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domingo, 28 de fevereiro de 2021

Fernando Henrique Cardoso: entrevista abrangente a Perfil - Jorge Fontevecchia (Argentina)

 EX PRESIDENTE DE BRASIL

Fernando Henrique Cardoso: "Hay momentos históricos que requieren que se actúe activamente hacia la igualdad"

Pocos políticos en el mundo tienen el orgullo de haber creado una moneda. El Plan Real constituyó un cambio cultural en Brasil y una transformación modernizadora. Hoy, a punto de cumplir los 90 años, expresa su mirada sobre Jair Bolsonaro: lo ve más en un centroderecha aspiracional de ciertos sectores medios que en un populismo. Sostiene que los gobiernos del mundo deben estar atentos a la creciente inequidad. Para él, el desafío es crecer en un contexto de políticos de centro, que sepan comprender las necesidades de las mayorías.

Perfil, 27/02/2021, 09:15

—¿Se puede pensar que el coronavirus es un evento de tal magnitud de nivel global que puede cambiar algo el funcionamiento y la dinámica de la política y la economía mundial?

—Hay mucho que cambiar. A despecho y quizás también en consecuencia de ese proceso de globalización, los países de todo el mundo están englobados en la misma economía, aun los que son de orientación más socialista. Todos están vinculados por el mercado global. Pero la pobreza es distinta en varios países, la situación política también. El desafío es cambiar, crear, desarrollar. Últimamente parece que la sociedad está menos volcada hacia los problemas de los pueblos. Leo el diario, observo las fotos y veo que en muchos países hay una situación tan mala como en muchos lugares de Brasil y de Latinoamérica. Hay mucho que cambiar, mucho que hacer. Ese es el sentido de por qué Nelson Mandela creó ese grupo de Elders para librarnos de asuntos que vayan más allá del interés político particular. Hay muchas otras organizaciones del mundo que se ocupan de mejorar las condiciones de vida. El desafío es grande.

—En un reportaje anterior, en 2017, usted dijo que había un populismo cuyo objetivo era volver al pasado. Se refería a los casos de Estados Unidos y de Francia. ¿Esa definición también cabría para el gobierno de Jair Bolsonaro?

—El autoritarismo es un rasgo. Pero hay libertad de prensa. La gente se va a dormir sin miedo. Cuando había un gobierno que era realmente de derecha o autoritario era distinto, se percibiría el miedo. Eso no existe aquí. En este momento hay niveles de libertad más grandes, no solamente acá sino que en todas partes. Sin embargo, eso no nos deja tranquilos. Aquí en Brasil había un político que se llamó Otavio Mangabeira que solía decir que la democracia es como una planta que debe ser regada todos los días. Hay que cuidar siempre a la democracia, la libertad, la salud de las personas, del pueblo, la educación. Eso nunca se dará de forma automática. Es algo que siempre debe ser preservado. Tenemos libertad. Hay que impedir que los gobiernos se vuelquen solamente a sus intereses de poder. Fui presidente durante muchos años. Los acuerdos no son fáciles, pero creo que el compromiso de las buenas intenciones y mantener las reglas del juego es muy importante. Por suerte para nosotros, en Brasil y en América Latina ya es parte de nuestra cultura. Ojalá no me equivoque. No se pueden decir nunca estas cosas de manera taxativa. No hay que dormirse pensando que las cosas ya están hechas. Son temas que deben cuidarse particularmente.

—Usted también nos dijo en su momento que la Constitución del 88 dibujaba para Brasil un futuro socialdemócrata. ¿Qué quedó de ese proyecto de refundación de Brasil teniendo en cuenta estos años de Bolsonaro?

—Fui partícipe de esta Constitución. Fui uno de los redactores de la Constitución. Formamos el PSDB, Partido de la Socialdemocracia. Fue el final de un proceso de transformaciones para el cual el tiempo pasaba políticamente. ¿Qué significa ser un régimen socialdemócrata? Para empezar, normalmente en la socialdemocracia se convive con las reglas de mercado. Pero no es eso lo que la distingue de otros países, sino la preocupación por los que menos tienen o por los desheredados. En sociedades organizadas, como en Europa, son partidos que presionan al gobierno y cuando llegan al poder tienen una visión más arraigada en los intereses populares. En países como los nuestros hay todavía mucho espacio para la democracia demagógica. Gente que habla pero no hace. Aun así convencen. No caracterizaría el presidente actual de Brasil como un demagogo, no es una persona que habla a las masas, no tiene esa capacidad personal o esa orientación política. No me gusta mucho calificar a los gobiernos, pero de todas maneras me parece el de Jair Bolsonaro es de centroderecha. Mantiene las reglas del juego. La gente se puede expresar, puede hablar, no tiene medio. Pero tiene menos preocupación por el área social, algo sumamente necesario para un país como el nuestro. También cree demasiado en las fuerzas del mercado. Que el mercado por sí mismo es capaz de recuperar la energía acaso perdida. Chile tiene mucha inversión privada, sin embargo, es un país que depende mucho de la conducción económica. Y en ese contexto el ahorro público ocupa un lugar importante. Y es algo que cuidan los gobiernos socialdemócratas. El populismo es para mí más de derecha. En el pasado se lo vinculaba a las izquierdas, porque la base estaba en la inclusión de las personas. Ahora que está en el poder, no se preocupa tanto por la inclusión. Se preocupa más por la orientación económica, que tiene que ver con beneficiar a los que son dueños del poder, quienes tienen el dinero. No creo que se pueda definir de forma igual al populismo en todas partes. Se habla con mucha libertad del tema, sin demasiado rigor. Y no se puede comparar a Getúlio Vargas con João Goulart o con Juan Perón en la región, donde se dio la discusión sobre si realmente algunos de ellos fueron gobiernos autoritarios.

"A Bolsonaro le preocupa más vencer que convencer."

—¿A Lula también lo colocaría dentro del populismo?

—No creo. Lula tiene otra formación, Lula viene de un sindicato. Su partido nació muy vinculado a la clase obrera. Lo conocí cuando era un representante de los trabajadores. Aunque su partido en el poder tuvo elementos comunes con otros, tuvo una característica: su interés por las mayorías. Lo cual no quiere decir que haya tenido una visión socialista. No creo que jamás haya sido su perspectiva. Tampoco lo definiría como populista. Era un partido que aceptaba las reglas de la libertad.

—¿Jair Bolsonaro intentó imitar a Donald Trump en la gestión de la crisis sanitaria?

