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Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.

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sábado, 30 de março de 2024

Sobre la dolarización y los economistas - Emilio Ocampo (El Cato)

Um importante artigo para colocar em boas bases o debate sobre dolarização ou não dolarização, em bases nacionais, ou desdolarização no plano dos intercâmbios, como pretendem alguns partidários de uma "nova ordem global". Aplicado especialmente ao caso da Argentina, onde o autor a defende com argumentos consistentes. 

Sobre la dolarización y los economistas

Emilio Ocampo dice que la dolarización no ha sido descalificada por una mayoría de los economistas, de hecho hay una larga tradición del pensamiento económico que se ha opuesto al nacionalismo monetario.

El CATO, 25 de Marzo de 2024 

https://www.elcato.org/sobre-la-dolarizacion-y-los-economistas?mc_cid=f1760a8ffa&mc_eid=19e757ffce 

"Sin embargo, la mayoría de las naciones civilizadas siguen siendo tan bárbaras en sus transacciones que casi todos los países independientes optan por afirmar su nacionalidad teniendo, para su inconveniencia y la de sus vecinos, una moneda propia".
– John Stuart Mill

Leyendo lo que escriben algunos economistas argentinos y repiten ciertos medios, un lector desprevenido podría llevarse la impresión de que la dolarización ha sido descalificada por una mayoría de la profesión.

Nada más lejos de la verdad. Se puede estar a favor o en contra de la dolarización. Como en muchos otras cuestiones, hay economistas respetables y distinguidos en ambos lados del debate.

Una larga tradición en el pensamiento económico que se remonta a John Stuart MillJuan Bautista Alberdi y William Stanley Jevons en el siglo XIX y a Friedrich A. Hayek en el siglo XX ha cuestionado el nacionalismo monetario. A principios de los años setenta, dos premios Nobel, Milton Friedman Robert Mundell, enarbolaron la bandera de la dolarización. En 1973 Friedman la recomendó específicamente para la Argentina en un testimonio al Congreso norteamericano, y, Mundell, a quien se considera el padre intelectual del euro, asesoró al gobierno de Panamá luego de que Nixon declarara la inconvertibilidad del dólar a oro. Desde entonces la lista de académicos reconocidos que la han propuesto para países con inflación alta y endémica incluye a Alberto AlesinaRobert BarroGuillermo CalvoJohn CochraneTyler CowenRudiger DornbuschSteve HankeSteven KaminDavid MalpassCarmen ReinhartKurt SchulerGeorge SelginLarry SummersScott SumnerFrançois VeldeMarcelo Veracierto, y Larry White, entre otros

Habría que agregar que los economistas Alfredo ArízagaCarlos Julio Emanuel Manuel Hinds, que como ministros de economía llevaron adelante la dolarización en sus países (los dos primeros en Ecuador y el último en El Salvador), también la recomiendan para la Argentina. Los economistas ecuatorianos Alberto AcostaAlberto DahikMarco Naranjo ChiribogaPablo Lucio Paredes y Francisco Zalles en el último año han opinado públicamente de la misma manera (muchos otros lo han hecho en privado).

En la Argentina, la lista de economistas que en algún momento en las últimas cuatro décadas han propuesto la dolarización como solución al problema de la inflación incluye a Ricardo ArriazuJorge ÁvilaEnrique Blasco GarmaAlberto Benegas Lynch (h)Roberto CachanoskyNicolás Cachanosky, Iván CarrinoGerardo Della PaoleraAlejandro M. EstradaAgustín Etchebarne BullrichPablo GuidottiJavier MileiAgustín MonteverdePedro PouAdrián RavierAlfredo Romano y Gabriel Rubinstein, entre otros (aclaro que hoy no todos están a favor de una dolarización).

En algunos casos, la oposición de algunos economistas argentinos a la dolarización excede un análisis racional y pasa a un plano casi emocional. Con notables y loables excepciones, la chicana y la tergiversación priman sobre el análisis objetivo y racional.

En el plano teórico el debate sobre la dolarización se puede resumir como un trade-off entre los costos y beneficios de la credibilidad versus la flexibilidad de la política económica. Por el lado de los costos, la dolarización implica la pérdida de: 1) ingresos por señoreaje; 2) un banco central que pueda actuar de prestamista de último instancia, y, 3) la política cambiaria como amortiguadora de shocks externos. Los beneficios incluyen: 1) una tasa de inflación baja de manera permanente, 2) menores costos de transacción; 3) eliminación del riesgo de devaluación, que reduce las tasas de interés internas y el costo de capital de las empresas; 4) una prima de riesgo país potencialmente más baja, 5) un entorno más favorable para la inversión y el crecimiento gracias a la estabilidad de precios, 6) eliminación del descalce cambiario en el sector público y el sistema financiero, y 6) menor riesgo de refinanciación (roll-over) de la deuda pública

De manera simplificada, si los gobernantes de un país demuestran de manera consistente a lo largo del tiempo que con un régimen de política flexible y discrecional no logran generar credibilidad, y, por ende, tampoco estabilidad, entonces, para alcanzar este último objetivo no queda otro camino que la dolarización. La flexibilidad es un lujo que sólo se pueden dar los países creíbles. Es decir, aquellos que consistentemente han adoptado políticas sensatas. Teniendo en cuenta que: a) con estabilidad de precios el señoreaje a lo sumo puede representar 1-1,5% del PBI y hay manera de recuperarlo parcialmente, b) hace años que no tenemos ni un banco central independiente ni un verdadero prestamista de última instancia, c) la política cambiaria en vez de estabilizar la economía tiende a desestabilizarla, y d) el costo del endeudamiento del sector público a largo plazo es prohibitivo, una dolarización no parece una opción costosa. 

