segunda-feira, 2 de abril de 2012

As FARC: amigos dos companheiros (e como...)


Liberación de secuestrados por las FARC

Colombia: la muerte llegó antes que la libertad para 27 rehenes de las FARC desde 2003

Infolatam/Efe
Un gobernador, un exministro de Defensa, once diputados y catorce militares y policías han muerto desde 2003 hasta la fecha siendo rehenes de las FARC, que hoy pusieron en libertad a los últimos diez policías y militares en su poder, pero se cree que pueden tener cautivos todavía a más de 400 civiles.
Con la liberación de los militares Luis Alfonso Beltrán Franco, Luis Arturo Arcia, Robinson Salcedo Guarín y Luis Alfredo Moreno Chagüeza, y los policías Carlos José Duarte, César Augusto Lasso Monsalve, Jorge Trujillo Solarte, Jorge Humberto Romero, José Libardo Forero y Wilson Rojas Medina se cierra un largo capítulo del conflicto armado colombian
Otros 27 rehenes no tuvieron la suerte de regresar a la libertad como estos diez, pues perdieron la vida, en la mayoría de los casos ejecutados y de éstos casi todos en represalia por reales o supuestas operaciones de rescate de las fuerzas de seguridad.
“Si los señores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hubieran asumido posturas más humanas y consideradas habrían podido evitar la muerte de esos secuestrados”, dijo en unas declaraciones a Efe la congresista Consuelo González, antigua rehén del grupo guerrillero.
La legisladora tuvo la suerte de ser liberada por decisión unilateral de la guerrilla en 2008, tras seis años de secuestro.
González formó parte de los llamados “canjeables”, un grupo de alrededor de un centenar de políticos, policías y militares, así como tres estadounidenses que trabajaban para empresas contratadas por el Pentágono, que las FARC tomaron como rehenes desde 1997 y pretendieron canjear por medio centenar de guerrilleros presos.
Como Consuelo González, otros catorce pudieron salir de las selvas por gestiones de la exsenadora Piedad Córdoba, líder de Colombianas y Colombianos por la Paz (CCP) y mediadora en las liberaciones de hoy.
CCP convenció a las FARC de que terminaran con la crisis de rehenes y también que renunciaran al secuestro, decisiones que la guerrilla anunció el pasado 26 de febrero, trece meses después de que ejecutaran a cuatro uniformados que retenían en el departamento del Caquetá.
“Los que han muerto son ángeles que cuidan de los otros secuestrados y los desaparecidos”, dijo a Efe la adolescente Natalia Duarte, hija de Carlos José Duarte, intendente jefe de la Policía, que fue liberado hoy.
Duarte cayó en manos de los rebeldes en un asalto a la población de Puerto Rico (sur), en julio de 1999, cuando Natalia, que ahora quiere ser policía, tenía cuatro años.
El de Natalia es el caso contrario al de Vladimiro Bayona, de 67 años y padre de Alexander Vladimir Bayona, universitario al que las FARC secuestraron en 2000 en el departamento del Cauca junto a su compañero de estudios Alberto González.
“Espero que mi hijo venga a sepultarme y que no sea yo quien lo entierre en vida”, dijo Bayona, quien no acepta que el caso de Vladimir y Alberto, cuya suerte es un enigma, haya caído hasta en el olvido judicial.
Y es que estos universitarios están en el grupo de 405 personas secuestradas desde 2002 hasta 2011 de las que nada se sabe, según la Fundación País Libre, dedicada a registrar el drama del secuestro en Colombia.
Pero la Fundación Nueva Esperanza de Secuestrados, creada con los mismos fines, sostiene que son muchos más y eleva la cifra a 725 desde 1995.
“Creo que no pasan de cien las personas que continúan con vida”, indicó a Efe el director de esta fundación, Gustavo Adolfo Muñoz, un abogado que vivió en 2001 la experiencia del secuestro, a manos de las FARC, en el Valle del Cauca.
Son secuestrados en el olvido por tratarse de “hijos del pueblo, hijos de nadie, que no tienen ningún precio político, ninguna validez histórico política para las partes”, criticó este jurista.
Muñoz, que asegura tener documentado en detalle cada caso, reclamó al Gobierno y a las FARC por la suerte de estos centenares de cautivos.
El secuestro, dijo, es una experiencia amarga y tortuosa en la que están en juego la integridad física y, aun, la vida misma, y, por ese mismo hecho pasa a ser un evento postraumático cuya marca se llevará por siempre.

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