—Creo que no es el mismo fenómeno. Bolsonaro se erigió en base a una retórica muy anti PT, contra el partido de Lula. En algún momento se agotó un modelo. Bolsonaro se aprovechó de eso para reprogramar en función de los que tienen más plata. No fue enunciado así, pero en el fondo se trató de eso. Organizar el Estado de esa manera, siempre dentro del juego democrático. No es un populista tradicional. No tiene un apego real a las masas. La visión de Bolsonaro corresponde a los intereses de las clases dominantes, pero no es que él pertenezca a esas clases. Es un capitán del ejército que más bien tiene una actitud suburbana. Yo lo siento más bien perdido en el mundo del poder, en ese laberinto. Y no solo habla de modo directo al pueblo. No creo que tenga la misma capacidad de imantación que tuvieron los líderes populistas tradicionales. Es parte de su bagaje personal, aunque está claro que a él le gustaría ser un mito. Cosa que, para su desgracia, no es. Es un hombre más bien sencillo, común, que dice lo que le da la gana con mucha libertad de expresión. Su modo de hablar no tiene mucho que ver con las capas dominantes tradicionales, más bien se parece al de las capas medias en ascensión. Pero no creo que se caracterice por el populismo. El populismo está siempre presente en la región nuestra. Tiene una tradición y un arraigo. Se precisa de alguien que por su capacidad expresiva engañe al pueblo. No creo que sea el caso de Bolsonaro. Es verdad que no tiene una vinculación partidista definida en serio. Nació como un anti PT, dentro de las reglas convencionales.

Jorge Fontevecchia entrevista a Fernando Cardozo-Pablo Cuarterolo 20210204
LULA. "Viene de un sindicato. Su partido nació muy vinculado a la clase obrera. Su partido en el poder tuvo elementos comunes con otros partidos: su interés por las mayorías". FOTO: Pablo Cuarterolo.

—Habló de la capacidad de imantar de los populistas. Néstor Kirchner no tenía ese don. Pero Cristina, sí. Hugo Chávez tenía esa capacidad. ¿Hay algo análogo al flautista de Hamelin en un populista, que con el sonido puede llevar a las masas?

—No solamente eso. Son líderes que no tienen mucho arraigo a las organizaciones partidistas, más bien a la propia. Algunos no tienen partido. Pero Juan Perón sí tuvo partido. Getúlio Vargas tuvo en cierto momento un partido. No tiene que ser solamente eso. Pero la política populista encierra una cierta capacidad de engañar a las masas. Tienen la sensación de que son ellos los portadores del poder y cuando hablan se dirigen directamente a las masas. Bolsonaro no llega a tanto. No creo que se pueda caracterizar como un populista. Hay algo en su persona que le funciona como límite para representar personalmente a las mayorías. Los líderes populistas son capaces de simbolizar. Simbolizan a la patria a través de sí mismos. Son como banderas. No es el caso. Aquí estamos frente a un político más tradicional. El populista siente que representa a la masa, en contra de los partidos existentes. No hay una lucha del presidente contra el sistema de partidos. Hay un respeto por el esquema tradicional.

—Las recientes elecciones de medio término dieron malos resultados tanto a Bolsonaro como al PT. ¿Qué indica de cara a 2022, cuando habrá elección presidencial?

—En Brasil la gente se orienta más por personas que por partidos. Alguien tiene que simbolizar, lo que no significa que los partidos no tienen peso. Uno de los problemas de la democracia brasileña es que los partidos dan la impresión de que son débiles. En general lo son, pero son importantes para la campaña electoral y son muy importantes en el Congreso. El presidente tiene una base partidista en el Congreso y simultáneamente reclama la representación del pueblo. Busca ese contacto directo sin la participación de los agentes tradicionales. Bolsonaro instintivamente busca apoyo. En este momento hizo una gran alianza en el Congreso con las fuerzas que existen allí. Hay de todo, pero hay fuerzas que quieren saquear. Hay algo en la organización que lleva a que quien ocupe el gobierno no busque otra cosa que no sea beneficiarse con el poder. Bolsonaro parecería tener una visión de otra naturaleza. Yo no lo conozco siquiera, pero su modo de actuar es el de una persona de las clases medias que quiere el bien de su pueblo y no sabe cómo lograrlo. Es mucho más una falta de adaptación de su persona a la situación política de Brasil. Está acostumbrado a liderar, pero lo hace dando órdenes a los sargentos o a los soldados. No es un hombre acostumbrado a convencer. Etimológicamente, convencer es vencer juntos. Es un político tradicional que no se percata de la importancia de los partidos tradicionales del juego democracia. Sí sabe la importancia de los medios de comunicación. Los utiliza. Habla con los periodistas. Es un sistema que usa para expresar sus ideas. No tiene el estilo de los populistas de derecha de Europa, que sí tienen la capacidad de convencer. Y de esa manera atraen. Bolsonaro no actúa así. Cuando yo tenía un problema, tomaba el teléfono y hablaba con mis colegas, con otros políticos de la región. Y de afuera también. Yo no veo que él tenga esa intimidad con el poder de los demás países. Lo que tenía por Trump era una admiración un poco ingenua. Los países tienen intereses. Puede haber vínculos personales, pero a sabiendas de que los países tienen intereses. Bolsonaro actuaba como un fan de Trump. Pero no se daba cuenta de que es el presidente de los Estados Unidos y defendía los intereses de ese país. Da la sensación de que a Bolsonaro le gustaría más tratar con personas del estilo de Donald Trump que del de Joe Biden. En mis tiempos de presidente yo me llevaba bien con Bill Clinton. Conocí a los Bush, al padre y al hijo, a quienes respetaba porque eran presidentes. Pero no me sentía tan a gusto con ellos como con Clinton, porque mi inclinación quizás sea más para los demócratas que para los republicanos. Cuando uno es presidente, el interés es el de país. Lo mismo me pasó con Argentina. Tuve una buena relación con Carlos Menem, con Raúl Alfonsín y con otros muchos. Sabíamos que cuando nos sentábamos a una mesa a conversar lo hacíamos con unos objetivos. Ojalá nos pudiéramos poner de acuerdo, tener coincidencias. Por suerte tenemos más coincidencias que conflictos. Lo mismo con otros países de la región. Pero no es necesariamente lo que sucede en las relaciones internacionales. Uno sabe que representa unos intereses.

"El centro político tiene que estar atento a las necesidades de las mayorías."

—En la Argentina se habla mucho del lawfare. En Brasil también se habló en algunos círculos del PT a partir de la condena que impidió que Lula fuera candidato a presidente. ¿Cuál es su propia visión del lawfare, del Lava Jato, de la acción de Sergio Moro?

