O que é este blog?

Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida;

Meu Twitter: https://twitter.com/PauloAlmeida53

Facebook: https://www.facebook.com/paulobooks

sexta-feira, 11 de julho de 2014

Fidel Castro e Hannah Arendt em Princeton - Rafael Rojas (El Pais)

La noche que Hannah Arendt escuchó a Fidel Castro

El líder cubano dictó una conferencia magistral en la Universidad de Princeton en 1959

Los archivos de la Universidad de Princeton guardan una historia que ayuda a comprender la deriva totalitaria de la Revolución Cubana y la difícil lectura que hizo Occidente de ese fenómeno latinoamericano y caribeño. En abril de 1959, el primer ministro de la nueva Cuba, Fidel Castro, y su delegación se desviaron de su itinerario de Washington a Nueva York en una primera visita a Estados Unidos, organizada por la American Society of Newspapers Editors, y pasaron un par de días en la Universidad de Princeton.
La visita de Castro a Princeton fue facilitada por varios profesores e instituciones de la Universidad: el historiador Roland T. Ely, estudioso de la economía cubana y autor de los clásicos La economía cubana entre las dos Isabeles (1960) y Cuando reinaba su majestad el azúcar (1963); el embajador Paul D. Taylor, presidente de la American Whig Cliosophic Society, que extendió la invitación a los cubanos, y la Woodrow Wilson School, cuyo programa de Civilización americana había organizado por esos mismos días de abril de 1959 un seminario titulado The United States and the revolutionary spirit.
Castro pronunció la conferencia magistral de ese seminario, el lunes 20 de abril de 1959, en la noche. Según las notas que tomó el embajador Taylor, el premier cubano comenzó disculpándose de tener que hablar ante un grupo de expertos y propuso que lo escucharan como a un revolucionario práctico, como a alguien que no estudiaba sino que producía una revolución. Al decir de Castro, la Revolución Cubana había derribado dos mitos de la historia latinoamericana del siglo XX: que era posible vencer a un Ejército profesional, poseedor de armas modernas, y que también era posible revolucionar al pueblo cuando este no estaba hambriento.
Fidel Castro sostuvo que la Revolución Cubana no alentaba el choque de clases
La segunda observación es interesante, a la luz del relato oficial de la historia cubana, que, en el último medio siglo, ha insistido en presentar la sociedad de la isla, anterior a 1959, bajo el triple flagelo del “hambre, la miseria y la explotación”. Curiosamente, en abril de 1959, Fidel Castro decía a los profesores y estudiantes de Princeton que una de las originalidades de su revolución era que había triunfado en un país latinoamericano con un relativo bienestar social. La cubana, según aquel Castro, había sido más una revolución política y moral contra una dictadura corrupta que una rebelión de clases, de pobres contra ricos. Por eso había sido apoyada por el “95% del pueblo”, generando un fenómeno de “unanimidad de opinión”, inédito en la historia de Cuba.
Este análisis permitía a Fidel Castro sumarse al debate sobre Estados Unidos y el “espíritu revolucionario”, entre historiadores, filósofos, sociólogos y economistas de Princeton. El tema central en aquel seminario y en buena parte del pensamiento filosófico e histórico, en Estados Unidos durante la Guerra Fría, era el paralelo entre las revoluciones norteamericana, francesa y rusa, como modelos contrapuestos de cambio social. Según las notas de Taylor, en su conferencia Fidel Castro sostuvo que la cubana se inscribía más en la tradición de 1776 que de 1789 o 1917 porque no alentaba el choque de clases. Tampoco proponía la confrontación con Estados Unidos, ya que preservaba la distancia del comunismo y sugería una defensa de los intereses nacionales de Cuba que Washington podía aceptar porque se enmarcaba en su propia tradición independentista.
Uno de los profesores que intervino en ese seminario y que, probablemente, escuchó a Fidel Castro aquella noche del 20 de abril de 1959 fue la filósofa alemana Hannah Arendt. Justo en 1959, la autora de Los orígenes del totalitarismo (1951) y La condición humana (1958) había sido contratada como profesora en Princeton y comenzaba a investigar la historia de las revoluciones francesa y norteamericana. La ponencia que Arendt presentó en el seminario fue el punto de partida de su ensayo On revolution (1963). En los agradecimientos de este libro, Arendt comentaba que la idea del volumen había surgido durante aquel seminario sobre “Estados Unidos y el espíritu revolucionario”, organizado por el programa de Civilización americana de la Woodrow Wilson School de Princeton.
Para Arendt, la revolución y la guerra son dos fenómenos radicalmente distintos
En su libro, Arendt sostenía que el enlace histórico entre la revolución y la guerra, dos fenómenos, a su juicio, radicalmente distintos, había distorsionado los objetivos básicos de la tradición revolucionaria moderna, que eran la libertad y la felicidad. La ventaja que, a su entender, conservaba la revolución de 1776 en Estados Unidos sobre la francesa y la rusa era que, al enfrentar la “cuestión social” de la igualdad por medio del derecho constitucional, había logrado aquellos objetivos históricos. El jacobinismo y el bolchevismo, en cambio, producían una desconexión entre justicia y ley —lo que Ferenc Feher conceptualizará luego como “revolución congelada”— que alentaba el despotismo y dilapidaba el legado moral o el “tesoro perdido” de la revolución.
A pesar de haber escrito su libro entre 1959 y 1963, en Nueva York, una ciudad donde se debatió intensamente la radicalización comunista de la Revolución Cubana, Arendt no hizo alusiones a Cuba o a Fidel Castro. De hecho, la filósofa solo se refería a América Latina una vez en su ensayo y lo hacía para colocar la experiencia de las revoluciones del Tercer Mundo, en el siglo XX, más en la tradición francesa y rusa que en la norteamericana. Podría elaborarse un argumento similar al de Susan Buck-Morss en relación con la falta de alusiones a la revolución haitiana en la Fenomenología del espíritu de Hegel, pero es muy probable que en aquel silencio hubiera tanto prejuicio colonial como rechazo al totalitarismo comunista, aún en una región tan dominada e intervenida por los imperios atlánticos como el Caribe.
En otros momentos de su libro, Arendt hablaba de las “dictaduras de un solo partido” y de los regímenes burocráticos de la Unión Soviética y Europa del Este como nuevas formas de tiranía. En 1963, esa parecía ser la elección racional de los dirigentes cubanos, por lo que las palabras de Fidel Castro, aquella noche en Princeton, debieron sonarle, cuatro años después, como un perfecto embuste. Según aquel Castro, la diferencia entre la Revolución Cubana y la francesa y la rusa era que, en estas, “un pequeño grupo había tomado el poder por la fuerza e instaurado una nueva forma de terror”, mientras que en aquella un pueblo entero se había movilizado por “odio a una dictadura”.
Rafael Rojas es historiador cubano. Su último libro es Los derechos del alma. Ensayos sobre la querella liberal-conservadora en Hispanoamérica (Taurus, 2014).

