Temas de relações internacionais, de política externa e de diplomacia brasileira, com ênfase em políticas econômicas, em viagens, livros e cultura em geral. Um quilombo de resistência intelectual em defesa da racionalidade, da inteligência e das liberdades democráticas.
O que é este blog?
Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida;
Cristina es la autora de la monumental crisis institucional y ya nada queda del Presidente que fue cuando inauguró su mandato
Joaquín Morales Solá
Sí, fue ella. Cristina Kirchner es la autora del quebrantamiento del orden constitucional, porque fue ella quien ordenó que el gobierno nacional y un grupo de irresponsables gobernadores peronistas se sublevaran contra la Corte Suprema de Justicia.Esa es ya una certeza después de escuchar su discurso de la tarde de este martesen Avellaneda. Es notable la capacidad que tiene para manipular a sus seguidores. La vicepresidenta se alarmó, para citar uno de sus tantos desvaríos, porque la Corte había desconocido una ley. Es muy común que el máximo tribunal de justicia declare inconstitucional leyes con la consiguiente aprobación del Congreso y la promulgación del Poder Ejecutivo. Lo conoció en carne propia cuando la Corte declaró inconstitucional su llamada ley de democratización de la Justicia. Otra manipulación obscena de la opinión de sus fanáticos ocurrió cuando señaló que no hubo un renunciamiento suyo a las eventuales candidaturas en las elecciones del próximo año, sino una proscripción decretada por el “partido judicial”, como ella nombra despectivamente a la Justicia.Nunca hubo una proscripción que la afectara directamente. La condena a seis años de prisión e inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos (que sí le impediría ser candidata) no es ni será una condena definitiva hasta que no pase por dos instancias más: la Cámara de Casación Penal y la Corte Suprema. Y podrá ser candidata mientras no exista una condenada definitiva, que tardará mucho más de un año en llegar.Por lo demás, la inhabilitación para ejercer cargos públicos es una pena inherente a la condena a seis años de cárcel por administración fraudulenta el Estado, según la condena del tribunal oral que la juzgó por hechos corruptos en el manejo de la obra pública. En otras palabras, no puede haber sentencia a prisión por administración fraudulenta del Estado sin inhabilitación permanente para ejercer cargos públicos.
El párrafo más significativo de su discurso (cargado de prejuicios contra empresas privadas de medicina, cable de televisión e internet, entre otras) fue el que le dedicó a la Capital. La describió como un distrito donde reina la abundancia y hay servicios públicos por todos lados. El lugar de los ricos (que nunca la vota, se olvidó de aclarar), mientras ella se reserva el liderazgo de los pobres que habitan el interior del país. ¿Nunca se preguntó por qué gran parte del interior (no todo) es pobre cuando la mayoría de las provincias, sobre todo las más pobres, son gobernadas desde hace décadas por peronistas? Ella es, en efecto, quien inspiró el levantamiento contra la Corte Suprema, el más grave conflicto institucional desde la reinstauración democrática. Ella fue la que llevó a Alberto Fernández de una decisión a otra decisión en una práctica ya insoportable de contradicciones. En apenas cinco días, el Presidente cambió tres veces de opinión sobre la decisión de la Corte Suprema en la causa de la coparticipación de la Capital. No fueron solo opiniones; fueron también decisiones del Estado. Fue ella la que condujo al peronismo al peor momento de desprestigio político desde 1983, que transcurre ahora. Nadie persigue al peronismo por ser peronismo. Eso es una historia del pasado, de los años 50 del siglo pasado. El peronismo es víctima de su liderazgo y de nadie más. Es obvia la estrategia de Cristina Kirchner: quiere que el peronismo se sienta condenado como ella está condenada por corrupción. Es incomprensible, a todo esto, que Alberto Fernández se preste a semejante treta cometida a la luz del día.