—No tengo relación personal con Lula. Lo conocí cuando era un líder obrero en San Pablo. Pero nunca tuve cercanía política con él, nunca, ni con el PT. Muchos amigos míos se fueron al PT, pero no fue mi decisión. En mi caso fue lo contrario. Pero en general la Justicia se basa en hechos. Es muy poco probable que se condene a alguien sin que exista algo que lleve a tal condenación. No quiero avanzar en cómo fueron los hechos, porque respeto a sus partidarios, a quienes les gustaría cancelar el pasado pensando que Lula no hizo nada. No creo que sea así. No me gusta su condición actual. Lo conocí como un hombre libre, como un presidente. Preferiría que la situación sea otra. Pero no creo que la Justicia haya actuado en su contra. Ojalá estuviera engañado, pero creo que la Justicia actuó en base a elementos. El sistema de Justicia en Brasil es bastante abierto. Es posible apelar en varios tribunales. Todavía hay decisiones de la Corte que pueden afectar al proceso contra Lula. Seguramente él se apoye en esto para avanzar. No tengo ningún placer personal en que alguien que se dedicó a la política vaya preso. Pero cuando se transgrede la ley no queda otra alternativa.

—¿Fue justo el impeachment a Dilma Rousseff?

—El impeachment es algo que está en la Constitución. Nunca fui partidario del impeachment. Voy a dar otro ejemplo. El presidente era Fernando Collor de Mello, yo no era senador entonces. Un impeachment implica un trauma para el país. Consiste en sacar a alguien que fue elegido por el pueblo y nombrar al vicepresidente, que también fue elegido, pero del que el pueblo tiene un conocimiento menor. La gente no se percata al votar a un vicepresidente de que eventualmente puede ser presidente. Pero cuando se hace el juicio en el Congreso, es preciso tener una cierta base, un elemento constitucional para argumentar. Con Dilma me da mucha lástima, porque no tengo nada personal contra ella, pero el Congreso se convenció con razones efectivas. También es cierto que actuaron fuerzas reaccionarias, de derecha, para ir en contra de alguien que tiene una posición distinta. Pero hay hechos. Cuando se llega a una decisión tan rotunda tomada por el Congreso, no es que se actúa de acuerdo a un rumor, o a un deseo. Evidentemente hay cosas que están fuera de la ley. En muy difícil que en la dinámica del Congreso se forme una mayoría con el único fin de cambiar a quien está en el poder. Si fuera posible evitar el impeachment es mejor. Porque eso deja una marca fuerte en la población. La gente queda con una marca. Habitualmente los presidentes cometen errores.

Jorge Fontevecchia entrevista a Fernando Cardozo-Pablo Cuarterolo 20210204
BOLSONARO. "Es un hombre más bien sencillo, común. Su modo de hablar no tiene mucho que ver con las capas dominantes tradicionales. Se parece al de las capas medias en ascensión". FOTO: Pablo Cuarterolo.

—¿El cambio tanto de presidente del Senado como de Diputados aleja la posibilidad de un impeachment sobre Jair Bolsonaro?

—No voté por Bolsonaro. Todo el mundo lo sabe. Pero no creo que haya razones objetivas para un impeachment. Sí hay un sentimiento que se agudiza en la población y se genera una pérdida de condiciones objetivas para gobernar. Sé que hay movimientos que van hacia un impeachment. Pero, como le dije al comienzo, creo que es un camino arriesgado. Deja marcas fuertes. Si las dejó en el caso de Dilma, también podría suceder aquí. No veo de qué manera se puede decir que objetivamente Bolsonaro está incapacitado para regir su poder.

"En Brasil la gente se orienta más por personas que por partidos."

—¿Cómo evalúa usted la economía del ministro Paulo Guedes. En la Argentina se lo ve como el último Chicago Boy.

—No discrepo con cómo se lo ve en la Argentina. Es una persona que tiene una cierta obsesión por los mercados, que no creo que sea justificable en el caso brasileño. Está claro que existe el mercado, que la economía es de mercado. Pero también están las personas que entran en el mercado. Son sectores muy influenciados por lo que hace el gobierno, por las acciones concretas. Creo que los Chicago Boys no son realistas. Defienden de tal modo la economía de mercado que los transforma en víctimas de sí mismos. La realidad impone otro tipo de actividades. Nuestro ministro de Hacienda me parece una persona poco preparada políticamente, que cree demasiado en sus axiomas, en sus dogmas. Gobernar un país como el nuestro requiere un poco más de sensibilidad hacia la gente, hacia el pueblo. No basta con mirar el mercado. Es obvio que no se lo puede perder de vista. Fui ministro de Finanzas en una época de inflación. Y en un contexto así hay que mirar el gasto para controlarla. El futuro no depende solo del mercado. También se debe a la integración del pueblo en un sentimiento. Pero no lo conozco. Me baso en lo que veo y en lo que fui escuchando.

—En el reportaje de 2017 Mauricio Macri era presidente en la Argentina. Usted me decía que le parecía importante priorizar la inversión sobre el consumo. ¿A qué atribuye el fracaso de su gestión económica? ¿Guarda algún vínculo con lo que decía sobre Paulo Guedes?

—Fue una familia de problemas. Me da mucha pena lo que pasó en la Argentina, porque me considero un argentinófilo. Es algo que sabe mucha gente. Creo esencial que exista una relación con Argentina. Y que el progreso de Argentina es importante para nosotros. Creo que algunos presidentes argentinos no se dieron cuenta de que se requiere que no haya una actitud únicamente hiperconectada a los mercados. Conozco bien a Macri. Y creo que se dejó llevar por una óptica más parecida a la que se da aquí. Es cierto que hay que estar atentos a los procesos que se producen en el mundo. Pero en el contexto de una recesión, la Nación también debe estar presente. Como ministro y presidente respeté las necesidades del mercado. Pero hay momentos que requieren otro tipo de acciones. Estar atentos a lo que la gente requiere con un cierto equilibrio. No se trata de ser solo economicistas. Sé que las reglas económicas son importantes, dediqué mucho tiempo a estudiarlas. Pero también sé que lo más importante de todo es la vida. Cuando se actúa en política con una idea preconcebida sobre las cosas, no funciona.

—Usted escribió: “No habrá democracia si sigue existiendo la desigualdad. Hay que establecer consensos. Los países deben crecer para distribuir mejor. Confío en la energía de las nuevas generaciones para ir por ese camino. Ellos tienen un horizonte. Deben luchar por terminar con la pobreza y la desigualdad”. ¿Con el coronavirus se agotó el ciclo del neoliberalismo y el crecimiento del futuro va a tener que contemplar estrategias igualadoras?