Hay quienes se oponen a la dolarización porque la asocian con la Convertibilidad, cuyo final traumático quedó grabado en la memoria colectiva de los argentinos. Se trata de regímenes parecidos pero esencialmente distintos. A Duhalde y Alfonsín les costó muy poco revertir la Convertibilidad, mientras que Rafael Correa, habiendo sufrido la crisis de 2008, un default soberano y un terremoto, nunca pudo revertir la dolarización porque el dólar era más popular que él. La inconsistencia de la política fiscal con un régimen de tipo de cambio fijo no explica por si sola el fin de la Convertibilidad. Fue una combinación de factores, en los que la política doméstica jugó un papel decisivo. Además, hay que recalcar que la Convertibilidad empezó en un momento en el que el dólar tocaba su punto más bajo en quince años mientras que hoy está en el punto más alto de los últimos cincuenta (y casi 40% por encima del valor que tenía en marzo de 1991).

Un análisis crítico de la historia argentina sugiere que apoyar un régimen flexible y discrecional requiere grandes dosis de optimismo (¿voluntarismo?). Básicamente, implica creer que esta vez será diferente.

¿Qué puede justificar semejante creencia?

  • La ilusión de qué, aunque la Argentina no es un “país normal”, puede fácil y rápidamente convertirse en un país normal. ¿Por qué no podemos tener el mismo régimen bi-monetario con el que Perú y Uruguay lograron doblegar la inflación? Descartar la respuesta obvia a esta pregunta denota una peligrosa ingenuidad. Estos países no están donde están, ni tienen la inflación que tienen por casualidad, sino porque, a lo largo de varias décadas, sus gobernantes tomaron decisiones que nuestro sistema político no estuvo, ni hoy demuestra estar, dispuesto a tomar. Si mi perro tuviera un manubrio y dos ruedas no sería mi perro, sino mi bicicleta.
  • La soberbia de algunos economistas que creen que si ellos estuvieran a cargo de la política económica podrían lograr lo que no han logrado otros economistas tanto o más calificados y/o experimentados que ellos en el pasado. La Argentina ha demostrado que se come crudos a los golden boys con PhDs de la Ivy League. Sin embargo, algunos académicos encerrados en la torre de marfil juegan con modelos matemáticos en los que las medidas que proponen siempre obtienen los resultados esperados. Como advirtió Ricardo Caballero hace algunos años, es peligroso para un economista dejarse hipnotizar por la lógica de los modelos y confundir la precisión con la que obtienen resultados en un mundo ideal con la que se puede esperar en el mundo real. Esta confusión es lo que Hayek denominó “la pretensión del conocimiento”, que termina resultando carísima a la sociedad.
  • La ilusión de qué bajo un régimen flexible y discrecional, futuros gobiernos emplearán las herramientas de política cambiaria, monetaria y fiscal de acuerdo a lo que prescriben los libros de texto a pesar de que nunca lo han hecho.
  • La ilusión de que lo único que se necesita para eliminar la inflación es un banco central independiente. Esta es probablemente una de las ideas más perniciosas que circulan en nuestro medio (en este artículo explico por qué). En lo que va del siglo, la independencia de jure del BCRA supera a la del Bank of England y, hasta 2011, también superó a la de la Reserva Federal, sin embargo, resulta obvio que, de facto, la poca independencia que tuvo bajo la Convertibilidad desapareció por completo. Por ley tenemos un banco central relativamente independiente, pero en la práctica es una dependencia del Ministerio de Economía con funcionarios mejor pagos. Esta divergencia es una clara señal de anomia institucional. 
  • La ilusión de que lo único que se necesita para eliminar la inflación es eliminar el déficit fiscal. Ya tuvimos la fallida experiencia del “Plan Picapiedras” bajo el gobierno de Mauricio Macri que se asentaba sobre dos pilares: emisión cero y déficit cero. Entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019 el equilibrio primario pasó de un déficit a un superávit con una reducción del gasto de casi 13% en términos reales, mientras que la base monetaria pasó de crecer al 24% anual a crecer al 35% anual. Sin embargo, la tasa de inflación anual promedio saltó de 26% a 54% entre ambos semestres. En vez de asegurar la reelección de Macri este plan contribuyó a su derrota. Como explica Persio Arida, uno de los autores del Plan Real brasileño, “los planes de estabilización no suelen ir acompañados de un déficit cero. Por el contrario, el plan de estabilización es el que genera el apoyo político para estabilizar el déficit”. No sólo la experiencia de Brasil con el Plan Real sino también la de la Argentina bajo la Convertibilidad prueban la verdad de esta afirmación. Es increíble la facilidad con la que volvemos (¿vuelven?) a cometer los mismos errores.
  • La ilusión de que los gobiernos malos en la Argentina son cosa del pasado. El remedio que proponen algunos economistas para eliminar la inflación sólo funcionaría con “gobiernos buenos”. Pero nuestra historia sugiere que la probabilidad de que en el futuro volvamos a tener “gobiernos malos” es muy alta. Si dejamos en manos de estos gobiernos un banco central que pueda emitir pesos para financiar su corrupción, su nepotismo y su clientelismo, volveremos a tener una inflación descontrolada.
  • Una pereza intelectual y cierto esnobismo lleva a algunos colegas a ignorar la experiencia de otras economías dolarizadas como Ecuador, El Salvador y Panamá porque, supuestamente, no son comparables a la economía argentina, ya sea por su tamaño, grado de desarrollo y/o patrón de comercio internacional. Otros creen que ya saben todo sobre la dolarización cuando, en realidad, nunca dedicaron suficiente tiempo a estudiar el tema con profundidad.