Pero, ¿quién es el Presidente? ¿Es el del jueves anterior, cuando anunció que desobedecería a la Corte Suprema de Justicia, o es el del lunes, cuando decidió acatar al máximo tribunal, pero de acuerdo con su antojo? ¿O es el de ayer, que borró con el codo lo que escribió el lunes con la mano y autorizó (¿autorizó realmente?) al procurador del Tesoro, Carlos Zannini, para que se presentara ante la Corte y le pidiera una revocatoria in extremis de la sentencia del tribunal sobre la coparticipación de la Capital?Encima, Zannini les exigió a los jueces supremos que se vayan de este caso y que otros jueces -conjueces, en este caso- tomen su lugar en la cima del Poder Judicial para resolver el conflicto con la Capital. ¿Qué queda de un Presidente que se convirtió en un péndulo que nunca se queda quieto? Nadie ha hecho tanto para desvalorizar la institución presidencial como el propio Presidente. El sometimiento a Cristina Kirchner no lo justifica. Su perpetuo zigzag de los últimos años lo están dejando solo, conmovedoramente solo. ¿Pruebas? Los gobernadores peronistas que lo presionaron para quebrar el orden constitucional fueron, fundamentalmente, el chaqueño Jorge Capitanich y el santiagueño Gerardo Zamora, dos políticos que responden directamente a Cristina Kirchner. No es cierto que los gobernadores fueron en manada a reclamarle que desacatara a la Corte. Fueron aquellos dos; el resto nadó en la dirección de la corriente de sublevación en la que estaban todos. Estos no son inocentes, porque pudieron imaginar una política distinta a la del golpe de Estado contra la Corte, pero optaron por la disciplina a la vicepresidenta.
Después de la rectificación del lunes, los gobernadores se están preguntando para qué los llamó el jueves anterior y por qué los hizo hacer el papelón que hicieron. Quedó mal con todos: con los gobernadores, con Rodríguez Larreta, con la Corte Suprema y con la propia Cristina Kirchner. Así es su destino de temblores y oscilaciones.
Hard-Line Positions by Russia and Ukraine Dim Hope for Peace Talks
Both Moscow and Kyiv say they are ready to talk, but their terms for sitting down at a negotiating table suggest otherwise.
The New York Times, Dec 29, 2022
As the battle for Ukraine turns into a bloody, mile-by-mile fight in numbing cold, Ukrainian and Russian officials have insisted that they are willing to discuss making peace.
But with a drumbeat of statements in recent days making clear that each side’s demands are flatly unacceptable to the other, there appears to be little hope for serious negotiations in the near future.
Ukraine this week proposed a “peace” summit by the end of February, but said Russia could participate only if it first faces a war-crimes tribunal. That drew a frosty response from the Kremlin, with Foreign Minister Sergey V. Lavrov saying that Kyiv must accept all of Russia’s demands, including that it give up four Ukrainian regions that Moscow claims to have annexed.
“Otherwise,” he said, “the Russian Army will deal with this issue.”
Russia does not fully control any of those regions, and has even lost territory there in recent months as Ukrainian forces fight to reclaim all the land seized by Moscow. But on Wednesday, the Kremlin spokesman, Dmitri S. Peskov, said it was impossible to accept a peace plan that did not recognize those four Ukrainian regions as part of Russia.
“Any plan that does not take into account these circumstances cannot claim to be a peace plan,” Mr. Peskov said, according to the state-run Tass news agency.
The hard-line positions suggest that both sides believe they have more to gain on the battlefield, analysts say.
“This suggests there is not necessarily a push for a negotiated peace or even some sort of negotiations, but still a push for whatever endgame is being sought militarily,” said Marnie Howlett, a lecturer in Russian and Eastern European politics at the University of Oxford.
Ukraine holds the momentum, having retaken much of the land that Russia captured early in the war. But Moscow’s forces still occupy large chunks of the east and south, and Russia is readying more troops and launching aerial attacks on infrastructure, deepening Ukrainians’ misery even as Russian soldiers struggle on the ground.
On Wednesday, the Ukrainian military said that Russia had launched a barrage of strikesat the southern city of Kherson, including one that damaged a maternity ward, as officials continued to urge on residents to evacuate. Images shared by one Ukrainian official after the strike showed blown-out windows, a hole in the roof and piles of rubble in one of the rooms.
Kherson has been battered by shelling since Ukraine retook the city last month, with Russian forces using new positions on the opposite bank of the Dnipro River to launch near daily barrages at the city.
The war has now passed its 300th day. There have been no peace talks between Ukraine and Russia since the early weeks of the conflict, which began when Russia launched a full-scale invasion on Feb. 24, and both sides have signaled a determination to keep fighting.
Visiting Washington last week, President Volodymyr Zelensky of Ukraine said that weapons and aid from the United States and allies would help Ukraine sustain its resistance well into 2023, emphasizing that “we have to defeat the Kremlin on the battlefield.”
