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terça-feira, 15 de abril de 2025

Um artigo sobre a alta cultura, de Vargas Llosa, de 1982, salvo por Carlos Pozzobon

 Escrever bem é uma compulsão de quem lê muito, os bons livros. Transmitir essa paixão a quem lê muito é uma graça e um privilégio, que tento reproduzir neste meu pequeno espaço de cultura e de resistência intelectual, como é este blog. Grato a Carlos Pozzobon pela oportunidade. PRA

Transcrevo em primeiro lugar a sua nota, depois o artigo de Vargas Llosa:

“ Se foi o último dos grandes escritores do século XX. Transcrevi um de seus textos de 1982 em meu blog ENSAIOS. Vargas Llosa comenta a deterioração da alta cultura pela asfixia das vulgaridades culturais que abundavam promovidas por subvenções estatais. Não havia internet nem lei Rouanet e, no entanto, os piores autores eram os mais lidos, as trivialidades culturais eram as mais procuradas e prestigiadas. Foi uma premonição do fim da cultura erudita que o século XXI vem soterrando gradativamente.”


0 de novembro de 2012


Vargas Llosa: El Elefante y la Cultura

Cuenta el historiador chileno Claudio Véliz que, a la llegada de los españoles, los indios mapuches tenían un sistema de creencias que ignoraba los conceptos de envejecimiento y de muerte natural. Para ellos, el hombre era joven y eterno. La decadencia física y la muerte sólo podían resultar de la magia, las malas artes o las armas de los adversarios. Esta convicción, sencilla y cómoda, ayudó a los mapuches a ser los feroces guerreros que fueron. No los ayudó, en cambio, a forjar una civilización original. 

La actitud de los viejos mapuches está lejos de ser un caso extravagante. En realidad, se trata de un extendido fenómeno. Atribuir la causa de nuestros infortunios o defectos a los demás ― al 'otro' ― es un recurso que ha permitido a innumerables sociedades e individuos, si no a librarse de sus males, por lo menos a soportarlos y a vivir con la conciencia tranquila. Enmascarada detrás de sutiles razonamientos, oculta bajo frondosas retóricas, esta actitud es la raíz, el fundamento secreto, de una remota aberración a la que el siglo XIX volvió respetable: el nacionalismo. Dos guerras mundiales y la perspectiva de una tercera y última, que acabaría con la humanidad, no nos han librado de él, sino, más bien, parecen haberlo robustecido. 

¿En qué consiste el nacionalismo en el ámbito de la cultura? Básicamente, en considerar lo propio un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país. Aunque semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos, y la irrealidad de su pretensión ― la autarquía cultural ―, la historia nos muestra que arraiga con facilidad y que ni siquiera los países de antigua y sólida civilización están vacunados contra ella. Sin ir muy lejos, la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la Unión Soviética de Stalin, la España de Franco, la China de Mao practicaron el "nacionalismo cultural", intentando crear una cultura incomunicada, y defendida de los odiados agentes corruptores ― el extranjerismo, el cosmopolitismo ― mediante dogmas y censuras. Pero en nuestros días es sobre todo en el Tercer Mundo, en los países subdesarrollados, donde el nacionalismo cultural se predica con más estridencia y tiene más adeptos. Sus defensores parten de un supuesto falaz; que la cultura de un país es, como las riquezas naturales y las materias primas que alberga su suelo, algo que debe ser protegido contra la codicia voraz del imperialismo, y mantenido estable, intacto e impoluto pues su contaminación con lo foráneo lo adulteraría y envilecería. Luchar por la 'independencia cultural', emanciparse de la 'dependencia cultural extranjera' a fin de 'desarrollar nuestra propia cultura' son fórmulas habituales en la boca de los llamados progresistas del Tercer Mundo. Que tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a mucha gente, por el airecillo patriótico que parece envolverlas. (Y en el dominio del patriotismo, ha escrito Borges, los pueblos sólo toleran afirmaciones). Se dejan persuadir por ellas, incluso, medios que se sienten invulnerables a las ideologías autoritarias que las promueven. Personas que dicen creer en el pluralismo político y en la libertad económica, ser hostiles a las verdades únicas y a los estados omnipotentes o omniscientes, suscriben, sin embargo, sin examinar lo que ellas significan, las tesis del nacionalismo cultural. La razón es muy simple: el nacionalismo es la cultura de los incultos y éstos son legión.


Hay que combatir resueltamente estas tesis a las que, la ignorancia de un lado y la demagogia de otro, han dado carta de ciudadanía, pues ellas son un tropiezo mayor para el desarrollo cultural de países como el nuestro. Si ellas prosperan jamás tendremos una vida espiritual rica, creativa y moderna, que nos exprese en toda nuestra diversidad y nos revele lo que somos nosotros mismos y ante los otros pueblos de la tierra. Si los propagadores del nacionalismo cultural ganan la partida y sus teorías se convierten en política oficial del 'ogro filantrópico' ― como ha llamado Octavio Paz al Estado de nuestros días ― el resultado es previsible: nuestro estancamiento intelectual y científico y nuestra asfixia artística, eternizarnos en una minoría de edad cultural y representar, dentro del concierto de las culturas de nuestro tiempo, el anacronismo pintoresco, la excepción folklórica, a la que los civilizados se acercan con despectiva benevolencia Sólo por sed de exotismo o nostalgias de la edad bárbara. 

En realidad no existen culturas 'dependientes' y 'emancipadas' ni nada que se les parezca. Existen culturas pobres y ricas, arcaicas y modernas, débiles y poderosas. Dependientes lo son todas inevitablemente. Lo fueron siempre, pero lo son más ahora, en que el extraordinario adelanto de las comunicaciones ha volatizado las barreras entre las naciones y hecho a todos los pueblos copartícipes inmediatos y simultáneos de la actualidad. Ninguna cultura se ha gestado, desenvuelto y llegado a la plenitud sin nutrirse de otras y sin, a su vez, alimentar a las demás, en un continuo proceso de préstamos y donativos, influencias recíprocas y mestizajes, en el que sería dificilísimo averiguar qué corresponde a cada cual. Las nociones de 'lo propio' y 'lo ajeno' son dudosas, por no decir absurdas, en el dominio cultural. En el único campo en el que tienen asidero ― el de la lengua ― ellas se resquebrajan si tratamos de identificarlas con las fronteras geográficas y políticas de un país y convertirlas en sustento del nacionalismo cultural. Por ejemplo ¿es 'propio' o es 'ajeno' para los peruanos el español que hablamos junto con otros trescientos millones de personas en el mundo? Y, entre los quechua hablantes de Perú, Bolivia y Ecuador ¿quiénes son los legítimos propietarios de la lengua y la tradición quechua y quienes los 'colonizados' y 'dependientes' que 'deberían emanciparse de ellas? A idéntica perplejidad llegaríamos si quisiéramos averiguar a qué nación corresponde patentar como aborigen el monólogo interior, ese recurso clave de la narrativa moderna. ¿A Francia, por Edouard Dujardiez, el mediocre novelista que fue el primero en usarlo? ¿A Irlanda, por el célebre monólogo de Molly Bloom en el Ulises de Joyce que lo entronizó en el ámbito literario? ¿O a Estados Unidos donde, gracias a la hechicería de un Faulkner, adquirió flexibilidad y suntuosidad insospechadas? Por este camino ― el del nacionalismo ― se llega en el campo de la cultura, tarde o temprano, a la confusión y al disparate. 

Lo cierto es que en este dominio, aunque parezca extraño, lo propio y lo ajeno se confunden y la originalidad no está reñida con las influencias y aun con la imitación y hasta el plagio y que el único modo en que una cultura puede florecer es en estrecha interdependencia con las otras. Quien trata de impedirlo no salva la 'cultura nacional': la mata. 