Clark Art Institute in Massachusetts: ja fomos e voltaremos

Um must. No outono passado, Carmen Lícia saímos todo um fim de semana em direção ao norte apenas para cumprir um programa eminentemente cultural: ir a uma exposição especial sobre a obra de Georgia O'Keefe, em Glenns Falls, upperstate New York, perto do Lake George, justamente, e depois de volta ao sul, em direção às montanhas do Berkshire, para ver este instituto de arte, no noroeste de Massachusetts, que estava com uma exposição especial sobre Winslow Homer (mas toda a coleção de arte do museu é excepcional).
Voltaremos agora a Williamstown, para esta reinauguração.
Paulo Roberto de Almeida



ART REVIEW

A Place of Serene Excitement, Inside and Out

Clark Art Institute Reopens With New and Renovated Space



Slide Show | Clark Art Institute A look at renovations at the museum in Williamstown, Mass.
WILLIAMSTOWN, Mass. — In a time of hubristic museum expansionism, the beloved if rather fusty Sterling and Francine Clark Art Institute here has managed something distinctly surprising: It has gotten bigger andbetter.
To a great extent the Clark, which is known especially for its holdings in French Impressionism and 19th-century academic painting plus a handful of Renaissance masterpieces, has done this by doubling down, intensifying but also elaborating its founders’ mission: the individualistic contemplation of art within domestically scaled spaces in a pastoral setting. Sounds pretty soft, I guess. But now, it has been finely tempered into a sharp reprimand of several noxious museum trends, including giantism, spectacle and pandering to the public. At the least, it should give the most expansion-prone museum directors pause.
What has been achieved at the Clark is not without flaws. Nonetheless, Michael Conforti, its director of 20 years, and his trustees have fashioned their museum into a welcoming, comfortable place, where looking at art is the first order of business, environmental responsibility has become a lived commitment, and education is an increasingly multileveled project. The directors and trustees of every art museum in the country should schedule a visit to the Clark sooner rather than later. I am almost certain the experience would stimulate fresh thinking about what their own museums can be, regardless of size, location or architectural ambition.
The Clark has moved cautiously. Since adopting a master plan and enlisting the Japanese architect Tadao Ando in 2001 and adding the New York architect Annabelle Selldorf to the team in 2007, it has built two new Ando buildings and refurbished its two existing ones from the wall studs out (Ms. Selldorf’s purview). Working with Reed Hilderbrand, landscape architects from Cambridge, Mass., it has reconfigured its 140-acre campus, planting 1,000 trees, protecting wetlands and extending its elaborate network of footpaths. Also new are robust sustainability programs, including seven new geothermal wells to reduce heating costs.
Now, the master plan’s centerpiece is in place: Mr. Ando’s new, serene, low-slung Clark Center, opened on July 4 with an inaugural show, and it, too, is a gem. It is an exhibition of over 30 millenniums-old bronzes that are pinnacles of Chinese culture from the Shanghai Museum and rarely seen outside it.
But the exemplary redo by Ms. Selldorf also makes the original buildings and collections shine. For the first time, the Clark’s Winslow Homer paintings and its recently enriched holdings in George Inness works have their own gallery. And familiar masterpieces have been given a new power to stun, notably Piero della Francesca’s majestic “Virgin and Child Enthroned With Four Angels,” the greatest example of this Renaissance artist’s work in this country and was seen at the Frick Collection last year.
You approach the new Clark Center along smooth walls of red granite that can feel a bit daunting. But a reward is imminent. The first thing you see through the museum’s new main entrance is the mesmerizing view of a broad terrace overlooking three stepped reflecting pools. (They cleverly disguise an elaborate water recycling system.) This breathtaking vista imposes a kind of Zen calm even before you know it, and announces the museum’s priorities. You are being slowed down, the better to contemplate art and nature.
The new Clark Center provides a climate-controlled loading dock, a bookstore and the museum’s first real cafe as well as 11,000 square feet for temporary exhibitions in three galleries. The smallest, overlooking a reflecting pool, holds “Cast for Eternity: Annual Ritual Bronzes From the Shanghai Museum.” Spanning the 18th to the first century B.C., these containers held food, wine or water during ritual ceremonies.
They offer a diversity unmatched by American museums, forming the best initiation into Chinese bronze you may ever see. Vividly encapsulating the evolution of different vessel forms and surface decorations, they exude a suave yet undeniable fierceness, and not just because so many of their shapes and patterns are based on animals.
On Aug. 2, an exhibition of Abstract Expressionist painting and sculpture from the National Gallery of Art in Washington will open in the Clark Center’s other galleries, which are below grade but get some natural light from large window wells (though the larger gallery is marred by a diagonal wall).
Another part of the reopening celebration is “Raw Color: The Circles of David Smith,” a highly focused show of painted steel works from the early 1960s that are among Smith’s most colorful and abstract sculptures. It can be seen in the small galleries of the first Ando building, the Lunder Center at Stone Hill, which opened in 2008 and also houses the Williamstown Art Conservation Center.
As important as the new Ando buildings are, an equally big story is Ms. Selldorf’s transformations — one complete, one continuing — of the interiors of its two existing buildings, the 1955 neoclassical marble temple designed by the architect Daniel Deverell Perry, which houses the permanent collection, and the red granite Brutalist monster by Pietro Belluschi that was attached to the temple’s side in 1973 and whose reworking will be finished next spring. Called the Manton Research Center, it houses a large research library used by visiting scholars and students in the graduate program in art history co-sponsored by the Clark and Williams College.
From the new Clark Center an enclosed corridor leads visitors into a new glass-walled lobby for the temple. After one more set of doors, you’re inside the original Clark, now formally called the Museum Building, which looks pretty much as its founders envisioned it, only more so.
It has been subtly but extensively reworked, including lighting and environmental systems, with an additional 2,200 square feet of exhibition space derived from converted offices and preparation areas. Stairways have been removed, and doorways moved, added or merely implied: The long corridors that wrapped around the two central galleries — one for Impressionist, the other for academic painting — have been broken up with short walls that create an effective illusion of galleries.
Some wall colors — lavender for the large Impressionist gallery, deep purple for the academics — might be improved, and devoting two new galleries to the silver collection seems a bit of a waste. But a third gallery devoted to the Clarks’ collection of European porcelain is radiantly beautiful. This gallery offers the bonus of a knockout painting by Murillo — usually off view because of its large size — though its placement here is further proof that the silver galleries might be put to better use.
But there is really little to complain about. Degas’s bronze sculpture (with gauze tutu) “Little Dancer Aged Fourteen” has its own small gallery, which intensifies its physical and psychic realism. Nearby hangs one of several new gifts, Odilon Redon’s poetic “Head of a Woman With a Vase of Flowers.”
Perhaps the best change of all is that it is possible to get deliriously lost in these galleries.
The 2015 reopening of the Manton Research Center should put a final feather in the Clark’s cap. This building will contain a gallery devoted to works on paper and its penthouse may become a restaurant overlooking the campus. But most promising of all, its central triple-height atrium will become a generous public reading room, where visitors can browse art magazines, books and catalogs, as well as online resources.
The research library will expand into this space in a novel manner: Ms. Selldorf plans to line its upper level with bookshelves — out of the public’s reach but very much on display — available for the time being only to staff, students and scholars on narrow walkways.
It is amazing to look up into this expanse, still full of scaffoldings, and realize that in many other museums it would serve as an event space. The idea that at the Clark, people cannot only read about art but also look upward to the means of further study seems little short of radical.