A todo esto habría que agregar algo obvio que enturbia el debate: el propio interés profesional. La máxima aspiración profesional de algunos colegas es dirigir (u ocupar un cargo en) el BCRA, que bajo una dolarización debería dejar de existir. Otros, especialmente aquellos dedicados al análisis de coyuntura, son socios del statu quo. Naturalmente se oponen cualquier cambio que pueda hacer peligrar su posición. Los bancos argentinos, que básicamente lucran a costa del BCRA, también se perjudicarían en el muy corto plazo si se avanzara con una dolarización, por lo cual es esperable que sus asesores también se opongan.

Sin embargo, sólo una mirada miope puede llevar a un banquero competente y serio a creer que una dolarización sería perjudicial para sus intereses. Ecuador tiene un PBI equivalente a 20% del de la Argentina, sin embargo, su banco privado más grande, el Banco Pichincha, tiene un balance y una rentabilidad superior a las del Banco de Galicia o el Banco Macro. Resulta obvio que, si el objetivo de un banquero es intermediar de manera eficiente el ahorro y la inversión de la sociedad, la dolarización sería beneficiosa para su rentabilidad a mediano y largo plazo. También sería beneficiosa para la mayoría de los argentinos, ya que por primera vez en su vida podrían acceder al crédito hipotecario a largo plazo a tasas de interés razonables. Hoy en Ecuador se consiguen préstamos para comprar una vivienda con hasta 20 años de plazo al 9% anual en bancos privados y a 25 años de plazo en los bancos públicos.

De ninguna manera pongo a toda la profesión en la misma bolsa pero sí a los 200 colegas que firmaron una solicitada en contra de la dolarización y que nunca en su vida se les ocurrió firmar una solicitada en contra de la inflación descontrolada, el impuesto más regresivo que existe.

No hay que cancelar el debate sino promoverlo. Es la mejor manera de acercarnos a la verdad. Nosotros nunca hemos reuído el debate y lo hemos aceptado en varias ocasiones con economistas serios y profesionales (ver por ejemplo aquíaquí y aquí). Nadie nace dolarizador. Algunos nos convencemos estudiando la historia argentina y estudiando lo que ha ocurrido en otros países. Quizás algunos consideren que nuestra postura es demasiado pesimista. Yo la considero realista, pero obviamente es una cuestión subjetiva.

En cierto sentido, se puede decir con respecto a la dolarización lo mismo que decía Cavallo con respecto a la Convertibilidad: “el escepticismo de los economistas profesionales argentinos, con algunas excepciones como Ricardo Arriazu, Alejandro Estrada y Adolfo Sturzenegger, en el momento de lanzarse el plan, reflejaba a su vez el pensamiento más frecuente de los especialistas en macroeconomía de las principales universidades del mundo”. 

Hay una diferencia importante. En 1991 el régimen de convertibilidad era desconocido en el mundo. Sólo había sido aplicado en Hong Kong y pocos economistas comprendían como funcionaba. Desde entonces, la dolarización no sólo ha sido estudiada con gran detenimiento sino también implementada en varios países. Y como señalé algunos párrafos más arriba una lista de economistas notables la consideran la herramienta más adecuada para países con alta inflación endémica. No hay excusas.

Me sorprende que Cavallo se siga oponiendo a la dolarización, y, a pesar de la experiencia de los últimos 25 años, siga abrigando esperanzas de que el peso pueda ser una moneda fuerte y estable. Esto solo ocurrió cuando fue plenamente convertible y estuvo respaldado por el oro o el dólar con la Convertibilidad (que terminó muy mal). Durante el resto de la larga historia del papel moneda en nuestro país, que se remonta a 1822, el peso fue una moneda basura, impuesta compulsivamente por el curso forzoso y abusada recurrentemente por el poder político, democrático o autocrático, para financiar su estrafalaria afición al gasto.

En una democracia anómica como la argentina, el único mecanismo de compromiso efectivo para reducir la inconsistencia temporal de la política económica es el voto de una mayoría, no lo que establezca la Constitución o una ley del Congreso siempre reversible. La dolarización es un mecanismo de compromiso efectivo porque una vez que los votantes cobran sus salarios en dólares se resisten a que se los vuelvan a pagar en una moneda depreciada. Basta ver lo que ocurrió en Ecuador bajo la presidencia de Rafael Correa.

Este artículo fue publicado originalmente en el Substack Dolarización en Argentina (Argentina) el 12 de marzo de 2024.

