferível concentrar-se em estruturas democráticas. E a secretária Clinton certamente referiu-se enfaticamente a isso durante sua visita. Mas em países onde a pobreza continua excessiva, um contra-argumento desconfortável pode ser sustentado, apoiado no histórico dos últimos 50 anos.
E se uma democracia atrofiada constituiu-se em obstáculo ao surgimento de um verdadeiro mercado para as economias nacionais? Nessas circunstâncias, não será preferível privilegiar a construção de um mercado para produzir uma estrutura mercantil suficientemente distribuída?
Esse é, sem dúvida, um dilema bastante desconfortável para ser analisado pelos ocidentais. Mas, claramente, são os africanos que precisam optar por seguir ou não o conceito ocidental de "democracia primeiro".
Melhor ainda, os defensores da estratégia chinesa para a África podem apontar para o fato de que a África não é a China. A preservação do poder em um Estado de partido único não está em causa na maior parte da África.
Em outras palavras, concentrem-se primeiro em acabar com a fome; depois, disseminem-se os benefícios não tão materiais da democracia. Esse foco assegura a formação de um eleitorado com melhor formação educacional e autoconfiante, não suscetível à compra barata de votos.
Essa abordagem também implica que o desenvolvimento econômico produza desenvolvimento político. Coincidentemente, isso é bastante semelhante ao que ocorreu na história da Europa. Lá, a tomada das rédeas da economia catalisou a demanda por mais direitos políticos por parte das classes mercantis, que terminou por colocar a Europa no rumo de democracia plena.
Por enquanto, em grande parte da África, a evolução política permanece tão atrofiada quanto o desenvolvimento econômico. Dito de outro modo, mas em última análise no mesmo sentido, a maturidade política - no sentido de democracia suficientemente robusta para que as eleições resultem em mudança efetiva no poder - só funciona praticamente em países como Gana, onde o desenvolvimento econômico é suficientemente avançado e amplo.
Ponderar esse tipo de sequenciamento é certamente desconfortável para os ocidentais que têm uma preferência instintiva pela democracia. Apesar disso, essa preferência é também desconcertante - especialmente tendo em vista a forte ênfase dos americanos em economia de mercado em seu país. Os americanos, como sabemos, foram afortunados em seu caso histórico especial, onde os desenvolvimentos econômico e político caminharam de mãos dadas.
É muito desconcertante observar nesse debate sobre construção de mercado versus construção de democracia - que são os chineses, e não os americanos - que podem argumentar persuasivamente que seu foco na África é a criação de futuros clientes e parceiros comerciais.
Esse foco em clientes parece contrário à doutrina marxista. E, de fato, os chineses podem citar ninguém menos que o admirável Adam Smith como sua testemunha principal. Ao avaliar estratégias econômicas de grandes impérios, escreveu ele: "Fundar um grande império com o propósito único de criar um povo de clientes pode, à primeira vista, parecer um projeto capaz de servir a uma nação de lojistas. Trata-se, porém, de um projeto totalmente impróprio para uma nação de lojistas. Mas extremamente adequado a uma nação cujo governo é influenciado por lojistas".
Embora os direitos ao voto não possam ser considerados um luxo, na realidade africana, ao menos, o foco central na construção da democracia, em vez da construção de mercados, tem tido o efeito perverso de asfixiar, e não de promover, o crescimento econômico. (Tradução de Sergio Blum)
Stephan Richter é editor chefe do "The Globalist".

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quinta-feira, 9 de agosto de 2012

Cotas sociais e raciais, e a minha concepcao de Justica - Paulo Roberto de Almeida

Recebo diversos comentários a meu post sobre as cotas sociais, mais um exemplo do imenso besteirol racista que continua a prevalecer num país mentalmente atrasado que se chama Brasil. Alguns até me pediram comentários mais elaborados sobre a questão, ou seja, no sentido em que as cotas sociais e raciais representariam uma espécie de compensação pelas desigualdades históricas da sociedade brasileira e pelo "racismo" embutido nos comportamentos sociais.
Não vou elaborar muito neste momento, por falta de tempo e oportunidade. Vou apenas declarar em que creio, e o que rejeito, posturas que devem ter, aliás, ficado claras com base em inúmeros pronunciamentos meus neste mesmo espaço.