Por que o Brasil cresce pouco? As razoes de Marcos Mendes, consultor do Senado Federal

O anúncio de uma entrevista, que também anuncia um novo livro, deste economista, de quem já resenhei um livro anterior: Gasto Público Eficiente (deve estar em algum lugar do meu site ou de algum blog).
Se ouso resumir a longa entrevista seria isto: o Brasil montou um sistema predatório, no qual algumas migalhas são distribuídas aos muito pobres e muitos recursos vão para os ricos e a classe média alta, que tem poder político e capacidade de formar a "opinião pública" (ou fazer lobby no Congresso).
Diminuem, portanto, os incentivos para as reformas, necessárias, que só acontecem nos desastres econômicos.
Pois é, parece que vamos ter de esperar as próximas crises -- fiscal ou de transações correntes -- para poder reformar o país.
Mas, isso eu considero como sendo apenas "superestrutura", ou seja, os mecanismos da política econômica que fazem o país funcionar mais ou menos direito.
No que toca a infraestrutura fundamental do país, que seria a sua educação, eu não vejo nenhuma catásftrofe chegando, apenas o aprofundamento da mediocridade. Ou seja, vamos continuar afundando na indigência educacional, na baixa produtividade e na falta de crescimento.
Conclusão: vamos continuar pobres e pouco inovadores pelo futuro previsível.
Paulo Roberto de Almeida

Aos amigos do Instituto Fernand Braudel,

Transmitimos a entrevista de página inteira sobre o baixo crescimento do Brasil, de Marcos Mendes, membro do nosso Instituto e consultor legislativo do Senado Federal, publicado hoje no jornal Valor Econômico. Marcos trabalhou como pesquisador em nosso Instituto, ocupando a cadeira de pesquisa de Otávio Bulhões, elaborando trabalhos sobre federalismo fiscal no Brasil. O novo livro de Marcos, Por que o Brasil cresce pouco? Desigualdade, democracia e baixo crescimento no país do futuro (Campus), será lançado no seminário "O baixo crescimento econômico do Brasil sob a lupa de economistas, cientistas políticos, historiadores e filósofos", organizado pelo Insper. O seminário será no dia 01 de agosto (sexta-feira), às 14h, na sede do Insper e terá como debatedores Marcos Lisboa, Marcos Nobre, Fernando Limongi e Luiz Felipe de Alencastro.

Download do artigo (PDF): http://pt.braudel.org.br/noticias/arquivos/downloads/clipping_valor_economico_11_07_2014.pdf
Inscrição para o seminário: http://www.insper.edu.br/agenda-de-eventos/workshop-de-lancamento-do-livro-por-que-o-brasil-cresce-pouco/

Norman Gall
Diretor executivo
Instituto Fernand Braudel de Economia Mundial

==========

Destaco aqui apenas um trecho da entrevista de Marcos Mendes que tende a provar que, mesmo os companheiros, com sua conversa enganosa de que estão beneficiando os mais pobres e redistribuindo a renda nacional, continuam a privilegiar os mais ricos, confirmando, mais uma vez que o Estado brasileiro continua a ser apropriado pela elite de bem colocados (inclusive os companheiros, agora) e continua a ser uma imensa máquina de concentração de renda sempre em favor dos mais ricos.

Da entrevista de Marcos Mendes ( Banco Central e consultor no Senado) sobre o seu livro "Por que o Brasil cresce pouco"

Valor: Se fosse colocar em uma balança, dá para saber onde, de que lado - dos pobres, da classe média ou dos ricos-  o Estado gasta mais?

Mendes: Vou fazer uma conta simples. Só o subsídio do BNDES - a diferença entre o que o Tesouro paga para tomar no mercado e o que ele recebe de volta pela taxa subsidiada do BNDES - custa R$ 24 bilhões por ano, que é exatamente o que ele gasta por ano no Bolsa Família. Junta isso com o que a economia perde com o comércio internacional protegido, com agências reguladoras fracas, eu acredito que os benefícios que vão a para a classe média e a classe alta são muito maiores do que o que pinga para os mais pobres. 

===========

Transcrevo agora a íntegra da matéria com o economista Marcos Mendes, para is interessados em debater com maior fiablidade de informações os problemas atuais da economia e da sociedade brasileira.


"No Brasil hoje, que é muito desigual, o rico quer bolsa-BNDES, o pobre quer Bolsa Família, a classe média quer universidade de graça e mercado de trabalho protegido, isso faz uma pressão sobre o Estado para gastar a favor de todo mundo, e regular a favor de todo mundo, diminuindo não só a poupança, como a eficiência da economia"

Para crescer, Brasil precisa rever cultura de 'mil' bolsas

Por Denise Neumann | De Brasília
<clip_image001.jpg> Para Marcos Mendes, consultor do Senado, é muito difícil coordenar um acordo social que reduza benefícios em prol de um país mais eficiente e menos desigual

Ao longo dos 30 anos de redemocratização do Brasil, o Estado incorporou programas de proteção social aos mais pobres ao mesmo tempo em que ampliou as políticas de proteção e benefícios aos mais ricos e à classe média. Para dar conta de atender a todos - alguns com voto, outros com poder econômico, outros com poder de formar opinião na sociedade -, o gasto público passou de algo próximo a 20% do Produto Interno Bruto (PIB) para os mais de 35% atuais. Com isso, o Brasil ficou preso na armadilha de país ainda muito desigual e com baixo crescimento, sustenta o economista Marcos Mendes, consultor legislativo do Senado.