Unos ejemplos de lo que digo, tomados del quehacer que me es más afín: el literario. No es difícil mostrar que los escritores latinoamericanos que han dado a nuestras letras un sello más personal fueron, en todos los casos, aquellos que mostraron menos complejos de inferioridad frente a los valores culturales forasteros y se sirvieron de ellos a sus anchas y sin el menor escrúpulo a la hora de crear. Si la poesía hispanoamericana moderna tiene una partida de nacimiento y un padre, ellos son el modernismo y su fundador: Rubén Darío ¿Es posible concebir un poeta más 'dependiente' y más 'colonizado' por modelos extranjeros que este nicaragüense universal? Su amor desmedido y casi patético por los simbolistas y parnasianos franceses, su cosmopolitismo vital, esa beatería enternecedora con que leyó, admiró y se empeñó en aclimatar a las modas literarias del momento su propia poesía, no hicieron de ésta un simple epígono, una 'poesía subdesarrollada y dependiente'. Todo lo contrario. Utilizando con soberbia libertad, dentro del arsenal de la cultura de su tiempo, todo lo que sedujo su imaginación, sus sentimientos y su instinto, combinando con formidable irreverencia esas fuentes disímiles en las que se mezclaban la Grecia de los filósofos y los trágicos con la Francia licenciosa y cortesana del siglo XVIII y con la España del Siglo de Oro y con su experiencia americana, Rubén Darío llevó a cabo la más profunda revolución experimentada por la poesía española desde los tiempos de Góngora y Quevedo, rescatándola del academicismo en que languidecía e instalándola de nuevo, como cuando los poetas españoles del XVI y el XVII, a la vanguardia de la modernidad. 

El caso de Darío es el de casi todos los grandes artistas y escritores; es el de Machado de Assis, en el Brasil, que jamás hubiera escrito su hermosa comedia humana sin haber leído antes la de Balzac; el de Vallejo en el Perú, cuya poesía .aprovechó todos los' ismos' que agitaron la vida literaria en América Latina y en Europa entre las dos guerras mundiales, y es, en nuestros días, el caso de un Octavio Paz en México y el de un Borges en Argentina. Detengámonos un segundo en este último. Sus cuentos, ensayos y poemas son, seguramente, los que mayor impacto han causado en otras lenguas de autor contemporáneo de nuestro idioma y su influencia se advierte en escritores de los países más diversos. Nadie como él ha contribuido tanto a que nuestra literatura sea respetada como creadora de ideas y formas originales. Pues bien: ¿hubiera sido posible la obra de Borges sin 'dependencias' extranjeras? ¿Nos llevaría el estudio de sus influencias por una variopinta y fantástica geografía cultural a través de los continentes, las lenguas y las épocas históricas? Borges es un diáfano ejemplo de cómo la mejor manera de enriquecer con una obra original la cultura de la nación en que uno ha nacido y el idioma en el que escribe es siendo, culturalmente, un ciudadano del mundo. 


II

La manera como un país fortalece y desarrolla su cultura es abriendo sus puertas y ventanas, de par en par, a todas las corrientes intelectuales, científicas y artísticas, estimulando la libre circulación de las ideas, vengan de donde vengan, de manera que la tradición y la experiencia propias se vean constantemente puestas a prueba, y sean corregidas, completadas y enriquecidas por las de quienes, en otros territorios y con otras lenguas, y diferentes circunstancias, comparten con nosotros las miserias y las grandezas de la aventura humana. Sólo así, sometida a ese reto continuo, será nuestra cultura auténtica, contemporánea y creativa, la mejor herramienta de nuestro progreso económico y social. 

Condenar el 'nacionalismo cultural' como una atrofia para la vida espiritual de un país no significa, por supuesto, desdeñar en lo más mínimo las tradiciones y modos de comportamiento nacionales o regionales ni objetar que ellos sirvan, incluso de manera primordial, a pensadores, artistas, técnicos e investigadores del país para su propio trabajo. Significa, únicamente, reclamar, en el ámbito de la cultura, la misma libertad y el mismo pluralismo que deben reinar en lo político y en lo económico en una sociedad democrática. La vida cultural es más rica mientras es más diversa y mientras más libre e intenso es el intercambio y la rivalidad de ideas en su seno. 

Los peruanos estamos en una situación de privilegio para saberlo, pues nuestro país es un mosaico cultural en el que coexisten o se mezclan 'todas las sangres', como escribió Arguedas: las culturas prehispánicas y España y todo el occidente que vino a nosotros con la lengua y la historia española; la presencia africana, tan viva en nuestra música; las inmigraciones asiáticas y ese haz de comunidades amazónicas con sus idiomas, leyendas y tradiciones. Esas voces múltiples expresan por igual al Perú, 'país plural, y ninguna tiene más derecho que otra a atribuirse mayor representatividad. En nuestra literatura advertimos parecida abundancia. Tan peruano es Martín Adán, cuya poesía no parece tener otro asiento ni ambición que el lenguaje, como José María Eguren, que creía en las hadas y resucitaba en su casita de Barranco a personajes de los mitos nórdicos, o como José María Arguedas que transfiguró el mundo de los Andes en sus novelas, o como César Moro que escribió sus más bellos poemas en francés. Extranjerizante a veces y a veces folklórica, tradicional con algunos y vanguardista con otros, costeña, serrana o selvática, realista y norteamericanizada, en su contradictoria factura ella expresa esa compleja y múltiple verdad que somos. Y la expresa porque nuestra literatura ha tenido la fortuna de desenvolverse con una libertad de la que no hemos disfrutado siempre los peruanos de carne y hueso. Nuestros dictadores eran incultos que privaban de la libertad a los hombres, rara vez a los libros. Pero eso pertenece al pasado. Las dictaduras de ahora son ideológicas y quieren dominar también los espíritus. Para eso se valen de pretextos, como el de que la cultura nacional debe ser protegida contra la infiltración foránea. No lo admitamos. No admitamos que, con el argumento de defender la' cultura contra el peligro de 'desnacionalización', los gobiernos establezcan sistemas de control del pensamiento y la palabra que, en verdad, no persiguen otro objetivo que impedir las críticas. No admitamos que, con el cuento de preservar la pureza o la salud ideológica de la cultura, el Estado se atribuya una función rectora y carcelera del trabajo intelectual y artístico de un país. Cuando esto ocurre, la vida cultural queda atrapada en la camisa de fuerza de una burocracia y se anquilosa [paralisa] sumiendo a la sociedad en el letargo espiritual.

Para asegurar la libertad y el pluralismo cultural es preciso fijar claramente la función del Estado en este campo. Esta función sólo puede ser la de crear las condiciones más propicias para la vida cultural y la de inmiscuirse lo menos posible en ella. El Estado debe garantizar la libertad de expresión y libre tránsito de las ideas, fomentar la investigación y las artes, garantizar el acceso a la educación y a la información de todos, pero no imponer ni privilegiar doctrinas, teorías o ideologías, sino permitir que éstas florezcan y compitan libremente. Ya sé que es difícil y casi utópico conseguir esa neutralidad frente a la vida cultural del Estado de nuestros días, ese elefante tan grande y tan torpe que con sólo moverse causa estragos. Pero si no conseguimos controlar sus movimientos y reducirlos al mínimo indispensable acabará pisoteándonos y devorándonos. 

No repitamos, en nuestros días, el error de los indios mapuches, combatiendo supuestos enemigos extranjeros sin advertir que los principales obstáculos que tenemos que vencer están entre o dentro de nosotros mismos. Los desafíos que debemos enfrentar, en el campo de la cultura, son demasiado reales y grandes para, además, inventarnos dificultades imaginarias como las de potencias forasteras empeñadas en agredimos culturalmente y en envilecer nuestra cultura. No sucumbamos ante esos delirios de persecución ni ante la demagogia de los politicastros incultos, convencidos de que todo vale en su lucha por el poder y que, si llegaran a ocuparlo, no vacilarían, en lo que concierne a la cultura, en rodearla de censuras y asfixiarla con dogmas para, como el Calígula de Albert Camus, acabar con los contradictores y las contradicciones. Quienes proponen esas tesis se llaman a sí mismos, por una de esas vertiginosas sustituciones mágicas de la semántica de nuestro tiempo, 'progresistas'. En realidad, son los retrógrados y oscurantistas contemporáneos, los continuadores de esa sombría dinastía de carceleros del espíritu, como los llamó Nietzsche, cuyo origen se pierde en la noche de la intolerancia humana, y en la que destacan, idénticos y funestos a través de los tiempos, los inquisidores medievales, los celadores de la ortodoxia religiosa, los censores políticos y los comisarios culturales fascistas y estalinistas. 