Sou totalmente, integralmente, absolutamente contrário a qualquer tipo de cota, seja por qual motivo for, racismo, pobreza, deficiências de diversos tipos, etc.
Sou totalmente, integralmente, absolutamente a favor do mérito individual, do esforço pessoal, da responsabilidade total de um indivíduo sobre seu próprio destino, além e acima de quaisquer considerações particularistas ou corporativas.

A sociedade, o Estado, devem, sim, oferecer chances ou oportunidades iguais a todos, ao mais rico dos rebentos como ao mais miserável dos jovens e crianças. Isso se faz pela escola pública obrigatória, de caráter universal, e por uma escola média, que prepare para a vida profissional ou para uma carreira graduada no terceiro ciclo. E para por aí. Todo o resto é responsabilidade individual.

A mais pobre das crianças pode, se assim desejar, se qualificar  no ensino usando dos mais diversos recursos à disposição de todos, pois atualmente, nas condições da sociedade global, praticamente a quase totalidade do estoque de conhecimento útil acumulado pela humanidade encontra-se livremente disponível nas bases de dados abertas e livres.
Posso, se me permitem uma referência pessoal, citar o meu caso.
Venho de uma família muito pobre, que não possuía jornais ou livros em casa. Todos os livros que eu li foram os da escola, ou os da biblioteca pública, assim que pude frequentá-la. 
Tudo o que sei, tudo o que fiz, tudo o que sou capaz de fazer, eu o devo aos livros e aos estudos autodidatas que fiz, desde a minha primeira infância. Estimulado ou não pela família, tomei conhecimento, a partir de certo momento -- ao comparar meus magros recursos com a situação de relativo bem-estar de colegas de escola -- desse fato elementar: eu nunca conseguiria me distinguir, me destacar, me afirmar na vida, a menos que eu superasse a falta de meios com o maior empenho relativo nos estudos. E assim fiz.
Eu fiquei melhor que todos os meus colegas, ricos ou pobres, apenas na base das leituras.
Acredito que isso esteja ao alcance de todos.

As cotas sociais são uma demagogia.
As cotas raciais são apenas isso: racismo.
O mérito individual deve prevalecer, a competição, a concorrência, a distinção do saber são os únicos critérios possíveis de serem sustentados numa sociedade que pretende realmente fazer justiça.

Os ricos não são culpados por existirem pobres, e a pobreza não é uma condição insuperável ou absolutamente impeditiva do sucesso de um indivíduo motivado.
A pior condição para alguém é a de se considerar dependente ou assistido por alguma entidade pública; isso é acomodação ou preguiça, e ambas são intoleráveis.

As oportunidades iguais surgem com uma boa educação para todos, não com cotas de qualquer tipo no terceiro ciclo.
Cotas são abomináveis, uma confissão de fracasso em constituir uma sociedade normal.

Obviamente, meus argumentos são totalmente esdrúxulos num país disfuncional e mentalmente atrasado como o Brasil.
Não espero adesão, apenas declaro o que penso.

Estamos nos atrasando, de fato retrocedendo. Uma pena...
Paulo Roberto de Almeida 
Brasília, 9/08/2012

Bem feito, senhores reitores: insistiram na demagogia, enfrentem o desastre, agora... - Reinaldo Azevedo

Não seria capaz de elaborar uma análise tão detalhada em torno da imensa bobagem perpetrada pelo Congresso e que vai ser endossada, aparentemente, pelo Executivo. Mas a opinião abaixo reflete muito do que eu já pensava sobre esse tema.
O racismo ao inverso iniciado pelos militantes do novo Apartheid, e endossado pelo partido no poder, foi acolhido demagogicamente pelos reitores, e até pela Suprema Corte, aliás de forma inconstitucional.
Enfim, o Brasil é um país em que até juízes da Suprema Corte conseguem ser inconstitucionais, o que é extraordinário.
As universidades públicas jás estavam a caminho da decadência, agora vão direto para o desastre.
Paulo Roberto de Almeida 


