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segunda-feira, 7 de setembro de 2020

OMC: disputa para o cargo de Diretor Geral: Jesús Seade (México)

ENTREVISTA | JESÚS SEADE
“No estoy en el bolsillo de nadie”
El presidente de México lo reclutó para terminar las negociaciones del T-MEC. Con el logro bajo el brazo, el funcionario espera ganar la carrera para encabezar la OMC
Isabella Cota
El País, Madri – 5.9.2020

Ciudad de Mexico - El próximo lunes 7 de septiembre inicia la primera ronda de votación por el nuevo director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el mexicano Jesús Seade aprovecha cada oportunidad para hablar de su propuesta. Fue el primer candidato anunciado entre los ocho que hoy compiten por el puesto y él espera que, tras una segunda ronda de votación, sea el elegido para encabezar una organización que se encuentra en franca crisis.
El último director general renunció un año antes de que terminara su periodo y hoy la OMC sigue descabezada. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que la organización era “horrible” y su secretario de Comercio, Robert Lighthizer, llamó a un “reinicio” completo. En los últimos años se ha dicho que es una organización atada al pasado y que ha fallado de tal manera que los países han recurrido cada vez más a los litigios para resolver sus problemas comerciales en lugar de ir a la negociaciónSeade, uno de los fundadores de la organización entre 1995 y 1998, asegura que la transparencia y la confianza serán clave para regresar a los países a la mesa. Se molesta, sin embargo, cuando es cuestionado por el historial de desconfianza y tensión entre el Gobierno que lo postuló y los inversores privados, e insiste que su trayectoria lo respalda.
En circunstancias libres de pandemia, el proceso de candidatura implicaría viajes y reuniones alrededor del mundo para cabildear los votos de los 164 representantes que conforman la organización. Pero no en el año 2020. Seade se sienta frente a su computadora con un impecable traje con corbata y pañuelo para hablar con EL PAÍS. “Yo pienso empujar con vigor que en la OMC introduzcamos el uso de la videoconferencia que en forma tan eficiente hemos usado todos en esta campaña”, dice con su característica voz rasposa. 

“Hay ganancias que hay que sacar de la pandemia”.

