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quinta-feira, 2 de fevereiro de 2012

Um dos nossos aliados no Brics: Al Putine...

RUSIA: ESTADO MAFIOSO

Foreign Policy en Español, 30 de enero de 2012

Corresponsal en Moscú del diario inglés The Guardian desde 2007, Luke Harding recibió a finales de 2010 la noticia de que no le renovarían su credencial de prensa. Abandonó Rusia en febrero de 2011. Se convirtió así en el primer periodista occidental en ser expulsado de Rusia desde el final de la Guerra Fría. De vuelta en Inglaterra, y tras participar en el trabajo de selección y publicación de los cables de WikiLeaks relativos a Rusia, escribió un libro titulado Mafia State: How one reporter became an enemy of the brutal new Russia,en el que ofrece un relato de su historia personal combinado con el análisis periodístico de cómo funcionan algunos de los mecanismos de poder en este país.
AFP/Getty Images
FP en español. En su libro relata el acoso que sufrió del FSB desde su llegada a Moscú como corresponsal. ¿Qué métodos emplearon los servicios secretos rusos para controlarlo?
Luke Harding: Pocas semanas después de mi llegada a Rusia como corresponsal de The Guardian, se publicó en mi periódico un reportaje sobre el ex oligarca Boris Berezovsky en el que se criticaba a Putin y a su gobierno. A raíz de ese reportaje fui citado en las oficinas del FSB para declarar cuál era mi relación con Berezovsky. Desde ese momento, comenzaron a seguirme agentes del FSB, colocaron micrófonos en mi casa, incluido el dormitorio, interceptaban mis correos electrónicos y pincharon mis líneas telefónicas. Los peores momentos de esa campaña de hostigamiento fueron los allanamientos de mi casa. No trataron de disimular que habían entrado en la casa en la que vivía con mi mujer y mis dos hijos. Parte del encanto de esos allanamientos era precisamente hacerme ver que podían llegar hasta dónde quisieran: por ejemplo, dejando la ventana abierta del cuarto de mi hijo, de pocos años de edad, abierta de par en par. Algo peligroso ya que vivíamos en un piso bastante alto de uno de esos monumentales bloques de apartamentos típicos del extrarradio moscovita. Con el tiempo descubriría que todos los métodos de hostigamiento que utilizaron contra mí, eran los mismos que durante la época soviética se habían llevado a cabo contra los disidentes. En otras palabras, en ese sentido no ha cambiado nada, se usan las mismas técnicas de hostigamiento que aparecían en los manuales de operaciones del KGB.
FP en español. ¿Percibió durante sus años como corresponsal algún indicio de que podrían llegar a producirse unas protestas como las que se registraron tras los comicios legislativos de diciembre?
L. H. No, en absoluto. Lo que sucedió en diciembre, tras las elecciones, cogió a todos por sorpresa, incluida la oposición y, sobre todo, al régimen de Putin. Lo que sí percibí durante mis años como corresponsal en Moscú, sobre todo entre las clases más cultivadas y liberales, los miembros de la denominada intelligentsia, fue sobre todo frustración. Una profunda frustración al comprobar cómo el poder de Putin se perpetuaba restringiendo cada vez más las libertades, controlando los medios de comunicación –en especial, la televisión–, etcétera. En definitiva, frustración al ver que las cosas, lejos de mejorar, no hacían sino empeorar, a pesar de las promesas vacías de Medvédev. Es sobre todo con esa clase media, con la que se ha roto ese pacto tácito que el pueblo había establecido con Putin de tolerar ciertas restricciones en sus libertades a cambio de progreso económico y de estabilidad. Para una parte considerable de la población, ese pacto ya no está vigente. Tal vez sí en la Rusia de provincias, pero desde luego no entre la nueva clase media urbana. Pero en ningún caso se intuía que se podían llegar a producir las protestas que se produjeron tras las elecciones y mucho menos con esas dimensiones, con decenas de miles de rusos en las calles.
FP en español. El título de su libro es Mafia State. ¿Tan difícil resulta distinguir en Rusia entre el Gobierno y la mafia?
L. H. Sí, resulta difícil, muy difícil. Obviamente, con esto no quiero decir que estemos ante un Gobierno que se comporte como las bandas de gánsters en las que todos pensamos cuando oímos la palabra mafia. Es algo más sutil. La élite de oligarcas, políticos –muchos de ellos ex miembros del KGB, como Putin, los llamadossiloviki– y burócratas que conforman el Ejecutivo y la administración rusa han conformado una moderna, pero no menos voraz, cleptocracia. La fuga de capitales rusos que salen del país cada año con destino a cuentas de bancos europeos, por ejemplo, es altísima. No hay más que ver las mansiones que muchos de ellos se han comprado aquí en Londres, en barrios caros como Belgravia. Las operaciones de las empresas estatales, en particular las de hidrocarburos, se convierten en transacciones complejas con la intervención de, por ejemplo, empresas intermediarias que permiten la fuga de capitales con una -mínima, todo hay que decirlo- apariencia de legalidad. Al mismo tiempo, todo ese dinero que está sustrayéndose a las arcas rusas sirve para mantener en pie todo el sistema político y de equilibros de poder que es hoy el sistema de Gobierno ruso.
FP en español. Afirma que no se puede resumir la lucha por el poder dentro del Kremlin como un simple enfrentamiento entre liberales, partidarios de una apertura democrática, y siloviki, el ala dura, más inmovilista y conformada sobre todo por ex agentes del KGB, como el propio Putin.