Además del dogmatismo y la falta de libertad, de las intrusiones burocráticas y los prejuicios ideológicos, otro peligro ronda el desarrollo de la cultura en cualquier sociedad contemporánea: la sustitución del producto cultural genuino por el producto seudo-cultural que es impuesto masivamente en el mercado a través de los grandes medios de comunicación. Esta es una amenaza cierta y gravísima y sería insensato restarle importancia. La verdad es que estos productos seudo-culturales son ávidamente consumidos y ofrecen a una enorme masa de hombres y mujeres un simulacro de vida intelectual, embotándoles la sensibilidad, extraviándoles el sentido de los valores artísticos y anulándoles para la verdadera cultura. Es imposible que un lector cuyo gusto literario se ha establecido leyendo a Corín Tellado aprecie a Cervantes o a Cortázar, o que otro que ha aprendido todo lo que cabe en el Reader's Digest, haga el esfuerzo necesario para profundizar en un área cualquiera del conocimiento, y que mentes condicionadas por la publicidad se atrevan a pensar por cuenta propia. La chabacanería [grosseria] y el conformismo, la chatura intelectual y la indigencia artística, la miseria formal y moral de estos productos seudo-culturales afectan profundamente la vida espiritual de un país. Pero es falso que este sea un problema infligido a los países subdesarrollados por los desarrollados. Es un problema que unos y otros compartimos, que resulta del adelanto tecnológico de las comunicaciones y del desarrollo de la industria cultural, y al que ningún país del mundo, rico o pobre, adelantado o atrasado, ha dado aún solución. En la culta Inglaterra el escritor más leído no es Antony Burgess ni Graham Green sino Bárbara Cartland y las telenovelas que hacen las delicias del público francés son tan ruines como las mexicanas o norteamericanas. La solución de este problema no consiste, por supuesto en establecer censuras que prohíban los productos seudo-culturales y den luz verde a los culturales. La censura no es nunca una solución, o, mejor dicho, es la peor solución, la que siempre acarrea males peores que los que quiere resolver. Las culturas "protegidas ", se tiñen [tingem] de oficialismo y terminan adoptando formas más caricaturales y degradadas que las que surgen, junto con los auténticos productos culturales, en las sociedades libres. 

Ocurre que la libertad, que en este campo es también, siempre, la mejor opción, tiene un precio que hay que resignarse a pagar. El extraordinario desarrollo de los medios de comunicación ha hecho posible, en nuestra época, que la cultura, que en el pasado fue, por lo menos en sus formas más ricas y elevadas, patrimonio de una minoría, se democratice y esté en condiciones de llegar, por primera vez en la historia, a la inmensa mayoría. Esta es una posibilidad que debe entusiasmamos. Por primera vez existen las condiciones técnicas para que la cultura sea de verdad popular. Es, paradójicamente, esta maravillosa posibilidad la que ha favorecido la aparición y el éxito de la industria masiva de productos semi-culturales. Pero no confundamos el efecto con la causa. Los medios de comunicación masivos no son culpables del uso mediocre o equivocado que se haga de ellos. Nuestra obligación es conquistarlos para la verdadera cultura, elevando mediante la educación y la información el nivel del público, volviendo a éste cada vez más riguroso, más inquieto y más crítico, y exigiendo sin tregua a quienes controlan estos medios ― el Estado y las empresas particulares ― una mayor responsabilidad y un criterio más ético en el empleo que les dan. Pero es, sobre todo, a los intelectuales, técnicos, artistas y científicos, a los productores culturales de todo orden, a quienes les incumbe una tarea audaz y formidable: asumir nuestro tiempo, comprender que la vida cultural no puede ser hoy, como ayer, una actividad de catacumbas, de clérigos encerrados en conventos o academias, sino algo a lo que puede y debe tener acceso el mayor número. Esto exige una reconversión de todo el sistema cultural, que abarque desde un cambio de psicología en el productor individual, y de sus métodos de trabajo, hasta la reforma radical de los canales de difusión y medios de promoción de los productos culturales, una revolución, en suma de consecuencias difíciles de prever. La batalla será larga y difícil, sin duda, pero la perspectiva de lo que significaría el triunfo debería damos fuerza moral y coraje para librarla; es decir, la posibilidad de un mundo en el que, como quería Lautreamont para la poesía, la cultura sea por fin de todos, hecha por todos y para todos. 

Publicado em Vuelta nr. 70 de setembro de 1982.

sábado, 20 de agosto de 2022

Kasparov, resistente democrático, tem seu livro resumido por Carlos Pozzobon

 Carlos U. Pozzobon

quinta-feira, 18 de agosto de 2022

Fragmentos 42

"Retirado en la paz de estos desiertos,
com pocos, pero doctos, libros juntos,
vivo en conversación com los difuntos
y escucho com mis ojos a los muertos"
Quevedo 


Winter is Coming — Garry Kasparov

Kasparov era conhecido pelo destaque obtido na imprensa com os campeonatos mundiais de xadrez em que venceu sucessivos torneios. Nascido em Baku, de origem armênia e judia, criou-se na cultura russa e desde a infância se apaixonou pelo tabuleiro que haveria de celebrizá-lo enquanto jogador e, mais tarde, como militante pela causa democrática na queda do Império Soviético. Em Winter Is Coming (O Inverno Está Chegando) narra sua luta contra a autocracia russa comandada por Putin, fazendo tábula rasa de todo o discurso conciliador e sobretudo favorável a que Putin prosseguisse com sua recriação da URSS através da invasão brutal dos países vizinhos, complementada pela guerra da Ucrânia iniciada em 2014. O livro é de 2015 e nele Kasparov descreve fatos que pertencem a uma assustadora previsão dos acontecimentos atuais (2022), como se fosse um prestidigitador do futuro. Enfatizando que o xadrez é sobretudo um método para se pensar a realidade quando o aficcionado dispõe das ferramentas críticas, adverte para os erros do Ocidente, citando os principais mandatários e seus equívocos frente a uma personalidade tantálica de um psicopata capaz de assassinar todos e quaisquer adversários que se anteponham ao seus mandos. Descreve a década democrática dos anos 90 na Rússia sabotada com a ascensão de Putin em 2000 e as sucessivas manipulações legais para a concentração do poder e eliminação de adversários, até a repressa brutal que transformou a Rússia atual em uma ditadura com centenas de milhares de dissidentes espalhados pelo mundo, inclusive o autor e sua família. Livro indispensável para entender o que se passa no mundo hoje, especialmente devido a ameaça potencial de uma guerra nuclear se Putin não for detido. 

Introdução

1) Parafraseando a definição de apaziguamento de Winston Churchill, estamos alimentando os crocodilos, esperando que eles nos comam por último.

2) Em vez de nos apoiarmos nos princípios do bem e do mal, do certo e do errado, e nos valores universais dos direitos humanos e da vida humana, o que temos é engajamento, reajustes e equivalência moral. Ou seja, apaziguamento com outros nomes. O mundo precisa de uma nova aliança baseada em uma Carta Magna global, uma declaração de direitos fundamentais que todos os membros devem reconhecer.

3) O objetivo não deve ser construir novos muros para isolar os milhões de pessoas que vivem sob regimes autoritários, mas dar-lhes esperança e perspectiva de um futuro melhor. A maioria de nós que vivia atrás da Cortina de Ferro sabia muito bem que havia pessoas no mundo livre que se importavam e que lutavam por nós, não contra nós. E saber isso importava. Hoje, os chamados líderes do mundo livre falam em promover a democracia enquanto tratam os líderes dos regimes mais repressivos do mundo como iguais. As políticas de engajamento com ditadores falharam em todos os níveis, e já passou da hora de reconhecer esse fracasso.

4) Em 2005, me aposentei depois de vinte anos no topo do mundo do xadrez profissional para me juntar ao incipiente movimento pró-democracia russo. Tornei-me campeão mundial em 1985, aos 22 anos, e consegui tudo o que queria no tabuleiro de xadrez. Eu sempre quis fazer a diferença no mundo e senti que meu tempo no xadrez profissional havia acabado. Eu queria que meus filhos pudessem crescer em uma Rússia livre.

5) Havia a sensação de que o país poderia cair no caos sem uma mão mais forte no leme. A insegurança física e social sempre foi alvo fácil em democracias frágeis, e a maioria dos ditadores chega ao poder com apoio público inicial. Ao longo da história, ciclos intermináveis de autocratas e juntas militares foram fortalecidos pelo apelo popular à ordem e "la mano dura" para conter os excessos de um regime civil instável. De alguma forma, as pessoas sempre esquecem que é muito mais fácil instalar um ditador do que removê-lo.

