Temas de relações internacionais, de política externa e de diplomacia brasileira, com ênfase em políticas econômicas, em viagens, livros e cultura em geral. Um quilombo de resistência intelectual em defesa da racionalidade, da inteligência e das liberdades democráticas.
O que é este blog?
Este blog trata basicamente de ideias, se possível inteligentes, para pessoas inteligentes. Ele também se ocupa de ideias aplicadas à política, em especial à política econômica. Ele constitui uma tentativa de manter um pensamento crítico e independente sobre livros, sobre questões culturais em geral, focando numa discussão bem informada sobre temas de relações internacionais e de política externa do Brasil. Para meus livros e ensaios ver o website: www.pralmeida.org. Para a maior parte de meus textos, ver minha página na plataforma Academia.edu, link: https://itamaraty.academia.edu/PauloRobertodeAlmeida.
domingo, 14 de julho de 2013
Conversa com os leitores, e comigo mesmo - Paulo Roberto de Almeida
Ascensao e queda do Mercosul? - Carlos Malamud (InfoLatam)
Carlos Malamud: Cumbre Mercosur
Mercosur: entre la bronca del discurso antiimperialista y el proteccionismo nacional-bolivariano
Madrid, 14 julio 2013
Por CARLOS MALAMUD
Hoy hay en juego temas mucho serios, como el proteccionismo a ultranza de Argentina, considerablemente reforzado tras el ingreso de Venezuela, que amenaza la inserción internacional de Mercosur. Y no es que Brasil o Uruguay no sean proteccionistas, pero las diferencias con los otros son abismales. Estas pulsiones contrarias a la libertad de los intercambios comerciales se reflejan en el breve listado de tratados de libre comercio (TLC) firmados por Mercosur: Israel, Palestina y Egipto. Con la UE la negociación está en un limbo de muy difícil retorno y con EEUU no hay noticias de preconversaciones de ningún tipo.
Para hacer más difíciles las cosas los países del Mercosur no pueden negociar tratados de forma individual sino colectivamente. Uruguay quiso abrirse camino con un acuerdo de inversiones con EEUU y fue severamente reprimido y reconducido disciplinadamente al redil. Ahora le ha llegado el turno a Brasil, que ve con una preocupación en aumento como el crecimiento económico basado en el desarrollo del mercado interior ha tocado techo y es necesaria una nueva oleada aperturista.Pese al coqueteo europeo, o proveniente de otras latitudes, Brasil no puede dar pasos en solitario salvo que esté dispuesto a acabar con Mercosur.
Hasta ahora, los gobiernos de Brasilia han apostado por la “paciencia estratégica” con Argentina, aguantando todo, y más, en aras de la supervivencia del bloque, considerado un proyecto estratégico. Sin embargo, ante los nuevos aires que invaden la economía global, con macro TLC en discusión, como el TPP (Trans Pascific Partnership) o el TAFTA (Trans Atlantic Free Trade Agreement), son cada vez más las voces brasileñas que claman por que Brasilia negocie por su cuenta y luego que se sume el que quiera, o por enterrar a Mercosur y dejar librada a Argentina (y al kirchnerismo) a su suerte. Entre las voces más poderosas destacan la de los industriales paulistas de la FIESP (Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo) o los grandes agricultores, que ven que de mantenerse el actual rumbo comercial y el aislamiento global el futuro del país estaría condenado.
En la Cumbre de Montevideo se prestó más atención al azaroso vuelo de Evo Morales , a las desventuras de Edward Snowden o al espionaje masivo de EEUU en América Latina que a los problemas reales del bloque. Es más, estaba prevista una reunión bilateral a “agenda abierta” entreDilma Rousseff y Cristina Fernández, al margen del programa oficial, pero por determinados problemas no suficientemente aclarados debió cancelarse. Después del último encuentro de ambas presidentes, que según fuentes brasileñas terminó fatal, era necesario aquietar las desavenencias mutuas, pero mal debían estar las cosas para que ni siquiera pudieran reunirse y conversar amigablemente.