And President Vladimir V. Putin of Russia, in a brief televised interview over the weekend, said that he was prepared to negotiate over “acceptable outcomes,” but insisted that “99.9 percent of our citizens” are “ready to sacrifice everything for the interests of the Motherland.”
Western officials have dismissed Mr. Putin’s periodic offers to negotiate as empty gestures. In calling for talks without hinting that he is prepared to abandon his onslaught — and repeating a propaganda line that Russia is fighting a defensive war for its own survival — Mr. Putin is trying to send the message that Russia will eventually win, and that the sooner Ukraine capitulates, the fewer people will die.
“They are both in it for the long haul,” said Karin von Hippel, director general of the Royal United Services Institute, a military research institute in London. “Putin still feels he can win this. He still has more men and more money, although you wonder what his tipping point will be.”
While Russia’s losses are believed to be enormous — more than 100,000 killed and injured, American officials have said — Mr. Putin has signaled recently that he is prepared to accept many more. He told senior military officials in a televised meeting last week that of the 300,000 reserves called up this fall, half were still at training bases and represented a “strategic reserve” for future fighting.
On Wednesday, Russia’s prime minister, Mikhail Mishustin, said that his country’s economy had contracted by 2 percent over the past 11 months. That is a smaller decline than many experts had predicted at the start of the war, and suggests that Moscow has so far managed to weather the effects of Western sanctions.
This month, Mr. Putin emphasized that there were “no limits” to Russia’s military spending.
But as the evidence of Russian military atrocities has multiplied — and with Ukraine’s continued battlefield success — Kyiv’s negotiating position has hardened.
In late March, weeks after the invasion and with Russian troops still threatening to seize the capital, Ukrainian negotiators at a meeting in Istanbul proposed adopting neutral status— in effect abandoning a bid to join NATO, which Russia has long opposed — in exchange for security guarantees from other nations.
They also suggested separate talks on the status of Crimea, the Ukrainian peninsula seized by Russia in 2014, and of Donbas, the eastern area claimed by Moscow.
Those terms are now off the table.
“The emotional background in Ukraine has changed very, very much,” Mykhailo Podolyak, a top adviser to Mr. Zelensky, told the BBC in August. “We have seen too many war crimes.”
Last month, addressing a summit of leaders of the Group of 20 nations, Mr. Zelensky presented a 10-point “formula for peace” that called for Russia’s full withdrawal from Ukrainian territory, including Crimea and Donbas.
It also demanded an international tribunal to try Russian war crimes; Moscow’s release of all political prisoners and those forcibly deported during the war; compensation from Russia for war damages; and steps by the international community to ensure the safety of Ukraine’s nuclear power plants and to provide for its food and energy security.
Demanding maximum concessions is a time-honored negotiating tactic, but analysts say that Ukraine is eager to demonstrate — particularly to European allies that are enduring higher energy costs this winter because of a Russian oil embargo — that it sees a path out of the conflict.
“The Ukrainian proposal offers a glimpse at Ukraine’s vision of how the war with Russia could one day end,” said Stella Ghervas, a professor of Russian history at Newcastle University in Britain. In the wars of modern European history, she said, winners on the battlefield have often been the ones to push hardest for peace.
“In the Napoleonic wars, World War I and World War II, the successful military leaders and peacemakers were often the same individuals,” she said. “Those who sought peace were the same who had successfully fought the war. The serious initiatives for peacemaking during the great wars in Europe have come always from the strongest party on the battlefield.”
Still, Ukraine’s peace proposals have received a generally cautious response. When Mr. Zelensky mentioned his plan at a joint news conference with President Biden last week, Mr. Biden did not comment on the proposal, saying only that the United States and Ukraine “share the exact same vision” for peace.
On Wednesday, the French defense minister, Sébastien Lecornu, visited the Ukrainian capital for the first time since the war began, following a pledge by President Emmanuel Macron to send more weapons to Ukraine. Mr. Lecornu laid a wreath at a monument to Ukrainians who have died in the war.
Many in Ukraine and in Eastern Europe have been critical of France’s response to the war, drawing a link between its relatively limited military support and Mr. Macron’s approach to Russia. While unequivocally backing the Ukrainian cause, Mr. Macron has said “we must not humiliate Russia” and called security guarantees for Russia an “essential” part of peace talks.