Reinaldo Azevedo, 9/08/2012

Pois é… Ah, a alegria “democratista” dos inocentes, dos bem-pensantes, dos tolos. Algumas almas que se queriam e se querem generosas acreditavam que, se flertassem “só um pouquinho” com o cotismo, estariam contribuindo para a justiça social. Jamais se deram conta de que o papel das universidades, por exemplo, não é acabar com a desigualdade — tampouco perpetuá-la. Ou elas se orientam exclusivamente segundo os critérios de competência ou desempenho — vale dizer: mérito —, ou estarão assumindo um papel que não é o seu. Nem cumprirão a sua função primordial nem se desincumbirão com eficiência da nova tarefa que lhes é atribuída. Quando declararam constitucional a aplicação de cota racial — contra, entendo eu, a Carta Magna —, os ministros do Supremo não imaginavam o que estava por vir. Modestamente, eu imaginava isso e antevejo coisas piores. Pois bem, a presidente Dilma Rousseff está prestes a fazer uma grande besteira. E vai fazer. Porque é da natureza da corrente de pensamento a que ela pertence. A que me refiro?
A deputada Nice Lobão (PSD-MA), mulher do ministro Edson Lobão (Minas e Energia), tem dois grandes feitos na carreira: é a campeã de faltas às sessões da Câmara em 2011 e é autora de um projeto, já aprovado também no Senado — só falta agora a sanção de Dilma — que determina que as universidades e os institutos técnicos federais reservem 50% das vagas para alunos oriundos das escolas públicas. Mas não só isso! Nice Lobão resolveu transformar o ingresso na universidade num misto de charada grega com luta de classes e racialismo (sabem como são esses marxistas radicais da família Lobão, né?). A estrovenga aprovada no Senado está aqui.
Como funciona?
1 – Os alunos das escolas públicas serão selecionados segundo o seu “Coeficiente de Rendimento” no ensino médio. Para eles, o Enem, por exemplo, não terá a menor importância.
A ESTUPIDEZ ESPECÍFICA -  Já aqui se abre a primeira e escandalosa porta para injustiças. Dentro da ruindade geral das escolas públicas, há diferenças brutais de qualidade. O aluno que tiver um bom desempenho numa escola relapsa e pouco exigente levará vantagem ao competir com o que tiver um desempenho médio numa escola séria. Mais: sabemos que inexistem critérios objetivos para avaliar se o currículo oficial foi mesmo ministrado. Aliás, não existe um currículo nacional!!! Não encontrei na lei nenhuma referência sobre estado de origem do estudante e vaga pretendida. Como se trata de ensino federal, entendo que o candidato de um estado pode concorrer a uma vaga na federal de outro. O ensino médio é uma lástima no país inteiro, é fato. Mas sabemos que, mesmo dada a ruindade geral, há disparidades regionais brutais. Não só isso: os negros e pardos de Santa Catarina somam pouco mais de 11%; na Bahia, chegam a 78%. Um negro ou pardo de Santa Catarina que disputasse uma vaga na Universidade Federal da Bahia certamente seria selecionado segundo a cota baiana, mas carregando o “Coeficiente de Rendimento” da escola catarinense.
2 – Atenção para a loucura: metade daqueles 50% de vagas reservadas a escolas públicas terá de ser preenchida por alunos oriundos de famílias com renda per capita de até 1,5 salário mínimo.
A ESTUPIDEZ ESPECÍFICA – A lei é omissa sobre a forma como se vai fazer essa verificação. Será com base apenas na declaração do candidato? Cada universidade federal terá de investigar a renda familiar do aluno para saber se ele fala a verdade? Ora… Não há estrutura para isso. Fingir pobreza passará a ser um bom negócio. Será um critério de seleção superior ao conhecimento de matemática e língua portuguesa. Tão logo isso esteja em vigência, é evidente que haverá uma inflação de candidatos com renda per capita inferior ao limite estabelecido, certo? E a lei que convida à fraude.
3 – Deputados e senadores avançaram ainda mais na sandice. Essa metade da metade que tem de pertencer a famílias com renda per capita inferior a 1,5 mínimo tem der ser preenchida por autodeclarados negros, pardos e indígenas, segundo o percentagem apontada pelo IBGE na unidade da federação em que está a universidade.