Emilio Ocampo

Emilio Ocampo es profesor de Finanzas e Historia Económica en UCEMA (Buenos Aires), donde también dirige el Centro de Estudios de Historia Económica.

segunda-feira, 21 de outubro de 2019

Liberalização cambial no Brasil, prós e contras - Paulo Nogueira Batista Jr., Gustavo Franco

Folha de S. Paulo – O Brasil deve avançar na liberalização do mercado de câmbio? NÃO / Artigo / Paulo Nogueira Batista Júnior

19/10

Paulo Nogueira Batista Júnior
Economista, lançou recentemente o livro ‘O Brasil não cabe no quintal de ninguém’ (ed. LeYa)

Um passo ambicioso para as condições da economia brasileira

Paulo Nogueira Batista Júnior

O projeto de liberalização cambial apresentado ao Congresso é muito ambicioso e chega a ser irrealista, pois não condiz com o estágio de desenvolvimento e a situação da economia do país. O que se propõe é instituir a livre movimentação de capitais, aumentar a conversibilidade do real e facilitar a abertura de contas em moeda estrangeira no Brasil.

Valendo-se de um artifício costumeiro, o Banco Central mistura essas questões macroeconômicas altamente controvertidas com objetivos válidos como a modernização e a desburocratização do mercado de câmbio. O desafio, entretanto, é alcançar esses objetivos meritórios sem fragilizar a posição internacional brasileira. Não é o que se vê no projeto do governo federal, que conduzirá, se aprovado, ao aumento da vulnerabilidade externa e ao risco de dolarização da economia.

As propostas são apresentadas com o argumento ingênuo de que representam “alinhamento aos melhores padrões internacionais”, tais como os códigos de liberalização de capitais da OCDE. Ignora-se o fato elementar de que regras de política que convêm a países altamente desenvolvidos, como são em sua grande maioria os membros da OCDE, nem sempre são as que convêm a países em desenvolvimento como o Brasil. Ignora-se, também, que as economias emergentes bem-sucedidas são as que disciplinam o movimento de capitais —China, Índia e outras asiáticas. E que muitos países da América Latina, ao se aventurarem prematuramente pelo caminho da liberalização dos movimentos de capital, sofreram episódios de instabilidade econômica que terminaram por abortar o seu desenvolvimento.

As condições da economia brasileira estão longe de permitir passos tão ambiciosos. A situação fiscal é sabidamente problemática, ainda que não seja catastrófica, como frequentemente se afirma.

A dívida pública tem crescido como proporção do PIB, e grande parte da dívida interna é de prazo curto. Mesmo as contas externas, invocadas para argumentar que a liberalização não ofereceria riscos, não são tão invulneráveis quanto se imagina. O déficit do balanço de pagamento em conta corrente é relativamente baixo, mas tenderá a aumentar quando a economia se recuperar.

As reservas internacionais são altas, mas o Brasil não dispõe de um grande volume de reservas excedentes. Em termos de M2, agregado monetário usado como proxy para fuga potencial de capitais, as reservas brasileiras são baixas quando comparadas às de outros países emergentes.

Vale notar que o discurso das autoridades econômicas tem sido espantosamente incongruente. O ministro da Economia, Paulo Guedes, vive repetindo que o Estado brasileiro “quebrou”, “entrou em colapso”, “está insolvente”. Ao mesmo tempo, o presidente do Banco Central propõe medidas ambiciosas de liberalização cambial e chega a afirmar que gostaria de ver a conversibilidade implementada em um prazo de dois a três anos.

A proposta de ampliar a possibilidade —hoje restrita a segmentos específicos— de pessoas físicas e jurídicas abrirem contas em moedas estrangeiras dentro do país é outra ideia infeliz. Sempre houve resistência no Brasil a seguir esse caminho, que desembocou em elevada dolarização dos sistemas financeiros na América Latina e em outras regiões do mundo.

O que o Banco Central pretende com o projeto de lei é obter carta branca para aumentar o leque de contas em moeda estrangeira no Brasil, prometendo conduzir o processo de forma “gradual e prudente”. A promessa deve ser recebida com cautela pelos parlamentares. Não é recomendável que um assunto dessa importância seja decidido em circuito fechado por um grupo de tecnocratas e financistas alojados na direção do Banco Central e no Conselho Monetário Nacional.


Gustavo Franco

Ex-presidente do Banco Central (1997-99) e um dos formuladores do Plano Real, é doutor em economia pela Universidade Harvard e fundador da Rio Bravo Investimentos

Ideias mudaram após 25 anos de reservas e de moeda estável

Gustavo Franco
Tudo o que o Banco Central almeja com a iniciativa é correto e meritório, como se lê em seu website: “favorecer o ambiente de negócios, particularmente o comércio exterior e a atratividade dos investimentos estrangeiros, maior desenvolvimento aos mercados financeiro e de capitais”.

Quem é contra essa pauta, é ruim da cabeça ou doente do pé. Acho, todavia, que a maior parte do trabalho de liberalização cambial já estava praticamente completo em 2006 (lei 11.371, assinada pela trinca neoliberal Lula-Mantega-Meirelles) quando foi alterada uma lei de 1933 que obrigava os exportadores a internalizarem as divisas que produziam.

Logo antes tinha havido a unificação dos mercados de câmbio (comercial e flutuante, e isso não precisou de lei), e na ocasião os dirigentes do Banco Central circulavam com uma apresentação power point que, no slide 18, dizia “tudo é permitido (desde que haja identificação)”. Tempos heroicos.

O histórico detalhado desse percurso está nos capítulos 3 e 4 do meu livro, “A Moeda e a Lei” (ed. Zahar). Hoje em dia, a televisão não dá mais a cotação do paralelo, mas até na novela tem merchandising —ou impulsionamento de conceitos. Pois, então, temos aqui uma pequena recomendação de leitura.

