Comentário do amigo Tomas Guggenheim, quem me enviou este artigo:
Cuba y un éxodo al que no se ve fin
Mauricio Vicent
El País, Madri, 14.11.2022
En un año se han marchado a Estados Unidos 224.000 cubanos, el 2% de los habitantes del país y más del 4% de su población activa. Los que se van son en su mayoría jóvenes.
La Habana - Casi a diario, una nueva cifra, o una nueva tragedia, o un nuevo testimonio tremebundo ponen en evidencia la magnitud de la crisis económica, social y política que se está viviendo en Cuba y que se refleja en un éxodo migratorio sin precedentes. En octubre, barcos del servicio guardacostas norteamericano interceptaron en altamar a 1.100 balseros, más que todos los capturados durante 2021. Y cada día de septiembre, según el Departamento de Aduanas de EEUU, entraron ilegalmente por su frontera sur un promedio de 891 cubanos. Fueron 26.742 sólo ese mes, el que cierra el año fiscal 2022 en EEUU (del 1ro de octubre de 2021 hasta el 30 de septiembre último), que ha batido todos los records: 224.607 cubanos llegaron a EEUU por sus fronteras terrestres en 12 meses, sin contar los más de 10.000 que lo intentaron cruzando el estrecho de la Florida (unos 3.000 lograron tocar tierra), además de los que han emigrado a través de otros países (no hay cifras). Se trata del 2% de los habitantes del país y más del 4% de su población activa, pues “los que se van en su mayoría son jóvenes, muchos de ellos personal cualificado o profesionales, que han perdido las esperanzas en que las cosas mejoren”, indica el economista Omar Everleny.
Everleny es uno de los muchos analistas cubanos que desde hace tiempo advierte de que estamos ante un escenario alarmante, un verdadero drama que compromete el futuro de un país con 11.113.000 habitantes que sufre un grave problema demográfico. En 2021, por quinto año consecutivo, la población decreció (en 68.000 personas), la tasa de nacimientos ha seguido cayendo y el proceso de envejecimiento es cada vez más acelerado (el 21% de los cubanos tiene hoy más de 60 años, proporción que será casi del 30% en 2030, según proyecciones oficiales). Eso sin contabilizar esta última ola migratoria.
“A Cuba se les escapan a raudales sus jóvenes, es decir, su futuro. El porvenir del país se ha hipotecado peligrosamente, y esto solo puede desembocar en más inestabilidad política y social”, asegura el también economista Ricardo Torres, que desde hace un año trabaja como investigador y académico en la American University de Washington y es uno de los talentos que ha buscado, temporalmente, nuevos horizontes fuera de su país. El problema de fondo, a su juicio, “radica en que la severa crisis actual tiene que ver con los problemas estructurales que aquejan a la isla por décadas”, y debido a ello la solución es muy compleja: “la corrección de estos desequilibrios requeriría audacia, capacidad en el sector público y muchos años de trabajo duro”.
Un profesor de una facultad tecnológica de La Habana retrata empíricamente la situación actual: “Cada vez que paso lista hay menos alumnos. Sus compañeros me dicen: ‘Profe, ese ya se fue, no diga más su nombre’. Según mi cálculo de bodeguero, en dos años se han marchado al menos el 30% del grupo”. Una camarera de una conocida paladar de La Habana, negocio que ha de renovar el personal cada pocos meses por el mismo éxodo, cuenta de forma muy gráfica su experiencia: “en mi WhatsApp ya no me quedan casi +53 [el código de Cuba], todos son +1 [el código de EEUU]. Y yo soy la próxima”.
La radiografía popular de lo que está sucediendo en la isla es tremebunda: colas inmisericordes, apagones (que afectan también al suministro de agua), desabastecimiento feroz, inflación asfixiante, basura sin recoger en las calles por la falta de combustible, horas de espera para desplazarse a cualquier lugar porque el transporte público no funciona por el mismo motivo, salarios que no alcanzan, escasez de medicamentos y deterioro de los servicios de salud, aumento de las protestas en las calles y gente que se va del país porque ya no aguanta más y vende la casa con todo dentro. Lo cuentan los cubanos en la calle sin que les preguntes, algo novedoso en un país donde hasta hace no mucho cada crítica pública era medida con pesa de joyero.
“El capital político acumulado se va agotando. La confianza en la capacidad del gobierno de enderezar la situación se ha desvanecido ya ante los reiterados titubeos e incoherencias. Es verdad que el margen de maniobra es reducido, pero la ineptitud demostrada con las medidas antiinflacionarias ha agotado las esperanzas”, afirma el reputado sociólogo Carlos García Pleyán, que destaca que “a diario crecen las diferencias económicas y sociales y con ellas la radicalización política. El dialogo es cada día más difícil y la angustia ante el futuro, creciente”.