Pregunta. Estamos en un momento en el que las grandes organizaciones internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, se han tenido que reinventar y, en algunos casos, admitir errores del pasado para mantenerse relevantes. ¿Sería esa su propuesta para la OMC, reinventarla?
RespuestaEl Fondo Monetario era una casa ideológica como no hay otra. Tenían su estilo de hacer las cosas y la broma que hacían todos y que hacía yo también era que cuando visitaban un país para discutir la resolución de algún problema, un jefe de misión eficiente del Fondo completaba su informe de la visita antes de llegar. O sea que todo era ideología. Llegaba al destino con el reporte ya nada más para discutirlo. Cuando yo fui subdirector, o director general adjunto de la OMC, me tocó negociar con el Fondo. Fui el representante de la OMC para negociar con ellos. Fue una negociación muy dura y me gané su respeto por negociar al más alto nivel. Sí ha habido una evolución importante del Fondo, esto es, en cuanto al organismo con el que yo trabajé: fue un Fondo en transición, mucho más abierto a distintos tipos de de medidas, mucho más consciente de problemas, de desigualdad, de ingresos, por ejemplo, y problemas de medidas heterodoxas.
He tenido una experiencia muy rica. Yo no solamente estuve en la OMC, fui negociador de la creación de la OMC. O sea que negocié cada renglón, cada línea en todos los tratados de la organización. Soy el único de los ocho candidatos que fue negociador de ese tratado. Yo soy, por amplio margen, el candidato que tiene experiencia negociadora. Entonces, conociendo esto, lo que voy a traer es, antes que nada, resolver los problemas, relanzar negociaciones. Negociaciones que corresponden al futuro, no al pasado. Hay que renegociar, por ejemplo, no solo el comercio electrónico, sino la reglamentación de alta tecnología, de servidores, de informáticos. Y hay mucho que negociar en temas del pasado que son de gran interés para todos los países, como la agricultura. Y hay mucho que negociar en un tema como la transparencia, donde hay muchas quejas: que si China no está cumpliendo, que si los subsidios... Entonces hace falta una negociación ambiciosa en materia de transparencia. Esos son tres capítulos que pongo como ejemplo de mi agenda hacia el futuro: agricultura, transparencia y regulación electrónica.
P. La crítica hacia la OMC hecha por el secretario de Comercio de los EE UU, Robert Lighthizer, es que los países se saltan la negociación y se van directo al litigio, a las cortes de arbitraje. ¿Cómo va romper usted esta inercia?
R. Yo marco mucho diferencias en cuanto a la forma de abordar las cosas. Soy profundamente multilateralista. Me eduqué en Europa y he vivido allí más que en México. Incluyendo los primeros 21 años de mi vida, que viví en México en forma ininterrumpida, he vivido más en Europa. Soy más europeo en mi mentalidad, por ser multilateralista, por ser partidario de mercado abierto, pero con un Gobierno con conciencia social. Y Lighthizer tiene toda la razón acerca de que se ha dejado de negociar. El alma del sistema multilateral eran las negociaciones, porque es donde se desarrollaba la apertura progresiva de todos los países, lo cual a cada quien le ayudaba no solo comercialmente, sino políticamente.
Cuando uno abre un sector, se enojan los que estaban protegidos adentro de mi país, ¿verdad? Se enojan, pierden. Entonces, la mejor forma de decirles ‘cálmate’ es diciéndoles que los demás también se están abriendo. Se crean nuevas oportunidades de exportar. Ese es el mejor instrumento político para avanzar con los procesos de reforma y, por supuesto, un instrumento comercial, porque da acceso a mercados. Entonces si no se negocia todo se hace mucho más complicado al interior de los países, no solo entre los países.
P. ¿Y qué hay de la guerra comercial entre China y EE UU?
R. La incapacidad de negociar ha sido gravísima, profunda, no ha habido casi ninguna negociación importante en 26 años y es el causante principal de que el lado de disputas se haya venido abajo. Habiendo hecho esta aclaración, debo decir que la guerra comercial no es nada más entre EE UU y China. No nos gusta reconocerlo, pero también la hay y hay que saber entenderlo, reconocerlo y resolverlo, entre EE UU y Europa. Hay una diferencia profunda en materia de solución de controversias entre socios y Europa, que está en el centro del problema que existe con el órgano de apelación. En materia del órgano de apelación, China está con la mayoría de los países apoyando la línea europea. China apoya a Europa en materia de solución de controversias y Estados Unidos está del otro lado en un divorcio total de puntos de vista. Hay una guerra comercial incipiente y el punto más álgido es la guerra entre Boeing y el Airbus, pero no es lo único. Es una cosa muy compleja que hay que resolver.
Lo primero es el relanzamiento de negociaciones. Hay que reiniciar las negociaciones, concluyendo con las más pequeñas, que están muy avanzadas y que ya hay que resolver.Después, resolver el tema del órgano de apelación, que es una diferencia de visión profunda entre EE UU y Europa, que yo creo que sé cómo hay que resolverla de una manera que va a ser aceptable para ambos bandos. Y eso es lo primero que yo quiero poner sobre la mesa y con todo eso empezar a crear algo no hemos mencionado en esta entrevista, la palabra mágica, la que ha desaparecido y que es vital, se llama confianza. Hay que volver a crear confianza.
P. Qué bueno que toque el tema de la confianza y la transparencia, que son, de hecho, dos principios de la OMC. El Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha generado desconfianza en el sector privado, cancelando inversiones pactadas durante la Administración previa y amenazando en varias ocasiones con la cancelación de contratos “leoninos” en materia energética. Considerando que este fue el Gobierno que lo postuló, ¿considera que estas acciones pueden dañar su candidatura?
R. El entonces licenciado López Obrador, o sea, el entonces candidato, me invitó a ser su negociador porque él compartía mi visión del comercio abierto, el comercio certero. A negociar con EE UU, que era el tema para que yo organizara una plataforma contractual firme, clara y que diera visibilidad. Él jamás ha dicho que quiera reducir los flujos comerciales para nada. En el área energética ha habido ciertas políticas que se han lanzado cuyo objetivo no es cerrar el mercado. Él quiere usar las flexibilidades que existen en el T-MEC para apoyar a Pemex y para tener otros proyectos. No voy a discutir esos temas porque no me corresponden. No son temas de comercio. Los temas que yo maneje no son temas en los que se haya dicho la última palabra.
Como candidato, pues lo que me respalda es mi récord, mi participación en este tratado, no diciendo “si negoció con EE UU está en el bolsillo EE UU”. Yo no estoy en el bolsillo de nadie, ciertamente no estoy en el bolsillo de EE UU. Negocié duro con EE UU y los expertos se ponen a ver el tratado y, caray, se lograron cosas que queremos lograr en la OMC.
P. Por último, ¿qué opina de la campaña propuesta por el candidato presidencial en EE UU Joe Biden para alentar el consumo de los productos hechos en ese país? ¿Tendrá un impacto negativo en México?
R. Yo no he oído a Biden expresarse en contra del comercio con México. Los demócratas en la Cámara Baja y los demócratas en el Senado, tomándolo cada uno por separado, aprobaron en forma masiva la adopción del T-MEC. Esa aprobación masiva habla de que hay un apoyo muy importante al comercio con México.

Lo que sí es cierto es que Biden no va a ser en absoluto menos crítico ni de China, ni de la OMC, de lo que es el presidente Trump o Lighthizer. Entonces, los que piensen que si ganan los demócratas se acabaron los problemas para la OMC, que despierten, porque no va a ser el caso. Hay que tomar muy en serio las dificultades que plantea EE UU, las cosas que les preocupa y muchas de ellas son muy legítimas y hay que encontrarles soluciones.

domingo, 30 de agosto de 2020

A diplomacia brasileira e o comércio internacional - Paulo Roberto de Almeida

A diplomacia brasileira e o comércio internacional


Paulo Roberto de Almeida
[ObjetivoPalestra online para estudantes de economia]
  
Sumário: 
1. O Brasil e o comércio exterior: características básicas em perspectiva histórica
2. As políticas comerciais brasileiras da era bilateral ao Gatt e aos blocos comerciais
3. Mercosul, Rodada Uruguai, Rodada Doha e os impasses atuais
4. O acordo Mercosul-UE e seu provável bloqueio temporário
5. Quais políticas comerciais para o Brasil e para o Mercosul? 