—La crisis actual del coronavirus desnuda la realidad. Vivo en un barrio de clase media alta de San Pablo. Hay unas escaleras. Miro desde mi ventana y veo que hay una persona que vive allí. Y si usted va hacia el centro de San Pablo verá que hay más personas que se encuentran en esa situación. Eso no está bien. No es un buen augurio para el futuro del país. El país va mejor cuando la gente encuentra trabajo. Aquí hay un 14% de la población sin empleo. Sé que la economía capitalista es cíclica. Y en un momento negativo hay que cuidar de la gente. La economía no sale a flote sola, sin ayudas. Por suerte, tenemos empresarios que ponen sus ahorros y toman crédito para que vayan al sector productivo. Eso es fundamental. Pero en un contexto de desigualdad todo queda muy pequeño. Aquí se disminuyó la desigualdad. Si uno mira el pasado, con la esclavitud que hubo en Brasil, el contexto era de una desigualdad brutal. En la época de mis bisabuelos había esclavitud. Es algo que se desarrolló durante muchos años. Creo que se llegó a una situación en la que se acepta la desigualdad como algo natural. Es algo que a la larga perjudica. Si uno va a los Estados Unidos o a Europa, son capitalismos, con niveles de desigualdad, sí, pero no tienen los niveles de pobreza que tenemos aquí. Esta pobreza es un peso muerto que impide un crecimiento más igualitario. Si uno va a Buenos Aires, hay menos pobreza que aquí. Aquí la pobreza pesa. Y pesa mucho. Por eso, no basta mirar solo a los mercados. Hay que mirar también la realidad de las personas. Hay que hacer políticas activas al respecto. No solo se trata de enfatizar en la educación, que sin dudas es muy importante. También hay que generar políticas de estímulo a la creación de empleo. Los gobiernos a veces las llevan adelante con cierta vergüenza, porque sus ministros tienen la teoría de que no debe ser así. Hay momentos que requieren que se actúe activamente hacia la igualdad. La igualdad no brota por sí misma, no es una flor de la naturaleza. Hay que trabajar mucho hacia una sociedad más igualitaria. Sin eso no se va más hacia adelante.

"La gente no se percata al votar a un vicepresidente de que eventualmente puede ser presidente."

—Pocos presidentes tienen el honor de haber inventado una de las diez monedas más importantes del planeta, como usted con el real. ¿Cómo será la recuperación económica del mundo después del coronavirus? ¿Una famosa V, una U, una L?

—Mi trabajo, aun cuando se desarrolló en el ámbito académico, fue siempre con un sesgo hacia el realismo. Anhelaría que la recuperación sea en forma de V, pero es poco probable. Probablemente se trate de una U. En la situación en la que estamos, no se pasa a la prosperidad así nomás. Se necesitan esfuerzos. No solo de los empresarios. También es clave la acción gubernamental. Los políticos tienen mucha dificultad para comprender su rol en situaciones como esta. Piensan que todo se puede resolver con cuestiones ideológicas. Y no es así. Se precisa tener un cierto conocimiento de la realidad. Como nadie tiene todo el conocimiento, es necesario formar equipos. Menciona al Plan Real. Era una situación particularmente compleja. Y lo que decidí fue llamar a los que sabían. No tuve miedo de convocar a los conocedores. El Plan Real no es una obra mía, sino de un equipo. Y siempre subrayé que era así. Que éramos muchos. Mi tarea en ese contexto fue la de explicar. Tanto al Congreso como al mismo gobierno y al pueblo; la tarea fue explicar qué era lo que se debía hacer. Estamos en una situación comparable a la del pasado. No hay inflación ahora. Pero sí hay mucho desempleo. Hay que buscar entonces a personas que sean competentes y juntarlas

—¿Sería necesario algo tan grande como un Plan Real que cambió la inflación, un nuevo plan antidesempleo?

—Sería importante un plan de recuperación del crecimiento, de más capitalización en el país y de mayor empleo. Y ese es un problema complicado porque estamos frente a un cambio tecnológico muy fuerte. En países como Brasil, con mucha población, será muy complejo ofrecer empleo para tanta gente. Una opción es la agricultura. La agricultura brasileña, como la Argentina, vende bien. China es uno de los mercados. El problema es el sector industrial. La tecnología. Ahí costará tener una recuperación. Es un problema llegar a mejores niveles de creatividad. Se necesita el esfuerzo de la universidad. Se necesita un plan intensivo que no solo se plantee la recuperación de la economía, sino que ofrezca oportunidades de trabajo a la gente. Y que nos lleve a una situación de menos desigualdad.

"Pese a que la economía es global, hay mucho por hacer en materia de pobreza."

—Usted fue en el siglo XX uno de los principales intelectuales que vieron la teoría de la dependencia latinoamericana, junto al argentino Raúl Prebisch. Tanto en Brasil como en Argentina hay una reprimarización de las exportaciones sobre materias primas. ¿Hoy usted pensaría distinto respecto de la importancia que tiene la producción de materias primas en relación con lo industrial?

—Trabajé con Prebisch. ¿Qué hizo? Se fue a Europa para acelerar el concepto de integración comercial. Era necesario para Argentina. También para otros países, como el nuestro. Prebisch sabía que había mucha desigualdad en el intercambio y luchaba para que hubiera una situación más favorable. Hoy cambió la situación. Brasil era un país mucho menos industrializado de lo que es hoy. Tuvo mucho menos competencia específica. Hemos progresado. No tanto como ciertos países de Asia, Europa o Estados Unidos. Sin embargo, creo que llegó el momento de organizar un poco más nuestro sistema de vida. La exportación de mercancías primarias es importante. También para Argentina, que tiene productos como el trigo, además del ganado vacuno. Hay compradores como China, una gran importadora, como los Estados Unidos o Europa mismo. No es necesario destruir esa base de riqueza. Pero es necesario comprender que no resulta suficiente, que no basta para dar empleo a la gente. Para eso se necesita el sector terciario: la salud pública, la educación. Eso es lo que produce empleo. Hay que mirarlo en simultáneo con el intercambio, con el comercio. Es muy importante no perderlo de vista. Hoy en día está todo muy integrado. En la época de Perón, por ejemplo, el ideal era que todo lo que se consumiera en Argentina fuera producido en el país. Pero ahora no es más así. Se requieren políticas que comprendan cómo es la situación del mundo. Que se entienda cómo es la realidad que enfrentamos. Si no, le quitaremos oportunidades a mucha gente. No soy pesimista. Estoy por cumplir 90 años. Vi muchos cambios en la región, muy profundos. El cambio depende de contagiar el entusiasmo. Hubo un presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, que llegó con ideas completamente nuevas. Como traer la industria automotriz al país, hacer barcos en Brasil, la creación de Brasilia. Era un sueño, sin dudas. Pero fue un sueño que motivó a las personas. Era un sueño con los pies en la tierra, tenía una base, pero consiguieron motivar. Tener propuestas es lo que hace que los pueblos se lancen a la aventura. El mundo no es el de mi época. Está mucho más globalizado e integrado. Entonces, Brasil y Argentina tienen que sacar ventaja. Ventaja de lo que necesitan Estados Unidos, China y Europa, por hablar de los más visibles. También debemos de trabajar en conjunto con ese mundo. No hay otro modo que no sea la integración mundial. Sabiendo que se necesita sumar a todo eso una dosis importantes de políticas sociales, políticas públicas. Tanto el Estado como el mercado son palancas importantes. Se necesita de ambas.

