SPG, o ex-SG do Itamaraty na gestão Lula (durante sete anos), é muito conhecido para ser apresentado. Ressalto apenas que ele continua um persistente defensor do antigo regime lulopetista, ignorando por completo as acusações de corrupção contra o ex-presidente e sua sucessora, e repetindo seus mesmos conceitos sobre política externa, política econômica, integração regional e temas afins.
Suas considerações sobre estas questões objetivas mereceriam, por certo, muitos outros argumentos de natureza econômica ou sobre opções de integração regional e de inserção na economia mundial, que não me cabe fazer aqui, neste momento, tanto porque teriam de ser muito longos, como porque desvirtuariam a transcrição de sua entrevista, neste espaço.
Ele pode ter razão em algumas alegações -- sobre as negociações entre o Mercosul e a União Europeia, por exemplo -- mas continua insistindo numa velha concepção do desenvolvimento brasileiro derivada diretamente de suas teses cepalianas e nacionalisteiras atrasadas, que, repito, teriam de ser longamente rebatidas. Já o fiz em diversas oportunidades, como posso fazer novamente em próxima ocasião.
No momento cabe registrar sua insistência nas mesmas teses mentirosas da presidente afastada e dos blogueiros mercenários sobre o processo de impeachment, e sua total negação das realidades do regime hiper-corrupto do lulopetismo, uma quadrilha mafiosa que simplesmente destruiu a economia brasileira.
Paulo Roberto de Almeida
Brasília, 29/05/2016
ENTREVISTA A SAMUEL
PINHEIRO GUIMARAES, EX VICECANCILLER DE LULA
“En Brasil hubo una conspiración”
El ex vicecanciller de Lula y ex número uno del
Mercosur niega que Lula y Dilma hayan desplegado una diplomacia “ideológica” y
advierte contra acuerdos de libre comercio.
Martín
Granovsky
Página
12, 20 mayo 2016
–¿El de Michel Temer es un gobierno legítimo?
–El gobierno
de Michel Temer es interino. Y es el resultado de una conspiración.
Participaron de ella, en forma coordinada, distintos sectores: los políticos
involucrados en denuncias de corrupción; los políticos y partidos de oposición,
como el Partido de la Socialdemocracia Brasileña, desconformes con la para
ellos inesperada derrota por escaso margen de 2014; los políticos conservadores
desde el punto de vista social, como los evangélicos; los medios de
comunicación en especial el sistema Globo, con decenas de canales de
televisión, de radios, diarios y revistas; el Poder Judicial, desde el juez
Sergio Moro, mesiánico y dispuesto a practicar en su lucha contra la corrupción
actos ilegales de todo tipo, hasta los ministros de la Corte Suprema que,
pudiendo y debiendo hacerlo, no lo disciplinaron; los intereses extranjeros que
vieron en las dificultades económicas la oportunidad de revertir políticas de
defensa de los capitales nacionales para promover la reducción del Estado y la
apertura hacia los bienes y capitales extranjeros, como en el caso de Petrobrás
y los riquísimos yacimientos de petróleo del pré-sal, o como en el caso del
Banco Nacional de Desarrollo; el mercado financiero, estos es, los grandes
inversores y millonarios que abarcan a 71.440 brasileños cuya renta mensual
media es de 600 mil dólares; los rentistas, temerosos de una política de
reducción de tasas de interés; las asociaciones empresarias como la Fiesp, la
Febraban, la CNI y la CNA; los defensores de las políticas de austeridad que
quieren la reducción de los programas sociales, la revisión de derechos de los
trabajadores, el equilibrio fiscal mediante la reducción del Estado y de los
programas sociales y el fin de la fiscalización de los abusos de las empresas;
y, finalmente, los diputados, senadores, economistas y periodistas que fueron
intérpretes, portavoces o beneficiarios de los intereses que acabo de
describir. Tomemos un nombre como ejemplo: Eduardo Cunha.
–El presidente de la Cámara de Diputados durante la
votación de la admisibilidad del juicio político.
