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sábado, 29 de março de 2014

A Desigualdade: um problema para os igualitaristas - Axel Kayser

Pois é, como os igualitaristas criticados na introdução do meu amigo Orlando Tambosi, ao texto de Axel Kayser, transcrito abaixo, eu também acho que a desigualdade é um grande problema, pelo menos para mim, que acho uma grande injustiça minha situação atual.
Passei a vida inteira ralando nos estudos, trabalhando de dia e estudando de noite, acumulei títulos e mais títulos, publiquei mais de uma dúzia de livros, e o que tenho agora? Quase nada!
Ganho tanto num ano inteiro de trabalho quanto um desses futebolistas famosos ganham em menos de um mês. Isso é uma injustiça tremenda. O cara era pobre, como eu aliás, vivia em favela, nunca estudou na vida, passava o tempo em peladas de futebol, mal sabe falar, quando fala não diz coisa com coisa, mas vive em mansão, tem carros de luxo, frequenta restaurantes caros, coisas que passam ao largo do meu orçamento. Uma tremenda injustiça! Nem falo daquele cantor de rap semi-analfabeto, que também ganha fortunas com suas músicas medíocres, de letras indecifráveis ou indecorosas. 
Não suporto tanta injustiça! Vou pedir para o governo fazer alguma coisa. Mas que não seja como aquele idiota do François Hollande que mandou taxar todos eles a 75% da renda acima de 1 milhão de euros, pois eles podem decidir ir embora do país. Quero todos iguais aqui dentro. 
Seria isso possível?
Vejamos o que diz este analista. 
Paulo Roberto de Almeida 

Para os coletivistas, a simples formulação da pergunta constitui escândalo. Igualitaristas radicais, eles defendem a igualdade em detrimento das liberdades. De costas para a história, ignoram que, onde o igualitarismo imperou, as liberdades foram suprimidas: o comunismo continua sendo o grande exemplo.  Quase todos os Estados praticam alguma forma de igualdade, compatível com a democracia, enquanto o igualitarismo é antidemocrático por natureza, pois sacrifica as liberdades individuais. A propósito do tema, segue um texto de Axel Kayser, presidente do think tankchileno Fundação para o Progresso:


A muchas personas, el mero hecho de formular esta pregunta les parece inaceptable. Evidentemente, piensan ellos, la desigualdad es un gran problema. Como diría la Presidenta Bachelet: la desigualdad es nuestro "gran enemigo". La declaración de Bachelet, sin duda en sintonía con el Zeitgeist, no es irrelevante. Como advirtiera John Stuart Mill, el clima de opinión intelectual define en buena medida la evolución institucional de un país y puede tener consecuencias desastrosas. 

De ahí que sea pertinente examinar el postulado igualitarista críticamente de modo de establecer qué es realmente lo que ataca y qué es lo que propone. Como primera cuestión, este ejercicio requiere analizar cuál es el origen de la desigualdad. Y este no es otro, como notó Courcelle-Seneuil hace un siglo y medio, que la naturaleza humana. 

Todos somos diferentes, es decir, desiguales. Nuestros talentos, capacidades, inteligencia, disposición al esfuerzo y todos los demás factores que definen nuestro ingreso varían de una persona a otra. En una sociedad de personas libres estas desigualdades afloran permitiendo que cada uno haga el mejor uso de los talentos, suerte y capacidades de que dispone para servir a otros. Esto es lo que se conoce como principio de división del trabajo que Adam Smith explicara tan magistralmente en "La Riqueza de las Naciones", obra poco leída por liberales y aún menos leída por los críticos del liberalismo. 

Bajo un "sistema de libertad natural", como lo llamó Smith, habrá algunos que sean panaderos, otros ingenieros, habrá abogados, herreros, profesores, deportistas, campesinos, obreros, etc. También habrá muchos que cambien de profesión en el camino, mientras otros comenzarán pobres y terminarán ricos, y viceversa. 