Jorge Fontevecchia entrevista a Fernando Cardozo-Pablo Cuarterolo 20210204
LAWFARE. "En general, la Justicia se basa en hechos. Es muy poco probable que se condene a alguien sin que exista algo que lleve a tal condenación". FOTO: Pablo Cuarterolo.

—¿China ocupará en la pospandemia un rol de hegemonía mundial? Y si es así, ¿cómo incidirá en la economía de nuestra región?

 —No sé si eso va a pasar. Depende de cómo reaccione Estados Unidos ante eso. No hay que menospreciar la fuerza que tiene Estados Unidos. Ni la de Alemania o Francia. Creo que el desarrollo de China es beneficioso para los países que están en crecimiento. Nos brinda una oportunidad. Para nosotros es necesario convivir con todos ellos. Convivir significa que haya paz, pero también, y esencialmente, que haya intercambio económico. El gobierno actual comenzó con mucho entusiasmo con Estados Unidos, pero las vacunas que utiliza son las Sinovac, que vienen de China. Algunos quisieron instaurar el temor porque son chinas. Y no es así. Hoy China es parte de la dinámica de este mundo que se integró. Si podemos sacarles ventajas a las situaciones, para nosotros debe resultar beneficioso. Tampoco hay que olvidar que Brasil tiene mucha relación con África. Y África puede ser un consumidor importante para nosotros. Hay mucha cercanía con América del Sur. Lo mismo sucede con Oriente Medio. Pensar qué pasa con Siria, con el Líbano. También Japón. Vivimos en un mundo multirracial. No hacer como Trump, que se cerró a los inmigrantes mexicanos. Se trata de pensar que todos estamos integrados.

—Usted fue el fundador en Brasil del Partido Socialdemócrata Brasileño, el PSDB. En la Argentina el presidente Alberto Fernández dijo que era socialdemócrata. ¿Qué significa ser socialdemócrata en el siglo XXI?

—Fui fundador de ese partido. Y aún soy miembro. Los partidos perdieron la fuerza del pasado. No sé si será igual en la Argentina, pero aquí es así. Se perdió el vínculo con la gente. La política parecería ser hoy un asunto de los que mandan. Se dio un movimiento en el mundo, por el que conceptos como el de derecha e izquierda perdieron la fuerza que tuvieron. Todo se volvió hacia el centro. Pero también el centro requiere una reformulación. No puede ser un centro sin vida, un centro neutral. Eso no existe. Tiene que ser un centro atento a las necesidades de las mayorías, de lo que necesita el pueblo. Creo que eso es hoy la socialdemocracia. Hay muchos que se definen como socialdemócratas. Era un concepto con mayor sentido en el pasado: estaban los comunistas, los socialistas, los socialdemócratas y los liberales. Ahora hay muchas más fusiones entre esos pensamientos. Yo creo que debe primar un sentido práctico de las cosas, sin dejar de tener cada uno su ideología y sus creencias. Creo en la libertad, en la democracia. Creo que los gobiernos deben tener una mirada en favor de las mayorías. Pero no estoy muy seguro de si eso realmente se llama socialdemocracia.

"Mi inclinación quizás sea más para los demócratas que para los republicanos."

—¿El peronismo es ese centro con preocupación en lo social?

—Creo que el peronismo se caracterizó por una mala manipulación de las masas, acompañada por un alto nivel de persecuciones internas. Era otra época. En cierto momento había un nivel de fascismo que penetraba también en ciertos sectores del peronismo. También hubo altas dosis de populismo, cierta entrada de la socialdemocracia peronista. Era todo más mezclado y con altas dosis de conflictividad. Había muchos conflictos. No creo tampoco que se pueda hablar de socialdemocracia. Creo que el peronismo fue cambiando. Decir que uno es peronista es tener la misma vocación que tuvo Perón, que fue integradora, a su manera, de las personas que llegaban del campo a la ciudad. Eso fue importante. Y tan real como que persiguió a mucha gente.

—¿Qué opinión tiene de cuando conoció a Cristina y a Néstor Kirchner, y a Alberto Fernández?

—Conocí a Cristina. Conmigo siempre fue muy amable. Estuvo en San Pablo. Pero nunca tuve admiración por ella como líder. También conocí a Mauricio Macri, pero no me acuerdo de haber estado con Alberto Fernández. Argentina es un país más fácil de gobernar que Brasil, quizás ustedes no se den cuenta de ello. Argentina tiene mucha riqueza. Buenos Aires es un reflejo de esa situación. Es algo que viene desde el siglo XIX y es parte de una identidad. Soy partidario de una integración de toda la región sudamericana. Conocí a Hugo Chávez. Era un hombre muy difícil. Pero negocié con él porque era un vecino nuestro. En política no se puede cerrar la nariz. El problema de nuestra región no es que llegue la peste y que la traiga el de al lado. El problema es la falta de crecimiento, la desigualdad. Esos son los problemas.

 

Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.


quarta-feira, 20 de março de 2019

A politica externa brasileira em debate: Ricupero, FHC e Araujo - Comentarios dos leitores

Esta minha assemblagem de textos, e convite a um debate, recebeu muitos comentários dos leitores interessados e que gentilmente acederam à minha proposta para justamente ler e enviar suas observações a cada um deles, ou sobre a política externa brasileira em geral:


3422. “A política externa brasileira em debate: Ricupero, FHC e Araújo”, Brasília, 4 março 2019, 18 p. Introdução, em 2 p., à transcrição de três textos relativos à política externa do governo Bolsonaro, de Rubens Ricupero (25/02/2019), de Fernando Henrique Cardoso (03/03/2019), e do chanceler Ernesto Araújo (3/03/2019). Postado no blog Diplomatizzando (4/03/2019; link: https://diplomatizzando.blogspot.com/2019/03/a-politica-externa-brasileira-em-debate.html); disponibilizado na plataforma Academia.edu (link: https://www.academia.edu/s/70710c9869/a-politica-externa-brasileira-em-debate-ricupero-fhc-e-araujo). Novamente disponibilizado através do blog Diplomatizzando (10/03/2019; link: https://diplomatizzando.blogspot.com/2019/03/ricupero-fhc-e-ernesto-araujo-em-debate.html).