Tampoco hubo una discusión profunda y al más alto nivel sobre los impactos económicos que para la región supondrían el TPP y el TAFTA. Para algunos gobiernos del Mercosur el libre comercio sigue siendo un tabú. En su momento Venezuela impulsó el ALBA (inicialmente Alternativa Bolivariana de las Américas) frente al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), el proyecto estadounidense de crear un gran mercado desde Alaska a Tierra del Fuego. La Venezuela de Hugo Chávez impulsó en su momento, junto a Cuba y Bolivia, el TCP (Tratado de Comercio de los Pueblos), en un documento que literalmente satanizaba al libre comercio como herramienta imperialista de dominación y explotación de los pueblos latinoamericanos.
Es verdad que Rousseff señaló en la Cumbre que: “Mercosur debe tener una política externa que refleje todas nuestras potencialidades. En este espíritu creo que una nueva agenda de inserción externa para el Mercosur podría contemplar cronogramas más acelerados para la negociación comercial entre el Mercosur y otros países de América del Sur y también con la Unión Europea”. Pese a ello, las respuestas no fueron demasiado ilusionantes y no permiten pensar, a corto plazo, en un cambio de tendencia.
El otro problema al que no se dio solución ninguna, ni se profundizó en la discusión de cómo debían hacerse las cosas para hacerlas bien, fue el retorno de Paraguay. Tanto el presidente saliente como el entrante han coincidido en que para facilitar el regreso de su país a Mercosur el gobierno de Asunción debería ostentar la presidencia pro témpore rotatoria en lugar de Venezuela. En lugar de dar una respuesta adecuada, todos los presidentes presentes en Montevideo invocaron nuevamente su profundo amor por Paraguay pero ninguno quiso reconocer el error cometido al apartarlo de la disciplina del Mercosur. Es más, dando una clara idea de por dónde iban a ir las cosas en un contexto de creciente autoritarismo, el ministro argentino de Exteriores, Héctor Timerman dijo: “Paraguay va a volver al Mercosur… [pero] la vuelta implica la aceptación de todo lo que hemos hecho hasta ahora”, comenzando por la incorporación de Venezuela.
El ingreso de Venezuela en Mercosur ha tornado en inevitable lo que era previsible, el predominio de la política sobre la economía y el comercio. Si bien sin política no se puede avanzar en la integración regional, tampoco se irá muy lejos sólo con declaraciones altisonantes de corte imperialista. La presencia de Evo Morales en la cita de Montevideo dotó al encuentro de una gran carga emotiva y sirvió de cauce a los retóricos discursos presidenciales. A su vez, y esto es lo grave, fue la gran excusa para no hablar de los graves problemas, como el proteccionismo nacional-bolivariano, que están hipotecando gravemente el futuro del bloque.
CARLOS MALAMUD. Catedrático de Historia de América de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), de España e Investigador Principal para América Latina y la Comunidad Iberoamericana del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Antony´s College de la Universidad de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires y ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 ha dirigido el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset, del que ha sido su subdirector. Actualmente compatibiliza su trabajo de historiador con el de analista político y de relaciones internacionales de América Latina. Ha escrito numerosos libros y artículos de historia latinoamericana. Colabora frecuentemente en prensa escrita, radio y TV y es responsable de la sección de América Latina de la Revista de Libros.
Pausa para... detente em familia, com o neto...
O modelo falido dos companheiros: Reinaldo Goncalves (Merval Pereira)
Democracy and Growth in Brazil - Marcos Lisboa, Zeina Latif (discussion paper)
Democracy and Growth in Brazil
Marcos Lisboa, Zeina Latif
2013, 58 p.
Brasil, o pais da meia-entrada, ou da boquinha - Celso Ming
Os centauros da medicina companheira: meio medico, meio escravo - Fernando Reinach
A opinião do cientista Fernando Reinach é bem mais severa.
Ao final, a carta de um médico à PR, de Porto Alegre, terra governada pelos companheiros.