En este sistema los ingresos variarán de acuerdo a la valoración que el resto de los miembros de la sociedad hace del aporte de cada persona. Se trata de un sistema que satisface necesidades y deseos ajenos, y en el cual los méritos no juegan ni pueden jugar un rol relevante. 

Cuando usted va a comprar carne de cerdo no le interesa saber si el carnicero fue personalmente a cazar, cuchillo en mano, un jabalí en la montaña o si el animal fue producido en masa a un mínimo esfuerzo. Tampoco le interesa si el productor de un cierto bien es buena persona. Usted no paga por el mérito sino por el producto. Si es bueno y a un precio razonable, lo compra; si no, busca otro. En ese sentido el consumidor, como explicó Ludwig von Mises, es despiadado y el empresario está obligado a satisfacerlo si quiere sobrevivir. 

Esta libertad de elegir de acuerdo a las propias valoraciones constituye la esencia de la democracia del mercado y es lo que explica que Alexis Sánchez gane miles de veces más por patear una pelota que una enfermera por salvar vidas, a pesar de que lo primero sea menos meritorio que lo segundo. Lo fascinante de este sistema de libertad es que, a pesar de contravenir intuiciones de justicia bastante generalizadas, es sin duda alguna el que permite el mayor progreso económico y social para todos los miembros de la comunidad. 

Si mañana un ingeniero japonés descubriera la fórmula para producir energía limpia a costo casi cero, no solo ese ingeniero se haría millonario, sino que el ingreso de la mayoría de los habitantes del mundo se incrementaría exponencialmente. Esa es la historia del capitalismo, el que indudablemente no produce igualdad sino riqueza. Cuando Friedrich Hayek observó, para escándalo de los socialistas, que la desigualdad era parte fundamental de la economía de libre mercado, no estaba más que constatando que esta se deriva del principio de división del trabajo sobre el que descansa nuestro bienestar y nuestra civilización. 

En ese contexto, sostener, como hizo Bachelet, que la desigualdad es el enemigo equivale a afirmar que la libertad y la diversidad humana son el enemigo. Si no fuera así y la libertad no fuera considerada el enemigo, no sería necesario reemplazar la cooperación voluntaria de las personas por intervención estatal, que es lo que proponen los igualitaristas a sabiendas de que solo el Estado permite alcanzar, mediante la coacción, resultados políticamente deseados como la igualdad. La mejor prueba de que la búsqueda de igualdad es, a pesar del notable esfuerzo de John Rawls, necesariamente incompatible con la libertad son los regímenes totalitarios socialistas. Su máxima fue precisamente que la desigualdad y, por tanto, la economía libre eran el gran enemigo.

El resultado es conocido. Obviamente, esto no es lo que pretende Bachelet ni la mayoría de los igualitaristas. Pero el camino que proponen recorrer, muchas veces con las mejores intenciones, sin duda conduce en la dirección de restringir la libertad de las personas afectando el bienestar de la sociedad. La fórmula liberal, por el contrario, propone maximizar espacios de libertad y ayudar solo a quienes por sus medios no logran surgir. En otras palabras, para los verdaderos liberales la desigualdad no es el problema. El problema es la pobreza. Lo que importa es que todos estén mejor y no que estén igual. Si un liberal tuviera que elegir entre duplicar los ingresos actuales de todos los chilenos, desde el más rico al más pobre, manteniendo con ello la desigualdad relativa existente hoy, o reducir a la mitad los ingresos del 15% más acomodado para convertirnos en un país muchísimo más igualitario, el liberal elegiría la primera opción. En cambio, un igualitarista convencido, como Bachelet, de que la desigualdad y no la pobreza es el gran enemigo a ser derrotado, preferiría la segunda opción desmejorando a algunos sin mejorar a nadie.

domingo, 6 de janeiro de 2013

China, o sonho dos companheiros: autoritaria e corrupta (tudo o queeles queriam no Brasil)

Retiro, de uma materia sobre a China que vou postar em seguida, esta pequea informacao recolhida nas melhores fontes disponiveis:

"The 70 richest delegates to China’s National People’s Congress have a collective net worth of almost $90 billion, Bloomberg News reported. That’s more than 10 times the collective net worth of the entire American Congress."