A ESTUPIDEZ ESPECÍFICA – Um pobre branco da escola pública leva desvantagem ao competir com um preto pobre ou mestiço pobre da escola pública, ainda que os dois tenham, então, o mesmo perfil social. A propósito: no caso do candidato indígena, o seu Coeficiente de Rendimento no que concerne ao domínio da língua terá como referência o português ou o idioma da sua tribo? Nesse caso, quem avalia?
4 – E aqueles outros 25% — a metade da metade oriunda da escola pública, mas que pode pertencer a famílias com renda per capita superior a 1,5 mínimo? Também para eles vale o critério da cor da pele.
ESTUPIDEZ ESPECÍFICA – É a mesma do item 3
A estupidez geral
A senhora Dilma Rousseff, que apoia o projeto, está botando os últimos pregos no caixão das universidades e institutos federais de ensino. Por quê? Só porque está abrindo as portas aos alunos da escola pública? NÃO!!! PORQUE METADE DAS VAGAS DESSAS INSTITUIÇÕES NÃO TERÁ MAIS NENHUM COMPROMISSO COM O DESEMPENHO DOS ALUNOS.
Notem que nem mesmo se exigirá deles uma nota aceitável no Enem — um exame que já é comprovadamente fraco. O único critério associado a desempenho é o tal Coeficiente de Rendimento, auferido em escolas distintas, provas distintas, segundo critérios distintos. Cria-se, obviamente, uma pressão sobre o professor da escola pública — que já padece, como diria o poeta, de diabólicos azares — em favor da facilitação. Ele e seus alunos terão clareza de que uma prova mais severa pode concorrer para criar dificuldades futuras ao aluno.
A escola pública vai melhorar?
A proposta, longe de democratizar o ensino universitário, concorre para democratizar a ignorância e para rebaixar o ensino universitário. Como se está assegurando ao aluno o ingresso na universidade segundo critérios que nada têm a ver com desempenho e competição, o que se tem, na prática, é uma pressão contrária: quanto mais relapso é “bonzinho” for o professor, tanto melhor.
Conheço e convivo com professores universitários, alguns meus contemporâneos da universidade. Atestam que a quantidade de semianalfabetos que chegam ao ensino superior é assustadora. Em vez de concorrer para melhorar a escola pública — sim, eu sei que é um processo demorado, mas não há outra saída —, essa lei vai usar a baixa qualidade como facilitador para o acesso ao ensino superior — vale dizer: quanto pior a escola de ensino médio, melhor!
Eis aí. Reitores das universidades federais incensavam as políticas de cotas. Também eles, mesmo sendo quem são, houveram por bem mandar os critérios acadêmicos para a ponta do pavio e aderir à demagogia. E os cotistas avançaram. A deputada Eunice, da grande família Lobão, pegou carona no debate e resolveu levar a coisa a sério, a seu modo. Pimba! Elio Gaspari, o maior propagandista das cotas no Brasil — para ele, quem se opõe à ideia é a turma do “andar de cima” — deve estar satisfeito.
Agora os cotistas pretendem que o mesmo modelo seja aplicado ao mercado de trabalho público e privado. Chegará a hora em que alguém proporá que o Congresso, as Assembleias, as Câmaras de Vereadores e os tribunais obedeçam a critérios dessa natureza — por que não? Teremos uma democracia que não será feita dos mais votados e dos mais competentes, tudo em nome da… Justiça!
Ao votar a favor da proposta, o senador Pedro Taques (PDT-MT), que costuma ser sério, evocou a experiência americana como exemplo de política bem-sucedida de cotas. Acho que ele deveria estudar melhor o assunto — e não vou me alongar agora sobre esse particular. Noto, no entanto, que cota social e racial, com essa precisão na divisão da cor da pede e com esse número de vagas garantidas aos cotismo, não foi aplicada em lugar nenhum do mundo, nem na África do Sul pós-apartheid.
Agora, os reitores das universidades federais e os professores estão assustados. Sabem o que os espera. Anos de incúria e de desastre no ensino público vão cair inteiros no seu colo. Em muitas universidades, já se discute a criação de cursos especiais para os alunos, algo que os capacite minimamente em matemática e língua portuguesa. Eu estou falando sério.
O desastre já está em curso
Não é o que se vá produzir o desastre. Ele já está em curso. Será agravado. Entre os estudantes do ensino superior, 38% não dominam habilidades básicas de leitura e escrita, segundo o Indicador de Alfabetismo Funcional (Inaf), divulgado pelo Instituto Paulo Montenegro (IPM) e pela ONG Ação Educativa. Vejam quadro.

