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quinta-feira, 2 de dezembro de 2021

América Latina: política e economia contraditórias - Domingo Cavallo e Andrés Malamud

 Grato a meu amigo e colega Pedro Luiz Rodrigues, pela compilação diária das melhores notícias da imprensa internacional

Clarín, Buenos Aires – 2.12.2021

La asombrosa resiliencia argentina

En el caso de la Argentina, su política es sorprendentemente estable pese a que su economía es una desgracia.

Andrés Malamud

 

En América Latina hay cuatro tipos de países. Los clasificamos según cómo les va en política y en economía. Un pequeño grupo tiene la macroeconomía estable y la política sana. Uruguay y Costa Rica son los mejores ejemplos.

Un segundo grupo tiene la macroeconomía en ruinas y la democracia rota. Aquí sobresalen Venezuela y Haití.

En el medio de estos dos grupos se sitúan los otros dos. El más numeroso disfruta de una macroeconomía estable pero tiene la política descompuesta. Lo encabezan Chile y Perú.

El cuarto grupo es la Argentina. Su política es sorprendentemente estable pese a que su economía es una desgracia.

La comparación ayuda a entender. Perú tiene el mismo presidente del Banco Central desde hace 15 años: lo nombró Alan García en 2006. Su inflación ronda el 2% anual, y se financia en los mercados internacionales también al 2%. En el mismo periodo, la Argentina tuvo ocho presidentes del Banco Central. Su inflación supera el 50% y nadie le presta un dólar.

En contraste, todos los expresidentes peruanos están prófugos o presos o se suicidaron para no ir presos. Los más recientes ni siquiera terminaron su mandato. Los partidos políticos tradicionales se disolvieron: en la última elección, los dos candidatos presidenciales más votados sumaron el 32% de los votos. Mientras tanto, todos los presidentes argentinos desde 2003 terminaron su mandato y ninguno está preso, aunque muchos consideren esto inapropiado.

Los partidos tradicionales gobiernan la enorme mayoría de municipios y provincias del país. En la última elección, los dos candidatos presidenciales más votados sumaron el 88% de los votos.

Perú tiene la macroeconomía sana y la política rota; Argentina, al revés.

¿Cuánto tiempo más puede aguantar la democracia argentina sin romperse? A la vista de los resultados electorales, bastante. Las dos fuerzas principales concentraron el 75% de los votos en las recientes elecciones legislativas, que tienden a fragmentar el voto en vez de concentrarlo. Las terceras fuerzas, sean libertarias o trotskistas, sumaron solo cuatro diputados cada una. Estas fuerzas tienen cero senadores, cero gobernadores y cero intendentes.

Hagamos un ejercicio de imaginación. Si en 2023 la fórmula presidencial Milei-Espert sacara el 50% de los votos en todas las provincias, los libertarios ganarían la presidencia y vicepresidencia de la república. Pero, aun con semejante votación, solo obtendrían 16 senadores sobre 72 (dos por cada una de las ocho provincias donde se vota para la cámara alta) y 69 diputados sobre 257 (la mitad de los que estarán en disputa más los cuatro actuales).

Para gobernar, o incluso para no ser destituidos, tendrían que tejer acuerdos con los partidos tradicionales. Las instituciones políticas argentinas están diseñadas para filtrar o deglutir terceras fuerzas, no para facilitarles la vida.

Y las instituciones no están solas: la sociedad argentina también es reacia a las disrupciones, aunque de vez en cuando parezca que quiere romper todo. El ejemplo más claro viene de las provincias.

Desde 1983 hasta hoy hubo diez elecciones para gobernador, y el promedio es de veinte victorias oficialistas cada veinticuatro votaciones: alrededor del 85%. La política nacional parece turbulenta cuando se mira las olas desde la superficie porteña, pero el agua profunda es muy estable.

Las anteojeras porteñas no son pasajeras. Desde la reforma constitucional de 1994, el jefe de gobierno de la Capital Federal es electo por el pueblo y proyecta su figura y su gestión a todo el país. La razón es que los medios de comunicación llamados “nacionales” son porteños, y un piquete en la 9 de Julio se transforma inmediatamente en un corte nacional.

El conurbano actúa como un amplificador subordinado de la CABA: encandilados por el Metrobús y los helechos repletos de luz y agua, los habitantes del Gran Buenos Aires son porteños aspiracionales y no se cansan de elegir dirigentes metropolitanos para mandar a La Plata: los últimos cinco gobernadores (Carlos Ruckauf, Daniel Scioli, Felipe Solá, María Eugenia Vidal y Axel Kicillof) tuvieron que cruzar la General Paz para gobernar la Provincia.

El porteñocentrismo, cuya versión magnificada es el AMBAcentrismo, se encarna en el deforme gabinete nacional. De veintiún ministros, diecinueve provienen de las dos Buenos Aires.