Mr. Zelensky said this week that he had sought India’s help on the peace plan in a call with Prime Minister Narendra Modi, whose government holds the Group of 20 rotating chair and has been mentioned as a possible mediator in talks. Mr. Modi “conveyed India’s support for any peace efforts,” but did not mention the Ukrainian plan.
Another potential interlocutor is Turkey, which this summer brokered a deal involving Russia, Ukraine and the United Nations to allow for the export of Ukrainian grainthrough the Black Sea. That agreement, along with occasional exchanges of prisoners between Ukraine and Russia, has offered hope that the two sides could one day discuss a cease-fire.
But analysts say that Russia must demonstrate that it will negotiate in good faith and act on the terms of any peace agreement in order to earn some level of trust by Ukraine, which it has invaded twice in less than a decade.
“Ukraine will always be a neighbor of Russia,” said Ms. Howlett, the Oxford lecturer. “Any peace settlement has to come with the acknowledgment and understanding that Russia isn’t going anywhere.”
Anton Troianovski, Constant Méheut and Ivan Nechepurenko contributed reporting.
Shashank Bengali is a senior editor at The New York Times and leads the live news team in London. He joined The Times in 2021 after nearly two decades as a foreign correspondent, Washington correspondent and editor at The Los Angeles Times and McClatchy Newspapers. @SBengali
A version of this article appears in print on Dec. 29, 2022, Section A, Page 1 of the New York edition with the headline: Hopes for Talks Dim in Ukraine As Sides Dig In. Order Reprints | Today’s Paper | Subscribe
Feliz de organizar este livro com meu colega Eduardo Uziel sobre a contribuição do Embaixador Gelson Fonseca Jr para o Brasil. O livro estará disponível para baixar gratuitamente no site da Fundação Alexandre de Gusmão (FUNAG) a partir de 10/01, dia do lançamento na sede do CEBRI - Centro Brasileiro de Relações Internacionais. Em breve, mais informações sobre o conteúdo.
“La transformación de la naturaleza misma del hombre presagia el triunfo universal y eterno de la dictadura del Estado; la inmutabilidad de la tendencia del hombre a la libertad es la condena del Estado totalitario.
… Las grandes insurrecciones en el gueto de Varsovia, en Trebklinka y Sobibor, el gran movimiento partisano que inflamó decenas de países subyugados por Hitler, las insurrecciones postestalinianas en Berlín en 1953 o en Hungría en 1956, los levantamientos que estallaron en los campos de Siberia y Extremo Oriente tras la muerte de Stalin… todo ello demostró que el instinto de la libertad en el hombre es invencible. Había sido reprimido, pero existía. El hombre condenado a la esclavitud se convierte en esclavo por necesidad, pero no por naturaleza.
La aspiración innata del hombre a la libertad es invencible; puede ser aplastada pero no aniquilada. El totalitarismo no puede renunciar a la violencia. Si lo hiciera, perecería. La eterna, ininterrumpida, violencia, directa o enmascarada, es la base del totalitarismo. El hombre no renuncia a la libertad por propia voluntad. En esta conclusión se halla la luz de nuestros tiempos, la luz del futuro.”
Vasili Grossman,Vida y destino
Cuando 2022 se asomaba no estábamos preparados para asimilar todo lo que viviríamos, pese a nuestra esperanza en dejar atrás lo peor de la pandemia. Este año ha estado marcado por la brutal invasión de Ucrania bajo el insólito argumento de la “desnazificación”.
En la Ucrania ocupada por las tropas de Vladimir Putin, la que fuera la tierra natal de Vasili Grossman y también la de mi familia, no solo se violan sistemáticamente los más elementales derechos humanos, también se intenta sentar las bases de un nuevo estado totalitario de raíz estalinista. Por eso nuestra solidaridad con Ucrania y los ucranianos.
Ante la llegada de un nuevo año solo queda trabajar por el retorno de la libertad, de la racionalidad y de la humanidad. No en vano, ser humano, libertad y razón están indisolublemente unidos, son parte de la misma cosa. Sin hombre no hay libertad ni razón, aunque podamos ser, al mismo tiempo, responsables de las mayores atrocidades.
Me gustaría ante 2023 ser un poco más optimista, pero los desastres de la guerra no hacen albergar demasiadas esperanzas en el futuro inmediato. Sin embargo, sería bueno que con el paso del tiempo retorne la cordura y que la paz nos bendiga con su potencial liberador.
