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Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

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segunda-feira, 12 de julho de 2010

Brics e emergentes: uma visao menos complacente

TRIBUNA
¿Quién pide cuentas a los emergentes?
VICENTE PALACIO
El País, 03/07/2010

La reciente cumbre del G-20 en Toronto ha venido a confirmar la dificultad del llamado ascenso pacífico de las nuevas potencias. Esta idea, acuñada por los ideólogos chinos, se ha extendido a los otros BRIC, Brasil e India, aunque menos a la vieja Rusia. La bricmanía de Goldman Sachs ha hecho el resto, señalándoles como el destino prioritario para los inversores, los mismos, por cierto, que hoy especulan contra el euro. Pero los poderes emergentes siempre han entrado en la historia como elefantes en cacharrería, y esta vez no es una excepción. Ahora, los países más débiles -y los ambiciosos como Irán- se pegan a sus talones, mirando de reojo a Washington. Y con Europa asoma un conflicto sobre valores civilizatorios en asuntos como la reducción de emisiones de CO2, el libre uso de Internet o la cooperación con regímenes autoritarios.
En realidad, ninguno de los BRIC tiene ya nada de "emergente": tras sostener desde hace una década el despilfarro del Occidente rico, y a pesar de sufrir castigos ocasionales, este sistema viciado les ha proporcionado enormes reservas y ha multiplicado su inversión y su comercio. ¿Qué problema tenemos hoy? Que estos cuatro gigantes económicos aún son, en relación a la gobernanza global, enanos políticos, y hasta, probablemente, un poco gorrones. Agazapados tras el desgaste moral de norteamericanos y europeos, ninguno de ellos quiere pagar la factura que corresponde a su peso, escudándose tras sus enormes retos internos. Se puede comprender la simpatía en favor del grupo como tal: al fin y al cabo, juntos serían capaces de propiciar un cambio de un orden injusto. Pero la cuestión es: ¿un cambio hacia dónde? Con una mayor representación en el FMI o en el Banco Mundial, o con la regulación del sistema financiero, no se pone fin a los males del mundo; tan solo se establece una base más coherente para negociar las políticas, y Toronto nos ha mostrado que lo que falta es precisamente coordinación. Cuando a los BRIC se les mira de cerca y por separado, surgen serias dudas sobre si realmente quieren cambiar las cosas -o sea, el vínculo actual entre ciudadanos y gobernantes, multinacionales y gobiernos, medio ambiente y crecimiento- más de lo que le gustaría a Obama o a la baronesa Ashton.
El déficit de responsabilidad que padece el actual sistema internacional se refleja no solo en la negligencia de los ricos, sino también en el modo en que los BRIC se saltan normas internacionales en cooperación al desarrollo o en impacto medioambiental; en cómo en Naciones Unidas bloquean sanciones contra regímenes que arrollan derechos elementales o en cómo se relacionan con sus vecinos desde Georgia a Pakistán, desde Taiwan a Venezuela.
El mismo doble rasero que mantiene a norteamericanos y europeos sobrerrepresentados en el FMI o el Banco Mundial absuelve el dudoso comportamiento de los cuatro. A pesar del anuncio chino de flexibilidad cambiaria, su infravalorado yuan va a continuar erosionando durante un tiempo la economía global; lo mismo hará el programa nuclear indio con el Tratado de No Proliferación. Pocos se preguntan cuánto gastan los BRIC en misiones de mantenimiento de la paz; tampoco se sabe bien a qué juega Brasil en energía nuclear, ni qué beneficios reportaría al mundo tenerle como miembro permanente del Consejo de Seguridad y con derecho de veto.
Curiosamente, en sus encuentros de Ekaterinburgo y Río de Janeiro, no se vio a los manifestantes denunciar, por ejemplo, el encarcelamiento de activistas en China o Rusia, o la gestión de la biosfera del Amazonas. Hasta ahora, ser miembro de este club ha salido gratis. Sin embargo, la algarada altermundista en las calles de Toronto -antes reservadas al G-8 o al foro de Davos- podría resultar una premonición de lo que les espera a los BRIC en el inmediato futuro: un escrutinio implacable por la sociedad civil globalizada, tal vez incluso represalias. Suele decirse que todo el planeta debería poder votar a las elecciones presidenciales de EE UU; ahora quizá pidamos lo mismo para los demás.
Parece claro que las estrategias para salir de la crisis -ajustes fiscales, impuestos a la banca- no pueden ser las mismas para todos. Sin embargo, resulta preocupante la poca voluntad de los BRIC para someter a estándares internacionales sus desequilibrios económicos, sus carencias sociales, o su gigantesca banca, que figura ya en los puestos de cabeza mundiales.
De nuevo, en Toronto se ha pasado por alto un pequeño detalle: que la especulación a través de los derivados financieros se retroalimentaba con la inversión hacia los mercados emergentes: ¿acaso los BRIC no jugaban en el mismo casino? Lo importante ahora es no incurrir más en las malas prácticas del pasado, y no otorgar cheques en blanco a nadie. Precisamente cuando en EE UU y Europa se avanza hacia una mayor transparencia, ex ricos y ex emergentes deben promover una responsabilidad compartida en lo regional y lo global, al tiempo que se reforman los organismos multilaterales. No hay otro camino para evitar una eclosión multipolar, para poder llegar a resultados en la próxima cita de noviembre en Corea del Sur, y más allá. Lo mejor sería que el club BRIC pase a la historia cuanto antes, y una actitud constructiva en el G-20 sirva de ejemplo para los que vienen detrás: Suráfrica, Turquía, México.