6) A ideia ingênua era que o mundo livre usaria os laços econômicos e sociais para liberalizar gradualmente os estados autoritários. Na prática, os estados autoritários abusaram desse acesso e interdependência econômica para espalhar sua corrupção e alimentar a repressão em casa.

7) Estados não livres exploram a abertura do mundo livre contratando lobistas, espalhando propaganda na mídia e contribuindo fortemente para políticos, partidos políticos e organizações não governamentais (ONGs).

8) Assim, enquanto nosso movimento de oposição em constante evolução fez algum progresso em chamar a atenção para a realidade antidemocrática da Rússia de Putin, estávamos em uma posição perdedora desde o início. A dominação dos meios de comunicação de massa pelo Kremlin e a perseguição implacável de toda a oposição na sociedade civil tornaram impossível construir qualquer impulso duradouro. Nossa missão também foi sabotada por líderes democráticos que abraçaram Putin no cenário mundial, fornecendo-lhe as credenciais de liderança de que tanto precisava na ausência de eleições válidas na Rússia. É difícil promover a reforma democrática quando todos os canais de televisão e todos os jornais mostram imagem após imagem dos líderes das democracias mais poderosas do mundo aceitando um ditador como parte de sua família. Passa a mensagem de que ou ele não é realmente um ditador ou que a democracia e a liberdade individual nada mais são do que as moedas de barganha que Putin e sua turma sempre dizem que são.

9) Durante anos, à medida que a situação dos direitos humanos na Rússia se deteriorava constantemente, políticos e especialistas ocidentais como Condoleezza Rice e Henry Kissinger defenderam a fraqueza ocidental em confrontar Putin dizendo que os russos estavam em melhor situação do que nos dias da União Soviética.

10) Os Estados Unidos e a União Européia impuseram sanções contra autoridades e indústrias russas, ainda que muito pouco e tarde demais. E, no entanto, eles ainda se recusam a admitir a necessidade de condenar e isolar a Rússia como o perigoso estado desonesto em que Putin a transformou. Esta geração de líderes ocidentais se recusa a admitir que o mal ainda existe neste mundo e que deve ser combatido em termos absolutos, não negociados. Está claro no momento que as democracias do século XXI não estão prontas para essa luta. Ainda é uma questão em aberto se eles podem ou não se preparar.

11) É muito perigoso acreditar que a queda de um símbolo é o mesmo que o fim do que aquele símbolo representou, mas a tentação de fazê-lo é quase irresistível. [O fim do regime militar e as Diretas Já criaram a ilusão de que uma nova constituinte recolocaria o Brasil no eixo. O engano foi generalizado.]

12) Escrevi sobre o que chamo de “a gravidade do sucesso passado” no xadrez. Cada vitória puxa o vencedor ligeiramente para baixo e torna mais difícil colocar o máximo esforço para melhorar ainda mais. Enquanto isso, o perdedor sabe que cometeu um erro, que algo deu errado, e ele vai trabalhar duro para melhorar na próxima vez. O feliz vencedor geralmente assume que ganhou simplesmente porque é ótimo. Normalmente, no entanto, o vencedor é apenas o jogador que cometeu o penúltimo erro. É preciso uma tremenda disciplina para superar essa tendência e aprender lições de uma vitória.

[Argumento notável sobre o entorpecimento do sucesso e a fatalidade do decaimento.]

13) Mas o mal não morre, assim como a história não acaba. Como uma erva daninha, o mal pode ser cortado, mas nunca totalmente desarraigado. Ele espera sua chance de se espalhar pelas frestas de nossa vigilância. Pode criar raízes no solo fértil de nossa complacência, ou mesmo nos escombros pedregosos da queda do Muro de Berlim.

14) Além de sua capacidade militar, a URSS era uma ameaça porque propunha agressivamente uma ideologia tóxica, o comunismo, capaz de se espalhar muito além de suas fronteiras. Até recentemente, Putin se sentia capaz de saquear a Rússia e consolidar o poder sem recorrer a nada parecido com ideologia. “Vamos roubar juntos” tem sido o único lema de sua elite governante, usando o poder do governo para mover dinheiro para os bolsos daqueles que exercem esse poder. Mas à medida que a situação econômica na Rússia se deteriorou, Putin foi obrigado a recorrer aos últimos capítulos do manual do ditador para encontrar novas maneiras de justificar seu papel como líder supremo.

15) Quando o presidente fantoche de Putin na Ucrânia, Viktor Yanukovych, fugiu do país após os protestos “Euromaidan” exigindo maior integração europeia, Putin aproveitou a chance. Citando a necessidade de proteger os russos na Ucrânia, ele primeiro ocupou e anexou a Crimeia e depois começou a incitar a violência por meio de “rebeldes” apoiados pelos russos no leste da Ucrânia. Logo depois, apesar das alegações cada vez mais absurdas do Kremlin em contrário, tropas russas e armas pesadas transformaram o conflito em uma invasão real.

16) Uma guerra por qualquer motivo é terrível, mas a perigosa virada de Putin para o imperialismo de base étnica não pode ser ignorada. Aqueles que dizem que o conflito na Ucrânia está longe e que provavelmente não levará à instabilidade global ignoram a clara advertência que Putin nos deu. Não há uma razão para acreditar que sua visão propalada de uma “Grande Rússia” terminará com o leste da Ucrânia, mas muitas razões para acreditar que não. Os ditadores só param quando são parados, e apaziguar Putin com a Ucrânia só vai alimentar seu apetite por mais conquistas. A Ucrânia é apenas uma batalha que o mundo livre gostaria de ignorar em uma guerra maior que se recusa a reconhecer que existe. Mas fingir que você não tem inimigos não torna isso verdade. O Muro de Berlim e a União Soviética se foram, mas os inimigos da liberdade que os construíram não. A história não termina; ela funciona em ciclos. O fracasso em defender a Ucrânia hoje é o fracasso dos Aliados em defender a Tchecoslováquia em 1938. O mundo deve agir agora para que a Polônia em 2015 não seja chamada a desempenhar o papel da Polônia em 1939.

17) Preocupar-se apenas com o que pode acontecer quando a situação atual já é catastrófica é uma tentativa patética de adiar decisões difíceis.

18) Putin, como todo ditador conhecido antes dele, cresce em confiança e apoio quando não é desafiado. Cada passo que ele pode anunciar como um sucesso para o povo russo torna mais difícil removê-lo e é mais provável que ele se sinta corajoso o suficiente para dar passos ainda mais agressivos.

19) É verdade que se a América, a Europa e o resto das democracias do mundo finalmente perceberem que a era do engajamento acabou e atacarem Putin e os outros bandidos cortando-os em pedaços e fornecendo apoio avassalador aos seus alvos, os conflitos podem piorar antes que eles possam ser extintos. Essa visão – a disposição de aceitar sacrifícios de curto prazo para o bem de longo prazo – requer o tipo de liderança que o mundo livre tem muito pouco hoje. Requer pensar além da próxima pesquisa de opinião, do próximo relatório trimestral e da próxima eleição. As políticas da Guerra Fria mantiveram-se notavelmente firmes por décadas, em todas as administrações, e eventualmente terminaram em uma grande vitória para o lado da liberdade. Desde então, um presidente após o outro, um primeiro-ministro após o outro, passou a responsabilidade dos direitos humanos na Rússia até que Putin teve impulso suficiente para lançar uma guerra real em solo europeu. Um argumento popular sem fundamento consiste em sugerir que a intervenção contra a agressão pode levar à Terceira Guerra Mundial ou mesmo a um holocausto nuclear. Pelo contrário, a única maneira de a crise atual continuar a aumentar é se Putin não for confrontado com uma ameaça esmagadora ao seu poder, que é a única coisa com que ele se importa. Se Putin puder ir de vitória em vitória, eliminando qualquer oposição em casa enquanto ganha território e influência no exterior, o risco de uma guerra total aumenta dramaticamente.

20) Se, no entanto, os líderes do mundo livre voltarem a si a tempo e apresentarem uma forte frente unida contra Putin - com sanções econômicas, substituição da energia russa, isolamento diplomático e apoio econômico e militar para seus alvos - isso fornecerá uma base para uma nova aliança das democracias do mundo.