1. O Brasil e o comércio exterior: características básicas em perspectiva histórica
O Brasil sempre foi, continua sendo, atualmente, e provavelmente vai continuar sendo, no futuro previsível, um dos maiores países protecionistas do mundo, comprovadamente. Não só mediante tarifas altas, mas também todo um conjunto de medidas restritivas, introvertidas e dirigistas, ao longo da história. A partir dos anos 1970, depois de certa concentração em alguns poucos parceiros preferenciais, o Brasil diversificou suas exportações para um número expressivo de países, a despeito de ter uma pequena participação no comércio internacional, na faixa de 1% do comércio global. Até a era Lula, o comércio era relativamente bem equilibrado e repartido aos quintos para as grandes regiões do planeta. Neste século, a China avançou na sua participação e desde 2009 se tornou o primeiro, e de longe o principal, parceiro comercial, assim como o principal provedor de saldos comerciais, a despeito de uma assimetria profunda nos fluxos de parte e outra. 
Em 2018 e em 2019, o volume total de comércio com a China (incluindo HK e Macau) foi de 66 bilhões de dólares aproximadamente, ao passo que o comércio com os EUA foi de apenas 28 e 29 bilhões, ou seja, menos da metade, sendo que com os EUA o Brasil ostenta, desde muitos anos um déficit considerável, ao passo que com a China, o saldo favorável ao Brasil é de mais da metade do volume total. Nesses mesmos anos, o volume de comércio total com a União Europeia, foi reduzido de 42 a 35 bilhões de dólares, e o volume de comércio total com o Mercosul reduziu-se igualmente, de 20 para 14 bilhões de dólares, com saldo brasileiro, mas o grosso do volume é com a Argentina, também responsável pela queda. Canadá e México reunidos respondem por cerca de 8 bilhões de dólares de volume total de comércio, um pouco mais do montante dos países da Comunidade Andina de Nações. A Ásia no seu conjunto, excluindo o Oriente Médio, responde por cerca de 100 bilhões de dólares do comércio exterior brasileiro, que nesses dois anos referidos, ascendeu a 240 e a 225 bilhões de dólares. 

2. As políticas comerciais brasileiras da era bilateral ao Gatt e aos blocos comerciais
Descrevi todas as políticas comerciais brasileiras nestes livros: 
Formação da diplomacia econômica no Brasil: as relações econômicas internacionais no Império (3ª edição; Brasília: Funag, 2017; 2 volumes; 964 p.; ISBN: 978-85-7631-675-6); Relações internacionais e política externa do Brasil: a diplomacia brasileira no contexto da globalização (Rio de Janeiro: LTC, 2012, 309 p.; ISBN 978-85-216-2001-3); O Brasil e o multilateralismo econômico (Porto Alegre: Livraria do Advogado Editora, na coleção “Direito e Comércio Internacional”, 1999, 328 p.; ISBN: 85-7348-093-9).

3. Mercosul, Rodada Uruguai, Rodada Doha e os impasses atuais
Tenho diversos ensaios sobre essas questões, assim como nestes livros: 
O Mercosul no contexto regional e internacional (São Paulo: Edições Aduaneiras, 1993, 204 p.; ISBN: 85-7129-098-9); Mercosul: Fundamentos e Perspectivas (São Paulo: Editora LTr, 1998, 160 p.; ISBN: 85-7322-548-3).
Existem muitos outros textos neste link de Academia.edu: 
e mais recentemente neste ensaio: 

4. O acordo Mercosul-UE e seu provável bloqueio temporário
Uma única observação: dificilmente esse acordo vai entrar em vigor durante a presidência Bolsonaro, basicamente em função da obra destruidora no meio ambiente, ataques a líderes estrangeiros, a jornalistas, e desrespeito em matéria de liberdades democráticas e de direitos humanos.

5. Quais políticas comerciais para o Brasil e para o Mercosul? 
Desafio da China, que se tornou o primeiro parceiro comercial da Argentina, como já é de diversos outros países latino-americanos. Ou seja, a Argentina sai, pela primeira vez em mais de 30 anos, da chamada “Brasil dependência” que dominou o cenário comercial no Cone Sul desde o nascimento do Mercosul. Nas condições atuais de falta de diálogo entre as administrações do Brasil e da Argentina parecem existir poucas possibilidade de se discutir seriamente as grandes linhas das reformas no Mercosul – na sua TEC, na agenda regulatória – com o objetivo de enveredar por políticas de abertura econômica e de liberalização comercial dentro do bloco e com todos os demais parceiros. 
Política comercial americana: a exacerbação do protecionismo, do mercantilismo, das ilegalidades unilaterais americanas. Trump cometeu arbitrariedades contra o sistema multilateral de comércio, contra a própria economia americana: denúncia do TPP, abandono de um acordo transatlântico com a UE, denúncia do NAFTA e de outros acordos de livre comércio; aplicação abusiva e ilegal de salvaguardas comercial, contra a China, contra os próprios parceiros do NAFTA, e terceiros países (como o Brasil), não apenas em aço e alumínio, mas em uma série de outros produtos também, a pretexto de “segurança nacional”, o que é uma mentira. Revisão do Nafta e acordos bilaterais com o México e Canadá, e adoção de cláusulas de emprego nos EUA, o que vai redundar em custos maiores para as indústrias e os consumidores americanos.
Relação comercial com os EUA: Subserviência geral aos EUA, fez o Brasil abandonar o status de economia de país em desenvolvimento, com benefícios da cláusula de tratamento preferencial e mais favorável (SGP, etc.); ilusão do apoio americano para o ingresso na OCDE (que foi traído logo em seguida, e apenas revertido por causa das eleições argentinas, que colocaram um peronista novamente no poder); acordos em aço foram traídos, igualmente; a nota do Itamaraty e da Economia de 29/08 aceitando as novas reduções (cotas), é vergonhosa, por apoiar as medidas unilaterais dos EUA, e desejar restabelecimento da economia do aço nos EUA (nota sobre expropriação da Petrobras na Bolívia, em 2006); a postura do Brasil não poderia ser mais servil, mas é uma consequência da aceitação já feita, explicitamente, de sanções unilaterais. 
Quanto ao Mercosul, não parecem existir condições, no momento, sequer para uma retomada das consultas internas com vistas à reforma da TEC, finalização do livre comércio (açúcar e automóveis), acabamento da União Aduaneira, e sobretudo novas iniciativas de acordos comerciais. Não existe sequer perspectiva de entrada em vigor do Acordo entre o Mercosul e a União Europeia, mas isto exclusivamente em virtude das atitudes do presidente com respeito ao meio ambiente. 