¡Brindemos entonces por la paz, la libertad y la luz del futuro!
Todavía está por ver si 2023 será el año de la escalada –ya sea intencionada o accidental– o el momento de cimentar pequeñas desescaladas que rebajen la tensión geopolítica y su impacto económico global. Pero el espejo de 2022 nos ha mostrado que cuanto mayores son los riesgos, más obsoletos están los marcos reguladores y los sistemas de protección que deben resguardarnos de tanta volatilidad.
2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos: inflación, seguridad alimentaria, crisis energética, más presiones en la cadena de suministro y en la competición geopolítica global, la descomposición de los sistemas de seguridad y gobernanza internacional, y la capacidad colectiva para responder a todo ello. Es por eso que, en 2023, la permacrisis –elegida palabra del 2022– abarca desde la desorientación estratégica de las potencias occidentales hasta la vulnerabilidad que siente buena parte de la población del planeta por el encarecimiento de los productos básicos y la incapacidad de proteger bienes comunes como los alimentos, la energía o el clima. La fragilidad impregna desde la seguridad colectiva a la supervivencia individual.
Como en una mesa de billar americano, la invasión rusa de Ucrania es la bola blanca que ha impactado sobre las distintas transformaciones y crisis en curso que, proyectadas por la fuerza centrífuga que supone el nuevo escenario bélico, se mueven sobre el tablero, colisionando las unas con las otras, aumentado así la sensación de desorden y aceleración global, de incertidumbre geopolítica y de agitación social. ¿En qué momento se detendrá cada una de estas bolas que ahora están bajo el impacto de la confrontación armada en Ucrania? ¿Qué grado de desorden imperará en ese preciso momento? ¿Cuál podría ser, entre tanta crisis, la bola negra que, si cae por la tronera antes de tiempo, derive en una nueva amenaza existencial? Y, sobre todo, en este escenario continuado de vulnerabilidad e incertidumbre que se configura como la nueva normalidad, ¿qué respuestas colectivas están en construcción?
No estamos solo ante una crisis de dimensiones ingentes, sino ante un nuevo proceso de cambio estructural que en 2023 impactará, al menos, en estas 10 tendencias.
16 de noviembre de 2022, Egipto, Scharm El Scheich: Luiz Inacio Lula da Silva, Presidente electo de Brasil, habla en la Cumbre del Clima de la ONU COP27. – recrop Photo: Christophe Gateau/dpa (Foto de Christophe Gateau/picture alliance vía Getty Images)
Aceleración de la competición estratégica. A pesar de que la guerra en Ucrania ha acelerado la confrontación entre Estados Unidos y China, 2023 será también el año de los otros; aquel en el que veremos con más claridad una aceleración en la competición estratégica de otras potencias que aspiran a ganar protagonismo manteniendo espacios de cooperación abiertos, tanto con Washington como con Pekín o Moscú. Será un año para seguir de cerca las estrategias de India o Turquía, la evolución de Arabia Saudí, o los cambios que puedan venir desde el Brasil de Lula da Silva y del último ciclo electoral en América Latina, un continente donde China ha ganado con creces la puja internacional por afianzar su peso e influencia.
Inoperatividad de los marcos globales de seguridad colectiva. Desde el 24 de febrero de 2022, los paradigmas de la arquitectura de seguridad, tanto global como europea, han cambiado drásticamente. Por un lado, hemos asistido a una revitalización del papel de la OTAN; mientras que, por el otro, las imágenes de la invasión militar rusa aceleraban la percepción de descomposición del sistema de seguridad internacional, aumentando la sensación de vulnerabilidad y desorientación estratégica que acompaña los cambios estructurales actuales. Más allá del marco transatlántico, hay un impacto regional directo de esta inoperatividad de los instrumentos de seguridad colectiva, con resultados distintos según los conflictos: desde nuevos vacíos de poder o la profundización de la inestabilidad y la violencia, hasta el fortalecimiento de un minilateralismo que busca tejer espacios alternativos de seguridad compartida ante desafíos geoestratégicos.
Empleados trabajan en la línea de producción de paneles solares en una fábrica el 11 de octubre de 2022 en Jinhua, provincia china de Zhejiang. (Fotografía de VCG/VCG vía Getty Images)
Transiciones en colisión. Las transiciones verde y digital, que parecían ir de la mano hacia la construcción de un mundo más sostenible, han entrado en colisión. La guerra en Ucrania y el impacto de las sanciones a Rusia han alterado mercados, dependencias, compromisos climáticos e incluso los tiempos previstos para afianzar la apuesta por energías alternativas. ¿Ha sido esta crisis un acelerador o un sabotaje para la transición energética?