–Sí. Corrupto.
Luego fue alejado del cargo por el Supremo Tribunal Federal, que podría haberlo
apartado antes. Sin que hubiera ninguna prueba de acto ilícito practicado por
la presidenta, votaron por el juicio político 367 diputados y eventualmente lo
harán 54 senadores, todos ellos representantes de los sectores sociales más
conservadores y de los individuos más ricos en una de las sociedades más
desiguales del mundo. Defendieron a los intereses extranjeros más voraces y
podrían llegar a anular el resultado de elecciones en las que 54 millones de
brasileños eligieron a Dilma Rousseff. Quieren terminar con la continuidad de
un proceso de desarrollo social, político y económico de Brasil que se inició
en 2003 con la derrota de un proyecto neoliberal, sumiso y reaccionario. La
composición del gabinete de Temer, sus lazos ostensibles y públicos con los
intereses económicos conservadores y las acusaciones de corrupción que pesan
sobre ellos indican perfectamente el carácter de conspiración que derribó a
Dilma Rousseff. El objetivo final de esa conspiración es la recuperación total
del poder en las elecciones de 2018.
–¿Qué posibilidades tiene Dilma de no ser desplazada
definitivamente por el Senado?
–Hay grandes
posibilidades de que no sea separada. Deben votar su alejamiento dos tercios de
los senadores, 54 sobre un total de 81. Las manifestaciones populares, de
personalidades y de sectores significativos contra el gobierno de Temer y
contra sus primeras políticas, en favor de la democracia y contra el golpe, se
están haciendo más amplias e intensas a pesar de que los grandes medios buscan
minimizarlas. Los elementos fundamentales para evitar un desplazamiento son la
participación del Presidente Lula al frente de las manifestaciones populares,
la resistencia a cada iniciativa que el gobierno interino presente en el
Congreso y la movilización coordinada de las organizaciones sociales.
–Al asumir como canciller, José Serra indicó diez
líneas de acción de su gestión futura y dijo que la diplomacia brasileña no
sería “ideológica” ni estaría al servicio de un partido político. Usted fue
vicecanciller, presidente del Mercosur y secretario de asuntos estratégicos.
¿La diplomacia era “ideológica”?
–La política
exterior de Brasil tiene que basarse en los objetivos de soberanía, integridad
territorial, desarrollo económico, social y político y debe guiarse por la
Constitución, que en su artículo 4 define los principios de la política
externa. Entre ellos, el objetivo de promover la integración latinoamericana.
Por un lado, la política exterior de Brasil tiene que considerar la
localización geográfica del país, con sus doce naciones vecinas, las asimetrías
entre Brasil y los vecinos, sus extraordinarias dimensiones territoriales, de
población y de desarrollo económico, pero también sus disparidades de todo
orden. Debe tener en cuenta sus enormes recursos naturales y simultáneamente
las circunstancias de un mundo en el que se verifica una gran concentración del
poder económico, político y mediático, con gigantescas multinacionales, con
políticas de restricción del desarrollo económico y tecnológico, con las
grandes potencias en crisis económica prolongada y con una velada disputa por
la hegemonía entre los Estados Unidos y China. La política exterior de los
gobiernos del PT se guió con firmeza y coherencia según los principios de
autodeterminación, de no intervención, de cooperación entre países
subdesarrollados, de integración sudamericana y por los objetivos de lucha por
la desconcentración del poder a nivel mundial y por la multipolarización,
contra la unilateralidad de las grandes potencias. Los gobiernos buscaron la
defensa de la paz y el desarme de los países fuertemente armados, lucharon por
el derecho al desarrollo y contra el calentamiento global y la pobreza. Por eso
en Sudamérica Brasil sostuvo relaciones de cooperación y de respeto político
con gobiernos tan distintos como los de Colombia, Perú, Chile, Venezuela,
Argentina, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Bolivia, etcétera.
–¿Y con Estados Unidos?