Paulo Roberto de Almeida
Brasília, 3743, 28-30 de agosto de 2020

quarta-feira, 8 de janeiro de 2020

Compras Governamentais: Brasil adere a acordo multilateral

Um grande avanço, não só para aumentar a concorrência, como para diminuir a corrupção sistêmica nessa área.

Brasil adere a acordo que abre compras governamentais a empresas estrangeiras

Decisão que será anunciada este semestre dá mesmo tratamento a empresas nacionais e do exterior em licitações

O Globo, 8/01/2020

BRASÍLIA - O governo brasileiro vai anunciar, ainda neste semestre, a adesão do Brasil ao acordo de compras governamentais, firmado no âmbito da Organização Mundial do Comércio (OMC) por 48 países, entre os quais os da União Europeia (UE), os Estados Unidos e o Japão. A ideia é permitir que as empresas brasileiras tenham acesso a um mercado de US$ 1,7 trilhão por ano nas licitações públicas em outros países. 
O mercado brasileiro também é promissor: dados do Ministério da Economia mostram que, em 2017, o setor público — União, estados e municípios — contratou cerca de R$ 78 bilhões em bens e serviços, o que inclui desde equipamentos para obras a material de escritório e merenda escolar.
Pelo acordo, os governos dos países signatários são obrigados a dar tratamento isonômico a empresas nacionais e estrangeiras nas licitações públicas. Isso significa, por exemplo, o reconhecimento mútuo de documentação dos fornecedores, o que pode representar uma redução concreta de barreiras à participação de firmas de outros países nas operações. A empresa também não precisará ter um representante no Brasil para participar da concorrência.
A avaliação dos técnicos da área econômica é que, quanto maior o número de concorrentes, mais reduzidas são as chances de corrupção. Segundo explicou uma fonte, “isso dificulta a combinação de jogo entre empresas”.
O Brasil sempre foi pressionado a entrar nesse acordo, mas resistiu tanto nos governos do ex-presidente Fernando Henrique Cardoso como nos mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva. Nas negociações para a criação da Área de Livre Comércio das Américas (Alca) — abortadas logo no início do governo Lula —, os EUA tentaram inserir, sem sucesso, compras governamentais como parte do tratado continental.
Na época, a diplomacia brasileira considerava que o melhor seria discutir o tema de forma multilateral, na OMC. Porém, desde o governo do ex-presidente Michel Temer, a situação começou a mudar. Compras governamentais passaram a fazer parte de acordos negociados pelo Brasil com outros parceiros sul-americanos, como Peru e Chile.
Também há um protocolo de intenções com esse objetivo firmado com os demais sócios do Mercosul (Argentina, Paraguai e Uruguai).
No ano passado, já sob o governo do presidente Jair Bolsonaro, o Brasil e os demais sócios do Mercosul incluíram compras governamentais nos acordos com a União Europeia e a Efta (Associação Europeia de Livre Comércio, formada por Islândia, Liechtenstein, Noruega e Suíça). Os técnicos estimam que as licitações realizadas anualmente pela UE superem a cifra de US$ 1 bilhão.
Desde 2017, o Brasil passou a participar das reuniões de um comitê que trata de compras governamentais na qualidade de observador. Mas a adesão do Brasil não será imediata, pois requer uma negociação prévia na OMC. Também estão prestes a aderir ao acordo China e Rússia.

quinta-feira, 2 de janeiro de 2020

OMC: o futuro incerto - Federico Steinberg (Esglobal)

Depende: el futuro de la OMC

Es Global, Enero 2, 2020

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La sede de la OMC en Ginebra.FABRICE COFFRINI/AFP via Getty Images

¿Tiene remedio la profunda crisis que atraviesa la Organización Mundial del Comercio?¿Cuáles son las perspectivas de futuro para el multilateralismo y la cooperación comercial?
La Organización Mundial del Comercio (OMC), creada en 1995 y continuadora del exitoso Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), que ha sido el pilar central del multilateralismo y la cooperación en materia comercial desde la Segunda Guerra Mundial, está en una profunda crisis. Estados Unidos se salta sus normas cuando lo considera conveniente y establece aranceles unilaterales al tiempo que bloquea el funcionamiento de su mecanismo de solución de disputas. China, sin saltarse la letra de la normativa, viola su espíritu y despliega un amplio abanico de prácticas que suponen una competencia desleal frente a las empresas de sus competidores. Y la Unión Europea, gran defensora del multilateralismo y las normas para la globalización, intenta sin éxito impulsar su reforma.