Las otras veintidós provincias reúnen dos ministros entre todas: Juan Manzur y Martín Soria. Esto significa que, con el 45% de la población, las Buenos Aires ocupan más del 90% del poder ejecutivo. Solo la mansedumbre bovina de la dirigencia del interior explica que no se levante en el horizonte otro Grito de Alcorta, aquella rebelión agraria de pequeños y medianos arrendatarios rurales que se inició en 1912 en Santa Fe y se extendió por toda la región pampeana.

La razón es, probablemente, que los dirigentes del interior pertenecen a los mismos partidos AMBAcéntricos que se turnan en el gobierno nacional. Paradójicamente las alternativas a estos partidos, vengan por derecha o por izquierda, son todavía más AMBAcéntricas – y mucho menos populares.

A diferencia de Brasil, Chile o Perú, Argentina parece condenada a gobernarse con los partidos que tiene. Los nuevos prometen pero no tienen condiciones para cumplir. Si esto es así, conviene reconciliarse con lo que hay y participar para mejorarlo. La alternativa, romper todo, no estaría funcionando en América Latina.

 

Andrés Malamud es politólogo. Profesor e investigador de la Universidad de Lisboa.

 

*

 

La Nación, Buenos Aires – 1.12.2021

Domingo Cavallo 

“Permitir que el dólar funcione como moneda” puede ayudar a la economía del país

El exministro rescató su experiencia en los años 90, cuando propuso la convertibilidad; pidió analizar el caso de Perú

 

El exministro de Economía Domingo Cavallo consideró necesario “permitir que el dólar funcione como moneda” para “ayudar a la economía”, a través de un mecanismo de “intermediación financiera”, de forma tal de hacer frente a la falta de confianza actual en el peso.

El promotor de la convertibilidad en los años ‘90 se refirió de este modo durante un encuentro virtual organizado por el instituto universitario Eseade, en el que expuso su análisis de la situación cambiaria y las conversaciones que mantiene el país en relación a la deuda externa. En esa oportunidad dialogó con el especialista Alberto Benegas Lynch.

“Permitir que funcione el dólar como moneda es algo que tiene una aplicación práctica hoy en la Argentina y que puede ayudar a que la economía funcione mejor”, afirmó en la conferencia, en la que lanzó duras críticas a la emisión monetaria del Gobierno.

Cavallo amplió: “Tendrían que dejar que funcione un mercado libre y que sirva el dólar para la intermediación financiera como sucede en Perú y en economías bimonetarias”.

El exministro señaló que “un Banco Central no puede crear crédito” y consideró que el crédito es el resultado del “fruto del ahorro y la confianza”. Y cargó contra la emisión monetaria. “Un Banco Central emitiendo dinero lo único que hace es recolectar un impuesto subrepticio que es el impuesto inflacionario”, agregó.

En su razonamiento, el dinero debe facilitar “los intercambios” y permitir “que la gente pueda mantener sus ahorros en forma líquida” y que, además, “sirvan para financiar inversiones”. “No podemos imaginar una economía que no tenga al menos un dinero, que pueda cumplir estos roles”, agregó.

Cavallo rescató su experiencia en los ´90 cuando decidió promover la paridad entre la divisa estadounidense y la moneda nacional. “La gente ahorraba en dólares porque sentía que se protegía el ahorro. Mientras que el austral era una moneda que la gente no demandaba. Apenas la recibía se la trataba de sacar comprando dólares o pagando por bienes y servicios”, analizó.

De este modo, consignó que la legalización del dólar como moneda en el país y la autorización para que haya intermediación financiera en el país con dólares “logró estabilizar la economía argentina”.

“El dólar permitió que la economía se estabilizara y funcionara como otras economías estables del mundo”, señaló, aunque aclaró: “Tener una moneda que tenga estabilidad no significa que no va a haber crisis”.

Deuda

Cavallo también se refirió a la situación de la deuda externa y recordó la experiencia del país en la crisis de 2001, que coincidió con su último mandato como ministro de Economía en el país.

“La crisis de 2001 fue la típica crisis financiera. Los bancos habían prestado, sobre todo a las provincias, plata que no iban a poder devolver”, explicó y añadió: “Cuando los grandes depositantes en los bancos comenzaron a sospechar de la solvencia de algunos iniciaron el retiro de sus depósitos”.

En ese sentido, criticó la decisión de Adolfo Rodríguez Saá de declarar el default. “Desdolarizaron la economía de forma forzosa y aplicaron la solución tradicional de pagadiós”.

En ese sentido, remató: “No hay forma sencilla de restructurar pasivos, pero se pueden encontrar formas de restructuración ordenada como lo han encontrado en la crisis de subprime en Estados Unidos”.

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