Bem, desde os anos 1990 vínhamos enfrentando um problema estético: as disposições legais sobre moeda estrangeira estavam dispersas em muitas leis, de várias safras, algumas bem antigas. Nada que prejudicasse a vigência de uma regulamentação cambial consistente com a globalização, que se fazia no nível “infralegal”, como dizem os advogados.

Era um problema de estética legislativa, não de segurança jurídica. Lembrem-se que existem medidas provisórias, e que tudo que for revogado agora poderá voltar de um dia para outro em uma canetada. Pois bem, um projeto de consolidação já tramitava no Congresso desde meados dos anos 1990, ao menos, mas não era a única ideia circulando sobre esse tema.

Lembro bem do ex-senador Mauro Benevides (CE), pai do atual deputado de mesmo nome e assessor econômico de Ciro Gomes durante a campanha de 2017. Ele, o pai, tinha um projeto cujo título era “o estatuto do capital estrangeiro”. O objetivo era a reforma da lei 4.131/62 (que disciplina a aplicação do capital estrangeiro e as remessas para o exterior), mas numa direção imensamente mais restritiva, o contrário do que pretendíamos.

O Banco Central nunca quis apoiar o projeto do simpático senador Benevides, nem nada parecido, ou sobre o mesmo tema, e a razão era explicada por uma fala bem-humorada do próprio senador, sempre lembrada no BC: “Se vocês não gostarem do meu projeto, mandem o de vocês. O relator serei eu mesmo, a gente combina o produto final”, dizia Benevides.

Na nossa percepção, a intersecção entre as ambições liberalizantes do BC, que continuam as mesmas, e as do senador, eram inexistentes.

O problema hoje não é o projeto do BC —que é bom e se parece com minutas que eu vi circular nos anos 1990—, mas com o substitutivo do relator, que vamos conhecer em meses. Se tudo der certo, não haverá retrocesso.

Depois de um quarto de século de moeda estável e de muitas reservas cambiais, as ideias sobre câmbio progrediram. Muitos preconceitos arraigados sobre assuntos cambiais se tornaram obsoletos. Ou não. Tomara que sim, mas temo que não.

Acharia mais prudente deixar que o tempo continuasse a operar a sua mágica e não correria tantos riscos por conta da introdução de contas em dólares para pessoas físicas. Na época da inflação era assunto explosivo e desestabilizador. Hoje, me parece assunto velho e inútil, como o limite de US$ 500 para quem viaja, que está parado há muitos anos (não confundir com compras free shop, outro assunto velho).

quinta-feira, 17 de maio de 2018

O juro “neutro” e a trajetoria da taxa de cambio no Brasil - Paulo Gala

O juro “neutro” e a trajetória da taxa de câmbio no Brasil

Os choques de juros na economia brasileira desde a implantação do Real decorreram de depreciações cambiais no período de câmbio flutuante ou de reversões de fluxos de capital na época do câmbio fixo. Os juros altos dos últimos 20 anos foram fruto da fragilidade de nossas contas externas e de grandes desvalorizações de nossa moeda. O primeiro choque de juros sofrido no Plano Real veio com a crise do Méxicodecorrente da explosão da ancora cambial implantada no final dos anos de 1980 para controlar a inflação mexicana. Já o segundo choque relevante veio com o contágio da crise asiática. O terceiro choque acompanhou o contágio da crise russa, resultado do estouro da ancoragem cambial para controle da inflação por lá em 1998. A crise cambial brasileira que rompeu com o regime quase rígido da década de 1990 aconteceu em janeiro de 1999, quando um novo choque de juros foi aplicado para tentar segurar o padrão monetário brasileiro na presença de enorme desvalorização cambial na transição para o regime de câmbio flutuante administrado. Em 2001, outro choque de juros foi aplicado como resposta aos atentados de 11 de setembro. Na epoca o Brasil atravessava o apagão energético interno e a crise na Argentina. Já em 2003, um novo choque foi administrado por conta da enorme desvalorização cambial decorrente dos temores na transição eleitoral. Finalmente, em 2008, a crise americana provocou nova desvalorização cambial, somada a uma parada brusca da atividade econômica no mundo e no Brasil. O Banco Central respondeu com alta inicial de juros e, logo na sequência, queda das taxas.
Em todos esses episódios de choque de juros, a forte apreciação cambial observada no período subsequente foi primordial para derrubar o preço dos bens transacionáveis, ajudar na convergência da inflação e estimular o corte da Selic para seu ponto “neutro”. Em 2013, a decisão do Federal Reserve de reduzir os estímulos monetários forçou o BC a construir enorme estoque de swaps em posições vendidas em dólar e iniciar novas altas da Selic para tentar evitar uma desvalorização cambial mais brusca. A trajetória da Selic em todos esses anos, talvez com a exceção do ciclo de alta de 2005, sempre dependeu da dinâmica das contas externas, do sentido dos fluxos de capital e da taxa de câmbio. Os cortes foram feitos em momentos de apreciação cambial que reduziram a inflação, quase que independentemente do nível de atividade. A exceção foi o movimento de corte de juros feito em 2011, que acabou inflando nossa bolha de crédito e pressionando o preço dos bens não tradables em uma economia em pleno emprego, expansão fiscal e câmbio em rota de desvalorização.
Na década de 1990, os choques de juros tinham o objetivo explícito de segurar a âncora cambial. Depois da implantação do regime de metas de inflação, em 1999, os juros passaram a responder aos movimentos da inflação. Mas as grandes oscilações da taxa de câmbio acabaram ditando os movimentos de juros pela via do aumento dos preços de tradables e das tentativas do BC de segurar os efeitos de segunda ordem da desvalorização cambial nos preços. A grande acumulação de reservas cambiais entre 2004 e 2012 acabou aumentando a potência de intervenção do BC no mercado de câmbio via swaps ou leilões reversos para domar a trajetória do Real. Essa posição robusta de reservas e a utilização de um regime de câmbio flutuante administrado provou-se muito mais eficiente para reduzir os juros nos anos 2000. Ao fim e ao cabo, os juros altos no Brasil sempre foram uma tentativa do BC de manter nosso padrão monetário em um contexto de contas externas deficitárias, inércia nos preços domésticos e fortes oscilações da conta capital, com a exceção dos superávits em conta corrente registrados entre 2003 e 2007. A história recente mostra que não faz sentido discutir juro “neutro” no Brasil sem olhar nossa frágil dinâmica externa, muito dependente de bonanças de commodities e fluxos de capitais.
No momento, a trajetória do câmbio contribui para a queda da inflação. Seguimos com apreciações da moeda brasileira graças à nova onda de capitais que parece vir por aí. Nosso déficit em conta corrente caiu de 4% do PIB para 1,5%, as reservas continuam robustas e os swaps foram praticamente eliminados. A inflação está cedendo graças à queda de preços de alimentos, do alto desemprego, mas, também, por conta da forte apreciação cambial dos últimos meses. O BC seguirá reduzindo juros e argumentará que o “juro neutro”, aquele capaz de equilibrar a economia sem pressões inflacionárias, voltou a cair. Com política fiscal contracionista, investimentos públicos em mínimas históricas, enorme desemprego e ociosidade na indústria, o juro real capaz de estimular a economia vai mesmo lá para baixo. Durante as ondas de apreciação do câmbio nominal nunca houve pressão inflacionária no Brasil. No final das contas o “juro neutro” depende mesmo é da trajetória do câmbio.