21) A ascensão e queda da democracia russa daria um livro dolorosamente curto. Demorou apenas oito anos para a Rússia passar de uma multidão jubilosa celebrando o colapso da União Soviética em 1992 para a ascensão do ex-agente da KGB Vladimir Putin à presidência. Depois, Putin levou mais oito anos para corromper ou desmantelar quase todos os elementos democráticos do país – equilíbrio nos ramos do governo, eleições justas, judiciário independente, mídia livre e uma sociedade civil que pudesse trabalhar com o governo em vez de viver com medo dele. Oligarcas não cooperativos foram presos ou exilados e a imprensa rapidamente soube o que podia e o que não podia ser dito. Putin também consolidou a economia russa, reprimindo reformas de livre mercado e enfatizando a criação de “campeões nacionais” nos setores de energia e bancário. Um potencial ponto de virada veio em 2008, quando o limite constitucional de Putin de dois mandatos de quatro anos estava terminando. Poucos esperavam que ele se aposentasse garbosamente, ou coisa do gênero, mas exatamente como ele manteria o controle enquanto mantinha as aparências era um tema quente de debate. Putin canalizou o poder não apenas para seu partido ou seu cargo, mas para si mesmo pessoalmente. Sua partida teria sido como arrancar a espinha do estado mafioso da KGB que ele e seus aliados passaram oito anos construindo. Ele poderia alterar a constituição russa para concorrer novamente, mas na época Putin ainda era sensível em manter as aparências democráticas. Por um lado, teria sido estranho para seus colegas líderes do G8 recebê-lo após qualquer tomada primitiva de poder, e permanecer nas boas graças dos líderes dos Estados Unidos, Japão e Europa Ocidental foi muito útil para Putin em casa. Como ele poderia ser chamado de antidemocrático, muito menos de déspota, se foi abraçado com tanto entusiasmo por pessoas como George W. Bush, Silvio Berlusconi e Nicolas Sarkozy?

22) Havia alguns solavancos na estrada, no entanto. Apenas três meses antes da eleição presidencial de 4 de março, os maiores protestos políticos da era pós-soviética eclodiram espontaneamente depois que as eleições parlamentares foram tão descaradamente manipuladas que foi demais para muitos suportarem. Nos meses seguintes, centenas de milhares de russos foram às ruas, muitos gritando “Fora Putin!” e “Rússia sem Putin!”

23) Mas o ímpeto não pôde ser mantido. Novas leis draconianas contra a liberdade de reunião foram rapidamente aprovadas, permitindo multas enormes e criminalizando protestos não violentos. Muitos líderes e membros da oposição foram perseguidos, presos e interrogados sobre seus papéis na organização dos protestos. O Kremlin empenhou recursos maciços contra os protestos; a última manifestação em massa, em 6 de maio de 2013, foi brutalmente dispersa e levou ao chamado caso da Praça Bolotnaya, que os registros mostram que envolveu mais de treze mil entrevistas com testemunhas e que levou dezenas de manifestantes a serem condenados a anos de prisão.

24) Os presidentes dos EUA, em particular, sempre depositaram muita fé em indivíduos na Rússia, em vez de apoiar as reformas estruturais e institucionais que poderiam ter garantido a sobrevivência da democracia.

25) No início de 1991, Gorbachev estava perdendo o controle de seu tímido programa de reformas à medida que os ventos da mudança sopravam com força da Europa Oriental. Bush fez o seu melhor para apoiar os esforços de Gorbachev para manter a URSS unida, proferindo seu infame discurso “Frango à Kyiv” em 1º de agosto de 1991, quando ele enfureceu muitos ucranianos, advertindo-os contra pressionar demais pela independência da URSS.

26) Apesar da tentativa de rebatizar o método como “engajamento”, o cheiro de apaziguamento é impossível de mascarar. A lição fundamental de Chamberlain e Daladier indo ver Hitler em Munique em 1938 é válida hoje: dar a um ditador o que ele quer nunca o impede de querer mais; isso o convence de que você não é forte o suficiente para impedi-lo de fazer o que quer.

27) Os sinais de alerta sobre a natureza e a intenção de Putin eram abundantes. Sua ascensão ao poder foi auxiliada por sua resposta brutal aos bombardeios de apartamentos em 1999, aos atos terroristas que muitos ainda suspeitam ter sido uma provocação ao estilo do Reichstag. (Mas, ao contrário do Reichstag, houve derramamento de sangue de verdade.) Bombardeios de arrasar tudo e tortura de civis em toda a Chechênia foram apresentados como parte da guerra global contra o terror, que era uma invenção completa. Mais tarde, o desprezo de Putin pelo valor da vida humana foi confirmado em duas situações de reféns, a primeira em 2002, quando tropas federais usando um gás ainda não especificado mataram dezenas de reféns no confronto do teatro Nord-Ost em Moscou. A segunda veio em 2004, quando as forças de segurança usando armas militares demoliram uma escola cheia de crianças reféns em Beslan, resultando na morte de centenas.

28) Os meios de comunicação foram tomados por forças amigas de Putin e seus associados mais próximos. O proprietário da NTV, Vladimir Gusinsky, passou três dias na prisão em junho de 2000 e foi forçado a desistir de sua empresa. De fato, no que se tornaria um típico “método de negociação” da época, ele foi forçado a assinar o repasse de sua empresa antes de ser autorizado a sair da prisão. Ele fugiu para Israel enquanto seu canal era apropriado e absorvido pelo portfólio do Kremlin em abril de 2001, e hoje, ironicamente, a NTV é provavelmente a mais suja das estações oficiais de propaganda contra uma concorrência muito dura nesse campo. Essa “censura branda” foi acompanhada pelo tipo mais convencional, com suas listas de nomes non grata e tópicos proibidos. O poder midiático foi centralizado da mesma forma que o poder político, e com o mesmo propósito: saquear o país sem causar uma revolta popular.

29) Putin conseguiu retratar a Rússia como um aliado dos EUA – no Afeganistão em particular – enquanto trabalhava ativamente contra os interesses americanos e europeus em outros lugares.

30) Quando o governo dos EUA finalmente tomou medidas limitadas para responder aos muitos abusos do regime de Putin, isso aconteceu somente depois que Putin alcançou o poder total na Rússia e uma sensação de completa impunidade. E a mudança nem veio de dentro da administração. A legislação da Lei Magnitsky, que impôs sanções sobre bens e viagens a alguns funcionários russos por abusos de direitos humanos, foi defendida pelo investidor americano-britânico Bill Browder. Um dos advogados de seu grupo de investimentos russo, Sergei Magnitsky, foi preso em 2008 pelos mesmos policiais corruptos cuja fraude maciça ele havia exposto. Um ano depois, morreu em prisão preventiva depois de ser espancado sem ter recebido atenção médica adequada.

[ Esta introdução basta por si só para um conhecimento geral do livro de Kasparov. No entanto, resumi todo o livro. O leitor poderá solicitar por comentário abaixo mencionando seu email (que não será publicado) as 35 páginas restantes que compõem os 119 itens totais que selecionei da edição em inglês].

Índice do livro:

1: O FIM DA GUERRA FRIA E A QUEDA DA URSS
2: A DÉCADA PERDIDA
3: AS GUERRAS INVISÍVEIS
4: NASCIDO NO SANGUE
5: PRESIDENTE VITALÍCIO
6: EM BUSCA DA ALMA DE PUTIN
7: FORA DO TABULEIRO, NO FOGO CRUZADO
8: OPERAÇÃO MEDVEDEV
9: A AUDÁCIA DA FALSA ESPERANÇA
10: GUERRA E PACIFICAÇÃO
CONCLUSÃO


quinta-feira, 7 de abril de 2022

Ainda sobre a terrível carnificina na Ucrânia - Paulo Roberto de Almeida e Garry Kasparov, via Carlos Pozzobon

 Paulo Roberto de Almeida:

“Em 1938, os líderes — supostos estadistas “pacificadores” — da Grã-Bretanha e da França se recusaram a interromper a ascensão expansionista de um outro ditador megalomaníaco e psicopata, em nome da “paz” na Europa. Como disse Churchill, perderam a honra e não tiveram a paz, e sim a maior guerra da humanidade, na qual pereceram, por baixo, 50 milhões de vítimas, entre civis e militares. 