Seria muita pretensão minha dizer que foi essa assemblagem, e sua postagem na madrugada do dia 4 de março que provocou minha "exoneração imediata" no mesmo dia, aliás às 8hs da manhã da Segunda-feira de Carnaval. Acredito que tenha sido por outra coisa: por exemplo, o fato de eu ter chamado o "sofista da Virgínia" de "debiloide", pois tal me pareceu seu comentário totalmente destrambelhado sobre uma suposta correlação entre o aumento de comércio do Brasil com a China e uma inexistente "decadência moral, social e política" do Brasil. Se isso não é debilidade mental, é sinal de coisa ainda mais grave...

Reproduzo aqui abaixo os comentários recebidos até esta data.

Muito grato a todas as pessoas, especialmente ao Rodrigo Luna e Bruna Torlan, que enviaram suas observações e comentários em resposta à minha demanda de debate em torno de três textos suscetíveis de serem objeto de análise e posicionamentos. O debate continua. Se me permitem vou colocar estes comentários à disposição de todos os interessados.
Paulo Roberto de Almeida
Brasília, 20 de março de 2019

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Cara Bruna Torlay, muito obrigado pelo convite à discussão. A minha crítica é quanto ao tamanho do comprometimento de nossa capacidade de leitura. Arrisco assumir que nossa capacidade de ler já está comprometida, restando saber o tamanho desse comprometimento e o alcance de suas consequências. Posso apontar diversos exemplos meramente ilustrativos. O primeiro deles é quanto aos protestos de alguns dos nossos colegas, aqui neste ambiente virtual de discussão, pela ausência de fontes dos dados e sustentação dos números que o Ricupero apresenta. Ora, a ausência dessas fontes não compromete o argumento em nenhum aspecto. Primeiro porque o texto representa um ensaio exploratório, propedêutico. Se ele fosse destinado a produzir resultados no mundo real, como a implementação de alguma ação política, aí sim talvez coubesse uma análise precisa e minuciosa dos números. Segundo porque, a menos que os números apresentados sejam completamente equivocados, uma variação maior ou menor não invalida a tese de que as ações da PEB foram precipitadas e inconsequentes por não considerar as relações já estabelecidas com os antigos parceiros do Brasil, haja vista que houve constrangedor, porém, responsável recuo do MRE em ações apontadas no texto. Um outro exemplo de leitura precipitada foi a do embaixador Paulo Roberto de Almeida que, não obstante o leitor experiente que é, ao constatar uma mudança de “regime”, não identificou a tempo “o que” estava mudando entre a situação antiga e a nova, e incautamente publicou esta discussão que, desagradando aos círculos mais altos do atual Itamaraty, acabou por apressar a sua destituição do auspicioso IPRI. Entendeu haver uma abertura para o pensamento crítico que, na realidade, não há. Não estou afirmando que houve essa abertura nos governos anteriores, mas estou afirmando que até o presente momento não há indício algum desse tipo de permissividade no atual. Foi nesse sentido que falei do “Espírito de nosso tempo”, uma referência ao “Zeitgeist” vigente. Retomando Ricupero, sua defesa central é a de que a tradição do Itamaraty procura, estrategicamente, ler bem o Brasil e o mundo afim de pensar nossa inserção, e que até o presente momento a chancelaria não demostra essa clareza de leitura, pelo menos até onde se pode enxergar neste inicio de governo conturbado. Se há contestações a serem feitas deveriam ser a estas ideias centrais, e não a números ou acessórios quaisquer. Ora, cuidando que esta discussão se dá entre acadêmicos, embaixadores e pessoas intelectualizadas, como não questionar a nossa própria capacidade de leitura? Como não trazer esta realidade a uma autoanálise crítica? Estará a nossa “noosfera” comprometida ou trata-se de problema anterior a ela? A minha hipótese é a da “peneira”. Explico. A palavra “crítica” é uma palavra importada da “cozinha”. Etimologicamente “criticar” não é tão diferente de “catar feijões”. Qualquer cozinheiro que não cata, mas aceita todos os feijões, não serve. Da mesma forma, aquele cozinheiro para quem nenhum feijão está bom também não fez uma boa crítica. A virtude de uma crítica é separar os feijões bons dos ruins e aproveitar os bons. É isso que caracteriza uma boa crítica. Sempre desconfio das pessoas que condenam tudo dos concorrentes e oferecem sua visão de mundo como a virtualmente perfeita. O que houve de bom e de ruim nos governos anteriores? O que pode ser aproveitado e o que deve ser esquecido? E qual o tamanho da peneira? Se o ato de criticar é o “catar feijão”, a decisão de quais passam e quais são reprovados se manifesta pelo uso da “peneira”, que aqui podemos chamar de “critérios”. Quais os critérios para a nova chancelaria assumir as ações que vem assumindo? Era esse o nível de discussão que, confesso, esperava encontrar. Mas nossa capacidade de leitura está impregnada de emoção. O chanceler faz críticas ao racionalismo de Ricupero e FHC em defesa de sua verve sentimentalista e pragmática ao extremo. Esta mesma atmosfera circunda os mais ardentes defensores do novo governo, bem como seus opositores. Uma atmosfera que parece alterar as percepções. Há tendência mais àquilo que é adjetivo do que àquilo que é substantivo em uma discussão. Há abuso de adjetivações, sejam elogiosas ou não, replicando um ambiente que se pretende acadêmico mais como “Areópago” que como “Ágora”. O nosso critério tem sido a pele, e por esta razão me contraponho à sua afirmação de que “Entendo esta mentalidade como o zelo por estabilidade política, a qual se fundamenta na consolidação de valores morais, muito mais que na preservação das condições para geração e circulação de riqueza (material e imaterial)”. A experiência mostra que há mais tolerância quando há “conforto para o corpo”, apesar de divergências morais. Um exemplo disso é a própria Venezuela Chavista, que teve um Chavez por 16 anos no poder com relativa tranquilidade, enquanto o petróleo foi lucrativo àquele país. Outro exemplo é o Canadá, onde o aborto é legalizado, a maconha para fins recreativos acaba de o ser, e ainda assim os governos são de maneira geral estáveis e comunidades muçulmanas conservadoras coexistem com homossexuais, com cristãos, com asiáticos, num dos países com os menores índices de violência e mais alta qualidade de vida do planeta. Criticar, separar os feijões que as vicissitudes da democracia depositam em Brasília e aproveitar os grãos perfeitos me parece, também, uma função de um Itamaraty que serve a todos os “Brasis” e não apenas a determinado Brasil. Esse tipo de “leitura crítica” que vem sendo praticada ultimamente pode ser útil para eleições, mas alguém tem que lembrar de que nosso anseio maior é por cidadania. Espero ter sido mais claro dessa vez e, por favor, não hesite em me contatar para este ou quaisquer outros tópicos. Aprecio sempre uma boa conversa.
