Será que os argentinos já se conformaram com a sua decadência? Eles têm muito a nos ensinar...
Entre el abismo y la esperanza
En los primeros doce años de kirchnerismo no solo se “fumaron” toda la bonanza que prodigó la década de oro de los precios de las materias primas, sino que le dejaron al país una pesadísima y nefasta herencia difícil de revertir.
Ricardo Esteves
Clarín, Buenos Aires – 16/02/2022
El indicador más relevante para medir el desempeño de un país en vías de desarrollo como es el caso de la República Argentina es el índice de pobreza. Bien se puede decir que el país viene arrastrando desde hace varias décadas un nivel de pobreza estructural levemente superior al 30% (aunque en el presente ha superado el 40%).¿Cómo se logran revertir estos funestos índices? La única forma es a través de la inversión y el empleo. Sin inversión y sin empleo será imposible reducir la pobreza.
Si bien inversión hay hasta en las circunstancias más adversas, se requieren tasas más elevadas para modificar el actual cuadro social. ¿Qué necesita la inversión para ser estimulada? Muchos factores coadyuvan, sin embargo hay dos dimensiones que son fundamentales: condiciones de rentabilidad (presión impositiva, estabilidad monetaria y libertad cambiaria son requisitos imprescindibles, aunque no los únicos) y clima favorable, donde la seguridad jurídica y el mantenimiento de las reglas de juego desempeñan un rol central.
Visto desde esta perspectiva, es un largo y arduo camino que le resta a la Argentina por andar. Sin mejoras sustanciales en estos dos planos el país no podrá reducir su pobreza estructural.
Se trata de objetivos que se alcanzan luego de disciplinados procesos. Para colmo, el sistema político y el cronograma electoral no ayudan. El clima favorable a la inversión requiere de la continuidad de las políticas más allá de un mandato gubernamental. Y mucho mejor aun si la continuidad se da entre partidos de distinto signo político, como sucedió en Brasil, Chile o Uruguay, países que a diferencia de Argentina lograron mejoras contundentes en el campo social.
La estabilidad monetaria -desterrar la inflación- y un nivel impositivo adecuado no se logran de un día para el otro, sino que son el fruto de una senda de sacrificios y autocontrol. Por tanto, no se percibirá una reacción contundente de la inversión hasta que esos objetivos se encuentren plenamente afianzados.
La reacción de los inversores será paulatina, y no por el solo hecho de que se opte por el camino apropiado. Quien volcará su dinero en un proyecto de inversión debe saber que al final del proceso habrá un beneficio, y no que su capital va a parar al fisco vía impuestos o se licuará en la volatilidad de la inflación o el tipo de cambio.
El gran problema de asumir esta ruta, la genuina ruta de la reducción de la pobreza y el desarrollo, es que quien la tome corre el riesgo de trabajar para perder las siguientes elecciones, ya que será un trayecto de austeridad y privaciones sin percibir los beneficios que conlleva alcanzar las metas.
Tendrá que ir convenciendo a la sociedad en base a su palabra y contra la constante cantinela irresponsable del populismo y la acción desestabilizadora de su aguerrida militancia. En ese trance, será muy importante la concepción que tenga la sociedad de nuestra historia reciente.
Por de pronto, que entienda que los primeros doce años de kirchnerismo no solo se “fumaron” toda la bonanza que prodigó la década de oro de los precios de las materias primas, sino que le dejaron al país una pesadísima y nefasta herencia difícil de revertir.
Por muy poco o muy malo que pueda haber hecho la gestión de Macri, es poco relevante en relación a la bomba que recibió. Si bien posiblemente los medios académicos y profesionales independientes sean conscientes de estas realidades y de los mecanismos que conducen al desarrollo, la pasividad de la oposición en esta materia, y sobre todo la propaganda masiva que ha implementado esta nueva versión de kirchnerismo para adosarle el rotundo fracaso de sus doce iniciales años de gobierno a la transitoria administración de Macri impregnen a la sociedad de esa gran falacia.
Ese falso relato puede calar en la gran masa de votantes -y no solo en la clientela natural del kirchnerismo- y condicionar el destino del país. Por otro lado, ¿quién le explica a la sociedad como es el proceso de inversión y como impacta en su bienestar? Y que fomentarla no consiste en “regalarle plata a los ricos” con medidas que la tornen atractiva, sino que implica incentivar a quien tiene capital a que lo convierta en un emprendimiento con empleos genuinos.
Se habla, sí, de la inversión, pero para el hombre común no deja de ser un término abstracto. Hecha esta reseña, no habría mucho margen para el optimismo. Sin embargo, es altamente probable que la Argentina sea nuevamente bendecida, aunque no con la intensidad del ciclo anterior, con otro período de precios favorables en los productos de exportación -y no solo de las materias primas-.
Por lo tanto, sería muy importante que esas condiciones si se concretaran, se aprovechen para sentar las bases para un crecimiento basado en la inversión y el empleo, y no sean dilapidadas solo en consumo como tristemente sucedió con el ciclo anterior.
¿Cuáles son las opciones hoy de la Argentina? ¿Seguir arrastrándonos con el actual modelo tratando que la pobreza no supere el 50%? ¿Encarar el camino de la estabilidad la inversión y el empleo? ¿O promover el caos y la descomposición social en todos los órdenes para concretar ese proyecto hegemónico que anhela un sector minoritario del país?
Ricardo Esteves es empresario y Licenciado en Ciencia Política.
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