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quinta-feira, 27 de fevereiro de 2020

Bolivia: a volta do MAS de Evo Morales? - Carlos Malamud

Bolivia: ¿puede el MAS recuperar el poder?


Bolivia: ¿puede el MAS recuperar el poder?
Flag stuck on ground. Photo by: Milos Hajder on Unsplash 

Recientemente se hizo pública una encuesta de Cies-Mori, publicada por el diario cruceño El Deber, sobre la intención de voto de los bolivianos de cara a las cruciales elecciones presidenciales del próximo 3 de mayo. En ellas se decidirá nada más ni nada menos que el futuro del país, especialmente tras las denuncias de fraude electoral a la hora de garantizar una nueva reelección de Evo Morales y de su traumática renuncia.
En torno a este punto giran dos problemas iniciales. El primero, ¿quién será el nuevo o la nueva presidente de Bolivia? Y el segundo, y casi tan importante como el anterior, ¿reconocerán los perdedores, con independencia de quienes sean, el triunfo de sus adversarios políticos, o, en nueva pirueta retórica a la que estamos tan acostumbrados, los volverán a convertir en enemigos irreconciliables a los que hay que negar el pan y la sal?
Los resultados de la encuesta más arriba señalada vienen a poner precisamente el dedo en la llaga. Según los datos publicados, el candidato más votado sería el ex ministro de Economía Luis Arce, el político del MAS seleccionado directamente por Evo Morales como la cabeza de fórmula más idónea para intentar recuperar el poder. Arce obtendría un 31,6% de los votos, prueba evidente del sólido, aunque no mayoritario, respaldo popular del MAS entre la población boliviana.
La encuesta también muestra como la fragmentación del voto castiga a la antigua oposición, es decir al centro y a la derecha política. Esto es así a tal punto que a continuación de Arce, aunque a bastante distancia, se encuentra el ex presidente Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana, y gran protagonista de la anterior elección con solo el 17,1% de los votos. Su modesto resultado se debe a que hay varios candidatos alternativos que compiten entre si por el segundo puesto y, de ese modo, pasar a la segunda vuelta. Este grupo lo encabeza la actual presidenta interina Jeanine Añez, al frente de la coalición Juntos, que obtendría el 16,5, un pobre resultado teniendo en cuenta su paso por el poder y su nada oculto deseo de encabezar un claro y rotundo proceso de desmasificación, es decir, de borrar buena parte del legado del MAS y de Morales.
Más atrás y en cuarto lugar se sitúa el líder cívico Luis Camacho con el 9,6%, el responsable de la oposición más dura e incluso más violenta contra el gobierno saliente.  A mayor distancia siguen otros candidatos, incluyendo el magro 1,6% cosechado por el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, que con claros fines electorales intentó en su momento apelar al sentimiento nacionalista de los bolivianos durante la crisis diplomática vivida con España en diciembre pasado.
Simultáneamente a los comicios presidenciales de mayo también habrá que elegir a los representantes del nuevo parlamento. Y es aquí donde gracias a la fragmentación del centro y de la derecha, el MAS aspira a conquistar una amplia mayoría en ambas cámaras que le permitiría recuperar parte del protagonismo y condicionar la gobernabilidad futura en caso de no conquistar el gobierno. Es este sentimiento, mezcla de debilidad e incertidumbre y de constatación del riesgo que se corre si se persiste en fragmentar el voto, lo que llevó a Camacho a ofrecer su renuncia como candidato si eso favorece la elección de un cabeza de lista de amplio consenso entre las fuerzas que se reclaman democráticas.
De forma sistemática la que hasta ayer era la oposición boliviana se quejaba de las constantes muestras de exceso de autoridad y de las sistemáticas violaciones de la legalidad por parte del gobierno del MAS. Esas creencias bastante generalizadas entre un sector importante de la población llevaron a hablar, tras la renuncia de Morales, del fin de la dictadura masista y del comienzo de una primavera boliviana que aportaba señales renovadas del regreso a la democracia.
El gran dilema que tienen por delante las llamadas fuerzas democráticas bolivianas es que harán si el MAS gana en mayo, en unas elecciones controladas por el gobierno interino, lo que a priori debería excluir cualquier sospecha de fraude. En ese caso quedaría claro donde están las mayorías nacionales. Sin embargo, nada dice que este sea el desenlace, dada la posibilidad de concentrar todo el voto antimasista, hoy por hoy mayoritario, de cara a una segunda vuelta.
Precisamente, la legislación boliviana establece que si un candidato presidencial no supera el 50% de los votos, pero al menos alcanza el 40% y tiene una diferencia de más de 10 puntos porcentuales respecto al segundo, se impone en primera vuelta sin alcanzar la segunda. Con los datos de la encuesta en la mano y descontando los votos nulos y blancos, Arce podría superar el 37%, poniéndose a solo tres puntos del mítico umbral del 40%. De mantenerse la división de la anterior oposición se podría plasmar esa diferencia porcentual que le permitiera al candidato del MAS evitar el balotaje.
En la situación actual, priman a ambos lados del espectro político sólidas ansias de revancha y el deseo de imponer a los demás los propios puntos de vista. Los radicales de ambos bandos dificultan la recomposición de los consensos mínimos para avanzar en la democratización del país. Por eso es importante que el nuevo gobierno sea capaz no solo de acabar con los caudillismos mesiánicos sino también que evite hacer tabla rasa con el pasado y liquide los grandes logros de la etapa masista. El recuerdo de lo ocurrido en Argentina con la llamada “Revolución libertadora” que derrocó a Perón en 1955 y quiso destruir su legado y borrar de la faz de la tierra todo cuanto sonara a peronismo debería hacer pensar a más de uno. Especialmente cuando 65 años después hay otra vez más un nuevo presidente peronista ocupando la Casa Rosada.