–Brasil
mantuvo una política de cooperación, como en el caso del etanol. De respeto
mutuo, como en la Ronda de Doha. Y de divergencia siempre que fuese necesario,
como sucedió con el ALCA. De los comentarios del Presidente Obama sobre el
Presidente Lula puede inferirse que las relaciones con Brasil siempre fueron
consideradas importantes por los Estados Unidos. Con la Unión Europea hay un
acuerdo de asociación estratégica, cosa que la UE firmó con muy pocos países.
Brasil acordó la construcción y la transferencia de tecnología de un submarino
nuclear y la compra, construcción y transferencia de aviones de combate
Grippen. China se convirtió en el primer socio comercial de Brasil y aumentó
sus inversiones. Los acuerdos prevén operaciones por 54 mil millones de
dólares, además de la participación conjunta en los Brics, en el Banco de los
Brics, en el Acuerdo de Reservas y en el Banco Asiático de Infraestructura.
Toda la política exterior se basó en la cooperación respetuosa, sin el intento
de enseñar a ningún Estado, país o sociedad cómo debía organizarse política o
económicamente. Todo esto prueba cabalmente, para quien conoce un mínimo de
política internacional y quiere ir más allá del prejuicio mediático o de los
preconceptos partidarios, que la política desarrollada desde 2003 no fue ni
ideológica ni partidaria, y tampoco buscó beneficiar los intereses de un
partido. Ni siquiera del principal partido de gobierno, el PT.
–¿Sudamérica tiene que empezar a firmar acuerdos de
libre comercio?
–El centro de
la política exterior brasileña debe ser América del Sur. En América del Sur,
Mercosur. Dentro de Mercosur, la Argentina. No comprender eso significa una
enorme miopía y cultivar el fracaso. El desarrollo de un país como Brasil debe
basarse en la industrialización. Brasil tiene un 85 por ciento de su población
urbana, una agricultura que no emplea mano de obra en gran escala, un sector de
servicios subdesarrollado, con gran necesidad de generar empleos para absorber
el crecimiento de la fuerza de trabajo y dar empleo pleno a los subempleados y
a los 50 millones de beneficiarios del plan Bolsa Familia, cuyo ingreso mensual
es inferior a 20 dólares por día. Con esos datos, pensar en la construcción de
una economía y una sociedad con base agrícola es un absurdo técnico, político y
social. Bien: la industrialización necesita de mercados seguros, como los
regionales, a través de acuerdos que estimulen el desarrollo de empresas de capital
nacional y atraigan empresas extranjeras, y también a través de la acción del
Estado para construir infraestructura y completar la iniciativa privada. Ese
mercado, en América del Sur, es el Mercosur, con su arancel externo común. Los
países industrializados que desean escapar de sus crisis a través de aumentar
sus exportaciones lo que quieren hoy es eliminar ese arancel externo común. La
celebración de acuerdos de libre comercio sería el fin del Mercosur. Si esto es
así, el acuerdo Mercosur-Unión Europea funcionaría, en realidad, como el
primero de una serie de acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos,
China y Japón. Los países del Mercosur, en especial Brasil y la Argentina,
terminarían abriendo totalmente sus mercados para los productos industriales
europeos y luego para los norteamericanos, chinos y japoneses, darían
concesiones asimétricas por ejemplo en compras gubernamentales y a cambio
recibirían concesiones irrisorias en materia agrícola. Incluso las mayores
concesiones serían irrisorias si a cambio se pierden las posibilidades de
industrialización. Los acuerdos de libre comercio tan defendidos por los
grandes medios, académicos e importadores significarían el fin del Mercosur
como instrumento de industrialización y desarrollo.
Diplomático de carrera y ensayista, Samuel Pinheiro
Guimaraes fue uno de los diseñadores de la diplomacia de Lula y Dilma junto con
Celso Amorim y Marco Aurélio García. Aceptó contestar las preguntas de
Página/12 al final de una semana que empezó con la visita del canciller de
Michel Temer, José Serra, el ex candidato a la presidencia derrotado en 2002 y
2010.
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