A corto plazo, el miedo a una falta de suministros durante el invierno ha impulsado la demanda de carbón, pero también ha acelerado una profundización en el mercado único de la energía en la UE. La otra gran apuesta en la carrera por la diversificación energética ha sido el incremento del uso de energías renovables, con la energía solar como alternativa principal. Desde el inicio de 2022, la Unión Europea ha incrementado un 121% la importación de placas solares producidas en China. Sin embargo, en esta transición, la competición por las tierras raras ganará centralidad y, en 2023, veremos a la UE presentar su Ley Europea de Materias Primas Fundamentales, con el objetivo de evitar una nueva dependencia hacia el gigante asiático, que representa el 60% de la producción global de estos minerales y componentes necesarios para producir placas solares, pero también baterías eléctricas o componentes tecnológicos necesarios para las transiciones gemelas: climática y tecnológica.
¿Recesión económica global? El Banco Central Europeo alerta de que la eurozona podría entrar pronto en una leve recesión técnica o estancamiento. Un escenario sombrío para un mundo que aún trata de revertir los estragos sociales y económicos de la pandemia y, de nuevo, se ve abocado a la volatilidad. En este contexto, las medidas monetarias del BCE para frenar la inflación se mantendrán en los próximos meses y se espera que la Reserva Federal estadounidense continuará aumentando las tasas de interés durante 2023.
En algunas regiones del planeta, el riesgo económico, monetario y social dibujará un 2023 altamente inflamable. La inflación ha llegado a máximos históricos, con Líbano, Turquía e Irán registrando unos incrementos de precios del 162%, el 85% (el dato más alto desde junio de 1998) y el 41%, respectivamente, que dificultan aún más el acceso a los alimentos para una parte significativa de la población. Siria y Yemen también han visto un aumento del precio de la cesta básica alrededor del 97% y el 81%, respectivamente.
El riesgo de que una crisis de deuda se amplíe en las economías emergentes durante 2023 está aumentando. Sri Lanka ha sido la primera alarma, pero, según The Economist, 53 países emergentes están al borde de no poder hacer frente a los pagos de sus deudas debido al incremento de precios y a la desaceleración de la economía mundial. Entre los que presentan una situación más delicada, están Pakistán, Egipto o Líbano.
Una mujer sentada junto a un calefactor eléctrico en su casa durante la temporada de invierno en el barrio de Guinardo, en Barcelona. (Foto de Davide Bonaldo/SOPA Images/LightRocket vía Getty Images).
Crisis de acceso y garantías a los bienes básicos. La guerra en Ucrania ha agravado las dificultades de acceso a la energía, a los alimentos y al agua potable. La provisión de bienes públicos globales, que es un requisito previo para el desarrollo y es vital para la reducción de la pobreza y la desigualdad entre países, sufre hoy los estragos de la rivalidad geopolítica, de una nueva confrontación por los recursos naturales, así como de los efectos de un debilitamiento de la gobernanza global y de la cooperación internacional.
El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes. Según Naciones Unidas, en 2022, hay unos 345 millones de personas de 82 países en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo, unos 200 millones más que antes de la pandemia.También los altos precios de la energía influirán en el retroceso de los índices globales de desarrollo. Es probable que unos 75 millones de personas que recientemente obtuvieron acceso a la electricidad pierdan la capacidad de pagarla, lo que significa que, por primera vez desde que la IEA aporta datos, el número total de personas en el mundo sin acceso a la electricidad vuelva a crecer, y casi 100 millones de personas vuelvan a depender de la leña para cocinar, en lugar de optar por soluciones más limpias y saludables.
Inestabilidad y descontento social. En 2022, más de 90 países han registrado movilizaciones por la falta del acceso a los bienes públicos. En América Latina, los altos precios de los combustibles han generado protestas en Perú, Ecuador y Panamá, así como en Argentina, donde los manifestantes han extendido las demandas para reclamar más empleos y ayudas frente a las altas tasas de inflación. Este malestar social impactará de lleno en el camino a las urnas para Ecuador y Argentina, que tienen elecciones previstas, respectivamente, para febrero y octubre de 2023.