«La OMC ha fracasado»
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Un conferencia sobre el papel de la OMC en el siglo XXI, París, 2018. ERIC PIERMONT/AFP via Getty Images
No, pero a día de hoy, ya no es capaz de gobernar el comercio del siglo XXI. Aunque en retrospectiva se puede afirmar que el GATT, primero, y posteriormente la OMC, han sido una excelente forma de eliminar la protección arancelaria vinculada al comercio de bienes, lo cierto es que la institución no ha sabido dar respuesta ni a la nueva y cada vez más compleja realidad comercial ni al encaje de una economía como la de China, que juega con reglas diferentes a las de Occidente. Hoy, los retos de la regulación del comercio ya no tienen que ver con la bajada de aranceles y el acceso a los mercados para bienes industriales, sino con el creciente comercio de servicios, la regulación sobre las inversiones, las nuevas formas sofisticadas de protección (subvenciones y obstáculos técnicos al comercio) o los nuevos temas vinculados al comercio (propiedad intelectual, desarrollo, estándares laborales o medioambientales). También, y esto seguramente es lo más complicado, necesita ser capaz de gestionar los conflictos comerciales en un mundo cada vez más multipolar y con modelos económicos divergentes entre Occidente y Asia.
Por lo tanto, aunque han sido muchos los logros y los avances, no se puede decir que la adaptación de la OMC haya sido demasiado exitosa. La organización no ha sido capaz de acabar la Ronda de Doha iniciada en 2001, sólo ha cerrado un mínimo acuerdo multilateral en 2013 sobre facilitación del comercio y hoy se ve incapaz tanto de avanzar en la regulación de la nueva agenda comercial como de preservar el propio sistema multilateral de reglas y evitar la guerra comercial que Estados Unidos ha iniciado como respuesta a las prácticas comerciales de Pekín.
En el fondo, la crisis de la OMC no es más que el reflejo de la dificultad de hacer funcionar organismos multilaterales cuyas decisiones se adoptan por unanimidad en sistemas económicos cada vez más complejos, multipolares, con intereses estratégicos contrapuestos y con un comercio y un proteccionismo más sofisticado.
«Es urgente desbloquear el mecanismo de resolución de disputas»
Sí porque es la joya de la corona de la institución y sin su correcto funcionamiento la OMC pierde toda credibilidad. Tener reglas para la globalización comercial es importante porque sustituye la ley del más fuerte por el Derecho internacional. Pero igual de importante es tener un tribunal que dirima conflictos comerciales mediante la aplicación de las normas, ya que las disputas siempre se producirán, haya o no reglas. Es poco habitual que los Estados acepten la jurisdicción de un tribunal supranacional que pueda decirles lo que tienen que hacer en contra de sus intereses de corto plazo. Además, algunos de los tribunales existentes, como el del CIADI del Banco Mundial – cuya labor es dirimir conflictos relativos a las inversiones– tienen una limitada capacidad para asegurar el cumplimiento de sus decisiones. Asimismo, muchas de las resoluciones de las organizaciones internacionales, especialmente de las que tienen que ver con el sistema de Naciones Unidas, simplemente no se cumplen porque carecen de mecanismos que impongan su aplicación. Por eso suele decirse que estas instituciones “ladran, pero no muerden”.
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Figura que representa Donald Trump jugando al golf con pelotas que simbolizan las organizaciones internacionales, entre ellas la OMC, Berlín,2019. OLIVER BERG/DPA/AFP via Getty Images
Cuando se creó la OMC, se acordó crear un mecanismo de resolución de diferencias con un órgano de apelación que se encargara de dirimir conflictos y de aprobar sanciones en el caso de que un Estado o empresa sufriera un daño económico por la violación de las normas de la OMC por parte de otro país o compañía. Y, como estas sanciones sí hacen daño porque generan pérdidas económicas, el tribunal de la OMC se erigió en el mecanismo más potente del sistema internacional para dirimir conflictos económicos y hacer cumplir las reglas (el GATT no tenía nada similar). De hecho, como ante la amenaza de sanciones los Estados están dispuestos a cambiar sus prácticas comerciales, pero sin sanciones no, cada vez hay más voces que abogan por introducir bajo el paraguas de la normativa OMC temas no estrictamente vinculados al comercio, desde los climáticos hasta los de derechos humanos, con el fin de asegurar su complimiento.
Todo funcionaba más o menos bien hasta que llegó Donald Trump. Las decisiones del tribunal de la OMC se respetaban, se cumplían y se consideraban aceptables por los miembros de la organización. Pero la Administración estadounidense insiste en que el tribunal está extralimitándose (creando jurisprudencia al interpretar la normativa más allá de la aplicación de las reglas), que no sirve para cambiar las prácticas comerciales de China y que falla sistemáticamente en contra de EE UU al aplicar un criterio para calcular el redondeo de precios en los procedimientos antidumping que no le convence. Por todo ello, a medida que han ido expirando los mandatos de los jueces que tienen que formar los paneles del mecanismo de apelación del sistema de resolución de diferencias, ha vetado las nominaciones de todos los nuevos candidatos. Esto supone que en diciembre de 2019 el mecanismo de apelación no podrá tomar decisiones para dirimir conflictos por carecer de jueces para formar los paneles. Y si el tribunal no puede operar, qué incentivo hay para cumplir las reglas.

«Nadie sabe cómo reformar la organización»
No es así. Sabemos qué hay que reformar, pero no nos ponemos de acuerdo en los detalles. De hecho, el diagnóstico sobre las áreas que necesitan reforma está bastante claro y no hay ningún país que niegue la necesidad de tener unas reglas consensuadas y legítimas para gestionar los intercambios comerciales. El problema es que, en este momento, las posiciones están demasiado enfrentadas, y mientras China y EE UU no pongan fin a su guerra comercial, será muy difícil alcanzar un acuerdo.
La reforma de la OMC debería centrarse en las normativas de subsidios (en particular en el sector industrial), propiedad intelectual y transferencia de tecnología, tratamiento de empresas públicas, tasas a la exportación, defensa de la competencia en materia comercial internacional, las reglamentaciones sobre servicios o la facilitación de la inversión. Asimismo, es importante mejorar la transparencia (por ejemplo, en notificaciones), la efectividad de los comités, así como replantearse de una vez aspectos institucionales cruciales como la paralizante regla del consenso, el absurdo trato preferencial a países que se autodenominan en desarrollo –en vez de caso por caso– o clarificar definitivamente la peligrosa cláusula de seguridad nacional (de cuyo uso Estados Unidos está abusando), así como la interpretación de la normativa en el mecanismo de apelación del sistema de resolución de conflictos en términos más generales. Por último, dada la creciente necesidad de afrontar el problema del cambio climático, desde distintos ámbitos está abogándose por incorporar a la OMC normativas que fijen unos estándares medioambientales mínimos en la producción de bienes destinados a las exportaciones, sobre todo en los países en desarrollo.
«La reforma es políticamente inviable»
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Delegados entran en la sede de la OMC en Ginebra. FABRICE COFFRINI/AFP via Getty Images
Falso, es posible una reforma de mínimos que salve la institución. Dada la coyuntura actual, en vez de hablar de una refundación de la institución, que seguramente llevaría a la frustración, lo más efectivo sería que un grupo reducido de grandes potencias comerciales liderara un acuerdo al que posteriormente se pudieran adherir todos. La UE, en colaboración con Japón, Canadá, Corea del Sur y Australia, parece hoy la única potencia capaz de encabezar la reforma, que pasaría por buscar acuerdos de mínimos que tanto EE UU como China pudieran aceptar. Pekín se ha mostrado dispuesta a ceder siempre que se preserve el carácter liberal y abierto de régimen comercial multilateral del que tanto se ha beneficiado, la clave es hasta qué punto está dispuesta a modificar sus prácticas nocivas de forma que se garantice un campo de juego equilibrado sin actores que jueguen con ventaja. Estados Unidos, por su parte, más allá de las bravuconadas de Trump, también parece comprender que un marco mínimo de reglas multilaterales es necesario, por lo que podría estar dispuesto a aceptar ciertas reformas, más allá de que seguramente intentará continuar con su aislamiento económico progresivo, pero sin por ello desmantelar la globalización. El objetivo sería que abandonara las prácticas más nocivas para el orden multilateral, como el unilateralismo agresivo, el bloqueo del mecanismo de apelación de la OMC o el uso de las sanciones económicas para obtener objetivos geopolíticos. No se trata de lograr un acuerdo ideal que resuelva la tensión geoestratégica entre China y EE UU. Eso es imposible. Se trata de alcanzar un marco de reglas que sean aceptables por todos y den estabilidad a las relaciones económicas internacionales durante algunas décadas.