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terça-feira, 6 de abril de 2010

2031) Negociacoes comerciais multilaterais: o papel dos emergentes - Patrick Messerlin

Pessoalmente, considero este artigo bem mais político do que acadêmico, bem mais concessivo aos emergentes do que a realidade recomendaria, um exercício de contorsionismo verbal a serviço de alguma causa politicamente correta. Parece que o autor abandonou sua independência acadêmica em troca de algum posto na OMC...

Caminhando com gigantes
Patrick A. Messerlin
Valor Econômico, 5.04.2010

Na esteira da Cúpula do G-20, em Pittsburgh, no ano passado, autoridades americanas e europeias insistiram em que os membros do G-20 estavam impondo novas responsabilidades. Elas convidaram as autoridades econômicas dos gigantes emergentes a se envolverem mais na concepção de um novo balizamento econômico mundial - sugerindo, implicitamente, que isso não aconteceu até agora.

No entanto, as evidências não sustentam essa visão. Brasil, China, Índia, Coreia e México já vinham desempenhando um papel decisivo em duas grandes áreas: o regime de comércio mundial e a gestão da crise econômica mundial; ainda não há definição no que diz respeito a uma terceira: as mudanças climáticas.

Poucas pessoas parecem perceber a contribuição fundamental das economias emergentes para o sucesso do regime de comércio mundial atual. Durante as últimas três décadas, o surpreendente sucesso da liberalização comercial da China fez muito mais para convencer outros países em desenvolvimento sobre os ganhos com o comércio do que todas as exortações dos países na Organização para Cooperação e Desenvolvimento Econômico (OCDE).

De forma similar, entre os membros da Organização Mundial do Comércio (OMC), a China declarou seu mais profundo engajamento na liberalização de serviços, a Índia tem levantado a questão de maior liberalização dos serviços e o Brasil tem sido decisivo em romper com o protecionismo agrícola americano e europeu. Durante as negociações ministeriais cruciais na OMC em julho de 2008, o Brasil foi o negociador mais proativo. O fracasso nessas negociações falhas são geralmente atribuídos à Índia e aos EUA, mas a maioria dos observadores parece concordar que a responsabilidade dos EUA é maior.

Na administração de crises na esteira do colapso financeiro em 2008, as economias emergentes têm sido tão diligentes e ativas quanto os Estados Unidos e a União Europeia (UE). A deterioração do saldo orçamentário geral da Coreia do Sul, China e Índia foi tão grave quanto nos maiores países membros da UE. Medidas macroeconômicas discriminatórias relacionadas com a crise e adotadas em 2009 por todas as principais economias emergentes, exclusive a Índia e o Brasil, são comparáveis às implementadas nos EUA e em toda a UE.