Atualmente, temos um novo candidato a ditador expansionista, o tirano de Moscou, que, unido à Igreja Ortodoxa Russa (e isto é algo extraordinário, pois o patriarca de Moscou apoiou e santificou a conquista), pretende reconstruir o grande império do czarismo e dos tempos do despotismo soviético. 

Felizmente, líderes ocidentais não estão dispostos a permitir desta vez, mas seus esforços não têm sido suficientes, até aqui, para parar o insano ditador na escala do morticínio.

E infelizmente, uma outra grande ditadura, uma grande democracia autoritária, e duas outras democracias de baixíssima qualidade, todos países membros dessa fantasmagoria diplomática que se chama BRICS, apoiam ou se declaram “isentos” em relação a essa tremenda tragédia que afeta o povo ucraniano.

Vai ser preciso um novo Nuremberg para o tirano Putin; duvido que virá. Mas pelo menos a condenação moral do TPI é absolutamente necessária. 

O Brasil deveria estar unido às democracias de verdade na condenação e na oposição resoluta contra as atrocidades do tirano de Moscou. Infelizmente não está, e isto me enche de vergonha pela diplomacia paraplégica, míope e parcial, indigna das tradições do Itamaraty, a que se assiste atualmente sob o desgoverno de um inepto.

Paulo Roberto de Almeida”


Carlos Pozzobon, reproduzindo Garry Kasparov:

“Garry Kasparov no livro de 2015 Winter is Coming:

Quando o presidente fantoche de Putin na Ucrânia, Viktor Yanukovych, fugiu do país após os protestos “Euromaidan” exigindo maior integração europeia, Putin aproveitou a chance. Citando a necessidade de proteger os russos na Ucrânia, ele primeiro ocupou e anexou a Crimeia e depois começou a incitar a violência por meio de “rebeldes” apoiados pelos russos no leste da Ucrânia. Logo depois, apesar das alegações cada vez mais absurdas do Kremlin em contrário, tropas russas e armas pesadas transformaram o conflito em uma invasão real.

Uma guerra por qualquer motivo é terrível, mas a perigosa virada de Putin para o imperialismo de base étnica não pode ser ignorada. Aqueles que dizem que o conflito na Ucrânia está longe e que provavelmente não levará à instabilidade global perdem o aviso claro que Putin nos deu. Não há razão para acreditar que sua visão anunciada de uma “Grande Rússia” terminará com o leste da Ucrânia e muitas razões para acreditar que não. Os ditadores só param quando são parados, e apaziguar Putin com a Ucrânia só vai alimentar seu apetite por mais conquistas.

A Ucrânia é apenas uma batalha que o mundo livre gostaria de ignorar em uma guerra maior que se recusa a reconhecer que existe. Mas fingir que você não tem inimigos não torna isso verdade. O Muro de Berlim e a União Soviética se foram, mas os inimigos da liberdade que os construíram não. A história não termina; ela funciona em ciclos. O fracasso em defender a Ucrânia hoje é o fracasso dos Aliados em defender a Tchecoslováquia em 1938. O mundo deve agir agora para que a Polônia em 2015 não seja chamada a desempenhar o papel da Polônia em 1939.”

PRA: infelizmente a Ucrânia de 2022 tomou o lugar da Polônia de 1939. 


segunda-feira, 18 de outubro de 2021

O povo brasileiro é idiota? - Mario Sabino, Carlos Pozzobon, Paulo Roberto de Almeida

 Mario Sabino disse aquilo que muitos intelectuais, de esquerda e direita, muitos jornalistas e personalidades “de bem”, pensam, mas não ousam proclamar abertamente: a maioria do povo, os brasileiros em geral, sobretudo as chamadas “classes subalternas” são IDIOTAS , ou otários, e se deixam enganar pelos piores demagogos, de todas as tendências, sobretudo os mais desonestos, como são Lula e Bozo, este um idiota e ignorante boçal ele mesmo, só inteligente para roubo do baixo clero.

Paulo Roberto de Almeida 

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Antigamente se dizia que a nossa estupidez era originada da escravidão. A escravidão se foi e a estupidez continua. Na minha opinião, a questão vai além de tudo o que se conhece pela pena dos sociólogos do Brasil. O assunto é tão vasto que só podemos aplicar o remédio em gotas diárias, como muita gente boa vem fazendo aqui.

Carlos Pozzobon

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Somos uma nação de gente estúpida

Mario Sabino 

Uma pesquisa telefônica do Centro Integrado de Pesquisa e Comunicação (Cipec), feita na semana passada, perguntou aos entrevistados quem era o mais honesto: se Lula, Jair Bolsonaro ou Sergio Moro (foto). Quase 50% dos entrevistados (49,4%) responderam que era Lula; 26,4% disseram que era Jair Bolsonaro; 24,2% afirmaram que era Sergio Moro. Uma pesquisa divulgada dias antes pela Qaest chegou ao mesmo ranqueamento, ao indagar quem era o melhor candidato para combater a corrupção. Entre os três possíveis candidatos para 2022, o petista é apontado como o mais adequado por 28% dos entrevistados e Jair Bolsonaro por 24%. Sergio Moro vem em último lugar, com 14%.

Analistas de pesquisas são obrigados a tentar encontrar alguma lógica em respostas ilógicas. No caso da pesquisa do Cipec, a explicação foi que o resultado espelha a intenção de voto em Lula e Jair Bolsonaro nos cenários de primeiro turno e que os 24,2% de Moro “refletem, em certa medida, o espaço mínimo no cenário atual para uma candidatura nem Lula nem Bolsonaro”. Também é possível pensar que duas mentiras sobre Sergio Moro colaram: a de que ele foi parcial ao condenar Lula, o injustiçado que encontrou a redenção no Supremo Tribunal Federal, e a de que “traiu” Jair Bolsonaro, ao sair do governo por causa da politização da Polícia Federal. Afinal de contas, as máquinas petista e bolsonarista de propaganda são poderosas e sem freios.

Não vou, porém, tentar achar lógica em respostas ilógicas. Como tenho o estranho hábito de dizer o que penso, apresento o meu resumo da ópera-bufa: boa parte dos brasileiros é simplesmente otária. Seja por ignorância, miséria material, crenças sebastianistas ou qualquer outra explicação sociológica, o fato é este — somos uma nação de gente estúpida, que cai em qualquer conversa de qualquer malandro.

Só a estupidez explica que tamanha quantidade de gente possa achar que Lula e Jair Bolsonaro são mais honestos do que Sergio Moro. A organização comandada pelo primeiro saqueou a Petrobras e adjacências, em bilhões de reais, depois de protagonizar a vergonha do mensalão, no qual dinheiro público era usado pelo governo do PT, essa coisa linda, para comprar votos no parlamento. A família do segundo foi financiada por rachadinhas em gabinetes legislativos e, agora, dedica-se a explorar outras possibilidades rastaqueras. Quanto a Sergio Moro, até onde se sabe, o seu patrimônio é compatível com os salários que recebeu como juiz e ministro. Hoje, muito possivelmente, ele tem rendimentos maiores, como sócio-diretor de uma empresa de compliance, baseada nos Estados Unidos. Compliance: ou seja, o seu papel é ajudar a colocar empresas privadas nos trilhos, para que não cometam más práticas e possam ser acusadas de desonestas. Continua a trabalhar, portanto, em prol da transparência, assim como fez quando era magistrado e integrante do governo. Ninguém precisa ser apoiador de Sergio Moro para constatar o fato.

Os brasileiros achamos que somos muito espertos, mas, na verdade, somos terrivelmente idiotas — idiotia atávica e cultivada com meticulosidade por governos, escolas, artistas, intelectuais, igrejas, emissoras e jornais, e é por esse motivo que estamos entregues a essa malta política. De vez em quando, somos assaltados pela lucidez, mas ela não demora a sumir no nosso nevoeiro mental. O que gostamos mesmo é de chorar na televisão, e certamente a resiliência na revolta e nas cobranças por justiça (a verdadeira, não a da jurisprudência de ocasião) não está entre as nossas qualidades, se é que temos alguma. É falso que abolimos o escândalo, como anda sendo dito, diante da nossa passividade. Nunca nos indignamos realmente com nada. Estúpidos.