Para voltar a crescer, o Brasil precisa ser menos desigual, e o caminho passa por escolher as reformas que, ao mesmo tempo, tragam mais eficiência e redistribuam renda. Na mira do que precisa ser desmontado, diz Mendes, estão muito mais as transferências de renda via BNDES, do que via Bolsa Família.

A tese de Mendes - que virou o livro "Por que o Brasil cresce pouco? ", editado pela Campus - é de que o conflito distributivo no país ficou tão sério que ninguém sabe quem ganha mais ou quem perde mais, e qual a conta de cada um. Em parte polêmica de sua análise, ele defende que a democracia agravou esse conflito. Mas para quem acha que isso significa uma defesa de governos autoritários, Mendes deixa claro que pensa justamente o contrário. O livro de Mendes, doutor pela Universidade de São Paulo (USP), começou a ser desenvolvido em 2012, quando esteve no Departamento de Economia da London School of Economics, tem prefácio do ex-diretor de Política Econômica do Ministério da Fazenda, Marcos Lisboa, e apresentação de Samuel Pessôa, pesquisador do Instituto Brasileiro de Economia da Fundação Getúlio Vargas Ibre/(FGV). A seguir, os principais trechos da entrevista.

Valor: Por que o sr. avalia que a combinação de alta desigualdade e democracia afeta o crescimento?

Marcos Mendes: Eu trabalho há 20 anos com política fiscal e há 20 anos eu e todos os economistas fiscais estamos falando que é preciso controlar o crescimento do gasto público, da carga tributária. Você já teve um governo do PSDB que não fez isso, um do PT que não fez isso. Quer dizer, você já teve alternância no poder e as coisas continuam as mesmas. Então não é simplesmente uma opção de política de gastar mais ou gastar menos, de tributar mais, ou tributar menos.

Valor: Então, o que está em jogo?

Mendes: Tem alguma coisa por trás disso. O que era o Estado brasileiro antes da redemocratização? Só quem tinha acesso ao Estado brasileiro antes da redemocratização eram os grandes grupos econômicos e a classe média alta. Você conseguia atender esse público com uma tributação e um gasto público na faixa de 20% do PIB, e os pobres simplesmente não tinham vez. Os indicadores sociais eram africanos, a assistência à saúde não era integral, a escola pública não era acessível aos pobres. Com a redemocratização, os mais ricos continuaram com canal de acesso ao poder e continuaram obtendo do Estado o que obtinham antes, como crédito subsidiado, proteção comercial às indústrias, perdão às dívidas agrícolas, uma Justiça que favorece quem tem dinheiro para pagar advogado mais caro, regulação fraca, ou seja, uma série de mecanismos favoráveis aos mais ricos. Com a redemocratização, os mais pobres começaram a ter voz, porque o político precisa de voto, que está na mão dos mais pobres. Então, você teve um boom de políticas pró-pobre que se somaram às políticas pró-ricos. E não foi só isso. Você abriu espaço para a pressão dos sindicatos e outras associações, e por meio delas a classe média também teve espaço para demandar mais do Estado. Então, com desigualdade e democracia você tem um Estado que redistribui para os ricos, para os muito pobres e para a classe média, não só através de gasto público, mas também de regulação econômica. E essas duas coisas - gasto público excessivo e regulação que protege a renda de determinados grupos - atuam contra a produtividade e o crescimento econômico.

Valor: E como se poderia desmontar esse mecanismo do Estado concentrador?

Mendes: A primeira reação das pessoas a esse argumento é: então você está dizendo que tem que acabar coma democracia. Não é isso. Primeiro, porque a democracia tem seu valor intrínseco, de liberdade de opinião, de expressão. Segundo, a não democracia não funciona, vide a crise no governo militar. Quando você não tem transparência, não tem liberdade de imprensa, grupos mais fortes economicamente dominam o Estado e excluem o restante da sociedade. Você precisa, dentro do marco democrático, encontrar políticas que ao mesmo tempo reduzam a desigualdade e estimulem o crescimento econômico. Estamos numa situação de tanta ineficiência que é possível ter políticas que atuem nas duas direções.

Valor: Quais são essas políticas?

Mendes: Três delas são mais importantes: primeiro, a reforma da Previdência Social, que é altamente concentradora de renda, porque, apesar da grande parcela de benefícios pelo mínimo, tem outra parcela grande, com peso financeiro razoável, que não é de salário mínimo. Também tem uma regra de pensões por morte muito benevolente, e tem a previdência dos servidores públicos. A Previdência tem dois problemas: ela não se sustenta sozinha e ela bloqueia o crescimento, porque absorve poupança da sociedade.

Valor: Quais as outras políticas?

Mendes: A segunda é educação. Com ela, você aumenta a produtividade do trabalhador, aumenta a produtividade geral da economia e a igualdade de oportunidades. Com uma reforma da educação no Brasil que diminua os custos do Estado com ensino superior e foque no ensino básico, onde a maioria da população pobre está, você tem, no longo prazo, uma melhoria da qualidade da educação e, portanto, maior igualdade de oportunidades. Hoje, o país gasta cinco vezes mais com um aluno na universidade pública que no ciclo fundamental. Por fim, na infraestrutura você tem espaço para fazer gastos que melhorem a qualidade de vida dos mais pobres e melhorem o funcionamento da economia, como transporte público nas grandes cidades e saneamento básico.

Valor: E qual o caminho para essas reformas?

Mendes: Temos tanta dificuldade para fazer reformas que é preciso estabelecer prioridades. Nenhum presidente eleito pode chegar no governo com uma cesta enorme de reformas, porque o espaço político para fazê-las é muito pequeno. Você tem que escolher reformas, e um critério seria aquelas que ao mesmo tempo tenham um impacto significativo sobre crescimento e redistribuição.

"Com democracia e desigualdade, você tem um Estado que redistribui para os muito pobres, os ricos e para a classe média."

Valor: Isso passaria por reduzir as políticas que favorecem a concentração pelo lado dos ricos?

Mendes: Exatamente. Não adianta hoje você dizer que vai fazer uma reforma tributária no Brasil. Qualquer reforma vai reduzir a arrecadação, e aí não vai ter dinheiro para pagar todas essas despesas. Primeiro tem que reformar pelo lado do gasto. Tem que reforçar as instituições fiscais, a lei de responsabilidade fiscal, acabar com contabilidade criativa, criar mecanismos de transparência, cumprir metas fiscais. Quando você tem uma restrição fiscal sobra menos espaço para os grupos se organizarem e conseguirem despesas a seu favor. Esse é um ponto. O segundo ponto é colocar muito peso político para bloquear as contrarreformas. No Congresso há uma série de projetos de lei que aumentam as despesas da Previdência e desfazem as reformas feitas no passado, reduzem tempo de contribuição, criam aposentadorias especiais, acabam com o fator previdenciário. Uma série de coisas que, se aprovadas, são uma bomba fiscal.

