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segunda-feira, 25 de novembro de 2013

Argentina: a carne como sintoma e simbolo da decadencia - Carlos Malamud

Não só por isso, mas o declínio argentino de fato coincide com o desprezo exibido contra o setor primário e uma promoção irracional de uma indústria super protegida.
Paulo Roberto de Almeida

Carlos Malamud: Argentina y la ganadería

La carne como síntoma de la decadencia argentina

Infolatam
Madrid, 24 noviembre 2013
Por CARLOS MALAMUD
Cuentan las leyendas de la época dorada de Argentina que la explotación y exportación de carne vacuna era una de sus principales actividades económicas. La historia del terrateniente viajando en barco a París acompañado de una de sus mejores vacas es uno de los tópicos más recurrentes y coloridos de un pasado más esplendoroso que el actual.
Hoy la decadencia golpea de forma inmisericorde a un país que ha vuelto a perder una nueva oportunidad de colocarse entre los grandes del mundo, si bien el “relato” oficial del kirchnerismo quiere presentar una realidad totalmente diferente, insistiendo en la idea de la “década ganada”.
Pese a todo, la imagen internacional de Argentina sigue indisolublemente asociada entre otros factores a la calidad de su carne, reputada entre las mejores del planeta. Es obvio que en cuestiones de imagen los estereotipos cuentan demasiado, a tal punto que es desaconsejable luchar contra ellos.
Tal es el peso de la asociación entre Argentina y la carne que su historia nacional de los siglos XIX y XX sigue rescatando la actividad de los frigoríficos, destinados a producir y elaborar carne para el consumo interno y la exportación, uno de los ejes de la economía argentina. Las luchas de los sindicatos del sector fueron una pieza clave en el desarrollo de la clase obrera argentina y están, incluso, vinculadas indisolublemente a los orígenes del peronismo.
En los últimos años la situación ha cambiado dramáticamente. Y si bien los argentinos todavía mantienen un elevado consumo de carne vacuna como parte de su dieta alimenticia, su peso relativo ha bajado considerablemente respecto a épocas pasadas. Sin embargo, más impactante que analizar la evolución de dicha variable es saber que el país ya no figura entre los diez mayores exportadores mundiales de carne y que cuatro países latinoamericanos, tres del Mercosur (Brasil, Uruguay y Paraguay) y México venden más en los mercados internacionales que Argentina.
Según datos del departamento de Agricultura de EEUU (USDA), los diez primeros exportadores mundiales de carne son: 1º) Brasil, 1,8 millones de toneladas; 2º) India, 1,6 millones; 3º) Australia, 1,5 millones; 4º) EEUU, 1,1millones; 5º) Nueva Zelanda, 547.000; 6º) Uruguay, 380.000; 7º) Canadá, 320.000; 8º) Paraguay, 318.000; 9º) UE, 260.000 y 10º) México, 205.000 toneladas.
Se da la circunstancia de que en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX Argentina competía como productor de bienes agropecuarios con EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, países todos de clima templado y con los cuales compartía un modelo de desarrollo basado en la expansión de la frontera agrícola, en la ganadería y en el cultivo de cereales.
En la Argentina de hoy la soja se ha convertido en un producto estrella y el notable incremento del área destinada a este cultivo explica, aunque sólo en parte, el retroceso de la cabaña ganadera. Brasil, Paraguay y Uruguay son también grandes exportadores de soja, pero siguen produciendo y exportando carne en cantidades apreciables.
En realidad, el intenso declive de la última década se debe básicamente a la política de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que contaron con el recién dimitido secretario de estado de Comercio InteriorGuillermo Moreno como brazo ejecutor. Desde que Kirchner lo incorporó al gobierno, una de sus principales obsesiones fue mantener la inflación por debajo de la mítica cifra del 10% anual. Sea como fuese había que conseguir que el IPC (Índice de Precios al Consumo) fuera de un dígito, la mejor garantía del éxito del modelo, dado el pasado reciente de los argentinos y su turbulenta relación con la hiperinflación en los tramos finales del gobierno de Raúl Alfonsín y comienzos del de Carlos Menem.
Como la carne es uno de los elementos tradicionales de la dieta de los argentinos su precio ocupa un lugar destacado en la preocupación de los ciudadanos y hay que mantenerlo a raya. Por eso Moreno, que controló hasta el precio de la lechuga, decidió intervenir en el mercado de la carne hasta desquiciarlo del todo.
Poco tiempo después de entrar en funciones, Moreno prohibió temporalmente exportar carne vacuna e implementó un sistema de cupos y permisos para acceder al mercado internacional. El rubro más afectado fue el de los cortes utilizados para milanesas, uno de los favoritos del consumo popular. El balance de esta medida fue que entre 2007 y 2011 el precio promedio del kilo de carne se disparó de $9,96 a $32,12, cayó el consumo local y la cabaña nacional se redujo en 10 millones de cabezas.
Argentina ya no es una potencia ganadera mundial como lo fue en el pasado. En sí mismo esto no es ni bueno ni malo dados los cambios que acompañan el crecimiento económico de los países. Pero desmantelar un sector como el ganadero sin reemplazarlo por otro de mayor potencial es una desgracia. La ganadería está asociada a la cultura argentina, a tal punto que el Martín Fierro es una de sus obras esenciales.
Hoy el declive ganadero se puede asociar con la decadencia de un país que es incapaz de encontrar el rumbo de su madurez y desarrollo. Por enésima vez en los últimos años decisiones políticas erróneas han impedido aprovechar una coyuntura económica sumamente favorable.
Pese a que el proteccionismo económico y el intervencionismo estatal pretenden favorecer a una industria “nacional” cada vez más aislada del mundo, el desempeño económico argentino de los diez años kirchneristas ha descansado en las exportaciones de soja y en una política cada vez más “extractivista”. Y en este contexto, los bifes argentinos (y que comían los argentinos) han pagado la factura de un país que carece de una política ganadera coherente.