Por último, porém não menos importante, o núcleo de economias emergentes absteve-se de elevar tarifas, e seus pacotes de estímulo concederam subsídios muito mais limitados aos setores bancário e automobilístico do que pacotes semelhantes nos países da Organização para Cooperação e Desenvolvimento Econômico. Exceção foram as dramáticas medidas de estímulo na China, que, expressas em políticas industriais, serão uma fonte de problemas no futuro.

Quanto às mudanças climáticas, as posições das economias emergentes eram, até meados de 2009, negativas ou defensivas. Mas a Índia fez muito para mudar o ânimo quando tornou-se proativa no debate sobre mudanças climáticas na reta de chegada à mais recente cúpula de dezembro em Copenhague. Pouco antes da reunião, a China anunciou um corte substancial no crescimento, embora não no nível, de suas emissões.

As credenciais de liderança dos países do G-20, tais como Argentina, Indonésia, África do Sul, Rússia, Arábia Saudita, África do Sul e Turquia, têm sido menos convincentes. Esses países têm sido mais hesitantes em questões de comércio, mais ambíguos quanto aos instrumentos que escolheram para administrar a crise e continuam relutantes em lidar com as questões ambientais. Essas atitudes também são paralelas, em larga medida, a seu desempenho econômico menos convincente.

O fato de que o núcleo das economias emergentes têm contribuído substancialmente para a formação do novo quadro econômico mundial não significa que elas não continuem a enfrentar sérios problemas. Em particular, as discrepâncias de renda entre elas e os países ricos põem em perigo seu crescimento e estabilidade política de longo prazo, e ainda poderão prejudicar seu futuro envolvimento no processo do G-20.

Está na moda, hoje, buscar a implementação de normas internacionais mais rigorosas como solução para a maioria dos problemas mundiais, mas essa estratégia não é bem adequada a uma mudança, ora em curso, nas relações econômicas internacionais. A emergência de novas potências mundiais, combinada à diminuição da influência das atuais potências, não é propícia a disciplina mais rigorosa. As potências emergentes do mundo tendem a mostrar-se cada vez mais não inclinadas a aceitar limitações que veem como tutela norte-americana ou europeia. Ao mesmo tempo, ainda estão longe de exercer liderança, poder ou de introduzir, eles mesmos, maior disciplina.

Isso significa que os países da OCDE terão que liderar mediante exemplo. O que, em termos concretos, significa essa abordagem? Primeiro, ao reformar suas próprias estruturas regulamentadoras nacionais deveriam evitar guinadas muito fortes que os distanciem substancialmente de mercados supostamente racionais e os aproximem de governos supostamente racionais. Ao contrário, devem melhorar a qualidade da regulamentação, juntamente com execução e fiscalização. Como a regulamentação é uma forma de concorrência entre governos, um foco em melhor regulamentação parece, cada vez mais, o melhor canal de influência à disposição dos países da OCDE.

Segundo, os países da OCDE devem manter seus mercados abertos, e abrir os que estão fechados - na agricultura (crucial para o crescimento sustentado de economias emergentes, como Argentina, Brasil e Indonésia) ou de serviços (crucial para países como a Índia ou Coreia). Acima de tudo, essas regiões detêm a chave da geração de mais crescimento baseado em mercados internos em todas as economias emergentes. Tudo isso implica apoio muito mais vigoroso dos países da OCDE, especialmente dos EUA, a uma conclusão bem sucedida da rodada Doha da OMC.

Neste ano, a Coreia do Sul - um dos países de melhor desempenho durante a crise mundial - ocupará a presidência do G-20. Apoiar as iniciativas da Coreia do Sul cria excelente oportunidade para os países da OCDE mostrarem que, embora continuem orgulhosos do mundo pós-Segunda Guerra Mundial, agora em desaparecimento, não temem o novo mundo que está emergindo.

Patrick A. Messerlin é professor de Economia da Sciences-Po (Institut d Etudes Politiques), em Paris, e foi conselheiro especial do diretor geral da Organização Mundial do Comércio 1999-2002.