terça-feira, 3 de dezembro de 2019

The End of WTO, as we know it - The Economist

It’s the end of the World Trade Organisation as we know it

And America feels fine

“WINTER IS COMING,” warned a Norwegian representative on November 22nd, at a meeting of the World Trade Organisation (WTO). The multilateral trading system that the WTO has overseen since 1995 is about to freeze up. On December 10th two of the judges on its appellate body, which hears appeals in trade disputes and authorises sanctions against rule-breakers, will retire—and an American block on new appointments means they will not be replaced. With just one judge remaining, it will no longer be able to hear new cases.
The WTO underpins 96% of global trade. By one recent estimate, membership of the WTO or General Agreement on Tariffs and Trade (GATT), its predecessor, has boosted trade among members by 171%. When iPhones move from China to America, or bottles of Scotch whisky from the European Union to India, it is the WTO’s rules that keep tariff and non-tariff barriers low and give companies the certainty they need to plan and invest.
The system is supposed to be self-reinforcing. Mostly, countries follow the WTO’s rules. But if one feels another has transgressed, then instead of starting a one-on-one trade spat it can file a formal dispute. If the WTO’s ruling displeases either party, it can appeal. The appellate body’s judgments pack a punch. If the loser fails to bring its trade rules into compliance, the winner can impose tariffs up to the amount the judges think the rule-breaking cost it. It is that punishment that deters rule breaking in the first place.
It is no surprise that President Donald Trump has axed these foreign arbiters, given his general distaste for internationally agreed rules. On November 12th he declared himself “very tentative” on the WTO. But the problems run far deeper than dislike of multilateral institutions. They stem from a breakdown in trust over the way international law should work, and the more general failure of the WTO’s negotiating arm. Had the Americans felt that they could negotiate away their grievances, resentment towards the appellate body might not have built up. But with so many members reluctant to liberalise, including smaller countries fearful of opening up to China, that has been impossible.
America has had some wins at the WTO: against the European Union for subsidies to Airbus, an aircraft-maker; and against China for its domestic subsidies; theft of intellectual property; controls on the export of rare earths, which are used to make mobile phones; and even its tariffs on American chicken feet. But it has also been dragged before the appellate body repeatedly, in particular by countries objecting to its heavy-handed use of “trade remedies”: tariffs supposed to defend its producers from unfair imports. Time after time, it has lost. In such cases, it has generally sought to become compliant with the rules rather than buy the complainant off.
Though previous administrations had grumbled, and occasionally intervened in judges’ appointments, the Trump administration went further. Its officials complained that disputes often dragged on much longer than the supposed maximum of 90 days, and—more seriously—that the appellate body made rulings that went beyond what WTO members had signed up to. They made it clear that unless such concerns were dealt with, no new judges would be confirmed.
Judicial overreach is in the eye of the beholder. Losers will always feel hard done by, and America has been quick to celebrate the WTO’s rulings when it wins. But plenty of others think that the appellate body had overstepped its remit. A recent survey of individuals engaged with the WTO, including national representatives, found that 58% agreed with that verdict.
Getting so many countries to sign up to the WTO was a remarkable achievement. One way negotiators managed this was by leaving the rules vague, and papering over their differences with ambiguous language. Take “zeroing”, for example: using dubious mathematics to calculate defensive tariffs on unfairly traded imports. The Americans claim that the rules do not say they cannot do it. But others counter that the rules do not say they can. It is such long-running differences that have set the scene for the latest showdown.