2 comentários:

Anônimo disse...

Lembro-me até hoje. Um fato ocorrido em uma aula de: Laboratório de Relações Internacionais I, na Faculdade que eu cursava, onde era discutido - em um pequeno grupo de 7 alunos - as questões acerca de comércio internacional e vantagens competitivas. Na ocasião, opinei simples e assertivamente: "Os países devem incentivar e se especializar cada vez mais nos setores em que são competitivos, competentes". No mesmo momento, pareceu-me que na professora, tinha incorporado-se um espírito da discórdia. Rebateu-me no mesmo segundo: "Como assim? Não me diga que você é da opinião da qual não devemos tratar todos os setores da economia IGUALITARIAMENTE com incentivos para suas respectivas produções?" Posso registrar que não me estendi mais no assunto, frente a batalha retórica inútil que se apresentava e frente a face de "medo" dos outros 6 alunos presentes. Resumindo: Mais um professor que acredita que o Brasil precisa tornar-se da noite por dia em um excelente país industrial através de políticas públicas capengas e não dando apoio ao setor primário que é o que sustenta esse país. Algumas vezes, levantei o tema do Turismo e como o mesmo poderia atrair divisas para o país, mas com certeza fui ignorado. Querem que produzamos lingotes para enviar à Alemanha ao invés de minério e esse é o sonho dos políticos e acadêmicos brasileiros (em sua maioria) para tornar este país uma potência voraz.

Só lastimo.

Paulo Roberto de Almeida disse...

De fato, existem professores que não permitem aos alunos ter uma opinião diferente da sua, e é muito pior quando não se trata de mera opinião, mas de fatos, processos, eventos históricos, fundados na observação independente dos fatos, das causas, dos fatores econômicos que justificariam uma outra posição diferente daquelas que eles adotaram mais por ideologia do que por estudo e pesquisa.
Infelizmente, a academia brasileira, sobretudo nas humanidades (acredito que eh Hard Sciences isso seja impossível de acontecer), comporta muitos desses energúmenos, que deformam os estudantes, e formam esses idiotas que depois vão elaborar políticas públicas para os companheiros, ou julgar causas sempre contra o capitalismo, a burguesia, o Estado, a favor dos "oprimidos".
Vamos ter de aguentar esses idiotas muito tempo ainda...
Paulo Roberto de Almeida