El invierno del descontento en Europa –que ya ha visto movilizaciones de miles de personas en Grecia, Reino Unido, Austria, Alemania, o la República Checa– podría intensificarse en 2023. La encuesta de eupinions revela que un 49% de la población de la UE señala el aumento del coste de vida como su principal preocupación. Por su parte, Oriente Medio y el norte de África podrían ser, de nuevo, el epicentro de una nueva ola de protestas masivas. Con la inflación cada vez más cercana a los niveles de 2011, cuando el descontento social y la frustración desencadenaron el inicio de las “primaveras árabes”, Líbano, Túnez, Egipto y Argelia podrían ser de nuevo escenario de protestas en contra de los regímenes actuales.
Mujeres del colectivo NousToutes organizaron en Toulouse una protesta contra la violencia sexual y el patriarcado. Hasta la fecha, 101 mujeres han sido asesinadas por su pareja en Francia. Toulouse. Francia. 21 de noviembre de 2021. (Foto de Alain Pitton/NurPhoto vía Getty Images)
Fracturas y atomización de los movimientos y sus reivindicaciones. La protesta gana terreno –tanto en democracias como en dictaduras– pero, cada vez más, lo hace en sociedades fracturadas, polarizadas. La “erosión de la cohesión social” es el riesgo que más ha empeorado a nivel mundial desde el inicio de la crisis de la COVID-19, según el Global Risk Report 2022. La fragmentación ha llegado incluso a los movimientos de protesta y a sus reivindicaciones. En los últimos años, el movimiento feminista, por ejemplo, se ha visto sumido en una fractura en torno a grandes debates sobre temas como el trabajo sexual, la definición del sujeto del feminismo, la misma conceptualización del género o la inclusión de las personas trans. También en la movilización ecologista y contra la crisis climática, vemos como las protestas evolucionan hacia estrategias distintas. A finales de 2022, han irrumpido nuevas formas de denuncia: acciones sensacionalistas –como pegarse a un cuadro o rociarlo de sopa de tomate– han acaparado la atención mediática para devolver la acción climática al debate público. En general, todos estos cambios reflejan el desencanto de muchos de estos movimientos –especialmente entre los jóvenes– frente a la inacción y continuismo de los gobiernos ante las crisis que nos acechan. En 2023, este activismo disruptivo estará aún más presente, con llamamientos específicos a la desobediencia civil.
Autoritarismo bajo presión. El 70% de la población mundial –más de 5.000 millones de personas– vive bajo dictaduras. La involución democrática gana terreno. Sin embargo, no solo la democracia está bajo presión, sino que las autocracias electorales también tienen un año con muchos interrogantes por delante. En 2023 veremos como algunos de estos liderazgos autoritarios están cada vez más cuestionados, ya sea por divisiones internas dentro del propio sistema o por la fuerza de movimientos opositores. Las protestas en Irán o China reflejan un malestar social que seguirá latente. También el presidente ruso, Vladímir Putin, tiene un altísimo grado de presión, prácticamente en todos los frentes. El apoyo popular a la invasión rusa de Ucrania ha caído drásticamente en los últimos meses y cuanto más se alargue la guerra más evidente se hará.
Los hombres fuertes parecen haber entrado en crisis. Jair Bolsonaro ha perdido las elecciones en Brasil, y las midterm en Estados Unidos acotaron la ola trumpista. Un aviso claro para el Presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y sus aspiraciones de reelección ante una oposición que se presenta más unida y más fuerte que nunca.
Un carguero carga mercancías para su exportación a Sudáfrica en Qingdao, Zona Piloto de Libre Comercio de Shandong, el 22 de junio de 2022. (Photo credit should read CFOTO/Future Publishing via Getty Images)
Fragmentación regulatoria, desglobalización sectorial. Estamos ante una reglobalización o regionalización de geometría variable; ante un desacoplamiento selectivo, de doble circulación. La integración seguirá, especialmente en aquellos sectores donde la conectividad o la necesidad mutua es vital para el desarrollo de los actores, y el desacoplamiento sucederá en sectores estratégicos de la confrontación geopolítica, como la tecnología, la seguridad y la defensa. Este reset acelerado de la globalización, provocado tanto por la pandemia como por la guerra de Ucrania, no afecta solo a los centros de producción y a las cadenas de distribución. Estamos ante un replanteamiento –incluso ante un cuestionamiento, por parte de algunos actores– de las estructuras de gobernanza internacional.