Em 2001/2002, 2% dos alunos universitários tinham apenas rudimentos de escrita e leitura. Em 2010, essa porcentagem havia saltado para 4%. Vale dizer: 254.800 estudantes de terceiro grau no país são quase analfabetos. Espantoso? Em 2001/2002, 24% não eram plenamente alfabetizados. Um número já escandaloso. Em 2010, pularam para 38%. Isso quer dizer que 2.420.600 estudantes do terceiro grau não conseguem ler direito um texto e se expressar com clareza. É o que se espera de um aluno ao concluir o… ensino fundamental!
O quadro já era ruim, como se nota, e foi agravado pela dupla Lula/Haddad. Agora, a lei da dona Lobão, aprovada na Câmara, acolhida por ampla maioria no Senado e a ser sancionada por Dilma vai se encarregar de liquidar com o que resta.
Minhas homenagens ao senador Aloysio Nunes Ferreira (PSDB-SP), que lutou brava e quase solitariamente contra essa estupidez no Senado. Foi inútil. Em nome da proteção aos pobres e aos vulneráveis, a maioria dos senadores mandou os pobres e os vulneráveis para a ponta do pavio. O que esses valentes fizeram foi condenar os ensinos fundamental e médio públicos à eterna ruindade. E essa ruindade, que já havia se alastrado para o ensino universitário, lá se instará de vez!
Espero um texto de Elio Gaspari demonstrando por que isso é bom para os brasileiros e por que os críticos da proposta da dona Lobão são “demofóbicos”. Eu sempre presto muita atenção aos argumentos dos “demofílicos”.
PS – Ah, sim: Câmara, Senado e Dilma vão pisotear a autonomia universitária. Bem feito, senhores reitores! É nisso que dá ter o nariz marrom, viver de joelhos para o Executivo, subordinar a inteligência a um ente de razão. Vocês pediram chicote e vão ter chicote! Serão os coveiros das universidades federais.

Seu iPhone sumiu ou foi roubado?; encontre-o...