Gostaria de ver, ouvir, saber o que os companheiros tem a dizer sobre isso, ou seja: os congressistas americanos sao muito mais pobres que os parlamentares chineses.
Deve ser produtividade: reunindo-se uma unica vez ao ano, os representantes chineses vao direto ao ponto, sem todos aqueles hearings das comissoes do Congresso, aquele questionamento das autoridades,essas chatices da democracia. Eles se concentram naquilo que e' importante: ganhar dinheiro.
Nada como cultivar os bons valores e habitos americanos...
Paulo Roberto de Almeida

domingo, 22 de janeiro de 2012

Brasil: campeao de desigualdade no G20 (BBC)

Algumas coisas merecem muita atenção: do governo, da imprensa, dos comentaristas e colunistas habituais, etc. 
Como por exemplo, a questão da Sexta Potência Econômica Mundial.
Parece que nossas vidas foram inteiramente transformadas por essa informação transcendente...
Eu até me senti mais rico, vejam vocês.
E tudo graças ao governo, claro, que produziu as riquezas que fizeram o Brasil se situar na sexta posição do campeonato mundial de PIBs.
Se não fosse o governo, nós ainda estaríamos lá atrás, amargando pobreza, miséria, desigualdades, etc.
Por exemplo: ninguém fala de nosso último lugar, ou quase, em matéria de educação. Ninguém parece se preocupar com essa vergonha (só eu, claro, e mais meia dúzia de fieis leitores).
E quanto à desigualdade, objeto da matéria abaixo?
Aposto que não vão falar nada, vão ficar quietinhos, esperando a notícia passar...
Mas, se falarem em PIB, preparem as trombetas da glória: nada a ver com câmbio, efeito-China, etc. Não, tudo por obra e graça do governo, sem o qual nossas vidas seriam um inferno de atraso...
Mas, voltando à história da desigualdade, que tal esta matéria abaixo?
Nada que eu lamente muito, pois desigualdade sempre houve, e não é por causa dela que os brasileiros em geral são pobres. Eles são pobres porque nossa produtividade é reduzida, não por causa da desigualdade.
Mas, claro, a desigualdade reflete ou é o resultado, justamente, da baixa qualidade da educação e dos baixíssimos níveis de produtividade humana do trabalho. Padrões baixos, em educação e produtividade representam pobreza e miséria, e desigualdade associada.
Por isso o Brasil não é um país de pessoas ricas, a despeito de ter muita riqueza acumulado pelo grande número de pessoas. A China também. A diferença é que a China cresce rápido, e possui padrões satisfatórios de educação, e está produzindo ciência e tecnologia. Ela vai ficar rica mais rapidamente do que nós, e nos ultrapassar em renda per capita dentro de alguns anos. Sorte dos chineses. Azar nosso.
Mas, a China também tem um dos maiores crescimentos do mundo em termos de desigualdade.
Isso é um grande problema?
Depende. Se todos estiverem ficando mais ricos, isso pode ser atenuado. Mas se a desigualdade se dá em meio à estagnação ou baixo crescimento, aí a coisa pode ficar complicada.
Os chineses precisam crescer. Nós também. Eles vêm conseguindo, rapidamente. Nós muito lentamente.
Paulo Roberto de Almeida 