terça-feira, 25 de agosto de 2015

Exchange regimes in the US: book review (EH-Net Diplo)

Published by EH.Net (August 2015)

Michael D. Bordo, Owen F. Humpage and Anna J. Schwartz:
Strained Relations: U.S. Foreign-Exchange Operations and Monetary Policy in the Twentieth Century 
Chicago: University of Chicago Press, 2015. x + 442 pp. $97.50 (cloth), ISBN: 978-0-226-05148-2.

Reviewed for EH.Net by Hali J. Edison, International Monetary Fund.

This book is clearly destined to become a classic, leaving a mark on future research on foreign-exchange operations. In 1990, Michael Bordo (Rutgers University and NBER) and Anna Schwartz (NBER) began their collaboration to document the evolution of U.S. intervention. Ten years later, Owen Humpage of the Federal Reserve Bank of Cleveland joined the team. Regrettably, in 2012, before the book was finalized Anna Schwartz passed away.

The book explores the evolution of foreign-exchange intervention in the United States in the twentieth century. During this period, the United States transitioned from participating in the international gold standard regime to fixed exchange rates (“dollar standard”) and finally to a regime of floating exchange rates. Policymakers around the world during this period grappled with the choice of exchange rate regime, the role of monetary policy, and international capital mobility — often referred to as the trilemma. The book traces the changes in U.S. institutional arrangements and policymakers’ thinking to the economic and political events drawing extensively from Federal Reserve documents.

Chapter 1 lays out the plan of the book. It starts by describing how attitudes about foreign-exchange intervention and monetary policy evolved over the decades and how this was eventually reflected in theories of intervention and institutional arrangements.

Chapter 2 explains that the model for modern foreign-exchange-market operations can be linked to the operations under the gold standard. The authors argue that the historical evolution of exchange-market operations before 1934 yields important insights into understanding modern-day practices. For instance, the chapter illustrates early uses of secrecy, sterilization, and forward transactions, all of which became important methods of modern intervention.

The creation of the Exchange Stabilization Fund (ESF) in the United States is described in Chapter 3. This chapter was written by Anna Schwartz and maintains the same rich details as contained in her 1963 seminal book with Milton Friedman, A Monetary History of the United States, 1867-1960. It clarifies the role of the ESF and elaborates on the institutional arrangements. Two key features of the ESF are that it is under exclusive control of the U.S. Secretary of the Treasury and is self-financing, such that ESF funding is outside of the congressional appropriation process.

After outlining the background of the institutional arrangements, chapters 4 through 6 discuss the evolution of U.S. foreign-exchange operations since the end of World War II. Each of the chapters captures a distinct episode, describing the economic and political developments and the evolution of institutional arrangements. Chapters 5 and 6 also evaluate the effectiveness of U.S. intervention, drawing heavily from the methodology laid out in research conducted by the authors.

Chapter 4 focuses on the Bretton Woods era from 1944 to 1973. During this period countries attempted to maintain par values for their currencies, promote free cross-border financial flows, and achieve domestic macroeconomic objectives such as full employment. Intervention was one of the policy instruments used to achieve these objectives. According to the authors, intervention may have been successful in the sense that it delayed the disintegration of the Bretton Woods system but it did not fix the problem: Current account surplus countries did not want to undermine their domestic macroeconomic objectives to maintain fixed exchange rates.