Lula e Bolsonaro são mais honestos do que Sergio Moro: francamente, é de perder as estribeiras.

Mario Sabino


domingo, 1 de outubro de 2017

O totalitarismo brasileiro em construcao - Carlos Pozzobon (2010)

No terço final de uma longa resenha do livro de Hannah Arendt, "Origens do Totalitarismo", Carlos Pozzobon oferece sua visão do totalitarismo brasileiro em construção.
Vale transcrever a partir desta postagem em seu blog de resenhas de livros:
http://carlosupozzobon.blogspot.com.br/2011/12/as-origens-do-totalitarismo.html

Totalitarismo brasileiro em construção

Carlos Pozzobon

 19/9/2010

Tudo começou na ditadura militar moribunda de 1964, onde um marxismo perseguido e multifacetado passa a trabalhar socialmente como proselitismo de uma causa que precisa de vínculos com organizações sociais. Encontra nos sindicatos obrigatórios uma dádiva dos céus para aprofundar raízes.
O peleguismo tradicional precisa ser substituído com o método de se dizer o contrário do que se vai fazer. Inicialmente, criticando a obrigatoriedade do imposto sindical – atitude importante para provocar simpatia na sociedade. A imprensa saúda o movimento como renovador da velha tradição fascista. O prestígio começa a fluir para líderes que não são mais do que apedeutas e marionetes. Em seguida, formados os sindicatos mais importantes, uma nova lei sindical vai dar organicidade às confederações, federações e entidades coligadas com, naturalmente, imposto sindical obrigatório, o contrário do que se dizia. Nos sindicatos, a fachada de modernidade se desmancha na prática do atraso. Agora o que se pretendia combater foi invertido.
Na intimidade da mente totalitária, ocorrem as inversões praticadas por Stalin: “sempre tomar o cuidado em dizer o contrário do que fez e fazer o contrário do que disse”. É a sociopatia juntando má-fé e compulsão para mentir, mas que rende extraordinários resultados eleitorais ao sistema. No poder, o partido precisa construir a todo custo uma maioria eleitoral para impedir a alternância. Essa maioria não virá de partidos políticos, mas de organizações sociais. O partido passa a controlar diretamente os sindicatos, impedindo por decreto a auditoria das contas sindicais pelos órgãos do Estado (TCU). Nos comícios, o partido convoca os sindicatos para uma demonstração de força, que assim demonstram sua subserviência ao poder. Comandando a turba, juntamente com as organizações sociais, estão os movimentos liderados por funcionários de entidades e empresas estatais.
Organizações sociais, do tipo MST e Via Campesina, já demonstraram o novo modelo de fascismo no campo: ao arbítrio de seus líderes, propriedades invadidas são acobertadas pelos vínculos partidários nas estatais, que fornecem a legalidade instrumental para declarar terras improdutivas, independentemente de sua real situação, e a liberdade para os saques. Um exército de mercenários sustentado por verbas da reforma agrária se mobiliza contra o trabalho agrícola de larga escala, retalhando a propriedade invadida em casas de campo para seus dirigentes, ou repassando a propriedade a terceiros, que, por sua vez, terminam gerando quase nenhuma produtividade. Verbas generosas salvam o movimento que aumenta seu contingente em todos os Estados da federação. Com pretexto para mobilizações, repetem que querem a reforma agrária, mas não querem coisa nenhuma.
Tudo isso é apenas fachadismo, um mito imaginário de justiça agrária para boi dormir. Esperamos pela alternância do Poder para algum dia virem à tona os cálculos do que se gastou com a reforma agrária desde a época FHC, e do quanto se produz nas propriedades desapropriadas. Aí então vamos calcular o quanto custou ao povo brasileiro o feijão da reforma agrária, e vamos desmascarar o mito dividindo a produção pelo dinheiro gasto historicamente. Vai ser uma comédia de erros ou mais uma conta para o desperdício espetacular dos recursos públicos do nosso sistema político.
Na genealogia do totalitarismo, uma crise econômica rompe a indiferença dos indivíduos para com a gestão governamental. Ao mesmo tempo, a delinquência política aumenta, os bodes expiatórios se sucedem, reconhecidos picaretas assumem o comando de instituições públicas. Um misto de besteirol com corrupção deslavada, de negociatas com agitação trabalhista, de cinismo com estupidez acomete a Nação.
Aparecem soluções salvacionistas. A levedura fascista borbulha com o esbravejar espumante de aventureiros, falidos, oportunistas, matusquelas, celerados ideológicos e o diabo-a-quatro. Às vezes, parece que a insanidade toma conta da Nação, e vai abrindo espaço para o rasgar sucessivo de leis, de procedimentos e atos legais. Uma onda de calúnia vai manchando reputações, denegrindo a inteligência, acuando a intelectualidade do país. A chusma aplaude entusiástica aquilo que em uma sociedade organizada é vigarice intelectual.
Em certo momento, vem o golpe: fecha-se o parlamento e surge o governo por decreto. Aparelha-se a polícia para limpar a sociedade dos elementos indesejáveis. O totalitarismo, assim como o nazismo, o stalinismo e tampouco o getulismo, não se baseia no poder ditatorial do exército. O governo ditatorial domina o aparato policial que, subordinado ao mandatário, age estritamente sob suas ordens. A neutralização militar é facilmente conquistada nas empresas e agências estatais, ou no lobby privado – o getulismo subornou os militares entregando cargos públicos aos tenentes.
Mesmo assim, o descontentamento entre os setores profissionais das forças armadas torna-se visível em manifestos e circulares. A tensão conspiratória aumenta. Algumas vozes aparecem pedindo intervenção militar, argumentando um totalitarismo irreversível. Outras vozes clamam mais alto pedindo prudência, temerosas de que a intervenção militar possa gerar uma sucessão de eventos incontroláveis. O passado é relembrado como um exemplo a ser evitado. Mas, a cada dia, o presente demonstra que as coisas avançam na direção de tudo piorar, mais do que no passado. No meio do relativismo, quem vai dar a palavra final é o povo que espera ser convocado às ruas.
Enquanto isso, a crise avança. No estado policial aparecem as grandes inversões. Mede-se o mérito pelas denúncias de cidadãos contra os inimigos do povo ou da nova ordem. Oferecem-se recompensas pela captura dos dissidentes. Slogans nacionalistas, refrões musicais, gingles do governo e propagandas acintosas produzem a lavagem cerebral necessária à legitimidade do regime.
A imprensa livre é atacada consecutivamente — jamais ao mesmo tempo. Primeiro, um grupo jornalístico é atingido por uma lei criada contra uma particularidade das empresas de comunicação. Depois, são forjadas fraudes contra outros, intervenções garantem o silenciamento, enquanto novos decretos dão legitimidade ao regime para garantir o avanço de grupos empasteladores que exultam com os novos tempos.
Neste momento, é preciso fechar as vias de informação internacionais. A Internet é constantemente manipulada para bloquear os sites que criticam o novo regime. Para não provocar a reação de toda a sociedade, o fechamento vai se sucedendo em intervalos, enquanto o governo vai ampliando seu poder de penetração no financiamento de novos portais de comunicação, de rádios e jornais, que passam a legitimar o avanço fascista e aumentar o tom de apoio ao governo.
Prisões na calada da noite, espancamentos, confissões forjadas e irradiadas para todo o país envergonham a serenidade do povo e avacalham a sobriedade indispensável à ordem republicana. Quando uma pessoa é invadida em sua intimidade, com propósitos de calúnias e dossiês, logo um exército de mercenários ocupa o maior número possível de espaços de discussão para destruir a respeitabilidade de inocentes. Baseando-se na estratégia de culpar a vítima para jogar na mesma lama violadores constitucionais e inocentes difamados, uma poderosa máquina de jornais e revistas paga com dinheiro público põe-se em ação para enxovalhar pessoas. Desavergonhados riem-se cinicamente do constrangimento de quem tem uma reputação a defender.
O país vive uma constante mudança: currículos escolares, cursos de patavina para valdevinos são prestigiados, concursos literários, poemas exaltando o grande chefe ou o sacrifício dos espoliados pelo antigo regime são consagrados como peças literárias imortais. Uma simbologia estabelece o novo status social para a oligarquia emergente: o regime começa a acumular vaidades.