Valor: Nessas escolhas, algumas políticas que ajudaram na redução da desigualdade nos últimos anos, poderiam ser mantidas?

Mendes: Claro. Você precisa fazer uma escolha das políticas que são mais eficientes. Então, nitidamente, o que os especialistas da área social mostram, é que o Bolsa Família é muito mais eficiente que qualquer outro programa social. Com um custo muito menor, ele tira muito mais gente da pobreza, e reduz muito mais o índice de desigualdade. Agora, você tem políticas que são mais controversas, como a do aumento real do salário mínimo. Ela tem diminuído a desigualdade, mas a um custo fiscal muito alto. Ao mesmo tempo, se você simplesmente acabar com o aumento real do mínimo e não colocar nenhuma outra política social eficaz no lugar, você vai ter problemas com relação ao indicador de desigualdade. Então, é preciso focar nos programas que geram, efetivamente, maior resultado. Mas também não pode pensar só em resultado de curto prazo.

Valor: Que programas são esses?

Mendes: Você precisa migrar de uma ideia de programa social que coloca dinheiro no bolso das pessoas para programas sociais que dão condições para as pessoas viverem bem e serem produtivas. Qual a ideia? Se a desigualdade está caindo, e cair forte no médio e longo prazo, esse problema pode se resolver por si só. Se a gente continuar reduzindo a desigualdade por mais 15 anos em ritmo razoável, você vai ter uma grande sociedade de classe média no Brasil e essa sociedade vai ser menos dependente de assistência social e vai demandar mais serviços públicos de qualidade. Ela não vai estar interessada em ficar recebendo benefício social, ela vai estar um patamar acima. Esse é o cenário que eu chamo de virtuoso, com a desigualdade caindo fortemente e, no futuro, acaba esse conflito redistributivo. Mas esse não é o único cenário.

Valor: Qual é o outro cenário?

Mendes: Os dados que os especialistas estão levantando mostram que a desigualdade está estacionando em um patamar ainda muito alto. Então, se a desigualdade parar de cair - e há motivos para ela parar de cair - o Brasil pode ficar nesse modelo de alto conflito distributivo e baixo crescimento por muitos anos.

Valor: O que estaria levando a esse estacionamento da queda?

Mendes: São vários fatores e aí estou me servindo da literatura da área. Primeiro, as frutas mais fáceis de serem colhidas já foram colhidas. Se você já botou as pessoas na escola, se elas já chegaram ao mercado de trabalho com mais escolaridade, e isso já elevou o salário, daqui pra frente você vai precisar melhorar a qualidade da educação. E melhorar a qualidade da educação é muito mais difícil que colocar as pessoas na escola. Segundo, os programas sociais, como Bolsa Família, já atingiram a universalização, já não tem mais quem incluir, então você só vai melhorar a redução da desigualdade por meio deles se você aumentar o valor desses benefícios. Em terceiro lugar, você passou por um boom de commodities que aumentou a renda do país e havia mais renda para distribuir. Agora, o cenário internacional está mais difícil. Daqui para frente, ou é melhorando a qualidade da educação ou é melhorando a qualidade dos empregos oferecidos. É muito mais difícil do que foi feito até agora.

Valor: E já existe maturidade no país para desfazer essa política de Estado distribuidor de benefícios?

Mendes: Não acredito. Acho que a polarização política é muito forte, ninguém está disposto a abrir mão dos seus privilégios, dos seus benefícios. E essa tensão tende a aumentar ainda mais com o país crescendo pouco. Quando falo que o Brasil cresce pouco não estou falando desse pibinho dos últimos três anos. O Brasil cresce pouco nos últimos 30 anos. E isso vem de vários fatores que baixam a produtividade da economia e baixam a taxa de investimento. Nossa economia é muito fechada, temos pouca poupança para investir, temos infraestrutura ruim, população com baixo nível de educação, empresas pequenas e pouco produtivas; e todos esses fatores decorrem ou de uma regulação feita para proteger grupos específicos, ou de uma pressão sobre o gasto do Estado que leva a um aumento da carga tributária, que leva a um déficit público que reduz a poupança agregada da economia. E eu não vejo a sociedade brasileira com maturidade para admitir que precisa sentar à mesa, negociar e cada um ceder um pouco.

"Não vejo a sociedade brasileira com maturidade para sentar à mesa, negociar e cada um ceder um pouco."

Valor: Algo poderia detonar uma mudança nesse cenário, ou vamos ficar presos no baixo crescimento?

Mendes: O que poderia detonar uma mudança de percepção seria uma crise econômica. Na história recente do Brasil você teve dois grandes momentos de reforma, os dois detonados por crise. Primeiro você teve a crise que levou ao golpe militar, quando a economia estava numa crise forte. E logo depois do golpe, você teve uma reforma que criou o Banco Central, uma reforma tributária que levou ao imposto sobre valor agregado, uma abertura da economia. Mas tão logo a crise se dissipou, os grupos de pressão foram comendo essa reforma. E a outra foi nos anos 90, quando você teve uma crise fiscal forte, de balanço de pagamentos, que forçou o governo a fazer privatização, a controlar o gasto público, a criar o famoso tripé, com câmbio flutuante, meta de inflação e resultado fiscal. Tão logo o período de crise se dissipou, a abertura dos anos 90 foi sendo revertida, a questão fiscal vem se deteriorando, a contrarreforma foi se fazendo e não se consegue reforma nenhuma. Então, a possibilidade de o Brasil fazer um ajuste é uma crise, o que é um perigo, porque a crise traz oportunidade, mas traz também problemas sérios.

Valor: Esse é o único cenário?

Mendes: Outro cenário é ficarmos muitos anos com baixo crescimento, redistribuindo para rico, para pobre, para classe média, e, à medida que a economia não cresce, o cobertor vai ficando curto e você ruma para uma crise fiscal grave. E no limite até a democracia corre risco. Ou há a possibilidade de, mediante uma coalizão política forte, o país fazer as reformas certas e andar em direção ao círculo virtuoso. Se fizer as reformas que mantenham a queda na desigualdade, permitam o controle do gasto público, e o governo suportar a pressão por alguns anos, você pode puxar o fio da meada. Uma reforma faz a outra reforma ficar mais fácil, você entra no círculo virtuoso, mas eu sou pessimista.

Valor: Se fosse colocar em uma balança, dá para saber onde, de que lado - dos pobres, da classe média ou dos ricos - o Estado gasta mais?