Brasil é segundo país mais desigual do G20, aponta estudo

BBC – 19/01/2012

De acordo com pesquisa, país está à frente apenas da África do Sul

O Brasil é o segundo país com maior desigualdade do G20, de acordo com um estudo realizado nos países que compõem o grupo.
De acordo com a pesquisa Deixados para trás pelo G20?, realizada pela Oxfam – entidade de combate à pobreza e a injustiça social presente em 92 países -, apenas a África do Sul fica atrás do Brasil em termos de desigualdade.
Como base de comparação, a pesquisa também examina a participação na renda nacional dos 10% mais pobres da população de outro subgrupo de 12 países, de acordo com dados do Banco Mundial. Neste quesito, o Brasil apresenta o pior desempenho de todos, com a África do Sul logo acima.
A pesquisa afirma que os países mais desiguais do G20 são economias emergentes. Além de Brasil e África do Sul, México, Rússia, Argentina, China e Turquia têm os piores resultados.
Já as nações com maior igualdade, segundo a Oxfam, são economias desenvolvidas com uma renda maior, como França (país com melhor resultado geral), Alemanha, Canadá, Itália e Austrália.
Avanços
Mesmo estando nas últimas colocações, o Brasil é mencionado pela pesquisa como um dos países onde o combate à pobreza foi mais eficaz nos últimos anos.
O estudo cita dados que apontam a saída de 12 milhões de brasileiros da pobreza absoluta entre 1999 e 2009, além da queda da desigualdade medida pelo coeficiente de Gini, baixando de 0,52 para 0,47 no mesmo período (o coeficiente vai de zero, que significa o mínimo de desigualdade, a um, que é o máximo).
A pesquisa prevê que, se o Brasil crescer de acordo com as previsões do FMI (3,6% em 2012 e acima de 4% nos anos subsequentes) e mantiver a tendência de redução da desigualdade e de crescimento populacional, o número de pessoas pobres cairá em quase dois terços até 2020, com 5 milhões de pessoas a menos na linha da pobreza.
No entanto, a Oxfam diz que, se houver um aumento da desigualdade nos próximos anos, nem mesmo um forte crescimento do Produto Interno Bruto (PIB) poderá retirar um número significativo de brasileiros da pobreza.
“Mesmo que o Brasil tenha avanços no combate da pobreza, ele é ainda um dos países mais desiguais do mundo, com uma agenda bem forte pendente nesta área”, disse à BBC Brasil o chefe do escritório da Oxfam no Brasil, Simon Ticehurst.
Para ele, é importante que o governo dê continuidade às políticas de transferência de renda, como o Bolsa Família, e que o Estado intervenha para melhorar o sistema de distribuição.
“Os mercados podem criar empregos, mas não vão fazer uma redistribuição (de renda)”, afirma.
Outras questões
Ticehurst diz que, para reduzir a desigualdade, o Brasil também precisa atacar as questões da sustentabilidade e da resistência a choques externos.
“As pessoas mais pobres são as mais impactadas pela volatilidade do preço dos alimentos, do preço da energia, dos impactos da mudança climática. O modelo de desenvolvimento do Brasil precisa levar isso mais em conta.”
Para o representante da Oxfam, a reforma agrária e o estímulo à agricultura familiar também é importante para reduzir a desigualdade.
“Da parcela mais pobre da população brasileira, cerca de 47% vive no campo. Além disso, 75% dos alimentos que os brasileiros consomem são produzidos por pequenos produtores, que moram na pobreza“, afirma TiceHurst.
“É preciso fechar esse circuito para que os produtores que alimentam o país tenham condições menos vulneráveis e precárias.”
Segundo o estudo da Oxfam, a maioria dos países do G20 apresenta uma tendência “preocupante” no sentido do aumento na desigualdade.
A entidade afirma que algumas dessas nações foram “constrangidas” pelas reduções significativas da desigualdade registradas nos países de baixa renda nos últimos 15 anos.
“A experiência do Brasil, da Coreia do Sul e de vários países de renda baixa e média-baixa mostra que reduzir a desigualdade está ao alcance dos dirigentes do G20″, afirma o texto.
“Não existe escassez de potenciais alavancas para políticas (de redução da desigualdade). Em vez disso, talvez exista uma escassez de vontade política”, diz o estudo.