Chapter 5 covers the foreign-exchange-market operations during the early float period (1973 to 1981). On March 12, 1973, the Bretton Woods era fixed-exchange-rate system ended. During much of the period, policymakers viewed that foreign-exchange markets were subject to bouts of disorder, requiring intervention to direct the exchange rate along a path they viewed consistent with their domestic policy objectives. The chapter describes the evolution of the institutional arrangement, including the Federal Reserve’s swap line with the U.S. Treasury, known as the warehousing facility.

Chapter 6 considers the currency operations and the ongoing debates during the Volcker and Greenspan era (1981 to 1997). Early in the period, between 1981 and 1985, the U.S. adopted a minimalist approach that was spearheaded by the U.S. Treasury. As the dollar strengthened in 1985, the United States assumed an activist approach, intervening frequently. The chapter includes details of the 1983 Jurgensen Report, commissioned by G7 officials to study intervention. In addition, it provides a rich discussion of the 1989-1990 conversation within the Federal Reserve of its involvement in U.S. intervention operations, partly reflecting the report from a staff Task Force on System Foreign Exchange Operations. The United States essentially stopped intervening in the mid-1990s, but has never officially ruled out intervention.

Overall, this book describes the evolution of U.S. policy regarding currency-market interventions, the institutional arrangements, and the interaction of currency-market policy with monetary policy. It documents how U.S. intervention and exchange rate policy changed over time, reflecting a learning process. The work leaves open many interesting doors for more analysis that could and should engage future scholars.

Hali J. Edison (Hedison@imf.org), International Monetary Fund, is author of The Effectiveness of Central-Bank Intervention: A Survey of the Literature after 1982 (Special Papers in International Economics, Princeton University Press).

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sábado, 30 de agosto de 2014

Politica economica companheira: o desmantelamento da vertente cambial - Nathan Blanche

O governo lulo-petista-dilmista já conseguiu desmantelar as metas de inflação e a responsabilidade fiscal. Agora se ataca à flutuação cambial. Vai conseguir não deixar pedra sobre pedra. Parabéns pela obra destruidora.
Paulo Roberto de Almeida
O desmantelamento da flutuação cambial
Nathan BlancheO Estado de S.Paulo, 28.08.2014 
 
Os riscos para o financiamento das contas externas e a consequente depreciação significativa da moeda brasileira têm se elevado como resultado do aumento de incertezas e do alto nível de intervenções do Banco Central (BC). Adicionalmente, e não de forma clara, mas efetiva, o câmbio sobreapreciado pela atuação da autoridade monetária causa distorções na formação de preços relativos que agravam os desequilíbrios nas contas externas. O resultado final é risco de inflação mais elevada, menor investimento e crescimento econômico.

Descambal era o termo usado na década de 80 para classificar o descontrole da política cambial. Obviamente, estamos muito longe do risco de duas moratórias seguidas, como as de 1982 e 1987, mas os riscos para o financiamento das contas externas e a consequente depreciação da moeda têm se elevado em razão das incertezas e das intervenções do BC. Essas são inéditas e arbitrárias e pouco têm que ver com os fundamentos do balanço de pagamentos. Principalmente por se tratar de crise econômica interna (alta da inflação e baixo crescimento), e não externa.

A venda de ração diária de swaps cambiais e suas rolagens já somam mais de US$ 226 bilhões, e o saldo atual é de US$ 93 bilhões. Desde 1986, quando do início do mercado de hedge cambial, a atuação recente destaca-se, inclusive, em comparação com a de 2008, na esteira da grave crise internacional. Além de as atuações anteriores não terem atingido essa magnitude, foram pontuais e cumpriram seus objetivos de controlar a volatilidade da moeda apenas, sem a intenção de influenciar o nível da taxa de câmbio.

Inexiste atualmente, no mercado de moedas mundial, paralelo em termos de intervenção no mercado de derivativos cambiais. E pelas sinalizações mais recentes do BC, a atuação continuará até o fim do ano.

Mas, a despeito da atuação do BC e da retirada de todas as medidas que haviam sido adotadas para controlar a entrada de dólares nos anos anteriores, o real é a segunda moeda mais volátil no horizonte de seis meses, só perdendo para o rand sul-africano.

O fato é que o câmbio tornou-se, para o BC, o último cachorro no mato, ou seja, o único instrumento para exercer sua função institucional de guardião da moeda. Em 2011, quando o governo Dilma Rousseff ordenou a queda dos juros e simultaneamente a desvalorização do real, privou-se dos principais instrumentos de atuação, que são a política monetária e cambial. Assim, descredenciou o BC como guardião da moeda. Mas diante do resultado óbvio - inflação mais alta - devolveu algum poder à instituição, permitindo uma elevação da taxa básica de juros de 375 pontos-base.

O ponto é que, ao vender hedge (câmbio futuro), o BC tornou viáveis as operações especulativas de carry trade (arbitragem de taxa de juros). Agentes do mercado captam dólares no exterior, vendem no mercado à vista (spot) e, simultaneamente, compram dólares no mercado futuro, obtendo ganho pela diferença das taxas de juros interna e externa. Dos US$ 93 bilhões de swaps cambiais, avaliamos que cerca de US$ 48 bilhões estão relacionados com esse tipo de operação.

Herança maldita. Seja quem for eleito nas próximas eleições, terá de pagar a conta e efetuar os ajustes no mercado cambial, dado que em algum momento esses contratos futuros vão reverter-se em demanda por câmbio no mercado à vista.

A dúvida diz respeito à forma do ajuste. O risco é de uma correção abrupta, inclusive, considerando o contexto internacional, que será marcado por processos de elevação de juros em importantes países como Estados Unidos e Inglaterra.