Mendes: Vou fazer uma conta simples. Só o subsídio do BNDES - a diferença entre o que o Tesouro paga para tomar no mercado e o que ele recebe de volta pela taxa subsidiada do BNDES - custa R$ 24 bilhões por ano, que é exatamente o que ele gasta por ano no Bolsa Família. Junta isso com o que a economia perde com o comércio internacional protegido, com agências reguladoras fracas, eu acredito que os benefícios que vão a para a classe média e a classe alta são muito maiores do que o que pinga para os mais pobres.



Valor: Se o Brasil fosse menos desigual, poderíamos crescer mais?

Mendes: Sim. No Brasil hoje, que é muito desigual, o rico quer bolsa-BNDES, o pobre quer Bolsa Família, a classe média quer universidade de graça e mercado de trabalho protegido, isso faz uma pressão sobre o Estado para gastar a favor de todo mundo, e regular a favor de todo mundo, diminuindo não só a poupança, como a eficiência da economia. Quando a sociedade fica mais parecida entre si, primeiro você tem menos necessidade de programas sociais. Segundo, a sociedade vai querer menos programas sociais porque a maior parte dela terá patrimônio, casa, ter poupança, renda fixa, e para gerar mais benefício social, vai ter que tributar isso. Hoje, você tributa só os 10% mais ricos. Se mais gente for classe média, mais gente vai pagar Imposto de Renda e ter restrição a financiar gasto público. De qualquer forma, é preciso transparência para deixar os custos claros para a sociedade, porque aí ela vai ficar mais receptiva às reformas.

Valor: A sociedade tem consciência de quem paga o quê?

Mendes: Não. Nessa situação de alta desigualdade você fica numa confusão distributiva danada. Você pensa, eu estou pagando alguma coisa, mas tenho emprego público, meu avô recebe aposentadoria, o empresário paga, mas recebe algum benefício. Então, ninguém sabe quem está ganhando ou quem está perdendo, quem está pagando mais ou quem está recebendo mais. Todo mundo sabe que depois de uma reforma econômica, vai diminuir o gasto público, vai diminuir a regulação, e que na média o país vai estar melhor. Mas você não sabe se você vai estar acima da média ou abaixo dela. Prefiro ficar como eu estou a dar um salto no escuro, prefiro manter meu benefício para não ficar atrás dos outros. Coordenar esse acordo social, em que todos abrem mão do seu benefício em prol de uma sociedade mais eficiente, menos desigual e com menos custo tributário, é muito difícil.

Valor: O sr. acha que em algum momento das manifestações estava se caminhando para esse consenso redistributivo?

Mendes: Você pode fazer duas leituras das manifestações do ano passado. Uma delas é: você aumentou a classe média e a gente está chegando no consenso da classe média, que está falando: eu quero educação melhor, quero transporte melhor, quero saúde melhor, quero gasto público melhor, não quero gastar dinheiro com estádio. Poderia ser a maioria da sociedade tendo um pensamento racional em prol do coletivo. Essa é uma leitura positiva, mas tem uma leitura negativa: cada um foi para a rua pedir uma coisa diferente. Como o modelo de distribuir para todo mundo está se extinguindo, vou para a rua defender o meu privilégio. Acaba com o privilégio do outro e mantém o meu. Estou mais propício a enxergar essa leitura.

Nunca Antes na Diplomacia: novo livro quase na praça - Paulo Roberto de Almeida

Nunca Antes na Diplomacia: a política externa brasileira em tempos não convencionais (ref. 4308510)
Paulo Roberto de Almeida
Clique para ampliar a imagem
Editora Appris
 
R$ 61,00
 
Indique esse produto
Descrição
 
Nunca antes na diplomacia? Provavelmente...
Tudo o que sempre lhe intrigou na política externa da era do -nunca antes-, e não tinha a quem perguntar? 
Agora já tem, ou, pelo menos, onde ler a respeito. Um diplomata experiente explica o que representaram esses tempos não convencionais na diplomacia brasileira.
Conceitos, fundamentos, ideias (as boas e as más), mas, sobretudo, os resultados práticos, examinados com isenção, em torno de uma diplomacia que rompeu o consenso nacional de que ela sempre desfrutou tradicionalmente. De fato, nunca antes...
 
Especificações
 
Encadernação: Brochura
Dimensões: 17 x 23 cm
 
Dados técnicos
 
ISBN: 978-85-8192-429-8
Número de páginas: 289
Edição: 1ª
Ano da Edição: 2014
 
Prazo para entrega
 
PRÉ-LANÇAMENTO: Consultar prazo de entrega.
 


Eleicoes 2014: a reeleicao da soberana traz instabilidade aos mercados - Reinaldo Azevedo

A presidente Dilma Rousseff (PT) está logrando um feito verdadeiramente inédito. Nunca antes na história deste país, a possibilidade de reeleição do governo de turno gerou turbulências no mercado. Acontecia justamente o contrário: era a perspectiva de mudança que gerava intranquilidade. Negociantes, no melhor sentido da palavra, aceitam correr riscos, sim. Mas gostam de regras — e de regras conhecidas. A suspeita de que qualquer coisa pode acontecer e de que tudo é possível tem preço — para baixo.
Em 1994 e 1998, quem despertava temores no mercado era o PT de Lula, que perdeu as duas disputas no primeiro turno. A reeleição das forças governistas representava estabilidade. Em 2002, a possibilidade de o petista vencer a disputa custou caro ao país. A especulação passou a comer solta, a inflação disparou, e o país teve de recorrer ao FMI — uma solução negociada com os companheiros, diga-se. Por quê?
Mesmo com a “Carta ao Povo Brasileiro”, em que o partido prometia seguir as regras de mercado, respeitar contratos e não dar calote em ninguém, havia uma grande e justificada desconfiança. Afinal, o PT passara 21 anos prometendo intervir na economia com mão forte — e não se descartava calote por lá nem da dívida interna nem da externa. Antonio Palocci se encarregou de evidenciar, no primeiro ano de sua gestão, que aquela conversão à realidade era para valer. A tensão passou.
Nas eleições de 2006 e 2010, esse era um não-assunto. Vencesse Dilma, Alckmin ou Serra, ninguém antevia grandes problemas pela frente. Aliás, se vocês recuperarem o noticiário da disputa em 2010, encontrarão alguns cretinos, fingindo-se de fundamentalistas de mercado, mas atuando como esbirros do PT, a falar, creiam, de um tal “risco Serra”.
Ou por outra: nas disputas de 1994, 1998, 2002, 2006 e 2010, o governismo nunca foi encarado como risco pelo mercado. Ela era sempre a solução — porque, reitero, os agentes econômicos preferem a certeza de turbulência às incertezas da escuridão.
Nesta quinta, acreditem, o mercado reagiu bem à derrota da Seleção Brasileira para a Alemanha por 7 a 1 porque considerou que isso eleva a possibilidade de Dilma perder a eleição. A Bolsa no Brasil se descolou do mercado internacional, que teve um mau dia: no fim da sessão, o Ibovespa fechou em alta de 1,79%, aos 54.592,75 pontos, maior patamar desde 20 de junho (54.638,19 pontos).
E olhem que o Ibovespa resistiu até a indicadores ruins. Segundo o IBGE, a produção industrial recuou em sete dos 14 locais pesquisados de abril para maio. Os destaques foram as retrações verificadas no Amazonas (-9,7%), Bahia (-6,8%) e Região Nordeste (-4,5%).
Nunca antes na história “destepaiz”, a possibilidade de reeleição do governo foi encarada como um risco.