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Rodrigo: muito obrigada pelo esclarecimento. Entendi perfeitamente seu comentário e penso que você está coberto de razão ao apontar o comprometimento de nossa capacidade de leitura. A exoneração de PRA me causou um grande choque e tendo a interpretá-la como fruto de um contexto onde o livre debate de ideias não é exatamente bem-vindo. Acompanho conservadores (que julgo) esclarecidos. Para essas pessoas, limitar o poder do governo e descentralizar as esferas de decisão seriam os pilares da estabilidade. Não se trata, portanto, de pensamento tinto em emoções, como de fato ocorre na vertente que eu indiquei em meu comentário -- modo como pensa e se exprime o chanceler, sempre em nome de um compromisso (digno, para mim) com a base de apoio ao governo, cuja leitura do mundo se deixa (infelizmente) determinar pelo antagonismo "amigo/inimigo" propagado por Olavo de Carvalho. Minhas restrições a essa forma de pensamento, minha aversão a absorvê-la é conhecer sua fonte, o jurista e o contexto que lhe deram forma. Me pergunto onde estavam os intelectuais influentes quando os governos anteriores a este difundiram o antagonismo defendido por C. Shmitt, impregnando dele o debate público e o espírito das redes sociais... O Canadá, vale a pena recordar, é um país de Constituição liberal. Daí a possibilidade de tolerância. Esse modelo não só propicia as condições para um livre-mercado (gerando, indiretamente, elevado grau de conforto material). Antes de mais nada, o modelo é a garantia máxima da liberdade de pensamento, que se traduz em liberdade do ponto de vista moral. O que eu defendo, Rodrigo, é que este sentimento de que o Estado nada tem a ver com os valores pelos quais nos conduzimos privadamente, este sentimento é também ele um pilar fundamental para a estabilidade política. Nós não temos uma Constituição liberal. O Estado brasileiro está associado ao Governo e ambos tudo podem por meio de emendas constitucionais estabelecidas de cima para baixo. Sem que essa estrutura política seja alterada, não vejo possibilidade de estabilidade no horizonte. Você mencionou os anos de paz na Venezuela chavista. Mas será que 16 anos de paz significam uma estabilidade salutar? Educação, por exemplo, é um problema que se vence em pelo menos três gerações. Uma geração e meia de estabilidade é grande coisa para se construir uma sociedade rica do ponto de vista material E espiritual? Sem essa dupla riqueza, será possível a conquista progressiva da tolerância, cujo fruto mais depurado seria superar todos os vícios que comprometem a capacidade interpretativa tanto de intelectuais como da sociedade civil mais abrangente? Em suma, penso que nem tempo e serenidade individual podem nos ajudar a superar o problema que você corretamente apontou, sem o estabelecimento de uma estrutura política reamente favorável ao desenvolvimento dos valores democráticos. Enquanto não tivermos uma Constituição liberal, não vejo saída desse beco de estupidez que é o antagonismo a la Schmitt. É nesse sentido que julgo a defesa das relações comerciais produtivas insuficiente, e compreendo a vontade do chanceler em mudar de rumo. Que ele perca de vista os elementos que Ricupero traz à tona é certamente um erro. Sobre isso, fato é que ele simplesmente não se explicou. Evitou o assunto ao privilegiar o tema quente Venezuela, que obviamente toca os corações, mantendo-nos no plano das emoções... e do antagonismo. Simpatizo com o chanceler por notar seu compromisso com as expectativas da população. Mas bom mesmo para os conservadores, num momento de transição como este, seria mais Tocqueville e menos De Maistre; mais Luiz Phillipe de Orléans e Bragança e menos (se me permitem dizê-lo os seguidores apaixonados) Olavo de Carvalho. Pode ser que o chanceler desperte. Pode ser que fique para uma próxima... Por ora, resta-nos paciência, compreensão e mais estudo. Seguir trabalhando em prol de um ambiente político propício aps valores democráticos, ambiente no qual uma pessoa do quilate de PRA jamais seria exonerado por demonstrar as razões de sua dissensão com o chefe da vez.
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Achei excelente o texto de Ricupero. Quanto ao FHC, apenas uma repetição... além, é claro, de seu posicionamento de oposição ao governo. Espero que os militares que compõem a base sensata de apoio a Bolsonaro, consigam manter as coisas equilibradas.
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Parece que mesmo um leitor aparentemente perspicaz como o Paulo Roberto de Almeida não está livre de figurar entre os leitores incautos, haja vista sua destituição do IPRI. Receber críticas requer de qualquer sujeito ou entidade uma maturidade cada vez mais rara no ectoplasma do Espírito de nosso tempo. Almeida é vítima de mais uma leitura turva da realidade do atual governo e, quiçá, do mundo, ilustrando o argumento do Ricupero.
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Rodrigo: eu gostaria que você aprofundasse sua observação. Eu tendo a julgar o discurso do chanceler bem específico: versa unicamente a crise na Venezuela, deixando de lado o cerne da crítica de Ricupero, a saber, se é cabível externar ideários à medida que tal atitude pode refletir negativamente na balança comercial de um país. Embora eu compreenda a ideia geral de sua réplica, ele não entrelaçou à sua defesa do rompimento com o consenso da inação os eventuais preços que teríamos de pagar nesse processo. Não seria importante enfrentar o assunto? Interpreto a crítica de Ricupero ao chanceler como uma resposta tipicamente liberal a uma mentalidade política conservadora. Entendo esta mentalidade como o zelo por estabilidade política, a qual se fundamenta na consolidação de valores morais, muito mais que na preservação das condições para geração e circulação de riqueza (material e imaterial). Para o chanceler, mover-se tendo por premissa o bom funcionamento do mercado seria insuficiente, o que restou da Venezuela sendo disso o maior testemunho. Para Ricupero, a desatenção atual em cultivar atitudes que mirem preservar os interesses comerciais do Brasil indicaria uma visão estreita de políticas exteriores, cuja tradição é sólida e não necessariamente marcada pela inação. Breve, o debate me parece circular, além de nascer de uma dissensão inconciliável. 1-Eu gostaria de entender melhor o seu comentário, que não ficou claro para mim. 2- A atitude do chanceler me parece uma tentativa de aproximar sua atuação da base de apoio ao governo, algo digno de mérito. Nesse aspecto, estou entre seus apoiadores. 3- Acho correta sua leitura de FHC, alguém que despreza o povo, mas julga-se apto a conduzi-lo, esperando ainda que tal objeto de desprezo louve sua magnânima generosidade. Não acrescentou nada. 4- Observo pontos sólidos na crítica de Ricupero e gostaria de ler uma contra-argumentação a ela mais detalhada por parte do chanceler, justamente para tornar pública a leitura da realidade do mundo subjacente às suas motivações e atitudes. O debate entre liberais e conservadores costuma ser frutífero, mas nunca foi livre de dissensões. Seria muito bom para todas as pessoas engajadas com a elevação do debate público no Brasil conhecê-las melhor.
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Está certo Reinaldo Azevedo, o Itamaraty está entregue a patetas.
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Fleming, Afinal, o que você queria dizer? Marcelo Raffaelli
Sinto por ter sido tão mal escrito, mas com estatísticas tendenciosas pode-se defender Lula por diminuir a dívida externa a níveis irrisórios, pode-se condenar Lula por uma perda imensa ao erário. Foi uma crítica a não ter números e fontes do Ricupero. Em segundo plano, lamento profundamente a exoneração do PRA de forma incorreta e infeliz. Por pensar um Brasil melhor, o Itamaraty desqualifica e tenta silenciar um dos seus melhores embaixadores.
Reescrevi rapidamente e simplifiquei
Agradeço a resposta. Estamos de acordo. Raffaelli
 

