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quarta-feira, 14 de julho de 2010
Vecinos muy descontentos... sin razon...
Uma grande injustiça, essa afirmação do principal jornal paraguaio...
Paulo Roberto de Almeida
Lula no cesa de burlarse del Paraguay
Editorial ABC Color, 14 de Julio de 2010
El lamentable manejo dado por nuestras autoridades a las negociaciones con la República Federativa del Brasil en lo atinente a la reivindicación de la soberanía energética nacional es un ejemplo que pone de manifiesto el grave deterioro que afecta a la República en materia de relacionamiento internacional. Muy hábilmente, durante su campaña electoral, Fernando Lugo enarboló con fines proselitistas la emblemática bandera de la recuperación de nuestros largamente postergados legítimos derechos en Itaipú. Sin embargo, falto de una estrategia adecuada de negociación con Itamaraty, el Gobierno luguista desde el principio anduvo a los tumbos en lo referente a los mecanismos que debía activar para materializar su promesa electoral. Pronto Brasil supo aprovechar en su beneficio la improvisación paraguaya. Nuestros últimos cancilleres facilitaron el astuto trabajo de la Cancillería brasileña, la cual no hizo más que dar continuidad a la vieja práctica empleada durante los sucesivos gobiernos colorados, de repartir algunas migajas que mantuvieron con los bolsillos llenos a nuestros políticos en el Gobierno al tiempo que garantizaba la plena vigencia e intangibilidad de sus propios intereses.
La política exterior del actual gobierno –si es que tal política existe– se encuentra absolutamente a la deriva. Pocas veces en la historia de nuestro país, la diplomacia paraguaya ha dado tantas muestras de imprevisión, incapacidad y desvarío como en la administración del presidente Fernando Lugo y su canciller Héctor Lacognata. El lamentable manejo dado por las autoridades a las negociaciones con la República Federativa del Brasil en lo atinente a la reivindicación de la soberanía energética nacional es un ejemplo que pone de manifiesto el grave deterioro que afecta a la República en materia de relacionamiento internacional.
Muy hábilmente, durante su campaña política, el entonces candidato presidencial de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), Fernando Lugo, enarboló con fines meramente proselitistas la emblemática bandera de la recuperación de nuestros largamente postergados legítimos derechos en Itaipú. En aquel marco electoral, el ex obispo advirtió a nuestro principal y poderoso vecino que, en caso de conquistar el poder, exigiría la renegociación del leonino tratado suscrito en 1973, en el que se habían conculcado los intereses de la Nación de manera alevosa. Inclusive, llegó a amenazar a los brasileños con recurrir a los tribunales internacionales para reclamar lo que justamente nos pertenece.
Sin embargo, falto de una estrategia adecuada de negociación con Itamaraty, el Gobierno luguista anduvo desde el principio de su gestión a los tumbos en lo referente al delineamiento de los mecanismos que debía activar para materializar su promesa electoral. Pronto Brasil supo aprovechar en su beneficio la improvisación paraguaya. Dos cancilleres, Alejandro Hamed y Héctor Lacognata, absolutamente desconocedores del derecho y la práctica internacional, facilitaron el astuto trabajo de la Cancillería brasileña, la cual no hizo más que dar continuidad a la vieja práctica empleada durante los sucesivos gobiernos colorados, de repartir algunas migajas que mantuvieran con los bolsillos llenos a nuestros políticos en el gobierno al tiempo que garantizaba la plena vigencia e intangibilidad de sus propios intereses.
Creyendo ingenuamente que sus “coincidencias ideológicas” con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva permitirían efectivizar la reivindicación de la soberanía energética paraguaya, Fernando Lugo se encaminó confiado a aguardar el cumplimiento de los acuerdos firmados por un gobierno conformado por una nucleación política “fraterna”, el Partido de los Trabajadores (PT), muy cercano a los afectos del actual director interino de Itaipú, Gustavo Codas. Olvidó el Mandatario que los imperios como el brasileño no se mueven a base de consideraciones de carácter emocional, sino a la consecución de concretos objetivos materiales que los beneficien.
Con la suscripción de la Declaración Presidencial del 25 de julio de 2009, Brasilia obtuvo su primera conquista: hacer que Fernando Lugo renunciara por voluntad propia a la exigencia de renegociación del inicuo Tratado de Itaipú. Con la promesa de que incrementaría el pago por la cesión de energía no consumida de 120 millones a 360 millones de dólares, y con el compromiso devenido en mentira de que alguien, no se sabe exactamente quién, cubriría el costo de la construcción de una línea de transmisión de 500 kV entre la hidroeléctrica y Villa Hayes, Lula sepultó las “pretensiones” paraguayas.
En su irresponsable candidez, todo el gobierno luguista celebró estruendosamente la “histórica” concesión de nuestros vecinos. Pero a un año de la suscripción de aquella declaración, Paraguay no solo no recibió nada de lo comprometido y firmado, sino que, encima, por esa misma NADA, el Gobierno decidió insólita y unilateralmente claudicar nada menos que a una justa reivindicación histórica de nuestro país.
Tan descarada ha sido la abdicación, que incluso hoy, un aliado liberal del Gobierno en funciones, el senador Blas Llano –en campaña política interna dentro de su partido– reflota con mezquinos intereses proselitistas, como si todo este lamentable proceso no hubiera existido y él no tuviera también alto grado de responsabilidad al respecto, la necesidad de “renegociar Itaipú y recuperar la soberanía energética”.
A lo largo de estos 12 meses, y conociendo desde hace 40 años el taimado proceder de Itamaraty, ABC Color no ha cesado de advertir que el Gobierno paraguayo había caído otra vez víctima de una burda trampa del Brasil. La gente del Gobierno se rasgaba las vestiduras cuando denunciábamos y condenábamos el ardid. Pero he aquí que a un año del compromiso firmado, ninguna obligación brasileña se ha hecho efectiva, y nadie en el Gobierno nacional se hace responsable de tamaño fracaso.
Tras obligar a nuestras autoridades a someterse a una indigna actitud mendiga, a la que Lugo se prestó voluntariamente yendo al Mercosur a suplicar la aprobación del uso de unos fondos que el Paraguay pudo haber conseguido de manera decorosa por otras vías, ahora Lula anuncia la nueva fecha de una visita a nuestro país en la que los paraguayos otra vez más seremos forzados a atestiguar un colosal montaje de “fraternal” falsedad e hipocresía.
La situación no podía ser de mayor afrenta para la Nación. La clase política, y fundamentalmente el Parlamento, debieran exigir que los líderes del actual gobierno asuman su responsabilidad y rindan cuentas por el patético manejo que han dado a toda esta cuestión. La dignidad de los paraguayos no puede ser tan impunemente comprometida por autoridades que son omisas en el cumplimiento de sus obligaciones.
Ante este panorama, el principal responsable del manejo de nuestra política exterior, el ministro de Relaciones Exteriores, debe ser inmediatamente interpelado por el Congreso de la Nación.
Este poder del Estado, por otra parte, en estricta observancia de sus atribuciones constitucionales, debe asimismo negar el acuerdo para la designación del candidato del Poder Ejecutivo para ocupar la dirección paraguaya de la Itaipú Binacional. Se trata de dos necesarias medidas correctivas, tendientes a advertir al Presidente de la República que los altos intereses de la Nación no han de ser administrados con la misma negligencia o deshonestidad que han sido norma común durante la nefasta e interminable era de los gobiernos colorados.
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