L. H. Leyendo muchos de los cables diplomáticos de WikiLeaks, descubrí que los diplomáticos estadounidenses informaban de que suponía un error considerar que la lucha de poder dentro del Kremlin se reducía a esa oposición entre liberales y vieja guardia. Una explicación demasiado simplista y, en todo caso, equivocada. El sistema político ruso no se basa en ideología, el dinero es la única ideología, al menos la única ideología que explica gran parte de los actos del gobierno ruso y justifica su propia supervivencia. No hablamos sólo de una corrupción generalizada, que existe, es algo más complejo y constitucional. Eso explicaría que la lucha por el poder sea una lucha darwiniana entre numerosos clanes –tal vez más de una docena–, cada uno con unos intereses propios que defender, opuestos en algunos casos a los intereses de los otros clanes o camarillas de poder. Muchas informaciones, a las que doy crédito –algunas provienen de la propia Administración rusa– afirman que tanto Putin como sus allegados se encuentren entre los más ricos del país.
FP en español. ¿Cómo calificaría la situación que se vive en las repúblicas del Cáucaso?
L. H. La situación en el Cáucaso es extremadamente grave. No sólo en Chechenia, también en Ingushetia, en Daguestán y en Kabardino-Balkaria. Se están produciendo enfrentamientos regulares, casi a diario, entre las guerrillas nacionalistas e islámicas y los regímenes de la región aliados del Kremlin y apoyados por los militares rusos. La información que nos llega desde allí, sin embargo, es escasa. Resulta demasiado peligroso para los periodistas trabajar en las repúblicas del Cáucaso. No descarto que la situación empeore ni que tengamos que asistir a más ataques terroristas en territorio ruso, incluso en Moscú, como los que se produjeron hace unos meses en el metro de la capital.
FP en español. ¿Cuál es la visión que tiene el Gobierno ruso de Europa y cómo se plantea la relación con la UE?
L. H. Desde el Kremlin no se piensa en Europa como un bloque fuertemente unido con una serie de valores democráticos y económicos compartidos. Se piensa más bien en una serie de Estados débiles con los que mantener preferentemente relaciones bilaterales, sobre todo a la hora de vender sus hidrocarburos. Al mismo tiempo, la élite gobernante rusa tiene muy presente que Europa es un refugio seguro para el dinero que sacan del país. En muchos casos, tienen aquí sus residencias  más lujosas –en Londres o en la Costa del Sol española, por poner dos ejemplos– y envían a sus hijos a estudiar en las mejores universidades europeas. En mi opinión, estas consideraciones personales de los dirigente rusos, junto con las consideraciones económicas –negocios que les permitan seguir ganar dinero– condicionan las relaciones con los países europeos mucho más que otras consideraciones con un, por así decirlo, aliento político de más largo alcance. Hay que decir también que Rusia se aprovecha del hecho de que los países europeos suelen anteponer sus razones de Estado particulares a los intereses de Europa como el bloque unido que dicen ser. Tampoco podemos olvidar que, en términos generales, la política exterior rusa es más reactiva que proactiva, lo que complica el entendimiento con sus posibles socios. Salvo tal vez en el caso de China, potencia con la que se lleva relativamente bien dado que tanto chinos como rusos han encontrado en su pragmatismo –de carácter sobre todo económico– una buena razón para entenderse.
FP en español. Desde hace unas semanas, el Kremlin ha iniciado una ronda de conversaciones con los líderes de la oposición. ¿Qué estrategia seguirá el Gobierno para afrontar la crisis de legitimidad? ¿Qué cabe esperar de la campaña electoral y de las próximas elecciones presidenciales que se celebrarán en marzo?
L. H. Respecto a las conversaciones con los líderes opositores, en mi opinión, Putin no tiene ninguna intención de negociar. Sólo quiere dar a entender que tiene una voluntad negociadora. Está apostando por esa baza, pero sin creer en ella. Tal vez porque no se la puede permitir, del mismo modo que tal vez no se podría permitir muchas de las reformas que se le exigen. Con todo, creo que las opciones de victoria de la oposición son escasas. Y no sólo porque esté muy fragmentada en partidos dispares con programas políticos muy diversos. Seguramente se producirán de nuevo fraudes en el sistema de recuento electrónico de los votos. Y a ello hay que sumar que el régimen ha venido utilizando un arma de control del proceso electoral tan o más eficiente que el fraude: las restricciones a la hora de aceptar candidaturas por parte de la Comisión Electoral. Se  han impuesto requisitos muy difíciles de cumplir que, una vez cumplidos, son analizados con lupa por la Comisión, que suele demostrar un sentido de la justicia dudoso. Tampoco podemos olvidar el control de los medios de comunicación, que permite al régimen utilizar mecanismos de propaganda y otorgar muy poco espacio televisivo a los partidos de la oposición. O el empleo de candidatos controlados por el Kremlin, como parece ser el caso del oligarca Mikhail Prokhorov. En todo caso, no se puede descartar que la oposición pueda forzar una segunda vuelta. Eso ya supondría una gran humillación para Putin.
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