Educacao: a pessima qualificacao dos professores no Brasil - O Globo

Os jornalistas não são exatamente competentes para extrairem todas as conclusoes pertinentes da pesquisa. Eles também são mal qualificados...
Paulo Roberto de Almeida 

Brasil não qualifica seus professores, diz estudo inédito

O Globo, 8/07/2014

Mais de 70% das atividades de formação continuada de professores no Brasil têm baixa eficácia e aplicabilidade, deixando o docente desmotivado e sem tempo para continuar com os estudos. Os métodos mais eficazes, as tutorias, são adotados apenas por 2% das escolas do país. Estas são principais conclusões do estudo “Formação continuada de professores no Brasil”, feito pelo Instituto Ayrton Senna (IAS) em parceria com The Boston Consulting Group (BCG), consultoria multinacional de gestão empresarial. A pesquisa, inédita, foi divulgada na tarde desta segunda-feira em São Paulo, em cerimônia que contou com a presença do ministro da Educação, José Henrique Paim.
O estudo ouviu 2.732 educadores entre novembro de 2012 e março de 2013, sendo diretores de escolas (51%), coordenadores pedagógicos (18%) e professores (26%). A partir das respostas, a pesquisa identificou os principais entraves para a formação continuada de docentes no Brasil e traçou linhas de ação para a capacitação dos profissionais.
Mais de 70% dos profissionais consultados no estudo disseram que as atividades oferecidas em sua escola são de caráter coletivo e “fora da sala de aula”, como acesso a material didático, reuniões pedagógicas e participação em eventos. Para os pesquisadores, esse enfoque em práticas conjuntas e mais distantes do cotidiano escolar “resulta em iniciativas de baixo impacto na melhoria do ensino”.
Ao serem perguntados sobre como suas escolas oferecem formação continuada, 14% disseram que o projeto se dá por oferta de material didático. Outros 14%, responderam que têm horário de trabalho reservado para atividades pedagógicas coletivas, 9% alegaram que mantêm encontros com supervisores e outros 9% afirmaram que fazem cursos a distância.
Em uma das perguntas, foi pedido para que profissionais da área dessem notas de 1 a 5 para os principais desafios da formação continuada, sendo 5 o grau máximo de dificuldade. No topo da lista tanto de professores quanto de diretores ficou a “lacuna de incentivos”, com média geral de 2,9. De acordo com o estudo, isso seria decorrente da baixa percepção por parte de professores e diretores de que a continuação dos estudos pode lhes proporcionar ascensão profissional.
Em seguida, para os dois grupos, os itens que mais atrapalhariam a formação continuada seria a “escassez de tempo” e a pouca “aplicabilidade do conteúdo”. Tanto o professor quanto o diretor convergiriam ainda ao apontar que há falta de priorização de outras iniciativas que não formação, falta de alinhamento das ações de formação continuada e elevada rotatividade dos professores. Esse último item, segundo o estudo, seria agravado ainda pelo alto número de professores com contratos temporários. Dados do Censo Escolar de 2012 mostram que existem 507.166 professores temporários e 1.327.526 efetivos no Brasil.
- Um dos pontos que mais atrapalha é a troca de governos municipais e estaduais. Cada gestão traça um plano de formação continuada, com parcerias de diferentes universidades. E com isso, a cada troca de governo, temos um novo plano. É uma formação ‘descontinuada’ – critica o coordenador da Campanha Nacional pelo Direito à Educação, o cientista político Daniel Cara.
As percepções, contudo, não são homogêneas em todos os estados do país. Enquanto profissionais do Sudeste, por exemplo, elegem a escassez de tempo como um dos principais entraves para a continuação dos estudos, em grande parte do Sul e em Rondônia, Tocantis e parte do Nordeste, este é um considerado um “desafio leve”. Por outro lado, se nos estados do Norte, é a alta rotatividade dos professores o maior culpado, no Rio ela seria encarada com mais facilidade pelos educadores.
De acordo com o estudo, as disparidades regionais demandariam abordagens diferenciadas para a formação continuada, inclusive na questão curricular. A pesquisa ressalta que uma das maiores dificuldades seria responder a essa questão: como produzir um material que sirva ao professor de São Paulo e ao do interior da Região Norte?
- Tirando situações que envolvam questões mais neutras como o ensino de fração na Matemática, o ideal seria que cada lugar desenvolvesse suas práticas de formação continuada, obedecendo as realidades locais. No entanto, para que isso ocorra, o MEC tem que estabelecer desde já uma diretriz curricular comum, coisa que ainda não temos – afirma Maria Helena Guimarães de Castro, diretora executiva da Fundação Sistema Estadual de Análise de Dados (Seade) e uma das educadoras que participou do estudo.
Tutoria pedagógica e plano de carreira
Além do panorama geral, o estudo também traça planos para implementar de modo eficaz a formação continuada. Uma das principais soluções sugeridas pelo estudo é a tutoria pedagógica ou professores-tutores nas redes de ensino. O estudo cita ainda o caso da rede estadual de Goiás, que implementou a prática e agora colhe os frutos. Lá, docentes são supervisionados por colegas mais experientes e outros educadores, além de receberem avaliações de desempenho e “feedbacks” e manterem reuniões frequentes com suas equipes pedagógicas. Em contraste, apenas 2% dos entrevistados no estudo disseram receber esse acompanhamento.
Os pesquisadores chamam atenção ainda para a urgência de se institucionalizarem planos de carreira que estimulem a qualificação do profissional. Vale lembrar que essa é uma das 20 metas do Plano Nacional de Educação (PNE), sancionado mês passado pela presidente Dilma Rousseff.
Natália Souza sabe muito bem a importância dos estudos. Professora de História na Escola Sesc, de ensino privado, e de uma escola municipal na comunidade de Cidade de Deus, no Rio, Natália conta que percebe bem como cada rede lida com a questão da formação continuada. Enquanto na escola particular paga seus estudos de pós-graduação, a rede municipal lhe dá acréscimo de R$ 200 por titulação de mestrado.
- Na rede pública, não há oferta nenhuma. A iniciativa tem que partir de nós. Eu fiz mestrado porque eu quis e porque houve incentivo da Escola Sesc. É uma pena, porque nos sentimos mais seguros ao lecionar depois de um curso de reciclagem – afirma a professora.
Fonte: O Globo.