Entretanto, as coisas começam a dar errado na ordem econômica. Por razões óbvias, o regime não foi capaz de se manter dentro dos limites da sanidade fiscal. E então o plano inclinado da ordem moral revela-se com o mesmo declive na ordem econômica. Os bodes expiatórios começam a dar explicação para o fracasso. Os delinquentes intelectuais voltam-se para o passado, com o pretexto de aliviar a crise com motivações remotas. A história é reescrita para glorificar os dirigentes, o presente e a verdade universal da linha do partido. Mobilizações de massa, comícios gigantescos colocam em ação o aparelho estatal e assumem o espetáculo expiatório da própria decadência do regime em um tom pomposo e solene.
Para salvar as aparências, delegações de economistas saem à cata de empréstimos externos. Uma engenharia financeira é colocada a serviço da empulhação dos déficits e da desconfiança na moeda. A inflação começa a devorar seus filhos mais fracos. Por algum tempo, o regime oscila entre a estabilidade da ordem e o terror patológico da insurreição. Em ritmo não de todo controlado, começam a aparecer os primeiros sinais de descontentamento.
A ordem balança, e a estabilidade fica condicionada à sua capacidade de dar resposta repressiva aos inimigos pontuais. Em todos os locais, a despersonalização aumenta e a expressão espontânea do povo some como por encanto. Todos fazem de conta que não se conhecem, que nunca se viram, que não são uma sociedade interativa, a menos do espírito conspiratório e da insurgência latente.
A sorte do regime está selada com as vagas incertas das circunstâncias internacionais. Ninguém sabe ao certo até quando o festival de arbitrariedades vai durar. Ninguém sabe ao certo se algum dia o país será capaz de se curar da insensatez. Mas a verdade é que, no fundo, no mais recôndito de todos os seres, a esperança não passa de uma vela acesa ao relento.
De repente, uma oposição fragilizada é cooptada na rede da oligarquia perene. O regime, sempre obsequioso em criar vínculos e benesses para arregimentar novos seguidores, sabe que precisa de ‘reformas’ para se revitalizar. E aquilo que era a oposição multifacetada passa a ser situação integrada, maldizendo o passado, cortando gastos, atingindo órgãos perdulários há muito tempo para serem extintos. Refaz-se a moeda, cortam-se os zeros inflacionários para se manter tudo como está em nome de uma constituição que, examinada a fundo, não passa de arranjos vexaminosos.
É o suborno intelectual obtido com recompensas políticas. A perenidade do regime está em sua capacidade de subornar. Subornam-se com viagens, com horas-extras, com cargos de comissão, com um segundo emprego, com vantagens, com retroações de benefícios no tempo, com toda uma maquinaria inexistente no capitalismo, e que faz do regime de iniquidades algo muito melhor do que qualquer coisa jamais descoberta na face da terra para os que participam do reservado círculo do poder.
Cria-se uma linguagem para lastimar a pobreza que o regime solenemente criou: nela, palavras-chave como elite, aristocracia, capitalismo, forças ocultas, exploradores, imperialismo ou qualquer outra, formam o glossário mais frequente no vocabulário político expiatório.
Na folha de pagamento dos governos estaduais, 30% do funcionalismo não trabalha, dedica-se ao absenteísmo alternado. Os demais, ao burocratismo feroz. O impedimento é sua marca mais nítida. Departamentos inteiros dedicados a aplicar regras de proibições, discriminações, exceções, de senões e mais senões com certidões, atestados e quetais.
Como casas da mãe-joana, as Assembleias Legislativas desfilam famílias inteiras na folha de pagamento de assessores. Nas prefeituras, em paralelo com os abnegados de sempre, o burocratismo e os maus tratos com o patrimônio público chegam às raias de sabotagem de guerra não declarada. Congresso e Senado são gerenciados por atos secretos. Nas prefeituras e universidades, são comuns salários duplos, triplos, quádruplos. Funcionários fantasmas se acumulam do Oiapoque ao Chuí.
A entropia produzida pela delinquência partidária chega a um ponto tal que as poucas vozes discordantes ficam reduzidas a uma minoria inexpressiva eleitoralmente — é a inteligência do país relegada a uns gatos pingados, o fascismo perene, a sociedade do vale-tudo, o regime que fornece recompensa àqueles a quem a astúcia está associada com as piores qualidade morais.
O dinheiro dos impostos de quase 130 milhões de brasileiros e de milhares de empresas é gasto com 5-10 milhões de funcionários públicos e dependentes, dos quais 1 milhão de privilegiados, e dentre esses, uns 100 mil formam uma oligarquia intocável, inamovível e inimputável. Assim é o regime fascista. Ele se baseia na lógica do consórcio: para se ter uma oligarquia, é fundamental que um não se imiscua no butim do outro, e que haja divisão entre todos. Assim, todos se absolvem e se protegem, igualando-se na mesma promiscuidade libertina.
Doenças intelectuais invadem a consciência da Nação com o empreguismo, o coitadismo, o concessionismo, o assistencialismo, o niilismo, e um sistema político que não se renova, que não se extirpa, sustentado por um judiciário que negocia sua tabela de preços aos cochichos, e que avacalha o bem pensar e a própria lógica com certas absolvições.
A contradição entre a lei e a moral provoca o espírito de depredação do patrimônio público. É o carimbo do brasileiro revoltado. A qualquer momento, e sob qualquer pretexto, aquilo que foi conseguido a duras penas para a população vem abaixo com o vandalismo explodindo pela prática corriqueira da exclusão social e dos privilégios legais. Comportamento anárquico forjado no dia-a-dia do ressentimento.
Estelionatários, fraudadores, peculatários, corruptos, todos se apresentam para o coquetel licitatório de onde sairão os contratos mercantis para a transferência de bens e serviços com descontos por fora, com dinheiro na cueca, com contas offshore, com maletas de mão em mão.
Parece que o princípio marxista de ‘a cada um segundo suas necessidades’ toma conta dos propinistas. Todos cobram uma parte, a corrupção se espalha como uma praga. As eleições são o sintoma evidente. Cabos eleitorais se licenciam dos empregos no magistério com remuneração garantida, migram para os gabinetes de assessorias e cargos comissionados, e se apresentam como organizadores de comícios, de panfletagens, de visitas de candidatos.
A máquina pública é posta em ação para a disputa. Vence o mais forte, o Partido que acumulou mais dinheiro do butim, e mais infraestrutura no aparelhamento estatal. O povo trabalhador contempla estupefato entre a sandice dos discursos e a cara-de-pau dos pretendentes. Às vezes, parece que certos candidatos não têm superego, pois, tomados pela pusilanimidade e desfaçatez do momento, lhes falta o recato inerente à vida social. Seus discursos são torpezas pronunciadas no maior descaramento.
Quando afinal os desmandos atingem o ápice, a Nação está empobrecida, décadas foram perdidas, a produtividade em baixa, os serviços públicos aviltados, e parte do povo moralmente depravada. Nova liderança assume o poder para acabar com os desmandos. E o que se consegue auditar do vendaval de destruição do patrimônio da Nação é muito pouco, tímidas reformas ficaram no meio do caminho.
Mesmo assim, uma nova época é celebrada, novas esperanças ressurgem, um novo otimismo toma conta do espírito da Nação, que já traz embutido o germe de sua destruição pela fraqueza intelectual de seus epígonos ou pela manutenção do ancien régime, sob as cinzas do novo tempo.
O espírito de conciliação faz o estrago previsto ao manter, sob o manto da legalidade, a proteção dos estelionatários. Em nome da paz social, estende-se uma anistia aos velhos prevaricadores, em geral, com aposentadorias integrais — forma de suborno preferida no século XX.
Sob as mudanças introduzidas, tudo melhora desde que se conservem as raízes do atraso, que brotam novamente com o mesmo romantismo da igualdade, da moralidade, da virtude, agora com novos protagonistas, com uma nova geração. Com a tomada do poder, termina o novo ciclo, tudo se dissolve, e se chega à infeliz contabilidade de que o engodo é o mesmo, só mudaram as moscas. Do ponto de vista moral, não cruzamos o século XVIII.
Lampedusamente, tudo muda, tudo se transforma, mas não a ponto de se derrubar a oligarquia perene e se descobrir o virtuoso caminho da grande Nação que nos foi reservada pela natureza.

FIM — 19/9/2010