É fato que não é só na área cambial que há herança maldita. Nessa conta devem incluir-se os passivos fiscais, além da necessidade de realinhamento de preços-chave, como é o caso de energia elétrica, combustível e transporte público, diante das distorções criadas ao longo dos últimos anos.

Ainda há que ponderar a oportunidade perdida com a falta de interesse por acordos comerciais. A opção pelo Mercosul, em que os principais parceiros, Argentina e Venezuela, além de protecionistas, passam por grave crise, não permite a exploração do potencial do comércio exterior. Os países desenvolvidos já recuperam o crescimento e, com isso, passam a demandar mais bens importados. O Brasil, porém, segue de fora deste novo ciclo de crescimento.

Caso o atual governo, se reeleito, persista na manutenção da atual equipe econômica e na política denominada "Nova Matriz Econômica", o Brasil corre o risco de perder sua classificação de grau de investimento. Assim, o País enfrentará dificuldades no financiamento das contas externas já em 2015. Respaldam essa afirmação:

O fato de o déficit em conta corrente ter aumentado de 2,1% do produto interno bruto (PIB) para 3,6% entre 2011 e 2013. Para 2015 a projeção é chegar a 4,2% do PIB. O principal motivo é o enfraquecimento da balança comercial, cujo saldo passou de US$ 29,8 bilhões a US$ 2,6 bilhões no período.

O prêmio de risco País, medido pelo Credit Default Swap (CDS), era em 2011 inferior à média dos países do pacto do Pacífico (México, Colômbia, Peru e Chile) e hoje é o dobro.

Menor disponibilidade de liquidez externa, considerando o processo de alta de juros pelo Federal Reserve e pelo Banco da Inglaterra.

Aumento da fragilidade fiscal via redução dos superávits primários dos últimos três anos de 3,1% para 1,5% do PIB, com a agravante das manipulações criativas dos resultados fiscais.

Em suma, a atuação do Banco Central no mercado cambial tem gerado riscos no sentido de um ajuste abrupto, o que pode resultar em significativa depreciação da moeda. Adicionalmente, e não tão aparente, mas existente, o câmbio sobreapreciado causa distorções na formação de preços relativos que agravam os desequilíbrios nas contas externas do País, o que traz risco inflacionário, redução nos investimentos e também do crescimento econômico.

*Nathan Blanche é sócio-diretor da Tendências Consultoria

terça-feira, 12 de março de 2013

Dualismo cambial na Argentina e na Venezuela

E sua insustentabilidade. Uma analise de economista do Citi group.

Argentina and Venezuela– The Unstable Economics of Dual Exchange Rates
Joaquin A Cottani
Citi group Research
Emerging Markets Economics Today
12 March 2013


This piece is a summary of our Argentina & Venezuela Macro View - The (Unstable) Economics of Dual Exchange Rate Regimes

Argentina and Venezuela have de-facto dual exchange rate systems featuring an official peg and a black market float. The fact that the float is "black" rather than "white" or "grey" is a mere technicality. Effectively, the black market rate reflects the scarcity value of the dollar and the premium between this rate and the official one is an implicit tax on exports and a subsidy on permitted transactions, including authorized imports.

A dual exchange rate system is the consequence of quantitative exchange controls. These controls affect "non-essential" imports, including tourism abroad, and several categories of capital outflows, including offshore investments, profit remittances, and the simple hoarding of FX by local residents seeking to hedge against inflation or devaluation. Like any flexible exchange rate, the black market one is driven by market forces.

The Venezuelan dual exchange rate system predates the Argentinean one by more than a decade, a fact that bears testimony to the longevity that this kind of arrangements can have, despite the distortions they create, if the right conditions are met. We argue that Venezuela's larger current account surplus as proportion of GDP, tighter control of exports and imports by the government, and the introduction of SITME between 2010 and 2012 explain the longevity of its multiple exchange rate system despite the significant and growing premium observed though the years between the parallel/black market and the official one. We warn that, in Argentina, this is unlikely to be the case, hence a multiple exchange rate system, even if legal, is unsustainable.

In Argentina, the dual exchange rate system is a more recent phenomenon. It exists since October 31, 2011 when, to cope with an impending currency crisis, the government imposed tight controls on the buying and selling of foreign exchange by the public. A difference between the Argentine and Venezuelan dual systems is that, in Venezuela, the official rate is an adjustable peg whereas, in Argentina, it is a sliding or crawling peg. At present, the official USD rate is 5.05 ARS in Argentina and 6.3 VEF in Venezuela while the black market rate is around 8.0 and 25.0, respectively. It is worth noting that, in February, the rate of depreciation of the ARS in the official market reached 16% YoY against a "true" inflation rate (as measured by private consultants and opposition members of Congress) of around 25%.

Expectations of devaluation are part of the explanation of a high black market premium. The other part is massive injections of liquidity to finance fiscal deficits and monetize balance of payments surpluses. In this sense, reducing the black market premium while maintaining exchange controls will require a combination of both official devaluation and monetary and fiscal contraction in both countries.

Looking at what is happening with the foreign reserves in Argentina and Venezuela, it is easy to infer that their dual systems are unsustainable without a maxi-devaluation. Unless monetary contraction happens some time soon, which is unlikely due to the fiscal dependency of monetary policy in both cases, another maxi-devaluation in Venezuela and one in Argentina (the first since 2002) are almost sure bets.