En este contexto, China ha acelerado su propio entramado de organizaciones y mecanismos de influencia geopolítica. La Organización de Cooperación de Shanghái o la constitución del Banco Asiático de Inversión de Infraestructuras son instrumentos clave que, ya en los últimos meses y durante 2023, se configurarán como espacios importantes de esta transformación geopolítica. Además, un posible fortalecimiento de los BRICS en 2023 también puede reforzar el papel del Nuevo Banco de Desarrollo. Ante esta proliferación de instrumentos distintos, que giran en torno a dos núcleos de poder confrontados, el FMI advierte del riesgo de “fragmentación geoeconómica”.
Testando límites. Si 2023 es el año que pondrá a prueba los límites individuales y colectivos, la bola negra de nuestra mesa de billar es todo aquello –acontecimiento o efecto inesperado– que, como los últimos años han demostrado, es capaz de hacer saltar por los aires las previsiones, los tiempos y las estrategias de la política internacional. En la lista de amenazas que pudieran propiciar una escalada en los riesgos existentes, el peligro de un ataque o accidente nuclear ha subido enteros después de la subida de tono de la retórica rusa de los últimos meses y los bombardeos en las inmediaciones de centrales como la de Zaporiyia en el sureste de Ucrania. Asimismo, no hay que olvidar la creciente agresividad de los fenómenos meteorológicos que, en 2023, también podrían poner a prueba las insuficientes respuestas globales frente a la urgencia de la crisis climática, o la nueva virulencia de la COVID-19 en China.
Sin embargo, esta sensación de volatilidad no debe interrumpir la necesidad de actuar, ni de repensar los nuevos marcos efectivos de cooperación para hacer frente a las crisis globales y a esta incertidumbre permanente.
Este artículo es una versión reducida de la Nota Internacional publicada por CIDOB el 20 de diciembre de 2021. Esta Nota Internacional es el resultado de la reflexión colectiva del equipo de investigación de CIDOB en colaboración con EsadeGeo. Coordinada y editada por Carme Colomina, en el proceso de redacción ha contado con aportaciones de Inés Arco, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Ana Ballesteros, Paula Barceló, Pol Bargués, Moussa Bourekba, Víctor Burguete, Anna Busquets, Carmen Claudín, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Marta Galceran, Matteo Garavoglia, Blanca Garcés, Patricia García-Durán, Seán Golden, Berta Güell, Josep Mª Lloveras, Ricardo Martínez, Esther Masclans, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Pol Morillas, Viviane Ogou, Francesco Pasetti, Cristina Sala, Héctor Sánchez, Ángel Saz, Reinhard Schweitzer, Antoni Segura, Cristina Serrano, Eduard Soler i Lecha, Marie Vandendriessche, Pere Vilanova, así como de socios individuales de CIDOB en los trabajos preparatorios.
Since strongman President Nicolás Maduro responded with an iron fist to widespread protests in 2014 over shortages of goods and sky-high inflation, Venezuela has been subject to more severe US economic sanctions that have put its already-struggling economy on life support. (One of the first sanctions was imposedby the Bush administration in 2006 over Caracas’ failure to crack down on drug trafficking and terrorism.)
As a result of the economic and political crises gripping the country, more than 7 million Venezuelans have fled since 2015, making it one of the world’s largest migrant crises. For those who stayed behind, their quality of life is abysmal: Joblessness is rife, the medical system is in tatters, and more than 67% live in extreme poverty. Meanwhile, most of those who fled sought refuge in Latin America, mainly in Colombia, where they have struggled to find jobs – forcing many women to resort to sex work or even to sell their hair to survive.
But 2022 brought fresh challenges for Venezuela's migrant population. Global inflation has disrupted Latin America’s gig economy, which many Venezuelan migrants rely on to get by. As a result, thousands have been forced to uproot their lives – again – resulting in new migration routes to North America.
Consider that in the first 10 months of this year, Venezuelans accounted for 70% of people who trekked through the Darien Gap, a perilous crossing between Colombia and Panama that’s submerged in dense jungle and swarming with drug cartels and guerrilla groups. The US recently lifted some sanctions on Venezuela's oil sector in a bid to offset losses from Russia. But Washington is still a long way off from reaching any agreements with the Maduro regime that would rescue Caracas’ economy.