Apenas um breve comentário, à guisa de mais aprofundadas reflexões sobre os artigos de FHC ou o Professor Doutor, Rubens Ricupero, talvez o maior diplomata vivo do Brasil na atualidade: a exoneração do IPRI de Paulo Roberto de Almeida, homem multiletrado e reconhecido por sua afeição extremada ao debate de ideias, só demonstra a inefável tendência histórica (verdadeiramente traço cultural não luso-ibérico, mas de nosso Brasil) à truculência gratuita, que despreza e espanca o debate ideológico ao seguinte dilema: ou você está do nosso lado, ou está contra nós! Ernesto Araújo, em sua vertente primal (apenas se iniciando, tomara que seja aprumada com o tempo) de política externa virtualmente alinhada automaticamente a Washington, demonstra o desprezo a um dos pilares mestres da diplomacia: numa discussão, apresenta-se um argumento intelectual sólido, criterioso, ao qual se dá a chance de réplica, no sentido inverso: qual é o seu contra-argumento? Desnecessário dizer que a resposta virulenta do atual chanceler foi aquela já esperada na nossa cultura e magnificamente descrita no já tornado clássico ensaio de Roberto da Matta, intitulado Carnaval, Malandros e Heróis: o relato que consolidou uma das frases-mestras do conceito distorcido de nacionalidade brasileira: Sabe com quem está falando? A guisa de conclusão, lamentável verificar que a injusta, inaudita, violenta e inexplicável exoneração se deu quando? No intermezzo momesco...
 

Reescrevendo: Engolimos FHC, nos enganamos com Lula, desabamos com Dilma, passamos por Temer, e esperamos ainda por JB. Enquanto alguns estadistas em 4 ou 5 anos, puseram suas marcas para gerações e com isto o Brasil cresceu baseado em suas instituições criadas e estabelecidas, outros nem conseguem durante seu próprio governo manter a herança de Estado e a dilapidam como herança de família. Nossas instituições levaram décadas para atingirem a maturidade com trabalho determinado e com dedicação de seus membros. Isto, consequentemente representa muitos recursos empenhados na formação deste corpo. Destruir uma instituição é muito mais fácil e, obviamente representa risco inclusive para a nação quando se trata do Itamaraty e da política externa brasileira. Quando observo ações como a ocorrida recentemente na exoneração do PRA, venho a interpretar como uma atração num circo de horrores, e que de nada, absolutamente nada irá legar para o Estado e para nós. Quanto aos números e fontes requeridos para defender as tendencias e que faltam no artigo do Professor Ricúpero, acho dispensáveis, visto a firme e coerente explanação, pois estatísticas e números podem ser usados com encanto para justificar os erros, por parte de todos sem exceção, afinal todos aprenderam com Darrel Huff* e de forma nefasta se distanciam da realidade e dos objetivos reais. Somente lamento. * How to lie with statistics, 1954
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Ricupero só indica suas fontes quando cita reportagens de revistas, mas nenhum dos números apresentados sobre as exportações brasileiras vieram acompanhados de... fontes. Procurei bastante esses números e não encontrei. "Basta lembrar que nada menos que quarenta e nove porcento do total das vendas brasileiras de proteína animal se destina a mercados árabes e do Irã". O senhor tem esse números? Sinto muito pela sua exoneração da diretoria do IPRI. Que isso estimule o senhor a produzir ainda mais! Um abraço!
 

Os argumentos populistas do Chanceler Ernesto Araújo ao criticar FHC e Ricupero pela manutenção das políticas de longo e medio prazo, razão de ser do Itamaraty são infundados, carecem de diretivas sólidas e claramente refletem o despreparo da diplomacia brasileira lotada no atual governo.
 

Texto de Rubens Ricupero é muito rico de dados, informações e argumentos. Faz críticas contundentes ao atual chanceler Ernesto Araujo, que não consegue se contrapor aos argumentos de Rubens Ricupero e de Fernando Henrique, ao responder com acusações genéricas e vagas, sem indicar o caminho a seguir. Talvez ele mesmo não saiba e nem tenha autonomia para tanto, uma vez que, particularmente no relacionamento com a Venezuela, o general Mourão parece ter assumido o protagonismo. Felizmente.
 

Começou, finalmente, o debate, sem aquelas acusações debiloides dos lulopetistas, sem os argumentos ridículos do ex-chanceler da "ativa e da altiva", um ex-ministro, Rubens Ricupero, um ex-chanceler e ex-presidente, Fernando Henrique Cardoso, e o atual chanceler do governo Bolsonaro debatem sobre a política externa atual. Os três textos são oferecidos para comentários e observações pertinentes.