How to Make Your Lost Phone Findable

David Pogue, 9/08/2012 (The New York Times)
Last week, I lost my iPhone on a train. I used Apple’s Find My iPhone feature to track it to a house in suburban Maryland, and the local police were able to return it to me. Because I’d tweeted about these developments, the quest for the phone became, much to my surprise, an Internet-wide, minute-by-minute real-life thriller. (You can read the whole story here.)
FDDP
The Times’s technology columnist, David Pogue, keeps you on top of the industry in his free, weekly e-mail newsletter.
Sign up | See Sample
Several readers wrote to ask how to set up their own phones to be findable. As you’d guess, given last week’s experience, I have some strong feelings about the importance of setting up Find My iPhone or the equivalent on Android phones.
First, though, some caveats.
These phone-tracking systems work only if your lost phone is turned on and online; if its battery is dead or it’s powered off, it can’t see the Internet and can’t show you its location.
Furthermore, professionals know about Find my iPhone. As soon as they steal a phone, they connect it to a computer running the iTunes program and wipe it, so that Find My iPhone won’t work anymore.
All right — duly warned? Here’s how you set things up. iPhone first.
First, you need a free iCloud account; sign up at www.icloud.com. You’ll provide your e-mail address and a password that you make up.
Now, on the iPhone or iPad, open Settings. Tap iCloud. Scroll down and turn on Find My iPhone. When the phone asks if you’re sure, tap Allow.
While you’re at it, you might consider tapping Settings (top left corner) to back out to the main Settings screen; then tap General, tap Passcode Lock and give your phone or tablet a password.
I was very glad I had protected my phone this way when it got lost; the password meant the thief couldn’t actually use the phone or access my e-mail, photos and so on.
All right. Now suppose the worst has come to pass. Your phone is gone.
Go to any computer and log into icloud.com. (Or use the Find My iPhone app on another iPhone or iPad.) There, when you click Find My iPhone, you’ll see the location of your phone on a map. You can switch to satellite-photo view to see the actual building or land.
If the phone is offline, a check box lets you request an e-mail alert if the phone ever pops back online. That’s precisely how I found my own phone. The thief turned it off on a Monday, so I couldn’t use Find My iPhone. On Thursday, an e-mail message let me know it had been turned back on, and showed me where it was.
Often, the phone is somewhere in your car or your house. If that’s the case, you can make it ping loudly for two minutes, even if it the ringer was on Mute, and even if the phone is asleep.
You can also make a message pop up on the screen; if you left the phone in a taxi or a meeting room, for example, you can offer a reward this way, or transmit your phone number. If a well-meaning person finds your phone, you might get it back.
If you didn’t protect the phone with a password, you can either click Lock (to password-protect the phone by remote control) or, if you’re really concerned, click Remote Wipe. That’s a means of erasing the phone by remote control. So the bad guy gets away with your phone, but your e-mail, photos and other digital treasures remain private. Of course, at that point, you can no longer find the phone or send messages to it using Find My iPhone.
If you have an Android phone, you have to visit Google Play, the new name for the Android app store, and download an app in advance. One great, free option is Find My Droid. Despite the name, it works on any recent Android phone.
If your phone gets lost, you text a password to the phone to activate the app. Suddenly your ringer turns on at maximum volume and rings for 30 seconds. You can send a different code to request a link to the phone’s location; you get coordinates and a link to a Google map. The Remote Wipe feature requires the Pro version, $4.
Another app, Plan B, lets you see where your Android phone is, in much the same way, but you can download it after the phone’s gone missing. That’s right; you can remotely download it. When you do, the app self-opens and sends the phone’s location to your registered Gmail address.
These apps are amazing; they even out the odds of recovery when your phone has gone missing. A couple of readers even felt sorry for the person who took my phone, maintaining that Find My iPhone rendered him hopelessly outmatched, and asserting that it was an invasion of his privacy for me to be able to see where he took my phone.
Still, many readers shared Find My iPhone failure tales. The phone may not be turned on. The bad guy may be smart enough to erase it. And there may be no way of recovering the phone, even if you know where it is. Even if you provide the phone’s location, some police departments will help you get it back, and others won’t.
These problems could be overcome. Police help recover jewelry, cars and other stolen goods — why not expensive cellphones?
And the cellphone carriers know where our phones are at all times, even when the phone has been erased; they can track the phone’s serial number. At the moment, however, the Verizons and AT&T’s of the world have no interest in using that information to help you recover your lost phone. Why should they? If it’s lost, you’ll buy another one.
In other words, fewer phones will be stolen or lost, and more will be recovered, if society comes to its senses. But for that to happen, we need more than Find My iPhone; we need Find My Common Sense.