Como economistas, Everleny y Torres evalúan variables macroeconómicas que inciden en esta crisis, la más profunda vivida en Cuba desde de la desaparición del campo socialista, en los años noventa. La mayoría de los indicadores productivos en la isla son negativos, pero quizás el ejemplo más elocuente del descalabro estatal es la zafra azucarera, que en los años ochenta llegó a ser de 8 millones de toneladas anuales. Entonces funcionaban en el país más de 150 centrales azucareros, la mitad de los cuales fueron desmantelados a principios de este siglo. La zafra pasada sólo molieron 36 centrales y la cosecha fue de 480.000 toneladas, la peor en un siglo. En esta campaña trabajarán 23 fábricas azucareras y la meta es producir 450.000 toneladas, pero será difícil lograrlo pues el plan de siembra en noviembre solo se había cumplido en un 41%, según datos oficiales.
Debido a la extrema falta de divisas y de liquidez, la capacidad del Estado de importar bienes y alimentos se ha reducido en más de un 50% en relación a hace 10 años, lo que ha provocado un desabastecimiento leonino, con su correspondiente traducción en colas desesperantes y un aumento de los precios del mercado negro, agravados por la llamada Tarea Ordenamiento -impulsada por el Gobierno con el objetivo de lograr la unidad monetaria- que ha disparado la inflación.
Factores externos como la crisis mundial actual, los efectos de la pandemia o el recrudecimiento del embargo norteamericano – que le ha costado al país más de 6.000 millones de dólares en pérdidas en los primeros 14 meses del gobierno de Biden, según las autoridades-, han contribuido a hacer más profundo el precipicio. Pero, considera Torres, “el principal problema que tiene Cuba es que su modelo económico no ha evolucionado, y eso le impide aprovechar sus recursos internos e insertarse viablemente en el mundo”. Lo ratifica Everleny, que señala que el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas privadas, aprobadas en enero de 2021 después de diez años de espera, todavía enfrenta numerosas trabas y obstáculos aunque ya hay 5.600 autorizadas. “El sector privado es la gran reserva con que se cuenta, pero los cambios han sido demasiado lentos, para reactivar la economía hacen falta transformaciones decididas y radicales”, indica.
A juicio de la historiadora Alina Bárbara López, a diferencia de otras crisis, lo que marca ésta precisamente es “que la población ha perdido totalmente la esperanza, ven que el Gobierno es incapaz de introducir los cambios que el país necesita para que las cosas mejoren, y no son solo cambios económicos, sino también políticos. La gente no aguanta más, no ve futuro, es una crisis humanitaria: se van familias enteras, y gran parte son los jóvenes que más valen, los más emprendedores”.
En la calle no se habla de macroeconomía sino de sobrevivencia cotidiana, algo que se ha convertido en una tragedia para la mayoría. Un cardiólogo gana en Cuba aproximadamente 6.000 pesos mensuales (el salario mínimo es de 2.100 y el medio de 3.800). En los agromercados, donde rige la ley de la oferta y la demanda, los precios son astronómicos, pero dada la improductividad de las granjas estatales en estos agros es donde único puede uno surtirse de vegetales y viandas. En el barrio habanero del Vedado funciona uno de ellos. Una libra (453 gramos) de tomate cuesta ya casi 300 pesos. Una de cebolla, 280. La de frijoles negros, 120, y la de limón 200. El kilo de puerco, lleno de gordos, pasa de 800 pesos, un aguacate te sale a 50 pesos (si no es muy grande). Los precios suben cada día, y a las puertas de este agro los revendedores ofrecen el cartón de huevos a 1.600 pesos, la bolsa de pollo (4,5kg) a 2.500 y el litro de aceite vegetal a 700.
El dólar, que al comienzo de la tarea Ordenamiento, en enero de 2021, se cambiaba en el mercado negro a 35 o 40 pesos –la tasa oficial era en ese momento de 24 por uno-, subió a 115 en agosto de este año, y ahora se cambia a 175, aunque ha llegado a estar a 200. “El que no tiene dólares, que es la mayoría, está muy jodido”, dice un cubano de a pié, que afirma que quizá el asunto más crítico en este momento es el de los apagones. Desde hace meses en muchas zonas del interior del país los cortes del suministro eléctrico son de 12 horas diarias, o incluso más, debido al pésimo estado de las termoeléctricas por la falta de inversiones y la dejadez.
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