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Bolivia: elecciones cruciales

Evo Morales, expresidente de Bolivia.
Tras la traumática y confusa renuncia de Evo Morales y la anulación de unas elecciones fraudulentas que hubieran originado un nuevo mandato del líder del MAS, Bolivia se enfrenta a unos comicios trascendentales. Estos tendrán lugar el 3 de mayo y decidirán no solo la identidad del nuevo presidente, sino también la composición del Parlamento. Su importancia radica en el hecho de que podrán corregir el rumbo de los últimos 15 años manteniendo la mayor parte de las reformas realizadas y reparando sus excesos, o bien abrirán la puerta a la revancha, echando por tierra toda la obra de Morales, o le permitirán regresar al poder, aunque sea por interpósita persona.
Las últimas encuestas coinciden sobre las tendencias generales para las elecciones. Según el último estudio publicado, la candidatura del MAS, encabezada por Luis Arce y David Choquehuanca, tiene una ventaja apabullante sobre sus rivales inmediatos, con más del 32% de los votos. Por detrás de Arce están el expresidente Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), con un 23%, y la presidenta interina Jeanine Añez, de Juntos, con un 21%.
El revanchismo del Gobierno interino podría propiciar una nueva victoria del partido de Morales
Estas cifras le permiten a los estrategas políticos del MAS ilusionarse con una victoria en primera vuelta. En realidad es su única posibilidad de ganar las elecciones, ya que de otro modo sus opciones se reducen considerablemente. Si bien el piso electoral del MAS es muy sólido, superior al 30%, su techo es bastante limitado y más sin la presencia de Evo Morales, ni en la fórmula electoral ni directamente en la campaña. 
En caso de una segunda vuelta, la unión de todas las fuerzas de derecha y centro derecha, sumado al voto anti MAS, que expresa la desilusión creciente de una parte importante de la sociedad tras los largos años de Gobierno de Morales, implicaría una derrota casi segura para los seguidores del líder cocalero.
Esta situación se vería acompañada por la obtención por los candidatos masistas de una clara mayoría en las dos cámaras del Parlamento. ¿Como se llegaría a un escenario semejante? La respuesta se vincula con la división de la derecha y el carácter extremo y revanchista de ciertas medidas implementadas por el Gobierno interino. La división de la derecha podría facilitar la añorada victoria masista. Para eso, a Arce le bastaría obtener más del 40% de los votos y una diferencia superior a 10 puntos con el segundo candidato más votado. En Bolivia y otras partes de América Latina, como Venezuela o Nicaragua, donde la oposición se enfrenta a gobiernos populistas con marcadas pulsiones autoritarias, la división partidaria es el mayor obstáculo que impide un recambio en el poder.

Si bien las credenciales democráticas de Morales y algunos de los principales dirigentes del MAS son cuestionables, esto no debe ser la excusa para impedir la expresión y la participación políticas de una parte destacada de la sociedad boliviana. Las expresiones vertidas por Morales desde Buenos Aires sobre su intención de crear unas milicias militarizadas para imponer sus objetivos políticos es el mejor ejemplo del escaso compromiso del máximo dirigente del MAS con la democracia y sus procedimientos. Esto también queda atestiguado por la utilización indiscriminada de los recursos públicos durante la última elección. Todavía quedan dos meses de campaña y mucho por clarificar. De continuar por este camino, la derecha boliviana marcha directamente hacia el precipicio, un precipicio que marcaría su suicidio político. Por tener, todavía tienen margen para organizar unas elecciones primarias, u otro proceso de negociación, que le permita presentar un único candidato presidencial y unas listas parlamentarias comunes. Sin embargo, me temo que las tendencias cainistas existentes en su seno impidan el acuerdo y terminen trabajando a favor del MAS.
El centro y la derecha boliviana emprende camino directamente hacia su suicidio político
Luego llegará el momento de llorar sobre la leche derramada y entonces no habrá ni espacio para rectificar ni tiempo para enmendar los errores. Parecería que un exceso de protagonismo, inicialmente no buscado, le provocó a la presidenta Jeanine Añez el mal de altura, tan temido en el Altiplano. 
Quien estaba llamada a cumplir el rol histórico de convocar unas elecciones caracterizadas por la limpieza y la plena vigencia de las libertades, de pronto decidió recubrirse con un manto de mesianismo similar al empleado por numerosos líderes populistas latinoamericanos.

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