Offer me solutions

The American trade lawyers happy to kill the appellate body see a fundamental difference between their attitude to international law, and that of Europeans. Their position is that only clear contractual terms can be enforced, and they see Europeans as more comfortable with resolving ambiguities by going beyond what is written. Essentially, they regard the appellate body as too European. Moreover, in its eagerness to rule where terms are unclear, and in the American government’s willingness to change its laws in response, they feel an affront to America’s sovereignty.
Under the GATT, which lacked a proper enforcement system, ambiguities were hashed out in smoke-filled rooms. But the WTO was supposed to make naked power politics over trade obsolete. Had it worked as intended, there would have been a balance between settling disputes and writing new rules. Policy is best made with a vibrant judiciary interpreting the law, and a functioning legislative arm to fix any mistakes. Whenever the appellate body made decisions that annoyed members, they could have resolved their differences at the negotiating table. Perhaps America could have got others to agree to higher tariffs on imported steel, or been granted some flexibility in its defensive duties.
But the WTO’s negotiating arm has been broken for years. With the current count of members at 164, it has become more inclusive, but is unable to get much agreed. Each member has a veto over any further multilateral trade liberalisation. And without new negotiations, resentment towards the appellate body has built up.
If you think this has a happy ending...
Had the multilateral system been more effective at dealing with the rise of China, perhaps the single biggest issue of its times, then calls to save it might be louder in Washington. Although various American administrations pursued and won several cases, the process was slow and occasionally frustrating. America can justly claim that, when it tried to hold China to account for its breaches of trade rules, it got little support. America has been responsible for more than half of all complaints against China. And other WTO members’ complaints were generally copycat, filed in America’s wake.
Now that the Trump administration has bypassed the WTO and taken the fight straight to China, there is nothing remaining that it particularly wants from the WTO. And so the chances that it will relent and allow nominations to the appellate body by December 10th are slim to none. In response to proposals from other members to change the body’s rules, an American representative said that they were not persuaded that the rules would be stuck to.
On November 26th the Trump administration suggested slashing the pay of members of the appellate body. In October Chuck Grassley and Ron Wyden, the top Republican and Democrat politicians on the Senate Finance Committee, published an editorial saying that while they saw the value of an appellate body, it “needs to operate as the members agreed”.
Of the WTO’s 163 other members, 117 have signed a joint letter calling upon America to end the impasse. Although America has been the heaviest user of the dispute-settlement system, others will miss it too (see chart). Some have already begun preparing, for example by agreeing at the start of any disputes to forgo the right to appeal. The EU, Canada and Norway have agreed on an interim arbitration mechanism that will use retired members of the appellate body as judges. And the EU is considering beefing up its own enforcement mechanism to fill the hole left by the appellate body, though it would probably cleave more closely to the outcomes of first-stage rulings in WTO disputes.

But some members are likely to shun such alternatives—especially those that expect to be sued a lot. And it is unclear how robust they will be if disputes turn nasty. Some WTO members may try to choose their dispute-settlement mechanism case by case. An organisation as ambitious as the WTO, for all its faults, will be easier to break than replace.
All this means that global trade is about to become a lot less predictable and a lot more contentious. Without the appellate body to act as honest broker, disputes between the biggest members may escalate. Under the GATT America acted as global trade sheriff, launching investigations at will and bullying disputatious countries into submission. It is not impossible that it will resume this role. On November 27th the Trump administration announced that it had nearly finished an investigation into a French tax on digital services, which America reckons discriminates against its tech giants. That could lead to tariffs.

You’ll miss it when it’s gone

In the 1980s American unilateralism was no fun for countries on the receiving end. But at least back then Uncle Sam could point to the lack of any other power even theoretically capable of doing the job. Now the absence of independent referees is America’s own doing. And of all Mr Trump’s trade policies, it may prove the hardest to reverse and have the longest-lasting effects. 

This article appeared in the Finance and economics section of the print edition under the headline "It’s the end of the World…"

terça-feira, 25 de junho de 2019

OMC: EUA disposto a enterra-la de vez? - Luis Doncel (El Pais)

El País, Madri – 25.6.2019
La OMC, abocada a la inoperancia por el bloqueo estadounidense
El bloqueo estadounidense de la Organización Mundial del Comercio hace temer el fin del orden multilateral a favor de un sistema donde el más fuerte imponga sus reglas
Luis Doncel