As cotas sociais e o verdadeiro problema da educação no Brasil - Editorial OESP


O que as cotas mascaram

Editorial O Estado de S.Paulo, 9/08/2012

Câmara dos Deputados aprovou, o Senado acaba de endossar e a presidente Dilma Rousseff vai sancionar jubilosamente o projeto de lei que obriga as universidades e escolas técnicas federais a reservar 50% de suas vagas a candidatos que cursaram o ensino médio na rede pública. Metade dessa metade se destinará a alunos cuja renda familiar per capita não ultrapasse 1,5 salário mínimo. Menos ou mais pobres, sempre terão prioridade os estudantes autodeclarados negros, pardos e indígenas. A amplitude das cotas raciais variará conforme o peso de tais grupos na população dos respectivos Estados, aferido pelo censo. Quando for insuficiente o número de candidatos elegíveis pelo critério racial, as vagas restantes serão disputadas pelos demais egressos do sistema público. A norma valerá por 10 anos, quando então os seus resultados serão avaliados.
A adoção de cotas raciais na universidade é constitucional, conforme decisão unânime do Supremo Tribunal Federal (STF), em abril último. Isso não quer dizer que o sistema devesse ser adotado. Os seus insuperáveis defeitos de origem são múltiplos - a começar pela enormidade, em sentido literal e figurado, da reserva de vagas, configurando uma limitação brutal da disputa não discriminada pelo acesso à formação superior. Mesmo entre os defensores da aplicação do chamado modelo de ação afirmativa na educação, para corrigir desigualdades e preconceitos impregnados na sociedade brasileira, há quem considere "descabelado" excluir do preenchimento pelo critério exclusivo do mérito uma em cada duas vagas disponíveis na rede federal de terceiro grau e escolas técnicas. Além disso, a imposição de um índice único a todas as 59 universidades mantidas pela União representa uma gritante ruptura do princípio da autonomia universitária.
Nas palavras do diretor da Fapesp e ex-reitor da Unicamp, Carlos Henrique de Brito Cruz, trata-se de "uma usurpação" do direito de cada universidade de escolher o modelo de ampliação das oportunidades de acesso a seus cursos que julgar mais adequado ao seu perfil e vocação. É assim que já funciona. Pelo menos 30 dessas instituições implantaram sistemas de cotas, de acordo com as suas peculiaridades. A Universidade de Brasília (UnB), por exemplo, reserva 20% do total de suas vagas a vestibulandos autodeclarados negros e pardos e 11 vagas em 7 cursos para indígenas. A Universidade Federal do Rio de Janeiro, por sua vez, reserva 30% dos lugares para alunos da rede pública oriundos de famílias com renda mensal per capita de até um salário mínimo. E não adota cotas raciais. Agora, o projeto em vias de virar lei acaba com esse laboratório de experiências de manifesta utilidade.
O mais grave, de toda forma, é que esse tipo de favorecimento impositivo a alunos da escola pública antes escamoteia do que contribui para resolver o notório problema da baixa qualidade do ensino fundamental e médio gratuito. O benefício perpetua na prática um padrão de aprendizagem insuficiente para dar aos jovens condições razoáveis de ingresso na universidade pública, mesmo em cursos menos concorridos. Já não bastasse isso, a restrição de vagas tem o efeito perverso de fomentar a discriminação às avessas, ao empurrar para faculdades particulares, não raro aquém do nível de suas congêneres públicas, alunos cujas famílias podem arcar com as suas mensalidades.
Os efeitos sobre o ensino superior das políticas de cotas já em andamento ainda estão por ser determinados. Para os cotistas, indica uma avaliação da Unicamp, o benefício tende a variar na razão inversa do grau de dificuldade do curso escolhido. E pode-se presumir que o projeto será tanto mais danoso para uma universidade quanto mais rigorosos forem os seus padrões de ensino e, principalmente, de pesquisa.
A alternativa não é cruzar os braços. A USP, por exemplo, concebeu um bem-sucedido esquema de incentivos. O Inclusp, como é chamado, não apenas concede bônus de até 8% nas notas do vestibular a ex-alunos da rede oficial, como ainda envia "embaixadores" aos colégios para divulgar o programa e incentivar os jovens a fazer o exame. Neste ano, 28% dos candidatos aprovados vieram da escola pública.