O cafe foi o combustivel da guerra civil americana - Jon Grinspan (NYT)

O autor fala apenas do consumo de café, não da sua oferta. Muito desse café já era proveniente do Brasil.
Paulo Roberto de Almeida 


How Coffee Fueled the Civil War


It was the greatest coffee run in American history. The Ohio boys had been fighting since morning, trapped in the raging battle of Antietam, in September 1862. Suddenly, a 19-year-old William McKinley appeared, under heavy fire, hauling vats of hot coffee. The men held out tin cups, gulped the brew and started firing again. “It was like putting a new regiment in the fight,” their officer recalled. Three decades later, McKinley ran for president in part on this singular act of caffeinated heroism.
At the time, no one found McKinley’s act all that strange. For Union soldiers, and the lucky Confederates who could scrounge some, coffee fueled the war. Soldiers drank it before marches, after marches, on patrol, during combat. In their diaries, “coffee” appears more frequently than the words “rifle,” “cannon” or “bullet.” Ragged veterans and tired nurses agreed with one diarist: “Nobody can ‘soldier’ without coffee.”
Union troops made their coffee everywhere, and with everything: with water from canteens and puddles, brackish bays and Mississippi mud, liquid their horses would not drink. They cooked it over fires of plundered fence rails, or heated mugs in scalding steam-vents on naval gunboats. When times were good, coffee accompanied beefsteaks and oysters; when they were bad it washed down raw salt-pork and maggoty hardtack. Coffee was often the last comfort troops enjoyed before entering battle, and the first sign of safety for those who survived.

Photo
A sketch of exchanged Union prisoners receiving rations aboard the ship New YorkCreditLibrary of Congress
The Union Army encouraged this love, issuing soldiers roughly 36 pounds of coffee each year. Men ground the beans themselves (some carbines even had built-in grinders) and brewed it in little pots called muckets. They spent much of their downtime discussing the quality of that morning’s brew. Reading their diaries, one can sense the delight (and addiction) as troops gushed about a “delicious cup of black,” or fumed about “wishy-washy coffee.” Escaped slaves who joined Union Army camps could always find work as cooks if they were good at “settling” the coffee – getting the grounds to sink to the bottom of the unfiltered muckets.
For much of the war, the massive Union Army of the Potomac made up the second-largest population center in the Confederacy, and each morning this sprawling city became a coffee factory. First, as another diarist noted, “little campfires, rapidly increasing to hundreds in number, would shoot up along the hills and plains.” Then the encampment buzzed with the sound of thousands of grinders simultaneously crushing beans. Soon tens of thousands of muckets gurgled with fresh brew.
Confederates were not so lucky. The Union blockade kept most coffee out of seceded territory. One British observer noted that the loss of coffee “afflicts the Confederates even more than the loss of spirits,” while an Alabama nurse joked that the fierce craving for caffeine would, somehow, be the Union’s “means of subjugating us.” When coffee was available, captured or smuggled or traded with Union troops during casual cease-fires, Confederates wrote rhapsodically about their first sip.
The problem spilled over to the Union invaders. When Gen. William T. Sherman’s Union troops decided to live off plunder and forage as they cut their way through Georgia and South Carolina, soldiers complained that while food was plentiful, there were no beans to be found. “Coffee is only got from Uncle Sam,” an Ohio officer grumbled, and his men “could scarce get along without it.”
Confederate soldiers and civilians would not go without. Many cooked up coffee substitutes, roasting corn or rye or chopped beets, grinding them finely and brewing up something warm and brown. It contained no caffeine, but desperate soldiers claimed to love it. Gen. George Pickett, famous for that failed charge at Gettysburg, thanked his wife for the delicious “coffee” she had sent, gushing: “No Mocha or Java ever tasted half so good as this rye-sweet-potato blend!”
Did the fact that Union troops were near jittery from coffee, while rebels survived on impotent brown water, have an impact on the outcome of the conflict? Union soldiers certainly thought so. Though they rarely used the word “caffeine,” in their letters and diaries they raved about that “wonderful stimulant in a cup of coffee,” considering it a “nerve tonic.” One depressed soldier wrote home that he was surprised that he was still living, and reasoned: “what keeps me alive must be the coffee.”
RELATED
Civil War Timeline
Fort Sumter
An unfolding history of the Civil War with photos and articles from the Times archive and ongoing commentary from Disunion contributors.
Others went further, considering coffee a weapon of war. Gen. Benjamin Butler ordered his men to carry coffee in their canteens, and planned attacks based on when his men would be most caffeinated. He assured another general, before a fight in October 1864, that “if your men get their coffee early in the morning you can hold.”
Coffee did not win the war – Union material resources and manpower played a much, much bigger role than the quality of its Java – but it might say something about the victors. From one perspective, coffee was emblematic of the new Northern order of fast-paced wage labor, a hurried, business-minded, industrializing nation of strivers. For years, Northern bosses had urged their workers to switch from liquor to coffee, dreaming of sober, caffeinated, untiring employees. Southerners drank coffee too – in New Orleans especially – but the way Union soldiers gulped the stuff at every meal pointed ahead toward the world the war made, a civilization that lives on today in every office breakroom.
But more than that, coffee was simply delicious, soothing – “the soldier’s chiefest bodily consolation” – for men and women pushed beyond their limits. Caffeine was secondary. Soldiers often brewed coffee at the end of long marches, deep in the night while other men assembled tents. These grunts were too tired for caffeine to make a difference; they just wanted to share a warm cup – of Brazilian beans or scorched rye – before passing out.
This explains their fierce love. When one captured Union soldier was finally freed from a prison camp, he meditated on his experiences. Over his first cup of coffee in more than a year, he wondered if he could ever forgive “those Confederate thieves for robbing me of so many precious doses.” Getting worked up, he fumed, “Just think of it, in three hundred days there was lost to me, forever, so many hundred pots of good old Government Java.”
So when William McKinley braved enemy fire to bring his comrades a warm cup – an act memorialized in a stone monument at Antietam today – he knew what it meant to them.
Follow Disunion attwitter.com/NYTcivilwar or join us on Facebook.
Jon Grinspan
Jon Grinspan is a National Endowment for the Humanities fellow at the Massachusetts Historical Society.