Ya lo advirtió la comisaria europea de Comercio. “Estados Unidos intenta matar a la OMC desde dentro”, decía Cecilia Malmström en octubre de 2017. No han pasado ni dos años, y la amenaza parece hoy más real que nunca.
El próximo 10 de diciembre vence el mandato de dos jueces del Órgano de Apelación, el más importante de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Si nadie lo evita —y no parece que nadie pueda hacerlo— el bloqueo estadounidense para nombrar sustitutos culminará entonces, dejando inoperativo el tribunal responsable de dirimir los conflictos comerciales de 164 paísesAsí, la Administración de Donald Trump habrá logrado su objetivo de boicotear este organismo nacido en 1995. Las fuentes consultadas temen que este sea el principio del fin de un orden multilateral en el comercio internacional. Y que sea sustituido por un sistema de negociación entre países, en los que los dos grandes bloques, EE UU y China, impondrían a los demás sus condiciones.
“Cuando no hay normas impera la ley del más fuerte, que es lo que pretende EE UULa UE, que por ser uno de los grandes bloques comerciales del mundo tiene poder negociador, intenta salvar el sistema no solo para defenderse a sí misma. Los que más problemas tendrían en este nuevo escenario serían los países en vías de desarrollo”, asegura José Luis Káiser, director de Política Comercial en la Secretaría de Estado de Comercio.
La Unión Europea lleva meses tratando de impulsar una reforma que, además de satisfacer a los estadounidenses, logre adaptar la OMC, el organismo que sustituyó al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) a la era digital. Habría que hacerlo más ágil en asuntos como la propiedad intelectual, los derechos de protección de inversión o el comercio electrónico. “La OMC claramente no estaba diseñada para acoger a economías planificadas como la china, con un fuerte peso del Estado en la producción”, admite desde Hong Kong Alicia García Herrero, economista jefa de Natixis para Asia-Pacífico.
“Ha llegado a haber 11 propuestas de reforma, pero a EE UU no le convence ninguna. Sabemos qué no gusta en Washington de la actual OMC. Pero no dicen claramente qué quieren para levantar el bloqueo. Mientras el resto de miembros plantea alternativas, EE UU solo dice no, sin plantear nada a cambio”, aseguran fuentes conocedoras de las negociaciones. “La situación actual es muy decepcionante. Es muy pronto para saber si nuestro intento de reformar el organismo tendrá éxito, pero nos tenemos que preparar para una situación en la que el Órgano de Apelación deje de funcionar”, añaden en la Comisión Europea.
Ante las dificultades para poner de acuerdo en una reforma a los 164 países miembros, Bruselas trata de impulsar, como informó EL PAÍS, una especie de OMC paralela en la que no participe EE UU y en la que se diriman las diferencias comerciales. Esta nueva vía de arbitraje, a la que países como Japón, India, Rusia o Suráfrica ya han mostrado su apoyo, sería un mecanismo temporal a la espera de que la OMC auténtica volviera a estar operativa. “Ya existe una masa crítica que apoya este sistema paralelo. Muchos países tienen preocupaciones por cómo funciona la OMC, pero no hasta el punto de bloquearlo. En ese organismo, los socios más pequeños plantean casos en igualdad de condiciones. Es la única manera de protegerse de las arbitrariedades de los grandes”, añaden fuentes comerciales.
El intento de crear un sistema paralelo no significa que la UE haya renunciado a la reforma de la OMC. “Pero no podemos garantizar el éxito de la reforma. Así que hemos iniciado vías para proteger nuestros intereses legales en casos en disputa”, concluyen fuentes europeas.
Pero la duda es si esa recuperación de la OMC va a llegar en algún momento: si la crisis del organismo que encabeza el brasileño Roberto Azevedo atraviesa tan solo un bache o camina de forma inexorable hacia la irrelevancia. Esta última opción es la que se teme García Herrero, que ve en la OMC “un Titanic al que se agarran los europeos”. El declive de este organismo, asegura, afectará negativamente al comercio internacional, “puesto que no habrá la posibilidad de un arbitraje bajo un paraguas común”.
Los problemas de la OMC no son nuevos. Las anteriores Administraciones de EE UU ya habían criticado duramente al Órgano de Apelación por considerar que se excedía en su mandato y que dictaminaba en demasiadas ocasiones contra los intereses norteamericanos. Pero no ha sido hasta la llegada de Donald Trump cuando la Casa Blanca ha amenazado con ignorar las sentencias, que, frente a lo que ocurría en la época del GATT, son de obligado cumplimiento para los 164 países miembros. Washington, por el contrario, considera que la OMC se sobrepasa en sus funciones e invade su soberanía nacional.
“Va a ser muy difícil lograr una reforma, pero a la UE no le queda otra opción que intentarlo y esperar que EE UU y China comprendan que en una guerra comercial pierden todos. Mientras, Bruselas también ha de buscar un plan b, que sería la búsqueda de acuerdos bilaterales si el mundo se parte en dos bloques”, analiza Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano.
Una buena ocasión para ponderar la pérdida de peso de la OMC será la reunión del G20 de esta semana en Osaka (Japón). El comercio mundial estará atento si en el comunicado final EE UU da alguna señal de desbloqueo de la OMC. Pero las fuentes consultadas lo consideran poco probable. “Lamentablemente, parece que el organismo va a ser cada vez más irrelevante. China podría asustarse al ver que su economía se desacelera o EE UU podría cambiar de política, sobre todo si Trump no es reelegido. No está todo perdido. Pero si no se toman medidas ya para corregir el rumbo, será muy difícil”, concluye Steinberg.

CHINA Y LOS LITIGIOS PENDIENTES CON EE UU Y LA EU

China dio marcha atrás la semana pasada y aceptó que no se le considere como una economía de mercado. Con este paso, Pekín deberá seguir pagando tasas antidumping por las acusaciones de EE UU y Europa de exportar productos como aluminio y acero a precios más bajos de mercado gracias a subvenciones públicas que reciben las empresas exportadoras. Según Reuters, que difundió la noticia, China tomó esta decisión porque sabía que iba a perder el litigio. Otras fuentes lo interpretan también como un gesto de buena voluntad ante el resto de conflictos comerciales que arrastra el gigante asiático. "China sabe que la OMC no va a resolver nada ahora, pero quiere mostrar su cara multilateralista y diferenciarse de EE UU", añade Alicia García Herrero, de Natixis.
"Cuando China entró en la OMC, en 2000, las normas del organismo estaban pensadas para economías de mercado, no como China, con muchas empresas públicas que distorsionan el mercado. Esto hay que arreglarlo de alguna forma. La solución de EE UU es bloquear. La de la UE, adaptar la organización a este tipo de economías", asegura José Luis Káiser, director general de Política Comercial. Káiser considera que la UE es el único de los grandes bloques que sigue defendiendo un sistema de comercio multilateral. "Tanto China como EE UU buscan soluciones al margen", añade.
Sobre el conflicto con EE UU por Huawei, fuentes comerciales creen que China no ha acudido a la OMC por estar aún inmersa en negociaciones confidenciales y estar a la espera de su resolución.

terça-feira, 19 de fevereiro de 2019

OMC: livro e seminario - SP, 13/03

Palestra: 
"O Futuro da OMC"
Palestrante: Victor do Prado, Diretor do Conselho e Comitê de Negociações Comerciais da OMC
Debatedores: Professor Celso Lafer, Ministro das Relações Exteriores do Brasil (2001-2002)
Professor Luiz Olavo Baptista, Presidente do Órgão de Apelação da OMC (2007-2008)
E
Lançamento do Livro:
"The WTO Dispute Settlement Mechanism"
editado por Alberto do Amaral Jr; Luciana M. de Oliveira Sá Pires; Cristiane Lucena Carneiro
13 de março de 2019
09.00 -- 13.00
Rua Itapeva, 474, 6º andar, São Paulo/SP

As inscrições podem ser realizadas por aqui.