Paulo Roberto de Almeida
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Brasil, ainda o pais da meia-entrada - Marcos Lisboa, Zeina Latif (Fernando Dantas)
Tempo de Anomia + A greve dos pelegos - Percival Puggina
Saving Italian art, from Nazis and from Allied bombs - book review
‘Saving Italy: The Race to Rescue a Nation’s Treasures from the Nazis’ by Robert M. Edsel
By Andrew Nagorski
The Washington Post: July 12, 2013
By Robert M. Edsel
Norton. 454 pp. $28.95
Wars routinely destroy not just lives but cultural treasures. Yet Robert M. Edsel keeps demonstrating that, for all its horrors and destruction, World War II included unprecedented efforts to preserve Europe’s artistic masterpieces as the Allies retook the continent.
In his earlier book “The Monuments Men,” Edsel focused on the American and British museum directors and art historians who were assigned that task in northwest Europe. (George Clooney is now directing and starring in a film based on that volume.) In “Saving Italy,” he zeroes in on members of the same unit sent into the field during the Italian campaign that started in 1943, when the Allies mounted their drive to topple Benito Mussolini’s fascist regime and expel the country’s German partners-turned-occupiers.
And what a dramatic story it is, given the extent of Italy’s artistic heritage, the looting of the retreating German forces and the intrigues within the German high command as they recognized they were fighting a losing battle. At the heart of Edsel’s lively narrative are the two most important art specialists dispatched to Italy in 1943: Deane Keller, 42 that year, a Yale art professor with an in-depth knowledge of Italy, and Fred Hartt, 29, a rising star of the Yale University Art Gallery. Because Keller was self-effacing while Hartt was expansive and attracted publicity, the two were occasionally at odds. But they shared the same passionate commitment to their mission.
During a nighttime raid on Milan in August 1943, the Royal Air Force offered an object lesson about how much was in jeopardy. A bomb landed 80 feet from Leonardo da Vinci’s “The Last Supper,” destroying the wall of the refectory of a Dominican monastery. Thanks to strategically placed sandbags and scaffolding, the painting survived, but initially no one dared risk digging through the debris to see whether it really had.
Such episodes compelled Allied commanders, from Gen. Dwight D. Eisenhower on down, to pay more than lip service to the notion that their offensives should seek to minimize the destruction of cultural treasures. While the safety of their troops always came first, much could be done to that end, whether it was a matter of keeping troops from billeting in architectural jewels or of more selective targeting.
Most of the art specialists, as Keller put it, saw themselves as engaged in “a personal crusade” to save whatever they could. Their biggest frustration was that they often felt like bystanders, able to move in only after the destruction had taken place. After assessing the American bombing of Padua, which included a direct hit on the Chapel of Mantegna with its famed frescoes, Hartt despaired, “I should characterize the situation as desperate.”
The other source inducing high anxiety: the looting of the art treasures by retreating German forces. Ironically, the Germans had learned some lessons from World War I and enlisted their own art specialists to avoid the kind of wholesale destruction that had been evident at Louvain. But they wanted both to claim credit for preserving the treasures and to send them home.
Most infamously, Hermann Goering demanded a steady flow of priceless objects from Monte Cassino, Florence and elsewhere. Keller, Hartt and their Italian counterparts were continually trying to trace the Germans’ stunning hauls, and how they largely succeeded makes for a riveting read. So do some of the other spectacular successes in undoing the damage of warfare. In Pisa, a city hit hard by American bombers and German artillery, Keller orchestrated a massive effort to save the gorgeous frescoes of the Camposanto, with a team of engineers and workers erecting protective covering while they also gathered up countless specks of painted plaster for reassembling later. For his role in returning a vast trove of art to Florence, Hartt was named an honorary citizen of that city after the fighting ended.
Edsel’s larger point in this and his previous book — and through the work of his Monuments Men Foundation — is that the achievements of both men and their colleagues should be “a source of pride for all Americans.” While he was deployed, Keller did not think that such a moment of recognition would ever come. He suspected that the larger narrative of the global conflagration would overshadow everything else. At a time when millions were dying, the fate of Italy’s masterpieces could easily be seen as a mere footnote. “I wonder if this whole story will ever come out for people to know about and to realize — I doubt it,” Keller wrote in a letter to his wife.
On that particular point, Edsel’s book proves him dead wrong.
Andrew Nagorski is vice president of the EastWest Institute and the author of “Hitlerland: American Eyewitnesses to the Nazi Rise to Power.”